Capitulo 19 - parte cuatro
No apto para ver frente a tus padres.
Jack
Primero que nada, buenas noches.
¿Qué mierda pasó?
¿En qué momento se fue todo a la verga?
No se sabe, no se sabe, hasta yo quiero saber, pero no sé.
El auto seguía detenido.
No podía conducir pensando en lo que acababa de ocurrir.
La mire con ganas de preguntarle... ¿Qué carajos fue eso? ¿Por qué ese idiota parecía poseído por los mil demonios de la locura?
Pero... La conozco lo suficiente para saber que si le pregunto no me dirá nada.
—Aun tienes las mejillas mojadas... —rompí el silencio. Sin embargo seguía sin mirarme, tenía ambas manos en su regazo, jugueteando con nerviosísimo. Jamás la había visto así... — ¿Qué fue lo que paso? — No me pude resistir a preguntar.
Seguía sin mirarme.
El ambiente aún seguía tenso.
Desde que salimos no dijo palabra alguna.
Y ella habla hasta por los codos.
Tiene razón de no querer hablar.
No se los demás, pero yo ya mate a Jason en mi mente.
Maldito cabrón.
Tense los dientes tratando de reunir paciencia.
Mis ojos escudriñan su cuerpo en busca de indicios, y el encuentro: en su ante brazo derecho tiene un horrible moretón rojo, combinado con purpura de hematomas acumulados.
¿Pero qué mierda?
Sabía que había forcejeado con ella, o eso alcance a ver.
Pero... ¿le hizo eso?
Por eso lo vi botando fuego hasta por el culo, con los nudillos blancos y la mirada perdida.
Tenía los dedos pintados en su muñeca, pintados de rojos y rasguños purpuras.
Me huele a que le voy a cortarle las bolas y se las voy a poner en las orejas de adorno.
—Dime si debería irme—murmure apartando la mirada de la herida con la mandíbula tensa—. Si quieres que te deje sola o...
Su atención vuelve por completo a mí pues parecía estar en el limbo.
— No—me interrumpió por fin mirándome—, quédate conmigo. —añadió casi en un sollozo.
Trago grueso al escuchar esas palabras: tres palabras que muy escasas veces he escuchado.
Tres simples palabras que sonaron sinceras, por primera vez y que lo ha dicho con el corazón.
Que lo diga ella solo confirma una cosa: está rota, y herida, no solo físicamente, puedo notar como su mirada se vuelve más dócil.
Sabe cómo ocultar cuando la hieren.
De verdad la jodio...
Ella no aceptaría algo así, no conmigo.
Su rostro; nunca la había visto así, y no logro articular una palabra ni mover un músculo.
Lo siguiente me deja perplejo por segundos me abraza: se lanzó en mis brazos, solo así, lo hizo y ya, sin pedirlo, sin advertirme.
Y no puedo negar que se siente extraño, se siente a gusto, cómodo.
Intento entender que sucede.
Pero lo siguiente lo hago por inercia.
Paso mis brazos por su cuerpo atrayéndola más a mí.
No sé si lo hago por no hacerla sentir mal al no responderle el gesto... o porque así ¿lo quería?
Cuando me atrevo a separarme de su cálido abrazo la miro serio, quiero oír de su boca lo que acaba de ocurrir, pero sé que es lo suficientemente terca, no lo hará, no a menos que la provoque.
Trato de ingeniarme algo para que suelte la verdad.
—De verdad te lastimo...—admití lo obvio para mirar su brazo. Puso su mirada en este, y al parecer no lo había notado hasta ahora, pues lo miro por unos segundos condensados de silencio tenso. Su rostro no decía mucho, solo asombro —. Hagas lo que hagas... no lo niegues— le pedí, en ese instante una escena de mi infancia me golpeo repentinamente, pero la aleje incorporándome para volver a mirarla.
Sentí mi cuerpo tensarse de arriba abajo.
Sin embargo por su rostro, y su mirada decidí tragarme la ira que me estaba consumiendo... ¿y por qué me importa tanto?
— Porque estoy seguro que eso no estaba hace unas horas atrás, cuando trataste de seducirme frente a muchas personas.
Pareció pensarlo por unos largos segundos.
Ella ladea el rostro y trata de reprimir una sonrisa.
— No intente seducirte—negó cambiando por completo su mirada.
Entonces va a actuar como si ese idiota no la hubiera acabado de lastimar.
— No eres persuasiva—admití relajando el semblante.
— No quieres saber cómo soy cuando intento ser persuasiva... —me reto.
Aquí está otra vez, desafiándome.
Iba a seguirle el juego.
Pero volví a ver su muñeca.
Y no puede evitar pesar en ella.
— Tienes un gran moretón—volví a entablar el tema—, creo que eso será difícil de ocultar. — Recalco con el cuerpo tenso.
Su mirada se vuelve perdida, y confundida.
Para lo que debería guardar silencio no lo hace, en fin las mujeres.
Pero... es raro.
Nunca se había callado tanto.
—Si me lo preguntas, estoy queriendo que Jason amanezca tieso mañana—dije.
—Puedo con esto— admitió confiada en si misma—. Además no estuvo tan grabe— dice como respuesta.
No voy a actuar como si no lo supiera.
Lo sabía, maldito hijo de la re mil putas.
— ¿No fue nada grave? — Pregunto sarcástico. — ¿Ya viste ese moretón, Aura? — Intenta apartar la mirada, pero no lo hace.
No lo hizo.
Solo se mantuvo en silencio.
Suspire sonoramente.
Pensé en ella otra vez.
Mi madre...
—Debiste haberle molido la cara a golpes... — dice con un tono inseguro.
El silencio reino en el lugar.
Volví a suspirar.
Por lo menos está de acuerdo con que es un idiota.
Espere que lo defendiera. Pero no lo hizo.
Por alguna razón me sentía menos tenso.
Ya me chiflé, lo que faltaba.
—No es tarde...— Añado seguro—. Las ganas de tener un cortaúñas y un lago cerca—admití entre dientes.
Esto es demasiado bajo. Incluso para él.
—Eres un sádico.
—Leo mucho... que te digo. Ya sé cómo esconder un cuerpo y hacerte dudar hasta de tu propia sombra.
La rabia me está consumiendo, y la poca paciencia que me sobra se está yendo junto con mi tolerancia a la puta mierda.
Sé que soy el menos indicado para partirle la cara a ese hijo de puta.
Así que solo suspiro frustrado y ella me mira con algo que logro percibir como condescendencia, como si sospechara de que si sería capaz de hacerlo.
— No seré la chica que dice que no a la violencia en esos casos—dijo calmada—, sé que... el hijo de puta sé lo merece. — Alude con seguridad y un tono de tristeza. — Pero, no quiero que hagas algo de lo que después te puedes arrepentir, no por mí. — Acepta con negación. — Solo... Quiero estar lejos de aquí, esta noche ya de por si es un desmadre—levanto el mentón para mirarme—, solo, quiero... estar contigo.
Jamás lo había aceptado.
Su mirada me convence.
¿Qué poder está teniendo conmigo?
O quizás solo sea pena.
Lo pensé y termine encendiendo el auto.
Aun sin ponerlo en marcha la mire de reojo.
Me observa unos segundos extrañada.
—...Solo quiero que me digas por que lo hizo. — Logro decir más calmado.
Se acomoda a mi lado y mira por la ventanilla.
