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Capítulo 13

Esta historia también me vino en un sueño, o mejor dicho pesadilla, la cual no quiero repetir ni de chiste. Tristemente, dejó de ser simplemente una pesadilla hace mucho tiempo al combinarse con la realidad.

Las Tortugas Ninja no son mías, actualmente no tengo idea de a quien pertenecen sus derechos. Únicamente soy dueña de esta trama y otras más que nacieron antes y después de esta historia.

Adoro a Leonardo.

Espero que les guste esta obra.

Hamato Yoshi dejó el cuerpo inconsciente de Leonardo en la habitación del adolescente, apenas notando lo impersonal que se sentía el lugar. Acarició la mejilla de la tortuga durmiente deseando que la tristeza y el dolor abandonaran el rostro de su hijo al menos mientras estaba en el mundo de los sueños.

Las lágrimas continuaban rodando incluso con su dueño completamente ajeno a ellas. Leonardo se había desmayado en la sala de entrenamiento durante su episodio de llanto y gritos, e incluso entonces fue difícil separar sus manos del arma. El camino hacia el cuarto de la mayor de las tortugas se había recorrido en una marcha silenciosa cargada de tristeza, preocupación, miedo, culpa y remordimiento.

La familia y amigos tomaron asiento unos frente a otros en la sala, cada uno metido en sus propios pensamientos en un intento de asimilar todo. Reviviendo el momento y preguntándose qué era lo que había salido mal, así como buscando soluciones que no había.

-¿Qué hacemos ahora? -cuestionó Donatello al aire y en un susurro que en un día normal ni siquiera habría sido escuchado por él mismo

Nadie respondió por largos minutos, el genio no esperaba algo diferente. Raphael se levantó y empezó a caminar en círculos, incapaz de mantenerse quieto.

-Tenemos que hablar con Leo directamente, esto no puede seguir así

-No creo que eso vaya a salir bien, Rapha

-No es como si ser sutiles nos esté funcionando, ¿o sí?

-Creo que Mikey tiene razón, Raph. Si intentamos obligarlo a hablar, se cerrará aún más -comentó Casey- Ya fue difícil que Leo se abriera un poco antes de todo esto, ahora no imagino que esté dispuesto a dejar a alguien acercarse siquiera

April asintió en un acuerdo mudo a las palabras del pelinegro.

-¿Entonces, qué? ¿Dejamos las cosas como están? ¿Lo vemos destruirse de poco en poco sin hacer nada? ¿O esperamos a que esté muerto para hacer algo?

Quizás sus palabras fueron exageradas o tal vez no, sin embargo el escalofrío que los recorrió a todos fue muy real, cuatro de ellos rememorando la experiencia en el limbo que concluyó de forma desagradable.

-No, hijo mío. Nadie está diciendo que nos quedaremos de brazos cruzados, sin embargo debemos actuar con prudencia

El actual líder del grupo de hermanos se tapó la cara con frustración antes de dejarse caer por segunda ocasión en su asiento. Sintió palmadas comprensivas en su hombro que provocaron un suspiro cansado en él que dejó salir antes de mirar a su padre, pidiendo una propuesta mejor a la que había hecho anteriormente.

Las tortugas restantes y humanos siguieron su ejemplo, posando su mirada en la rata con incertidumbre.

-Hablaremos con él -decidió al cabo de unos momentos en que no pudo ver otro camino- Vamos a procurar no abrumarlo con las preguntas y mantener la calma

April no necesitó de poderes psíquicos para presentir que algo iba a salir mal, de nuevo.

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Jones giró inquieto en la silla del laboratorio. Su amiga pelirroja se paseaba intranquila alrededor de la camilla antes de sentarse por unos segundos para después pararse y caminar por el mismo camino en un ciclo repetitivo creado por los nervios que ambos sentían.

Los dos habían llegado al día siguiente muy temprano en la mañana, conscientes de que la familia de ninjas pretendía hablar con Leonardo durante el desayuno y querían estar ahí para amortiguar la situación en caso de que se saliera de control.

Si es que hubiera algo que pudiera llamarse "control" en esta situación, claro.

No obstante, sus intenciones se vieron frustradas cuando Splinter les pidió que esperaran en el laboratorio mientras sucedía la conversación. Ellos entendieron, eran amigos cercanos al grupo de mutantes y querían ayudarlos, pero ese problema era algo que debían resolver los cinco entre sí si querían llegar a algún punto.

Así que se dispusieron a esperar.

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Miguel Ángel hizo una mueca cuando se percató de que había agarrado la caja equivocada de cereal. Donnie, como en pocas veces en su vida, no tocó su habitual taza de café de las mañanas, ya no había humo saliendo del líquido por lo que debía estar tibio, aún así permaneció observando la bebida con una mirada perdida. El mayor de las tres tortugas presentes en ese momento se quedó de brazos cruzados apoyado junto al fregadero sin estómago para ingerir algo de comida, mientras su padre permaneció sentado en una pose tranquila mientras bebía té como la imagen misma de la calma.

Casi podía escucharse el movimiento de las agujas del reloj.

Los pasos lentos que provenían de la escalera los pusieron en alerta, más de uno tragó saliva con antelación a lo que iba a suceder en unos segundos, preparándose para cualquier cosa.

Fue entonces que Leonardo entró a la cocina y caminó directamente a la alacena con rostro inexpresivo junto a movimientos pausados, como si tuviera todo el tiempo del mundo. La menor de las tortugas frunció el ceño ante la elección de té de su hermano mayor, confundido.

-¿Leo? -llamó viendo al ninja de azul verter el agua caliente en la taza

-¿Mhm?

-¿Te sientes mal? ¿Te duele el estómago?

-No, estoy bien -murmuró dándole la espalda al resto

-Es jazmín -se dio cuenta el genio cuando alcanzó a ver la caja que había sacado- Odias el té de jazmín

-Solo lo tomas cuando tienes gripe o te duele el estómago y eso sólo porque te obligan -completó Raphael recibiendo una mirada de regaño de su padre

-Leonardo, si no te sientes bien puedes decirnos y descansar en tu habitación

-Puedo revisarte si quieres, hermano

-Y te prepararé algo ligero para que puedas comer

El joven quelonio permaneció callado escuchando a todos hacer planes acerca de su inexistente condición. Terminó de tomar la taza de té para luego empezar a lavarla decidiendo que era momento de poner fin al espectáculo detrás de sí.

-Tomo té de jazmín diario desde hace dos años -interrumpió Leo cortando la discusión de tajo, si estaba molesto o no, su rostro no delataba nada más que aburrimiento junto a una mirada vacía

Un incómodo silencio se instaló unos segundos antes de que Splinter se decidiera a hablar esta vez.

-¿Cómo te sientes? ¿Lograste descansar?

Raphael pudo decir el momento exacto en que se armó el pandemonio. Empezó con una sonrisa incrédula y un resoplido de burla que nunca creyó que su hermano mayor pudiera dirigir a su padre.

-¿Desde cuándo eso le importa, Maestro?

La pregunta debió tomar a Splinter por sorpresa tanto como a ellos, si su cara era un indicativo. El propio Leonardo se veía sorprendido de sus acciones e intentó salir del lugar pero el agarre en su muñeca lo detuvo.

-Espera, Leo -llamó el genio apresuradamente al salir de su estupor- Tenemos que hablar, lo que pasó ayer...

-Ah sí, gracias por eso, fue un lindo detalle -aseguró con una sonrisa fingida y un deje de molestia que se filtró en su voz- Ahora, si no les importa... -empezó después de soltarse de un jalón del agarre de su hermano menor con una marcada urgencia por marcharse de ahí en su lenguaje corporal

Y ese fue el límite de Raphael.

-¡Estabas llorando! -reclamó al extraño que ocupaba el cuerpo de su hermano mayor- ¡Te acurrucarse en una esquina y lloraste hasta quedar inconsciente!

-Bueno, eso es normal, Rapha -Mikey hizo una mueca cuando escuchó a Leo decir con tanta saña el nombre de la segunda tortuga más vieja mientras mantenía esa sonrisa forzada que dejaba ver una burla oscura en su dueño- Tengo derecho a llorar a mis muertos al menos una vez, ¿no? ¿O es que acaso siempre debo parecer una maldita roca? Deberías estar contento, siempre me reclamaste por no mostrar ninguna jodida emoción, ¿una máquina no me dijiste una vez?

Para la continua incredulidad de su familia, el quelonio de azul avanzaba hacia el de rojo por cada palabra con un tono de clara burla mezclada con ira tanto en su voz como en su expresión sonriente.

-Un líder siempre debe controlar sus emociones, reprimirlas de ser posible, ¿no es eso lo que siempre me dijo, Maestro Splinter? -cuestionó a su padre con la misma falsa alegría antes de regresar la mirada tormentosa de azul hacia los ojos verdes- Aunque, claro, ¿qué sabrías tú de control, Raphael? Espero que ahora que tú eres el líder, mínimo hayas aprendido a cerrar la boca

Entre Miguel Ángel y Donatello lograron parar al dueño de las sais antes de que se abalanzara sobre el mayor. Leonardo y Raphael siempre habían tenido una terrible facilidad para saber qué botones presionar para provocarse entre sí, esta no fue la excepción.

-Leonardo -llamó Hamato Yoshi con un tono entre reprensivo y atónito

-¿Qué? -resopló con aparente inocencia- ¿Es verdad o no? La cabeza del clan no puede demostrar fallas, ni con los enemigos, ni con los suyos -caminó mientras repetía algunos de los discursos que su padre había diseñado para él en cada reunión a solas- Debe ser estoico, perfecto, no puede flaquear incluso si su cuerpo ya no puede más -recitó- No importa quien se equivoque, el error siempre es mío. Si Raphael hace algo impulsivo, es culpa mía. Si Donatello decide llevarse algo que no debía pese a que se le advirtió, es culpa mía. Si Mikey se distrae por estar aburrido, es culpa mía.

En algún momento la sonrisa se había ido y ahora el adolescente hablaba con la más pura rabia combinada con dolor a su padre.

-No importa que tan duro me esfuerce por cumplir con todas las expectativas que tienen de mí. ¡Siempre es culpa mía! Pues adivine qué, Maestro Splinter, mis hermanos ya están lo suficientemente grandes como para tomar sus propias decisiones, pero ¿sabe por qué lo siguen haciendo de todas formas? Porque incluso de sus castigos quien sigue recibiendo la mayor parte, soy yo. Soy su hermano mayor, fui su líder la mayor parte de mi vida, tuve que crecer más rápido que ellos para ayudar a criarlos y aún así, ¿siempre soy el que está mal?

Con el nuevo enfrentamiento, los tres hermanos se quedaron paralizados viendo la nueva escena. Contemplando una faceta de su hermano que nunca habían visto y una perspectiva que jamás imaginaron. Leonardo respiró agitado pasándose las manos por la cara con energía nerviosa, era obvio que ninguna de esas palabras había sido preparada con antelación sino producto de la falta de autodominio de sí mismo.

Era como si una presa se hubiera roto.

Leonardo se volvió hacia su padre con el rostro acongojado y suplicante, como pidiendo una explicación, una última esperanza, aunque fuera una mentira.

-¿Alguna vez te importé? -cuestionó con la voz rota, sacando un jadeo tembloroso del hombre mayor- Más allá de ser un líder o la futura cabeza de un clan... o una arma... ¿Alguna vez te importé aunque sea un poco?

-Eres mi hijo... -susurró Splinter como si con eso diera la respuesta

Por el resoplido destrozado que soltó su primogénito supuso que no.

-Entonces... ¿por qué no me trataste como tal? ¿Cuántas veces estuve arrodillado frente a tí confesando cómo me sentía y lo mal que me sentía por no poder esconderlo? ¿Cuántas veces me dijiste que los líderes no deben mostrar debilidad, que debía aprender a superarlo, que debía aprender a ignorar esos pensamientos? ¿Cuántas veces me regañaste por algo que no era mi culpa? ¿Cuántas veces me castigaste por intentar tener algo en mi vida que no fuera ser un ninja o un líder? ¿Cuántas veces me dijiste que debía dejar de ser infantil porque debía ver por mis hermanos? ¡¿Cuántas veces me dijiste que debía guiar y educar a mis hermanos, ser su maldito ejemplo cuando ese era tu trabajo?!

El anciano mutante se quedó estático viendo las lágrimas furiosas que escapaban del quelonio frente a él, sin poder responder a nada de lo que preguntaba.

-¡Yo soy su hermano mayor, sí y acepto que fallé completamente en eso, pero tú eres nuestro padre! ¡Criarnos es tu trabajo, no el mío!

El joven de azul apoyó su rostro en sus manos haciendo un par de respiraciones profundas antes de mirar a su padre con cansancio.

-No entiendo.. ¿Qué me falta? Yo... no soy tan alegre como Mikey, tampoco tan inteligente como Donnie, ni tan emotivo como Rapha pero... pero al menos pensé... -sollozó- Pensé que si al menos era lo que tú querías me verías igual que a ellos, que el que yo también fuera tu hijo significaba algo para ti

Soltó una risa entre sollozos.

-No sé cómo pude haberme equivocado tanto, fui tan ciego que no solo no me di cuenta que nunca sería lo suficiente para ti -miró a sus hermanos- Sino que para ustedes tampoco -suspiró

-Leo... -llamó Donatello colocando una mano en el hombro de la tortuga recibiendo una sacudida violenta a cambio cuando se alejó bruscamente de su toque

-¡No me toques!

Incluso el de añil se vio sorprendido ante su reacción extrema, viendo con ojos desorbitados hacia el suelo como si no creyera lo que acababa de pasar antes de lograr recuperar algo de la calma que le quedaba y enderezarse.

-Yo... lo siento -soltó a regañadientes- No debí hacer eso

Ninguno, ni siquiera él mismo, supo si se refería al último suceso o a todo lo que había pasado en el comedor.

-Hermano -llamó Miguel Ángel con ojos afligidos- Tú nos importas... te amamos...

El mayor solo lo miró con ojos vacíos y una gran tristeza.

-No Mikey... Lo único que les importó de mí fue lo que yo hacía por ustedes, nada más

El de naranja negó con la cabeza, sabiendo que eso no era verdad, sin embargo las palabras no salían de su boca.

-Leo, solo queremos ayudarte -afirmó Raphael con algo de desesperación y ruego en su voz

En respuesta recibió una risa amarga.

-No saben nada -siseó- ¿Quieren ayudarme? Bien, lo único que tienen que hacer es dejarme en paz. Yo no les interesé una mierda antes de todo esto, entonces por qué no continúan fingiendo que todo está bien

La tortuga de añil aprovechó para salir del lugar al no recibir respuesta, pasó por el laboratorio y abrió la puerta antes de salir hacia las alcantarillas.

-Ya pueden salir, la charla se acabó

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Se podía decir qué desde ese día, las cosas sólo fueron aún más en declive que antes. Leonardo pasó de evitarlos a estar ausente en casa, ya no iba a las prácticas ni a los patrullajes, e ignoró a cualquiera que intentara reprocharle alguna cosa sobre eso.

Muchas veces preferían la indiferencia a los golpes verbales pasivo-agresivos que les lanzaba cuando perdía la paciencia.

-No creo que seas alguien para juzgarme, casi me apuñalas en un tejado, ¿recuerdas, Raphita?

Con el pasar de cada día, el problema fue empeorando.

-¿El genio no puede entender cuando alguien no lo quiere cerca? Porque yo recibí el mensaje cuando casi me matas

Y empeorando.

-Exacto, no hiciste nada. Decidiste seguirles el juego sabiendo el daño que me hacía y no te importó, hermanito. ¿Por qué debe importarme a mí ahora?

Hasta que estalló, otra vez.

-¿Sabe qué? Me alegro de que su hija no haya sobrevivido, porque sería muy triste que ella hubiera tenido mi vida. Aunque quien sabe, tal vez hubiera tratado mejor a alguien con su sangre, Maestro

Hubo gritos como nunca antes en el hogar de los mutantes.

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El joven inventor se dejó caer con cansancio en su cama. El día no había sido más productivo que ayer con la ley del hielo que se había instalado en la casa. El agotamiento que albergaba era tal que bastó con cerrar los ojos para caer dormido.

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Al abrir los ojos Hamato Yoshi se encontraba en un camino oscuro, la tierra se sentía seca y rocosa bajo sus patas mientras el viento helado atravesaba sus huesos.

Le bastó con una mirada al lugar para reconocer que había estado ahí antes.

-¡Maestro!

Splinter volteó hacia la voz para ver a sus tres hijos menores correr hacia él.

-Maestro, esto es...

-Lo sé, Donatello -respondió su padre en guardia, sus orejas moviéndose de un lado a otro

-Maestro... ¿Por qué cree que nos trajeron aquí de nuevo?

-Parece que aún no logran entender, ¿eh? -comentó una voz femenina detrás de ellos con todo exasperado y divertido, a la vez- Aunque tampoco están haciendo las preguntas correctas, quizás puse demasiada fe en ustedes

La velocidad con la que giraron en dirección a la fuente de la voz fue casi tan cómica como sus rostros perplejos. La mujer se llevó una mano a la boca para sofocar la carcajada que se quiso escapar. Ella resaltaba demasiado con aquella túnica de un blanco brillante en medio de toda esa negrura que los rodeaba.

Sentada en una roca y con una postura relajada, Eiko los saludó desde la distancia y les hizo una seña para que se acercaran a ella.

-¿Cómo es que..? -cuestionó Splinter asombrado al llegar cerca de la piedra- La vimos morir

La pelinegra resopló con burla carente de humor que rayaba en la amargura por algo que solo ella podía entender.

-Oh créanme, estoy muy muerta pero... ¿Qué puedo decir? Parece que alguien arriba me ama lo suficiente como para hacerme este favor -respondió antes de levantarse- Bueno, manos a la obra. No tenemos mucho tiempo

Ella se levantó y lideró el camino a un destino desconocido, ellos la siguieron.

-Dime, Donatello. ¿Ya has descubierto en dónde estamos?

-Es la mente de Leo, ¿verdad?

-Mhm -afirmó- En su subconsciente para ser más especí... Oh, vaya -murmuró cuando encontró varios retazos de papel, tomó uno y lo examinó- Bueno... parece que esto va a ser mucho más complicado de lo que esperaba -expresó pasando el trozo a la tortuga más cercana- No debería sorprenderme, en realidad

Raphael giró el trozo en sus manos y notó que era parte de una fotografía, bajo la atenta mirada de la mujer, la familia reunió cada pedazo hasta tener la imagen completa. El de morado la reconoció al instante como la primera foto a color que se habían tomado los cuatro con la cámara que Donnie había logrado reparar en su infancia. Los cuatro se vieron envueltos en sus propios recuerdos hasta que un grito aterrado los sacó de sus pensamientos. Eiko permaneció inmutable desde su nuevo asiento en el acantilado, mirando hacia la dirección en la que vino el grito.

-¿Qué fue eso? -interrogó Rapha en guardia, sus sais listas en sus manos

-¿Por qué no miras y lo descubres? -incitó la entidad, señalando hacia abajo

La vista fue peor que la última vez que estuvieron ahí. El pequeño Leonardo se encontraba hecho un ovillo en una esquina del acantilado, temblando y llorando con heridas sangrantes. Sus espadas yacían rotas a varios metros de él y su banda azul característica completamente rasgada. La criatura que habían visto antes se alzaba sobre él, de alguna manera mucho más grande que en la primera ocasión, riendo con los colmillos amarillos extendidos en una gran y grotezca sonrisa, sus ojos rojos fijos en su presa.

Incluso sabiendo que era inútil, la familia de ninjas no perdió tiempo en saltar e intentar salvar al niño que gritaba aterrado.

Los golpes atravesaron al monstruo sin la más mínima complicación, las manos pasaron a través del infante sin lograr sostener nada.

Hubo un grito colectivo cuando vieron al monstruo alzar sus garras y dirigirla hacia Leonardo quien no se movía de su lugar y tampoco intentó luchar por mucho que sus seres queridos le pidieran moverse y escapar. El asombro se apoderó de las caras de los mutantes cuando la criatura en lugar de apostar un golpe certero en su víctima, la tomó con suavidad entre sus manos colocando al niño a la altura de sus ojos.

-Finalmente, te estás rindiendo -afirmó la tortuga monstruosa con cansancio y algo de tristeza en su tono, la voz distorsionada extrañamente familiar para el público extranjero- Te dije que no podías huir de mí, hemos estado juntos desde hace mucho tiempo. Ambos sabíamos que eventualmente llegaríamos a este punto. Al final, te rompiste

El llanto del niño solo se hizo mucho más fuerte.

Mikey frunció el ceño un momento, uniendo las piezas del rompecabezas finalmente.

-Un momento, si esto es la mente de Leo, esa cosa es...

El rostro de la pelinegra se iluminó con satisfacción cuando Mikey se volvió alarmado hacia ella.

-Exactamente, Miguel Ángel, lo entendiste bastante rápido -felicitó señalando al monstruo- Esa cosa de ahí, es Leonardo, o al menos, una parte de él

Los cuatro dirigieron su mirada a la criatura, esta vez observando su forma adecuadamente. Notaron las cicatrices, las heridas profundas desde las que rezumaba el alquitrán que le cubría, los ojos rojos que dejaban ver locura y debajo de ellos un gran sufrimiento, los colmillos grandes y filosos que lastimaban la boca del ser mientras hablaba con el niño.

-Fracasaste, aún así no les importó. ¿Cuántas veces les entregaste tu corazón para que lo hicieran añicos a la primera oportunidad?

En ese momento observaron, con horror y pena, cómo aparecían nuevas heridas tanto en el niño como en el monstruo, ambas igual de profundas e igual de grandes.

No se necesitó de ningún arma o garra, solo palabras para lastimarlos, o pensamientos en este caso.

-Déjame mostrarles -pidió la criatura sin la ira con la que había dicho algo parecido la primera vez- Déjame mostrarles lo que hicieron, lo que crearon. Déjame ser libre, Leonardo

La pequeña tortuga negó con la cabeza entre sollozos.

-Les estás haciendo daño -acusó el niño

-Y tú nos estás matando a ambos

Los dos se quedaron en silencio, como si fuera una discusión que habían repetido varias veces en una especie de rutina practicada hasta más no poder. Los visitantes también permanecieron en silencio, asimilando lo que acababa de pasar.

-¿Hay alguna manera de... de deshacerse de esa cosa?

-¿Eh? -cuestionó la ex-guardiana saliendo de sus propias cavilaciones antes de mirar a la rata- Tristemente, no, Hamato-san. Nadie realmente lo logra, es una parte de cada ser que solo... está ahí -explicó- A veces es tan pequeña como una semilla de manzana y otras veces, como ahora, crece tanto que consume todo a su paso

-¿Qué es exactamente?

-Una pregunta complicada, Donatello. Esa criatura es, básicamente, la parte más oscura que puede tener cada persona. Esa parte que almacena cada pensamiento y sentimiento negativo, como digo, a veces es tan pequeña que realmente no la notas, pero puede llegar a crecer tanto sin que uno se de cuenta hasta que se encuentra tratando de mantenerla a raya para no dejarla salir

-Entonces, la primera vez que vinimos...

-Sí -confirmó la mujer- Lo que ustedes vieron fue una representación de una manera en que se mantiene "controlada" esa oscuridad, la mayoría recurre a motivaciones para soportar esa pelea consigo mismos, como recuerdos de personas que aman y similares. El problema viene cuando al estar en una batalla constante, te desgastas, y en algún momento esa negatividad empieza a ser demasiado hasta que llegas a un punto en que ya no puedes más y te quiebras en una especie de autodestrucción tanto mental como emocional, por decirlo de forma vulgar. Si quieres hablar en términos médicos, niño, tendrías que leer algunos libros de psicología, e incluso así es difícil de comprender cómo funciona o las causas porque es diferente en cada uno

Una nueva quietud se apoderó del lugar por unos segundos antes de que el quelonio de rojo hablara.

-¿Ahora qué?

Eiko suspiró y se levantó, limpiando la suciedad inexistente en el blanco puro de su ropa.

-Eso ya depende de ustedes, o buscan una manera de ayudarse entre sí o dejan que las cosas sigan el rumbo por el que van hasta ahora. Yo solo vine a darles una vista más amplia de lo que pasa, no solo con Leonardo sino con ustedes también pese a que todavía no son conscientes del todo

Los mutantes la vieron alejarse mientras sentían sus cuerpos volverse más pesados, impidiendo que la siguieran o la llamaran.

-Quiero creer que por fin están aprendiendo a escuchar y observar, les sugiero continuar con ello, estas habilidades salvarán sus vidas en más de un sentido.

Con esa última despedida, se sintieron caer nuevamente en la oscuridad.

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Leonardo se removió en su cama, temblando de miedo.

Una parte de su mente le intentaba recordar que no era un niño indefenso, era un adolescente, un ninja experimentado. Sin embargo, mientras miraba a la tortuga hecha por sus propios pensamientos de desprecio y odio, se sintió tan pequeño como se veía.

Las palabras del monstruo llenaron su cabeza con susurros en los que no pudo evitar sobre-pensar. Quizás sería mejor ceder, quizás sería bueno dejarse llevar, quizás el dolor se detendría y podría descansar.

Tal vez, si dejaba salir sus sentimientos más oscuros, podría alejar a todos devolviéndoles el mismo daño que había recibido. Tal vez, si se terminan de destrozar entre sí, puedan alejarse y no volver a hacerse daño.

-Ideas interesantes, la pregunta es... ¿En verdad quieres que eso pase?

Tanto él como la tortuga monstruosa que lo sostenía voltearon hacia la voz. La mujer de pelo negro les dio una cálida sonrisa a ambos, su paso firme y tranquilo al acercarse a ellos sin rastro de duda o miedo. La criatura lo devolvió al suelo y él corrió tan rápido como sus cortas piernas se lo permitieron antes de saltar y aferrarse a la calidez que había creído perdida. Eiko rio frente al efusivo abrazo en el que el niño enterró su cabeza en el hueco de su cuello, ella lo dejó esconderse mientras se acercaba a la gran criatura de alquitrán que la veía con ojos traicionados y dolidos.

-Te fuiste -reclamó la gran tortuga con un hilo de voz- Me dejaste atrás

Ella solo le palmeó la mano con cariño, sin importarle mucho si la sustancia negra manchaba su piel.

-Yo siempre voy a estar aquí, Leonardo -señaló su corazón, acomodando al niño que había permanecido callado en sus brazos- Eso no va a cambiar a menos que tú así lo quieras

Las lágrimas rojas como la sangre se deslizaron de los ojos de la criatura.

-Te extraño

-Y yo a ti -afirmó sentándose al pie del acantilado, sintiendo a la tortuga más grande reducir un poco su tamaño antes de tomar asiento junto a ella y apoyarse tanto como su diferencia de tamaño lo permitía- Cargas demasiado dolor, mi niño, siento que gran parte sea por mi culpa

-Moriste por salvarme

-En parte -fue honesta- Morí por salvarte y te salvé porque te amo

-No valía la pena

Ella lo miró ofendida.

-Para mí sí, vale la pena salvar a alguien a quien amo más que a nada... Así como lo vale para otros...

Escuchó un gruñido a su lado y una queja del niño.

-No quiero hablar de eso

-Una lástima, querido, tendremos que hacerlo, es mi propósito con esta última visita -confesó alegremente

-Estoy cansado -confesó después de un rato el niño- Ya no quiero intentarlo más para que me vuelvan lastimar

-Estás en tu derecho -apoyó

-Quiero hacer que sufran, quiero que se sientan tan destrozados como me siento yo -soltó con rencor la tortuga más grande- Quiero dejar de sentirme mal por desear su dolor, quiero odiarlos...

-Quieres dejar de amarlos -concluyó ella sin juicio en su mirada

Ambas tortugas asintieron en silencio.

-¿De verdad crees que ya no hay nada que valga la pena, ni siquiera tú mismo?

La tortuga mayor resopló con burla.

-¿Por qué valdría la pena arreglar algo que está roto y a lo que le faltan piezas?

-Eso puede ser verdad... para un objeto. Tú eres un ser vivo, Leo, esa es una de las tantas cosas que debes recordar. Ríes, lloras, te preocupas, te enojas, te sientes bien, te sientes mal... en ocasiones, ni siquiera tú te entiendes... y es normal

-¿Normal? -resopló frustrado- Nada de esto encaja en "normal"

La mujer de ojos dorados alzó una ceja.

-Aunque no lo creas, lo es. Es normal que hayas llegado a este estado después de todo lo que pasó, es normal el hecho de que ya no pudieras más con lo que estabas reteniendo, el peso fue demasiado y cualquiera eventualmente cedería en circunstancias similares

Ambos quelonios desviaron sus ojos con reticencia.

-Leonardo, sentirse así, dejar de reprimirte, no está mal. Dejar de fingir que estás bien, no está mal. Empezar a pensar en ti mismo, no está mal. Lo que único que creo que no está bien es la forma en la que lo estás expresando porque te estás haciendo más daño a ti mismo y eso no es bueno para nadie

El pequeño en su regazo se movió avergonzado, el más grande suspiró con cansancio.

-Hay otras maneras, unas que pueden ayudarte a sanar

-¿Y si yo no quiero eso? ¿Y si no quisiera sanar? ¿Y si solo quisiera que todo termine? -cuestionó con la mirada abatida

-Entonces yo respetaré tu decisión -afirmó con una sonrisa triste- Al final, es tu elección y solo tuya porque eres el único que puede entender las razones que te llevaron a ello. Nadie puede juzgar porque ninguno de los dos caminos, acabar con todo o seguir hacia lo desconocido, es sencillo de tomar

-Tú quieres que lo siga intentando ¿verdad?

-Considera egoísta el corazón de esta vieja anciana, pero sí, me encantaría que continuaras y encuentres tu propio camino a ser feliz -rio- Sin embargo, Leonardo, lo que yo quiera no debe importar en tu decisión, yo ya no estaré ahí y vivir para cumplir los deseos de otros siempre termina siendo un desastre. Lo que vayas a hacer, hazlo por ti y sólo por ti

-No quiero seguir viviendo con dolor

-El sufrimiento es algo inherente a la vida, es verdad, no te puedo prometer que nunca más lo sentirás. Ahora, piensa ¿es lo único que hay o hubo todo el tiempo? ¿o alguna vez hubo más que eso?

Ambos se quedaron en silencio, pensando en las palabras de la entidad. Recordando el cálido abrazo de su padre cuando era apenas un niño, la preocupación de sus hermanos la primera vez que se enfermó, la amabilidad y calor de su madre, la alegría traviesa cuando habían decorado la cola de su padre con purpurina junto a sus hermanos mientras el anciano fingía estar dormido para luego atacarlos con cosquillas. La satisfacción que sintió al lograr perfeccionar sus ejercicios, la agradable sorpresa al ver que su pequeña familia se expandió con amigos leales, el alivio de ver a su familia completa después de cada misión, la emoción que sentía cada vez que escuchaba a su personaje favorito hablar en televisión, las sonrisas cómplices de sus amigos humanos al lograr un trabajo secreto con éxito, los momentos tranquilos de meditación con su padre, el calor en su pecho cuando sus hermanos lo abrazaban espontáneamente para unirlo a uno de sus juegos, la risa, la alegría, el cariño...

Y dolió, porque esas memorias eran el tesoro enterrado en lo más profundo de su corazón.

La criatura sintió una mano gentil limpiar las lágrimas en sus mejillas, al abrir los ojos alcanzó a verla repetir la acción en el infante.

-¿Podrías intentarlo una última vez? -pidió con cariño la dama- Si no funciona, yo misma vendré a buscarte de algún modo, lo prometo

-¿Por qué no ahora? -cuestionó más por curiosidad que por una solicitud real

-Porque, niño de mi corazón, aunque hayas pensado varias veces en morir, puedo ver en tu alma que no es eso lo que más anhelas y lo sabes

Leonardo sintió el cálido beso de su madre en su frente y, por primera vez en meses, pudo dormir tranquilo.

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Mikey pensó para sus adentros que la situación presente no podía ser más incómoda. Él y sus dos hermanos mayores inmediatos habían bajado a desayunar sin mucho ánimo después de la noche que tuvieron para enseguida encontrarse dentro del comedor la vista de Splinter y Leonardo sentados frente a frente en la mesa con tazas de té en sus manos, la bebida intacta desde su perspectiva.

Ellos habían decidido ignorar la presencia del otro durante toda la semana posterior a la épica pelea que tuvieron y verlos, por fin, convivir en el mismo espacio más de un minuto fue un poco desconcertante. El ninja de naranja podía entender un poco la disposición a ceder de la rata después de la experiencia en la mente de Leo, pero no sabía cuáles eran las motivaciones que llevaron a su hermano a cambiar de comportamiento.

Pudo decir que, pese a la tensión en su cuerpo, Leonardo no exudaba esa ira contenida que había mostrado todo ese tiempo, se veía agotado y extrañamente pensativo.

Con un empujón suave de Donnie, él tomó asiento en su lugar habitual con el genio a su lado. Rapha se sentó solo en uno de los extremos, su silla hacía tiempo que había dejado de estar junto a la de Leo.

Fue un poco triste que la primera vez en meses que se sintió conectado con el mayor de sus hermanos fue porque al cruzar accidentalmente sus ojos con los de Leonardo en el silencioso desayuno, pudo decir que le cruzó el mismo pensamiento que a él.

Una familia rota.

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Leonardo debió saber que las pesadillas no tardarían en volver a aparecer, aún así había tenido la esperanza de que no fuera así.

Sin embargo, fue diferente porque no estaba atrapado en su propia mente esta vez. Sino en un recuerdo distorsionado.

Uno en el que no podía moverse porque había sobrepasado su límite de resistencia hace mucho tiempo. Lo único que pudo hacer fue ver el cuerpo de su madre tendido a los pies de Destructor, mientras el asesino reía antes de fijar su mirada en él y avanzar con la evidente intención de matarlo.

Incapaz de moverse, no hizo más que aceptar su destino al ver el guante alzarse en lo alto y cerró los ojos.

El golpe no llegó, pero algo cálido le salpicó la cara y le hizo abrir los ojos.

Ya no debería importarle, se suponía que cualquier clase de afecto por ellos había sido destruido.

Eso no explicó el grito horrorizado junto a la inesperada opresión en el pecho que sintió al ver a su padre en medio de su enemigo y su hijo, con las hojas atravesando su cuerpo antes de ser extraídas en un solo movimiento que le salpicó aún más sangre en su rostro. Vio el cuerpo de su maestro caer y no volver a levantarse.

Escuchó un grito fúrico que lo hizo desviar su atención a una vista que hizo saltar su corazón con renovado terror. Raphael y Miguel Ángel intentaban pelear con Destructor para alejarlo de él mientras Donatello trataba de estabilizar su condición.

Él quiso gritarles que huyeran, que se alejaran tanto como pudieran porque era evidente que Destructor solo estaba jugando con los cuatro. Las palabras no salían y la impotencia lo fue dominando a pasos agigantados.

Un gruñido lastimero salió de él cuando vio caer al menor de sus hermanos con los ojos abiertos y vacíos, seguido del cuerpo destrozado de Raphael que trató de arrastrarse hacia ellos antes de ser apuñalado con sus propias sais. Donnie se levantó y se puso delante de él con su naginata lista pese a las nulas probabilidades, Destructor tampoco tuvo piedad con él.

Viendo el cuello degollado de su hermano genio, un sonido desgarrador finalmente salió de su garganta.

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Leonardo despertó asustado en su habitación antes de salir corriendo en dirección a la sala, frenó bruscamente cuando vio a su padre y a sus hermanos reunidos e igual de agitados que él, con evidente miedo en sus ojos mientras lo recorrían con la mirada.

Él observó a cada uno con detenimiento, buscando heridas. Al no encontrar ninguna lesión y sentir que su corazón disminuye la velocidad de su bombeo dirigió su mirada a sus manos temblorosas.

-¿Leo? -cuestionaron sus hermanos con cautela dando un paso hacia él

-¿Hijo? -llamó Splinter con preocupación

Su corazón ya había tenido suficiente.

De un momento a otro Leonardo se arrojó hacia su padre con tal fuerza que los envió de rodillas a ambos, el adolescente lloraba y golpeaba débilmente el pecho de su padre.

-¡Los odio! -gritó en un llanto catártico

-Hijo...

¡Los odio porque no puedo dejar de amarlos!

-Hermano...

-¡Los odio porque los amo tanto que duele!

-Leo...

-¡Los odio porque amarlos me está destrozando! -gritó finalmente dejando caer la cabeza en el hombro de su padre dejando salir las lágrimas que sólo aumentaron cuando sintió tres pares de brazos más rodearlo mientras permanecía de rodillas en el suelo

-Lo siento... -sollozó- Lo siento...

Yoshi apoyó su cabeza sobre la de su hijo, dejando salir sus propias lágrimas.

-No quería hacerles daño...

Mikey sorbió la nariz y Donnie exhalaba el aire de forma entrecortada.

-Yo nunca quise esto...

Raphael soltó una maldición antes de pegar su frente a la de su hermano mayor. La acción obligó a la tortuga de azul a abrir sus ojos.

Leonardo se asombró por lo que vio porque, frente a él, su padre y hermanos lucían tan quebrados y exhaustos como él.

-Lo siento... -empezó su padre besando su frente como cuando era un niño- Son mis hijos y les fallé...

-Yo sabía que había algo mal con nosotros y lo ignoré -hipó el menor de los hermanos-Tenían razón, soy un idiota

-Me aislé tanto como pude de todo para no ver el problema hasta que nos estalló en la cara -continuó la tortuga de morado- Se supone que debo arreglar las cosas cuando se dañan, no romperlas más

-Lo siento -finalizó el dueño de las sais- Debería haber comprendido, debería haberlos escuchado en lugar de ser una molestia para todos, siempre arruino las cosas

Leonardo cerró los ojos y soltó el suspiro que había quedado retenido en lo más profundo de sí mismo.

-Necesito ayuda -admitió en un susurro

-Todos nosotros, hijo, todos nosotros

Porque sí, todos tienen problemas solo que aún no habían llegado al punto de quiebre. Con esto, solo me quedaría una última actualización (el epílogo) por hacer con esta historia para darla por terminada. Gracias a todos los que han estado siguiendo esta historia, sobre todo a aquellas personas que siguieron leyendo pese al hiatus de años en el que estuvo. La próxima tendrá una nota un poco más larga XD, espero no aburrir mucho con sentimentalismos

Tip adicional: El jazmín es un principio relajante y calmante que no solo ayuda a aliviar el dolor físico sino también el mental, puesto que es uno de los que ayuda a combatir la ansiedad, depresión y el insomnio (los efectos más estudiados a nivel mental). Este puede consumirse de varias maneras como puede ser una infusión (té) o con aromaterapia (tratamiento a base de aromas en busca del bienestar físico, mental y emocional), por ejemplo.

Con amor,

Miko Eiko

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