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Capítulo 48 "El funeral"

Nadie, nunca, está preparado para perder a un ser querido. Quizás puedes hacerte la idea. Tal vez sepas que sufrirás; pero la imaginación no se acerca ni un poco a esa cruda y cruel realidad.
Recuerdo que aquel fue un día triste. El más gris que haya vivido y probablemente el más doloroso para Lucas y para su hermana.
Marie, era una mujer con unas características bastante difíciles de asimilar. Mi relación con ella no era precisamente la mejor, pero ni cerca estuve de desearle la muerte ni de alegrarme cuando murió.

Incluso la naturaleza lloró su pérdida.

El día que se celebró (si es que se puede decir celebrar) su funeral amaneció la mañana cargada con lluvia. Los truenos más que rugir parecían quejarse y sollozar. La luz proveniente de los relámpagos no salía de entre las negras nubes y cuando lo hacían caían a lo lejos; cerca de las montañas.

Terminaba de cerrarme la cremallera del vestido negro que usaría. Mientras, mi miraba no se despegaba de las gotas de lluvia que colapsaban contra los cristales de mis ventana. Se deslizaban luego. Hacia bajo, como lágrimas que ruedan por una mejilla sonrojada.
Pensé en Lucas, en el derrumbe interior que debía sentir y el dolor se convirtió en mío. Estaba ensimismada, imaginando mil cosas a la vez. Así, por supuesto, nunca lograría cerrar la cremallera que tocaba mi espalda.

La puerta de mi habitación rechinó al abrirse."Hija, debemos irnos", anunció mi madre con la voz suave, como empatizando con el ambiente.

Un trueno rugió suavemente.

-En un momento bajo. Me falta cerrarme el vestido.

-Ven, deja que te ayude.

Las manos de mi mamá facilitaron mucho el trabajo. En un segundo subió el carrito del zipper hasta que éste tocó mi nuca, dejando la prenda perfectamente colocada. Ella también vestía de negro. No usaba ni una sola pieza de joyería. En su rostro reinaban los colores neutros y oscuros. Su labial: uno tan rojo que parecía negro.

-Lucas debe estar destruido por dentro y yo no puedo hacer nada-Dije, mezclando la tristeza con la queja en mi voz.

-¿Cómo que no, hija? ¿Piensas que en momentos como estos estar junto a él, llorar con lo que él llora, sufrir con lo que él sufre no es suficiente? Además, estuviste con Lucas el día que le dieron la horrible noticia y lo apoyaste. No te sientas mal.

Me apresuré a abrazarla.

-Mamá yo te quiero mucho. Eres la mejor madre del mundo. Muchas gracias por todo lo que haces por mí.

-¡Ay, mi pequeña!-Acarició mi cabeza-Tú y tu hermano son lo más lindo que me ha pasado en la vida. Ustedes son los mejores hijos del universo.

Tener a mi madre cerca, poder abrazarla y colocar mi oído contra su pecho me hizo entristecer mucho más. Pensé en Lucas nuevamente. En que él nunca abrazaba a su madre, que no pudo decirle que la quería antes de morir y que solamente discutían. También imaginé lo duro que fuera para mí perder a mi mamá. No pude evitar que mis ojos derramarran un par de lágrimas.

-Mamá, si a ti te ocurriese algo yo...

-Nat, no te entristezcas con cosas que no te han ocurrido. Debes ser fuerte para que Lucas se apoye en ti. Si te ve debilitada, él se vendrá abajo y no quieres eso ¿verdad?

-Claro que no.

Me separé de ella lentamente y sequé mis ojos con el dorso de mis manos.

-Tu padre nos espera.

-Sí. Ya podemos irnos.

En la propiedad de los MillerGheats (además de una mansión, una cancha de tenis, una piscina enorme y demás construcciones) hay una pequeña capilla construida hace muchísimos lustros. Pensada para quienes quisieran acercarse a rezar, cuando un integrante de la familia decidiese casarse y lamentablemente para cuando fuese necesario un funeral.
El lugar era lo suficientemente grande para que cupieran perfectamente unas doscientas personas. Estábamos todos dentro de la capilla. Además queríamos huir del húmedo abrazo de la lluvia y del retumbar de los truenos.

Hacía eco en las paredes el canto de los integrantes del coro, repitiendo el Ave María. El Padre ofreció un extenso discurso dedicado a Marie y a sus familiares. Leyó varios pasajes de la Biblia que hablaban de la muerte. De que no hay que temerle si has sido un hombre de bien y de que Marie se merecía el mejor lugar del paraíso.

El día de la cena, que la madre de Lucas convocó, conocí de vista a varias de las personalidades que estaban presentes. Era cierto que algunos lloraban sinceramente y lamentaban que la señora MillerGheat haya muerto tan joven. Otros, sin embargo, estaban allí por puro compromiso y se veían inquietos, ansioso y deseosos de que dejara de llover para irse.¿Cuánta hipocresía puede albergar el ser humano?
Estaban Lisa, Frank, Brenda, los gemelos Tresh, Dylan, Michael y sus respectivas familias. Ellos no lloraban, pero si estaban muy tristes.  Seguramente por lo mismo que yo, porque no podían evitar ponerse en la piel de Lucas y de Dakota ni sentirse mal por ellos.
El cuerpo de Marie reposaba en un ataúd de madera preciosa pintado de negro. Junto a este, rodeada de rosas rojas y de velas blancas encendidas había una enorme foto de ella de hombros para arriba. Un retrato donde sonreía ampliamente.

Cuando el Padre terminó de hablar invitó a los presentes a que se acercaran y que le dieran a Marie el último adiós.
La primera fue Dakota, que iba acompañada de Lisa. Se acercó, miró el rostro de su madre un momento y luego se quebró en llanto. Nunca había visto a Dakota llorar así. Entre varios chicos tuvieron que sostenerla porque estuvo a punto de desmayarse. La siguiente fue Cassandra, la hermana mayor de Marie y directora de mi escuela. A pesar de que no eran muy unidas, a ella también le dolía ver a su hermanita en aquella caja. Cassandra también lloró mucho; pero el pañuelo de seda negro que portaba entre sus dedos resguardó cada una de las lágrimas.
Poco a poco se acercaron al ataúd los amigos de Marie pertenecientes a la alta sociedad, tanto los reales como los ficticios. Muchos de lo que no ocultaban sus deseos por desaparecer del funeral no necesitaron más de cinco segundos para despedirse. Se acercaban, decían,"descansada en paz" y luego se retiraban sin más. Otros no. Se acercaron a el cuerpo inerte de Marie le depositaron hermosos ramos de flores de diferente colores sobre el ataúd y le desearon un feliz viaje hacia el más allá. En poco tiempo llegó el turno de Lucas. Él, debió ser de los primeros pero le cedió su turno a varias personas. No quería enfrentar aquella imagen. Le llegó el turno a los integrantes de mi familia y fueron a despedirse todos, excepto yo. Me levanté de mi asiento y fui hasta el rincón donde se encontraba Lucas. Él aún traía su mano vendada porque la herida no estaba del todo sana.

-Hola-le dije tratando por todos los medios de formar una sonrisa en mis labios, y no lo conseguí.

-Hola.

-¿Cómo está tu mano?

-Eso es lo que menos me preocupa ahora, Natasha.

-Sé como te sientes, pero eso estoy aquí, para acompañarte.

-No la quiero ver-Dijo en un susurro casi inaudible.

-Lucas, eso que dices es muy duro.

-No quiero verla muerta, prefiero quedarme con el recuerdo de cuando estaba viva. Ella era mandona, irrespetuosa, odiosa. No soportaría verla tan tranquila dentro de una caja, porque pensaría que no es mi verdadera madre.

-Lucas, sé que la amabas a pesar de todo y ella también a ti aunque lo demostrara de una manera bastante especial. Además ¿Qué no era inusual en ella? Su cuerpo, su rostro, su carácter; todo era una mezcla explosiva de belleza, fuerza y fiereza.

-Es verdad, pero aún así...

-Creo que deberías ir a decirle cuánto extrañarás sus malas formas y su terquedad, se lo debes ¿no te parece?

-No lo sé. Me siento tan mal, me siento débil, incapaz de enfrentarme a esta situación y no me gusta sentirme así.

-Hasta los hombres más fuertes se debilitan y necesitan un poco de apoyo de vez en cuando.

Tomé su mano izquierda porque la derecha estaba en mal estado.

-Ven conmigo, acompáñame a hablarle.

Lucas no dijo nada más al respecto. Nos acercamos a Marie.

-Hola señora MillerGheat-Le dije-Soy Natasha, ¿me recuerda?, Déjeme decirle que luce usted hermosa con ese vestido, con las joyas y con ese maquillaje. Quisiera decirle que lamento mucho que no hubiésemos tenido tiempo de conocernos mejor, estoy segura de hubiese acabado apreciándome, porque yo amo a su hijo y él me ama a mi. Lo voy a cuidar mucho, no se preocupe. Usted fue a mi casa a decirme que me apartara de él y no la culpo. Si yo fuese madre tampoco quisiera que mi hijo estuviese con una chica si considero que no es la mejor para él. En el fondo usted sólo quería protegerlo y actuó como su corazón de madre le indicó que lo hiciera. Su hija Dakota la va a extrañar mucho, su hermana, su hijo hasta yo la extrañaré. Cuídese mucho señora MillerGheat y vaya a darle mucho glamour al Cielo.

A Lucas se le aguaron los ojos con mis palabras.

-La verdad es que eres hermosa tanto por fuera como por dentro-Besó mi frente.

Admito que fue muy agradable hablarle a Marie sin que me contestara con frases carentes de amabilidad.

-¿Ves que no es tan difícil? Sólo abre tu corazón y dile todo lo que tengas por dentro. Ella siempre será tu madre.

-Lo intentaré-Lucas suspiró profundamente-. Marie, eras la persona más complicada del mundo y creo que por eso yo también lo soy. Desde que era niño, cuando te veía o pensaba en ti me parecía que era hijo de una diosa muy poderosa y que por eso no debía acercarme a ti. No recuerdo cuando fue la última vez que te abracé, la última vez que besé tu rostro, ni la última vez que te dije que te quería por eso me siento peor. Siento que perdí mucho tiempo, porque para mí tú eras inmortal y pensé que cuanto más tiempo pasara más tiempo tendría de hacer contigo todo lo que no pude, pero me equivoqué. Cuando crecí nos volvimos extraños. Pensé que algún día podría dejar de quererte si sólo pensaba en lo egoísta que fuiste. Si tenía en cuenta que me dejaste solo durante años o si pensaba en todo lo que hiciste para alejarme de Nat. Pero en eso también estaba equivocado. Yo no estaría en el mundo de no ser por ti. Sacrificaste tu cuerpo para tenernos a Dakota y a mí. Y ahora que sé que padecías del corazón. Sé que arriesgaste tu salud para darnos a luz. Ahora que te vas tengo miedo a equivocarme porque ya no estas para decirme lo que tengo o no tengo que hacer. Admito que tenía miedo de verte pero ahora que te veo me siento en paz porque es como observarte dormida. Te amo mamá siempre te he amado y siempre lo haré, eres tan parte de mí como yo lo soy de ti-una lágrima rodó por la mejilla de Lucas-Adiós mamá-acarició la cabellera de su madre-No des muchos problemas allá arriba.

-No lo hará-La voz gruesa de un hombre llegó a nuestros oídos.

Esa persona colocó su mano izquierda sobre el hombro derecho de Lucas. Lucas y yo volteamos nuestras cabeza casi al mismo tiempo.
La persona, era un señor de unos cincuenta años, bien vestido con un traje negro italiano. Su cabello estaba repleto de fibras blancas y grises; pero se notaba perfectamente que era castaño. Tenía una barba muy poblada y bien cuidada. Alto y de buen porte. Iba acompañado de una chica. Una pelirroja despanpanante, con un cuerpo escultural, con un vestido también negro que se ceñía a su cuerpo como una segunda piel. La chica parecía ser unos quince o veinte años más joven que el señor.

-¿Que estás haciendo aquí?-El tono de Lucas fue bastante firme, además de seco y cargado de enojo.

-¿Acaso no puedo asistir al funeral de la madre de mis hijos?

¿Madre de sus hijos? Aquel no debía ser otro que Richard MillerGheat, el padre de Lucas y de Dakota.

-Nadie ha dicho eso. Me parece muy repentino. Además, no me esperé que trajeras a...esta-Lucas estaba refiriéndose despectivamente a la pelirroja.

-Este no es el momento ni el lugar para discutir-Lucas no contestó-. Ven acá hijo mío-Richard abrió los brazos y le ofreció su pecho para abrazarlo.

Lucas dudó por un momento, pero al final aceptó abrazar a su padre. El apretón fue muy fuerte, cargado de hombría y de nostálgia. Se palmearon las espaldas el uno al otro suavemente.

-Tú debes ser Natasha, la novia de mi hijo-Me dijo al apartarse de Lucas.

