Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

6

Holaaa

-----

Narrador.

Alejandra estaba en su departamento, sentada en el sofá, mirando el celular en sus manos. No sabía qué hacer. Habían pasado varios días desde la última vez que había visto o hablado con Belén, y cada vez que se cruzaban en una reunión, ella la evitaba. Ni siquiera la miraba a los ojos. Eso la estaba destrozando más de lo que había anticipado. No entendía por qué le dolía tanto, si en realidad ni siquiera estaban en una relación. No deberían ser más que simples amigas, pero algo en su interior no dejaba de darle vueltas a la situación. Algo no encajaba.

Con el corazón algo pesado, Alejandra decidió llamar a Pau. Necesitaba hablar con alguien, contarle lo que sentía, aunque temía que se burlara de ella. Pero no podía seguir callando lo que le estaba pasando, necesitaba desahogarse.

—¿Pau? —dijo con voz temblorosa, como si ya supiera que se estaba metiendo en algo complicado.

Pau contestó rápidamente, su tono de voz lleno de curiosidad.

—¡Alejandra! ¿Cómo estás? ¿Qué pasa? No me habías llamado en días, ¿todo bien?

—No, no estoy bien —respondió Alejandra sin rodeos—. Es sobre Belén… ¿Sabes? No sé qué hacer, Pau. Me está ignorando, me evita, no sé por qué, pero me está doliendo mucho.

Pau se quedó en silencio por un momento, como si estuviera procesando lo que Alejandra le estaba diciendo. Luego, con un tono burlón, comenzó a hablar.

—¡Oh, Dios! Alejandra… ¿te estás enamorando? ¡Eso no lo puedo creer!

Alejandra frunció el ceño, incómoda.

—No… ¡No estoy enamorada de ella! —protestó rápidamente, intentando negar lo que parecía ser obvio—. Solo… me duele que me evite, eso es todo. No me gusta que me ignore, no tiene sentido.

Pau no pudo evitar reírse ligeramente.

—Claro, claro… "No estás enamorada". ¿Y entonces por qué te duele tanto? Vamos, Ale, no te hagas la tonta. Sabes que no puedes esconderlo.

En ese momento, Daniela se unió a la llamada, como siempre, interviniendo con su tono calmado y algo perspicaz.

—¿Qué pasa, Alejandra? —dijo Daniela, con una voz suave pero firme—. Pau está molestándote, ¿verdad?

Alejandra suspiró, cansada de defender lo que sentía. Ya no podía negar lo que estaba pasando.

—Es que no lo entiendo, Dani. Ella me está ignorando, y no sé por qué. Me duele, me siento mal. Pero no quiero ser esa persona, no quiero estar pensando que estoy enamorada de ella. No quiero volver a caer en eso, no quiero ser vulnerable otra vez. ¿Qué si no me corresponde?

Daniela, aunque sabía que Pau bromeaba, tomó un tono más serio.

—Lo primero que tienes que hacer, Alejandra, es ser honesta contigo misma. Si no estás enamorada de ella, entonces no te dolería tanto. Pero si lo estás, ¿por qué no aceptarlo? Todos tenemos miedo a sufrir, pero no puedes vivir en negación. Eso solo te va a hacer más daño.

Pau intervino de nuevo, pero esta vez con un tono un poco más suave.

—Lo que dice Dani es cierto. A veces, lo mejor es enfrentar lo que sentimos, aunque nos dé miedo. Si te duele es porque significa algo para ti, y si te sigue doliendo, tal vez es hora de hacer algo al respecto.

Alejandra se quedó en silencio, asimilando las palabras de sus hermanas. ¿Realmente estaba enamorada de Belén? No quería pensar en eso. No quería ponerle esa etiqueta. Pero la verdad era que, cada vez que la veía, algo en su pecho latía más rápido, y la idea de perderla le causaba un dolor más fuerte del que estaba dispuesta a admitir.

—No sé si estoy preparada para eso —dijo Alejandra finalmente, con un suspiro—. No sé si puedo volver a arriesgarme, después de todo lo que me pasó con Sofía… No quiero que me hagan daño otra vez.

Daniela la comprendió perfectamente. Sabía lo que había sufrido, lo que había vivido con Sofía, y entendía su miedo.

—Alejandra, ninguna relación es igual a la anterior. No todo el mundo te va a lastimar como Sofía lo hizo. Lo que importa es que esta vez, tú tienes control. Tienes que decidir si quieres abrirte a alguien más, si estás dispuesta a correr ese riesgo de nuevo.

Pau, a pesar de sus bromas, también estaba siendo seria ahora.

—No te voy a decir lo que tienes que hacer, Ale. Pero lo que te puedo decir es que no dejes que el miedo controle tu vida. Si sigues escondiendo lo que sientes, te vas a perder lo que podría ser algo bueno. Puede que Belén también sienta lo mismo, no lo sabemos. Y si no es así, al menos sabrás que lo intentaste.

Alejandra se quedó callada, sus pensamientos desordenados. Las palabras de sus hermanas la hicieron pensar profundamente. Tal vez, solo tal vez, Belén no la estaba evitando por algo malo. Tal vez todo esto solo era una reacción al miedo, al miedo de lo que ambas pudieran llegar a significar la una para la otra.

—Está bien —dijo finalmente, con un suspiro resignado—. Supongo que no puedo seguir negando lo que siento. Pero si Belén no quiere nada, no voy a insistir. No quiero presionarla.

Pau asintió, aunque podía escuchar la preocupación en su voz.

—Lo importante es que sigas siendo honesta contigo misma. Si te duele, no lo ignores, Ale. Solo asegúrate de que lo que hagas es lo que realmente quieres.

Alejandra asintió, aunque todavía no sabía qué hacer. Por primera vez en mucho tiempo, se permitió pensar en lo que realmente quería, sin miedo a las consecuencias.

—Gracias, chicas —dijo con una sonrisa triste—. A veces solo necesito escuchar otro punto de vista.

—Ya sabes que siempre estaremos aquí para ti —respondió Daniela con dulzura.

La llamada terminó, pero el peso en el corazón de Alejandra no se disipó por completo. Sin embargo, algo había cambiado en su mente. Tal vez, solo tal vez, podría ser valiente de nuevo. Podría enfrentar sus sentimientos y dejar de huir. Porque lo que sentía por Belén no podía seguir siendo un secreto, ni para ella misma ni para la mujer que ocupaba sus pensamientos.

Alejandra tomó su celular con las manos temblorosas, respiró hondo y comenzó a escribir. Sabía que lo que estaba a punto de hacer no sería fácil, pero no podía seguir viviendo en la incertidumbre, sin saber qué estaba pasando entre ellas. Después de la llamada con sus hermanas, sentía que tenía que ser valiente, que necesitaba cerrar este ciclo de dolor y confusión.

Escribió con el corazón en la garganta:

"Belén, ¿podemos vernos? Necesito hablar contigo. Por favor."

Al poco tiempo, vio que Belén había leído el mensaje. No pasó mucho antes de que su respuesta llegara:

"Está bien. Nos vemos en media hora."

Alejandra sintió un nudo en el estómago al leer su respuesta. No sabía si lo que sentía era nervios o anticipación, pero sabía que era el momento de enfrentar la verdad, sin más rodeos.

Cuando se encontraron en el pequeño parque donde habían decidido verse, el aire fresco de la tarde parecía ser el único alivio ante la tensión palpable entre ellas. Alejandra observó a Belén, que se veía diferente. Su mirada evitaba la de Alejandra, y había algo en su postura que delataba su incomodidad.

—¿Qué está pasando, Belén? —preguntó Alejandra directamente, sin rodeos. No podía soportar más el silencio ni las evasivas. Necesitaba entender qué pasaba en la cabeza de la mujer que había comenzado a ocupar todos sus pensamientos.

Belén se mordió el labio, claramente incómoda. Dio un paso atrás y cruzó los brazos, como si se protegiera de algo que no quería enfrentar.

