único.
—eres deliciosa, Jisoo—gimió Rosé sobre mis labios.
Ella estaba sobre mí, embistiendome. Yo estaba aferrada a su espalda, clavaba mis uñas y la recorría. Mis gemidos eran altos, era ruidosa. Me gustaba ser ruidosa, a Rosé le gustaba que fuese ruidosa.
—más duro— pedí desesperada bajando mis manos hasta su culo y clavándole las uñas, rogándole que me cogiera con más fuerza.
Rosé se separó de mi cuerpo sin salirse de mí y colocó sus manos a los costados de mi cabeza. Yo me aferré a sus bíceps al sentir la dura estocada. Mi boca se abrió por la fuerza, quise maldecir pero las palabras se quedaron a mitad de mi garganta.
Otra dura estocada. Y otra. Y otra más.
Amaba que supiera diferenciar entre rápido y fuerte, amaba lo apasionada que era en la cama. Amaba que amara complacerme.
Quise cerrar los ojos pero la agitada voz de Rosé me lo impidió.
—no cierres los ojos, nena— se sostuvo de un sólo brazo y posó su mano en mi cuello ejerciendo un poco de presión. Yo solté su otro brazo para sólo aferrarme a este.
Los ojos de Rosé estaban fijos en mí, sus pupilas dilatadas. Ninguna de las dos estábamos desnudas, ella llevaba puesta su musculosa negra y tenía el jean hasta las rodillas junto al boxer. Se había quedado tal y cómo la dejé cuando empezó todo esto. Yo llevaba un crop top y una falda, ni siquiera se había molestado en sacarme las bragas, únicamente las hizo a un lado y se enterró en mí.
Estábamos en el sofá de su casa cogiendo como la mayor parte de las veces en que estábamos juntas. Había llegado a darle noticias de cómo uno de los idiotas que trabajaba con nosotras se había dejado atrapar por la policía.
Rosé y yo estábamos en una banda, vendíamos la mercancía de uno de los narcotraficantes más grande de este lado del país. Ya me habían avisado que vivir en este sector de Los Ángeles no era la mejor idea que podía haber tenido cuando quise vivir en Estados Unidos pero lo hecho, hecho esta.
Tampoco era que me arrepintiera, después de todo acá había conocido a persona que ahora mismo doy por hecho que matarían por mí.
Incluida Rosé.
Y ahora estamos acá cogiendo como siempre.
Habíamos empezado peleando, ella era la encargada de recibir los pagos de nuestros dealers, enviárselo al jefazo y administrar todo lo demás, yo su mano derecha, así que casi que me quería culpar por no haber escogido bien a los hombres que trabajaban para nosotras, que dejara de tener el corazón tan blando y que le diera su merecido cuando salga.
Yo me calenté, así de simple.
Ver a Rosé molesta y autoritario me había calentado en un segundo. La había tirado al sofá para sentarla y hacerme entre sus piernas para hacerle una mamada. Y así habíamos acabado con ella deliciosamente dentro de mí dándome como tanto me gusta.
Sentía como su miembro me abría, como sus testículos me golpeaban y lo duro y caliente que estaba.
Enterré las uñas en su brazo cuando la sentí haciendo más presión en mi cuello. Dios, amaba que me ahorcara mientras me lo metía.
No pude aguantar más y me corrí cerrando lo ojos con fuerza, sentí el aire volver a mis pulmones cuando quitó su mano y la vibración de todo mi cuerpo debido al orgasmo. Sentí como se enterró en mí aún más, si es que era posible, y se quedó ahí, bien dentro de mí.
—joder— gemí— sigues dura.
Ella sonrió y asintió— tal vez otra mamada me ayude.
Reí y la atraje por el cuello hacia mí, regalándole un beso húmedo y lento. Apreté el agarre que tenía en sus caderas con mis piernas. Me separé de su boca para besar su cuello y como pude la alejé de mí, hice que se recostara sobre el sofá y me puse encima de ella. Me acomodé sobre sus muslos mirándola, tenía la camisa subida mostrando su abdomen marcado y el grueso y duro miembro descansando sobre este. Me relamí los labios y eché un poco más hacía atrás, acomodándome entre sus piernas entreabiertas.