Extendió su brazo para sostener y besar el dorso de mi mano derecha.

-Y usted es el señor Richard MillerGheat. ¿Verdad?

-Por favor, tutéame que somos prácticamente familia.

-Muy bien señor, digo, muy bien Richard. ¿Quién es la bella muchacha?

-Esta es Britany-La mirada de él viajó a su hijo para luego volver a mí-Es mi pareja.

-Mucho gusto Natasha-Sonrió la pelirroja ampliamente.

-El gusto es mío.

-¿Mi hermana sabe que estás aquí?

-Sí, la encontramos fuera, fumando un cigarrillo bajo una sombrilla. Mi pobre princesa-Su mirada se entristeció-está destrozada con la muerte de su madre.

-¿Y que pasará con la prensa?-Preguntó Lucas-No había pensado en eso hasta ahora. Esos tiburones no tardarán en aparecer.

-La noticia aún no ha llegado a los medios.-Le dijo Richard-Y no te preocupes. Cuando lo haga yo responderé a todas las preguntas. Tú y tu hermana no tienen de qué preocuparse.

-Voy a golpear al primer paparazzi que vea.

-¡Tú no harás tal cosa, Lucas!-Cassandra se acercó hacia nosotros.-Richard, ¡Qué agradable sorpresa!-Le dio dos besos-Britany, estás preciosa.

-Muchas gracias Cassandra-respondió ella. La pelirroja no hablaba mucho.

El saludo fue amable entre ellas, pero cargado de hipocresía. Era más que obvio.

-Lamento interrumpirlos, pero los empleados de la funeraria llevarán el ataúd de mi hermana al crematorio ahora.

-No sabía que Marie quería ser cremeda-Expresó Richard bastante sorprendido.

-Hay muchas cosas de mi hermana que no sabías-Contestó Cassandra con un tono de voz serio. Sonó a reproche.

La señora Poffman, le entregó a Lucas un llavero con tres llaves.

-Esto lo traía tu madre en la ropa el día en que murió. Una vez me dijo que si le pasaba algo te las diera. No sé el porqué.

-Estas son las de su coche, su cuarto, de su despacho y...esta última no sé de que será.-Dijo Lucas mirando las llaves que yacían sobre la palma de su mano izquierda-No se las dejaba a nadie.

-Ella era así-Añadió su tía-muy desconfiada.

Los encargados de la funeraria se acercaron a nosotros para pedirnos que les dejáramos cerrar el féretro.
Lucas miró por última vez el rostro de su madre mientras apretaba las llaves contra su pecho.

Había cesado de llover. Los empleados llevaron la caja hasta el coche funerario, cuidando de no zarandearlo demasiado.

Lucas se posicionó frente a mí y colocó sus manos en mis hombros.

-Iré al crematorio, quiero que me entreguen las cenizas de mi madre.

-Yo iré contigo-Dije decidida.

-No, hoy no Nat, en lugares como ese no permiten la aglomeración de personas. Así que, sólo dejan que estén presentes unos pocos familiares.

-Es que temo que si te dejo solo te deprimas y te encierres para siempre en la mansión.

-No seas tonta, nunca haría eso. No pudiera dejarte con esa incertidumbre, te amo demasiado.

-¿Me lo prometes?

Lucas afirmó moviendo la cabeza. Se acercó a mis labios y depositó sobre ellos un beso largo.

-Está bien-Le dije cuando dejó de besarme-volveré a casa con mis padres pero por favor, llámame en cuanto puedas.

-Lo haré.

-Me alegro.

-Y por cierto Nat...

-¿Qué?

-Si se te acerca alguien extraño a hacerte preguntas o si piensas que te están siguiendo para tomarte fotos, no entres en pánico.

-Me estás dando miedo.

-Es por si acaso. Odio a la prensa. Son unos idiotas y no quiero que te tomen desprevenida.

-Está bien. ¿Y que debo hacer?

-Mantén la calma y no respondas a ninguna pregunta.

-No lo olvidaré. Pero ya, apúrate o se irán sin ti.

-Sí, sí. Nos veremos luego, princesa.

Partió hacia el crematorio junto con Cassandra y a su hermana. Fueron cada uno en un coche diferente. Detrás de ellos iba una forgoneta extraña Dentro había varias personas con cámaras fotográficas."¡Ay, por Dios! La noticia ya se destapó." Pensé aflijida.

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