—No pasa nada, Alejandra —respondió con una voz más apagada de lo usual. Pero Alejandra no estaba dispuesta a dejarlo pasar.

—No me mientas. ¿Por qué me evitas? ¿Por qué me estás ignorando? Me dolió mucho que ni siquiera me miraras la última vez que nos vimos. No entiendo qué cambió, Belén.

Belén cerró los ojos por un momento, como si se estuviera preparando para algo difícil de decir. Finalmente, con un suspiro, lo soltó.

—Es que... después de lo del otro día... siento que no puedo mirarte a la cara. Siento que te fallé, Alejandra. Se supone que soy la que debe ayudar a las personas a salir del alcohol, la que debe ser un ejemplo, pero después de lo que pasó... no sé qué hacer. ¿Cómo puedo ser esa persona para ti si caí en esa recaída?

Alejandra la miró en silencio, procesando sus palabras. No esperaba esa confesión. Creía que Belén la estaba evitando por otro motivo, no por sentir culpa. Pero, en cierto modo, eso la hizo sentirse más conectada con ella, porque entendía lo que Belén sentía.

—No tienes que ser perfecta, Belén —respondió Alejandra suavemente. Se acercó un paso más, mirando a los ojos a la mujer frente a ella—. Nadie lo es. Lo que pasa entre nosotras no tiene que ver con que seas o no un ejemplo para los demás. Yo... yo no te estoy juzgando por tus recaídas. Tampoco quiero que me evites por eso.

Belén parecía luchar consigo misma, como si sus emociones estuvieran a punto de desbordarse. Después de un largo silencio, habló de nuevo.

—No lo entiendes, Alejandra... Yo siempre he sido la que da consejos, la que intenta ayudar a los demás. Pero al final soy yo la que no puede seguir mis propios principios. Y me da miedo. Me da miedo que eso te decepcione, que te haga pensar que no soy lo que tú crees que soy.

Alejandra respiró hondo, sus ojos fijos en los de Belén. Sabía que había algo más allá de la culpa que Belén estaba sintiendo. Podía ver el miedo en sus ojos, el temor de no ser suficiente, el temor a no estar a la altura de las expectativas.

—Escúchame, Belén. Yo no te estoy pidiendo que seas perfecta. Solo te pido que seas sincera conmigo. Lo que pasó entre nosotras, lo que hicimos, no fue un error, no fue algo que debas arrepentir. Pero necesitamos ser honestas, y si estás evitando hablar conmigo porque crees que no soy capaz de comprender lo que sientes, eso es lo que más me duele.

Las palabras de Alejandra parecían llegar más profundo de lo que esperaba, y Belén finalmente la miró a los ojos. Se notaba que su guardia se estaba cayendo, que estaba dispuesta a dejar de cargar sola con el peso de su culpa.

—No quiero perderte, Alejandra —susurró Belén, su voz temblando, como si ya no pudiera contener más lo que sentía. Alejandra la miró fijamente, sin poder ocultar la pequeña chispa de esperanza que se encendía en su pecho.

—Entonces, no lo hagas. No me pierdas por algo que no tiene que ver con nosotras. No vamos a ser perfectas, pero eso no significa que no podamos intentarlo.

Belén cerró los ojos, como si estuviera procesando lo que Alejandra le estaba diciendo. Sabía que había muchas cosas por resolver, muchas barreras que aún necesitaban ser superadas, pero, por un momento, sentía que la conversación las había acercado más que nunca.

Alejandra tomó una respiración profunda y, con una sonrisa débil, continuó:

—Podemos empezar de nuevo, si quieres. No sé si lo que siento por ti tiene un futuro, no sé qué vamos a hacer con todo esto. Pero lo que sí sé es que quiero intentarlo. Quiero que seas parte de mi vida, Belén. No voy a dejar que el miedo nos separe.

Belén la miró sorprendida, con los ojos llenos de emoción, pero también de incertidumbre. Sin embargo, una pequeña sonrisa se asomó en sus labios, como si, por primera vez en mucho tiempo, tuviera la esperanza de que las cosas podían mejorar.

—Gracias, Alejandra —dijo en voz baja—. No sé si estoy lista para esto, pero quiero intentarlo también. Porque tú... tú me haces querer ser mejor.

Alejandra no pudo evitar sonreír con ternura, su corazón latiendo más rápido que nunca. Sabía que el camino que tenían por delante no sería fácil, pero al menos ahora había una oportunidad para sanar, para construir algo real. Y, por primera vez en mucho tiempo, sentía que valía la pena luchar por ello.

Belén se acomodó el cabello tras la oreja mientras miraba a Alejandra con una pequeña sonrisa.

—Hay una fiesta esta noche, con unos amigos míos. ¿Por qué no vienes? Podría ser divertido.

Alejandra levantó la ceja, dudosa.

—¿Una fiesta? Belén, sabes que no estoy en mi mejor momento para rodearme de alcohol. No quiero caer otra vez...

Belén negó con la cabeza rápidamente, dando un paso hacia Alejandra, como si quisiera tranquilizarla.

—No vamos a beber, Ale. Te lo prometo. Nos cuidaremos mutuamente. Si en algún momento te sientes incómoda, nos vamos. Pero creo que te haría bien salir un poco, relajarte, conocer gente nueva.

Alejandra la miró fijamente, tratando de encontrar alguna señal de duda en sus palabras, pero no la había. Belén hablaba en serio, y eso hizo que algo dentro de ella se suavizara.

—No sé... —dijo Alejandra, jugando con las mangas de su sudadera—. Suena tentador, pero...

Belén se cruzó de brazos, fingiendo estar molesta, aunque una sonrisa traviesa se asomaba en sus labios.

—Nada de peros. Vamos, Ale. Será divertido, y estaré contigo todo el tiempo. No voy a dejar que nada te pase.

Alejandra soltó un suspiro y finalmente asintió, aunque todavía algo reacia.

—Está bien, pero solo porque prometes que nos cuidaremos. Si veo una sola gota de alcohol cerca, me largo.

Belén sonrió ampliamente, casi triunfante.

—¡Perfecto! Entonces... —hizo una pausa y miró a Alejandra de arriba abajo, analizándola con ojo crítico—. ¿Qué piensas ponerte?

Alejandra parpadeó, confundida.

—No sé, supongo que algo de mi casa...

Belén negó con la cabeza, deteniéndola antes de que pudiera continuar.

—Ni lo pienses. Tengo un montón de ropa aquí. Te voy a prestar algo.

Alejandra puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar reír.

—Belén, no soy buena eligiendo ropa. Además, no quiero parecer algo que no soy.

Belén se acercó y le puso una mano en el hombro, guiándola hacia su habitación.

—Confía en mí, Ale. Sé exactamente lo que te quedará bien. No tienes que preocuparte por nada.

Alejandra dejó que Belén la llevara, todavía insegura, pero al mismo tiempo disfrutando de la energía que irradiaba la otra mujer. Mientras Belén abría su armario y empezaba a sacar opciones, Alejandra no pudo evitar fijarse en lo cómoda que Belén se veía en su propio espacio, como si todo lo que hiciera tuviera un toque de naturalidad y calidez.

—Aquí está. —Belén le extendió un conjunto sencillo pero elegante: unos jeans oscuros ajustados y una blusa negra de tirantes que tenía detalles de encaje.

Alejandra miró la ropa, luego a Belén, y arqueó una ceja.

—¿De verdad crees que esto es mi estilo?

Belén le guiñó un ojo.

—Quizá no sea tu estilo, pero confía en mí, te verás increíble.

Alejandra tomó el conjunto, suspirando resignada.

—Está bien, pero si me veo ridícula, será tu culpa.

Belén soltó una carcajada y se sentó en el borde de la cama mientras esperaba que Alejandra se cambiara.

