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Capítulo 4 "El sexo nunca es solo sexo"

Para mi sorpresa (o no) Lucas no me habló en días ; yo tampoco a él. Quería tenerlo lejos. Tal vez es algo que resulta lógico; pero el beso que me dio no salía de mi cabeza. Moría de ganas de saber por qué lo hizo. Aunque las personas como él no necesitan motivos ni excusas.
La próxima vez que le hablara le preguntaría. No iba a hacer una tormenta en un vaso con agua. Estaba tranquila porque en mi cabeza existía la idea de que esa "próxima vez" sería en muchos años o nunca.

Era sábado tres de enero, el cumple de Jenna. Ella en honor a la fecha organizó una fiesta a la cual yo estaba invitadísima.
El despertador sonó a las siete de la mañana y como siempre arruinó un bello sueño que tenía en aquel momento. Claro que no faltó el almohadazo que lo silenció.
Era una preciosa mañana, el sol brillaba, las aves cantaban y yo me dirigí con cara de zombie a la cocina. Mamá me esperaba con un desayuno hipercalórico, que es mi favorito.

—Hola nena.— Me dijo ella con voz muy suave—no te preguntaré como amaneciste porque tu cara me lo dice todo.

—Buenos días mis reinas ¿Dónde está J.J.?-Habló papá mientras entraba a la cocina con la misma cara de zombie que yo.

—Aún duerme, cariño ¿Por qué preguntas?

—Luego de que desayune subiré a despertarlo. Hoy hay un juego muy importante para su equipo de fútbol y no debe llegar tarde.

Mamá, utilizó la injusticia. Dejó que papá se quedara desayunando mientras que a mí me mandó a bañarme y prepararme. A mí, que odio que se enfríe mi comida.

Cuando parecía una persona decente: limpia, sin mal aliento, ni legañas; bajé nuevamente a la cocina. Allí estaba mi hermanito querido y yo como siempre le di amor.

—¡Quita de mi asiento enano!—Lo empujé un poco—aquí estaba yo primero.

—¿Acaso había algún letrero que dijese "propiedad de la estúpida"?

—¡Te voy a matar!

—¡No quiero peleas en esta casa. Si no se comportan les quitaré sus celulares durante un mes!—Expresó mamá que de hecho, es la dominante de la relación.

No dije nada más. Desayuné y salí de casa en skate. Tenía que ir a comprar el regalo de Jenna. Entré a un centro comercial. Subí por las escaleras mecánicas hacia la zona de perfumería y adquirí una de las mejores fragancias. Obviamente, pedí que la envolvieran para regalo. Cuando salí de ahí, monté nuevamente en mi skate, pero aún no quería ir a casa. Quería relajarme. Rodar por la ciudad, deslizarme por las aceras suavemente para sentirme libre.
De repente una notificación de mensaje interrumpió mi más absoluta paz interior. Pensé que era alguno de mis amigos recordándome lo de la fiesta. El número no lo tenía registrado, por eso me resultó un poco más desconcertante cuando lo leí. El mensaje decía literalmente:

Número desconocido: que te encantó lo que te hice y que quieres que se repita. Huiste haciéndote la difícil después de que dejaste que lo hiciera, por poco tiempo, pero lo hice y eso es lo que importa.

Pensé que había sido algún tonto que confundió el número telefónico de la novia con el mío. No dudé en escribirle al remitente para informarle que se había equivocado. Releí el texto y pensé "Dios mío, a esta chica le dieron lo suyo".
Seguí mi camino con mi patineta en una mano. Revisé mi teléfono en busca de música, y así hacer mi caminar más agradable. Para mi mala suerte en el momento en que me dispuse a reproducir mi canción favorita entró un llamada del mismo número; pero colgaron de inmediato. Antes de que pudiera reaccionar llegó otro mensaje:

Número desconocido: No te hagas la tonta Natasha sabes que soy yo. En el que piensas cada vez que estás desnuda y caliente.

No había lugar para dudas. Después de todo ¿quién es la única persona en el universo que me escribiría algo así? Su arrogancia lo delató.
Como él mismo dijo en la biblioteca, soy muy ruda; por lo que, no solo no contesté, sino que además puse mi teléfono en modo avión. Así no podría molestarme. Hice eso no sin antes guardar su contacto como"Imbécil". Soy muy mala. Después de los mensajes no me quedaron deseos de seguir rondando sin rumbo. Retorné a mi casa.

Mamá había ido a trabajar. Mi padre y hermano supuse estarían en el juego de fútbol de Joseph. A falta de algo mejor que hacer continué con la lectura de mi libro un rato y luego elegí la ropa con la que iría a la fiesta. Cosa que nunca hago con horas de antelación, por eso había llegado tarde en el pasado a algunos compromisos.
El aburrimiento y la curiosidad se apoderaron de mí. Quería saber si el "El rey de mis pensamientos" me había escrito o llamado después de que puse mi teléfono en fuera del servicio. Efectivamente, cuando mi teléfono tomó señal recibí un mensaje:

Imbécil: ¿Qué te pasa? ¿Por qué no me contestas? No muerdo... A no ser que quieras.

Yo le quise seguir la corriente por primera y, creí que única, vez en mi vida:

Yo: Bien, ven y muérdeme cuando quieras.

Confieso que le sonreí a la pantalla mientras escribía el mensaje; pero al apretar en enviar me arrepentí. La verdad es que no me quedaron ganas de escribirle otra vez.
Llegadas las seis de la tarde me di una ducha rápida. Preparé mi bolso con todo lo necesario: toallitas húmedas, cosméticos, crema de manos, perfume, algo de dinero, mi celular,el cargador, unos zapatos bajos, desinfectante. Lo absolutamente indispensable.
Arreglé mi cabello y me maquillé. Miré mi reflejo en el espejo. Me veía hermosa con aquel vestido verde. Era ajustado y corto. Al ser de ese color hacía juego con mis ojos.

Estaba tan linda que casi me pido matrimonio. Como la situación lo ameritaba hubo autofotos y publicaciones en Facebook con el hashtag "noche de fiesta".

A las siete y media Becky, Angeline, Robert y Paul pasaron por mi casa para recogerme e ir juntos. Por el camino me preguntaban qué se sentía tratar con chicos como los de mi nueva escuela. Yo simplemente sonreí y les respondí que no era nada del otro mundo, pero de este mundo tampoco.
Caminamos como seis calles en dirección a la casa de Jenna. Pasamos junto al hogar de Paul. Frente a la casa de él, al lado de la acera, había un auto rosa estacionado. No observé el vehículo al detalle en aquel momento. Estaba muy incómoda. Los tacones me estaban matando. A Becky y a Angeline, a juzgar por sus caras, también. Cuando disponía a protestar porque no quería seguir caminando, Paul se detuvo junto al coche y dijo:

—¿Qué les parece el regalo de mi florecita hermosa? Nuestras familias reunieron suficiente dinero para darle a Jenna algo espectacular para su cumpleaños número dieciocho.-Sacó unas llaves de su bolsillo—Incluso el llavero tiene su nombre tallado.

—Muy lindo realmente, y ese color rosa le va a encantar—le respondí.

—Lástima que ella no lo va a estrenar,- dijo Becky—porque yo no pienso caminar ni un centímetro más.

—¡Rebeca, si te montas en el regalo de mi princesa juro que te dejo calva!

—¡Pues, tendrás que hacerlo conmigo también! Ja ja ja—Afirmó Angeline de forma jocosa y arrancándole las llaves de las manos.

—Y conmigo, Paul—sonreí mostrando todos mis dientes.

Todos corrimos al interior del coche dejando a Paul en la acera con cara de enfado total. Odia cuando las cosas no eran a su manera y cuando nos comportábamos como bebés. Realmente, en ese momento, nos importó poco. Le dimos dos opciones: entraba al auto, nos íbamos todos juntos y felices o nos íbamos sin él (teníamos las llaves). Él llegaría tarde, Jenna se decepcionaría y lo dejaría. No hace falta que diga lo que eligió. Puso una sonrisa lindísima en su rostro después de decirnos inmaduros. Montó en los asientos traseros junto a Robert y a mí.