Acerqué mi boca a su abdomen lamiendolo hasta tocar con la punta de la lengua su pene, la pasé por el glande y me separé. Su miembro se agitó, sonreí.
—nena, no juegues conmigo.
Me mordí el labio y agarré sus pesadas bolas, se sentían suaves y tan llenas. Pasé mi lengua esta vez desde la base hasta el glande sin quitarle la vista de encima, sé lo mucho que le gusta que la mire cuando se la chupo. Decidí dejar de jugar con ella y agarré su verga, apretándola amando lo dura que se sintió en mi mano.
Mientras seguía mamandosela, acariciaba sus testículos. Ella tenía la boca entreabierta, maravillada con la vista que le estaba proporcionando.
Me metí lo que más puse a mi boca y me mantuve ahí, sentí como se enderezó y me agarró del cabello para quitarlo de mi rostro, me hizo una coleta con la liga que tenía en su muñeca. Me saqué su miembro de la boca dejándolo más húmedo y le sonreí.
—qué amable, Rosie— bromeé.
—amo tu cabello, pero no me deja ver lo linda que te ves chupandomela.
Sentí un cosquilleo en mi vientre bajo por sus palabras, me gustaba como podía hablar sucio y a la vez ser lo más encantadora posible.
Con Rosé aún en la posición que se puso para amarrarme el cabello, decidí seguir con mi labor. Saqué la lengua y le di pequeños lametazos a su glande, dejé un beso y volví a lamer. Me apoyé en mis codos tomando su verga con las dos manos y empecé a pajearla, un gemido ronco salió de su garganta.
Bajé una mano hacia sus bolas nuevamente y las acariciaba mientras mi otra mano seguía masturbandola. Mi lengua se puso en sus testículos para lamerlos, quería que se corriera en mi cara y sabía que chuparselas la debilitaba.
—Jisoo— gimió.
Volví a poner ambas manos en su miembro y la masturbé con más rapidez.
—correte en mi cara.
Tan solo fue decir eso y los gruesos hilos de semen salieron disparados de su punta haciendo un desastre. Mis manos, su abdomen y mi cara se llenaron del espeso líquido.
Me metí nuevamente el glande a la boca y lo chupé no queriendo desperdiciar una gota. Hice lo mismo con mi mano y por último con su abdomen, disfrutando más tiempo este.
Rosé se levantó y me agarró del cabello atrayendome hacia ella y dándome un feroz beso.
—qué rico ver cómo te encanta tragartelo todo.
Pasé mis brazos por su cuello y me acerqué más a ella, sintiendo su pene duro otra vez en mi abdomen.
Me dio la vuelta e hizo que apoyara mis rodillas sobre el sofá, de espaldas a ella y posara mis manos en el espaldar. Me inclinó dejando mi coño expuesto y subió mi falta, bajandome las bragas hasta las rodillas. Gemí al sentir su mano sobre mi coño.
—bien mojadita para mí— dijo— ¿quieres más leche, nena?— asentí— ¿en dónde la quieres? sabes que debes pedírmela.
El pulgar de su mano libre se encargó de separarme los labios vaginales para exponer mi entrada.
Como pude, respondí: —en mi coño, Rosie. Por favor— gemí al sentir sus dedos en mi clitoris estimulandome—dale a mi coño tu leche, por favor— rogué más.
Sentí su miembro meterse entre mis piernas y acariciándome toda la vagina con él. Luego sentí la punta ponerse sobre mi entrada y como iba metiéndose lentamente hasta que estuvo totalmente dentro mío.
Sus fuertes manos tomaron mi cintura y empezó a embestirme con rapidez. Sé que ahora me está usando para su total placer y eso me calentaba mucho. El movimiento me hacía mecerme sobre mis rodillas, mis manos estaban aferradas al espaldar del sofá. Miré hacía la derecha donde sabía que había un espejo y gemí mirando nuestro reflejo; las caderas de Rosé haciendo un delicioso movimiento, había sacado su camisa dejando su torso desnudo por la falta de top en este. Yo bien agarrada del sofá.
Seguí viendo cómo soltó el agarre de mis caderas con una de sus manos y agarró la cola de caballo que había hecho en mi cabello, echándome la cabeza hacía atrás de un rico jalón y acercando su torso hacia mi espalda. Sus ojos puestos sobre los míos en el reflejo del espejo.
—con que mirándonos— echó mi cabeza más hacía atrás. Gemí por el dolor placentero— ¿te gusta ver la cogida tan deliciosa que te estoy dando?
Asentí como pude y cerré los ojos cuando la sentí penetrarme con más fuerza. Todo mi cuerpo se tensó, sabía que me correría de nuevo. Coger con Rosé era gratificante porque sabía que me haría llegar más de una vez.
Unas cuantas penetraciones más y sentí como me corrí en un fuerte gemido, Rosé me soltó el pelo y me pasó las manos por debajo del torso y la camisa para agarrarme las tetas y seguir metiendomela con rapidez hasta que sentí caliente semen llenarme.
Un gemido ronco salió de su garganta, seguía entrando y saliendo de mí esparciendo nuestra corrida. Me besó el hombro y gemí al sentir la pérdida de su miembro.
Me senté en el sofá subiendome las bragas y arreglando mi falda mientras veía como se subía el boxer y guardaba su ahora flácido miembro dentro, luego el jean y se colocaba la correa.
Me sonrió y tomó mi mentón, elevando levemente mi cara e inclinándose a mi altura para besarme.
—increíble como siempre— dijo— iré a ver qué puedo solucionar, ¿vienes?
negué— me veo muy cogida, mejor ve tú.
Rosé se rió— ¿y eso qué? así todos sabrán lo rico que estamos comiendo.
Le sonreí y me paré frente a ella, levanté un poco la vista por la notable diferencia de altura y me puse de puntitas para besarla lento.
—ve tú, guapa. Acá te espero— Un último beso y asintió, vi como tomó la pistola que tenía dentro de uno de los cajones de su escritorio y se la puso entre la pretina del jean, en su espalda y luego agarraba su camisa del suelo y se la ponía.
Esperé lo suficiente y saqué mi celular, escribí un mensaje y recogí mis cosas saliendo hacia mi casa corriendo.
...
Golpeé desesperadamente la puerta de mi casa y un tipo robusto me abrió. Entré corriendo y llegué a la cocina donde estaba la DEA con su equipo tecnológico listos para hacer lo que tanto estuvieron esperando.
—te tardaste más de lo acordado— habló uno de los agentes. Rodé los ojos con fastidio y me crucé de brazos.
—pero logré que fuera donde tanto querían— respondí enojada.
El tipo dejó de ver la pantalla y me analizó. Sabía que estuve haciendo, tan sólo asintió y volvió a su trabajo.
—¿qué le pasará?— pregunté temerosa.
—la detendremos y sacaremos toda la información que podamos— respondió una de las mujeres que hacía parte del equipo.
—no le harán daño, ¿cierto? lo prometieron— señalé angustiada.
—estamos autorizados para disparar, pero si ella colabora no habrá necesidad de hacerlo— respondió con simpleza.
Eso me asustó— ¡ustedes prometieron que no le harían daño!— quise tirarme encima del hombre pero mi mamá y mi hermano me retuvieron de los brazos.
Un estruendo se escuchó por los altavoces del portátil y pude ver por las cámaras ocultas que se habían encargado de instalar a Rosé con su pistola. Había disparado a uno de los agentes, me alarmé porque sabía que ellos no dudarían en dispararle de vuelta. Por suerte no fue así y rápidamente la neutralizaron entre dos. Ahora veía a Rosé en el piso con las manos esposadas.
Me sentí mal. Demasiado mal, había entregado a una persona a la que le importaba, pero la seguridad de mi familia era primero. No fui capaz de ver la pantalla por más tiempo y devolví mi vista hacía mi familia, verlos me hizo dar cuenta que había hecho lo correcto.
Hace unos meses, una de las pandillas rivales había interceptado con mi familia y me amenazó con matarla si no lograba disolver nuestra banda. Sabía que tenía qué hacer, debía de lograr que Rosé y yo nos fuéramos. Por mi parte era fácil, ya tenía el suficiente dinero para mantenernos por muchísimos años, así que podía renunciar a todo esto. Pero sabía que con Rosé era distinto, ella era una persona ambiciosa, quería mucho más de lo que había logrado todo este tiempo, así que simplemente pedirle que dejáramos todo no era suficiente. Lo único que se me ocurrió fue acudir a las autoridades. Después del acuerdo que hicimos junto a mi abogado, llegamos a que mi familia y yo estaríamos en el programa de protección de testigos en otro país, usaríamos otras identidades y rehaceriamos nuestras vidas. Aunque era la mano derecha de Rosé, nunca tuve contacto directo con el jefazo, sólo ella, así que no tuve más remedio que entregarla.
...
Hoy se cumplían siete años desde que había entregado a Rosé, siete años en lo que, aunque la había olvidado, esta fecha siempre volvía a mi mente. Siete años en lo que nos fuimos junto a mi familia a Corea otra vez, en donde conocí a Lisa y me enamoré. Y en donde, aunque mi mente no lo hacía, mi cuerpo extrañaba a Rosé.
Nadie conocía mi pasado, ni siquiera Lisa y me encargaría de que todo siguiera así. Hoy en día me llamaba Eun Yeong-Ro, así me conocían los demás, ya no queda nada de Kim Jisoo. O tal vez sí, ella aparecía cuando el recuerdo de Rosé se apoderaba de mi cuerpo.
Iba camino hacía la casa que compartía con Lisa, nos habíamos casado hace dos años y ahora vivíamos felizmente en uno de los barrios más adinerados de la ciudad. Amaba a Lisa y ella me amaba a mí. Y, a pesar de eso, aún recuerdo todas las veces que estuve con Rosé.
Me siento fatal por eso.
Al llegar a la entrada saqué la llave y cuando la metí, me fijé que no estaba con seguro. Fruncí el ceño y miré al rededor buscando el auto de Lisa pero no había nada.
Me asusté.
Iba a correr a pedir ayuda pero un ladrido de mi perro Dalgom me alarmó, así que sin pensarlo abrí la puerta y corrí dentro para asegurarme que no le haya pasado nada.
Lo que vi me dejó totalmente congelada.
Ahí estaba ella, la persona que había estado en mis pensamientos los últimos siete años, esa que solía atormentarme cuando tenía sexo con Lisa porque muchas veces deseé que fuese ella y no mi esposa.
Ahí está a Rosé sentada en la silla que le pertenecía a Lisa con Dalgom en su regazo feliz recibiendo caricias de ella.
Sus ojos me miraron y sonrió, una sonrisa que no supe interpretar.
Tomó a Dalgom y lo bajó— ve, chico— el perro corrió hacía mí y yo asustada lo alcé.
—Kim Jisoo.
Un cosquilleo recorrió todo mi cuerpo al oír el nombre que hace mucho dejé de usar de sus labios.
—o tendría que decir Eun Yeong-Ro, ¿no?— se fue acercando a mí hasta que quedó al frente.
La analicé rápidamente. Se veía condenamente sexy, parece que todos estos años en prisión le sentaron bien. Se veía más fuerte y más madura. Tenía el antebrazo derecho tatuado, llevaba un pantalón de vestir negro y una camisa blanca abotonada con las mangas remangadas, el color lila de su cabello ahora era un rubio ceniza. Noté que llevaba tacones porque se vía muchísimo más alta.
—linda casa— volvió a hablar mirando sus alrededores.
Yo quería hacerlo pero las palabras simplemente no salían de mi boca, estaba sumamente asustada. La Rosé de hace siete años nunca me habría hecho nada, eso lo tenía asegurado. pero ¿y esta Rosé?
—¿qué haces aquí? ¿cómo es que saliste? dijeron que estarías al menos veinte años allá— por fin pude hablar.
Ella dejó de mirar mi casa y puso sus ojos en mí, tan oscuros y penetrantes como siempre.
—quería verte. Fueron siete largos años sin hacerlo, nena— tomó un mechón de mi cabello. Di un paso hacía atrás— el rojo te sientas muy bien, eh. Y digamos que el buen comportamiento y algo de dinero hacen mucho.
Negué deseperada—ya m-me viste, ahora puedes irte— tartamudé, me odié por demostrar el mío que tenía.
Frunció el ceño— pero quiero saber cómo estás, ¿tú no quieres saber cómo estoy yo?— quiso acercarse de nuevo pero eché dos pasos hacía atrás.
—¿¡qué es lo que quieres, Rosé!?— grité exaltada.
Ella puso ambas manos frente suyo buscando calmarme— ya te dije qué quiero.
—voy a llamar a la policía— amenacé.
—no, espera, Jisoo— quiso acercarse pero saqué mi celular del bolsillo de mi saco—no te haré nada, joder— dijo molesta.
—¿cómo podría creerte?— frunció el ceño.
—me conoces hace diecisiete años, Jisoo— protestó.
—esos siete años no cuentan. Estuviese en prisión, pudiste haber cambiado de parecer y querer haberme algo.
Rosé negó con la cabeza y se rió sin gracia— ¿crees que si quisiera hacerte algo habría empezado por ti?— apreté el celular— habría empezado por tu familia, habría ido hacia ellos y los habría matado. Habría grabado para luego venir, cuando estuvieras con tu esposa, y matarla a ella frente a ti. Luego te habría mostrado la grabación de cómo maté a tu madre y tu hermano. Te habría hecho sufrir y te habría dejado con vida para que seguir atormentandote— decía seria y, aunque sus palabras eran crueles, no temí. Porque era cierto, la conocía y sabía que era una persona vengativa.
—¿entonces por qué vienes a mi casa y entras así?— dije enojada— ¿no pensaste que me asustaría y creería lo peor?
La vi morderse el labio y luego pasar una mano detrás de su nuca rascándola— supongo que no le pensé hasta que te vi, perdón.
Asentí y dejé a Dalgom en el piso, hice una seña y nos sentamos en el sofá donde ella estuvo hace un rato. El silencio entre nosotras era incómodo.
—sé porqué lo hiciste— fue ella quién rompió el silencio— y lo entiendo. Valoro mucho a la familia y también habría hecho de todo por ella. No te odio, tal vez lo hice en prisión pero aún así nunca pensé en vengarme. Te quería lo suficiente como para no hacer nada malo en contra tuya.
—tanto me querías que ibas y te acostabas con Jennie, Sana y cualquiera otra que te menera las tetas.
Ella rió— por favor, Jisoo. Como si no te hubieras acostado con mi hermano, Momo y otros más.
Hice una mueca.
—lo cierto es que, venía acá porque sentía la gran necesidad de decirte que sabía todo lo que pretendías. Siempre lo supe. También supe que no fuiste tan sincera con los federales y pudiste llevarte el millón de dólares que conseguimos con las últimas mercancías.
Tragué duro.
—sabía que no era suficiente para ti, así como tú tampoco lo fuiste para mí.
—¿y viniste hasta acá solo a decirme todo eso?— pregunté confundida.
Asintió— pensé que debías saber que también fuiste mi entretenimiento favorito.
Y con eso se puso de pie y se fue.
Ella me conocía lo suficiente para saber que esa frase me pegó durísimo en el ego. Admito que, aunque la apreciaba y me preocupaba, nunca llegué a quererla. Admito que incluso saqué algo de provecho porque sabía que ella me quiso, aunque nunca fue una persona fiel, después de todo yo tampoco lo fui.
Supongo que la subestimé.
...
acá tá el chaesoo que querías
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