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Capítulo 35 "Despedida de soltera"

Mi cara se arrugó como nunca debido a que trago de tequila que me tomé de un golpe.

—¡Vamos Nat, que tú puedes!—Una de las chicas que estaban a mi lado me animaba a continuar bebiendo.

—Ya me está dando vueltas la habitación. Necesito parar, aunque sea un momento.

Las luces parpadeantes me mareaban y los tragos me tenían la cabeza a punto de explotar. Tenía que forzar mucho la vista para poder ver, porque la iluminación del sitio no era el adecuado para mi vista.
Estaba en un bar llamado "HotBoys" con un grupo de amiga de Jenna, su prima Brenda y algunas de sus vecinas más jóvenes.
Los oídos comenzaron a zumbarme un poco debido a una estridente combinación: la música estaba a un volumen alto y las chicas a mi alrededor que no paraban de gritar. No las podía juzgar. Habían tres chicos encima de el escenario quitándose las poquísimas ropas que llevaban puestas.
Sucede que a Jenna siempre le había hecho ilusión despedirse de su soltería en un local de strippers masculinos.

—¡Jenna, no puedo creer que me arrastrarte a esto!—Grité, porque si no lo hacía ella no hubiese escuchado.

—Tranquila, que no será la primera ni la última despedida de soltera que se planea a último momento.

—¿Esto tiene algo que ver con Brenda?

—Puede que sí—. Se encogió de hombros.

Brenda le lleva dos años a Jenna. Se caracteriza por ser una chica, de cabellos negros muy bien cuidados y cuerpo hermoso. Es una loca, pero no de esas que hablan solas. Ni de las que hay que medicar para que no escuchen voces, sino de las que hacen locuras en fiestas, sólo por el afán de pasarlo bien.

—Me imaginé que esto fue su idea.

—Eso es que tienes buena imaginación.—Jen río.

—Verás como se entere Lucas. Me va a cortar todos y cada de uno de mis rizos.

—Lucas, Lucas, Lucas.—Dijo con burlas—No hay un momento en el que no lo menciones.

—Lo siento, es que al parecer es cierto lo que me dijo.

—¿Qué te dijo?

—Que el dije que traigo en mi cuello hace que él siempre esté conmigo.

—¿En serio?, ¿de todos los novios que pudiste haber conseguido eliges a uno que te regala talismanes embrujados?

—Exacto.

—Natasha, no seas tonta y diviértete. Lucas es tu novio, no tu esposo, ni el padre de tus hijos, a no ser—Puso su mano sobre mi abdomen—que me estés ocultando algo.

—Jen, ¿estás loca? No estoy esperando un hijo de Lucas.

—Entonces goza la vida, abuela.

—¿Sabes qué? Tienes toda la razón. Voy a soltarme como si no hubiese un mañana.

—¡Esa es mi Nat!

Después de tanto tiempo sin salir con mi mejor amiga no podía amargarle la actividad.
No dudé en bailar cada tema que ponía el DJ. Aparte de que ya tenía unos cuantos niveles de alcohol en mi cuerpo. Pero, me estaba divirtiendo. Jenna lo estaba pasando bien. Eso era lo más importante.

—¡Vamos papito quitátelo todo y enséñanos la pistola!—Bren le estaba gritando barbaridades a los chicos. Ese en particular iba vestido de policía—¡Eso mi amor, menéalo para nosotras!

Al parecer Brenda es muy influyente. Mientras le gritaba barbaridades a los strippers las demás chicas del lugar le hacían coro con frases como:

—¡Sí, haz lo que ella dice!

—¡Papiriqui!

—¡Te lo como todo, mi amor!

Jenna tenía una sonrisa gigante en el rostro. También aportó su voz a los "piropos" que estaban haciendo que los chicos se pusieran colorados de la vergüenza.

Pasamos el rato disfrutando de unas cuantas copas y de charlar de temas íntimos de chicas. De repente, el escenario se oscureció y solo había una luz proveniente del reflector en el centro. Todos los presentes hicimos que el silencio reinara. De alguna manera sabíamos que algo interesante, divertido y sexy estaba a punto de ocurrir.

—¡Hooooola a todos!—Apareció en el escenario un semental disfrazado de Pedro Picapiedras. De su mano derecha colgaban dos pañuelos rojos.

Era alto, musculoso, de cabellos castaños y sonrisa perfecta. Y se dirigía al público con el mismo tono de voz que ponen los presentadores de los programas de la televisión.

—¡¿Cómo están las chicas esta noche?!

—¡Bien calientes!—Respondimos.

—Sí, me lo imagino. Pero no se preocupen mis princesas que siempre se puede subir más la temperatura.

—¡Aaaaaahhh!—Se escuchó nuestro grito de euforia junto con fuertes aplausos.

—Calma, calma. Primero necesito dos voluntarias del público.

Mientras que las demás levantaron sus brazos, ansiosas de ser elegidas, Jenna tomó mi mano y me arrastró hasta el escenario.

—¡Nosotras Pedrito, nosotras!

—Así me gusta, que las babies bonitas sean muy impacientes.

Pedrito, puso el micrófono delante de ella.

—¿Cuál es tu nombre, preciosa?

—Jenna.

Caminó medio paso y colocó el micrófono cerca de mis labios.

—¿Y el tuyo, corazón?

—Natasha.

—¡Wow! Dos chicas hermosas con nombres celestiales ¡Very good!¿Algún motivo en especial por el que están aquí esta noche?

La pregunta tenía una clara intensión: hacer que algo emocionante pasara.

Jen levantó su brazo para contestar—Es mi despedida de soltera.

—Entonces, hay que darle a esta nena algo sumamente especial.

Pedrito Picapiedra tomó uno de los pañuelos de su mano y con él le cubrió los ojos.
De la nada, apareció otro chico con una silla plástica blanca. Él, que sólo traía puesto un minúsculo tanga, colocó el asiento detrás de Jenna y tomó su mano suavemente para ayudarla a sentarse.
Las luces brillaron en tonos de rojo y comenzó a sonar una música suave y sexy. El del tanga comenzó a bailarle a mi amiga poniendo sus genitales peligrosamente cerca de su rostro. Y ella sin ver nada. Tomó las manos de Jen, para pasarlas por todo su dorso y su espalda. La piel del chico estaba brillante por el sudor.
Todo, absolutamente todo en ese lugar era divertido, picante, excesivamente pecaminoso y muy sensual.
Un poco antes de que la música parece el bailarín le quitó la venda a Jenna, de forma pausada. Ella estaba que no cabía en sí misma de la impresión. Al ver a semejante obra maestra al alcance de sus manos casi se desmaya.

La música cesó y Pedrito, el presentador, ayudó a Jenna a levantarse de la silla.

—¡Un aplauso para la homenajeada!

El lugar se colmó de vitoreos. Pedro Picapiedra mandó a mi amiga a su asient.

—¡Tú!—se dirigió a mí.

—¿Quién yo?

—Sí, tú.

—¿Qué pasará conmigo? ¿También me vendarán los ojos y harán que baile un chico frente a mí?

—Déjame decirte que no.

—Por mi bien ¿Sabes? No tengo ningún inconveniente con que lo hagan.

—Aquí en nuestro local nos caracterizamos por la originalidad. Para ti hay algo diferente.

No había acabado el chico de decirme aquello cuando detrás de mí colocaron una mesa y un muchacho vestido de verdugo me indicó que me acostara sobre mi espaldas sobre ella. Así lo hice. Miré al techo.

"Y ahora me van a ofrecer como sacrificio" Eso pensé segundos antes de que prendieran la música y el chico disfrazado de verdugo se posicionara encima de mí para bailarme.

—Única regla, Natasha—Dijo Pedrito—No puedes tocar.

¿Qué clase de bar de strippers era ese que a unas le dejan manosear al chico y a otras no? Era muy injunto.

Él se sostenía con sus brazos en postura de flexión. Movía su cintura y caderas de una manera que le alegraría la vida y el cuerpo a cualquiera.

Todo eso lo hacía por Jenna. Para que su despedida de soltera fuera la mejor.
En fin, creo que el resto se puede imaginar: beber, fumar, bailar, beber, cantar, gritar y beber otra vez. Todas juntas hasta las dos de la madrugada.

A esa hora estábamos más que borrachas. Muchas de las chicas que estaban acompañándonos se habían ido antes con chicos heterosexuales. ¿Qué hacían esos chicos en aquel bar de bailarines masculinos? Nadie, lo sabe.

Recuerdo que entré al baño acompañada de Jenna para que me ayudara con el tema ese de sostenerme el pelo y la cabeza mientras devolvía todo lo que había en mi estómago. Brenda, era otra que no estaba en su mejor momento. Con decir que intentó hacer su propio show nudista arriba de una de las mesas. Eso, obviamente, trajo como consecuencia el destierro del local. Unos hombres de piel oscura, altos y fuertes que custodiaban el negocio y vigilaban la seguridad, nos echaron.
Jenna era la que mejor se encontraba de las tres. Ella solita luchó contra el estado de embriaguez y los vómitos de su prima y de su mejor amiga, es decir, yo.
Recuerdo así, de forma borrosa que ella nos llevó hasta un pequeño banquillo que se encontraba en la acera de enfrente. Para que respiráramos un poco de aire fresco. Jen, nos dejó un momento solas para ir a un minisúper mercado cercano. Su objetivo era comprar sodas para las tres. Volvió y se sentó junto a nosotras:

—Tomen,—dijo ella entregándonos las latas de refresco—tal vez con esto espabilen un poco.

—¡Uf! gracias primita.—Brenda abrió la bebida y probó un sorbo—Ahora hay que esperar que pase algún taxi que nos adelante a casa.

—Ya es mala suerte que a las tres se nos hayan muerto las baterías de los móviles—Me quejé después de beber un poco de mi soda también—. No podemos llamar a uno.

Nos quedamos tranquilas allí, sentaditas en nuestro banquillo de la embriaguez. De repente aparecieron tres adolescentes. Se notaba que eran medio drogadictos y buscapleitos. Si mal no recuerdo estaban tatuados y apestaban a cigarros de marihuana recién fumados. Tenían los cabellos alborotados y usaban vestuario de motoristas: chaquetas negras de cuero que tenían escrito en la zona de la espalda "Salve Satán" con letras grandes y rojas.

—Vaya, vaya, vaya—habló un pelinegro que parecía ser el líder—miren lo que tenemos aquí, tres chicas jugocitas. Hay una para cada uno.

Jen comenzó a temblar por los nervios. Sostuve su mano con fuerza para ayudarla a calmarse y alcé la vista para enfocar a esos idiotas.

—¡Hagan el favor de borrarse de aquí, mocosos de mierda!—Le contestó Brenda. Sí, a veces pierde la noción del peligro—Ninguna de las presentes va a quitarles la virginidad. Así que no se hagan ilusiones, y váyanse a molestar a otro sitio.

—¡Maldita zorra asquerosa!—El chico le propinó un golpe en la cara—Vas a ver lo que es bueno—Sacó un cuchillo con la hoja metálica brillante, bien afilada. Acercó la punta al rostro de Brenda.

—Vamos colega pícale la cara a todas y luego llevémoslas al callejón de allá atrás—propuso otro de los delincuentes, uno de pelo castaño.

—Ahora mismo, amigo.

—¡Por favor, no lo hagas!—Gritó Jenna con desesperación, preocupada por su prima.

Brenda miró a Jen. Estaba relajada.

—Tranquila primita.—Posó su mirada desafiante sobre el "motorista" drogadicto—A este y a sus amiguitos les faltan huevos para hacerlo.

—¡Brenda!—La requerí.

—Así que, te llamas Brenda—comentó el del pelo negro—Es un lindo nombre para repetirlo mientras me masturbo.

—¡Eres un asco!—Gritó ella y después escupió en el rostro de el delincuente juvenil que le había colocado una navaja en el rostro.

Él limpió el escupitajo. La observaba con una mirada de rabia que quemaba.

—¡Eres una maldita puta!

Se abalanzó sobre ella y sujetó el rostro de Brenda, con toda la intención de desfigurárselo a navajasos. Ella forcejeaba desde el asiento. Nosotras quisimos intervenir, pero los otros dos nos lo impidieron. Nos tomaron por los brazos.

—Vas a perder esos labios asquerosos y la belleza de tu cara. Voy a cortarte hasta los párpados.

—¡No!—Solté un grito de desesperación.

—¡Brenda!—Gritó Jenna y se quebró en llanto.

El chico parecía muy decidido a hacerle daño a nuestra Bren.

—Yo no haría eso si fuera tú—Esa voz llegó de la nada. Era la de nuestro salvador, Frank Rosembell.

Apareció detrás del delicuente pelinegro. El chico dejó a Brenda en paz para mirar sobre su hombro.

Tú no te metas, que no tienes lo que hay que tener para hacer nada por ellas—dijo el tercero. No había hablado hasta ese momento.

—Mira quién habla...—respondió con tono desafiante—uno de los integrantes de un grupito de niños. Tienen que andar armados y asustar a chicas indefensas para sentirse importantes.

El delicuente de la navaja relamió su labio inferior y apartó el arma de la cara de Brenda.

—¿Sabes qué? Hay que admitir que eres valiente, pero te pienso arrancar esa valentía a puñetazos
Y tendrás suerte si te dejamos conservar los dientes.

Frank sonrió hasta que sus hoyuelos se hicieron notar.

—Me muero por verte intentarlo.

Los tres chicos se abalanzaron sobre él. El castaño tiró un navajazo, pero Frank lo esquivó con un movimiento veloz, para luego meterle el puño en el abdomen. Por detrás fue el otro secuaz. Frank se agachó haciendo que chocasen los dos delincuentes. El líder tomó su navaja y varias veces intentó atinarle a Frank unas puñaladas en el estómago. Rosembell las esquivó echándose para atrás.

—¡Quédate quieto para que pueda matarte!—Gritó el pelinegro delincuente.

—Eso no sería divertido.

El chico estaba muy enfadado, tanto que se cegó y empezó a lanzar puñetazos y navajazos sin calcular bien hacia donde iban. Frank decidió acabar con ese juego mortal dando un giro en el aire y de una patada le arrancó el arma blanca de las manos.
Luego de que desarmó al chico la pelea fue a golpes limpios.

Todo ocurrió tan rápido que los detalles exactos serían imposibles de expresar. Solo sé que al concluir, mientras Frank se sacudía las manos los chicos huían. El líder iba con la nariz rota, el castaño con un diente menos y el más callado con una herida en la cabeza.

—Eso les enseñará a no meterse con las mujeres—yo estaba muy alegre, pero a punto de desmayarme de la exaltación.

—Natasha—Frank dirigió hacia mí una mirada muy seria. Hizo que me redujera encogiendo mis hombros—Esto no fue un juego. Pudieron haberlas herido, o algo peor.

—Tienes toda la razón—.Bajé la mirada apenada.

—¿Se puede saber que hacen a estas horas tiradas en la calle?

—Larga historia Frank,—le dije—larga historia.

—Además, no es momento de más plática. Quiero irme a casa y pasar el susto—La pobre Jenna estaba temblando.

—Tranquila, ya ando conduciendo mi auto. Acompáñenme chicas.

Para la suerte de todas el vehículo de nuestro salvador de ojos azules estaba aparcado muy cerca. Frank nos ayudó a entrar y luego lo hizo él. Empezó a manejar a través de la oscuridad y la soledad de las calles.

—Así que, eres amigo del novio de Natasha—Comentó Brenda mirando a Frank por el retrovisor—¿Y dónde aprendiste a pelear así?

—He practicado defensa personal durante una década.

—Y...—Brenda se inclinó hacia delante—¿Qué te llevó a aprender? ¿Acaso te hacían bullying en la primaria?

—No. Fue por cuestión de no querer estar indefenso. A veces los problemas se resuelven con un par de movimientos ágiles y unos golpes. No siempre las situaciones son fáciles.

—No, no lo son.—Ella lo miraba embobada, con sus mejillas apoyadas sobre sus manos y con la cabeza un poco inclinada hacia la derecha—Seguramente guardas millones de secretos y de historias. ¡Qué sexy!—En su tonito de voz y en su forma de mirar a Frank se veía un interés muy grande.

—Por cierto, no sé tu nombre—Le dijo sin despegar la mirada de la carretera.

—Soy Brenda. Pero tú puedes llamarme, Bren o simplemente nena.

—Brenda, por favor.—Hasta ese momento no había hablado porque estaba enfocada en escucharlos—Sabemos que estás borracha, pero no por eso tienes que acosar al pobre chico.

—¡Antigua! ¡Eres una Mujer de Neanderthal! ¿Qué pasa? ¿Porqué no puedo hablar con él tranquilamente?—Hizo una pausa de unos dos o tres segundos—¡Oh, por Dios! ¿Eres gay?

La mirada de Frank reflejó claramente que no esperaba aquella pregunta.-No lo soy.

—Entonces, ¿Tienes novia?

Él suspiró—Tampoco.

—Guapo, sensual, con buena destreza en peleas, de buen cuerpo, agradable y sin novia. Mis oraciones fueron escuchadas—Alzó sus brazos— ¡Alabado sea el Señor!

—¡Cállate ya, prima!—La requirió Jenna.

—Otra que no me deja ser feliz.

Jen alzó ambas cejas—No tienes arreglo, Bren.

Su prima se redujo de hombros y sonrió ampliamente—Lo sé. Así me amas.

—Ya queda poco para que lleguemos al apartamento de mi tío Sandro.—anunció Jen—Ve preparándote para bajar del auto.

—¡Qué asco!—gimoteó Bren como si fuese una bebé mimada—Justo en el mejor momento de la noche.

Los padres de Brenda están divorciados. Cuando visita a su padre se pasa muchísimo tiempo sola porque Sandro siempre está trabajando.
Jen no debía llegar alcoholizada a su casa porque sus padres se enojarían. Paul, no podía enterarse de lo que había pasado aquella noche; en aquel bar, los strippers y con los delicuentes. Probablemente él moriría de cinco infartos simultáneos.
Brenda y su prima decidieron que se quedarían en el apartamento para pasar juntas lo que quedaba de madrugada. Así si les preguntaban que hicieron en la noche, podrían decir que celebraron una pijamada.

Frank se estacionó justo delante del edificio.

—Oye niño lindo, ya sabes donde está mi casa. Ven cuando quieras, mis puertas siempre estarán abiertas para ti.

—¡Vamos!—Jenna le dio un pequeño empujón—sal de una vez alcohólica promiscua.

—¡Ay! ya voy, ya voy, intensa.

Bye amigas—Me despedí.

—¡Bye Nat!—Me contestaron.

—Adiós chicas—Se despidió Frank desde la ventanilla—Que pasen buenas noches.

Ellas entraron a salvo al edificio y luego nos pusimos en marcha. Frank no necesitaba indicaciones para llevarme a casa. Sólo condujo y en un santiamén estamos en frente de mi jardín.

—Frank, fue un verdadero placer verte esta noche y disculpa a Brenda. Está loca, pero es muy buena persona.

—Sí, lo noté—dijo mientras reía suavemente.

Me dispuse a abrir la puerta del coche, pero me detuve en seco y giré para verlo otra vez.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Sí, lo que quieras, Chica de Chocolate.

—¿Qué hacías a estas horas en la calle?

—¿Y, por qué mejor no me contestas que estaban haciendo ustedes?

—Porque yo pregunté primero, Frank.

Soltó un suspiro y luego pasó su mano por su frente.

—Es que es muy vergonzoso, Natasha.

—Está bien, no me lo digas. Mejor para mí. Así no tengo que decirte porque...

—Estuve hasta estas horas fuera de la casa de Lisa. Quería intentar hablar con ella,—suspiró con frustración—pero no hubo maneras de que quisiera abrirme la puerta. Es tan testaruda.

—Algo le habrás hecho para que te trate así.

—¿A qué te refieres?

—Lo de la camarera, por ejemplo.

—Ese es el problema, Natasha. Yo no hice nada, fue un malentendido que ella nunca dejó que le explicara.

—Ahora soy yo la que no entiendo a qué te refieres.

—Mi relación con ella fue hermosa, pero nunca faltaron las chicas que querían echarlo todo a perder. Aquel día en ese bar fui un momento al baño y una de las camareras era una de mis...digámoslo así, admiradora. O al menos eso creo. Entró e intentó seducirme. Me tomó por el cuello y se sentó encima del mueble del lavamanos. Lisa llegó al baño, nos vio en esa posición y pensó que yo, tenía algo con esa chica.

—¡Dios! ¡Qué fuerte eso que me estás contando!

—Sí—Soltó una pequeña risa—No sé ni porqué te lo cuento si estás ebria y mañana no te vas a acordar de nada.

—Pues por eso. Es algo tan personal que te sientes mejor contándoselo a alguien a quién se le va a olvidar.

—Oye chica de chocolate con licor
¿Ahora me vas a decir qué hacían tiradas tú y tus amigas en aquella banca?

—Ese fue el resultado de una despedida de soltera improvisada y clandestina. Y no te puedo dar más información.

—Pero terminaron muy mal ¿Te imaginas que yo no hubiese pasado por allí?

—No te preocupes, en el fondo sabía que era tu destino salvarnos—Abrí la puerta del coche y salí a la acera.

—¿Y se puede saber por qué?

Me apoyé con mis brazos cruzados a la ventanilla.

—Porque eres un salvavidas Frank, un salvidas tatuado.

—Bueno—sonrió—gracias, supongo. Pero ¿Cómo se te ocurren esas cosas?

—En realidad fue idea de Jenna. Se le ocurrió cuando le conté que casi me ahogo de no ser por ti.

—Entoces no hay problema. Llámame así di quieres.

—¿Sabes una cosa? Te voy a devolver el favor de salvarnos la vida dándote un consejo—Él escuchó atentamente—Si amas de verdad a esa estirada, fría pero guapa chica llamada Lisa Foxtrot. Y si realmente la perdiste por culpa de un malentendido, lucha por ella hasta el fin. Nunca te rindas.

—Yo soy un chico fuerte, pero ella me lo pone muy difícil.

—¡Ay! Ustedes los hombres y sus dos neuronas con las que no razonan nada.

—¿De qué hablas bombón licorado?

—¡Abre los ojos! Tú le encantas a ella. Eso se le nota y lo sabe todo el mundo. Incluso ella, por eso tiene miedo. Le aterra darle otra oportunidad al galán que le destrozó el corazón...accidentalmente.

—La verdad es que eres una ebria muy sabia.

—Gracias, wey—Solté un acento mexicano chulísimo.

—¡Ándale!—Frank me siguió la corriente—Vaya a su casa chaparrita que no son horas de andar de adivina.

—Simón carnal, ahí nos vemos.

Frank encendió el motor. Me despedí con la mano y luego fui a la casa. Todos los movimientos que hice hasta que llegué a mi alcoba estuvieron perfectamente calculados para evitar despertar a mis padres y que me arrancarán la piel por llegar a la casa a las cuatro de la mañana.

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