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33

Holaaa.

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Las chicas se fueron de luna de miel a muchos lugares.

2 semanas a Barcelona.

1 semana a argentina.

1 semana en Dubai.

Y ahora les tocaba volver.

Cuando Alejandra y Belén salieron de la zona de llegadas del aeropuerto, las risas comenzaron de inmediato. Paulina y Daniela, junto con sus respectivas parejas, Valentín y Hanna, no pudieron contenerse al ver que Ale cojeaba ligeramente mientras intentaba mantener una postura digna al lado de Belén, quien tenía una sonrisa traviesa en el rostro.

—¡Bueno, bueno! —exclamó Paulina, llevándose una mano a la boca para no reír más fuerte—. Parece que la luna de miel fue… intensa.

Daniela no tardó en añadir, cruzándose de brazos con una sonrisa pícara. —¿Todo bien, hermanita? ¿O necesitamos una silla de ruedas para que puedas regresar a casa?

—¡Ja, ja, muy graciosas! —respondió Ale, rodando los ojos aunque no pudo evitar sonreír—. ¿Qué quieren que les diga? Belén no me dejó descansar ni un segundo.

—¡Oye! —Belén fingió indignación, aunque la diversión en su rostro era evidente—. Tú fuiste la que pidió "intensidad", así que no te quejes ahora.

Las risas se hicieron más fuertes, especialmente de Hanna, quien se inclinó hacia Paulina para murmurar algo, lo que provocó que su esposa riera aún más. Mientras tanto, Isabella, quien estaba jugando con Olivia cerca de las sillas de espera, no entendía de qué se trataba el alboroto.

—¿Por qué todos se ríen? —preguntó Isabella, acercándose corriendo a sus mamás con una sonrisa. Olivia, aún más pequeña, simplemente los miraba curiosa desde lejos.

—Nada importante, Isa —respondió Belén mientras se agachaba para abrazarla.

Isabella, ignorando la respuesta, corrió a los brazos de Ale, quien la recibió con un poco de esfuerzo debido a su evidente cansancio. —¡Te extrañé tanto, mamá!

—Yo también, mi niña —dijo Ale, acariciándole el cabello y dándole un beso en la frente—. ¿Te portaste bien con tus tías?

—Siempre me porto bien —respondió Isabella con una sonrisa traviesa, antes de señalar a Olivia—. Estuve cuidando a Olivia. ¡Es muy divertida!

Paulina rió desde el fondo. —Es verdad, Isa se ha convertido en toda una niñera profesional. Quizá deberías contratarla cuando decidan agrandar la familia.

Belén arqueó una ceja, mirando a Ale de reojo, quien simplemente sonrió con complicidad. —Bueno, eso todavía está en pausa hasta después de la luna de miel oficial —comentó Ale, haciendo que todos rieran de nuevo.

Daniela abrazó a su hermana, sacudiendo la cabeza con una sonrisa. —Qué gusto verlas de vuelta, aunque no sé cómo sobreviviste a Belén. Se nota que ella no se anda con juegos.

—¡Y no lo haré nunca! —respondió Belén con orgullo, rodeando la cintura de Ale con un brazo mientras Isabella seguía colgada de su madre.

—Ya, ya, basta de burlas —dijo Ale con una sonrisa, aunque su tono era resignado—. Vamos a casa antes de que empiece a cojear más.

—Oh, definitivamente necesitamos escuchar más detalles después —añadió Hanna, guiñándole un ojo a Belén.

Con las risas y comentarios aún resonando, el grupo salió del aeropuerto, cargado de maletas, bromas y cariño. Isabella, feliz, no soltaba a sus mamás mientras Olivia, en los brazos de Hanna, las observaba con una sonrisa inocente. La familia estaba completa y lista para un nuevo capítulo lleno de amor y aventuras.
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Mientras terminaban de desempacar en su habitación, Alejandra soltó un suspiro dramático, dejándose caer en la cama con una mueca.

—Por tu culpa ahora ni siquiera puedo caminar bien, Belén —se quejó, aunque su tono tenía un toque divertido.

Belén, que estaba guardando un par de blusas en el armario, volteó a verla con una ceja arqueada y una sonrisa maliciosa. —¿Mi culpa? Si no recuerdo mal, tú fuiste la que me rogó. Y lo hiciste con esas palabras tan explícitas que hasta me dejaste sonrojada.

—¡Mentira! —exclamó Alejandra, riendo, mientras se acomodaba mejor en la cama.

Belén soltó una carcajada y se cruzó de brazos. —Ah, no. Si quieres, te recuerdo palabra por palabra. Dijiste: "Belén, dame fuerte, justo aquí—"

Ale se levantó rápidamente de la cama y le tapó la boca con la mano. —¡Ya, ya! No sigas, o me va a dar vergüenza hasta frente a mí misma.

Belén le quitó la mano y rió más fuerte. —¿Vergüenza? Después de lo que hicimos en nuestra luna de miel, creo que esa palabra ya ni existe en tu vocabulario.

Alejandra la miró, fingiendo estar ofendida, pero no pudo evitar sonreír. Se inclinó hacia Belén y le dio un tierno beso en los labios.

—Gracias por ser tan increíble conmigo, incluso cuando me dejo llevar por mi lado más… salvaje —susurró Ale, mirándola con ternura.

—Siempre, mi amor —respondió Belén, acariciándole la mejilla—. Ahora ve a hablar con Isabella sobre lo de adoptar. Yo termino de desempacar aquí.

Ale asintió, tomó un momento para disfrutar la calidez de la mirada de Belén, y luego salió de la habitación. Bajó las escaleras y encontró a Isabella en la mesa del comedor, concentrada en sus tareas escolares. Tenía libros abiertos y un lápiz entre los dientes mientras hacía cálculos en su cuaderno.

—Hola, pequeña, ¿cómo van esas tareas? —preguntó Ale, acercándose y sentándose a su lado.

—Más o menos, mamá —respondió Isabella sin levantar la vista, concentrada en un problema matemático—. Estos problemas están difíciles.

—A ver, déjame ver si puedo ayudarte. —Ale se inclinó y revisó el cuaderno. Después de un par de minutos de explicarle, Isabella finalmente entendió y sonrió.

—¡Gracias, mamá! Ahora lo veo más claro.

Ale sonrió y le revolvió el cabello con cariño. —De nada, mi niña. Oye, ¿puedo hablar contigo un momento? Es algo importante.

Isabella dejó el lápiz a un lado y la miró con curiosidad. —Claro, ¿qué pasa?

Ale tomó aire y decidió ser honesta. —Isabella, tú sabes cuánto te amamos, ¿verdad? Tanto Belén como yo estamos muy orgullosas de ti y de lo maravillosa que eres.

Isabella asintió con una sonrisa. —Sí, mamá, lo sé.

—Bueno —continuó Ale—, hemos estado hablando mucho sobre nuestra familia últimamente, y hemos pensado que quizá sea hora de agrandarla un poquito más. Queremos adoptar otro bebé.

Los ojos de Isabella se iluminaron al instante. —¿Un bebé? ¿En serio?

Ale asintió, sonriendo al ver su entusiasmo. —Sí, pero queríamos saber cómo te sientes al respecto antes de tomar una decisión final. Queremos que te sientas incluida porque tú eres una parte muy importante de esta familia.

Isabella se quedó pensativa por un momento antes de sonreír ampliamente. —¡Me encantaría tener un hermanito o hermanita! Siempre he querido un bebé en casa para cuidarlo y jugar con él.

Ale sintió un enorme alivio y la abrazó con fuerza. —Eso me hace muy feliz, Isa. Sabía que serías una gran hermana mayor.

—¿Cuándo lo vamos a adoptar? —preguntó Isabella emocionada.

—Primero tenemos que hacer todo el proceso legal y prepararnos, pero será pronto, te lo prometo.

—¡Yo puedo ayudar a elegir su nombre! —dijo Isabella, casi saltando de su silla.

Ale rió y asintió. —Por supuesto, mi amor. Queremos que seas parte de todo.

En ese momento, Belén apareció en la puerta del comedor, sonriendo al ver a las dos. —¿Todo bien por aquí?

—¡Sí, mamá Belén! ¡Voy a tener un hermanito o hermanita! —gritó Isabella emocionada mientras corría hacia ella para abrazarla.

Belén miró a Ale con una sonrisa, y esta le devolvió la mirada llena de amor. Todo estaba saliendo mejor de lo que habían imaginado.

El día siguiente, Alejandra y Belén decidieron visitar un hogar de niños. Entraron con ilusión, pero mientras paseaban por los pasillos, sintieron cierta frialdad. Los niños allí parecían retraídos, algunos incluso las miraban con desconfianza. Cada intento por conectar con alguno parecía terminar en silencio o miradas esquivas.

Después de varias horas y con el corazón un poco pesado, decidieron que era momento de irse. Justo cuando estaban por salir, una trabajadora social se acercó apresuradamente.

—Perdonen, pero hay una pequeña que quizá les interese conocer. Hoy es su cumpleaños; está cumpliendo un año.

Belén y Alejandra se miraron, intrigadas, y aceptaron la invitación. Fueron llevadas a una pequeña habitación donde, en una cuna decorada con globos y un pequeño pastel, estaba Liv. La bebé tenía grandes ojos curiosos y cabello oscuro que enmarcaba su carita redonda.

Belén fue la primera en acercarse y cargarla en brazos. Liv parpadeó, confundida al principio, pero pronto estiró su pequeña mano y acarició el pulgar de Belén con una ternura que le robó el aliento.

—Es ella —susurró Belén, con lágrimas en los ojos.

Alejandra se acercó y tomó a la pequeña en sus brazos. Liv le sonrió con una expresión que parecía iluminar la habitación. Alejandra sintió su corazón acelerarse. —Sí, es ella.

El proceso para adoptar a Liv comenzó al día siguiente, pero fue más complicado de lo que esperaban. Había papeleo interminable, visitas constantes de trabajadores sociales y muchas noches de ansiedad. Pero Belén y Ale no se rindieron.

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Un año después, Alejandra y Belén celebraban su primer aniversario de bodas. Se habían mudado recientemente a una casa enorme, ideal para la familia que estaban construyendo. La casa estaba llena de risas y amor.

En el patio trasero, había una gran mesa donde todos estaban reunidos. Paulina y Hanna estaban completamente absortas la una en la otra, besándose y riendo como adolescentes. Dani y Valentín se burlaban de ellas, aunque Dani terminaba también enredada en un beso apasionado con su esposo.

Ángela estaba abrazada a May, ambas compartiendo un momento tranquilo mientras observaban a Isabella, quien jugaba con sus abuelos. Todo era perfecto.

Alejandra se levantó para rellenar su vaso cuando el celular de Belén sonó. Todos se detuvieron un momento, curiosos por la llamada. Belén contestó y escuchó atentamente, pero de repente, su expresión cambió. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y su rostro mostró una mezcla de shock y emoción.

Alejandra dejó lo que estaba haciendo y corrió hacia ella. —¿Belén? ¿Qué pasa? —preguntó con preocupación, tratando de captar su mirada.

Belén no respondía, estaba como en trance, con lágrimas cayendo por su rostro. Hanna, que observaba la escena, se levantó y fue directa. —Déjamelo a mí. —Sin más, le dio un pequeño pellizco en el brazo.

—¡Ay! —se quejó Belén, saliendo del shock. Miró a Alejandra, con lágrimas todavía cayendo, pero esta vez sonriendo ampliamente.

—Liv… —murmuró Belén, su voz quebrada por la emoción.

El corazón de Alejandra se detuvo por un segundo. —¿Qué pasa con Liv? ¿Está bien?

Belén soltó una risa entre lágrimas y la abrazó con fuerza. —¡Nos aprobaron la adopción! ¡Liv es oficialmente nuestra hija!

Un silencio de sorpresa inundó el lugar por un segundo, pero pronto fue roto por los gritos de alegría de todos. Hanna y Paulina brincaron como niñas, mientras Dani y Valentín aplaudían emocionados. Ángela y May abrazaron a Alejandra y Belén, mientras Isabella corría hacia ellas, gritando: —¡Tengo una hermana!

Alejandra tomó el rostro de Belén entre sus manos y la besó con todo el amor del mundo. —Te amo. Gracias por no rendirte.

Belén sonrió entre lágrimas. —Yo también te amo. Nuestra familia ahora está completa.

Al día siguiente, Alejandra y Belén se levantaron temprano, llenas de emoción y nervios. Era el día en que finalmente traerían a Liv a casa. Llegaron al hogar de niños tomadas de la mano, compartiendo sonrisas cómplices mientras cruzaban las puertas que tantas veces habían visitado durante el proceso de adopción.

Una trabajadora social las recibió con una cálida sonrisa y les entregó un pequeño bolso con las pocas pertenencias de Liv: una muda de ropa, un peluche gastado, y una mantita que siempre la acompañaba.

—Aquí está nuestra pequeña Liv —dijo la trabajadora mientras traía a la bebé en brazos.

Liv, con sus grandes ojos curiosos, miró a Belén y estiró los brazos hacia ella como si la reconociera de inmediato. Belén la tomó con suavidad, y la pequeña rápidamente buscó su pulgar para acariciarlo como había hecho aquella primera vez.

—Parece que ya sabe quién manda aquí —bromeó Alejandra, sonriendo al ver la conexión instantánea entre Liv y Belén.

Belén la miró con lágrimas en los ojos, besando la frente de la bebé. —Hola, mi amor. Por fin estás con nosotras.

Alejandra sacó su teléfono y, mientras acariciaba la cabecita de Liv, llamó a Ángela e Isabella.

—Hola, chicas —dijo con entusiasmo cuando ambas atendieron al mismo tiempo. —Prepárense porque en unas horas llegaremos con su nueva hermanita.

Se escucharon gritos de emoción al otro lado de la línea. Isabella estaba eufórica, preguntando si ya podían comprar cosas para decorar el cuarto de Liv, mientras Ángela, más calmada, les dijo que todo estaría listo para cuando llegaran.

—¡Mamá, manejen rápido! —gritó Isabella, impaciente.

Belén y Alejandra rieron mientras colgaban. Ale la miró a los ojos y le dio un beso en la frente. —Estamos completas, Bel.

—Sí, lo estamos —respondió Belén, abrazando a Liv con más fuerza, mientras la bebé comenzaba a dormirse en sus brazos, tranquila y segura.

El viaje de regreso a casa fue lleno de ilusión y promesas. Liv estaba al fin en el lugar al que siempre había pertenecido: su familia.

El viaje de regreso fue tranquilo. Alejandra conducía despacio, disfrutando cada momento, mientras Belén, sentada en el asiento trasero, mantenía a Liv en sus brazos, acunándola con ternura. La bebé dormía profundamente, completamente ajena al emocionante día que estaba viviendo.

Cuando llegaron a casa, Ale fue la primera en bajar del auto. Sabía que Isabella estaría emocionada y probablemente gritando de entusiasmo, así que quería prepararla para que no asustara a Liv.

—¡Mamá! —gritó Isabella al verla entrar—. ¿Dónde está mi hermanita? ¿Por qué no está contigo?

Ángela, que estaba sentada en el sofá con May, se levantó y abrazó a Ale con cariño. —¿Cómo te sientes, mamá? No puedo creer que a mis 18 años voy a tener una hermanita bebé. Bueno, más bien una hermana.

—¡No te creas tanto! —dijo Isabella, golpeando a Ángela en el brazo mientras ponía los ojos en blanco—. Yo también soy su hermana mayor, ¿sabes?

Ale rió y levantó las manos en señal de paz. —Tranquilas, niñas. Belén está trayendo a Liv. Pero, por favor, cálmense un poco. No queremos que se asuste.

En ese momento, la puerta se abrió, y Belén entró con Liv en brazos. La pequeña, aún medio dormida, abrió los ojos al escuchar las voces. Pero al ver tantas caras nuevas, su expresión cambió y comenzó a llorar.

—Oh, no, mi amor —dijo Belén, balanceándola suavemente—. Todo está bien, Liv. Todo está bien.

Isabella se acercó con cautela, preocupada. —¿Qué pasa? ¿Por qué llora? ¿Dije algo malo?

Antes de que alguien pudiera responder, Ángela, con naturalidad, extendió los brazos. —Déjame intentarlo, mamá.

Belén miró a Ale, quien asintió, y le entregó a Liv a Ángela. Para sorpresa de todos, apenas la bebé sintió los brazos de su hermana mayor, dejó de llorar y se acomodó contra su pecho, mirando a Ángela con curiosidad.

—Vaya, creo que me adora —dijo Ángela con una sonrisa, acariciando la cabecita de Liv.

—O tal vez está impresionada porque eres tan alta —bromeó Isabella, cruzando los brazos y fingiendo estar celosa.

Todos rieron, y Ángela besó la frente de Liv. —Bienvenida a casa, pequeña. Prometo que siempre te cuidaré.

Ale y Belén se miraron, sus corazones llenos de amor al ver a sus hijas unidas desde el primer momento. Liv estaba en el lugar al que pertenecía, rodeada de amor y risas.

Ángela, con Liv aún en brazos, se sentó en el suelo de la sala. La bebé parecía tranquila, mirando con curiosidad a su alrededor mientras Ángela le hablaba suavemente. Isabella, un poco más tímida, se sentó a su lado, observando con atención a la pequeña.

—¿Puedo... puedo acariciarla? —preguntó Isabella, mirando a Ángela y luego a sus madres como buscando aprobación.

—Claro, Isa, pero con mucho cuidado —respondió Belén desde la puerta, sonriéndole.

Isabella alzó una mano temblorosa y acarició suavemente la cabecita de Liv. Pero cuando la bebé se movió un poco, Isabella se sobresaltó, retirando rápidamente la mano y corriendo hacia Belén.

—¡Mamá! ¿Crees que la lastimé? ¿Y si la toqué demasiado fuerte? —preguntó con los ojos llenos de preocupación, abrazando a Belén por la cintura.

Belén se inclinó para mirarla a los ojos y le acarició el cabello con ternura. —No te preocupes, mi amor. No la lastimaste. Liv es pequeña, pero es más fuerte de lo que parece. Solo necesita tiempo para conocernos.

Isabella suspiró aliviada, pero luego miró a la bebé con incertidumbre. —Creo que mejor voy a esperar un poco antes de volver a tocarla. Quiero asegurarme de no hacer nada mal.

Mientras tanto, May se acercó a Ale y Belén con una gran sonrisa en el rostro. —Bueno, parece que ya tenemos a la más consentida de la familia. Felicidades, suegras. Esto es increíble.

Ale rió y le dio un suave golpe en el hombro. —Gracias, May. Pero cuidado, que parece que Ángela ya reclamó el puesto de hermana favorita.

—¡Eso lo dudo! —bromeó May, levantando las manos en defensa. Luego, miró a Belén con curiosidad—. ¿Puedo cargarla un rato?

Belén intercambió una mirada con Ángela, quien asintió con una sonrisa. —Claro que sí, May. Pero si llora, no te asustes, ¿vale? Solo está adaptándose.

May se acercó lentamente, estirando los brazos con cuidado. Ángela le pasó a Liv con mucha delicadeza, y May la sostuvo como si fuera lo más frágil y valioso del mundo. La bebé la miró por un momento, parpadeando, y luego dejó escapar un pequeño sonido, como un suspiro, mientras volvía a acomodarse.

—Oh, miren eso —susurró May, completamente cautivada—. Es preciosa.

—¿Ya estás practicando para cuando tú y Ángela nos den nietos? —bromeó Ale, ganándose una mirada fulminante de su hija mayor.

—¡Mamá! —protestaron Ángela y May al unísono, provocando las risas de todos.

Liv, tranquila en los brazos de May, parecía ajena al caos amoroso que la rodeaba, pero ya estaba rodeada de un amor inmenso que prometía ser eterno.

Mientras May seguía sosteniendo a Liv con una expresión de ternura absoluta, Ángela se le acercó, rodeándola con un brazo. La miró con una sonrisa divertida y dijo:

—Creo que esto es una señal, May. Ya va siendo hora de que nos casemos y tengamos hijos.

El comentario provocó risas en toda la sala. Ale y Belén se miraron entre sí, tratando de contener la risa, mientras Isabella soltaba un "¡Ugh!" de fingido disgusto.

—¿Hijos? —respondió May, alzando una ceja pero sonriendo igual—. Déjame sobrevivir a esta primera experiencia de cargar a Liv antes de pensar en eso.

—Vamos, tú serías una gran mamá. Solo mírate —Ángela señaló cómo Liv parecía completamente tranquila en los brazos de May—. Ya tienes la práctica.

—Claro que sería una gran mamá, pero ¿y tú? ¿Crees que podrías levantarte a las tres de la mañana para cambiar pañales? —May le devolvió la mirada, desafiándola.

Ángela se encogió de hombros con una sonrisa traviesa. —Eso ya lo discutiremos... cuando llegue el momento.

Liv, mientras tanto, levantó su pequeña manita y señaló directamente a Isabella, quien había estado observando todo desde una esquina de la sala. La joven dio un pequeño salto, sobresaltada.

—¿Por qué me señala? —preguntó Isabella, con los ojos abiertos como platos.

—Creo que quiere que la cargues —dijo Belén con una sonrisa alentadora, inclinándose hacia su hija menor.

Isabella negó rápidamente con la cabeza. —No, no, todavía no. ¿Y si llora? ¿Y si no le gusto?

—No seas tonta, Isa —dijo Ángela con una sonrisa—. Eres su hermana mayor. Te va a adorar.

Pero Isabella todavía no se sentía lista. Miró a Liv con timidez, luego se giró hacia Belén y Ale, buscando apoyo.

—Quizá después... cuando sea más grande —murmuró Isabella, cruzando los brazos pero sin dejar de observar a Liv desde una distancia segura.

—Está bien, mi amor —le dijo Belén con dulzura, acariciándole el cabello—. Cuando estés lista, lo harás. No hay prisa.

Mientras tanto, Liv volvió a acomodarse en los brazos de May, completamente tranquila, mientras el resto de la familia seguía riendo y disfrutando del momento. Aunque Isabella aún no estaba lista para cargar a su nueva hermanita, todos sabían que pronto construirían un vínculo irrompible.

May sonrió mientras Liv soltaba un pequeño bostezo, señal de que ya estaba cansada. Con mucho cuidado, se levantó del sillón y le entregó a la pequeña a Belén.

—Aquí está tu mamá oficial —dijo May con una sonrisa tierna, acomodando a Liv en los brazos de Belén—. Parece que ya está lista para dormir.

Belén la recibió con suavidad, dejando que Liv se acomodara en su pecho. Luego, se sentó en el sofá, meciendo ligeramente a la bebé.

—Ven aquí, mi amorcito —murmuró Belén, comenzando a jugar suavemente con los deditos de la bebé.

Liv soltó una risita adorable, una mezcla de alegría e inocencia que iluminó toda la sala. Todos se quedaron quietos, observando la escena, como si el tiempo se hubiera detenido.

—¿Escucharon eso? —dijo Ángela, sonriendo mientras se apoyaba en May—. Esa risita debería estar grabada y reproducirse en cada lugar del mundo.

Ale se acercó con cuidado y se sentó al lado de Belén. —Es la cosa más hermosa que he escuchado en mi vida.

Belén miró a Ale y sonrió, sus ojos llenos de amor. —¿Ya te diste cuenta de que somos oficialmente las mamás más afortunadas del universo?

—Desde el momento en que la vi —respondió Ale, colocando una mano sobre la pierna de Belén—. Y más cuando está contigo.

Poco a poco, los párpados de Liv comenzaron a cerrarse. Su respiración se volvió más pausada, y su pequeño cuerpo se relajó contra Belén.

—Ya se está durmiendo —susurró Belén, mirando a Ale con ternura—. Es tan perfecta, ¿no crees?

—Completamente perfecta —respondió Ale, inclinándose para darle un suave beso en la frente a Liv.

Esa noche, después de que Ángela y May se despidieran y se fueran a su departamento, Isabella también les dio un abrazo rápido y se fue a su habitación. Ale y Belén llevaron a la pequeña Liv con cuidado a su habitación.

En la cama, Belén acomodó a Liv entre ellas con una suavidad infinita. La bebé suspiró en su sueño, su pequeño puño cerrándose alrededor de la sábana.

Ale se apoyó en su costado, observando cómo Belén terminaba de acomodar a la bebé. —Siempre te ves hermosa, pero hay algo especial en cómo te ves como mamá.

Belén sonrió, mirándola con un brillo en los ojos. —Y tú, mi vida, haces que todo sea tan fácil.

Ale dejó escapar una pequeña risa, feliz de escuchar esas palabras. —¿Sabes cuánto me encanta que me digas "mi vida"?

—Lo sé —respondió Belén, inclinándose para besarla suavemente—. Porque eres mi vida.

—Y tú eres la mía —murmuró Ale, besándola de nuevo.

La noche continuó en silencio, solo con los suaves sonidos de la respiración de Liv entre ellas. En ese momento, no necesitaban nada más. Su familia estaba completa, y la felicidad parecía rodearlas como un cálido abrazo.

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