
15. Me estás asustando
Un día cualquiera de principios de mayo, en el recreo del instituto.
—¡No me creo que te hayas acostado con Bruno Tucci! —señala Miriam.
—¿Lo hace bien, verdad? —cuestiona Mía.
—Genial —admito con cara de pilla.
Una persona a la que no tengo ganas de ver se dirige hacia mí.
—Así que te has acostado con Bruno, eh —murmura Daniela muy enfurecida.
—¿A ti qué te importa? —le replico.
—No sé si sabes que Bruno siempre deja a sus ligues después de acostarse. Para él solo has sido una más, una del montón. No te ilusiones, niñita.
—Vete a la mier... —Dafne no me deja terminar la frase. Me agarra del brazo y tira de mí, llevándome a clase.
—No le hagas caso, es gilipollas —dice Mía.
Me siento en mi sitio. Mi compañera de al lado, Nuria, me sonríe.
La profesora de inglés empieza la clase.
Bruno, de vez en cuando, me mira y me sonríe.
¿Será verdad lo que dice Daniela? ¿Y si solo ha sido un momento de sexo y no me quiere?
Es difícil confiar en alguien cuando todos te comen la cabeza en contra de esa persona.
Pero él no se merece eso. No a hecho nada para que yo desconfíe así de él, ¿no?
Noto una vibración en el bolsillo de mi pantalón tejano. Alguien me llama.
Saco el celular con cuidado de que la profesora no se de cuenta y me fijo quien es el emisor de la llamada.
Otra vez el número oculto.
Esta noche me ha llamado tres veces, menos mal que no me di cuenta, tenía el móvil en silencio.
La curiosidad de saber para que me llama un número anónimo aumenta.
—Profe —exclamo educada levantando la mano—, ¿puedo ir al baño?
—Está bien... —balbucea no muy convencida.
Salgo lo más deprisa posible y me encierro en el baño. Acepto la llamada.
—¿Diga? —pregunto.
—Hola, Cat —exclama una voz excesivamente grave. Es un modulador de voz.
—¿Quién eres?
—Pronto lo descubrirás.
—¿Qué quieres de mí? —contesto atemorizada.
—Te quiero a ti.
—¿Có-cómo? —tartamudeo.
—Tarde o temprano serás mía, solo para mí.
—¿Qué dices? ¡Estás loco!
—No te conviene decirme esas cosas, bombón.
—¡No me llames así, y déjame en paz!
—Adiós, bombón —se despide y cuelga.
¿Qué acaba de pasar? Un escalofrío me recorre todo el cuerpo.
Unas horas después, en la salida del instituto.
Estoy bastante asustada por la llamada de antes. Me he pasado el resto de clases sobrepensando. Tal vez ha sido una broma de mal gusto.
¡Ay! Me he chocado contra alguien.
—Epa, gato, cuidado —contempla mi cara preocupada—. Ey, ¿te pasa algo?
—No, tranquilo —finjo estar bien.
—¿Seguro? —con una de sus manos me levanta la barbilla y me acaricia la mejilla. Me estremezco.
—Seguro —exclamo fría alejándome de él.
Bruno no entiende mi reacción.
—Cat, ¿estás enfadada conmigo? ¿He hecho algo que te ha molestado? Puedes decírmelo, enserio.
—Ha sido un mal día, solamente eso —le tranquilizo.
—¿Tengo algo que ver?
Silencio.
—Cat, cuéntamelo, por favor —insiste.
—Daniela me a dicho que para ti no soy nada y que me vas a usar para... bueno, ya sabes, sexo —exclamo enrojecida.
—Daniela es una metomentodo. ¿Tú crees que yo haría eso? —me pregunta decepcionado.
—Bruno, yo ya no sé qué pensar. Estoy cansada, ¿vale? Yo a ti te quiero.
—Yo te amo —pronuncia esas palabras tan dulces saliendo de unos labios muy apetecibles.
Pasa una mano por mi nuca y me besa, en la salida del instituto, delante de alumnos y profesores.
Pero eso a mí no me importa, para mí solo existimos él y yo, todos los demás han desaparecido. Es un momento mágico. Lástima que alguien tenía que fastidiarlo.