—Claro que tenías que ceder amigo—dijo Robert sonriéndole—¿Cómo podías permitir que estas princesas fueran a pie al baile teniendo aparcada la carroza?

Todos reímos estruendosamente ante el comentario. Becky encendió el coche y condujo con mucho cuidado. Si le ocurría algo al vehículo probablemente Paul moriría de un infarto.
Llegamos puntuales al encuentro en la casa de Jen. Mi amiga estaba preciosa. Había estrenado un vestido celeste aquella noche que, por cierto, yo le recomendé que comprara en línea. Paul la abrazó con fuerza y luego le entregó su regalo. Además del coche le llevó una caja de bombones y pendientes de oro. Jenna casi se lo come a besos. "Sería hermoso tener un novio así de detallista y romántico" pensé al verlos tan felices.

Cuando le di a Jenna mi presente se volvió loca de alegría. Hacía mucho que deseaba ese perfume; pero sus padres no se lo querían comprar.

La fiesta estaba hasta el tope de buena. Había de todo: bebidas, entretenimiento, luces, comida, buena música y chicos lindos (lo más importante). Jenna cumplió lo de los ositos de goma en alcohol y la verdad es que estaban muy rico. Becky se retiró para ir al baño.
Estuvimos charlando, tomando y riendo durante horas. Estaban allá personas que había conocido en mi antigua escuela; pero también había caras nuevas. Jenna siempre ha sido muy sociable. Angeline dijo que quería ir a saludar a unos chicos que eran vecinos de ella.
Mis amigos más cercanos y yo fuimos a la pista de baile. Bailamos demasiado, tanto que me dio una sed tremenda. Me dirigí a la mesa de bebidas a por algo refrescante. Llené mi vaso con jugo de frutas tropicales y probé unos sorbos. Escuché, a mis espaldas, una voz lamentablemente conocida. Se oía alejada. Se mezclaba con el ruido de la música; pero ahí estaba. Giré sobre mis talones con el vaso en la mano. Mi sorpresa fue realmente grande cuando vi el rostro de Lucas entre la multitud.
Si mal no recuerdo iba de negro con un peinado hacia atrás que, he de admitir, le quedaba muy bien. Estaba muy fresco. Se apreciaba que había acabado de llegar.
Michael, Dylan y Lisa también asistieron a la fiesta. Tendrán mucho dinero; pero cuando se trata de diversión, bebidas y cigarrillos son los primeros en la lista. Yo sé por qué lo digo.
Como sabía que aún no me habían visto pensé en salir al jardín a tomar un poco de aire fresco. Estaba sofocada y además, no tenía las más mínimas ganas de que mi mirada y la de Lucas se cruzaran. Terminé mi bebida con un trago largo y dejé el vaso vacío sobre la mesa.

Estaba sentada en un banquillo tratando de retocarme el maquillaje cuando de repente escuché voces femeninas que susurraban desde la oscuridad. Me puse en pie para acercarme a ver que ocurría. No estaba segura, pero hubiera jurado que vi a Angeline y a Becky dándose un beso apasionado. Apretaban sus senos suavemente. Una subía el vestido de la otra, dejando ver sus muslos. Se apretaban los glúteos mutuamente. "Deben estar muy borrachas, pero no las interrumpiré porque se ve que lo están pasando bien" susurré para mí.

Cuando me dispuse a volver a la fiesta tropecé con algo en el suelo."¡Ay!" Casi me caigo de espaldas, pero sentí como alguien me tomó por debajo de mis brazos.

—Ten más cuidado. Tal vez la próxima vez no esté para sostenerte.

Era Lucas, pero en ese momento no me sorprendí. Cuando quiere puede pegarse más que un chicle a un zapato. Me incorporé rápidamente y acomodé mi vestido. Puse mis manos en mis caderas.

—Contigo quería yo hablar. Tengo muchas preguntas que requieren respuestas.

Realmente no tenía deseos de dirigirle la palabra en aquel instante, pero algo tenía que hacer para que mi vergonzoso tropiezo perdiera importancia.

—Sí, yo también quiero casarme contigo—otro de sus chistes malos.

