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Holaaaa.

Este cap va a ser sobre navidad con ellas dos.

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Pov Belén.

La mañana del 25 de diciembre llegó con una tranquilidad que se sentía extraña. El sol, débil y frío, iluminaba apenas el departamento, pero era suficiente para crear un ambiente acogedor. Ale y yo estábamos sentadas en la mesa, tomando café. El aroma de la bebida flotaba en el aire, y el silencio entre nosotras se sentía cómodo, lleno de una calma que rara vez experimentaba en Navidad. Las luces del árbol de Navidad aún parpadeaban suavemente en el rincón, pero el bullicio de la noche anterior ya había quedado atrás.

Ale, que parecía más tranquila que la noche anterior, rompió el silencio. Me miró con esa mirada que había comenzado a entender un poco más.

"Belén", comenzó, bajando ligeramente la taza de café, "¿cómo hiciste para superar el alcohol? ¿Cómo empezaste a beber, por qué te ayudó en la terapia?"

Su pregunta me sorprendió un poco, pero no lo suficiente como para no poder responder. Me quedé en silencio por un momento, sopesando si debía contarle o no, pero algo en su mirada me hizo sentir que, de alguna manera, ella ya sabía que no sería una historia fácil. Decidí hablar.

"Fue algo que empezó de manera... pequeña", le dije, evitando sus ojos por un segundo. "Al principio, no era más que una copa en reuniones sociales. Pensaba que era algo normal, que todos lo hacían. Pero con el tiempo, empecé a usarlo como una forma de escapar. Como una manera de olvidar lo que me pasaba por dentro."

Ale me miró con atención, su expresión suave pero expectante. Yo suspiré y continué, las palabras parecían querer escapar sin que pudiera controlarlas.

"Cuando estaba ebria, no pensaba en nada. Estaba... en otro lugar, en un lugar donde no tenía que enfrentarme a mis demonios, a lo que realmente me pasaba. Y, en cierto modo, me sentía mejor. Era como si el alcohol me diera un pase libre para no ser yo misma."

Mis dedos jugueteaban con la taza de café mientras hablaba. No quería decir lo siguiente, pero ya era tarde. Había comenzado, y no podía detenerme.

"Estuve con muchas mujeres", dije, riendo amargamente, sin ganas de reír. "Muchísimas. Pensaba que podía llenar el vacío con algo... algo que no me hiciera sentir tan vacía. Pero lo único que hacía era hundirme más. Estaba tan perdida que creí que si me rodeaba de gente, si me rodeaba de sexo, podría dejar de sentir el dolor. Pero todo se convirtió en un ciclo. Más mujeres, más alcohol, más vacío."

Ale me miró en silencio, como si intentara procesar lo que acababa de decir. No sé si esperaba alguna reacción específica de su parte, pero cuando la vi, me dio la impresión de que había entendido algo más profundo, algo que no necesitaba ser dicho en palabras.

"Eso... eso no fue lo peor", continué, un nudo en la garganta. "Lo peor era que en mi cabeza pensaba que lo estaba controlando. Que no tenía un problema, que era solo... diversión. Pero todo se fue de las manos. Me destruí a mí misma y destruí las pocas cosas buenas que aún quedaban."

Ale asintió lentamente, como si estuviera procesando lo que había dicho, pero sin juzgarme. Me sentí un poco más ligera, a pesar de todo.

"Es raro", le dije con una sonrisa triste, "pero cuando entré en terapia, empecé a darme cuenta de que no era el alcohol lo que me estaba hundiendo, sino el miedo que tenía de enfrentarme a mí misma, de enfrentar mi soledad. La terapia me ayudó, sí. Me hizo ver que no tenía que huir de lo que sentía, que podía enfrentarme a mis demonios."

Me encogí de hombros, tomando otro sorbo de café para calmar el nudo en mi garganta.

"Pero, ya sabes", dije con una risa amarga, "eso no significa que lo haya logrado al 100%. A veces pienso que sigo buscando formas de escapar. Pero ya no es tan fácil."

Ale no dijo nada por un momento, y la conversación quedó en un silencioso entendimiento. Las palabras, aunque dolorosas, habían salido. Y eso, de alguna forma, ya era un paso.

Ale se quedó en silencio por unos segundos, mirando su taza de café con la mirada perdida. Yo no sabía si era el momento adecuado para seguir conversando, pero algo en su postura me decía que quería hablar, que necesitaba sacar algo más de dentro. De alguna manera, sabía que la herida que llevaba dentro no estaba completamente sanada.

Finalmente, levantó la vista y me miró. Su expresión era un poco más seria, como si estuviera decidiendo si contarme algo que, aunque no quería, necesitaba decir.

"Sofía... durante el matrimonio..." comenzó, su voz vacilante, "me pegaba."

Mis ojos se agrandaron involuntariamente, y pude ver que Ale ya no me miraba, como si fuera demasiado difícil para ella decir esas palabras en voz alta. Mi corazón se apretó en un nudo mientras ella seguía hablando, como si las palabras salieran con una fuerza imparable, pero a la vez, de forma dolorosa y casi tímida.

"Fue poco después de que adoptamos a las niñas... al principio, fue solo un empujón aquí, una palmada allá. Pensé que era algo normal, que estaba cansada o que lo hacía sin querer... pero luego se volvió peor", Ale se pasó la mano por el rostro, como si intentara borrar el recuerdo de sus palabras, pero el dolor seguía allí.

"Me golpeaba... me golpeaba y luego se arrepentía, me decía que lo hacía porque me quería, que si no lo hacía era porque me amaba... pero yo sabía que eso no tenía sentido. Y aún así, lo soporté. Pensaba que si le demostraba lo suficiente que la amaba, todo pasaría, que ella cambiaría, pero nunca lo hizo. Se repetía una y otra vez."

Su voz se quebró al final de la frase, y no pude evitar sentir la tristeza en sus palabras. Era como si, al contarme todo eso, estuviera abriendo una herida que no se cerraba con el paso del tiempo.

"Mi papá siempre me decía que dejara a Sofía", Ale continuó, su mirada ahora clavada en el suelo, "siempre me decía que él me protegería, que él me cuidaría. Pero yo... yo estaba tan enamorada. Pensaba que si me iba, estaría perdiendo todo, que no podía vivir sin ella, que me quedaría sola, que las niñas me necesitarían. Nunca escuché a mi padre. Nunca dejé a Sofía. Y ahora... ahora todo está hecho pedazos."

El silencio llenó el espacio por un momento, y vi cómo Ale luchaba por mantener el control sobre sus emociones. No sabía qué decir, no quería decir algo que pudiera empeorar las cosas. Pero entonces, Ale soltó una última frase que me hizo entender el verdadero dolor que llevaba dentro.

"La peor parte", dijo con la voz quebrada, "fue cuando en la audiencia de divorcio mi papá se enteró de lo que Sofía me hacía. Lloró... lloró como un bebé. Y me dijo que no pudo protegerme, que no pudo cuidar a su bebita... y eso... eso me destruyó. Mi papá, el hombre que siempre pensé que sería mi héroe, no pudo salvarme. Y eso fue lo que más me dolió."

Me quedé sin palabras, el corazón apretado al escuchar lo que Ale había pasado. No me imaginaba el sufrimiento que había llevado en silencio durante todos esos años. Y, por alguna razón, sentí una profunda conexión con ella en ese momento. Quizás no había vivido lo mismo, pero entendía el dolor de sentirse perdida, de sentirse atrapada en algo que no sabía cómo salir.

"Lo siento mucho, Ale", le dije suavemente, sin saber si esas palabras serían suficientes. Pero lo sentía, de verdad. Me sentía tan mal por ella, por lo que había vivido, por el hecho de que había soportado tanto durante tanto tiempo sin poder liberarse.

Ale levantó la vista, y aunque sus ojos estaban llenos de tristeza, me sonrió levemente.

"No tienes por qué disculparte, Belén", respondió con una leve sonrisa. "Lo he cargado tanto tiempo en silencio que ya no sé si alguien podría entenderlo. Pero, tal vez, tú lo entiendas. Y eso... eso me da un poco de alivio."

La conversación quedó en un silencio incómodo, pero no pesado. Era el tipo de silencio que dice más de lo que las palabras pueden expresar. Y aunque no tenía todas las respuestas, sentí que Ale, por fin, había comenzado a abrir su corazón un poco más.

Ale se recostó un poco en el sofá, mirando su taza vacía. Los momentos que habíamos compartido durante la Navidad habían sido tan diferentes a lo que ella había anticipado. Algo dentro de mí me decía que, de alguna manera, necesitaba que esa noche fuera especial para ella, que necesitaba sentirse acompañada, comprendida.

Me miró con una ligera sonrisa, pero sus ojos, esos ojos tan llenos de emociones contenidas, no podían ocultar la vergüenza que estaba sintiendo.

"Belén, de verdad, muchas gracias por quedarte conmigo anoche", dijo, su voz casi susurrante. "No sé cómo te lo agradezco. No esperaba... que alguien quisiera pasar la Navidad conmigo, mucho menos alguien tan especial como tú."

Mi corazón se aceleró un poco al escuchar sus palabras. No sabía qué responder, así que me limité a sonreír y asentir, sintiendo que algo en mí estaba cambiando, algo profundo. Quería que supiera que estaba bien, que podía contar conmigo siempre que lo necesitara.

Pero luego, Ale bajó la mirada, y su rostro se tornó un tanto avergonzado, como si estuviera a punto de soltar algo incómodo, algo que no sabía cómo decir.

"Es que..." comenzó, con un suspiro, "mi mamá no para de escribirme."

Mis cejas se fruncieron, preocupada por lo que iba a decir. Ale no parecía una persona que compartiera mucho sobre su familia, y esta mención me hizo ponerme alerta.

"No para de mandarme mensajes", continuó, "y... me pregunta qué estoy haciendo, con quién estoy, y... quiere pruebas, Belén. Pruebas de que no estoy sola. Quiere que le envíe una foto, para que vea que no estoy... que no estoy en la misma situación de siempre."

Me quedé en silencio, no sabía qué decir. Ale parecía tan avergonzada, tan incómoda al compartir esto conmigo. Yo podía ver que se estaba abriendo de nuevo, y aunque no quería presionarla, no quería dejarla sola en ese momento.

"¿Una foto?" pregunté, con suavidad, tratando de entender mejor la situación.

"Sí", respondió, con una risa nerviosa. "Mi mamá quiere ver que estoy bien, que no estoy... que no estoy tan mal como antes. Y, bueno, supongo que... si te parece bien, tal vez podamos hacernos una foto. Algo que... que le demuestre que, al menos, no estoy completamente sola."

Su rostro se sonrojó ligeramente al decir eso. Me miró con una mezcla de incertidumbre y vergüenza, como si no estuviera segura de si esa era una solicitud demasiado extraña o inapropiada.

No pude evitar sonreír, no porque la situación fuera graciosa, sino por la forma en que Ale me estaba confiando algo tan vulnerable. Quería que supiera que no había nada de malo en lo que estaba pidiendo, que podía sentirse libre de hacerlo sin tener miedo a sentirse juzgada.

"Claro, Ale", le respondí, sonriendo con ternura. "Si eso te ayuda, lo haremos. No pasa nada."

Ale me miró con una mezcla de alivio y gratitud, como si me hubiera quitado un peso de encima. Se acercó un poco más y, con una sonrisa tímida, tomó su teléfono. En cuanto lo hizo, me miró, esperando que nos tomáramos la foto.

"Gracias, de verdad", me dijo, como si necesitara que lo supiera, como si mis palabras de apoyo fueran una pequeña válvula de escape en todo el caos emocional que estaba viviendo.

Nos acercamos un poco más y, con una risa tímida, tomamos una foto rápida. No era nada elaborado ni especial, solo un momento de complicidad, algo sencillo que reflejaba la cercanía que habíamos ido construyendo en ese corto tiempo. Después de que la foto fue tomada, Ale miró la pantalla del teléfono y se echó atrás con una expresión de alivio.

"Eso está bien", dijo, con una sonrisa más relajada. "Ahora, mi mamá puede dormir tranquila. No sé por qué... pero esto me hace sentir mejor."

No pude evitar reír un poco también, y le di un pequeño toque en el hombro en señal de apoyo.

"Me alegra que te sientas mejor, Ale. A veces las cosas más pequeñas pueden ayudarnos más de lo que creemos."

Ella asintió, y por un momento, todo pareció estar en paz. Aunque los fantasmas del pasado de Ale aún rondaban, ese momento, aunque sencillo, nos había acercado más, y eso era lo que realmente importaba.

Narrador.

Belén se acomodó en el sofá mientras su pequeño perro dormía tranquilamente en su regazo. Había algo en Ale que la intrigaba, algo que iba más allá de las lágrimas y el dolor que había presenciado la noche anterior. Mientras sostenía su taza de café, no pudo evitar preguntar algo que había rondado su mente desde que Ale se presentó por primera vez en la terapia.

"¿Sabes, Ale? Antes mencionaste que tenías una banda", comenzó Belén, con un tono curioso pero suave. "¿Qué pasó con eso? ¿Cómo era todo en esa época?"

Ale levantó la mirada de su taza y se tomó un momento para responder. Su rostro reflejaba una mezcla de nostalgia y tristeza, pero también un destello de orgullo.

"Bueno... sí, tenía una banda", dijo, finalmente. "Se llamaba The Warning. Éramos tres, mis hermanas y yo. Daniela era la guitarrista y Paulina la baterista. Yo era la bajista. Empezamos cuando éramos niñas, ¿sabes? Solo tres hermanas jugando con instrumentos en casa, subiendo videos a YouTube. Nunca imaginamos que eso nos llevaría tan lejos."

Belén sonrió, notando cómo los ojos de Ale brillaban mientras hablaba. "¿Qué tan lejos llegaron?" preguntó, genuinamente interesada.

"Pues... bastante lejos", continuó Ale, dejando escapar una risa corta. "Tocamos en grandes escenarios, grabamos discos, viajamos por todo el mundo. Era increíble. Sentir la energía de la gente, ver cómo nuestras canciones conectaban con tantas personas... no hay nada como eso. Pero también era agotador. Mucha presión, muchos compromisos. Y luego, claro, todo se complicó."

Belén asintió, sintiendo que había más en la historia. "¿Complicado cómo?"

Ale suspiró, bajando la mirada. "Con el tiempo, las cosas se volvieron... difíciles de manejar. Cuando Sofía y yo nos casamos, pensé que había encontrado un equilibrio. Pero ella nunca entendió lo que significaba estar en una banda, las giras, los horarios. Se volvió un punto constante de conflicto. A veces llegaba a casa después de meses de estar de gira, y en lugar de encontrar apoyo, encontraba reproches. Y luego, cuando adoptamos a las niñas, sentí que estaba siendo tironeada en todas direcciones. Quería ser la mejor madre, la mejor esposa, la mejor bajista... pero no podía hacerlo todo."

Belén escuchaba con atención, dejando que Ale continuara.

"Con el tiempo, la banda también empezó a resentirlo. Mis hermanas siempre me apoyaron, pero no era justo para ellas. Yo estaba desconcentrada, agotada. Y luego... bueno, todo se derrumbó cuando descubrí lo de Sofía, sus... infidelidades." Ale apretó los labios, como si las palabras le supieran amargas. "Después de eso, la banda quedó en pausa. Ya no podía seguir. No estaba en el lugar correcto emocionalmente para dar lo mejor de mí."

"¿Y tus hermanas?" preguntó Belén, suavemente.

"Me entendieron, como siempre lo hacen. Daniela y Paulina son... increíbles. Pero también creo que les dolió. Siempre habíamos sido un equipo, las tres juntas contra el mundo. Y de repente, todo se desmoronó. No fue justo para ellas."

Belén asintió, dejando que el silencio llenara el espacio por un momento antes de hablar. "Parece que significaba mucho para ti. ¿Alguna vez piensas en volver? A la música, a la banda."

Ale dejó escapar una risa amarga. "No lo sé. A veces sí, lo extraño. Pero siento que he perdido tanto... ¿Cómo podría volver a ser esa persona? ¿Cómo podría recuperar eso?"

Belén sonrió con suavidad. "Tal vez no se trata de recuperar quién eras antes, sino de descubrir quién eres ahora. Y quizás la música aún puede ser parte de eso, de una nueva versión de ti."

Ale la miró, un poco sorprendida por sus palabras. "¿Tú crees?"

"Yo creo que tienes una historia que aún no ha terminado de escribirse", respondió Belén. "Y la música siempre es una buena forma de comenzar un nuevo capítulo."

Ambas compartieron una mirada que parecía más que un simple intercambio. Había algo en las palabras de Belén que resonaba en Ale, como si hubieran encendido una chispa olvidada dentro de ella. Por primera vez en mucho tiempo, Ale sintió que tal vez, solo tal vez, no todo estaba perdido.
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Algunas horas después.
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Belén y Ale se encontraban en la sala, conversando con mayor soltura. El café de la mañana había derivado en confesiones que ambas, de alguna manera, necesitaban soltar.

Belén suspiró, mirando su taza vacía mientras acariciaba a su perro, que dormitaba a su lado. Después de unos segundos de silencio, decidió hablar.
"Hubo una noche... bueno, una de esas noches en las que no estaba en mi mejor momento", comenzó, con un tono algo amargo. "Estaba en un bar, completamente ebria. Apenas podía mantenerme en pie, pero había una mujer… una mujer mayor que yo. Tenía como unos treinta y tantos, yo tenía apenas veinte. Se me acercó, me coqueteó y, para ser honesta, no sé cómo terminamos en su departamento."

Ale frunció el ceño, viendo el cambio en la expresión de Belén. "¿Y qué pasó?"

Belén dejó escapar una risa corta, pero sin alegría. "Fue... humillante, por decirlo de alguna manera. Yo estaba tan ebria que apenas podía procesar lo que estaba pasando. Ella era ruda, ni siquiera se molestó en preguntarme si estaba bien o si quería seguir. Solo... me usó. Me hablaba de una forma tan degradante que ni siquiera parecía disfrutarlo, solo quería controlarme. Y yo, en ese momento, no hice nada. Simplemente dejé que pasara porque no tenía fuerzas para decir que no. Al día siguiente, ni siquiera se dignó a mirarme. Me desperté sola en su cama, con un dolor de cabeza horrible y un vacío peor en el pecho."

Ale la miró con empatía, pero antes de poder decir algo, Belén continuó.
"Creo que esa fue una de las veces que más me desprecié a mí misma. Pensé: '¿Cómo llegué a esto? ¿Cómo permití que alguien me tratara así?' Pero, bueno, eran los tiempos en los que mi vida estaba patas arriba."

Ale tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta. "Belén, lo siento. Nadie merece pasar por algo así."

Belén asintió, pero luego alzó la mirada, analizándola. "¿Y tú, Ale? ¿Alguna vez te pasó algo así con Sofía? Ya sabes, sentirte... mal, usada o humillada."

El rostro de Ale cambió al instante. Bajó la mirada, jugueteando nerviosamente con sus manos. Belén notó su incomodidad.

"Perdón, si no quieres hablar de eso, lo entiendo—"

"No, está bien," interrumpió Ale, respirando hondo. "De hecho, sí me pasó. Más de una vez, pero hay una noche que nunca voy a olvidar."

Belén esperó en silencio, dejando que Ale encontrara las palabras.

"Fue hace algunos años, antes de que adoptáramos a las niñas. Habíamos ido a una fiesta con sus amigas. Yo casi no bebía porque no me gustaba perder el control, pero esa noche Sofía insistió. Me decía que me relajara, que me lo merecía. Recuerdo que cada vez que mi vaso estaba vacío, ella lo llenaba de nuevo. No me di cuenta de cuánto había bebido hasta que ya no podía mantenerme en pie."

Belén frunció el ceño. "¿Ella te embriagó a propósito?"

Ale asintió lentamente. "Sí, creo que sí. Cuando llegamos a casa, yo estaba... fuera de mí. Apenas podía hablar o mantenerme despierta. Pero ella no pareció importarle. Me llevó a la cama y, bueno, pasó lo que tenía que pasar, pero yo no estaba realmente presente. Solo recuerdo flashes: sus manos, su voz diciéndome cosas que no entendía. Todo era confuso. Al día siguiente me desperté con un dolor de cabeza horrible y marcas en el cuerpo. Sofía estaba en la cocina, actuando como si nada hubiera pasado. Cuando le pregunté qué había hecho, se rió y dijo: 'No te quejes, te encantó anoche'."

Belén apretó la mandíbula, visiblemente molesta. "Eso es... abuso, Ale. Lo sabes, ¿verdad? No importa que haya sido tu esposa. No tenía derecho."

Ale dejó caer la cabeza, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con salir. "Lo sé, pero en ese momento no lo entendí. Pensé que era normal, que era mi culpa por haber bebido tanto. Solo quería que ella me amara, pero ahora veo que el amor nunca debió doler tanto."

Belén se inclinó hacia adelante, colocando una mano sobre la de Ale. "No era tu culpa. Nada de eso lo fue. Y no tienes que cargar con esa culpa sola. Lo que Sofía hizo estuvo mal, y tú mereces algo mejor. Siempre lo mereciste."

Ale asintió, dejando que una lágrima rodara por su mejilla. "Gracias, Belén. De verdad."

Belén apretó suavemente su mano, mirándola a los ojos con sinceridad. "No tienes que agradecerme. Estoy aquí, Ale. Y no estás sola."

Ambas se quedaron en silencio por un momento, pero esta vez el silencio no se sintió vacío. Había una conexión creciente entre ellas, una sensación de comprensión mutua que, aunque nacida del dolor, comenzaba a sanar.

Ambas permanecían sentadas en el sofá, el perro de Belén a los pies de Ale, moviendo suavemente la cola. Era un momento extraño, íntimo, como si todo el dolor que habían compartido esa noche hubiera creado un puente entre ellas. Después de unos segundos, Ale decidió hablar nuevamente.

"¿Sabes?", comenzó, con un tono inseguro, "hay otra cosa que me gustaría contarte. Es un poco más fuerte… pero creo que necesito sacarlo."

Belén asintió, dándole espacio. "Estoy aquí, Ale. Si quieres contarlo, te escucho."

Ale respiró profundamente y miró hacia sus manos, que descansaban en su regazo. "Una vez, cuando estábamos en casa, Sofía llegó de mal humor. Había tenido un mal día en el trabajo y yo… yo intenté calmarla. Hice su cena favorita, le ofrecí masajearle los hombros, todo lo que podía pensar para animarla."

Belén frunció el ceño, sintiendo que lo peor estaba por venir.

"Pero nada de eso sirvió. De repente, se levantó de la mesa y empezó a gritarme, diciendo que era una inútil, que no hacía nada bien. Me acusó de no ser suficiente para ella, de ser una carga." Ale tragó saliva y su voz comenzó a quebrarse. "Esa noche me empujó contra la pared y… y empezó a decirme cosas horribles. Me dijo que no servía ni para complacerla en la cama, que era como un 'muñeco roto'. Esas palabras… aún las oigo, Belén. A veces, cuando estoy sola, las oigo."

Belén cerró los ojos con fuerza, tratando de contener su propia ira. "Ale… lo siento tanto. Nadie debería hablarte así. Nadie."

"Eso no fue lo peor," continuó Ale, con lágrimas acumulándose en sus ojos. "Después de gritarme y empujarme, me llevó al cuarto y me obligó a… bueno, ya sabes. Yo no quería, Belén. Pero ella no me dejó decir que no. Y después… después me dijo que era mi deber como su esposa."

Belén dejó escapar un suspiro tembloroso, tratando de controlar su enojo. "Ale, eso no es solo abuso emocional, es abuso físico y sexual. No merecías nada de eso. Sofía es… un monstruo."

Ale se limpió las lágrimas rápidamente, intentando recomponerse. "Sé que suena horrible, y lo es. Pero lo peor no era solo lo que hacía, sino cómo me hacía sentir. Como si no valiera nada, como si estuviera rota. Y, Belén, a veces me pregunto si lo estoy."

Belén se inclinó hacia adelante, colocando una mano firme pero cálida sobre la de Ale. "No estás rota, Ale. Eres una mujer increíblemente fuerte. Pasaste por el infierno y sigues aquí. Eso no lo hace alguien roto, eso lo hace alguien valiente."

Ale dejó que una lágrima rodara por su mejilla mientras miraba a Belén. "Gracias… gracias por decir eso."

"De verdad lo pienso," respondió Belén con firmeza. Luego, después de un momento, añadió: "Yo también tengo algo más que contar. No sé si ayuda o no, pero…"

Ale la miró, dándole permiso para continuar.

"Hubo una vez, cuando estaba en mi peor momento, que me encontré con un tipo. Estaba tan ebria que apenas recuerdo cómo llegué a su departamento. Él parecía amable al principio, pero después… cambió. Me trató como si fuera un objeto, ni siquiera me miraba a los ojos. Cuando terminé, sentí que me había dejado un pedazo de mí misma allí. No sé cómo explicarlo, pero me sentí sucia, como si nunca pudiera lavarme lo suficiente."

Ale asintió lentamente, entendiendo ese sentimiento más de lo que quisiera. "Es horrible cómo las personas pueden hacerte sentir así, ¿verdad?"

Belén asintió. "Sí, pero sabes qué… creo que, de alguna manera, esas experiencias no nos definen. Nos lastiman, nos marcan, pero no son quienes somos."

Ale se quedó en silencio, reflexionando sobre las palabras de Belén. Después de unos segundos, dijo: "Hay algo más… algo peor que Sofía me hizo."

Belén se enderezó, preparándose para escuchar. "¿Qué fue?"

Ale cerró los ojos por un momento, tratando de reunir valor. "Hubo una vez que me embriagó a propósito. Yo no sabía que lo estaba haciendo, pero luego lo entendí. Me llevó a la cama y, bueno… hizo lo que quiso. Yo estaba consciente, pero apenas podía moverme. Y mientras lo hacía, me susurraba cosas al oído. Cosas obscenas, como que era suya, que no tenía derecho a decir que no. Fue… fue el peor momento de mi vida."

Belén no pudo contenerse más. Se acercó y rodeó a Ale con sus brazos, abrazándola con firmeza. "Lo siento tanto, Ale. Lo siento de verdad."

Ale, que no había abrazado a nadie en años, se permitió el consuelo. Se dejó llevar por el calor del abrazo y lloró un poco, dejando salir algo de la carga que había llevado por tanto tiempo.

"Gracias," susurró Ale, con la voz quebrada.

"Shh, no tienes que agradecerme nada," respondió Belén, acariciando suavemente su espalda. "Estoy aquí, y no voy a dejar que cargues esto sola."

Después de un momento, Ale se apartó ligeramente, secándose las lágrimas. "Siento haber desaparecido esas dos semanas, Belén. No debí faltar al grupo de apoyo."

"Te entiendo, Ale. Todos tenemos días malos, semanas malas. Pero prométeme que vas a volver. No solo por mí, sino por ti misma."

"Te lo prometo," dijo Ale con sinceridad. "No importa que nos conozcamos hace poco… realmente me has ayudado más de lo que creí posible. Gracias, de verdad."

Belén sonrió, cálida y sincera. "No tienes que agradecerme. Estamos juntas en esto, ¿sí? Y siempre voy a estar aquí si me necesitas."

El celular de Ale vibró sobre la mesa, interrumpiendo el abrazo que compartía con Belén. Ella lo tomó y vio que era un mensaje de su madre. Al abrirlo, una pequeña sonrisa se formó en su rostro.

Belén notó el cambio en su expresión. "¿Quién es?" preguntó con curiosidad, inclinándose ligeramente hacia Ale.

"Es mi mamá," respondió Ale, con una mezcla de vergüenza y diversión. "Está reaccionando a la foto que te pedí que nos tomáramos anoche."

"¿Ah, sí? ¿Qué dice?" preguntó Belén, divertida, mientras acariciaba la cabeza de su perro.

"Dice que la foto causó un pequeño alboroto en casa. Pau y Dani, mis hermanas, la vieron y, al parecer, están convencidas de que tú eres mi nueva novia." Ale dejó escapar una risa, su voz algo más relajada que antes.

Belén alzó una ceja, divertida. "¿Ah, sí? ¿Y tú qué les dijiste?"

"Bueno, todavía no he respondido… Pero no te preocupes, no voy a confirmar sus teorías." Ale sonrió, aunque sus mejillas se tiñeron ligeramente de rojo.

Belén le devolvió la sonrisa. "¿Por qué no? Podría ser divertido ver cómo reaccionan."

"Ja, ja, muy graciosa," replicó Ale, pero había algo más ligero en su tono, como si la interacción la hubiera liberado un poco de la carga que llevaba.

Los días pasaron rápidamente, y el jueves llegó. Ale estaba algo nerviosa, pero decidió cumplir su promesa y asistir al grupo de apoyo. Al entrar al salón donde solían reunirse, sus ojos buscaron automáticamente a Belén. La encontró organizando algunas sillas y revisando unas notas. Cuando Belén levantó la mirada y vio a Ale, una sonrisa cálida iluminó su rostro.

"¡Ale! Me alegra verte aquí," dijo Belén, acercándose. "¿Cómo te sientes?"

"Un poco nerviosa, pero bien," admitió Ale, ajustándose la bufanda que llevaba.

"Eso es normal," aseguró Belén. "Pero estoy orgullosa de que hayas venido. Eso ya es un gran paso."

Ale asintió y se sentó en una de las sillas mientras los demás asistentes llegaban. El grupo era pequeño, unas seis personas, pero el ambiente era acogedor. Una vez que todos estuvieron presentes, Belén tomó asiento frente a ellos y comenzó la sesión.

"Bueno, bienvenidos una vez más," comenzó, con su voz suave pero firme. "Hoy quiero que hablemos sobre algo que creo que todos hemos enfrentado en algún momento: cómo cargamos con los errores de otros como si fueran nuestros propios defectos."

Belén miró al grupo, haciendo una pausa para permitir que las palabras calaran. Luego continuó: "¿Alguien quiere compartir alguna experiencia relacionada con esto?"

Hubo un silencio incómodo al principio, pero una mujer mayor levantó la mano. "Yo... Bueno, siempre sentí que era mi culpa que mi exesposo me golpeara. Pensaba que si hubiera sido más cariñosa o más comprensiva, él no habría tenido que hacerlo."

Belén asintió, escuchando con atención. "Es común que pensemos así, pero la verdad es que nada de lo que hiciste justifica lo que te hizo. ¿Cómo te sientes al respecto ahora?"

"Mejor," dijo la mujer, con una leve sonrisa. "Pero todavía me cuesta a veces."

Ale escuchaba con atención, sintiéndose identificada. Finalmente, reunió el valor para levantar la mano. "¿Puedo decir algo?"

"Por supuesto, Ale," dijo Belén, animándola.

"Bueno… yo también pensé durante mucho tiempo que era mi culpa que mi exesposa me tratara mal. Me decía que no era suficiente, que todo lo que hacía estaba mal. Y yo le creí. Pensé que, si me esforzaba más, ella dejaría de golpearme o de… hacer otras cosas." Ale bajó la mirada, sintiendo un nudo en la garganta.

"Es valiente de tu parte compartir eso, Ale," dijo Belén, con un tono lleno de apoyo. "¿Y cómo te sientes ahora, mirando hacia atrás?"

"Confundida," admitió Ale. "Sé que no era mi culpa, pero a veces todavía siento que debí haber hecho algo diferente."

Belén asintió, comprendiendo. "Eso es normal. Pero quiero que recuerdes algo: el comportamiento de otra persona no define tu valor. Lo que Sofía hizo fue porque ella eligió hacerlo, no porque tú lo merecieras."

Ale asintió lentamente, dejando que las palabras de Belén calaran en ella.

La sesión continuó con otros compartiendo sus experiencias y Belén guiando la conversación con cuidado y empatía. Al final, cuando todos comenzaron a levantarse, Ale se acercó a Belén.

"Gracias," dijo, con sinceridad.

"¿Por qué?" preguntó Belén, ladeando la cabeza.

"Por estar aquí, por escuchar, por… bueno, por no dejarme hundirme."

Belén sonrió. "Es un placer, Ale. Además, no tienes que hacerlo sola. Nos tienes a todos aquí, y a mí también."

Ale se permitió sonreír. "Entonces, hasta la próxima semana."

"Definitivamente," respondió Belén. "Y si necesitas algo antes de entonces, ya sabes cómo encontrarme."

Ale salió del edificio sintiéndose más ligera, como si un pequeño peso hubiera sido levantado de sus hombros. No era mucho, pero era un comienzo.

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Holaaa

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