—¡Jóvenes, por dios! —grita escandalizado el director—. Sepárense, venga.
Los dos damos un paso atrás avergonzados.
—Entiendo que el amor adolescente es muy intenso, ¡pero este no es el sitio adecuado para hacer eso!
—Perdone, Andrés —se disculpa Bruno—. Ya sabe que los adolescentes somos pura hormona.
—¡Y tanto que lo sé! Bueno, ahora iros cada uno a vuestra casa. Hasta mañana —se despide el director.
Nos distanciamos y le hacemos una seña de adiós con la mano.
Bruno y yo nos miramos y soltamos una gran carcajada.
—Me encanta tu risa —le elogio.
—A mí me encantas tú —me guiña un ojo.
Caminamos un poco más y me doy cuenta de que ya casi llegamos a mi casa.
—Bruno, no hace falta que me acompañes a casa, tú vives en dirección contraria.
—No me molesta en absoluto acompañarte. Me gusta estar contigo.
—Y a mí, pero me siento culpable.
—Bueno, está bien. Me voy —me da un beso suave en los labios y se aleja.
En ese momento me acuerdo de la llamada telefónica. De esas palabras. «Te quiero a ti»
«Tarde o temprano serás mía, solo para mí».
—Espera, Brux.
Se da la vuelta y arquea una ceja.
—Acompáñame, por favor.
—Claro —rápidamente se pone al lado mío y continuamos nuestro trayecto.
Estoy segura de que le ha sorprendido esa petición. Siempre le insisto en que no me acompañe a casa.
—¿Tienes esta tarde libre? —suelta de pronto.
—Esta tarde... —pienso—. Sí, no tengo nada.
—Perfecto —exclama sonriente.
—¿Qué quieres hacer?
—Te recojo en tu casa a las seis. Adiós ojitos bonitos —me besa y se despide.
No me había dado cuenta de que ya habíamos llegado a mi hogar.
Joder, otra vez me he dejado las llaves. Toco el timbre y en pocos segundos la puerta se abre.
Vaya.
—Pasa, Cat —me indica emocionado el novio de mi madre.
Con cara de indignada entro en casa.
Huele demasiado a pescado. Me repugna ese olor, el pescado tampoco me apasiona mucho.
—Hola, cariño —me saluda Rosa chispeante de alegría. Al menos ella está feliz—, siéntate, ya está la comida. Jorge, tú también te puedes sentar.
Entorno los ojos al escuchar ese nombre. Mi madre se da cuenta y me fulmina con la mirada.
En la mesa se encuentra la merluza y las patatas fritas.
Me sirvo un poco de comida en mi plato y lo pruebo.
—¿Qué te parece? La merluza es mi especialidad —me pregunta Jorge intrigado.
—Está muy salado —hago una mueca de asco totalmente actuada. La verdad es que no está tan malo.
—No le hagas caso, está buenísimo —le dice mi madre. Me da un pisotón por debajo de la mesa.
Rosa y mi nuevo padrastro se pasan la hora de comer hablando y, a veces, integrándome en la conversación, aunque yo no muestro ni una pizca de interés.
—Mamá, esta tarde he quedado con Bruno, ¿vale? —le informo.
—¿Es tu novio? —exclama Jorge instantáneo. Los ojos de mi madre y los míos lo miran atónitos por la indiscreción.
—Perdón —se disculpa avergonzado.
—Está bien, Cat —afirma Rosa.
Ese mismo día, unas cuantas horas más tarde.
He comprado tabaco. He vuelto a fumar.
El nuevo novio de mi madre, la llamada, el tema de Daniela y Bruno, mi ex, me han agobiado mucho y me ha dado el impulso de fumar.
El timbre suena.
—¡Ya voy yo! —grito bajando apresuradamente las escaleras.
Abro la puerta y me encuentro al chico de mis sueños. Va vestido con una camisa blanca y pantalones tejanos oscuros. Las comisuras de sus labios sonríen al verme.
Me agarra de la mano y me lleva hasta una Kawasaki. Mis ojos se abren como platos.
—¿Me tengo que subir? Me da un poco de... miedo —comento sonrojada.