— Siempre quiere ordenarme cosas. Y sólo llego. — Pausa intentando buscar las palabras adecuadas para decir lo acontecido. — No sé qué parecía... pero me negué a seguir haciendo lo que me pedía, todo por una maldita foto. — Dice como respuesta.
Y es todo lo que necesito para querer romperle la cara de estúpido que se trae todo el tiempo el pendejo.
Trato de no apretar fuerte el volante.
Definitivamente eso es demasiado bajo, incluso para él.
Me da lástima, si me soy honesto.
Segundos después me encuentro más calmado.
— Si debí haberle partido la cara.
—Tus manos son muy lindas... y su cara muy fea—bromeo mirando estas quienes sostienen el volate—. Estas sangrando... — dijo.
Las mire y si, tenía sangre en mis nudillos.
No había sentido eso.
—Me hubiera ofrecido como sacrificio. —Se encogió de hombros como si no quisiera seguir con el tema.—Perdona... pero todo el mundo lo odia. Cae mal el pendejo—agregue.
Negó evitando una sonrisa.
—Solo quiero que conduzcas y pongas One Direction...—dijo—. O Harry Styles.
—No suena mal eso...—me encogí de hombros —. Y no me pongo celoso por Harry. Sé que él es un invento del gobierno para hacer creer que les gustan los hombres cuando en realidad solo les gusta el.
Pareció procesarlo.
— ¿Cómo dices? —me miro extrañada. Enarque una ceja—, bueno lo de Harry es cierto, yo no quiero tener hijos, pero a él le doy diez si quiere.
No espere para poner el auto en marcha.
—¿Diez? ... —fruncí el ceño—... ¿que eres, conejo?
—Es Harry, no me importa si me da como televisor viejo.
—A mi también me gusta... —admití despreocupado—. Algún día voy a terminar posando para una revista con un vestido y no con mil chismes falsos.
Me miro como si tuviera un pito en la frente.
— ¿Qué?—pregunte.
—Pues... yo solo bromeaba, no sabía que tu...
Rodé los ojos.
—No soy varonilmente débil... —le interrumpí —. Además no tenían malas canciones...
La mire de reojo.
Estaba sonriendo.
—No lo espere...—admitió. Luego de eso se dispuso a buscar en el reproductor.
No miraba su brazo, porque cada que parpadeaba la veía a ella, y me enervaba la sangre. Apreté el volante y acelere.
—Aunque sí me parece idiota que los sigas escuchando—aparte el feo sentimiento.
—Van a volver, lo sé—dijo reproduciendo una de sus canciones.
—Por eso yo no me enculo con bandas... —negué —. Siempre hay un pero.
—Tengo fe.
Pobre pendeja, ¿Quién le dice?
—Y eso me recuerda tanto a aquel veinticinco de marzo...una noche tan solada...—la mire, tenía el semblante dolido—. La que entendió, entendió.
Negó con la cabeza.
—Estúpida mis sentimientos idiota.
La mire de reojo y fije mi vista en la carretera.
Podía sentir su mirada en mi cuello.
— ¿Qué miras tanto?
—Es que verte conducir con una canción de One Direction de fondo es como... —parecía buscar las palabras adecuadas—... Bum... un orgasmo visual.
No pude evitar sonreír con malicia.
—Mejor te doy uno de los otros...—mire de reojo sus piernas —dicen que son mejores.
Se aclaró la garganta.
No me fije en su reacción, pero supe que sintió ese nerviosismo.
— Tengo hambre —cambio de tema.
— Aura, acabamos de salir de una cena—bufe.
—Y...
—Cena... comida... —no dijo nada—, dieron como tres platos de entradas... y te comiste hasta el postre. ¿De verdad tienes hambre?
— No me juzgues—recalco—. Esa cena estaba horrible. — Espeta con desagrado.
—Pero si te comiste todo.
— ¿A quién se le ocurre alimentar a personas con algas, y... mariscos? Eso no es comida para mí. — Le escucho quejarse.
Volvió la chica que no sabe callar por más de cinco minutos.
Suspiro e intento no reír por lo bajo, conduzco hasta el Mac' Donald más cercano.
Es tan estúpido que haga esto.
Pero su rostro iluminado al ver unas simples papas fritas con helado de vainilla me hacen olvidar lo terriblemente ridículo que luzco.
Después de pasar por el auto servicio conduzco hasta que la cordura llega a mí.
Decido conducir hasta un lugar en la playa que me gusta.
En todo el camino estuvo callada, algo demasiado extraño ya que ella nunca cierra la boca.
A veces es demasiado ruidosa y exasperante.
Cuando aparco ella inspecciona el lugar, su rostro está menos rojo y sus ojos vuelven a tener ese brillo que me gusta mirar.
— ¿Sabes algo? Me parece patético que sepas de lugares como estos—admitió—. Es decir llevo toda mi vida viviendo en esta ciudad y nunca había venido aquí, mucho menos de noche. Pero entonces apareces tú, que nunca has vivido aquí y me muestras estás cosas...— Le escucho quejarse mientras nos acomodamos en la parte de afuera del auto.
Volvió a ser esa chica que le brillan los ojos cada vez que algo parece gustarle, esa chica que se pierde en sus pensamientos, la chica herida que siempre trata de ocultar su tristeza con una sonrisa, la que está loca y no le importa admitirlo.
No espero para quitarse sus zapatos y caminar a la playa.
Este lugar es extremadamente tranquilo, muy solo, está en la parte inferior, para llegar a la playa debemos bajar por un pequeño camino.
— ¿Estas segura de querer estar aquí? Ese vestido...— Sin poder evitarlo paseo mi vista por su pierna desnuda. — Parece muy costoso. Una pena que se arruinara.
— No me interesa en lo absoluto... — Responde sin más—. Además tu puedes comprarme otro.
— ¿Y yo como por qué o qué? —pregunte mientras bajábamos por el camino de madera.
—Tú fuiste quien me trajo aquí.
— ¿Quién venia conduciendo?
—Pues tu per...
—Pero nada ya estamos aquí.
—Eres rico, un par de miles no te harán falta.
—Quizás no... pero siempre puedes quitártelo. No más digo.
Rodo los ojos como respuesta.
La fría brisa mueve su cabello y ella parece menos tensa, con una ligera sonrisa.
¿Cómo lo hace? Un estúpido acaba de herirla, y aun así, sonríe.
Eso es un tanto extraño.
— Creo que debimos ir por pastel. — se detuvo con una sonrisa ladeada.
En ese momento mi cerebro me grito: esta tipa esta loca, hay que irnos.
Hola diosito soy yo otra vez, ¿Por qué siempre me gustan las locas?
—Cómo que ya te chiflaste ahora si...— Frunzo el entre cejo mientras veo cómo ingiere papas fritas.
— ¿Ves el océano, la playa, la arena, y no te dan ganas de comer pastel?
Creo que si está loca.
Siempre me tengo que meter en pedos con locas.
¿Por qué no soy normal?
— ¿Qué te crees... que estamos en el video de DNCE?— Bromeo extrañado. — Si antes pensé que habías enloquecido era porque no te había escuchado decir eso.
— Un momento... ¿Escuchas DNCE?
— No dije que escuchaba DNCE. —Respondo restándole importancia.
— Creo que si lo hiciste. — Contra dice.
— ¿Y qué?...
—Que te imagino perreando esas canciones y me cago de la risa.
— Se perrea, con música de Bad Bunny, no con eso.
—¿Como sabes de eso?
