Capítulo 6"El amor no tiene límites, solo déjate llevar por este primer impulso"

Mao fue pasando el día, las semanas y los meses hasta que al fin había llegado octubre. Como cada año su rutina sin ningún revuelo como aquella vez, llevando a varias almas tanto al cielo como al infierno, pero aún no salía de su cabeza del porqué había sentido todo eso por aquel roce del hombre.
Sus manos temblaban y no era por frío, porque ella era incapaz de sentir el frío ya que al estar muerta de por sí estaba fría. Observaba perdida el lugar, recostada en un manzano muerto, pero pronto al tener hambre de comer la única y último manzana a medio morir del árbol, se desconcentra de su entorno al pensar en una forma de alcanzarlo sin perder energía en vano, por solo un momento bajó la guardia.

Unas manos la ayudaron a bajar del manzano, y eso se sorprendió ante del acción.

—¿Qué haces aquí? —pregunta seca.

El hombre, que era representante de LA VIDA, llegó a ella ofreciéndole una reluciente manzana verde, como si fuera que nunca estuvo descompuesta, sin querer le había dado vida.

—¿Q-qué hiciste? —tartamudean con sorpresa.

El hombre niega y sonríe.—Nada, o bueno eso creo —dice apenado.
Ocasionando que con aquel gesto, a Mao le pareciera tierno, ¿pero que Le ocurría?—¿Qué quieres de mí? —pregunta directamente.

El hombre se acerca a ella, pero ella retrocede, así durante unos minutos hasta chocar contra el tronco muerto del manzanero. Siendo acorralada.

—Quiero enseñarte algo... ¿Me concedes este humilde deseo? —pregunta el hombre de halo luminoso, mientras se aventura a acariciar con sus manos la mejilla de su adversaria.

Algo desconfiada y cómoda a la vez, lo observa.—¿Me dejarás en paz si lo hago? —dice desconfiada Mao.

El hombre frunce el ceño, tensando sus hombros por la negación que su cuerpo era consumido ante la pregunta.
—Si no te gusta si, pero si te gusta. Déjame hacerte una propuesta y por favor, acéptala.

Mao lo observa, lo analiza, aquel hombre tenía el cabello largo de piel morena, de ojos verdes vivos, era fornido, hermoso a simple vista. Y su sonrisa demostraba más vida que el manzanero o el cielo mismo.—Bien, pero tengo una duda.
El hombre la observa, y pica su curiosidad.—¿Qué duda? —pregunta.

Mao, lo separa un poco de ella.—¿Cómo te llamas? —pregunta.

El hombre se queda sin palabras, frunciendo el ceño al no recordar siquiera uno. Nunca había pensado en la probabilidad de que le preguntaran su nombre. Quedando absorto por varios minutos y en silencio, buscando una respuesta. —Me temo que no lo sé ni nombre tengo, soy solo un halo de luz, la vida en persona, pero... ¿Usted como se llama? —pregunta.

Mao se sorprende un poco al ver que tiene enfrente a la vida en persona, siendo ella la muerte.—Soy Mao, la shinigami de la Muerte —contesta.

Al hombre la sorprende. Pero luego sonríe.—Entonces, Mao, lo que te enseñaré te gustará —dice agarrando con suavidad.Uniendo sus manos, y llevándola hacia algún lugar. La noche se abría paso...