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-...y este es pelusa. -me muestra una foto de uno de sus cientos de gatos que tiene, como la ha hecho desde que llegué.


-Que lindo. -me limito a responder junto a una sonrisa falsa. Vacío una copa más de vino blanco.


Debo verificar mejor el perfil de los hombres con los que acuerdo para tener una cita. Su físico no está mal. Sin embargo, su emoción por los gatos aleja toda la belleza que trae. No es que no me gusten los gatos, solo que él no es la clase de persona que estoy buscando en estos momentos.

Verifico la hora en mi celular. Ni siquiera han pasado dos horas desde que llegué al restaurante y lo ví sentado en la mesa que reservé para esta noche de viernes. Disimuladamente entro a mensajes y envío un emoji de un banderín rojo a mi mejor amiga. Ella sabe lo que tiene que hacer ya que una noche nos pusimos de acuerdo de que aquel emoji significa llamada para salir de alguna situación urgente.

Segundos después, como era de esperarse, llega su llamada. Él hombre mira mi celular curioso por saber quien interrumpe su charla tan importante sobre cómo alimenta a Pelusa. Rápidamente descuelgo antes de que llegue a leer el nombre de Zoe con un emoji de diablo a su lado.


-¿Hola? -Finjo estar seria y concentrada en la llamada como si fuera importante. Mientras, del otro lado del teléfono solo se escucha la voz de la morena diciéndome que le debo el dinero de la apuesta que claramente perdí.


Le hago señas al hombre que tengo enfrente haciéndole saber que me iré un poco más lejos de aquí. Él me asiente con la cabeza.


-Te lo dije, Rose. Te dije que sería otro raro aficionado a algo.


-En las fotos no lo parecía. -hablo llegando a la puerta del baño de damas alejado de nuestra mesa.


-¿Qué será esta vez? ¿Star Wars? ¿Libros? ¿Juguetes coleccionables? -ríe.


-Ojalá sea un aficionado a los libros. Sobre todo por...-me interrumpe.


-Orgullo y Prejuicio. Rose, es un libro de hace 200 años atrás y las posibilidades de encontrar a un chico que le guste o que simplemente lo haya leído, son las mismas que hay para que yo quede embarazada de Jonas.


-Como sea. Me siento mal por mentirle, pero es que no es mi tipo. -agrego preocupada mirando en su dirección. Está leyendo la parte trasera del vino acompañado de unas muecas raras que hace.


-Sal de allí antes de que te emborraches con otra copa de vino más.-me conoce muy bien.


-No sé qué haría sin ti, Zoe. Te quiero. -sonrío ante aquellas palabras.


-Yo también te quiero, amiga. Pero debo continuar algo que dejé a medias con Jonas.


-Oh, lo siento si interrumpí alguna cochinada. -me sonrojo.


-Descuida. La segunda ronda es mejor. ¿Quieres saber...


-No, gracias. Adiós. -la interrumpo antes de que me dé detalles de su vida sexual con su novio y amigo mío también.


Retomo hacia la mesa. Ensayo mi mejor rostro de preocupación que he hecho en mi vida y en todas las citas que he tenido que escapar lo antes posible.


-Lo siento mucho, debo irme urgentemente. -tomo mi bolso y abrigo.


-¿Ha pasado algo malo? -habla como si estuviese aún decidiendo en si es bueno hacer esa pregunta o no.


Maldición. La mayoría no pregunta por qué debo irme.

Piensa. Piensa. Piensa.


-Me han llamado de la veterinaria porque mi hámster no se encuentra bien.


Genial Rose. Excelente excusa.

Maldita conciencia. Tú tampoco has ayudado mucho que digamos.


-Oh, lo siento mucho. Ojalá se reponga.


-Esperemos que sí -sujeto fuertemente mi bolso. -. Fue un gusto...


Olvidé su nombre.


-El gusto fue mío, Rose. -Ahora me siento el doble de culpable.


Comienzo a caminar hacia la salida sin parar y mirar atrás. Pediría un taxi, pero antes debo ir a un lugar que se encuentra a solo unas pocas calles de aquí. Aquí afuera está helando. Enero y febrero son los meses más fríos en San Francisco. Odio tanto el invierno como el helado de limón. Y eso que apenas han pasado dos semanas desde que empezó el mes de Enero. Camino lo más rápido que puedo para no pasar más frío del que ya paso a pesar de mi abrigo super gordete con mi bufanda y guantes.

La vidriera llena de pasteles que yo misma he hecho y decorado, las delicias caseras de mis compañeros, y el familiar color rosa del toldo que cae hacia afuera, me hacen saber que llegué a mi lugar de trabajo. Tengo la fortuna de ser la repostera y pastelera a cargo en una de las pastelerías más famosas de la ciudad. Claramente hay otras mucho mejores y más prestigiosas, pero nosotros no nos quedamos atrás con nuestras creaciones caseras. Eso es lo que más les gusta a las personas. Lo casero siempre es mejor que lo industrial.

Abro la puerta de servicio que se encuentra detrás del edificio. Adquirí las llaves del sitio gracias a mi puesto. Además, adelanto algunos trabajos en mi cocina. Eso me da la libertad de poder entrar al negocio cuando lo necesite a pesar del día y horario que sea. Como apenas son las once de la noche de un viernes, no veo nada malo en adelantar trabajo en casa viendo mi serie de coreanos acompañada con una buena copa de vino blanco.

Buen vino del barato.

Ignoro la voz inutil de mi conciencia. Saco un pastel sin decorar de dos pisos de las estanterías, los coloco en una caja de cartón hecha a medida, y me retiro de allí dejando todo como estaba para pedir un taxi. Al llegar lo primero que hago es prender el televisor y darle play a la serie que amo en estos momentos titulada como Love Alarm. Abro una botella de vino y me sirvo media copa. Busco mis utensilios, reviso en mi celular como debe ser decorado el pedido, y me pongo manos a la obra.

Una hora después, mi celular empieza a sonar a todo volumen. Interrumpo los últimos detalles del pastel ya casi terminado para atender a la llamada. Pauso la televisión a la vez que descuelgo la llamada con mi otra mano.


-Diga...


-Buenas noches, Rose. Sabía que estarías adelantando trabajo así que aprovecho para hablar algo sobre el tema. -comenta mi jefe. Él es dueño de la pastelería, pero muy pocas veces se presenta en el local. Sin embargo, sabe cada movimiento que haces allí, cada cosa que se dice y se oculta. Es como un ser invisible. No lo ves pero sabes que está vigilándote.


-Claro. Escucho atentamente.


-Una empresa importante hará una fiesta de celebración en su edificio dentro de una semana. Tu estarás a cargo de hacer el pastel. Te paso los detalles por correo.


-Perfecto. -trato aguantar la emoción.


-Sabes que no suelo pedir perfección, pero esta es una ocasión muy importante. Seguramente las demás pastelerías están con las agendas ocupadas y por eso nos buscaron a nosotros. Es una excelente oportunidad para crecer como negocio, así que necesito que me digas que puedo depositar mi confianza en tus manos, Rose.


-Claro que sí, señor.


-Excelente.


-¿Puedo saber qué empresa es? -la duda me carcome por dentro.


-Invictus Technology.


-Genial. -es lo único que se me ocurre decir. No conozco a la empresa.


-Eso es todo.


-Muchas gracias por la oportunidad, señor.


-¡Casi lo olvido! -exclama. -Silvia se encuentra enferma y no podrá hacer los dulces. ¿quieres tomar su trabajo?


Dudo un momento. No tengo idea de cómo será el pastel que debo hacer para la empresa, pero sencillo seguro que no será. Eso significa trabajo duro, sumándole los demás pedidos que tengo.

Tendrás doble paga. Piensa en tu futura pastelería.

Mi conciencia tiene razón. Debo seguir ahorrando lo más que pueda. Es una suerte tener trabajo en estos tiempos. Sería estúpido rechazarlo.


-Me encantaría. Solo que me gustaría hacer mi especialidad, si es posible.


-Haz lo que tú quieras. No han pedido nada especial para los dulces.


-Perfecto. Bombones serán. -suelto una sonrisilla.


-Ya te paso los detalles. Ten buena noche, Rose.


-Igualmente, señor. -corta la llamada luego de que me despidiera.


Aún recuerdo cuando mi abuela me enseñó la receta por primera vez. No es por presumir, pero todas las personas que los han probado se han enamorado del sabor. Supongo que fueron esos bombones que me han encaminado a esta vida de repostera y pastelera, los que me han hecho ganar decenas de concursos de dulces, y me han ayudado a obtener este puesto de trabajo. Y para los que dicen que no se puede enamorar a alguien con comida, soy el mejor testigo de que aquello es mentira. Mis poderosos bombones también han logrado hechizar completamente a un chico extranjero muy atractivo en mi adolescencia.

Hay veces que me pongo a pensar que será de su vida. Es casi imposible no hacerlo con tantas series coreanas que miro a sabiendas que él vive en Corea del sur. O al menos así era en nuestros años juntos. Esa fue mi única historia de amor a la que se podría considerar como las de las películas y libros. Los mismos problemas: Padres, universidad, y la gran distancia que nos separaba.

Tomo un gran trago a mi copa de vino para terminarla. Retomo la serie. Suena mi celular con la notificación de correo electrónico que contiene los detalles del pastel. Eso me hace recordar que hace una semana que no bajo a buscar la correspondencia. No suelo tener tanta, por eso olvido recogerla. Pero de vez en cuando llegan las cuentas que pagar por más que deseara que desaparezcan. Guardo el pastel en la heladera junto a la manga pastelera. Busco la llave de mi buzón y bajo al primer piso.

Recojo varios sobres del interior. Uno en particular llama mi atención. Sobre todo porque no es de alguna cuenta que pagar. Más bien, parece ser una invitación a alguna fiesta por el color dorado del sobre.

Llegó tu carta a Hogwarts. ¿O si es un admirador secreto que inicia un romance por medio de cartas?

Río a solas ante las ocurrencias de mi conciencia. Una carta al lugar de mis sueños de cuando tenía 11 años es más probable que la segunda opción. Mientras abro el sobre de color a medida que subo las escaleras, me cruzo a mi querido vecino de abdomen irresistible y brazos anchos saliendo de su departamento del mismo pasillo que se encuentra el mío.


-¿Necesita compañía esta noche, bella dama? -habla con un ridículo acento formal.


-Esta noche no me apetece estar entre tus sábanas, Marcos. Tengo trabajo que hacer. -le contesto sin dejar de mirar el interior de la carta, curiosa.


-Perfecto. Yo también tengo trabajo que hacer. -me detengo justo frente a mi puerta para voltear a verlo ridículamente. Su perfume inunda todo el edificio.


-Salir en busca de mujeres ricachonas y seducirlas con tu encantador cuerpo, no es un trabajo.


-¿Eso son celos? -enarca una ceja. Una leve sonrisa de hombre seductor aparece en la comisura de sus labios finos. Se ve ridículo.


-No, Marcos. Tu y yo solo somos buenos vecinos que se acuestan juntos hasta que alguno tenga la suerte de encontrar un amor duradero. -abro la puerta y la cierro dejando a Marcos con su comentario para sí solo.


De eso trata nuestro trato. Cuando llegué al edificio él aún no estaba aquí. Una tarde llegó de la nada con sus muebles, dio la oportunidad que yo recién llegaba de mi trabajo y lo ayudé a meter todas sus cosas dentro al nuevo departamento. Resulta que se había separado de su novia con la cual estuvieron viviendo juntos por 5 años. El pobre se sentía muy solo y yo, a falta de amor, lo amarré con mi seducción. Nos acostamos juntos por unas semanas. Hasta el día de hoy lo seguimos haciendo, solo que no tan a menudo porque los dos no coincidimos con nuestras vidas ajetreadas. Ni tampoco nos consideramos una prioridad como para renunciar a nuestras cosas para poder vernos. O al menos no de mi parte.

¿Me enamoré de Marcos? No lo diría exactamente así. Sus actitudes y gustos no van conmigo. Lo mismo le sucede a él. Pero aún así, juntos somos bastantes buenos con nuestros trucos en la cama. Así que hicimos un trato, el cual consiste en que lo nuestro solo sean encuentros fugaces cuando ambos estemos de acuerdo y disponibles. Solo hasta que alguno de los dos rechazados por el amor encuentre a alguien más o esté intentado tener una relación con otra persona. Allí se acaba toda la pasión entre pieles y vecinos.

Dejo los demás sobres sobre la mesa pequeña al lado de las llaves. Ahora que tengo la atención disponible en el sobre, decido sacar de una buena vez el contenido. Es un papel blanco con delicadas decoraciones en dorado. Tiene impreso una fecha que es dentro de dos meses, el lugar donde se hará el evento, y la hora. No entiendo nada hasta que leo las palabras en grande al final de la tarjeta con una tipografía delicada.


J y R

¡NOS CASAMOS!


-No me lo creo...-me tapo la boca ante el asombro. Mi pulso se acelera por la emoción. -¡Mi hermana se casa!


Rápidamente busco el celular. Marco su número y llamo sin importar el horario que sea. La emoción me puede más que la razón.


-¡NO ME LO CREO! -exclamo cuando descuelga la llamada.


-Por fin te dignas a buscar la correspondencia, hermanita. -habla con voz de dormida del otro lado.


-¿Por qué no me has llamado? Esto es maravilloso, Jane.


-Quería sorprenderte.


-Felicidades. Estoy muy orgullosa de ustedes dos. -sonrío.


-...dice que está orgullosa de nosotras dos -le habla a Rachel, su novia y futura esposa. -. Rachel dice que gracias también, y que extraña tus delicias.


-Dile que dentro de dos meses podrá comerlas en su boda. Solo deben pasar los detalles y yo haré mi magia.


-No te llenes de trabajo, Rose -me conoce demasiado bien. -. Con que puedas venir, ya es suficiente para nosotras.


-Tu te callas. Considerarlo como mi regalo de bodas.


-Eres una terca -puede notar cómo sonríe del otro lado del teléfono. -. Mañana hablamos bien, ¿Te parece? Empecé a trabajar los sábados a la mañana para poder pagar los gastos de la boda.


-Claro. Buenas noches, Jane. Dale mis saludos a Rachel.


-Okey. Buenas noches, Rose.


Corto la llamada. Me quedo observando la tarjeta como una boba. Siempre me han gustado las bodas. Lamento no estar en estos momentos en mi casa para poder ayudarla con los preparativos y, mi parte favorita, el vestido de novia. Ya me he puesto ansiosa por verla entrar en medio de la multitud vestida de blanco o como ella guste. No puedo evitar dar un suspiro al pensar que algún día me tocará a mi. Algún día encontraré a un hombre con el que me sienta tan enamorada y amada como para estar toda la vida a su lado de la misma forma que lo siente Jane y Rachel.

Peeeero falta mucho para que eso me suceda justamente a mi. Mientras tanto, terminaré de tomar mi vino barato y de decorar el pastel que debo entregar mañana.  

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