CAPÍTULO XLIV
Tardé uno segundos en reaccionar, y cuando por fin me cayó la ficha me calsé lo primero que encontré, tomé mi billetera y mi celular y comencé a correr.
—¡¿A dónde vas?! —Aysel gritaba desde la puerta de casa.
—Tú quedate ahí. —dije en el momento en que paré un taxi—. Al aeropuerto por favor. —Le indiqué al chofer esperando que avanzara lo más rápido posible.
El camino no estuvo tan congestionado pero tardamos bastante en llegar. Cuando llegamos le pagué casi bajándome antes de que estacionara el auto y salí corriendo.
Ingresé y subí directo hasta las boleterías que iban a su país. Pregunté si ya había salido un avión y me dijeron que si, hacía una hora había partido el último.
Desanimado y con el alma por el piso le agradecí y salí de ahí. Caminé hasta la primera plaza que encontrara para dejarme caer ahí por unos segundos.
¿Qué es lo que pasa por tu mente? ¿Tan poco valgo como hombre como para que me dejes de esa manera? ¿Tan poca confianza me tenías que no pudiste contarme lo que te afligía? Todas esas preguntas y más rondaban por mi cabeza. Nunca antes me había sentido tan devastado.
Mi celular comenzó a sonar dándome a entender que me estaban llegando mensajes. Lo tomé ignorando los mensajes y marqué su número.
—En algún momento escucharás este mensaje... —Trataba de aguantar las ganas de llorar—. Si hubiera sabido que tu amor era tan mediocre jamás hubiera caído en tu juego. —La llamada se cortó, el tiempo de duración del mensaje había terminado—. En verdad te esmeraste para entrar en mi mundo y destruirlo. —dije una vez que volvió a darme la casilla de mensajes—. Que la vida te devuelva el daño que me has hecho. —Esta vez fui yo quien colgó.
Mis mensajes eran una mezcla de odio, dolor y decepción, todo junto, pero era lo mejor que pude decir en el estado en el que me encontraba.
Mi teléfono volvió a sonar, pero esta vez no eran mensajes sino una llamada de Aysel. Sabía que si no contestaba sería peor.
—¿Pudiste encontrarla? ¿Por dónde buscaste? —En verdad ella estaba preocupada por su amiga, pero quién se preocupaba por lo que yo sentía.
—Fui al aeropuerto y no pude alcanzar el vuelo, en unos días de seguro estará tranquila en su casa. Voy para allá así que no te preocupes si dejas la casa sola. —No le di tiempo a responder y colgué.
Permanecí unos minutos más sentado en la plaza viendo como las personas caminaban a mi alrededor, se sentía como si mi mundo se hubiera detenido y todo el resto avanzara.
Me subí al primer taxi que encontré, quería llegar a casa y dormir, quién diría que los días que me dieron los chicos para descansar en verdad serían de ayuda.
La puerta estaba abierta, de seguro Aysel se olvidó de cerrar bien, menos mal que la seguridad en este barrio es muy buena.
—¡Oh! Ya estas en casa. —Aysel apareció desde la cocina brindándome una sonrisa reconfortante. —Después de todo no podía estar enojada con ella ni culparla por la actitud de su amiga, eso sería muy infantil de mi parte.
—Te dije que podías volver a casa. —Dejé mis cosas sobre la mesa al lado de la puerta de entrada para sentarme en el sillón.
—Pero yo nunca dije que me iría. —Ella siempre haciendo lo que le viene en gana—. Oye Yesung... yo en verdad lamento lo de esta mañana. —Aysel se disculpaba pero en realidad no sabía el porqué lo hacía.
—¿Por qué de todo lo que pasó? —Tenía mucho porque disculparse.
—Por todo. —dijo apenada—. No tendría que haberte golpeado y lo que es peor, no tendría que haber dudado de ti. —En verdad parecía apenada pero no estaba de ánimo para discutir nada.
—Lo siento Aysel pero no estoy con ánimos para hablar. —Solo quería quedarme solo y en silencio en medio de la oscuridad, porque así era como me sentía en este momento devastador.
—Solo llora, yo estoy aquí para ti. Nadie más tiene que enterarse de lo que suceda esta noche. —Ella solo me abrazó y eso bastó para que rompiera en llanto.
No hubo necesidad de decir mas nada, el único sonido que se escuchaba era el de mi llanto punzando mi corazón.
Jamás imaginé enamorarme de tal forma de una mujer como Lena, una mujer que iba en contra de todo lo que me gustaba de una mujer, pero ella a su manera se abrió paso hacia mi corazón ¿y para qué? Para irse sin decir absolutamente nada.
Esa noche lloré en los brazos de Aysel hasta caer rendido.
No recuerdo haber soñado nada, pero el olor a café caliente me despertó de inmediato, era el mismo olor del café que Lena me preparaba para el desayuno, quizás todo esto fue un mal sueño.
—¡Lena! —grité corriendo hasta la cocina pero el panorama que encontré era muy distinto al que imaginé.
—Lo siento, por el momento soy solo yo. —Aysel sostenía la jarra con café y en la mesa se hallaban dos tazas con un plato con tostadas y mermeladas—. Perdón pero es lo único que pude hacer con lo que tenías. —Se disculpó.
—Perdón, es solo que tiene el mismo aroma que el café que ella me preparaba. —dije perdiéndome entre los recuerdos.
—¿Y quién crees que le enseñó a hacerlo? —Ella sonrió de lado, era obvio.
—Tienes razón. —Tomé asiento para desayunar.
—¿Qué crees que estas haciendo? —Aysel me recriminó en un instante.
—Desayunar ¿no es obvio? —Le mostré la taza.
—No seas puerco, antes ve y lávate la cara y los dientes. Ni sueñes que vas a tocar mi precioso desayuno en esas fachas. —Ahora me recordó a los regaños de mi madre.
A regañadientes fui hasta el baño y cuando volví ella ya se encontraba desayunando.
—¿Podrías haberme esperado? —reproché en tanto tomaba asiento.
—Lo siento, pero cuidar tu sueño fue muy agotador. —Ahora que la observaba mejor podía notar unas leves ojeras y una sonrisa cansina.
—¿No dormiste anoche? —pregunté preocupado.
—¿Eso importa? —Con esa respuesta ella había dicho todo, aun así quería que ella lo admitiera.
—A mi si, y si quieres que te perdone por lo de ayer... —Ya la había perdonado pero era consciente que sacando el tema daría el brazo a torcer.
—Esta bien, esta bien... No dormí ¿conforme señor cabezota? —Aysel me sacó la lengua como si fuera una pequeña de cinco años.
—Si, después del desayuno te acuestas que yo puedo solo hasta que este el almuerzo. —ordené muy confiado dando un sorbo a mi café que sabía exactamente igual que el que ella preparaba.
—Como mande señor. —Ya había terminado con su desayuno así que levantaba su taza para lavarla—. Pero con una condición. —Sabía que no todo sería tan fácil y más con ella.
—Ya me parecía que habías aceptado demasiado deprisa y sin quejarte. —Suspiré dejando la taza sobre la mesa en tanto la observaba tratando de adivinar qué es lo que quería esta vez.
—Quiero que me cantes como aquél día en casa ¿lo recuerdas? —¿Cómo podría olvidarlo? En aquel entonces estaba perdidamente enamorado y muerto de miedo de que no me eligiera.
—Imposible olvidar aquel viaje y menos ese día, para mi fue uno de los más especiales que tuvimos sin que los demás estuvieran revoloteando alrededor. —Ella mostró una sonrisa sincera.
—¡Perfecto! Yo escojo la canción. Me iré acomodando en lo que tu lavas lo que usamos. —No me dejó poner objeción que ya había desaparecido.
Lavé, sequé y guardé todo rápidamente para dirigirme a mi cuarto y encontrarme a mi amiga muy cómoda en mi cama a punto de dormirse.
—¿Y bien, qué quieres escuchar? —Me acomodé a su lado para acariciar su cabello, al final de todo, ella era mi preciosa amiga.
—Every day, Wait for us. —dijo algo somnolienta—. Es uno de mis temas preferidos en tu nuevo álbum. —Su voz ya sonaba apagada.
"Ahora tengo que sacar mi corazón de ello.
Tal vez no necesito otras palabras.
En silencio contando las noches de angustia.
Creo que estoy listo para llamarte ahora.
Los pequeños momentos que me diste.
No puedo olvidar ser un recuerdo desvanecido..."
Sin darse cuenta había elegido una canción que me llegaba justo al corazón, o quizás sabiendo la profundidad de las letras es que me pidió que se la cantara.
Al parecer era una canción perfecta para Lena y para mi, una canción que era el reflejo en el que se encontraba nuestro amor.
"No lo veo claramente
Quédate aquí como está. Toma mi mano.
Puedes escucharme en la corriente.
Te dibujo en la lluvia que corre por la ventana.
Te daré un abrazo mientras pueda.
Podemos volver a ese tiempo que amamos."
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