
16. Cafetería
Un día de principios de mayo, por la tarde, en una cafetería.
—Entonces Pol y yo hemos decidido ser novios —exclama Mía chispeante.
Miriam y yo le felicitamos por la noticia. Dafne sonríe forzadamente.
—Cat, ¿Bruno y tú sois pareja? —duda Miriam.
Pienso en silencio.
—La verdad es que no hemos hablado de eso —le aclaro.
—¡Tenéis que formalizarlo! —exige Mía.
—Vale, vale, hablaré con él.
—Tengo una idea —suelta Mía soñadora—. Podemos llamar a Pol y a Bruno y decirles que vengan. Se pueden traer algunos amigos si quieren —mientras dice eso mira a Dafne y a Miriam.
—¿Nos estás buscando novio? —cuestiona Dafne.
—¡Tal vez! —contesta juguetona.
—Cat, tú llama a Bruno —me ordena Miriam.
—No tengo su número —las tres me miran atónitas.
—¿Cómo que no tienes su número? Pero... ¡Muy mal! Es broma, ahora lo llamo yo — bromea la chica de pelo largo y rubio.
—Está bien, Mía —le agradezco.
Mía marca el número de Bruno en su celular y pulsa el botón de llamar. Pone la llamada en altavoz para que las demás escuchemos.
—¿Mía? —responde una voz aterciopelada.
—¡Hola, Bruno! ¿Puedes venir a la cafetería Beer & Show?
—Depende. ¿Quién está contigo?
—Dafne, Miriam, seguramente vendrá Pol y algunos de sus amigos.
—¿Solo ellos? —se queda esperando un nombre.
—¡Cat también, tontito!
—Entonces voy.
Me sonrojo.
—Oye, Bruno, no cuelgues.
—¿Qué pasa?
—¿Por qué Cat no tiene tu número? ¡Eso es lo primero que se tiene que hacer! Para ser el mayor experto en chicas te veo dormido, eh.
—No te hagas la experta por estar saliendo con Pol, anda —le replica—. ¿Cat me está escuchando?
—Sí —respondo.
—Vale, ahora te veo, gato. Hasta luego —se despide.
—Hasta luego.
Mía llama a Pol y le pide lo mismo que a Bruno. Pol acepta venir lo antes posible con algunos amigos.
Esto parece que va a ser una especie de fiesta. Tengo que avisar a mi madre de que volveré más tarde.
Hola, mamá. Estoy con las chicas en la cafetería, tal vez vuelva un poco más tarde de lo que te dije. No te alarmes, estoy bien. Te quiero.
Ya le he advertido. Al cabo de dos minutos obtengo una respuesta a mi mensaje.
Hola, cariño. Yo estoy con Jorge en casa, aunque se tiene que ir ya. Vuelve a una hora prudente, no muy tarde, eh. Yo también te quiero.
¿Mi madre me acaba de dar permiso para llegar a la hora que yo decida prudente? Genial.
Por la puerta de la cafetería entran Pol, Erik, Luka y Tania.
Percibo que a Mía no le ha gustado que Tania haya venido.
—Hola, amor —le saluda excesivamente cariñosa, le da un gran beso en los morros.
—Hola, Mía —responde Pol, un poco más tímido.
Minutos después, entran Adam, Xavier y Bruno. Esta guapísimo, como siempre. Lleva una camisa ceñida a su voluminoso cuerpo. Se le notan los grandes músculos de sus brazos y abdomen.
Me doy cuenta de que tres chicas adolescentes un poco más pequeñas que yo, le hacen ojitos a Bruno. Él parece no importarle y solo me mira a mí.
—Hola, gato —me da un besito en la frente.
—Hola, Brux.
Adam y Xavier me saludan amistosos.
—Hola, Cat —exclama alegre Pol. Después, desvía su mirada—. Hola, Bruno.
—¡Hola! — respondemos los dos al mismo tiempo.
Pol sonríe y se acerca a Mía.
—Bruno, creo que tenemos que hablar —le informo.
—Vale. Vamos allí, se está más tranquilo —nos dirigimos a una esquina de la cafetería en donde se encuentran varias butacas de color rojo vino.
Nos sentamos cada uno en una butaca.
—Habla —me ordena.
—Muy bien... A ver, ¿qué somos?
Arquea una ceja.
—¿Cómo? —me cuestiona sin entender nada.
—Es decir, ¿somos amigos, amigos con derecho, más que amigos, o qué?
Creo que le he pillado desprevenido.
—Mmm, pues, no sé —duda un momento—. Yo lo que tengo claro es que quiero estar contigo.
—¿Me amas?
—Con cada átomo de mi cuerpo.
—¿Y si no funciona la relación? No quiero perderte —respondo insegura.
—Nosotros haremos que funcione. Enséñame a quererte.
—Está bien —le beso en sus pomposos labios. Él me sigue el beso.
—Entonces, ¿somos pareja? —me pregunta intrigado.
—Efectivamente, de ahora en adelante vas a tener que aguantarme.
—Lo haré encantado —sus ojos verdes brillan ilusionados—. Por cierto, este es mi número de teléfono —me entrega un papel en el que se puede ver nueve números.
—Te escribiré.
Se escucha un sonido procedente del interior de mi bolso. Es mi móvil. Un nuevo mensaje.
—Brux, ¿me puedes traer una Coca Cola?
—Claro, voy a por ella.
—Gracias.
Se marcha hacia la barra para conseguir mi refresco. Rápidamente, saco el móvil de mi bolso y me fijo en el mensaje:
Bombón, sé que estás en la cafetería Beer & Show. No tardarás en ser mía para siempre...
Esto cada vez me da más miedo. ¿Cómo alguien puede ser tan malvado para mandar ese tipo de mensajes? Mis piernas empiezan a temblar, estoy helada.
Mi novio viene con mi bebida en la mano. También lleva una Fanta de naranja, supongo que es para él.
—Gato, toma tu bebi... Ey, estás muy pálida. ¿Te encuentras bien? —se agacha inmediatamente y con una mano me toca la frente para comprobar mi temperatura.
—Sí, sí, estoy bien. Tengo un poco de frío solo es eso.
—¿Frío? Yo me muero de calor —me alcanza una chaqueta vaquera.
Me ayuda a ponerme su chaqueta. Huele a él.
—Gracias.
—¿Te llevo a casa?
—Es muy pronto para volver a casa.
—Vale, si cambias de opinión dímelo.
¿Le digo la verdad? No me gusta nada mentirle pero no quiero que se preocupe. ¿Y si me pasa algo y él no sabe el motivo? Tengo que contárselo.
—Bruno, en realidad hay algo que tengo que contarte.
—Adelante —escucha atentamente.
—No te lo he dicho antes porque no quería preocuparte pero estoy empezando a tener miedo.
—Cat, me estás preocupando.
—Hace pocos días me empezó a llamar un número oculto. No le di importancia hasta que un día me dio curiosidad y acepté la llamada...
Le termino de explicar toda la historia.
—Tienes que denunciarlo a la policía y decírselo a tu madre.
—¡No! Bruno prométeme que no se lo dirás a nadie.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Mi madre ahora está muy feliz y ella lo ha pasado muy mal, no quiero causarle más problemas. Si las amenazas no se detienen, se lo diré, pero ahora mismo no.
—Eso es una tontería. Le causarías más problemas si el loco ese te hiciera algo, Cat. Razona un poco.
—Prométeme que no le dirás nada —se hace un silencio—. Prométemelo —le repito.
—Te lo prometo —se da por vencido.
—Gracias.
—No quiero que te pase nada. Te voy a acompañar siempre que salgas a la calle, ¿vale? Y si sientes que alguien te sigue o recibes más amenazas no dudes en decírmelo.
—Vale, muchas gracias —respondo en un tono de voz dulce.
—No me agradezcas nada, si te pasara algo no me lo perdonaría nunca.
—Me alegro mucho de haberte conocido —admito.
—Y yo a ti, gato —me abraza y me acaricia la espalda—. Bueno, hay que irnos de aquí —me agarra la mano y me lleva hacia la puerta.
—Espera, espera. ¿Por qué hay que irnos? —me detengo en la entrada.
—Tú acosador sabe que estás aquí, es muy peligroso.
—Cierto —reconozco—. ¿Y adonde vamos?
—A mi casa.
—¿A-a tu casa? —tartamudeo.
—Sí, ¿qué pasa, estás nerviosa? —me sonríe juguetón.
—No-no, es solo que... nada.
—Tranquila, no pasa nada.
En una butaca Miriam está sentada en el regazo de un chico el cual no sé como se llama mientras se besan.
Dafne está hablando con un chico bastante mayor, tendrá unos veinte años.
Mía está charlando con Pol. Cruzamos una mirada y se levanta arrastrando a su novia en nuestra dirección.
—¡Hola! ¿Ya os vais? —cuestiona.
—Sí —afirmo.
—Pero si solo son las ocho y media, venga quedaos un poco más —nos intenta convencer.
—No nos apetece, ahora vamos a ir a su casa —le guiño un ojo.
—¡Oh, vale, vale! A su casa... —me sonríe pícara—. Pues, hasta otro día.
Salimos de la cafetería y nos montamos en la Kawasaki. Enciende el motor.
—¿Cómo conduces tan bien si no tienes carnet?
—Mi padre me enseñó, le entusiasmaba los coches y las motos, igual que a mí —me explica.
Llegamos a una casa elegante y lujosa bastante aislada del centro de Barcelona. Parece costosa y espaciosa.
—Es aquí —me indica. Aparca la moto y vamos a la entrada principal.
Agarra las llaves de su bolsillo y abre la puerta. Mis ojos se posan en una gran fuente ubicada en el centro del jardín. El suelo es césped artificial. Hay varias tumbonas para tomar el sol, una piscina mediana y una mesa alargada y sillas al lado de una barbacoa.
—Es precioso... —balbuceo hipnotizada.
—No es para tanto —suelta una carcajada.
Coloca la llave en la cerradura de la casa y gira la mano, la puerta está abierta.
Mi corazón va a mil por hora, ¿su madre estará en casa, verdad? Ojalá caerle bien.
Me invita a pasar. Por dentro la casa es espléndida. Tiene unas escaleras en forma de espiral que van hacia el piso de arriba. Los colores principales son grises, blancos y negros, muy elegante.
—¡¿Bruno, ya estás en casa?! —grita una voz femenina desde el piso de arriba.
—Esa es mi madre —me susurra—. ¡Sí, baja por favor!
Se escuchan pasos bajar las escaleras con rapidez.
—¡Hola! Vaya, ¿quién es? —pregunta una mujer muy guapa. Tiene el pelo rubio y ondulado, los ojos verdes igual que Bruno. Va vestida con un vestido ligero de flores.
—Es Cat, mi novia.
—¡Así que ella es Cat! He oído hablar mucho sobre ti. Encantada, soy Tina, eres preciosa —me elogia.
—Igualmente —respondo tímida.
—¿Quieres quedarte a dormir? —me pregunta Tina.
—Me encantaría pero lo tendría que consultar con mi madre.
—Claro, pregúntaselo.
Agarro el móvil y le escribo un mensaje a Rosa.
Hola, mamá. ¿Me puedo quedar a dormir a casa de Bruno, por favor? No malpienses, eh, su madre también está en casa, por cierto, es súper amable. Besos.
—Ya le he preguntado, a ver cuando me responde —les comento.
—Perfecto, mamá, nosotros subimos a mi habitación.
—Bien, yo ahora iré al hospital.
¿Al hospital? ¿Para qué quiere ir al hospital?
Llegamos al piso de arriba. En las paredes hay cuadros en los que salen Bruno, Tina, su padre y... no sé quién, parece una niña pequeña.
—Bruno, ¿quién es ella? —señalo una foto donde sale una niña rubia y con unos grandes ojos verdes.
—Es mi hermana menor, Chloe, tiene ocho años. Ahora mismo está en el hospital, tiene leucemia —me explica entristecido.
—Lo siento mucho.
—Da igual, la visitamos todos los días y espero que algún día se recupere —dice positivo—. Te enseñaré mi habitación, ven.
Entramos en una habitación rectangular. Tiene un gran ventanal con unas maravillosas vistas. La cama es de matrimonio, tiene unas sábanas con rayas negras horizontales. Me llama la atención un gran espejo, muy bonito.
—Me encanta —exclamo fascinada.
—Tú sí que me encantas.
Bruno deshace la cama y se mete dentro de las sábanas. Me hace un gesto con la mano para que me tumbe a su lado.
Me abraza fuertemente y nos dormimos. Uno pegado al otro, pero sin hacer nada, simplemente dormir con la persona a la que amas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro