epirologo
Hola
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El día estaba siendo perfecto, como casi siempre lo era en casa. Liv, ahora de cuatro años, estaba sentada en el suelo de la sala con Belén, rodeada de muñecas y un par de bloques de construcción.
—Mamá, ¡mira! ¡Es un cato! —dijo Liv emocionada mientras señalaba una figura que había armado con bloques, aunque estaba lejos de parecerse a un gato.
Belén rió, acariciando el cabello de su hija. —¡Claro que es un gato, mi amor! Es el gato más bonito que he visto.
Ale, sentada en el sofá con una cámara en mano, grababa la escena mientras sonreía. Amaban registrar estos momentos cotidianos. Liv era todo un torbellino de energía y ocurrencias, y siempre había algo digno de guardar en video.
—Liv, di "gato", no "cato" —corrigió Ale en tono suave.
—¡Es cato, mamá! —protestó Liv, cruzando los brazos, haciendo que Belén y Ale se rieran.
De repente, el teléfono fijo de la casa comenzó a sonar, interrumpiendo el momento. Ale se levantó, dejando la cámara sobre la mesa.
—¿Quién usará el teléfono fijo hoy en día? —comentó en broma, antes de contestar.
—Familia Villarreal... —dijo con su tono habitual, pero su rostro cambió casi de inmediato al escuchar la voz del otro lado.
—¿Señora Villarreal? Habla la directora de la escuela de Isabella. Necesito que vengan lo más pronto posible.
—¿Qué ocurrió? —preguntó Ale, con una mezcla de preocupación y alarma.
—Isabella... está golpeada. Al parecer, tuvo una discusión o algo físico con su novia. No estamos seguros de los detalles, pero creemos que deberían llevarla al hospital para descartar algo grave.
Ale sintió que el estómago se le encogía. —Estamos en camino.
Belén, que estaba jugando con Liv, notó de inmediato el cambio en el rostro de Ale.
—¿Qué pasó, mi vida? —preguntó mientras se levantaba, dejando a Liv con sus bloques.
Ale respiró hondo antes de responder, intentando mantener la calma. —Es Isabella. Está golpeada. La directora cree que fue su novia... tenemos que ir por ella.
—¿Qué? —Belén llevó una mano a su pecho, claramente alarmada.
Liv, que había estado escuchando, dejó caer los bloques y se levantó. —¿Qué pasó con Isaa? —preguntó con su vocecita, claramente asustada.
Belén se acercó para recogerla en brazos. —Tranquila, mi amor. Isa tuvo un problemita, pero mamá y yo vamos a arreglarlo, ¿sí?
—¿Está... está bien? —preguntó Liv, con lágrimas empezando a acumularse en sus ojos.
—Eso es lo que vamos a averiguar, cariño —respondió Ale, intentando sonar tranquila.
—¡No quiero que Isa esté mal! —exclamó Liv, aferrándose al cuello de Belén mientras comenzaba a llorar.
Belén la meció suavemente, intentando consolarla. —Mi vida, Isa es muy fuerte. Va a estar bien, te lo prometo. Pero necesitamos que seas valiente ahora, ¿sí?
Liv asintió entre sollozos, aunque aún seguía aferrada a Belén.
Ale tomó las llaves del coche y miró a Belén. —Llama a mis papás para que cuiden a Liv mientras vamos. No quiero llevarla y que vea a Isa así.
Belén asintió rápidamente y, mientras hacía la llamada, Ale intentó tranquilizar a Liv.
—Liv, Isa te quiere muchísimo, ¿lo sabes? —dijo Ale, acariciando la mejilla de la pequeña—. Y estoy segura de que lo primero que querrá al sentirse mejor será verte sonreír.
Liv asintió de nuevo, aunque aún tenía lágrimas en las mejillas.
En menos de diez minutos, los padres de B
Ale llegaron para quedarse con Liv. La pequeña no quería soltarse de su mamá, pero finalmente accedió cuando Belén le prometió que regresarían pronto con Isa y que todo estaría bien.
Ale y Belén salieron apresuradamente hacia la escuela, el corazón de ambas latiendo con fuerza ante lo que podrían encontrar. La imagen de su pequeña Isabella lastimada no dejaba de atormentarlas mientras conducían en silencio, cada una sumida en sus pensamientos y preocupaciones.
Cuando Ale y Belén llegaron a la escuela, el ambiente estaba cargado de tensión. La directora las recibió de inmediato y las guió hacia la oficina, donde estaba Isabella sentada en una silla, con la mirada baja, un paquete de hielo sobre el tobillo, los nudillos cubiertos con vendas improvisadas, y un par de moretones visibles en el rostro.
Ale fue la primera en acercarse, con el corazón en un puño. —¡Isa! Mi amor, ¿qué te pasó? —preguntó mientras se inclinaba hacia ella, inspeccionando sus heridas con una mezcla de dolor y preocupación.
Isabella no respondió de inmediato. Las lágrimas corrían por su rostro mientras apretaba los dientes, como si estuviera conteniendo algo.
Belén, parada detrás de Ale, se cruzó de brazos y miró a la directora con una expresión severa. —¿Quién le hizo esto?
La directora, incómoda, respondió: —Creemos que fue su novia. Unos estudiantes mencionaron que las vieron discutiendo antes de que Isabella apareciera en este estado.
Ale, al escuchar eso, cerró los ojos con fuerza y tomó aire, intentando no explotar. Belén, en cambio, no se contuvo.
—¡Lo sabía! Te lo dije, Ale. Esa chica nunca me dio buena espina. Sabía que iba a pasar algo así.
—Belén, tranquila —dijo Ale, aunque su tono también mostraba su enojo.
Isabella, al escuchar las palabras de su madre, rompió en llanto. —¡No fue ella! —gritó, sorprendiendo a ambas.
Belén se detuvo en seco, mirándola confundida. —¿Qué?
—¡Ella no me hizo esto! —repitió Isabella, con la voz quebrada. Sus ojos llenos de lágrimas buscaron los de Ale—. No fue mi novia, mamá.
Ale se arrodilló frente a ella, tomando sus manos con cuidado, evitando tocar los nudillos lastimados. —Entonces, mi amor, ¿qué pasó? ¿Quién te hizo esto?
Isabella negó con la cabeza, apretando los labios. —No puedo decirlo...
—Isa, tienes que decirnos —insistió Belén, esta vez con un tono más suave pero firme—. No podemos ayudarte si no sabemos qué pasó.
Isabella comenzó a sollozar de nuevo, temblando ligeramente. —Fue... fueron unos chicos de la escuela. Se burlaron de mí... dijeron cosas horribles sobre mí... y cuando les respondí, me empujaron. Uno de ellos... me golpeó.