—Me gusta la cultura latina—me encogí de hombros.
Siguió negando.
Sabía que seguiría burlándose.
—Ya te dije que no era varonilmente débil—admití.
—Pues... no es que des esa impresión... exactamente — ironizo.
— No pienso discutir de gustos contigo. — Contra ataco.
— Pagaría lo que sea por verte cantar esa canción. — Alude entre risas.
— Búrlate. — Sonrío sin mirarla. — También tengo como hacerlo contigo. —La desafío — Tienes unos asquerosos gustos. ¿Papas fritas y helado? Eso es... asqueroso.
Sonríe y sigue comiendo, pero esta vez se sienta en la arena sin importarle el costoso vestido.
—Tienes pésimos gustos.
Bien, lo admito, es rara, diferente.
No por lo que hace, si no por como lo hace.
No voy a mentirme a mí mismo y a decirme que es la primera chica que aparenta tanto no ser sencilla, cuando en realidad termina siendo exactamente eso.
No es la primera a la cual parece importarle lo costoso, ostentoso, pero cuando está sola es así... no es la primera que veo que prefiere hamburguesas frente al mar que una ridícula cena.
Pero es la manera en la que sonríe y en cómo lleva sus actos lo que me hace pensar que verdaderamente es distinta.
Y se siente tan raro...
— Prefiero esto que un horrible marisco sin sabor.
Suspiro y me mira desde abajo.
Lo mal pensé.
Bendita imaginación.
— ¿No vas a sentarte?
— ¿Tu? ... ¿encima de qué? ... Me ofrezco como como atributo.
Rodo los ojos.
— ¿Cómo que yo?...
—La arena no es muy cómoda... hay otras cosas más duras, pero mejores.
Se le reinicio el Windows.
—Yo hablaba de... de ti...
—Ah... yo no... —me encogí de hombros.
— ¿Por?
— Este traje es bastante costoso. — Bromeo con arrogancia.
Enarca las cejas.
— ¿Qué esperabas? ¿Qué me quitara mi vestido para que te sentaras encima?
Fue imposible no reír.
—Tu propuesta parece muy tentadora, pero... Se me ocurren mejores razones para que te lo quites y termines sentada sobre otra cosa.
Rodo los ojos.
—Ya quisieras—bufo.
—No contradigo verdades.
Entendió la referencia de inmediato.
Sin más me siento a un lado para comer.
—Antes de que te sigas burlando mis gustos déjame decirte que la música no tiene genero —. Dije apenas note que me miraba con burla.
— Buen punto. — Dice y se dedica a comer su asquerosa mezcla.
La luna está muy baja, casi tocando el océano. Y ella luce exquisita.
— Confiésate.
— ¿Y ahora que dije?
Pobrecita, esta pendeja.
— A veces se deberías detener todo para confesar, ya sabes... hablar. —Explique sereno. — Además me gusta cuando dejas salir tu locura. De alguna manera logras tomar mis inhibiciones.
— Realmente estas aceptando que quieres escucharme... hablar de mi misma. — Especula con él entre cejo fruncido.
En realidad estoy tirando de ella para dejarla adivinada.
O quizás no.
— Tal vez—me encogí de hombros—, muchas veces solo se necesita parar, y empezar a confesarse. — Aludo con una sonrisa ladeada. — O... ¿aún no conoces lo suficiente de mí para empezar a hacerlo?
Ella reprime una sonrisa y enarca una ceja.
— No se necesita llevar años entablando conversaciones aleatorias para conocer a una persona. —plateo sorprendiéndome con ligereza. — Tampoco meses conociéndose con una persona para lograr entablar cierta paz y conexión. Sólo se necesita sentirse cómodos. Es todo. —acepto tranquila—.Y de alguna manera logras hacer eso conmigo.
Asentí satisfecho.
— Que nada te detenga entonces. —le sonreí no puede evitar agregar. — Y si... pierdes la cabeza. Y lo llevas, demasiado lejos.
Sus ojos se pasean por mi rostro con un dejo de extrañeza.
— Sé que estaríamos bien.
Enarque una ceja.
— Si fueras a mi lado, y tropezamos sin querer pero... quizás queriendo, en la oscuridad.
— Estaríamos mejor. — Interviene con seguridad.
Eso logro atraparme, de cierta forma.
Pero algo me dice que no está tan segura aunque suene jodidamente bien con una seguridad creíble.
— Creo que vamos por un camino cercano—admitió evaluando el lugar de arriba abajo—. Estas trayéndome a lugares que pueden dañar mi reputación—ironizo—. De alguna manera manipulas mis decisiones .
— Tú me lo pediste. Nunca te he obligado a algo. O... ¿sí? Hasthings.
Pareció pensarlo.
— No hay nada que me detenga.
Le devuelvo el gesto.
Un silencio cómodo seguido de una sonrisa de su parte nos acompaña.
— ¿Me das? —miro la soda en mis manos.
—A ti te doy hasta la clave de mi celular...
—A ver sácalo—miro mis pantalones.
Y no exactamente los bolsillos.
— ¿Aquí?...
—Aja... nadie nos va a ver.
Me remoje los labios.
— ¿Segura?... ¿No quieres esperar a que estemos en casa? —bueno, ¿para qué? Yo nunca lo he hecho en una playa, ¿o sí? ... no me acuerdo y si no me acuerdo no paso.
— ¿De qué hablas?... —pregunto exasperada—Solo es soda... —miro mis manos y señalo la bebida.
Ah, la soda era...
Piso una iglesia y me quemo.
—No... tienes una.
—Pero quiero saber a qué sabe esa.
—No... mejor pruébame a mí—espete malicioso.
Rodo los ojos.
— ¿Por qué? Solo un chupito.
A la verga... me inyectaron malicia cuando nací.
¿Y ahora?
Todo lo ando mal pensando.
—Esta tiene veneno.
Me miro de mala gana.
— ¿Porque me miras de esa manera? — Pregunta mientras come.
— ¿De qué manera exactamente? — Pregunto un tanto indeciso.
— Como si fuera, algo... atrayente a simple vista.
— Tal vez lo seas. — Me encojo de hombros no se hombros.
—No tienes que negarlo...
— ¿Qué cosa?
—Que estoy más buena que el pan.
—Y yo soy el engreído—bufe.
— Es extraño. Que al principio no te toleraba, y ahora encuentro cierta paz contigo. —Admite.
— Las apariencias engañan.
— Pero no entiendo.
— ¿Que no entiendes?
— Eso—señalo—. La manera cómo me miras, es rara...a veces—admitió—. Me hace sentir avergonzada, otras veces muy cómoda. Y... no lo sé, nunca me había pasado.
No siento que la mire de una manera distinta.
— El arte se debería apreciar con detalle, y me gusta lo que veo... —admití confiado — pero sé que lo que no veo me va a gustar más.
Se le volvió a reiniciar el Windows.
— Eso... no va a pasar. —negó mojando su carnoso labio inferior.
— ¿A qué te refieres con exactitud? — Pregunto sabiendo con exactitud a que se refiere.
—... No pienso dejarme desnudar por ti.
¿Quién no se dejaría desnudar por mí?
— ¿Quien ha dicho algo de desnudar? —Pregunte—. Me refería a los sentimientos, personalidad, ya sabes lo normal.
Enarcó una ceja y ella frunce ligeramente el ceño.
—Ah... eso era...—murmuro.
—A eso me refería, obvio—mentí sonriente.
—Ay si aja.
— Eres muy mal pensada Aura—murmure evaluándola.
—Te sorprendería si vieras lo que leo.
— ¿Ah sí?
— No me abstengo con respecto al tema.
Es tan absurdo que intente verse confiada cuando intenta retarme, me avisa gracia. Solo relamí mi labio inferior mirándola con detalle para ponerla más nerviosos a posta.
— ¿En serio?
— No. — Parece buscar algo en la luna pero luego me encara con las mejillas rojas y un tono desafiante. — Y no pienso tener esta conversión contigo por más que quieras.
— Tú fuiste quien la inició.
Rueda los ojos.
— No deberías tener esta conversación con una chica con novio.— admitió con un tono burlón.
Si creí que esto no me resultara más gracioso me equivoque.
— ¿Qué te asusta?
—Nada que te importe.
—Deberías estarlo... si me pruebas te casas.
—Listo. Lo que te faltaba.
—Es un cabrón—hice alusión a Jason. No pude evitarlo.
—No es tan fácil.
—Como se nota que ni siquiera te abraza.
—No entenderías.
— Él no es el indicado para ti. Y puedes decirme lo equivocado que estoy. Pero lo veo en tu rostro.
—Es complicado. — Alude con lo que me parece una clara indecisión.
—Pero yo soy lo que necesitas.
Rodo los ojos.
—Si le bajas dos a tu ego, estaríamos mejor.
— Estas gastando todo tu tiempo en esa... mala situación. — Me limitó a decir. — Sabes que yo puedo tratarte mejor de lo que él hace. — Señale ligeramente su muñeca menos enrojecida, pero ahora con una marca.
He intentado controlarme. Aun así, ver eso solo me hace crujir los dientes. Ninguna chica debería dejarse tratar así.
Y lo peor es que me sigue recordando a ella.
Entre cierra los ojos y frunce ligeramente el ceño.
—Es un poco contradictorio que este aquí contigo entonces.
Eso definitivamente no lo vi venir.
— Lo sé. Sé que no fui la mejor persona cuando te conocí... de hecho huía de ti.
— ¿Cómo dices que dices que dijiste?—me interrumpió.
— Oye, me obligaste a que me disculpara contigo cuando fuiste tú quien se tropezó conmigo, ¿Qué esperabas?
—No paso así.
—Y como no fuera suficiente me pegaste en las bolas.
— ¡Fue un accidente!
— ¿Cómo es que eso pudo haber sido un accidente?
— ¿Qué insinúas?
— Que querías que te hablara.
— Conozco mejores maneras de iniciar una conversación que golpear a un extraño en sus partes, gracias. Además no fue para tanto.
—... ¡Me golpeaste las bolas! ¿Cómo que no fue para tanto?
La mire horrorizado.
—Las bolas están en la cabeza, no en la entre pierna.
—¡No sabes lo que duele eso!
—Deja de lloriquear.
—Y ni siquiera me sobaste.
— ¿Cómo?
— Después de eso, y como si dejarme sin hijos no fuera suficiente. Me diste un puñetazo por que no toque la puerta.
Lo pensó.
— Ese si fue un error—se disculpó.
Rodé los ojos.
— Tienes que aceptar que no eres normal. Por mi salud mental.
— La vida es muy corta para estar enamorándose de lo común—espeto tranquila.
— ¡Casi me castras! Que común ni que mierda.
— El punto era...
Suspire.
— Ah sí... ya se me había olvidado—murmure recordando de que veníamos hablando—. Que te equivocaste.
— Imposible... yo no me equivoco.
— Entonces explica cómo has notado a lo largo del tiempo que no soy lo que esperabas. —Con eso dejo su arrogancia a un lado—. No te digo que vaya a detener el tiempo para ti. Porque es ridículo e imposible. Pero sabes que si lo intentas conmigo sería diferente.
— Es sencillo decirlo—negó con la cabeza.
— También sé que lo piensas y te cohíbes. Pero dices que no lo haces, no entiendo con exactitud porque. Eres arte, hermosa... en casi todos los sentidos. Entonces... Dime, ¿Por qué no arriesgarte?
Sus ojos me miran con una intensidad inconfundible.
Sus mejillas se tiñen de rojo, y cada parte de su pecho sube y baja acelerándose así su respiración.
— Porque tal vez termine siendo lo que tu menos esperas de mi— Espeta casi sin mirarme.
— Tal vez yo también.
—No soy una chica perfecta, no tengo un pasado perfecto. Mi cuerpo, no es perfecto. — Aparta la mirada ligeramente incomoda—. Se que quizás eso aparente, pero no lo soy.
— Entonces... ¿Por qué yo no lo veo así?
—Porque no sabes nada.
— Adelante... muéstrame.
— No va a pasar Jack.
— ¿Por qué te asusta tanto? Sé que tú estás sintiendo algo... De no ser así, hubieras elegido a Noah para que te sacara de ese lugar.
No me miro.
—Y te asusta tanto... —añadí.
—No hagas eso. — Bufa. — Sé que lo dices porque quieres algo que me gustaría, pero que en el fondo no me atrevo a hacer.
Entonces por eso se cohíbe.
— Porque detenerte cuando mueres por hacerlo.
—No lo voy a hacer —se negó —. No vas a convencerme...
—Dame una buena razón para que no lo haga.
—Porque me asusta—admitió en un murmuro.
—Puedes decírmelo.
Negó.
—Porque todo lo que toco lo destruyo. ¡Ya está!
Entonces comprendí todo.
—Solo tienes miedo de enfrentar lo que sientes.
Se limitó a mirarme.
—Así es... —admitió —. Y ahora tú dime... ¿Por qué me trajiste aquí? Pudiste haberme dejado en ese lugar... y lo sabes.
Por primera vez... alguien me había callado.
No sabía cómo responder.
Y eso era lo suficientemente raro para lograr incomodarme.
Me levante y dirigí mis pasos a un bote de basura cercano. Me deshice de lo que bebía y al girar mi rostro la vi caminar a mi lado.
¿Desde cuándo una mujer me incomoda con una pregunta?
Camino a mi lado en silencio.
Con una mano tomando su vestido para no arrastrarlo, el aire tocando su cabellera castaña, y solo puedo pensar: mierda, es preciosa.
— Mangata. — Dice cambiando drásticamente la conversación que con obviedad noté que le incomodaba, mientras observa la luna, se lo que significa lo antes mencionado pero le dejo hablar solo por curiosidad. — Así se le dice en Suecia a esto.
Acomodo mis manos en mis bolsillos delanteros y relamo mis labios, de verdad es inteligente, ¿Qué más puede llegar a ser está chica?
— El reflejo de la luna brillando en el agua. —Explique, notando lo calmada que luce ahora. — ¿Estudiaste sueco en primaria, o qué?
— Casi. — Responde modesta.
Ruedo los ojos para mis adentros y el silencio nos acoge.
Solo se escucha el sonido de las olas chocar con la tierra, el viento haciendo un extraño zumbido, hasta que ella habla:
— A veces me gusta mirar el cielo, siento que pone todo en perspectiva.
Y entonces lo note.
Quiere saber algo, es evidente.
— ¿Qué me quieres preguntar?
Volteo a mirarme y lo veo todo; otra vez su interrogatorio.
—Nada que vayas a responderme... — dijo entre dientes—. Me agrada tu hermano. No se parece en nada a ti.
—Físicamente no... nadie lo hace —me elogie con una sonrisa ladeada—. Estoy más bueno que el pan.
—También me topé con la madre de Noah...
Sentí como mi cuerpo se tensó por completo.
—Y...
—Es una mujer muy...—parecía no encontrar como describirla.
—Extravagante... Excéntrica— agregue por ella.
—Eso explica por qué su segundo hijo nació deforme.
—No es tan difícil soportar a Noah.
Me miro como si tuviera un pito en la mejilla.
—No... que va. Solo tienes que cagar oro, y orinar diamantes—ironizo.
—Una vez conoces a Noah... tienes que saber que él es como...—busque las palabras adecuadas para no ofenderlo —. Un pedo... una vez sale, solo tienes que soportarlo.
—No así no era.
—Ah, ¿y cómo era?
— ¿Conoces la caca de perro?... pues ese es el. Si la pisas es muy difícil soltarla.
—Si me lo preguntas a mí, yo prefiero botar el zapato.
—Hasta yo... no estoy para limpiar mierda.
No pude evitar reírme.
—No vi a tu madre. ¿Estaba en la cena?
Siento como mi cuerpo se tensa ligeramente.
La razón, simple; odio que salga esa pregunta.
Pero ella, lo pregunta como si quisiera oír la verdad, no lo que todos esperan, y algo dentro de mí se siente cómodo con eso, es una sensación completamente nueva, y extraña.
Esto es jodidamente extraño.
Pero no puedo evitar pensar que es ara.
Pero creo que de eso se trata.
El alma libre, es rara, pero la identificas cuando la ves, básicamente porque te sientes a gusto, muy a gusto, cuando estás con ellas o cerca de ellas.
Sin pensarlo dos veces le cuento todo, sin tapujos, ni miedos, simplemente con la verdad, como si con solo mirarme me suplicara que lo hiciera, y me extrajera la verdad.
— No es algo de lo que me guste hablar. Pero, creo que puedo intentarlo. —dije con esa punzada de dolor atravesarme el pecho.
— ¿Por qué?... ¿Qué pasa? —pregunto con eso que no había sentido de una persona hacia mi... preocupación le llaman.
— Es... raro. Muy raro y difícil de entender, cuando te dicen que padeces de algo, alguna enfermedad o, algo parecido, pero en el fondo te sientes bien. La enfermedad está ahí, sigilosa y mezquina, te perfora por dentro como un preso que cava y cava, todas las noches, sin hacer ruido alguno. Hasta que consigue hacer un enorme agujero. — Pauso para buscar las palabras adecuadas para describirlo. ¿Pero cómo? — Al principio me pregunté muchas veces: ¿cómo iba ella anunciar lo que me habían diagnosticado como peligroso, si en el fondo sé seguía viéndose y sintiéndose...ella? — Pregunto devolviéndole le aire a mis pulmones.
—No entiendo... ¿Cómo es que lo dices como si te doliera? Pero tus facciones siguen iguales. — Interviene sería.
—... Con el tiempo no se superan las cosas solo... aprendes a vivir con ellas. — Pauso para encontrarme con su mirada expectante. —. Eso fue antes de que los moretones en sus brazos aparecieran —señale levemente su muñeca. No quise mirar esta misma, porque sabía que los recuerdos iban a invadirme —. Ella y Stefan nunca tuvieron un matrimonio como el que aparentaban ante los demás... —admití —. Eso trajo repercusiones.
Guardo silencio.
Y se lo agradecí aun sin mirarla.
—No es falso que los chicos y yo fuimos lo bastante unidos... —hice memoria — Esa noche me había peleado con Noah. Y no cualquier pelea, una real—trague duro recordando todo—. Yo estaba ebrio, y... Stefan siempre me advertía de mis salidas de días, mis desapariciones continuas, el derroche de dinero, los chismes en las portadas de revistas... decía que lo único que hacia bien era dañar mi reputación y la de esa "familia" —contuve la ira apretando los puños—. Solo lo jodia todo. Lo repetía constantemente. Aproximadamente a los diez años, o tal vez antes, no lo sé. Quizás nací con eso, no estoy seguro, pero mi infancia, es confusa, y complicada, en resumidas cuentas: herí, a personas, por no saber controlarme—sentía la sangre correrme rápidamente. No podía creer que estaba hablando de eso—. Esa noche lo supe. Él tenía razón—sabía que hablaba, pero la mitad de mi no estaba aquí, no estaba con ella—. La mitad de mi había desaparecido para cuando lo note. Luego de haber discutido con Noah, Nathaniel llamo a Daniel, le pidió que fuera por mí, no podía conducir, ninguno de nosotros podíamos hacerlo. Había estado ebrio otra vez. Él lo hizo, pero ella escucho la conversación, y le rogo hasta que ambos se encaminaron a buscarme... —me obligue a detenerme. Me sentía en un bucle—. Ya hacía un año de haber anunciado que tenía cáncer pulmonar, y yo decidí tomar la decisión por ella de no seguir con su vida...
—Que... que dices... —le oí preguntar a lo lejos.
—Salieron a buscarme. Pero nunca llegaron—sentía la cabeza pesada, como si estuviera pasando otra vez—. De camino... hubo un accidente, ella no sobrevivió, ya estaba muy débil. Daniel estuvo un año en coma, cuando despertó supo que ella... se había ido. No supo que hacer, intento suicidarse. Stefan me culpo, lo ha estado haciendo desde que tengo memoria. Ella quería protegerme de él, de que la relación entre nosotros empeorara —me detuve para suspirar—. No la deje decidir, tome la decisión por ella —Sus ojos se pasean por mi rostro. —Yo si destruyo todo lo que toco —dije— Tal vez, por eso, instintivamente intente alejarte. Aunque en el fondo no quería que fuera así.
Había pasado.
Había contado todo.
Termine confesando lo ocurrido, solo así.
¿Qué me había pasado?
¿Qué me hacía?
Porque yo estaba seguro, que me prometí a mí mismo no hablar de eso.
Duele demasiado.
Para cuando volví de mi trance épico, me sentía mareado y con la boca seca.
Aun no la miraba.
—... Jack... yo... de verdad no... yo no... no... — le oí decir... entonces decidí mirarla. Sus ojos se habían empañado completamente, el rostro no podía con el asombro y no me detuve a detallarla—... Lo siento tanto, yo no...
—Ya hable lo suficiente—le corte al notar que no podía decir palabra alguna. Sentí el ambiente tornarse denso, incomodo—. No quiero hablar más al respecto.
Su mirada buscaba constantemente la mía.
Entonces note que había notado mi incomodidad, y que sabía cuánto me había dolido.
—... yo... yo t...
—Tal vez... otro día esté dispuesto—le interrumpí.
Se llevó una mano al pecho.
—Otro día está bien —murmuro asintiendo.
Trato de no apartar la mirada de ella, pero me es imposible con lo que acabado de soltar como si nada, creo que estoy enloqueciendo más.
Alzo la mirada y me encuentro a Aura, con sus ojos bailando por encima de los míos, con intensidad, algo que casi no logro descifrar.
Trato de no apartar la mirada de ella, pero me es imposible con lo que acabado de soltar como si nada, creo que estoy enloqueciendo más.
Alzo la mirada y me encuentro a Aura, con sus ojos bailando por encima de los míos, con intensidad, algo que casi no logro descifrar.
—... No voy a mentirte diciendo que se por lo que pasaste... pero...—se detuvo— Tu eres el vivo ejemplo de él que quiere puede. Todo es cuestión de querer cambiar, no de esperar que alguien te ayude a hacerlo. Pudiste lidiar con todo eso... solo.
— Pocas personas a mi alrededor quisieron ayudar, ninguno pudo. — Pauso para mirarla. — Solo yo. —Admití sin saber por qué seguí hablando de eso— .Y me reconforta saber que no eres la chica que trata de hacer algo que ni siquiera los profesionales pueden, las que intentan cambiar al chico, simplemente no puedes aparentar cambiar en meses algo que se ha sido toda la vida, solo se mienten así mismas.
— No voy a mentir diciendo que se cómo se siente, porque no sé cómo— Baja la mirada. — Yo también tuve mi batalla, y sé, que sólo se necesita así mismo para salir adelante. — Sus palabras me hacen parar para encararla. — No eres el único con una infancia difícil, todos libramos con nuestras batallas, y yo lidié con las suficientes...
Sus palabras me parecieron nostálgicas, aun así no aparto la mirada.
La mire en busca de respuestas.
— Cuando mi mamá murió, estuve sola, no tenía a nadie, ni amigos ni familiares que me apoyaran, solo éramos mi padre y yo. A veces, cuando no se la pasaba refugiado solo en alcohol. — Relame su labio y sonríe con tristeza. — Después de eso, sufrí un estrés postraumático, pude superarlo, pero los recuerdos llegaban constantemente, y fue algo con lo que tuve que lidiar desde que tengo memoria.— En ningún momento su mirada se apartó de la mía, lo dijo con decisión, como si él dolor que parece haber sentido, solo es ahora un recuerdo.— Luego llego lo peor. Un trastorno alimenticio, lo superé, por eso dije que mi cuerpo... no es perfecto. Tengo marcas, el subir y bajar de peso, fue traumático para mí, igual para él. A veces yo misma me reprochaba, mi papá se quedó, peor no estuvo presente, casi nunca. — Hace una breve pausa. — Por eso sé, que sólo se necesita a sí mismo para poder cambiar, o superar. Tal vez un poco de apoyo moral. Pero de igual manera, todo de pende de si quieres o no intentar hacerlo. — concluyo con la voz rota.
Escucho con total atención cada una de sus palabras, menuda sorpresa, jamás lo habría pensado, y no tenía la menor idea de qué pasó por algo como eso, supongo que si tiene razón, todos tenemos nuestros días de luz y de oscuridad, y yo siento que los míos son una penumbra.
Ya no quería hablar más del tema.
Y ella lo noto.
Después de eso empieza a caminar, y la observo: Joder, es fuerte pero no lo sabe.
Piensa que se levanta todos los días por causalidad, la vida la pone a prueba, siempre noto como le atacan las dudas y habla de ayudar a las personas, cuando ni si quiera parece ayudarse a sí misma.
Cree mucho en el amor como una solución a todos sus males, tiene tantas ideas, pero tanto miedo, que no la deja avanzar.
Es cuerda, pero al mismo tiempo está loca.
Después de reaccionar me uno a ella y me pilla mirándola.
No sé cómo la miro en estos momentos, pero sé que no es como acostumbro a mirarla, con ese dejo de malicia, no la miro así.
La miré así, sin decir nada.
Hablándole con los ojos exhaustos de palabras.
Así la mire, como si ya todo estuviera dicho, dejándole ver mis intenciones, como si eso estuviera claro.
Como si él hambre y el deseo vinieran encarnadas en la mirada.
Y le mire así, sus facciones, pero más importantes, sus ojos, los mire así, diciéndole todo, pero sin decirle nada.
Me poso frente a ella impidiéndole el paso.
Tiene cojones.
Ella arquea una ceja y ladea el rostro.
— ¿De verdad te gusto? —pregunto a modo de burla.
— ¿Creíste que jugaba con eso? ... no soy así de inmaduro.
Le sonreí.
Pero ella no me devolvió el gesto.
— ¿De verdad te gusto, Jack? —esta vez no fue a modo de burla.
Veo sus labios por un momento y su rostro se torna serio.
Relamo mis labios para provocarla.
—Como no tienes una jodida idea—me sincere.
Lo pensó por unos segundos.
Su rostro perdió la sangre.
—No esta tan mal... —hablo por fin —... Es decir... solo no tenemos que encularnos.
—Ya me lo dejaste claro. ¿Qué te detiene ahora?
—Nada...—murmuro—. Solo admito que me gustaste desde el principio, aunque me hayas llamado idiota.
—Pero... mujer si tú me diste en las bolas—me volví a quejar. — ¿Esperabas un altar?
— ¡Que fue un accidente! —grito.
—... Así que... te guste desde el principio, ¿eh?
Rodo los ojos.
—Perfecto, a la mierda —bufo —. Lo que te faltaba para ser un engreído del carajo.
—Y un culo...
—Aja.
—Si te consuela, tú también me gustaste desde el principio. Y eso que casi me castras.
Termino sonriéndome embobada.
No sé qué mierda sea esto, sé que no es amor, y bueno si no es amor, es vicio. Porque joder, jamás una boca me hizo regresar tantas veces por un beso.
No me reprimí.
Inclino mi cuerpo hacia ella y sus ojos me miran expectantes, cuando estoy a milímetros de sus labios escucho como unas ramas crujen.
Levante la mirada y lo note de inmediato.
El auto de un hombre aparcado detrás del Audi negro. Por un momento creí que era alguien siguiéndonos.
Pero luego vi la capara en su mano.
— ¿Y ese quién es? — Le escuchó preguntar.
Este pendejo.
— Solo una persona sabe que estás conmigo...
El tipo no dudo en empezar a fotografiarnos.
— Noah—no titubeo en responder.
Puto.
— Hay que irnos.
Caminamos lo más rápido que pudimos hasta llegar al auto.
El hombre no dudo en seguir acosándonos.
Maldito Noah.
Ya sé dónde va a terminar esto.
Dentro del auto no dude en encenderlo y pisar el acelerador para salir del lugar.
—Jack... recuerda que solo tenemos una vida, por favor y gracias — demando.
Le doy un corto vistazo.
Tenía la espalda completamente pegada al asiento.
— No conduzco tan mal.
—Para nada... es que Toretto queda bobo a tu lado—ironizo.
— ¿Hasta ahora lo notas? — Pregunto burlón.
A lo que ella rueda los ojos.
— Ya sé que eres tú... pero no es motivo para tener que morir. Además sería un desperdicio.
Enarcó una ceja e instintivamente mis ojos se pasean por sus piernas.
— ¿Por?
— Estas más bueno que el pan. Ya—admitió —. Aparte sería malo no verte darme esas miradas de... chico malo. Aunque definitivamente no termines siendo uno. — Pauso y enarcó una ceja. — No me digas que lo eras en tu ciudad.
Relamo los labios y sonrió de lado.
— Tal vez lo era. Tal vez no. — Respondo con un tono más sensual. — Pero ya sabes lo que dicen, los chicos buenos van al cielo, pero los malos, te traen el cielo.
—Lo pensé bien. Si lo eres—miro espantada la ventanilla cuando acelere.
—Y me gusta pensar que tú eres una pecadora.
Sus mejillas se tornan un rojo más intenso cuando le lanzó una de esas miradas inapropiadas para el público.
— No me intimidas. Admito que... podrías hacerlo mejor. — La miro de reojo y me carcajeo porque eso se sintió tan poco creíble.
—No te he dado lo mejor de mí...
Se aclaró la garganta.
— ¿Por qué lo hizo?
— ¿Qué cosa?
— Noah... ese mal nacido.
— Si hay una cosa que más odie Noah es que la atención no este puesta en el.
— ¿Y qué tengo que ver yo con eso?
— Si has notado que tú... eres el centro de atención a donde vayas.
— No es mi culpa que todo el mundo haya notado que es un idiota.
— Todo mundo lo sabe... Pero le temen. Un tipo con fama, dinero, poder e influencias... no es alguien que quisieras tener de enemigo.
—Pues a mí me vale.
— ¿Qué insinúas?
— Quiere jodernos...— explicó—. Y el mismo lo dice. En esta vida, o tú los jodes, o te joden a ti.
Ladee el rostro para encararla.
Le sonreí con malicia y volví a fijar mi vista en el camino.
— Muéstrame que tan mala puedes llegar a ser... —le rete.
— No soy mala... soy Aura Hashtings y eso es superior— admitió.
Le devolví la sonrisa.
El camino pasa y el ambiente se torna algo más intenso, una electricidad extraña nos acompaña, y el deseo es palpable.
No creo que pueda seguir resistiendo, no es fácil hacer esto sé que ella muere por hacerlo pero se abstiene y eso está volviéndome loco.
Apenas la enorme figura estuvo frente a mi lo supe.
Esto no va a terminar bien.
— ¿Qué hacemos aquí? — Pregunta al ver la casa del lago.
No espere, me baje del vehículo.
Todo fue precipitado, y lo estuve planeando en mi mente todo el camino.
—Querías joder a Noah... Que mejor manera de hacerlo que invadiendo su fortaleza.
Saco un par de llaves que tengo ocultas bajo una maceta, abro la puerta y la observo entrar.
— ¿Cómo sabias que eso estaba ahí?
— No lo sabía... pensé que ya no estaban ahí.
— Te hubieras ahorrado el golpe ese día.
— Entra ya— le apresure mientras poso mi mano en su cadera.
— Quiero embriagarme.
— También yo.
— ¿Sabes dónde está el alcohol aquí?
— Esto era mío... por supuesto que se.
Damos paso a la cocina, me mira expectante, espera que haga algo, y si quiero hacerlo, pero pienso divertirme antes.
— Quiero vino.
— ¿Vino?... no mi ciela. Aquí se toma tequila.
Todo está solo, y sumido en oscuridad.
Voy en busca del alcohol, antes de volver a la cocina noto como remodelo todo. A todo le puso su sello. La casa por fuera parece muy rústica, pero por dentro gobierna lo moderno.
Enciendo unas cuantas luces para ver cómo se encienden unas luces leds color azul y purpura dejando así todo en oscuridad solo con esa tenue luz.
Decido poner música por lo bajo.
Entre a la cocina, y la encontré con vasitos listos a un lado del limón y la sal.
Antes de acercarme me deshice de la sangre seca en mis nudillos y posteriormente me voltee para encontrarla mirándome. Aproveche y decidí quitarme la chaqueta del traje.
Evito mirarme. Se dedicó a servir del alcohol. Se llevó uno a sus labios, pero la detuve.
—Así no se toma...
—Hasta donde se solo tenemos una boca.
—Y no te imaginas lo que quiero hacer con ella... —murmure.
Se le reinicio el Windows.
— ¿Cómo?
—Qué no sabes beber... —respondí.
Rodo los ojos.
—Enséñame, Wilder.
Le sonreí como respuesta.
No espere para acercarme a ella.
Su mentón se alzó por completo para mirarme directamente al rostro.
En el instante la tensión explotaba, después de observarla por unos segundos llenos de un cómodo silencio, y una que otra mirada mal intencionada de mi parte, decido acercarme más.
No espere nada de su parte.
Tome el limón entre mis dedos.
—Abre la boca —gruñí.
Me miraba sin creerlo.
Desde abajo luce más provocativa.
—... ¿Cómo?
—Voy a ponerlo en tu boca.
Perdió la sangre de su cara.
— ¿Qué la abra?... pero... —palideció —. Aun... estas... vestido—murmuro.
Evite reírme.
Entendí esa referencia.
—Yo hablo del limón.
Pareció pensarlo.
—Aja... el, limón decía—balbuceo.
Pecadora.
Y yo santo no soy.
Hice un ademan para que despegara los labios, y lo hizo.
Deje el limón en su lugar. La punta de los dedos que sostenían este rozaron levemente con sus labios.
Me separe, sentía que mi mirada la ponía nerviosa.
Así que me di la vuelta.
Obtuve la mejor vista de su cuello.
Una de las mangas del vestido cubría su clavícula, así que tome esta y la baje hasta su hombro.
El vello de la nuca se le erizo.
Bendita imaginación.
—Jack... que... —murmuro.
—Me dijiste que querías que te enseñara...
—Si pero...
—Te estoy enseñando.
Trago grueso aun con el shot entre sus dedos temblorosos.
Asintió levemente.
Dándome pasó para seguir.
Deslice mi dedo índice desde su hombro hasta la clavícula.
Note su piel erizarse.
Tome la sal entre mis dedos y la deposite en la clavícula. Para cuando subí mi mirada a su cuello provocativo se había inclinado a un lado, su pecho subía y bajaba, podía notarlo perfectamente desde esta posición.
Retire mis dedos, y con mi mano libre la deslice lentamente por su cuello girándolo atrás.
El contacto de piel con piel me incitó.
Ya no quería ni podía pensar en la Biblia.
Al carajo. Su piel de porcelana me llamaba cada vez más.
Aproveche y de inmediato estire el brazo liberándola de mi agarre para tomar el shot que yacía en sus dedos.
No espere.
Pase mi lengua por su clavícula inundando mi boca de sal, haciendo que mi respiración chocara con su piel desnuda, lentamente succione hasta que la sal se terminó, dejando un pequeño beso mojado despegue mis labios de su piel, bebí el shot logrando que el alcohol jugara con mi paladar sediento de más.
De ella.
La oí soltar un suspiro.
La delato la cercanía, sin embrago no dude en girarla del mentón con controlada brusquedad, sus rostro estaba ardiendo, y ya no me veía con burla ni me retaba.
Esa mirada empeoró mi músculo más tenso.
Me acerque lentamente a sus labios, rozando con su respiración, le quite el limón con mis dientes, sus gruesos labios rozaron con los míos.
Al momento de despegarme de ella succione el limón, y una vez deje de sentir su jugo la deje a un lado.
Me miraba con los labios despegados, asombrada, pidiendo más.
—Así se bebe un Shot al estilo Jack Wilder... —murmure perdido en su respiración.
Trago grueso.
Parecía anonada.
—... Nada... mal —murmuro.
—Esa es mi mejor creación... ¿Cómo que nada mal?
Pareció volver de su trance.
—Pues si... pero hace calor—se puso nerviosa, pero lo oculto a la perfección.
—Tienes razón...—acepte—. Y esta camisa me queda de puta madre.
Rodo los ojos.
—Se te ve fea. Pareces simio mojado.
—Pensé en quitármela... pero ya que dices que se me ve bien, y no lo quieres aceptar—jugué a desabrochar los botones—. Entonces me la dejo.
—Se te ve horrenda—asintió.
No dude en sonreírle.
Decidí quitarme la camiseta de mangas largas blanca para quedar en los pantalones.
Veo cómo sus ojos se pasean por mi cuerpo sin problema alguno, quiere hablar pero no lo hace hasta que busco con mi mirada la camisa que deje a un lado en el mesón.
Miro con disimulo a la botella y se sirvió del trago.
— ¿Tu turno?
Me miro raro.
—No, yo si lo tomo como la gente normal.
—Solo tienes miedo...
— ¿A qué?
—A que no controles tus impulsos. Pero ya sabes lo que dicen los marihuanos. El que tenga miedo de morir que no nazca—la rete con la mirada.
Y ella nunca se queda de brazos cruzados si alguien la desafía.
—Mi turno entonces...—respondió con una ceja enarcada.
Para que alcanzara decidí sentarme en una de las sillas frente al mesón.
A penas se acercó lucia más demandante de pie frente a mí.
¿Por qué me enciende tanto que lo sea?
Tomo la sal con sus dedos y la dejo justo donde debía.
Sin embargo me sorprendió cuando hizo otra cosa.
Fue directo a mi boca sin tapujos, veo como se tensa, pero la abre dándome paso para besarla.
No lo hizo.
Ladeo el rostro y termino tomando un limón para ponerlo en sus labios.
Me la creí.
Nunca había odiado tanto una rodaja de limón.
Se acercó, sus labios lo hicieron, dejo el limón en mi boca sobre la suya. Nuestros labios rozaron brevemente, al igual que nuestras respiraciones agitadas.
Se separó tomo el shot entre sus dedos, su rostro se veía rojo ante la tenue luz.
Paso su húmeda lengua por mi clavícula, lamiendo la sal a su tacto, la respiración de su nariz rozaba con mi musculo desnudo.
Y no se podía sentí mejor, carajo.
Mi sorpresa no se detuvo ahí.
No paro de pasar su lengua y deposito un beso húmedo en mi cien, bastante bajando a mi lóbulo.
Se me detuvo la respiración.
Cada musculo de mi cuerpo se climatizo con el momento.
Se me endureció hasta el alma.
No se detuvo, bebió del amargo líquido sin hacer gesto alguno, se acercó a mí y retiro la rodaja de limón para succionarla y dejarla a un lado.
—Y así... se bebe un Shot al estilo Aura Hasthings.
Le sonreí una vez me tranquilice.
Un silencio nos envuelve.
—Nada mal... —murmure.
—Aprendo rápido.
—Siempre te puedo enseñar más... —me puse de pie, obteniendo una postura demandante.
Me serví otro trago y lo bebí de golpe.
—De pende...
—De ti, obvio.
Se sirvió un trago para ella y otro para mí.
—Dime que no te tengo que recoger el cabello para que vomites.
Se bebió el trago como camionero.
—De hecho... depende de ti—me lanzo una de esas miradas.
No apto para ver frente a tus padres.
—Y eso... ¿Cómo por qué?
Su rostro está rojo, avergonzado.
Pero vivaz.
—Solo trato de balancear mi espacio...—murmuro.
—Lo se... ya estoy empezando a querer lo mismo—admití.
Me miro asombrada.
— ¿Ah, sí?
Serví dos tragos más y le tendí uno.
—Ya sé que los sentimientos no son lo tuyo...—me bebí el trago y arrugue el entre cejo. Este vino más fuerte —. Y si te soy honesto... lo mío solo es un intento.
Pareció procesar la información.
Se bebió el trago sin más.
—Realmente no necesitamos el dolor.
—De pende... ¿Qué tipo de dolor te gustaría sentir?
—Hablo de... —trago grueso al sentir el peso de mis palabras—. Del enamoramiento. Solo sería... tomarse un descanso del encularse.
—Así que solo tendremos que esperar... porque estamos igual de involucrados.
El ambiente estaba demasiado tenso.
Es demasiado intenso.
Me detuve hasta estar completamente frente a ella.
—Solo el contacto... —advertí confiado.
Sentía la sangre correrme rápidamente.
Cada músculo de mi cuerpo esta duro.
Sus facciones se tensan.
—Prométeme que no nos vamos a encular... —murmuro mirando mis labios.
Trague duro, no podía dejar de mirarla de otra manera. No culpo al alcohol, no necesito estar ebrio para ver lo jodidamente hermosa que luce.
—Solo el contacto...—murmuré asintiendo a su propuesta.
Tomo su cuello entre mis manos, acercándola a mí.
Dejo salir un suspiro.
Sé que la vuelvo loca, y pienso torturarla hasta que sus piernas le tiemblen.
Paso mis dedos por su rostro, memorizando cada parte de este, me concentro por un segundo en cómo pestañea, en cómo sus labios se abren para que la bese, maldición sus labios, siempre me incitan a tocarlos, y no me reprimo, paso mi dedo anular por el labio inferior, sintiendo la suavidad de este bajo mi tacto.
—... Sin encularnos... —murmuro mirando mis labios.
No necesito una sola palabra para cohibirla, sabía que la deseaba, mi mirada lo dice todo, y sus ojos perdidos en los míos, me confirman que ella siente lo mismo.
Estoy fantaseando con su éxtasis
Hay una tensión sobre nosotros, palpable.
Si por mi fuera la desnudaría y abriría sus puertas celestiales, y entraría haciendo que gritase de dolor y de placer al mismo tiempo, lo gozaría.
—Solo el sentir... —volví a murmurar.
Sus ojos me miran con ternura. Una ternura que me parece el paraíso.
Me miraba como si no quisiera esperar más.
No pude reprimirme más.
Al carajo todo.
Juntos nuestros labios en un beso lento y sensual, Aura jadeo perpleja, pero se dejó llevar, el beso paso de ser sensual a ser apasionado, mi boca juega con la suya lentamente, torturándola, jugando con sus sentidos, saboreo cada milímetro de esta, paso mis manos por su cintura para atraerla a mí, ella no pone objeción alguna, cuando juego con mi lengua dentro de su boca ahoga un suspiro, pero no quiero solo un suspiro, quiero oírla gritar mi nombre, y no pienso parar hasta conseguirlo.
Subo mis manos mientras muerdo y succiono levemente su labio, siento como se estremece, y eso es lo que necesito para tomar sus glúteos con mis manos y apretarlos con fuerza.
Un suspiro cargado de deseo terminó de encenderme.
Tomo sus caderas y la subo al mesón, mis besos bajan a él escote de su vestido, reparto besos por toda esa zona pecaminosa que tanto he querido degustar, y que ahora nada me detiene.
Paso mis manos por la abertura de su vestido, y ella se tensa.
Recuerdo cómo la torture hace unas horas atrás en el salón, debo admitir que tuve que hacer un gran esfuerzo para no salir perjudicado en ese momento.
A mi mete vino el cómo evito gemir frente a todo el mundo en esa mesa, el deseo era palpable en su rostro, y me pedía más, y no soy quien para negarme a eso.
Con un esfuerzo supremo me separo de ella.
Su pecho sube y baja rápidamente, las pupilas están completamente dilatadas, y la delatan, pero me deleitan.
— ¿Aún quieres sentir? — Pregunto en un susurro.
Sonrío ladeado.
Su pecho sube y baja, su rostro me demuestra confusión, timidez, y yo espero expectante a que responda mi pregunta.
— Te necesito cerca, Jack. — Logra decir con el rostro encendido.
Con eso bastó para que me quedara, para que la besara apasionadamente perdiéndome en su sabor.
Para reaccionar y hacer lo que desde hace tiempo quería.
Sin pensar en cuanto se iba a joder todo después de eso.
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