No sé si fue el alcohol en mis venas, pero su comentario me hizo sonreír sutilmente.

—Lucas, eres cada día más intolerable.

—Te ves hermosa cuando sonríes-se acercó un poco—sin embargo a mí me gustas más cuando estas triste o molesta. Te ves muy sexy y vulnerable.

—Gracias...—fruncí el ceño—supongo.

—De nada, supongo—su voz sonó muy seria, pero estaba bromeando una vez más.

—Dime ¿por qué estás aquí? ¿Cómo es que tienes mi número de teléfono?

—¿Por qué te importa, James?

—Simple curiosidad.

—Entonces puedo dejarte con la duda.

—No dejes que mi imaginación vuele. Puedo pensar que estás aquí por mí.

—Pensar eso sería estúpido de tu parte.

—Tengo motivos. Después de todo tú, hace unos días, me...

—Estoy aquí porque me invitó la cumpleañera.

"La voy a matar" pensé con exasperación.

Alcé la ceja derecha—¿Ah, sí? ¿Y mi número qué?

—Jenna fue la que me dio tu contacto,—mi cara se empezó a deformar de enojo y él lo notó—pero no te enfades con ella, yo la presioné.

Eso no me hizo sentir mejor.

—¿Sabes que a veces siento que me acosas?

—Sí, de hecho lo hago.—Dijo con una expresión muy seria que me aterró— Pero, hablemos en un lugar más tranquilo, por favor.

Escucharlo decir la frase "por favor" era más difícil que escarbar hasta el núcleo de la Tierra utilizando una cuchara. Así que, decidí darle una oportunidad. En el momento que le dije que sí, tomó mi mano y me llevó casi a rastras hasta una de las habitaciones. Yo estaba en ese punto en el que no estás ebrio, pero todo te importa poco.

Cuando entramos cerró la puerta con el cerrojo . Yo me senté en una silla cercana porque si lo hacía en la cama pensaría que me estaba insinuando.

—Aquí podemos hablar mejor—él sí acomodó su trasero en el borde del colchón.

—Sí, aún hay algo que quisiera saber:¿por qué coño me besaste?

—¿Acaso quieres que lo vuelva a hacer?

—¡No!—exclamé inmediatamente.

Se puso de pie-Si quieres cumplo lo del mensaje y te muerdo.

—¡Responde la pregunta que te hice!

Lucas metió los dedos de su mano derecha entre sus cabellos. Comenzó a explicarme y a caminar tranquilamente de un lado al otro.

—Desde que llegaste a la escuela me pareciste muy interesante. Algo así como un bicho raro.

¡Bicho raro lo será su abuela!

—Y...¿Besas a todos los" bichos raros" que te encuentras por ahí?

—No, sólo a ti.

—Eso no me reconforta, ni termina de darme respuesta.

Se detuvo y me observó fijamente.

—¿Recuerdas que te dije que sólo hay una manera para que tengas inmunidad?

—Sí, lo recuerdo. Dime cuál es la manera ¡Me tienes agobiada!

—Es—pausa dramática de él—que seas mía, Natasha.

Mi mente se bloqueó un segundo. ¿Ser suya? Definitivamente eso no estaba en mis planes.

—¡No pienso ser tu novia! Eres insoportable y además no me gustas.

—Tú a mí tampoco. Siento decepcionarte.

—Pero, si dices que te resulto interesante, algún sentimientos debe haber-usé la misma cara que pone él cuando quiere molestarme.

Lucas se aproximó a la pared. Estiró el brazo.

—Sólo hay una manera estar seguros—apagó la luz con el interruptor.

—Pero, ¿Qué hiciste?

Aún se podía ver todo dentro de la habitación gracias a las luces de la fiesta que entraban por la ventana. Me cargó en sus brazos y me tiró en la cama. Luego se posicionó encima de mí.

—¡Deja de jugar animal! ¡Enciende la maldita luz!

—Natasha tengamos sexo—susurró de repente mientras besaba mi cuello—.Si no sentimos nada es que no nos gustamos.

Se detuvo.

—¡No pienso hacerlo!

—No me obligues a violarte.

—¿Serías capaz de hacer eso?

—No lo sé ¿Quieres que lo intente?

—¡Quita de encima, Lucas!

—Piensa en esto como un revolcón de fiesta.

—No quiero tener sexo contigo— forcejeaba mucho para que me dejase en paz.

Se apartó un poco.

—Ya entiendo lo que te pasa.

—Es sencillo. No quiero que me violes.

—No es eso. Tú eres virgen.

—No lo soy, pero eso no significa que tenga que hacerlo contigo así porque sí ¡Estas más que loco! ¡Déjame en paz, no intentes forzarme!—le grité mientras intentaba escapar.

—¡Cálmate! Es sólo sexo.

—El sexo nunca es "sólo sexo". Siempre hay algo que impulsa a los cuerpos a hacerlo.

—¡Deja de ser tan testaruda! Déjate llevar.

—¡Ni muerta!

Lucas dejó de discutir conmigo. Me miró fijamente con una sonrisa tierna en los labios y acercó su rostro al mío; tanto que la piel de nuestros labios llegaron a rozarse.
Empezó a besarme como lo hizo en el pasillo de la escuela. Esa vez invitó a su lengua a la fiesta en mi boca. Yo estaba rígida. Aún intentaba huir, sin embargo su fuerza y su peso no me lo permitían."No debo dejar que esto suceda". Cuando perdí el aliento por tanto luchar dejé de moverme. "No le sigas el beso". Lucas no cesaba en su empeño de hacerme suya. Mi sentido común comenzaba a mermar."¡Natasha, no!" ordenaba mi conciencia. "¡Sí, Nat, por lo que más tú quieras!" suplicaban mis hormonas, que terminaron siendo las ganadoras de mi control corporal.
Cedí un poco y le correspondí en el beso. Mi mente me decía que tenía que acabar con eso pero mi cuerpo quería continuar, para ver que pasaría. Podía sentir como cada vez estaba más mojada. Lucas me tenía las manos atrapadas con las suyas. Acercaba su boca a mi oído para que pudiera escucharlo respirar, para que sintiera el calor de su aliento y el leve aroma a licor que tenía.

Cuando escuchó mis primeras respiraciones fuertes liberó mis manos. Apretó mis senos con una de las suyas. Me mordía los pezones por encima de la ropa haciendo que se tornaran erectos y muy duros. Con la otra mano me acariciaba los muslos con movimientos circulares suaves. Fue deslizando hacia arriba mi vestido; pero poco a poco como si cada célula de mis piernas mereciera la caricia.

—¡No hagas eso!—Me moví en un fallido intento de detenerlo.

—Natasha,—dirigió hacia mí una mirada atemorizante—¡Guarda silencio,  ya !

Con el brillo en sus ojos, que le hacía parecer un psicópata, logró silenciarme. Pero ¿por qué le decía  que no, si al final dejaba que continuase? ¿Me tenía embrujada?
Y lo que es más desconcertante aún: ¿por qué me estaba gustando que me tocase de esa manera?¿Por qué se errizaba completamente mi piel?

Subió la prenda verde hasta mi abdomen. Jugueteó un rato con mis genitales. Lucas metía sus dedos entre mis labios vaginales y los movía en todas las direcciones. Todo estaba siendo muy erótico. Me mordía el labio inferior o apretaba mi boca para no soltar los gemidos.
Apartó toda la tela que cubría mis senos. Dedicó unos segundos a observarlos. Los miraba, como un crítico a una obra de arte magistral y perfecta. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Llevó su boca a mi pezón derecho. Un gemido abandonó mi garganta, luego otro, y otro.
De repente se detuvo. Se incorporó. Quedó a horcajadas sobre mí. Retiró la prenda negra que cubría su pecho y la lanzó al suelo. Llevó sus manos a la zona de su entrepierna con la intención de sacar su miembro. Abrí los ojos sorprendida. No podía creer que me mostraría su pene.
Mi respiración se detuvo cuando observé su erección frente a frente. Su "amigo" no estaba para nada mal.

—¿Te gusta?—Sonrió de forma arrogante y torcida.

Mordí mi labio inferior confusa. No podía responderle. Ni yo misma sabía que hacía ahí, con él, a punto de... "¡Reacciona!" gritaba mi sentido común. Yo lo escuchaba, pero su voz parecía demasiado lejana.

—No tienes que responderme, Natasha. Tu cara me está diciendo todo lo que necesito saber.

Lucas sacó un condón del bolsillo izquierdo de sus pantalones negros.

Entiendo que es muy responsable de su parte andar con preservativos, pero algo me decía que había planeado todo.

Cuando se lo colocó me retiró el tanga por completo. Comenzó a frotar su pene contra mi clítoris. A los pocos minutos hizo lo mismo; pero contra mi entrada. Yo, en esos momentos, ya estaba involuntariamente excitada y muy caliente.

No había vuelta atrás. Empujando con sus caderas entró en mí lentamente. Sentí como me fue llenando la vagina y como ésta se dilataba para darle espacio al invitado. Los dedos de mis pies se contrajeron a causa de todas las sensaciones que Lucas me estaba provocando. Antes de que pudiese darme cuenta me estaba poseyendo en la posición del misionero. El muy cabrón y yo estábamos teniendo sexo. Me estaba haciendo gemir, y apretar, mejor dicho, perforar su espalda con mis uñas. Me hizo mojarme más y más.

Lo peor es que me estaba gustando, encantando, lo estaba disfrutado. Cada entrada, cada salida, cada vez que primeramente me lo hacía con el glande, para luego meterla de golpe.

—Pues,—dijo casi sin aliento cerca de mi cuello—al parecer si sentimos algo el uno por el otro, porque me estás volviendo loco del placer.

Esas palabras pasaron mis oídos como ráfagas de viento helado que erizan las pieles y dan escalofríos. Acerqué su boca a la mía para darnos un beso pasional y profundo.

Perdí la noción del tiempo. No sé cuando terminamos completamente desnudos. Solamente podía pensar en nuestras pieles juntas, en nuestros gemidos llenando la habitación, en el brillo de lujuria que reinaba en sus ojos. Lo hicimos en todas las posiciones que se nos ocurrieron sobre la marcha. Lucas volvió a colocarse encima de mí sin parar de moverse ni un segundo.

En un lapsus de conciencia me di cuenta de que lo que estaba haciendo y con quien lo estaba haciendo no estaba del todo bien (tampoco del todo mal).

—¡No, no, esto no está bien!¡No debí!¡No contigo!—Lo empujé con fuerza para apartarlo de arriba de mí. Él calló exhausto sobre el colchón.

Me levanté de la cama y comencé a vestirme a prisa. Lucas se acomodó bocarriba sobre las sábanas. Su cabeza descansaba sobre su antebrazo izquierdo. Con la otra mano acariciaba su aún potente erección.

—Un poco tarde para arrepentimientos ¿no crees? Tú lo estabas disfrutando. Incluso más que yo.

—Tú lo dijiste "un revolcón de fiesta". Esto pudo haber pasado con cualquier otro.

—Sabes perfectamente que eso no es verdad—Lucas se arropó en la cama como si fuera el dueño—Además, no siempre querrás salir corriendo. Y habrá veces que yo no te voy a dejar huir de mí.—Cerró sus ojos—Cuando salgas, deja la puerta bien asegurada.

Quedó dormido de inmediato. Probablemente por la intensa mezcla de sexo con las varias copas de alcohol que seguramente se tomó.

Me acomodé el vestido, me peiné y me maquillé lo más rápido que pude. Salí de aquella habitación discretamente. Le puse el seguro para que nadie entrara y lo viera en esas condiciones. Bajé a la fiesta. Estuve sólo cinco minutos. Me despedí de todos y fui para mi casa en autobús. Dije que al día siguiente tenía un exámen de Historia.
Cuando llegué mis padres me preguntaron como había ido todo todo y yo les respondí "De maravilla pero ahora estoy demasiado cansada"
Entré corriendo a mi cuarto y tomé una ducha fría para espabilarme.
Me acosté a dormir con la esperanza de que Lucas hubiese estado borracho y que después no se acordara de nada. Sí, lo sé, soy muy ingenua; pero gracias a esa idea pude calmarme un poco.

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