Ale sintió que la sangre le hervía. Se levantó de golpe, sus puños apretados. —¿Quiénes? ¡Dime sus nombres ahora mismo!
Belén puso una mano en el hombro de Ale, tratando de calmarla, aunque ella misma estaba al borde de perder el control. —Isa, ¿por qué no dijiste nada antes?
—Porque... —Isabella sollozó—. Porque sabía que iban a pensar que fue mi novia. Todos siempre creen lo peor de ella, y no quería que la culparan por algo que no hizo.
Belén cerró los ojos, sintiendo una mezcla de culpa y enojo consigo misma. Se acercó a Isabella y la abrazó con cuidado, evitando sus heridas. —Lo siento, mi amor. No debimos pensar eso.
Isabella se aferró a su madre, llorando en su hombro. —Ella no me haría daño.
Ale respiró hondo, tratando de controlar su ira. Miró a la directora con una expresión fría. —Quiero los nombres de esos chicos. Ahora.
La directora asintió, nerviosa. —Estamos investigando, señora Villarreal. Pero le aseguro que tomaremos medidas disciplinarias.
—Eso no es suficiente —respondió Ale con dureza—. Mi hija fue atacada, y quiero que los responsables enfrenten las consecuencias.
Belén, aún abrazando a Isabella, miró a Ale. —Primero llevémosla al hospital. Lo demás puede esperar.
Ale asintió, aunque su rabia seguía palpable. Se acercó a Isabella y le dio un beso en la frente. —Vamos, mi amor. Vamos a asegurarnos de que estés bien.
Isabella asintió débilmente, aún llorando, mientras sus madres la ayudaban a levantarse. A pesar del dolor y la incomodidad, se sintió aliviada al saber que, al menos, sus madres estaban de su lado.
En el hospital, Alejandra y Belén se mantuvieron al lado de Isabella mientras los médicos la revisaban. Su hija estaba visiblemente incómoda y enfadada, negándose a hablar más allá de lo estrictamente necesario. El diagnóstico no fue nada alentador: su tobillo estaba torcido, y los nudillos de su mano derecha tenían lesiones graves que requerían inmovilización inmediata.
La doctora les explicó mientras envolvía cuidadosamente la mano de Isabella. —Su tobillo necesita reposo absoluto por al menos tres semanas, y la mano estará inmovilizada durante un mes. Además, tendremos que monitorear el progreso porque podría requerir terapia física.
Alejandra respiró profundamente, tratando de contener su frustración, mientras Belén permanecía en silencio, apretando los labios. Isabella evitaba mirarlas, manteniendo los ojos fijos en el suelo.
Cuando la doctora salió para darles espacio, Ale se inclinó hacia Isabella, sentándose en la silla junto a la camilla. —Isa, cariño, tenemos que hablar de esto.
Isabella levantó la mirada, desafiante, pero también con lágrimas acumulándose en sus ojos. —Ya les dije todo lo que pasó. No quiero hablar más.
Belén dio un paso adelante, cruzándose de brazos. —Isabella, es importante que nos digas la verdad. Si tu novia tuvo algo que ver…
—¡No fue ella! —gritó Isabella, sobresaltando a ambas. Las lágrimas comenzaron a caer de su rostro mientras apretaba los dientes—. ¿Por qué siempre tienen que pensar lo peor de ella? ¡Siempre!
Alejandra trató de calmarla, poniendo una mano sobre su rodilla. —No estamos diciendo que lo haya hecho, Isa. Pero es una posibilidad que tenemos que considerar.
—¡Pues no lo es! —respondió Isabella, retirando la mano de su madre con brusquedad—. Ya les dije que fueron esos chicos. ¿Por qué no me creen?
Belén suspiró, pasando una mano por su cabello. —Te creemos, Isabella. Solo queremos asegurarnos.
Isabella los miró con una mezcla de enojo y dolor. —Pues no parece. Siempre están cuestionando todo lo que hago. No confían en mí ni en ella.
Alejandra frunció el ceño, pero trató de mantener un tono tranquilo. —Isa, esto no se trata de confianza. Se trata de entender qué pasó para protegerte.
—¿Protegerme? —replicó Isabella, alzando la voz—. ¿Cómo me van a proteger si ni siquiera creen lo que digo?
Belén se arrodilló frente a ella, mirándola directamente a los ojos. —Isa, escucha. Sabemos que estás herida, pero somos tus mamás. Nuestro trabajo es cuidar de ti, incluso si eso significa hacer preguntas difíciles.
Isabella apretó los puños, aunque uno de ellos estaba inmovilizado, y desvió la mirada. —No quiero seguir hablando de esto.
Alejandra y Belén intercambiaron miradas, ambas sabiendo que forzarla no sería productivo en ese momento. Ale suspiró y le dio un beso en la frente. —Está bien, Isa. No hablaremos más por ahora. Pero esto no se ha terminado. Queremos asegurarnos de que estés bien, física y emocionalmente.
Isabella no respondió, pero sus lágrimas seguían cayendo. Mientras Alejandra y Belén se levantaban para hablar con la doctora fuera de la habitación, ambas sabían que tenían que manejar esto con mucho cuidado. Sus corazones estaban rotos al ver a su hija en este estado, pero también sabían que no podían ignorar la gravedad de la situación.
Al llegar a casa, Alejandra y Belén ayudaron cuidadosamente a Isabella a entrar. La joven, aunque claramente agotada y adolorida, se mantuvo firme, tratando de no mostrar cuán vulnerable se sentía. Apenas cruzaron la puerta, Liv, con su habitual energía y dulzura, corrió hacia ellas con pasos pequeños y tambaleantes, llevando consigo su inseparable osito de peluche.
—¡Isha! —gritó Liv con su vocecita infantil, tratando de decir el nombre de su hermana mayor. Se detuvo frente a Isabella, estirando los bracitos mientras miraba a sus mamás como pidiendo permiso para acercarse más.
Alejandra sonrió con ternura y acarició la cabeza de la pequeña. —Espera, Liv. Vamos a acostar a Isa en el sofá primero, ¿sí?
Liv asintió rápidamente, abrazando fuerte a su osito mientras seguía a Belén, quien ayudó a Isabella a sentarse y luego a recostarse con cuidado en el sofá. Una vez que Isabella estuvo cómoda, Liv se acercó despacio, poniéndose de puntillas para que la subieran.
—¿Puedo? —preguntó Liv con una pronunciación tiernamente desordenada, mirando a Isabella y luego a Alejandra.
Isabella, aunque visiblemente agotada, suspiró y extendió su brazo libre, permitiéndole a Liv que se subiera. Belén la ayudó a levantar a la pequeña, quien se acomodó cuidadosamente sobre su hermana mayor, abrazándola suavemente como si entendiera que estaba herida.
Liv acarició el brazo inmovilizado de Isabella con su manita diminuta y miró su rostro con preocupación. —¿Tás bien, Isha? —preguntó, arrastrando las palabras y pronunciándolas con dificultad.
Isabella cerró los ojos por un momento, como si quisiera evitar la conversación. —Estoy bien, Liv, no te preocupes —dijo con un tono que intentaba sonar firme pero que apenas ocultaba su cansancio.
Sin embargo, Liv no se dio por vencida. —¿Duele? ¿Mucho? —preguntó otra vez, tocando con cuidado el vendaje de su tobillo.
Isabella suspiró y forzó una sonrisa, cambiando rápidamente el tema. —¿Y tú, Liv? ¿Qué hiciste hoy con mamá? —preguntó, tratando de desviar la atención.
Liv parpadeó, confundida por el cambio, pero rápidamente comenzó a contar con entusiasmo. —¡Jugué con mami Belé! Y... y dibujé... ¡Un oso! Como este! —dijo, mostrando su osito de peluche con orgullo.
Alejandra y Belén, observando desde la distancia, intercambiaron una mirada. Aunque sabían que Isabella estaba evitando hablar de lo sucedido, decidieron no presionarla por ahora. Ver a Liv intentando consolarla de su manera infantil y llena de amor era un pequeño bálsamo en medio de todo el caos.
Belén se inclinó hacia Alejandra, susurrando. —Liv tiene una manera mágica de llegarle. Quizá con el tiempo, Isabella se abra más.
Alejandra asintió, tomando la mano de Belén. —Por ahora, solo dejemos que estén juntas. Ambas lo necesitan.
Era la madrugada y la casa estaba en completo silencio, salvo por los suaves ruidos del viento que se colaban por las ventanas. Alejandra y Belén intentaban dormir en su habitación, pero algo las despertó. Al principio, fue un murmullo lejano, como un quejido. Luego, un sonido más claro: sollozos. Alejandra se sentó de inmediato, encendiendo la lámpara de su lado.
—Es Isabella... —murmuró, mirando a Belén.
Sin perder tiempo, ambas se levantaron y caminaron rápidamente hacia la habitación de su hija. Apenas abrieron la puerta, encontraron a Isabella sentada en el borde de su cama, con el rostro bañado en lágrimas y las manos temblando de enojo. Parecía estar en una tormenta emocional que no podía contener.
—Isa, cariño... ¿qué pasa? —preguntó Belén, acercándose con cuidado.
Isabella alzó la mirada, llena de furia y frustración. —¡No puedo más! —gritó entre lágrimas. —¡Todo duele, todo está mal, y no sé qué hacer!
Alejandra trató de acercarse, pero Isabella dio un manotazo al aire, rechazando cualquier intento de consuelo. —¡No me toquen! —dijo con la voz quebrada.
Belén respiró hondo, tratando de mantener la calma. —Isa, estamos aquí para ayudarte. Por favor, dinos qué necesitas.
Isabella, todavía llorando, apretó los puños y, después de un momento de silencio, dijo algo que sorprendió a ambas. —Quiero a Liv... tráiganme a Liv, por favor.
Alejandra y Belén se miraron, dudando por un instante. Sabían que Liv estaba profundamente dormida, pero también sabían que Isabella nunca pedía algo así sin una razón de peso. Alejandra asintió y fue a buscar a la pequeña.
Unos minutos después, Ale regresó con Liv en brazos, medio dormida y abrazando su osito de peluche. —¿Qué pasa, mamá? —preguntó con su vocecita adormilada, frotándose los ojitos.
—Tu hermana te necesita, cariño —respondió Alejandra suavemente.
Liv, aún medio dormida, estiró los brazos hacia Isabella, quien de inmediato la tomó y la abrazó con fuerza, descargando todo su enojo y frustración en ese gesto. La pequeña no dijo nada, solo dejó que Isabella la abrazara, su manita acariciando torpemente la espalda de su hermana mayor.
Isabella respiró hondo, cerrando los ojos mientras el llanto comenzaba a calmarse poco a poco. Fue entonces que, al mirar el reloj en la pared, se dio cuenta de la hora.
—Son las cinco de la mañana... —murmuró, con la voz aún temblorosa.
Belén se sentó a su lado, mientras Alejandra se colocaba enfrente. —Isa, ¿quieres hablar? —preguntó Belén con suavidad.
Isabella asintió lentamente, aún abrazando a Liv. —Sí... creo que necesito decirles todo...
Alejandra y Belén intercambiaron una mirada de alivio y preocupación. —Estamos aquí para escucharte, hija. Tómate tu tiempo —dijo Alejandra, tomando una de las manos de Isabella con ternura.
Isabella respiró hondo una vez más, buscando las palabras para abrirse finalmente con sus madres.
Alejandra y Belén permanecieron en silencio, dándole a Isabella el tiempo que necesitaba para comenzar. Liv seguía acurrucada en el regazo de su hermana mayor, completamente ajena a la tensión en la habitación. Isabella respiró profundamente varias veces antes de mirar a sus madres.
—Sí... peleé con mi novia —admitió finalmente, bajando la mirada mientras las lágrimas volvían a correr por su rostro.
Belén frunció el ceño, pero su tono fue calmado. —¿Qué pasó, Isa?
Isabella tragó saliva, y con un gesto instintivo, cubrió las pequeñas orejas de Liv. La niña protestó suavemente, pero Isabella insistió, asegurándose de que no pudiera escuchar lo que iba a decir.
—Fue por... algo estúpido —empezó, su voz rota por la vergüenza y la culpa. —Dijimos que íbamos a pasar tiempo juntas después de clase, pero... —Hizo una pausa, apretando los labios. —Ella quería que... bueno, que hiciéramos algo más íntimo.
Alejandra y Belén intercambiaron una mirada rápida, pero no dijeron nada, permitiéndole continuar. Isabella cerró los ojos, como si estuviera luchando contra el impulso de detenerse.
—Yo... me puse nerviosa y le dije que no estaba lista. Pero ella insistió. No de una mala forma, no me obligó ni nada... solo que... me sentí presionada. Y terminé gritándole.
La joven apretó los puños, su frustración volviendo con fuerza. —Le dije cosas horribles, mamá. Usé palabras... ¡horribles! —se lamentó, sollozando.
—Isa... —empezó Belén, pero Isabella la interrumpió.
—¡La insulté! La llamé controladora y otras cosas que no quiero repetir. Estaba tan enojada que me fui corriendo.
Alejandra se inclinó un poco hacia adelante, sus ojos llenos de preocupación. —¿Y luego qué pasó?
Isabella bajó las manos de las orejas de Liv, quien ya estaba medio dormida de nuevo, y exhaló con fuerza.
—Me fui al patio, al área donde casi nadie va. Quería calmarme, pensar en qué decirle después. Pero esos chicos... estaban ahí.
Belén frunció el ceño. —¿Qué chicos?
Isabella miró a su madre con los ojos llenos de lágrimas. —Tres de ellos. Me dijeron cosas asquerosas, mamá. Burlándose de mí, de mi novia... de nuestra relación. Uno de ellos me agarró del brazo, y cuando intenté soltarlos, me empujaron al suelo.
La voz de Isabella comenzó a quebrarse más. —Intenté defenderme, pero eran tres contra una. Me golpearon... en la cara, en las manos. Uno incluso me pateó cuando traté de levantarme.
Alejandra sintió que la sangre le hervía, pero mantuvo la calma por Isabella. —¿Qué pasó después?
—La directora llegó antes de que fuera peor —continuó Isabella, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano. —Pero ahora... ahora están diciendo que mi pelea con mi novia tuvo algo que ver. Quieren expulsarla porque piensan que fue su culpa que yo estuviera en el patio.
Belén abrió la boca, incrédula. —¿Qué? ¿Cómo pueden culparla por eso?
Isabella se abrazó a sí misma, luciendo más pequeña y vulnerable que nunca. —No lo sé... pero también quieren levantarle una denuncia. Dicen que la pelea que tuvimos fue “violencia” o algo así.
Alejandra tomó la mano de Isabella con fuerza, su tono decidido. —Isa, esto no es tu culpa, y no es justo que quieran culpar a tu novia por algo que claramente fue un ataque hacia ti.
Belén asintió, sentándose junto a Isabella y envolviéndola en un abrazo. —Vamos a hablar con la escuela, con quien sea necesario. Nadie va a hacerle esto a tu novia, y mucho menos a ti.
Isabella asintió lentamente, su rostro aún lleno de angustia. —Yo... yo no sé qué hacer, mamá.
Alejandra acarició suavemente el cabello de su hija. —Lo primero que vamos a hacer es asegurarnos de que estés bien, Isa. Luego, lucharemos juntas para que se haga justicia.
Belén asintió, apretando a Isabella contra su pecho. —No estás sola en esto, cariño. Nos tienes a nosotras, y vamos a asegurarnos de que todo se resuelva.
Isabella finalmente permitió que un pequeño suspiro de alivio escapara de sus labios, aunque las lágrimas aún corrían por su rostro. —Gracias, mamá... gracias, mami.
Liv, desde su pequeño lugar en los brazos de Isabella, murmuró con su voz somnolienta: —Isa... ¿tás bien?
Isabella la abrazó más fuerte, dejando escapar una leve risa entre lágrimas. —Sí, Liv. Estoy mejor ahora.
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La noche anterior, después de calmar a Isabella, Alejandra y Belén habían colocado a Liv cuidadosamente en la cama de su hermana mayor. La pequeña insistió en dormir abrazada a Isabella, y aunque esta última intentó protestar, al final cedió al ver la expresión de ternura de su hermanita.
—Está bien, Liv... pero nada de moverte demasiado, ¿ok? —le dijo Isabella, acariciándole el cabello.
—Prometo —respondió Liv con una sonrisa adormilada mientras se acurrucaba contra su hermana.
Belén y Alejandra las miraron desde la puerta, intercambiando una mirada de complicidad.
—Buenas noches, Isa. Si necesitas algo, estamos aquí, ¿vale? —dijo Alejandra antes de apagar la luz.
—Gracias, mamá... buenas noches.
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A la mañana siguiente, Alejandra y Belén desayunaban juntas en la cocina. El ambiente estaba tranquilo, pero ambas tenían en mente lo sucedido la noche anterior. Liv, medio dormida aún, estaba abrazada a Belén mientras se comía un trozo de pan con mermelada.
—No puedo creer que esos chicos hayan hecho algo así —comentó Alejandra, dejando su taza de café sobre la mesa con un leve golpe.
—Y lo peor es que quieran culpar a la novia de Isa por todo esto —respondió Belén, acariciando la espalda de Liv. —Tenemos que hablar con la directora lo antes posible.
Alejandra asintió, pero antes de que pudiera responder, escucharon el timbre de la puerta.
—¿Quién será tan temprano? —preguntó Alejandra, levantándose.
—¡Yo voy! —exclamó Liv con entusiasmo, bajándose rápidamente de las piernas de Belén.
—Liv, espera... —intentó detenerla Belén, pero la niña ya había corrido hacia la puerta.
Liv, emocionada porque estaba aprendiendo a abrir la puerta sola, giró el picaporte con esfuerzo y abrió lentamente. Del otro lado había una chica alta, con cabello castaño y ojos que reflejaban tristeza. En sus manos sostenía un ramo de flores.
—Hola —dijo la chica con voz suave.
Liv la miró de arriba abajo con curiosidad y luego ladeó la cabeza. —¿Quién eres?
La chica sonrió tímidamente. —Soy la novia de Isabella.
Liv frunció el ceño y, con toda la inocencia del mundo, respondió: —¿Tú le hiciste llorar? Mala... ¡muy mala!
La chica abrió los ojos con sorpresa y negó rápidamente. —No, no... yo no quería...
En ese momento, Belén y Alejandra llegaron a la puerta, alertadas por la conversación.
—¿Qué pasa, Liv? —preguntó Belén mientras miraba a la joven.
Liv señaló a la chica con un dedo acusador. —Dice que es la novia de Isa. Pero creo que es mala.
Alejandra reprimió una sonrisa ante el comentario de su hija menor y miró a la joven. —¿Eres la novia de Isabella?
La chica asintió, aún sosteniendo las flores. —Sí, soy yo. Me llamo jade.
Belén abrió un poco más la puerta y le indicó que pasara. —Adelante, jade. Vamos a hablar un momento.
Mientras jade entraba, Liv se aferró al brazo de Alejandra, todavía mirándola con desconfianza. —¿Ella va a hacer más llorar a Isa?
Alejandra se agachó para estar a la altura de su hija y le acarició el cabello. —No, Liv. No va a hacer llorar a Isa. Ahora ve a jugar un ratito, ¿sí?
Liv resopló, pero obedeció, aunque seguía lanzando miradas de desconfianza hacia jade.
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En la sala, Jade se sentó en el sofá, aún sosteniendo las flores. Belén le ofreció un vaso de agua mientras Alejandra la observaba con una mezcla de curiosidad y seriedad.