—No te preocupes, Ale. Nadie podría verse ridícula con mi ropa.

Mientras Alejandra entraba al baño para cambiarse, se sorprendió al mirarse en el espejo. La ropa de Belén le quedaba mejor de lo que esperaba, y no podía evitar sonrojarse un poco al pensar en la sonrisa aprobatoria que seguramente recibiría de Belén.

Cuando salió, Belén la miró de arriba abajo y sonrió con satisfacción.

—¿Ves? Te dije que te verías increíble.

Alejandra se cruzó de brazos, fingiendo estar molesta, aunque en realidad se sentía halagada.

—Está bien, admito que no está mal.

Belén se levantó, tomó su chaqueta y le lanzó una a Alejandra.

—Perfecto. Entonces vámonos antes de que cambies de opinión.

Mientras salían juntas hacia la fiesta, Alejandra no pudo evitar sentirse agradecida por la insistencia de Belén. Tal vez, solo tal vez, esta noche sería el comienzo de algo nuevo para ambas.

La música vibraba por toda la casa, y las risas y conversaciones llenaban cada rincón. Alejandra, aunque al principio estaba algo incómoda, había logrado encajar con el grupo de amigos de Belén. Algunos la reconocieron por su tiempo en la banda, y no faltaron los comentarios emocionados sobre sus presentaciones pasadas. Belén parecía feliz de verla relajarse un poco, y Alejandra incluso llegó a reír con algunos de los comentarios de los presentes.

En algún momento de la noche, un chico alto y robusto, con demasiada confianza en sí mismo, se le acercó. Desde el primer momento, Alejandra notó su actitud arrogante, pero decidió mantenerse tranquila.

—Tú debes ser Alejandra, ¿verdad? —dijo el chico con una sonrisa que pretendía ser encantadora, pero que a Ale le pareció más molesta que otra cosa—. Te vi en los medios hace tiempo. ¿Quién diría que estaría frente a una estrella como tú?

Alejandra asintió, intentando ser cortés.

—Sí, soy yo. Mucho gusto.

El chico se inclinó un poco más hacia ella, invadiendo su espacio personal.

—He oído cosas interesantes sobre ti. Divorciada, ¿no? Qué desperdicio, una mujer como tú sola. Aunque supongo que eso me deja una oportunidad, ¿no crees?

Alejandra frunció el ceño y dio un paso atrás.

—Disculpa, pero no estoy interesada.

El chico no pareció inmutarse por su rechazo.

—Venga, no seas así. Debe ser difícil estar sola después de tanto tiempo. Yo podría ayudarte con eso, ¿sabes? —dijo con un tono sugerente que hizo que Alejandra sintiera náuseas.

Ella lo miró con seriedad, intentando mantener la calma.

—Te pido que me respetes. No estoy buscando nada y mucho menos contigo.

El chico soltó una carcajada y se cruzó de brazos, claramente disfrutando de incomodarla.

—Oh, vamos. No tienes que hacerte la difícil conmigo. Sé cómo tratar a una mujer como tú.

Alejandra buscó con la mirada a Belén, esperando que estuviera cerca para ayudarla a salir de la situación. Finalmente la vio al otro lado del salón, riendo y conversando con un par de chicos. Algo dentro de ella se revolvió al verla tan cómoda, como si no notara lo que estaba ocurriendo.

El chico continuó con sus comentarios, cada vez más vulgares.

—Sabes, siempre me han gustado las mujeres con experiencia. Apuesto a que tú…

—¡Basta! —lo interrumpió Alejandra con firmeza, levantándose de su asiento.

El chico arqueó una ceja, pero antes de que pudiera decir algo más, Alejandra salió del salón, caminando rápidamente hacia el balcón más cercano. Necesitaba aire.

Cuando llegó al balcón, se apoyó en la barandilla y cerró los ojos, tratando de calmarse. El frío de la noche la golpeó, ayudándola a despejar su mente, pero la rabia y la incomodidad seguían presentes. No entendía por qué la actitud de ese hombre la había afectado tanto, ni por qué Belén no había notado nada.

Dentro de la casa, Belén vio cómo Alejandra se levantaba y salía apresuradamente. Algo en su expresión le hizo darse cuenta de que algo estaba mal. Giró la cabeza y vio al chico que había estado hablando con Ale, con una sonrisa burlona en el rostro.

—¿Qué le dijiste? —preguntó Belén, acercándose a él con el ceño fruncido.

El chico levantó las manos en un gesto defensivo.

—Nada que no quisiera oír. Solo estaba siendo amable.

Belén lo miró con desdén, cruzándose de brazos.

—Amable, mis narices. Sabes que no está interesada, así que ubícate y déjala en paz.

El chico bufó y se alejó, murmurando algo por lo bajo. Belén no le dio importancia y salió rápidamente al balcón.

Cuando abrió la puerta, encontró a Alejandra mirando al horizonte, con los brazos cruzados y una expresión mezcla de enojo y tristeza.

—Ale, ¿estás bien? —preguntó Belén con suavidad, acercándose lentamente.

Alejandra no respondió de inmediato. Mantuvo la mirada fija en el horizonte antes de finalmente suspirar.

—¿Por qué lo hiciste? —dijo sin mirarla.

Belén frunció el ceño, confundida.

—¿Hacer qué?

Alejandra giró la cabeza para mirarla, sus ojos llenos de frustración.

—Me trajiste aquí. Dijiste que estaríamos bien, que nos cuidaríamos mutuamente. ¿Y dónde estabas cuando ese imbécil no paraba de decirme cosas asquerosas?

Belén abrió los ojos con sorpresa y culpa.

—Ale, lo siento. No sabía que eso estaba pasando. Estaba al otro lado del salón, no lo vi…

Alejandra negó con la cabeza, volviendo a mirar al horizonte.

—No importa. Ya pasó.

Belén dio un paso más cerca, bajando la voz.

—Sí importa, Ale. No debí dejarte sola. Ese tipo es un idiota, y lo dejé claro antes de venir aquí contigo. Pero quiero que sepas que no voy a permitir que nadie te haga sentir así otra vez.

Alejandra finalmente la miró, sus ojos suavizándose un poco.

—Está bien. Solo... no quiero pasar por algo así de nuevo.

Belén asintió con determinación.

—No lo harás. Te lo prometo.

Ambas se quedaron en silencio por un momento, dejando que la brisa fría las envolviera, como si necesitara enfriar el ambiente. Finalmente, Belén extendió una mano.

—¿Volvemos? O, si prefieres, podemos irnos. Tú decides.

Alejandra dudó por un momento antes de tomar la mano de Belén.

—Vámonos.

Belén sonrió suavemente y asintió.

—Como tú quieras.

Estaban por irse cuando....

El aire en la fiesta cambió de repente cuando alguien anunció que el karaoke estaba por empezar. Las risas y las conversaciones bajaron de intensidad, dando paso a una atmósfera más relajada y expectante. Alejandra se alistaba para irse, pero Belén, con los ojos iluminados por la emoción, no tardó en cambiar los planes.

—¡Es karaoke, Ale! —dijo, agarrando suavemente su brazo con una sonrisa de súplica—. Por favor, canta conmigo. Solo una canción.

Alejandra levantó una ceja y cruzó los brazos, negando de inmediato.

—Ni loca, Belén. Ya tengo suficiente con los escenarios en los conciertos, no necesito otro frente a gente borracha.

Belén infló las mejillas como una niña pequeña, un gesto que siempre hacía cuando quería algo con desesperación.

—¡Vamos! Prometo que no será tan malo. Además, esto no es un concierto, es solo por diversión.

Ale negó con una leve risa.

—No, gracias. Prefiero ver cómo haces el ridículo tú sola.

Belén no insistió más, pero con la misma energía que la caracterizaba, subió al pequeño escenario improvisado y tomó el micrófono. La música comenzó a sonar, y Alejandra inmediatamente reconoció la melodía de “Segundos Platos” de Morat. No pudo evitar sonreír al ver cómo Belén se movía al ritmo de la música, claramente disfrutando cada segundo.

Aunque no era la mejor cantante del mundo, Belén se defendía, y su voz dulce y segura hacía que muchos en la fiesta comenzaran a tararear o cantar con ella. Sin embargo, Belén tenía otro objetivo en mente. Desde el escenario, buscó a Alejandra con la mirada, y al encontrarla, la señaló con el dedo mientras seguía cantando.

Ale negó con la cabeza y se cruzó de brazos, riendo.

—Ni lo pienses, Belén.

Pero Belén no desistió. Con una sonrisa traviesa, extendió una mano hacia ella y le hizo señas para que subiera.

—¡Vamos, Ale! Es solo una canción. No me dejes sola.

La gente comenzó a animar y aplaudir, coreando el nombre de Alejandra como si fuera una celebridad a punto de dar un espectáculo. Ale miró a su alrededor, un poco avergonzada, y suspiró resignada.

—¡Está bien, está bien! Pero solo porque no quiero que sigan gritando.

Subió al escenario, y Belén le ofreció otro micrófono con una sonrisa triunfante. La canción continuó, y cuando llegó el estribillo, Belén, con una sonrisa más suave esta vez, cantó directamente hacia Ale:

—“Y volverás a sentir mariposas, a que un mensaje te ponga nerviosa y yo, volveré a enamorarte…”

Los ojos de Belén se clavaron en los de Alejandra mientras cantaba, y por un instante, todo pareció detenerse. Ale sintió cómo su corazón se aceleraba, y una sensación extraña, casi inexplicable, la invadió. De repente, el deseo de besar a Belén fue tan fuerte que tuvo que apartar la mirada, luchando por mantener la compostura.

Cuando llegó el turno de Ale, tomó el micrófono y, con una voz que comenzaba tímida pero ganaba fuerza con cada palabra, cantó:

—“Volveré solo cuando estés lista, será un amor a segunda vista, y yo, yo volveré a enamorarte…”

Belén la miraba con una mezcla de sorpresa y algo más que Alejandra no podía descifrar del todo. La conexión entre ambas era palpable, y aunque estaban rodeadas de personas, en ese momento parecía que solo existían ellas dos.

La canción continuó, y ambas cantaban con más emoción con cada verso. Cuando llegó el final, Belén tomó la iniciativa y cantó con una voz cargada de sentimiento:

—“Porque no quiero estar ahí cuando tú llores, lágrimas nuevas pero de viejos amores…”

Alejandra la miró, conmovida por la intensidad en la voz de Belén. Cuando fue su turno, cerró los ojos por un momento, dejando que las palabras fluyeran desde lo más profundo de su corazón:

—“Y que el recuerdo de alguien más riegue mis flores…”

El público estalló en aplausos y vítores cuando terminaron, pero Ale y Belén apenas lo notaron. Ambas se quedaron de pie en el escenario, mirándose con una intensidad que decía mucho más de lo que cualquiera de las dos se atrevía a admitir. Finalmente, Belén rompió el silencio con una sonrisa.

—¿Ves? No estuvo tan mal.

Alejandra dejó escapar una leve risa y negó con la cabeza.

—No, no estuvo tan mal.

Bajaron del escenario juntas, y aunque la fiesta continuaba a su alrededor, Ale no podía dejar de pensar en lo que había sentido durante la canción. Quizás había algo más en todo esto. Algo que no estaba lista para admitir todavía.

La risa de ambas llenaba el aire mientras caminaban alejándose de la fiesta. Belén seguía emocionada, todavía sintiendo la adrenalina del karaoke.

—De verdad, Ale, lo hiciste genial. No sabía que aparte de tocar el bajo también podías cantar.

—No exageres, Belén. Apenas me defendí —respondió Alejandra, rodando los ojos, aunque una pequeña sonrisa traicionaba su aparente indiferencia.

Belén se detuvo de repente, girándose para mirarla directamente.

—No, hablo en serio. Estuvo increíble. Y gracias por subir conmigo, me hubiera muerto de los nervios si cantaba sola.

—Sí, claro, porque tú eres la reina de la confianza —bromeó Ale, empujándola suavemente con el hombro.

Ambas se echaron a reír, pero Belén pronto cambió el tono de su voz.

—Por cierto, quiero pedirte disculpas otra vez por lo del idiota de antes. No debí dejarte sola ni por un segundo.

Ale negó con la cabeza, restándole importancia al asunto.

—Ya te dije que no pasa nada, Belén. Estoy acostumbrada a lidiar con gente así.

Belén frunció el ceño, deteniéndose de nuevo y obligando a Ale a mirarla.

—No, Ale. Sí pasa. Esas cosas no deberían pasarte, y no voy a permitir que vuelvan a ocurrir. La próxima vez que vayamos a algún lado juntas, estaré a tu lado todo el tiempo, lo prometo.

La sinceridad en su voz hizo que Alejandra sintiera un nudo en el estómago, pero lo disimuló con una sonrisa ligera.

—Está bien, Belén. Te creo.

Continuaron caminando, hablando de la fiesta, de las personas que conocieron y de lo divertido que había sido el karaoke. Sin darse cuenta, llegaron al edificio de Alejandra. Se detuvieron frente a la puerta, y el ambiente entre ellas cambió ligeramente, volviéndose más íntimo.

—Bueno, supongo que aquí te dejo —dijo Belén, aunque no hizo ningún movimiento para irse.

Ale miró la puerta del edificio y luego a Belén.

—Sí... supongo que sí.

Un incómodo pero a la vez cálido silencio se instaló entre ellas. Alejandra metió las manos en los bolsillos de la chaqueta que Belén le había prestado, sintiéndose repentinamente más nerviosa de lo habitual.

—Oye, gracias por prestarme la ropa. Te la devolveré pronto.

Belén sonrió, encogiéndose de hombros.

—No hay prisa. Te queda muy bien, de todas formas. Podrías quedártela si quisieras.

Ale negó con la cabeza, sonriendo.

—No, no puedo hacer eso. Seguro que esta chaqueta es una de tus favoritas.

—Quizás lo sea, pero creo que te queda mejor a ti —dijo Belén con un tono juguetón que hizo que Ale se sonrojara levemente.

Cuando Ale se giró hacia la puerta, Belén la detuvo.

—Oye, ¿y si...?

—¿Si qué?

Belén pareció titubear por un segundo, pero rápidamente cambió de tema.

—Nada, olvídalo. Solo quería decir que me divertí mucho esta noche.

Ale asintió, dándose cuenta de que tampoco quería que la noche terminara.

—Yo también me divertí. Gracias por invitarme.

Ambas se quedaron ahí, frente a la puerta, intercambiando palabras triviales que inevitablemente llevaban a más conversación. Hablaban del karaoke, de la música, de la banda de Ale, de cualquier cosa que les sirviera como excusa para alargar la despedida. Cada vez que Ale hacía el amago de subir las escaleras, Belén sacaba un nuevo tema, y Ale, aunque no lo admitía, estaba encantada de quedarse un poco más.

—¿Y si nos vemos pronto? —dijo Belén finalmente, rompiendo el ciclo.

—Claro, cuando quieras.

—Genial. Bueno, ahora sí te dejo. Buenas noches, Ale.

—Buenas noches, Belén.

Alejandra se giró finalmente hacia la puerta, pero antes de entrar, miró hacia atrás, donde Belén todavía estaba parada, observándola con una sonrisa. Ale no pudo evitar devolverle la sonrisa antes de entrar, sintiendo cómo su corazón latía más rápido de lo que debería.

Mientras subía las escaleras hacia su departamento, no podía dejar de pensar en lo mucho que le había costado despedirse de Belén. Algo dentro de ella sabía que esas conversaciones interminables significaban más de lo que estaba dispuesta a aceptar.

------

Holaaaa

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro