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Prologo.

Cinco años atrás.

Apretando la nota de papel entre sus dedos, Nick abandonó la oficina del director del colegio con un suspiro cansado y una desagradable sensación en el estomago de que había hecho algo malo. Si lo pensaba bien, obviamente lo había hecho o no le habrían hecho honorario de un tercer llamado de atención en el transcurso de dos semanas. Los dos primeros habían sido firmados por dos profesores diferentes que lo habían notado "disperso" durante las lecciones y habían llegado al punto de que les pareció necesario interferir. Este último tenía el autografo del propio director, lo que lo hacia el doble de malo y parecía ponerle énfasis al hecho de que en su opinión él estaba siendo irresponsable.

El papel se arrugó cuando su mano se convirtió en un puño a su alrededor. Había mantenido un excelente nivel de rendimiento en sus estudios, se había esforzado al máximo de sus capacidades para mantener las altas calificaciones de las que sus padres se enorgullecían. No solo era parte del club de Matematicas, Arte y Música, sino que también había sido nombrado Presidente de la clase, Representante de su grado y había sido incluido en el cuadro de honor. Había ganado varias competencias contra colegios cercanos y hasta de otros paises, y tenía los trofeos en su habitación para demostrarlo. Había hecho todo de la forma correcta, sus padres estaban orgullosos, sus compañeros y amigos lo querían y sus profesores lo respetaban. Todo perfecto... hasta ahora.

Se pasó una mano por el rostro e intentó no arrastrar los pies mientras avanzaba por el atestado pasillo repleto de estudiantes. Sus notas habían descendido, y aunque no fuese algo horrorosamente obvio, para alguien tan diciplinado como él había mostrado ser, parecía ser una clase de luz roja de alerta para todo aquel que lo conociera. No tenía idea de que iba a hacer para cambiar en lo que se había estado convirtiendo en el último tiempo. No le agradaba la sensación de haber fallado que parecía haber tomado residencia en su pecho, pero no encontraba la manera de espantarla tampoco.

Se sacudió cuando alguien lo empujó al pasar, escuchó la disculpa e hizo un gesto poco educado para hacerle saber que lo había escuchado, pero que no le interesaba. Siguió avanzando, como si tuviese algún lugar en mente al que ir, cuando estaba caminando sin rumbo alguno. Tenía un par de clases más, pero tal vez, solo debía irse a casa y tratar de centrar su mente. Después de todo, de nada le había estado sirviendo presentarse a las lecciones, cuando parecía ser obvio para todos que aunque estaba allí fisicamente, su mente estaba a kilometros de distancia.

Volver a su casa tampoco era algo que le apetecía realmente, más cuando sabía que no habría nadie allí cuando llegase. Sus hermanos pequeños asistían a una guardería durante la tarde, ya que sus dos padres trabajaban en sus respectivos proyectos durante ese horario y pasaban por ellos al regresar a la casa. Y Nee estaba en algún lugar de Australia, compartiendo con el mundo el talento músical innato que tan popular lo estaba haciendo. No tenía idea de cuando volvería, pero según lo que había compartido en su última llamada, su mellizo tenía planes de pasar por Asia y Estados Unidos antes de volver a casa con su grupo.

En resumen, eso lo dejaba solo en una casa demasiado malditamente grande para su paz mental.

Encontró su casillero a mitad del pasillo y milagrosamente, recordó su clave y como introducirla al bendito candado. Mirando nuevamente el papel en su mano, lo hizo una bola y lo arrojó al fondo del cubo metalico. Había logrado que sus padres firmaran los anteriores con un poco de esfuerzo, inventandose algunas creibles excusas para evitar que fuesen más profundo y averiguasen lo que en verdad sucedía con él. Pero, ¿una firma del director? No, no había modo de que pudiese salvarse de dar explicaciones tratandose de algo como eso. Encontraría la manera de arreglar todo el lío, solo... debía haber una forma.

—Oí que te llamaron a la oficina del director —la voz lo hizo dar un salto. Ivonne estaba de pie a su lado, su cabello castaño caía en cascada alrededor de sus hombros mientras apretaba un grupo de libros contra su pecho, representaba la tipica niña dulce que verías en un afiche referido a la educación—. ¿Que sucedió esta vez? ¿Te pescaron nuevamente con la cabeza en la luna?

—Algo como eso —murmuró. Tomando la bola de papel, la dejó caer en su palma cuando esta tendió su mano—. Otro llamado de atención, esta vez ha sido el director en persona quién me lo ha entregado.

Ivonne no se molesto en abrir el papel para leerlo—. Eso quiere decir que tu nombre ha saltado en la última reunión de profesores, es la única forma de que el director pudiese saber de ti.

—Lo sé y me sorprende que este recibiendo una tercera advertencia en vez de un simple llamado a mis padres en su lugar.

—Tal vez intentan razonar contigo primero —ella se encogió de hombros cuando la miró—. Es una posibilidad, después de todo es bien sabido que siempre has sido uno de los jovenes más maduros de nuestro curso. Has tenido conversaciones con profesores antes referidas a temas tan variados que iban desde la comida de la cafetería a sus metodos de enseñanza, ellos deben creer que es posible hablar contigo como si ya fueses un adulto.

—Supongo —cerró la puerta del casillero—. Pero aun cuando he actuado con madurez antes, no creo poder hacerlo en este caso. Es demasiado personal para siquiera intentar actuar neutralmente y buscar una solución.

—Debes encontrar la manera de hacerlo, Nick. Si tus calificaciones siguen bajando, vas a tener un problema mayor que un par de notas de aviso.

—Estaré bien, puedo volver a mi promedio habitual.

—De esta manera... —suspiró—. Deberías hablar con tus padres de esto o ellos se darán cuenta y lo tomarán todo de manera incorrecta.

Bufó—. Ellos estan demasiado ocupados con la carrera de Nee y la educación de los mellizos, no se percatarían de absolutamente nada aun si les ondeara mi boleta de calificaciones en la cara con los peores promedios.

—Eso no es así. Conozco a tus padres, se preocupan por todos sus hijos de igual manera, solo debes acercarte y contarles lo que ha estado sucediendo contigo.

Solo la idea de hacer eso lo tuvo estremeciendose—. Eso no va a suceder, Ivy.

—Las cosas no mejoraran si las ignoras —advirtió—. Empeorará. Te lo puedo asegurar, solo empeorará todo si permites que el tiempo pase sin hacer algo al respecto, terminará estallando en tu cara.

—Ivy, solo... —negó mientras sus palabras se desvanecían. Levantó la mirada, encontrandose con unos oscuros ojos observandolo desde el otro lado del pasillo, vigilando cada uno de sus movimientos como si se tratase de un bicho extraño bajo un microscopio. Las nauseas le revolvieron el estomago, le ardió la garganta cuando el acido subió hasta la misma—. Mierda.

Ivonne lo miró confundida—. ¿Que?

Sacudió la cabeza, volviendo la cara hacia el casillero mientras hacia un esfuerzo vano para empujar el malestar de nuevo al fondo de su estomago. Volvió a mirar a través del pasillo, pero ya no había nadie allí.

—¿Nicky? —su voz fue cautelosa, como si no supiera exactamente que esperar de él.

La palma de su mano golpeó su boca, empujó a Ivonne sin querer en su camino al baño más cercano, pero no tenía tiempo de pedir disculpas en ese instante. Los pasos de los escasos descarriados que llegaban tarde a clases sonaron a su lado cuando salieron de la habitación, el largo espejo sobre los lavabos apenas logró reflejar su figura cuando se lanzó dentro de uno de los cubiculos y cayó de rodillas, dejando su desayuno completo en la porcelana blanca.

—¿Nicky? —las pisadas de Ivonne sonaron como un grupo de elefantes bebes haciendose paso a través del pasillo y al interior del baño—. ¿Nick...? ¡Oh dios, Nick, otra vez no! Llamaré a la enfermería, les pediré que manden a alguien a-

—¡No! —el ácido quemó su garganta, dejando un amargo sabor sobre su lengua cuando su estomago quedó vacío, pero aun así siguió revelandose en su contra—. No llames a nadie, por favor, estaré bien en un momento.

El sonido de una cremallera pareció incrementarse al cuadrado dentro del espacio—. Seguro que lo estarás —algo golpeó su hombro, por el rabillo del ojo se percató de que se trataba de una botella de agua—. Bebe un poco.

Negó, aferrandose a su estomago cuando las nauseas volvieron con venganza—. Ahora no, necesito... necesito un momento.

La escuchó retroceder y, un momento después, comenzar a caminar por la habitación con el ritmo nervioso de alguien que es obligado a la sala de espera. Sentado dentro del cubiculo, sintiendo su mundo girar y tambalearse repentinamente, siguió la nerviosa conversación que la joven no parecía lograr controlar. Ella no necesitaba respuestas largas; afirmación, negación o un sonido de comprensión, le bastaban para seguir su monologo sobre temas triviales o seguir quejandose de como su madre permitía que su hermano pequeño pegara mocos debajo de su cama.

El suelo de azulejos se sentía helado bajo su cuerpo, los pantalones obligatorios de su uniforme poco hacian para mantener la baja temperatura lejos de su piel. Se sentía pegajoso y un sudor frío pegaba mechones de su oscuro cabello alrededor de su rostro de forma incomoda. Absorbió la frescura de la pared a su espalda cuando dejó caer la cabeza hacia atrás y cerró los ojos al sentir su mundo inclinarse con un nuevo mareo. Solo esperaba no desmayarse, seguro podía romperse la cabeza con el inodoro si se le ocurría caer.

Ivonne volvió a detenerse en la puerta del cubiculo y lo observó por los más largos treinta segundos en silencio antes de volver a tenderle la botella con agua—. Bebe algo, lo último que necesitamos es que te deshidrates.

—Deberías ir a clases —murmuró, aceptando la botella—. Estaré bien solo. Me quedaré aquí un momento hasta sentirme un poco mejor y le enviaré un mensaje al chofer para que pase por mi luego.

—No hay una jodida manera de que te deje aquí solo. Si quieres llamar al chofer, hazlo, me quedaré hasta que llegue y te vea subirte al bendito auto sano y a salvo.

—Ivonne-

—No fastidies —ella lo cortó, apoyandose en la pared más cercana, dejando claro que no estaba moviendose en un futuro próximo.

Selló sus labios juntos y volvió a recostarse contra la pared con los ojos cerrados. Hasta el sonido constante de su respiración se escuchaba demasiado fuerte en la espaciosa habitación, el bullicio en el exterior iba disminuyendo a medida que las lecciones comenzaban nuevamente. Alcanzando su celular dentro del bolsillo de su chaqueta, se quedó mirando la pantalla apagada por un largo momento antes de volver a guardarlo. Llamar a Nee no obtendría ningún beneficio, como mucho eso lograría que todo empeorara. Era mejor seguir buscando una solución por su propia cuenta.

Los pasos de Ivonne se cortaron abruptamente cuando esta se detuvo frente al espejo sobre el lavabo y procedió a enroscar su largo cabello en su mano, empujando un lápiz en el centro que milagrosamente logró que todo ese lío de rizos se quedara en su lugar. Sus ojos oscuros se encontraron con los de él a través del reflejo en el espejo y aunque la mirada de desaprobación era algo que al parecer no podía desaparecer de su rostro, ella no empujó esta vez.

Volvió a cerrar los ojos, concentrandose en cualquier cosa menos en su situación actual.

Unos quince minutos después, Ivonne se aclaró la garganta para llamar su atención—. ¿Te sientes mejor? —preguntó. Tenía la cadera apoyada en la mesa del lavabo, su celular con brillos apretado entre sus dedos, tecleando sin parar en él.

Tomó un respiro profundo y asintió a medias—. Puedes irte si quieres, estaré bien.

—No me estoy yendo —dijo—. Pero debo reunirme con alguien ahora, solo serán unos minutos, ¿si?

—Si.

Tenía una expresión insegura en el rostro, pero un suspiro cansado pareció darle la fuerza suficiente para alejarse de la superficie y dar un par de pasos hacia la puerta—. Volveré pronto.

—Está bien. —le dedicó la mejor sonrisa que pudo improvisar mientras ella cruzaba la puerta principal.

Con el baño vacio y el edificio en aparente silencio, se permitió tomar un respiro profundo y volver a cerrar los ojos por un momento. El estres que había estado acumulando durante los últimos días estaba matandolo. Todo su cuerpo dolía y estaba seguro de poder quedarse dormido de pie como una gallina si no estuviese tan alerta a no ceder a ello. Bostezo, revisó brevemente su telefono y volvió a recostarse en la pared un momento.

—¡Nicky!

Despertó de golpe, parpadeó excesivamente y se preguntó brevemente en que momento se había dormido exactamente. Había estado tan ocupado luchando por no dormirse, que al final, al parecer, había cedido sin percatarse.

Una sombra cayó sobre él antes de que el rostro preocupado de su padre finalmente entrara en su borrosa línea de visión—. ¿Nicky? —manos cálidas acunaron sus mejillas con suavidad—. ¿Estas bien, cariño? ¿Como te sientes?

—¿Papi? —murmuró confundido. Parpadeando más allá del moreno, sus ojos se abrieron de par en par—. ¿Papá? ¿Que hacen aquí? ¿Que?

—Ivonne nos llamó —Liam respondió.

Cerca de la puerta, la joven agitó la mano hacia él en un timido saludo, bajando la mirada al suelo rápidamente, intentando ocultar el gesto de vergüenza que se le había pintado en el rostro. Le frunció el ceño a la chica, aun cuando ella no pudiese verlo.

Volvió a ver a sus padres—. ¿Que hacen aquí? Se supone que deberían estar en el trabajo, ¿por qué estan aquí?

—Este es el lugar donde debemos estar —Zayn declaró—. Ivonne nos dijo que has estado sintiendote mal, ¿por qué no te comunicaste con uno de nosotros? Habríamos estado aquí mucho antes.

—Estoy bien, no me siento tan mal —los ojos ámbar de su padre se deslizaron por su entorno, destacando la forma en que lo habían encontrado, en el suelo del baño del colegio, hecho un desastre y con el olor de su reciente actividad aun flotando en el aire. Se puso de pie rápidamente, lamentandose cuando su mundo se inclinó de forma poco natural. Zayn estuvo allí en un momento, atrapandolo—. Estaré bien —aseguró—. Iba a llamar al chofer para que me llevara a casa. Les prometo que se ve peor de lo que es, estaré bien pronto.

Ambos le dedicaron miradas preocupadas, pero decidió ignorarlos mientras se acercaba al lavabo y arrojaba un poco de agua fresca en su rostro. Las nauseas habían desaparecido, pero aun se sentía como si no hubiese dormido ni una noche del último año y con la sensación de haber soportado varios rounds en un un ring contra un luchador profesional. Hizo un plus en enjuagar su boca varias veces con agua, levantando la mirada justo a tiempo para ver el reflejo de los rostros de sus padres.

—Estaré bien —repitió, girandose. Liam apretó la mandibula tan fuerte que pareció hacer eco en el baño antes de que se volteara, alejandose hacia la puerta principal. Zayn tenía una mirada preocupada, pero logró darle una pequeña sonrisa cuando sus ojos se encontraron—. ¿Que sucede? ¿Por qué papá...?

—Les conté todo, Nicky. —las palabras suaves de Ivonne fueron como un puñetazo.

—¿Que?

Zayn se acercó, ahuecando sus mejillas y dandole una sonrisa un tanto temblorosa—. Lo sabemos, sabemos que es lo que nos has estado ocultando.

Miró entre ellos, sintiendose confundido, como si todo ocurriese a través de un sueño lejano. No supo en que concentrarse primero: la vergüenza, el miedo, la traición o el simple enojo que todo esto le provocaba. Nada tenía sentido, pero si lo pensaba bien, había dejado de tenerlo hacia ya un tiempo. Decidió ir con el sentimiento más facil de enfrentar.

—¡Ivonne! —gruñó. Intentó avanzar hacia la joven, queriendo golpear su estupida cabeza, pero su padre lo detuvo con demasiada facilidad—. ¿Como pudiste decirles? Te lo conté porque te tenía confianza, ¿como pudiste traicionarme?

Sus grandes ojos café se llenaron de lágrimas cuando lo miró—. Lo siento. —susurró con voz rota.

—¡Me traicionaste! ¡Traicionaste mi confianza! —sus ojos comenzaron a escocer—. Eres mi mejor amiga, ¿como pudiste hacerme esto?

Ella abrió la boca para responder, pero un momento después la cerró y bajó la mirada a sus tenis mientras lágrimas gruesas bajaban por sus sonrojadas mejillas.

—Ella hizo lo que debía hacer —Zayn aseguró, obligandolo a verlo. Su expresión era dura y algo enojada ahora—. Lo que tú debiste hacer desde un principio, Yannick.

—Papi...

El moreno negó con la cabeza—. Ahora no, ¿si? Arreglaremos esto, solo que ahora no. —hizo un gesto hacia la puerta—. Vamonos, es hora de ir a casa.

Se dejó arrastrar hacia la puerta por su padre, asegurandose de darle una mirada llena de rencor a su amiga, lo que solo logró que más lágrimas bajaran por sus mejillas—. Concentrate en la situación actual —ella le susurró al pasar, solo para sus oídos. Cuando la miró confundido, ella agregó—. No lo que pasó, lo que esta sucediendo ahora.

Estuvo confundido por un momento, pero luego lo comprendió y asintió suavemente hacia ella. La miró por última vez antes de salir del baño, sus padres flanqueandolo a cada lado. Ninguno de ellos dijo mucho, pero no había mucho de que hablar de todas maneras.

Durante el viaje en auto y todo lo que sucedió después, Nick terminó agradeciendo al cielo que Ivonne hubiese intervenido en su nombre. Si no hubiese sido por ella, todo hubiese ido realmente mal. 

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