—¿Qué edad tienes, Jade? —preguntó Alejandra finalmente.
—Diecisiete —respondió la chica, evitando el contacto visual.
Alejandra y Belén intercambiaron una mirada. Sabían de la diferencia de edad entre Jade e Isabella, pero querían confirmarlo.
—¿Sabes cómo está Isabella? —preguntó Belén suavemente mientras se sentaba frente a ella.
Jade negó con la cabeza, sus ojos llenándose de lágrimas. —No lo sé. Intenté llamarla, pero no me contestó. Solo supe lo que pasó por algunos compañeros.
Alejandra suspiró, apoyando los codos en las rodillas. —Isabella está bien físicamente. Bueno, más o menos. Tiene lesiones en la mano y el tobillo, y está muy golpeada emocionalmente.
Jade bajó la mirada, sus manos temblando un poco mientras jugaba nerviosamente con los pétalos de las flores. —Yo nunca quise que esto pasara...
—Lo sabemos —respondió Belén, su tono amable pero firme. —Pero necesitamos entender qué pasó entre ustedes y cómo terminó ella en esa situación.
Jade asintió lentamente, limpiándose una lágrima que caía por su mejilla. —Fue mi culpa... discutimos y ella se fue enojada. Si yo no hubiera insistido tanto, tal vez no habría ido a ese patio...
Alejandra suspiró profundamente. —No puedes culparte por lo que esos chicos hicieron. Ellos son los responsables de lastimarla, no tú.
Jade finalmente alzó la mirada, agradecida por las palabras de Alejandra. —¿Puedo verla? Por favor... solo quiero asegurarme de que está bien.
Belén asintió, levantándose. —Claro. Pero déjanos hablar con ella primero. Está muy sensible y molesta con todo lo que pasó.
Jade asintió rápidamente. —Gracias... de verdad.
Mientras Belén se dirigía a la habitación de Isabella, Liv apareció de repente, mirando a Jade con las manos en la cintura.
—¿Eres buena o mala? —preguntó con seriedad infantil.
Jade sonrió débilmente. —Soy buena... lo prometo.
Liv la miró por unos segundos más antes de asentir. —Bueno... pero si haces llorar a Isa otra vez, mamá te va a regañar.
Alejandra no pudo evitar reír suavemente mientras Jade asentía con una sonrisa más genuina. —Lo tendré en cuenta.
Liv, con su pequeño pijama de unicornios, observaba a Jade, la novia de su hermana Isabella, desde el otro lado de la sala. Después de unos segundos, tomó una decisión. Caminó con sus pasos torpes hacia Jade, estirando su manito.
Jade, aún nerviosa y con las flores en las manos, miró a la pequeña con curiosidad. Liv la miró fijamente, como si intentara evaluar si era digna de su confianza.
—¿Me prometes algo? —dijo Liv, con la seriedad más adorable que podía tener una niña de cuatro años.
Jade sonrió levemente y asintió. —Claro, ¿qué necesitas, peque?
Liv tomó la mano de Jade con delicadeza y la apretó suavemente. —Prométeme que no vas a lastimar a Isa.
Las palabras de Liv eran simples, pero cargaban una profundidad que hizo que Jade sintiera un nudo en la garganta.
—Te lo prometo, Liv. Yo nunca quise lastimarla... —respondió Jade, con un hilo de voz.
Liv pareció satisfecha con la respuesta y, de manera completamente inesperada, le dio un pequeño beso en la mano antes de soltarla. —Está bien. Isa dice que tú la haces feliz, pero si no cumples, mi mamá te va a regañar.
Alejandra, que observaba desde las escaleras, no pudo evitar sonreír ante el intercambio. Bajó lentamente, acercándose a ambas.
—Liv, ¿por qué no le muestras a Jade tu colección de dibujos mientras yo voy a ver a Isa? —sugirió Alejandra.
Liv asintió con entusiasmo, pero en ese momento, Isabella llamó desde el segundo piso con una voz débil pero insistente:
—¡Mamá! ¡Quiero ver a Jade ya!
Alejandra intercambió una mirada con Jade. —Bueno, parece que no tendremos que esperar. Vamos arriba.
Jade asintió, nerviosa pero decidida. Antes de subir, Liv tiró suavemente de su mano y le dijo en un susurro: —Recuerda lo que prometiste.
—Lo haré, Liv —respondió Jade con una sonrisa.
Alejandra condujo a Jade hacia la habitación de Isabella, mientras Liv se quedaba en la sala, satisfecha de haber cumplido con su deber de hermana pequeña protectora.
Belén levantó a Liv en brazos, mientras la pequeña reía a carcajadas y hablaba con sus palabras adorables pero mal pronunciadas.
—¡Mami, mue! ¡Me mue! —exclamó Liv, moviendo sus manitas hacia el rostro de Belén.
—¿Te mueves? ¿Qué estás diciendo, pequeña revoltosa? —preguntó Belén con una sonrisa, apretándola suavemente contra su pecho y besándole la mejilla.
—¡Me mue porque Isa tiene novia! —dijo Liv, riendo como si hubiera hecho el mejor chiste del mundo.
Belén no pudo evitar reír mientras seguía mimándola. Alejandra, desde la puerta, observaba con ternura antes de volver a dirigir su atención hacia la habitación de Isabella, donde Jade estaba entrando tímidamente.
Jade se detuvo al lado de la cama de Isabella, que la miraba con una mezcla de enojo y cansancio, pero también con un brillo de esperanza en los ojos. Jade se aclaró la garganta, insegura.
—Isa... lo siento muchísimo. Sé que todo esto se salió de control, y nunca quise que te lastimaras —dijo Jade con la voz quebrada, evitando la mirada de Isabella.
Isabella, con el brazo inmovilizado y el tobillo apoyado sobre una almohada, suspiró profundamente.
—No fue tu culpa, Jade. Ya te dije que no es tu culpa. Los idiotas que me atacaron fueron los responsables, no tú —respondió Isabella, mirándola directamente.
Jade se quedó en silencio, tragando saliva. Pero Isabella, con una leve sonrisa, añadió:
—Aunque... si realmente quieres que te perdone, vas a tener que hacer algo.
Jade frunció el ceño, confundida. —¿Qué cosa?
Isabella esbozó una sonrisa traviesa. —Bésame.
Jade abrió los ojos de par en par, sorprendida. —¿Aquí? ¿Ahora?
Isabella soltó una risa ligera. —Sí, aquí y ahora. ¿O necesitas una invitación formal?
Jade se inclinó lentamente, todavía insegura, pero cuando sus labios se encontraron con los de Isabella, todo el miedo desapareció. Fue un beso corto pero lleno de sentimientos, y cuando se separaron, Isabella sonrió ampliamente.
—Perdonada —dijo Isabella con un tono juguetón, mientras Jade reía aliviada.
Desde la puerta, Alejandra observaba la escena en silencio, asegurándose de que su hija estuviera bien. Decidió darles un poco de privacidad, cerrando suavemente la puerta antes de regresar con Belén y Liv.
—¿Todo bien? —preguntó Belén, mientras Liv seguía riendo y moviéndose en sus brazos.
—Todo bien. Parece que nuestra Isa está en buenas manos —respondió Alejandra, abrazando a su esposa y besándola en la frente mientras Liv continuaba hablando con su particular manera de decir "mue".
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Dos días más tarde.
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En la sala, Belén y Alejandra estaban sentadas en la alfombra, rodeadas de juguetes y con Liv moviéndose sin parar entre ellas. La pequeña había resultado ser un torbellino de energía, corriendo de un lado a otro y mostrando cada cosa que encontraba con orgullo.
—¡Mira, mami Belén! —exclamó Liv, sosteniendo un peluche al que le había arrancado una oreja accidentalmente.
Belén se echó a reír y se inclinó hacia la pequeña. —¡Liv, pobre conejito! ¿Qué le hiciste?
—¡No sé! ¡Se mue! —dijo Liv, alzando las manos y riendo como si fuera el mejor chiste.
Alejandra, recostada en un cojín, la miraba con amor. La travesura y la inocencia de Liv llenaban la casa de vida. Mientras tanto, Belén arreglaba con paciencia el peluche, haciéndolo "saltar" hacia Liv, quien soltó una carcajada.
—Eres una pequeña terremoto, ¿sabes? —dijo Alejandra, atrapando a Liv cuando intentó correr nuevamente. La levantó en el aire, haciéndola reír a carcajadas.
—¡No terremoto, mamá Ale! ¡Soy un huracán! —respondió Liv, orgullosa de su nueva palabra.
Belén, que observaba la escena con una sonrisa, se inclinó hacia Isabella, quien estaba en el sofá leyendo un libro. Le dio un beso en la frente y le preguntó suavemente:
—¿Todo bien, mi amor? ¿Necesitas algo?
Isabella asintió, aún algo cansada, pero tranquila. —Estoy bien, mami. Gracias.
En ese momento, Liv se detuvo de golpe y miró a Belén con ojos grandes.
—¿Y Ángela? —preguntó con su típica curiosidad infantil.
Belén se acercó, cargándola en brazos y acomodándola en su regazo. —Ángela está trabajando muy duro, mi amor. Pero el próximo mes vendrá de visita.
Los ojos de Liv se iluminaron. —¡¿De verdad?! ¿Me va a traer algo?
Alejandra soltó una carcajada. —Seguro que sí. Ya sabes que Ángela siempre te consiente.
Liv asintió con entusiasmo y luego se bajó de los brazos de Belén para ir a buscar otro juguete.
—¡Le voy a mostrar mi muñeca nueva! —dijo, corriendo hacia su cuarto.
Belén y Alejandra se miraron, compartiendo una sonrisa cómplice.
—No sé cómo esta pequeñita tiene tanta energía —dijo Alejandra, recostándose junto a Belén.
—Yo tampoco, pero definitivamente nos tiene completamente enamoradas —respondió Belén, tomando la mano de su esposa mientras ambas observaban cómo Liv regresaba corriendo con un juguete nuevo para mostrarles.
Belén, con su paciencia infinita, cargó a Liv en sus brazos y le dio un beso en la frente mientras la pequeña jugueteaba con su cabello. Isabella dejó su libro de lado y extendió los brazos hacia su hermana menor.
—Ven acá, terremotito, que quiero abrazarte un rato —dijo Isabella con cariño.
Liv se movió emocionada de los brazos de Belén hacia los de Isabella. Mientras la pequeña se acomodaba, empezó a acariciar a su hermana mayor con suavidad, pero de repente, su expresión cambió por completo.
—¡Isabella está herida! —gritó Liv con pánico, señalando frenéticamente el cuello de Isabella.
Belén y Alejandra se sobresaltaron al escuchar el grito de su hija menor y miraron rápidamente a Isabella, alarmadas. Isabella, confundida al principio, frunció el ceño hasta darse cuenta de lo que Liv señalaba: los chupones en su cuello, cortesía de Jade.
—¡Mami, mami, Isabella está herida aquí! —insistió Liv, señalando con su dedito los moretones oscuros.
Por un segundo, Alejandra y Belén se quedaron congeladas, procesando la situación mientras trataban de no soltar una carcajada nerviosa. Ale fue la primera en reaccionar.
—No, no es una herida, Liv. Es... ¡es un tatuaje invisible! —dijo rápidamente, inventando algo al vuelo.
Belén asintió con entusiasmo, jugando el mismo papel. —Sí, sí, cielo. Isabella tiene tatuajes invisibles que aparecen de repente, pero no duele, ¿verdad, Isa?
Isabella rodó los ojos, incómoda, pero cooperó para no alarmar más a la pequeña. —No duele, Liv, te lo prometo.
La pequeña miró a sus mamás y luego a su hermana con una mezcla de duda y asombro. —¿De verdad? ¿Puedo tener uno también?
Belén rápidamente cambió de tema antes de que la situación se complicara más. —Cuando seas mayor, Liv. Ahora ven, vamos a jugar un rato mientras Isabella descansa, ¿sí?
Liv asintió, aparentemente convencida, aunque murmuraba para sí misma algo sobre querer un "tatuaje invisible". Alejandra y Belén intercambiaron una mirada de alivio antes de echarle una mirada significativa a Isabella, quien simplemente se encogió de hombros con una sonrisa traviesa.
—Esto no se queda así, Isabella —le murmuró Alejandra en tono serio pero con un toque de diversión.
—Yo no hice nada, los "tatuajes invisibles" aparecieron solos —replicó Isabella, divertida, mientras Belén se llevaba a Liv para distraerla con juegos.
Más tarde, después de haber calmado a Liv con juegos y de asegurarse de que estuviera entretenida, Alejandra llamó a Isabella al estudio para tener una charla más seria. Isabella entró algo nerviosa, sabiendo que su mamá mayor no iba a dejar pasar lo de los "tatuajes invisibles" tan fácilmente.
—Siéntate, Isa —dijo Ale, cruzándose de brazos mientras tomaba asiento frente a su hija.
Isabella obedeció, jugueteando con sus manos. —Antes de que digas algo, no fue mi culpa. Jade y yo solo… bueno, nos dejamos llevar.
Ale la miró fijamente, levantando una ceja. —Isabella, entiendo que tienes 15 años y estás explorando tu relación, pero tienes que ser consciente de lo que haces. Especialmente si eso deja "tatuajes" que pueden alarmar a tu hermana pequeña.
Isabella bajó la mirada, sintiéndose culpable. —Lo siento, mami. No quise que Liv se asustara.
Ale suspiró, suavizando su tono. —No se trata solo de Liv. Tienes que pensar en los límites y en las consecuencias, Isa. Sé que Jade es importante para ti, pero todo a su tiempo, ¿entendido?
Isabella asintió. —Entendido. Prometo tener más cuidado.
—Bien. Ahora ve a buscar a Belén. Estoy segura de que también querrá decirte algo.
Isabella salió del estudio y fue a buscar a Belén, quien estaba en la sala revisando unos papeles. Al verla, Belén dejó todo y la hizo sentarse a su lado en el sofá.
—A ver, Isa, cuéntame. ¿Cómo pasó esto? —preguntó Belén con una sonrisa cómplice, señalando su propio cuello en alusión a los chupones de Isabella.
Isabella se sonrojó. —Ya hablamos de eso con Ale. Fue un momento… de pasión.
Belén rio suavemente, pero su tono se mantuvo cálido. —Está bien, no voy a sermonearte como Ale. Solo te voy a dar un consejo: si vas a tener esos "momentos", al menos asegúrate de que no dejen marcas tan visibles.
Isabella parpadeó, sorprendida. —¿Eso es todo lo que vas a decirme?
Belén asintió con una sonrisa. —Claro. Todos cometemos errores al principio, pero aprende de ellos. Si no quieres alarmar a Liv otra vez o ponerte en evidencia con tus mamás, busca formas de que esos "tatuajes" no se noten.
Isabella no pudo evitar reírse. —Eres demasiado relajada, mamá.
—Alguien tiene que balancear a Alejandra —respondió Belén, guiñándole un ojo. Luego la abrazó y le dio un beso en la frente. —Recuerda, siempre puedes hablar conmigo sobre cualquier cosa, ¿de acuerdo?
—De acuerdo. Gracias, mamá.
—Ahora ve a ver a Liv antes de que quiera hacerse un "tatuaje invisible" de verdad —bromeó Belén, haciéndola reír mientras la despedía.
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Era una noche tranquila en casa. Liv ya estaba acostada después de su rutina nocturna, y Belén había bajado al salón, donde encontró a Alejandra sentada en el sofá con el ceño fruncido y una expresión que claramente indicaba que algo no andaba bien.
—¿Qué pasa, mi vida? —preguntó Belén mientras se sentaba a su lado, colocándole una mano en el muslo.
Ale suspiró profundamente, cruzando los brazos. —Isabella.
Belén arqueó una ceja, sin entender del todo. —¿Qué hizo ahora?
—Nada... todavía —respondió Ale, enfatizando la última palabra y lanzándole una mirada preocupada a su esposa. —Pero está en casa de Jade. Solas. ¡Dos noches, Belén! ¡Dos noches!
Belén rio suavemente, tratando de calmarla. —Amor, son novias, no delincuentes. Déjales un poco de espacio.
Ale la miró incrédula, con los ojos bien abiertos. —¿Espacio? ¿De verdad? ¿Sabes lo que significa "espacio" en la casa de Jade? ¡Significa que pueden hacer lo que les dé la gana!
Belén soltó una carcajada, cubriéndose la boca con una mano para no despertar a Liv. —Ale, por favor, no exageres.
—¡No estoy exagerando! —respondió Ale, levantándose del sofá para comenzar a caminar de un lado a otro. —Primero es "oh, solo vamos a ver una película". Luego, "vamos a dormir juntas porque hace frío". Y antes de que te des cuenta, ¡bam! Isabella está embarazada, dejan la escuela, se mudan juntas, y yo termino criando a su bebé porque no saben ni cambiar un pañal.
Belén la observó, conteniendo la risa, pero no pudo evitarlo y estalló. —¡Por Dios, Alejandra! ¡Estás armando una novela completa en tu cabeza!
Ale se detuvo en seco, apuntándola con un dedo. —¡No es gracioso! ¿Tienes idea de lo seria que es esta situación? ¡Nuestra hija tiene 16 años y Jade ya vive sola! ¡Eso es una receta para el desastre!
—Amor —dijo Belén, aún riendo mientras se levantaba para acercarse a ella—, Isabella es responsable. Y aunque Jade viva sola, eso no significa que se estén "condenando" a un futuro terrible.
Ale negó con la cabeza, pasándose una mano por el cabello en señal de frustración. —Tú siempre tan tranquila. ¿Qué pasa si vuelven y nos dicen que van a ser mamás? ¿Eh? ¿Qué hago yo, Belén?
Belén la abrazó, intentando calmarla. —Pues las apoyaremos, como siempre lo hemos hecho. Pero amor, estás saltando a conclusiones. No sabemos qué pasa allá. Quizás solo están hablando, viendo películas o cocinando juntas.
—¿Cocinando? —repitió Ale con escepticismo. —Claro, "cocinando". Seguro que sí.
Belén se mordió el labio para no reírse más, pero no pudo evitar bromear. —¿Y si están "cocinando" algo más? Bueno, eso también está bien.
—¡Belén! —Ale la miró horrorizada, pero Belén rompió a reír, abrazándola más fuerte.
—Amor, escucha. Isabella tiene 16 años, pero no es una niña. Confía en ella, ¿sí? Si algo pasa, ella vendrá a nosotros. Lo importante es que sienta que puede hablar con nosotras de cualquier cosa sin miedo.
Ale dejó escapar otro suspiro profundo, apoyando la cabeza en el hombro de Belén. —Tienes razón... siempre tienes razón.
—Por supuesto que sí —respondió Belén con una sonrisa. —Ahora, deja de torturarte con esos pensamientos y ven a sentarte conmigo.
—Pero si vuelven y hay problemas, te toca a ti hablar con ellas —dijo Ale mientras la seguía al sofá.
Belén rio y besó su frente. —Trato hecho.
Ambas se acomodaron en el sofá, y aunque Ale seguía con algo de preocupación, el toque tranquilizador de Belén logró calmarla. Sabía que, al final del día, podían enfrentar cualquier cosa juntas.
Belén estaba recostada cómodamente en el sofá, con una sonrisa divertida aún en el rostro. —Amor, por favor, relájate —dijo, pasando una mano por el cabello de Ale. —Además, Isabella y Jade no pueden quedar embarazadas. Son dos mujeres.
Ale, que estaba de pie con los brazos cruzados, miró a Belén con seriedad. —Eso es lo que tú crees.
Belén levantó una ceja, confundida. —¿Qué quieres decir con eso?
Ale suspiró y se sentó a su lado, mirándola fijamente. —Belén, no te rías, porque esto es serio. Jade es intersexual.
La sonrisa de Belén se desvaneció de inmediato. —¿Qué? ¿Intersexual?
Ale asintió. —Sí. Lo hemos sabido desde hace un tiempo, pero Isabella no quería que lo comentáramos mucho porque es algo privado de Jade.
Belén se quedó en silencio por un momento, procesando la información. —Entonces… ¿Jade puede...?
Ale completó la frase. —Sí, puede.
Belén parpadeó varias veces, claramente sorprendida. —Bueno… eso cambia las cosas.
—Exacto —dijo Ale, con una mirada que decía "te lo dije". —Por eso estoy tan preocupada. No es solo que estén solas. Es el hecho de que, si no tienen cuidado, podrían meterse en un problema muy grande.
Belén se recostó contra el respaldo del sofá, pasándose una mano por la cara. —Ahora entiendo por qué estás tan alterada.
—No estoy alterada —respondió Ale, aunque su tono decía lo contrario.
Belén dejó escapar un suspiro profundo y volvió a mirar a Ale. —Está bien, amor. ¿Qué propones? ¿Que vayamos corriendo a la casa de Jade y toquemos la puerta para darles una charla de educación sexual en medio de la noche?
Ale negó con la cabeza, aunque por un momento pareció considerar la idea. —No, claro que no. Pero cuando Isabella vuelva, tenemos que hablar con ella. Y quizás también con Jade.
Belén asintió lentamente. —De acuerdo. Pero prometo que la próxima vez que me hagas un comentario así, ¡avísame con un poco más de tacto! —bromeó, aunque su expresión seguía siendo seria.
Ale no pudo evitar sonreír un poco. —No quería alarmarte… bueno, un poco sí. Pero tenía que decírtelo.
Belén se inclinó para besar su frente. —Gracias por confiar en mí, mi vida. Hablaremos con ellas cuando vuelvan. Por ahora, trata de no pensar en el peor escenario posible, ¿sí?
—Lo intentaré —dijo Ale, aunque ambas sabían que le costaría mucho dejar de preocuparse.
Belén volvió a recostarse, abrazando a Ale con fuerza. Ahora compartían la misma preocupación, pero también sabían que juntas podrían manejar lo que viniera.
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Isabella entró al despacho con el ceño fruncido, claramente sospechando que algo se traían entre manos sus madres. Alejandra estaba sentada en su escritorio, con los brazos cruzados y una mirada seria. Belén estaba de pie junto a la ventana, con una postura más relajada, aunque claramente también estaba preparada para una conversación difícil.
—¿Qué hice ahora? —preguntó Isabella con tono cansado, cerrando la puerta detrás de ella.
—Siéntate, por favor —dijo Alejandra, señalando una silla frente a su escritorio.
Isabella rodó los ojos, pero obedeció. —Esto se siente como una intervención.
—No lo es, pero sí queremos hablar contigo sobre algo importante —dijo Belén, girándose para mirarla.
—Si es sobre mis calificaciones, ya les dije que estoy mejorando. Si es por Liv, no fui yo quien la dejó pintar las paredes...
—No es sobre eso, Isabella —la interrumpió Alejandra con un tono firme.
Isabella arqueó una ceja, ahora más intrigada que preocupada. —Entonces, ¿qué?
Belén tomó aire y se cruzó de brazos. —Queremos hablar sobre tu relación con Jade.
La cara de Isabella pasó de la confusión al entendimiento en un instante. Dejó escapar un suspiro largo y se reclinó en la silla. —Oh, ya entendí. Quieren saber si… ya saben.
Alejandra apretó los labios, pero asintió. —Sí. Queremos saber si ya han tenido relaciones.
Isabella los miró fijamente por unos segundos antes de responder, cruzándose de brazos. —Sí, lo hicimos.
Alejandra y Belén intercambiaron miradas, sorprendidas por la franqueza de su hija.
—¿Y fue consensuado? —preguntó Alejandra rápidamente, con una nota de preocupación en su voz.
Isabella bufó. —Obvio, mamá. ¿Creen que me obligaría? Soy perfectamente capaz de decir que no si no quiero.
—Está bien, está bien —dijo Belén, levantando las manos en señal de calma. —Solo teníamos que preguntar.
—¿Usaron protección? —preguntó Alejandra, y Belén la miró con una mezcla de incredulidad y resignación.
Isabella dejó escapar un resoplido y se inclinó hacia adelante. —Por supuesto que sí. No soy estúpida. Usamos preservativos. Jade es súper cuidadosa con eso.
Alejandra asintió lentamente, aunque seguía teniendo una expresión seria. —Eso es bueno, Isabella. Pero quiero que entiendas algo. Esto no es solo sobre prevenir embarazos o enfermedades. También es sobre las emociones y las responsabilidades que vienen con esto.
—Lo sé, mamá —respondió Isabella, ahora con un tono más suave. —Sé que es algo serio, y no lo tomamos a la ligera. Pero confío en Jade, y ella confía en mí.
Belén intervino, caminando hacia Isabella. —No estamos aquí para juzgarte, Isa. Solo queremos asegurarnos de que estés segura, tanto física como emocionalmente.
Isabella asintió. —Lo estoy. De verdad. Jade y yo hablamos mucho antes de hacerlo.
Alejandra suspiró, su postura relajándose un poco. —Bien. Solo queremos que sepas que siempre puedes venir a nosotras si tienes dudas o necesitas hablar.
Isabella sonrió ligeramente. —Gracias, pero estoy bien. Y dejen de preocuparse tanto. No voy a salir corriendo a embarazarme ni nada por el estilo.
Belén no pudo evitar reírse un poco, rompiendo la tensión. —Bueno, eso es un alivio.
Alejandra sacudió la cabeza con una pequeña sonrisa. —Está bien, Isa. Puedes irte.
Isabella se levantó y, antes de salir, miró a sus madres. —Gracias por preocuparse, pero en serio, estoy bien.
Cuando la puerta se cerró, Belén miró a Alejandra con una ceja levantada. —Bueno, eso fue… directo.
—Demasiado directo —murmuró Alejandra, frotándose las sienes.
Belén se acercó y la abrazó. —Nuestra hija está creciendo, Ale. Tendremos que acostumbrarnos.
—No estoy segura de si quiero acostumbrarme —respondió Alejandra con un suspiro, pero se permitió relajarse en el abrazo de Belén.
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Hola, va a ver parte dos.
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