Capítulo 8
Esta historia también me vino en un sueño, o mejor dicho pesadilla, la cual no quiero repetir ni de chiste.
Las Tortugas Ninja no son mías, ahora pertenecen a Nickelodeon.
Adoro a Leonardo.
Espero que les guste este entremés que publicaré antes de la próxima historia :)
-No existe –cortó tajante Zen a la adolescente frente a él
-Yo creo que sí debe haber aunque sea uno...
La jovencita infló las mejillas en un puchero, y miró con terquedad a su mejor amigo Zen, bueno era el único amigo que tenía a fin de cuentas apenas habían pasado unos dos años aproximadamente desde que la habían nombrado guardiana.
-Maestra, le repito que...
-¡No me llames "Maestra"! ¡Me siento vieja y ni siquiera tengo dieciséis años!
-Soy su sirviente, debo dirigirme a usted de esa manera –repitió a la terca mujer
-No quiero que seas mi sirviente, quiero que seas mi amigo...
El dragón se sorprendió enormemente, hasta ahora todos los que habían pasado por ahí siempre solían hablarle únicamente para darle alguna orden. ¿Por qué era ella tan diferente?
Tal vez fuere porque ella era humana, mejor dicho, fue humana. La primera en ser elegida sobre cualquier otra especie. Lo único malo de esa niña era su terquedad y su sensibilidad, ambos aspectos eran armas de doble filo capaces de hacerle tomar las decisiones correctas como de cometer errores. En fin, su deber era ayudarla a entender y facilitar un poco sus deberes en ese lugar, nada más.
-Volviendo al tema, Zen. Estoy segura, segurísima de que debe haber al menos un ser vivo racional capaz de...
-Ya le he dicho que no, señora... –sintió una gotita de sudor en su nuca cuando prácticamente lo fulminó con la mirada- Señorita... -ella suspiró resignada- No hay, ni habrá, un ser incapaz de sentir rencor –retomó seriamente
-Yo no he dicho "incapaz de sentir rencor" sino "incapaz de guardar rencor", eso es muy diferente
-De todas formas es imposible, todos guardan rencor a algo o a alguien por ínfimo que sea, incluidos usted y yo
-Sí... todavía no me llevo bien con los pez payaso –murmuró molesta
Zen rio por esa actitud infantil, Eiko les guardaba rencor porque cuando todavía era humana, intentó cazar uno con las manos y su presa saltó del agua para luego darle una bofetada con la cola. Desde entonces no se llevaba bien con los dichosos peces.
-Hagamos un trato Zen –soltó de repente llamando su atención- Si encuentro a un ser incapaz de guardar rencor incluso llegada su muerte, tú tendrás que tutearme...
-¿Y si yo gano, Maestra? –le molestó sabiéndose ganador
Imposible que existiese un ser con esas características.
-Limpiaré el espejo gigante yo sola, durante un mes –sonrió burlonamente conocedora de que su amigo detestaba esa tarea con toda su alma
-Hecho
Con el rápido pasar de los siglos, ambos olvidaron la apuesta, pues las responsabilidades de Eiko habían aumentado su dificultad y necesitaban concentrarse, sin saber que un día un pequeño niño llegaría a ella por obras del destino.
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Leonardo sintió el aire abandonar sus pulmones cuando chocó contra la pared, sin embargo lo que más le preocupaba era su caparazón. April le había advertido que debido a la Lyrica, su cuerpo no tendría la resistencia de antes durante un tiempo.
-Eres débil Leonardo, demasiado débil para ser un líder –lo levantó por el cuello y amenazó su garganta con sus cuchillas
Los súbditos llevaron a Splinter, Raphael, Donatello y Miguel Ángel frente a ellos.
Fueron derrotados.
-Hamato Yoshi, se testigo de lo bajo que ha caído tu clan al tener como líder a este ser inferior, incapaz de protegerse a sí mismo y peor aún, de su familia
A Leonardo se le cayó el alma al piso cuando su padre lo miró con vergüenza, odio y traición.
Se sintió inútil.
-Pretendiste hacerme creer que Raphael era el nuevo líder pero tus hijos siempre siguieron las órdenes de esta cosa –acercó más sus cuchillas haciendo brotar un pequeño hilo de sangre a través de la piel verde- Sin embargo, les ofrezco la salvación –ofertó Saki- Los dejaré ir, no los perseguiré más, a ninguno de ustedes o a sus aliados –hizo una seña a sus soldados- Pueden irse, el único precio a pagar es el inútil de su líder
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-¡¿Qué?!
Eiko estaba aturdida, eso no era lo que debía pasar. Destructor en ese instante debía proponerle a los demás abandonar a Leonardo y unirse al clan.
-No... no lo entiendo, esto no debía pasar, ¿por qué....
Abrió los ojos a la comprensión, no era posible.
¿Verdad?
-Zen... ¿Acaso tú...
-Aquel ser al que usted protege no le permite concentrarse en su trabajo, ahora duda de sus decisiones y ha quebrantado reglas para mantenerlo con vida –ella agachó la mirada- Mi deber es protegerla y si para ello debo acelerar la defunción de esa tortuga, entonces que así sea
Eiko solo regresó al ver al espejo. Ella no rompería su promesa.
Ese niño merecía todo.
Ya podrían buscarse otra guardiana.
-¿Qué hará ahora, señora?
Esperó ver furia, odio, desdén en sus ojos. Jamás se imaginó ver aquellos ojos que tanto le gustaban, expresar tanta culpa, tristeza y agradecimiento. Mucho menos pensó que le sonreiría.
-Perdóname por causarte tantos problemas, viejo amigo
-¿Qué está...
-Sayonara, Zen
-¡Eiko!
Ella desapareció. Su señora, su maestra, solo por aquella criatura, ella estaba dispuesta a dar todo por un ser insignificante a comparación del cosmos.
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Leonardo sabía que ellos no aceptarían, ellos jamás harían esa clase de tratos con Destructor.
-¿Por qué no?
Por segunda vez, se sintió desfallecer, nada le había dolido más que ver a su hermano menor estar dispuesto a aceptar ese ofrecimiento.
Pero no lo culpaba, se lo merecía, había sido un mal líder, un mal hermano, su familia tenía derecho a odiarlo y si su muerte era lo único que podía lavar su honor y a la vez mantener vivos a su familia...
Entonces, ¿no era ese un buen trato?
Esos pensamientos rondaron fuertemente su cabeza mientras veía como cada uno de sus seres queridos se giraban tranquilamente, dispuestos a irse. Pero esas ideas fueron aplastadas por sus instintos, sus hermanos, su padre, ellos no eran así.
Algo los estaba controlando.
Con una convicción renovada intento zafarse del fuerte agarre de Destructor.
Ninguno se esperó lo que sucedió a continuación.
-¡Agh!
-¡Maestro Destructor!
Oroku Saki se sujetó fuertemente su muñeca recién cercenada mientras observaba con rencor a la rata que portaba una de las katanas de su hijo mayor, ahora manchada de sangre.
-¿Cómo es que....
-¡Por muchos trucos que utilices, jamás dejaremos a nuestro hermano! –gritó Donatello ayudando a su hermano mayor a pararse
Leonardo estaba muy pálido y su frente ardía como si se tratara de un horno. Lo habían obligado a pelear aún sin haberse recuperado completamente.
-Tenemos que volver a casa rápido –indicó a Raphael- ¡Leo, qué ni se te ocurra dormirte!
El adolescente solo asintió con cansancio. Era el líder, no puede permitirse descansar cuando su familia no había llegado a casa a salvo.
-¿Qué estás...
Aun cuando su cuerpo le exigía quedarse abajo, logró ponerse de pie apoyado en su hermano.
-¡Ninjas del pie! ¡Tráiganme a Leonardo! ¡Desháganse del resto!
Como jamás habían visto, centenares de soldados los rodearon. Al parecer Destructor era muy precavido.
-Don, necesitamos refuerzos –susurró Leo con esfuerzo
-Sí... ¿April?
Mientras el joven genio hablaba por teléfono, los demás trataban de mantener a raya a sus atacantes. El cansancio estaba abriéndose paso, ellos lo sabían, debían salir de ahí ahora.
-Xever, Garra de Tigre, Perrera, es su turno
-Como ordene, Maestro
Entre los tres distrajeron a los miembros de la familia lo suficiente como para que su amo se acercara a su presa. El mundo se detuvo para todos el instante en el que Oroku Saki levantó su mano para dar el golpe final, solo por esta vez sería compasivo y daría una muerte rápida al mutante que había hecho fallar cada uno de sus planes.
Sin espadas y sin fuerzas para sostenerse, Leonardo vio las cuchillas bajar como si estuvieran en cámara lenta. Cerró los ojos aceptando su destino.
-¡Aléjate de él!
El de azul salió de su "tranquilidad" al reconocer la voz, frente a él aún seguían las cuchillas, sin embargo, el filo de una guadaña interrumpía su camino.
-¿Quién eres?
-Tu peor pesadilla –pronunció alejándolo de su objetivo
Miguel Ángel salió de su estupefacción y dio un golpe lo suficientemente fuerte en la cabeza de su enemigo como para dejarlo fuera de combate.
-¡Mikey, pon atención!
Giró a tiempo para ver como un ninja que lo iba a atacar por la espalda era derribado por un cocodrilo gigante.
-¡Leatherhead!
-Me temo que no tenemos tiempo para charlar, amigo mío. Debemos sacar a tu hermano de aquí
-Gracias –respondió derribando a dos ninjas más con kunais
-¿Quién es la loca de la guadaña? -cuestionó el pelinegro recién llegado, cubriendo el caparazón de Raphael
-Es una historia muy larga, Casey, luego te la cuento
-¿Ahora si estás de a buenas, cabeza de lagartija? –interrogó golpeando algunas cabezas
-Estábamos siendo controlados, Casey
-Pues controlados o no, April está muy cabreada con ustedes
No era mentira, la pelirroja peleaba con uñas y dientes tratando de transmitir su furia pero a la vez tratando de llegar con el quelonio herido.
-Leonardo, no te duermas
-Ha perdido mucha sangre April, déjame revisar....
-¡No! –ella se interpuso- ¡Ya sé que tú fuiste quien le dio esa pastilla! ¡Revisé los videos! ¡No dejaré que lo mates!
-¡Escúchame! ¡Estábamos bajo los efectos de unos hongos de Destructor! –la pelirroja lo miró con duda- April, tú nos conoces...
-Ya no sé si creerte
-April, nosotros...
-Pero eres el único que puede ayudarlo –interrumpió- Dime qué necesitas
Desconcertado y algo contento, comenzó a darle instrucciones. Leonardo en su estado de seminconsciencia se preocupaba por una sola persona, su familia y amigos estarían bien, lo sabía. Ella aparecía cuando solo era él quien se aproximaba a su muerte.
La observó tambalear ligeramente, descuido que Destructor aprovecho para darle un fuerte golpe en el estómago. Intentaba con todas sus fuerzas ir a auxiliarla mientras dos pares de brazos lo detenían.
Sabía lo que le estaba pasando a su ángel de la guarda, las consecuencias de que ella estuviera en su mundo.
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-¿Por qué no vienes conmigo? A mis hermanos les caerás bien y Sensei te daría una rica taza de té –ofreció la pequeña tortuga de doce años
-No puedo, Leonardo. No porque no quiera, sino porque simplemente no puedo salir de aquí
-¡Mentira! Yo te he visto irte por ese espejo a mi mundo
-No, Leonardo –negó suavemente sin quitar el gesto de cariño- Tú me has visto entrar en los recuerdos de las personas
-¿No es lo mismo?
-Nop –rió- Estando ahí, sigo protegida
-¿Protegida? ¿Alguien te quiere hacer daño? ¡Nosotros te podemos proteger! ¡Sensei nos ha estado enseñando técnicas para defendernos solitos!
Ella volvió a reír con algo de tristeza, el infante la miró curioso.
-Tranquilo, nadie me quiere hacer daño y aunque lo intentaran tengo un dragón que me cuida –le acarició la cabeza- ¿Recuerdas que cuando nos conocimos te dije que no era humana? –él asintió- Antes de tener este trabajo, yo vivía en la Tierra. Tenía una familia al igual que tú, un padre, una madre y unos hermanos a los que quería mucho
-¿Y qué pasó?
-Ellos fallecieron, en aquel entonces las guerras eran tantas que arrasaron con varios inocentes –explicó nostálgica
-¿Y tú?
-Yo me quedé sola, en ese tiempo nadie quería cuidar de una niña "enferma". Sobreviví como pude pero al final morí y luego me hicieron guardiana sin decirme porqué. En fin, la razón por la cual no puedo ir al mundo terrenal es, en primer lugar, porque perdería mi magia y la mitad de mi fuerza, esa última la recuperaría pero en bastante tiempo
-¿Y la segunda?
-Mi "enfermedad" regresaría. No es un problema en sí, podría aprender a vivir con ella pero si alguien me atacara sin haberla dominado, moriría de nuevo, porque si vuelvo a ese mundo me convertiré en humana otra vez y no podría cumplir mi promesa, Leo
-Vaya... -susurró triste- Por cierto, ¿cuál es la "enfermedad"?
-Es común en tu mundo de cierta forma. En realidad, no es una enfermedad como tal, más bien es...
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La mujer maldijo en voz baja después de escupir la sangre en su boca. Su cuerpo se debilitaba, sus poderes la abandonaban, agradecía haber aprendido a pelear durante su entrenamiento.
-No sé quién eres ni porqué te empeñas tanto en proteger a esos engendros, en especial a Leonar...
El casco salió despedido cuando la patada impacto de lleno en su cara, Eiko aunque tambaleante, lo miró con determinación e ira. Sin perder tiempo corrió hacia su enemigo con un firme agarre en su guadaña. Él, ni corto ni perezoso, la bloqueó con sus cuchillas.
Mientras el choque de metales se daba, ella no lo perdía de vista hasta que sintió una pequeña punzada en su cabeza. El rostro de Oroku Saki comenzó a perder enfoque, todo se vio borroso unos segundos antes de volver a aclararse.
No, no podía estarle pasando en ese momento.
Supo que debía acabar con esa pelea rápido.
Su mano flaqueó un segundo, por tanto su defensa quedó descubierta.
Con la mayor parte del ejército derrotado, todos en el tejado habían dejado de pelear para prestar atención.
-¡MAMÁ!
Ese grito le heló la sangre a más de uno. Los mutantes presentes no salían de su estupefacción, jamás habían escuchado, ni siquiera se les pasó por la cabeza que Leonardo pudiera gritar de tal manera. Mucho peor se imaginaron ver tal grado de terror en sus ojos.
De las cuchillas profundamente enterradas en el abdomen contrario, la sangre escurría sin parar, manchando el piso con un gran charco que rodeaba a la pareja.
-No eras rival para mí –le susurró acercándose a su oído
-No, pero al menos te llevaré conmigo
Antes de que Destructor pudiese siquiera analizar lo dicho, Eiko se separó rápidamente y realizó con corte limpio con las fuerzas que le quedaban.
La cabeza cayó, seguida del cuerpo. Para entonces los secuaces ya se habían retirado dejando el cuerpo de su amo a merced de los héroes. Presionando a penas la herida y arrastrando su arma, la guardiana se acercó lentamente a la tortuga que dejaba escapar sus lágrimas libremente.
Nadie se atrevía a hacer ni a decir nada.
Ella se dejó caer bruscamente de rodillas para luego estirar sus manos.
-Como desearía, poder verte bien ahora–susurró ligeramente mientras acariciaba su mejilla sonriendo
-No tenías que hacerlo, yo nunca quise... -sollozó
-Lo hice, porque te quiero mucho, Leonardo –respondió limpiando las lágrimas que apenas podía identificar
Su vista se opacaba lentamente, pronto volvería a estar ciega.
-Leonardo, tu condición no es buena, tú... -tosió- También morirás –declaró mirando la sangre que había expulsado
El miedo recorrió a los presentes ¿Así terminaba? ¿En verdad no pudieron remediar nada?
-No es verdad –interrumpió ella mirando a las tres tortugas y a la rata sin la dureza de antes- El deseo de salvar a Leonardo junto a su fuerza de voluntad les permitió sobreponerse a todo lo malo...
-Aun así... -respondió el menor son lágrimas en sus mejillas- No pudimos protegerlo
Eiko miró como Hamato Yoshi junto a sus otros hijos se acercaban a las dos tortugas y las abrazaban, dejando ver su pena. Miró alrededor, los amigos se mantenían apartados no queriendo interrumpir el momento. Casey sujetaba con fuerza a April quien lloraba contra su pecho.
Regresó nuevamente la mirada, encontrándose rápidamente con los profundos zafiros del líder. Él también lloraba, pudo ver claramente que no quería dejar a su familia, no así. Por primera vez en años volvió a ver a la pequeña tortuga que había intentado atacarla pensando que ella era el Coco.
En ese instante supo que la decisión que había tomado era la correcta.
-Leonardo –llamó- Tranquilo, mi niño, que pronto esto solo será un mal sueño
-¿Eh?...
Eiko le sonrió, él conocía mejor que nadie ese gesto. Era la misma sonrisa que le había dado a su familia cuando iba a hacer algo que seguramente lo mataría.
¿Así se sentían ellos cuando él lo hacía? ¿Se les estrujaba el corazón de la misma forma?
Bajo la atenta mirada de todos, ella alzó con esfuerzo la guadaña apuntando hacia su persona. Reunió el poco poder que le quedaba y para el horror de todos se apuñaló el pecho. Alejó el arma dejando ver una pequeña luz celeste en la punta.
-Lo que me queda de vida, será suficiente para que lleven a Leonardo a casa y lo curen
-No...
Acercó lentamente el arma al quelonio quien intentó apartarse en vano. Sintió una extraña pero reconfortante calidez recorrer su cuerpo, ya no dolía tanto como antes. Su vitalidad renovada le permitió detener la caída de la mujer que ya no podía mantener es posición. La vio llorar y supo el porqué. Sus ojos se tornaron grises.
-Quería verte antes de irme –confesó consternada intentando alcanzar con sus manos el rostro del que para ella seguía siendo un niño, su cuerpo se sentía más ligero
Él tomó su mano y la colocó en su mejilla.
-¿Sabes? Ahora me doy cuenta de que le gané a Zen... -rio un poco
-¿Ah sí? ¿En qué le ganaste? –murmuró
-Encontré a alguien incapaz de guardar rencor...
Los restantes admiraron como el cuerpo de la mujer se transparentaba lentamente mientras pequeñas luces se desprendían de él, parecían luciérnagas.
Era hermoso.
Leonardo enterró su cabeza en el hombro de ella, su cabello era tan suave como siempre.
-No te vayas... -rogó en un susurro de dolor
-Algún día... -sollozó- Te prometo que volveré... -sonrió- Y entonces tomaré esa taza de té ¿de acuerdo?...
-Sí... -lloró
-Te quiero mucho, Leonardo
-Yo también, mamá
El joven líder intentó abrazarla fuertemente para que nadie pudiera arrebatársela, pero solo sintió el aire mientras las últimas luces lo rodeaban antes de elevarse hacia el cielo.
Lloró. Lloró y dejó salir su dolor, sus hermanos apretaron fuertemente sus puños intentando controlar sus lágrimas, nunca habían visto a Leonardo sufrir de tal manera. Ahora, debían ser ellos quienes lo ayudaran a salir adelante esta vez.
En un silencio sepulcral digno del luto, el grupo procedió a retirarse. Leatherhead se ofreció a llevar al mayor de las tortugas pero Mikey rechazó la oferta amablemente, siendo él quien lo llevó en su espalda.
Al llegar a casa Donatello y April trataron rápidamente las heridas del de azul para permitirle descansar. Necesitaba un tiempo para sí mismo.
-No me dejes solo... -susurró acurrucado bajo las sábanas en la soledad de su habitación
"Siempre estaré a tu lado, mi niño"
Continuará...
Hola mis queridos lectores, bueno debo informales que... ¡PASÉ EL SEMESTRE! Me siento tan feliz y aliviada, Dios fue un suspenso tremendo, tenía el corazón en vilo.
Ya saben que los reviews, floreros tomates, entre otros son bienvenidos
Cuídense.
Miko Eiko
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