—No tengas miedo, no te va a pasar nada —me tranquiliza.
Se sube y tras de él me monto yo. Arranca la moto y me agarro fuertemente a su espalda.
—Oye, pero si tienes dieciséis años, ¿y el carnet de conducir? —cuestiono inocente.
Bruno me sonríe divertido. Vale, no tiene carnet.
La moto se detiene enfrente de una heladería.
Nos bajamos y avanzamos hacia la entrada.
Una camarera nos atiende.
—Hola, ¿qué queréis pedir? —nos pregunta.
—Yo quiero un helado de cucurucho de chocolate —pide Bruno.
—Vale —le entrega su helado—. ¿Y tú que quieres?
—Un helado de cucurucho de vainilla, por favor.
La mujer me da el helado y nos cobra. Nos sentamos en una mesa al exterior del local.
—¿Está bueno tu helado?
—Muy bueno —señalo—. ¿Quieres probarlo?
Bruno asiente con la cabeza y degusta el helado de vainilla.
—Está mejor el mío, de chocolate —opina.
—¡No es verdad! El mío es mejor.
—Tú no has probado mi helado.
—No me hace falta para saber que el mío está más bueno —nos reímos.
Mi sonrisa se borra y se vuelve amarga.
—¿Qué te ocurre? —por su tono de voz parece preocupado.
—Pues... cosas de mi familia.
—Cuéntamelo.
Le explico la historia de Jorge, Rosa y yo por en medio.
—No me da buenas vibras ese hombre —le indico.
—Cat, dale una oportunidad antes de juzgarlo
—me aconseja.
—Está bien, lo haré.
De repente, me dan muchas ganas de fumar. No creo a Bruno le importe que lo haga.
Saco del bolso un cigarro y lo enciendo con mi mechero.
Bruno me quita el cigarro, lo tira al suelo y lo pisa. Me quedo sorprendida por su reacción.
—¿Desde cuando fumas? —parece incluso un poco enfadado.
—Pues... comencé hace un tiempo, después lo dejé y ahora he vuelto otra vez.
—No lo hagas —me suplica con un hilo de voz.
—¿Qué? ¿Por qué me dices eso? —pregunto confusa.
—Mi padre tuvo cáncer de pulmón.
—Hablas en pasado, ¿eso significa que...?
—Sí, murió —afirma. Sus ojos verdes empiezan a enrojecer.
—Ey, Brux. No tenía ni idea, lo siento mucho — le doy un abrazo mientras le acaricio el cuello.
—Prométeme que no volverás a hacerlo.
—Te lo prometo —le juro mientras saco todo el tabaco que tenía dentro del bolso y lo tiro a la papelera más cercana.
Bruno se limpia los ojos con las mangas de su camisa y me sonríe.
—Ahora que lo pienso... deberíamos conocernos más —opino.
—Vale. ¿Qué quieres saber?
—Mmm, no sé. Cuéntame cosas de ti, cosas que te gustan.
Piensa durante un instante.
—Me gusta mucho el fútbol, los deportes, hacer surf, los coches, el boxeo y... bueno eso.
—Creo que no tenemos nada en común.
—Dicen que los polos opuestos se atraen —me mira de arriba a bajo seductor. Suelto una carcajada—. Te toca, cuéntame cosas sobre ti.
—Mmm, pues... me gusta escuchar música, cocinar aunque luego queme la cocina, ir de compras, el color morado, leer...
—Efectivamente, nada en común —suelta entre risas—. ¿Cuáles son tus cantantes favoritos?
—Taylor Swift, Lana del Rey y Olivia Rodrigo.
—No me gusta.
—Brux, acepta que yo tengo mejor gusto musical que tú.
—Jamás, gato. Son mejores Central Cee, Duki y Yung Beef.
—Ay no.
Me agarra por detrás de la cintura y me tapa la boca mientras me da montones de besos.
—¡Brux, para, me haces cosquillas! —exclamo mientras me río.
—Hasta que no digas que tengo mejor gusto musical no paro —sigue dándome besos.
—Vale, tienes mejor gusto que yo —me suelta y me da un último beso en la frente.
—Así me gusta —responde contento.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro