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Capítulo 8.-La soldado del amor incondicional.

Los días pasaban como agua en un río en una dirección empinada: veloz, apenas dándose cuenta que ya es fin de semana una vez más.

Fumino paseaba por la academia, notando dos cosas. La primera de ellas era que cuando Nariyuki saludaba con su mano a la profesora Kirisu, ella regresaba el gesto sin parecer una acción de mayor relevancia.

No obstante, la chica se daba cuenta de que su profesora suspiraba como lo haría una mujer enamorada, llevándose la mano al pecho y ruborizándose un poco.

La segunda era que, en clase, Nariyuki siempre miraba a la profesora Kirisu sin ninguna atención, todo lo contrario. Lo miraba embobado, sonriendo estúpidamente, a la vez que se centraba más en la profesora que la propia clase.

Era su intuición femenina la que le decía que existía una conexión más fuerte que la de alumno y profesora. Ayudante y alumno. Era más que eso.

Conociendo un poco a Nariyuki, era muy seguro que él no hubiera dicho nada. Hilando un poco las veces que él se ponía nervioso cuando hablaban de la profesora y ese ramo de rosas que le dio, todo indicaba una cosa.

Él estaba enamorado de la profesora Kirisu.

Pero eso era algo más que claro, la parte difícil venía al cuestionarse, ¿la profesora Kirisu estaría enamorada de su alumno? Conociendo su rectitud y disciplina, uno creería que no.

No obstante, las apariencias engañan. Tras ese maquillaje de rectitud y disciplina, se hallaba una joven poco más de dos años mayor que su alumno.

Poniendo la propia Fumino un supuesto, es que, en esencia, Nariyuki era bastante maduro y dedicado. Muchas mujeres prefieren a hombres mayores que ellas ya que es sinónimo de madurez.

No obstante, ese chico de dieciocho años, tendría la edad mental de, quizá, un hombre de veinticuatro o poco más años, obviando algunas conductas propias de un adolecente.

En esa madurez mental, yacía el oro.

En la clase, Nariyuki, como siempre, sacaba su libreta y le daba un repaso rápido a la lección anterior para tener la información fresca. Uruka llegaba dándole una palmada en la espalda, riéndose de su contrario.

Ella también tenía dieciocho años...pero su edad mental sería, obviando algunas conductas propias de una mujer adulta, quizá de unos quince o dieciséis años.

-¡Buenos días, corazón de melón!

-¡¿Por qué me dices así, Takemoto?! ¡Es penoso!

-Digamos que una pajarita me ha dicho como es tu enamorada.

Nariyuki hizo el cuello para atrás, aparte de saltar los ojos. Esa afirmación, pareciéndole imposible, se le hacía un ridículo.

-¿Y cómo es mi enamorada?

-No me dijo como es ella físicamente. Lo que esta pajarita me dijo fue que ella tiene un corazón de melón.

Fumino miraba desde la puerta a Uruka con ganas de apretarle el cuello por andar de habladora. La regañaría después ya que ese no era el mejor de los momentos. Se evidenciaría quien era la "pajarita".

-No sé a qué te refieres. –El muchacho frunció el ceño.

-Claro que sí sabes, Nariyuki. Je, je. Su corazón es duro por fuera, pero por dentro ella es tierna y dulce.

-Tienes razón...n-no lo había pensado así. –El muchacho se ruborizó. Su amiga soltó una risotada.

-Si trabajas mucho por llegar al interior de su corazón, podrás probar esa dulzura.

Uruka volvió a sonreír de oreja a oreja. Nariyuki se apenó al captar lo que esas palabras significaban. ¿Cómo sabrían los labios de Mafuyu? Él ya lo sabía sin saber que lo sabía. Un extraño juego de palabras, pero esa era la realidad.

-Lo que él no sabe es que no tuvo que trabajar tanto. –Pensó Fumino, soltando una risita para sí misma.

Esa tarde el muchacho no tendría trabajo con la profesora Kirisu, cosa que lo tenía levemente desanimado. Tenía que ser ahora el camarada tutor de sus tres compañeras. Dos veces por semana, ¿cómo quejarse? Eso le beneficiaba a él también.

Rizu se les unía al salir de la academia, irían a un pequeño parque cercano en donde había algunas bancas. Él las guiaba, estando a la cabeza.

La más pequeña de las chicas se notaba levemente molesta, pero nadie quería preguntarle por temor a causarle el cólera.

Una vez sentados, la sesión de estudio iba bastante bien. Nariyuki escribía algunas cosas en su libreta de notas, que era acerca del rendimiento de las chicas.

-Aquí se puede apreciar la historia de un chico que, cuando está solo, le platica al viento que es lo que él siente. No obstante, cuando tiene que decirles sus sentimientos a las personas, ya sean sus amigos, la chica que le gusta, o incluso a su madre, es incapaz de hacerlo, ¿por qué? –Ese fue el ejercicio de Nariyuki.

-Hum...quizá es por siente pena. –Adelantó Uruka. Fumino ya tenía una respuesta clara, pero se la guardaba.

-¿Qué hay de ti, Ogata? ¿Por qué el muchacho sólo le puede contar sus secretos al viento?

La chica se notaba pensaba en una respuesta. Ese esfuerzo se reflejaba en sus ojos y en su semblante, sobreesforzandose en encontrar una respuesta a esa pregunta.

-No lo sé...

-Vamos, no es muy difícil. Simplemente tienes que...

-¡¿Tengo qué?! –El cólera de la muchacha, explotó.

-Rizu, tranquila. –Pidió Uruka, dando una sonrisa de incomodidad.

-¡Ya sé que no sirvo para esto! ¡De seguro tus notas sobre mi dicen eso! –Le recriminó a Nariyuki, señalando su libreta.

-Tienes que mejorar...si te esfuerzas, lo lograrás. –Sonrió él, tratando de calmar a su compañera.

-La profesora Kirisu dice lo contrario. ¡Apuesto que tú dices lo mismo cuando le entregas los avances semanales!

Ahora las cosas tenían sentido. Rizu nunca había visto con buenos ojos a Nariyuki por ser ayudante de Kirisu. En su cabeza, tenía sentido que ambos tuvieran la misma opinión acerca de ella, lo que la molestaba muchísimo.

Su enojo, desde la perspectiva de Nariyuki, podría venir de un regaño que la profesora le diera a Rizu. Pensar que tanto profesora y alumno compartían la misma opinión de su rendimiento le inspiraba un poco de odio contra el muchacho.

-Estás frustrada. –Sentenció él. –Es normal, no te preocupes. Casi toda mi vida he vivido con frustración, ¿Cómo la he sobrellevado? Simplemente me digo "Me esfuerzo todo lo que puedo, y eso es lo que importa" ¿Tú te esfuerzas todo lo que puedes?

-Sigh. No quiero escuchar tus sermones, Yuiga. Sólo dime la respuesta para hacerme una idea de que tengo que hacer.

-Es por qué se siente incomprendido. –Interrumpió Fumino. –El chico no dice lo que siente al pensar que las personas que lo rodean no entenderán sus sentimientos. El viento siempre nos entenderá, ya que siempre está con nosotros y siempre escucha nuestras penas.

Rizu tuvo una pequeña risa melancólica, pero no era para bien, sino todo lo contrario. –Es lo más tonto que he escuchado en toda mi vida. El viento no puede sentir ya que únicamente es una mezcla de gases.

La chica no dijo más, por lo que tomó sus cosas y se retiró del grupo. Los tres restantes la vieron con cierta tristeza partir de esa forma tan lamentable.

No es que sus acciones fueran lamentables, pero sí dolía que ella dijera que las palabras de Fumino eran una tontería. Las dos chicas miraron a su tutor, quien dio un pesado suspiro.

-Continuemos, chicas. –Volvió a suspirar.

-A mí me pareció muy lindo lo que dijiste, Fumino. –Susurró Uruka, tristemente.

-Muchas gracias. –Ella tuvo una sonrisa autentica de oreja a oreja.

En casa del muchacho, él llegaba arrojando su mochila al suelo, estando un poco desganado. Fumino tenía notables avances en sus materias atrasadas...dentro de lo que cabe.

Que ella se alzara con un 6.3 cuando su nota media era de 2.8, dejaba mucho que desear...pero nada que lamentar. Iba bien.

Por otro lado, Uruka también subió su promedio general...en un punto. De siete, ella ahora tenía un ocho, lo que era un promedio bastante aceptable.

Quien no iba muy bien que digamos era Rizu. Sus calificaciones de 3.4 subieron al 7.6, algo que suena a una contradicción, y lo sería si es que no se obviara el hecho de que, en la teoría, Rizu había mejorado...ya en la práctica, no.

Algo de historia de la literatura se le quedó bien pegado, al igual que los géneros, las características del lenguaje literario o sus modalidades.

El problema venía al tratar de describir poéticamente un objeto, un paisaje. Sus explicaciones eran demasiado literales, sin metáforas. O, si las tenía, eran bastante malas.

Un problema de talla mayor, por los ejercicios que les dejaban en aquella clase, Rizu tenía que mejorar ese aspecto si quería librar bien la materia. De ahí que la profesora Kirisu fuera más exigente con ella, llegándola a regañar porque, según ella, la chica no ponía de su parte.

Argumentos no le faltaban, ya que muchas veces los ejercicios dejados por ella quedaban completamente en blanco. "Ni siquiera lo intentas" recriminaba Kirisu.

Regresando con Nariyuki, él daba sus opiniones del avance de sus dos compañeras. Dejó en blanco a Rizu, al no saber muy bien que quería ella.

Entendía frustración de la chica, y buscaba una forma de solucionar ese problema.

Saltando un poco en el tiempo, ya era el día siguiente. Nariyuki tenía una rosa de color rosa en sus manos. Era una, pero no por ello menos especial. Le cumpliría a Mafuyu cuando le dijo que le llevarías más rosas.

En los pasillos, él vio a lo lejos a Rizu, saludándola con la mano a la vez que le sonreía. Ella no hizo gesto alguno, pasándolo de largo. Aquello le dolió un poquito.

Las chicas lo miraban otra vez, cuestionándose todavía quien era la destinataria de esos detalles tan románticos. Casi para rematar, y siendo algo que el muchacho consideraría infalible para enamorar a su profesora, fue que escribió una carta a puño y letra, levemente aromatizada con el olor de su perfume.

Si pudiéramos hacer una analogía, oler la carta era como oler su chaqueta o su chaleco, algo que es muy anhelado por las parejas de enamorados.

Asegurándose que nadie lo viera, el muchacho fue hasta la oficina de la profesora Kirisu, tocando la puerta dos veces. No hubo respuesta, y él tenía la llave de la oficina al tener que sacar o meter documentos en los archiveros de ésta.

De forma intrépida, y teniendo unos nervios auténticos, tanto así que incluso sentía como una gota de sudor le recorría desde la axila hasta su cintura, dejó en el escritorio la rosa y la carta perfumada.

Era igual a la de aquella vez: rosa de color rosa y listón azul diamante.

Marchándose tan velozmente como llegó, Nariyuki se fue echándole llave a la puerta, caminando como si nada en todo lo que faltaba por recorrer su salón.

Según él, nadie lo había visto...falsa realidad. Fumino lo vio con la rosa en manos desde una calle antes de llegar a la academia. No le dijo nada, se mantuvo como una autentica acosadora sin dejar rastro, siguiendo al muchacho hasta que lo vio dejando la rosa y la carta.

Ella apenas si es que podía contener la emoción. Ahora tenía nuevas ideas para su historia romántica, teniendo anotados a forma de "ideas" algunos consejos que le daría a su buen amigo para que lograra su cometido.

Una vez en el salón de clases, Uruka tomó de la mejilla a Nariyuki, estirándosela un poco.

-Vaya, vaya, Nariyuki. Ya me dijeron que traías una rosa, ahora no fuiste tan inteligente ya que podremos ver a que chica se la diste.

-Dudo mucho que lo sepas. –Retó Nariyuki a sabiendas de que Mafuyu nunca sacaría la rosa de su oficina.

Hablando de ella, iba llegando a la academia, un poco apurada y con algunos libros en brazos. Iba directo a su oficina, por lo que ya tenía la llave en su mano.

Abriendo la puerta de su oficina, ella cerró la puerta tras de sí para luego mirar al frente. Vio la rosa y la carta en su escritorio.

Tan grande fue su sorpresa que los libros que llevaba en brazos se le cayeron, escapándosele el aire al tiempo en que su ritmo cardiaco comenzaba a acelerarse.

-Nariyuki... -No pasado más tiempo, Mafuyu se sonrojó, sonriendo dulcemente al sentir muchísima alegría en su corazón.

Sin recoger los libros, la profesora fue por la rosa que reposaba en su escritorio, observando los mismos detalles que tenía el ramo anterior. Era una pequeñez en comparación al anterior obsequio, pero la intensión era lo que únicamente a ella le importaba.

Vio la carta, también tomándola para desdoblarla. Al hacerlo, un aroma a perfume de hombre se empezó a notar de manera sutil en el ambiente, oliendo lo justo y necesario para que ella recordara con amor al chico quien le dio ambos regalos.

Sin poder evitarlo, ella se llevó la carta a la nariz, oliendo profundamente la carta, no siendo obsesiva al hacerlo. Sintió en su corazón algo que le resultaba tan extrañísimo. Era amor, o lo que le sigue al amor.

La carta, escrita con cuidado, se notaba redactada a pluma fuente (prestada por Fumino, por cierto), decía un mensaje bien en claro.

Cada semana que pase le daré una rosa. Algunas veces cambiará el color de la flor o del listón que amarra el celofán. ¿Por qué lo hago? Agradecimiento, supongo yo.

Siempre tuyo:

-Nariyuki Yuiga.

-Que atrevido. –Pensó ella, dando pisotón al suelo a la vez que reía un poco. Ese detalle la dejó completamente embriagada de amor, amor del bueno.

A la vez que recogía los libros, preparaba la exposición de su siguiente clase y ponía la rosa en una botella de agua, la profesora Mafuyu pensaba en como agradecerle al muchacho lo dado. Ahora un beso en la mejilla no bastaría, tampoco un helado, ¿Qué bastaría?

Sólo lo podría saber una persona muy en concreto: La soldado del amor incondicional. (Pinche referencia a Luis Miguel JAJAJAJAJA)

Para la clase de la profesora Mafuyu, ella entró con un aire de completamente diferente del de siempre. Ahora no se notaba enojada ni regañó a los alumnos sin apenas haber empezado la clase.

Se notaba muy feliz y contenta, algo que era extrañísimo. Nariyuki tenía un presentimiento de cuál era la causa de esa felicidad: él. Pensar que su teoría era cierta lo hacía sonreír como un auténtico ganador.

Fumino se quería reír a carcajadas de ver a los dos enamoraditos viéndose de forma discreta, con ese brillo tan autentico en sus ojos.

Hablaban en el lenguaje del mundo, no el de los hombres. Lo curioso es que, a pesar de ser un lenguaje que cualquier persona del mundo puede entender, hay que ser sutiles para entenderlo. Fumino, por su sensibilidad como persona, podía entender éste oculto lenguaje simbólico.

¿Qué es lo que ellos dos se decían sin siquiera darse cuenta que lo expresaban? Muy simple. Se decían, desde lo más profundo de su alma: te amo, cariño mío. Con todo mi corazón, te amo.

Eso le causaba un rubor a la chica, quien veía cómo es que su amigo y su tutora se enamoraban de forma irrenunciable.

Tendría que lanzarse al frente como una buena soldado si quería lograr la victoria. Y ella tenía una forma ideal.

Al acabar la clase, Fumino fue y le dejó una nota a Nariyuki en su banca, para luego ir al escritorio del salón.

-Profesora Kirisu, me gustaría hablar con usted...en privado. –Pidió Fumino, tratando de contener su ímpetu.

-Claro, ¿te parece a la hora del receso?

-¡Por supuesto!

Del otro lado del salón, la nota que Fumino le dejó a Nariyuki era una que contenía sutiles consejos.

Me gustaría que me dieras tu opinión en la novela que estoy escribiendo, por eso te dejaré una lista con acciones que me parecen buenas para que el protagonista haga, pero no me decido cual es la que más le gustaría a la profesora imaginaria.

Siendo una lista un poco larga, el muchacho le tomó foto para tenerlas en su mente cuando fuera necesario. Las leyó todas, imaginándose como le resultaría de beneficiosas a él en su propia aventura romántica.

Volvió a escribir en la nota, con un lapicero de diferente color, un simple "que las haga todas", lanzándola al pupitre de Fumino.

-Esto me servirá muchísimo. –Pensó él, notoriamente emocionado.

Ya en receso, lo que eran Uruka y Nariyuki caminaban juntos al salón de Rizu. Fumino no se les unió por obvias razones, pero aprovecharían el tiempo que fuera necesario para poder estudiar un poco. Se acercaba el primer examen.

Cuando fueron a su salón, ella salía como si nada, pasando de largo a Nariyuki, pero sí saludando a Uruka.

-¿Vienes a estudiar un rato? –Le preguntó ella, antes de que su buen amigo pudiera decir algo.

-No. Creo que estudiaré por mi cuenta, y quizá ya no vaya a las tutorías. Hay muchas formas de poder estudiar, no sólo una.

Ambos compañeros se quedaron notoriamente desanimados por esa afirmación. Era algo muy malo, catastrófico, de hecho.

-A la escuela únicamente se viene a sacar un título, pero aprender ya es cosa de cada quien. Bueno, tengo que irme, me gustaría ver algunos videos de cómo interpretar un texto literario.

-¡Espera, Rizu! –Pidió Uruka, un poco desesperada. –No desertes de las tutorías, sería mejor que nos apoyáramos entre las tres.

-No quiero causarles problemas, y Fumino no sabe muy bien cómo ayudarme, por lo que es un intento en vano. Aprecio su amistad...pero no pueden ayudarme. Eso y que ya no quiero soportar los regaños de la profesora Kirisu.

-Ella quiere lo mejor para ti. –Soltó Nariyuki, sin pensar o sin tan siquiera medir la intensidad de sus palabras.

-¿Por qué la defiendes? Se supone que somos nosotros contra ellos, ¡¿Por qué te pones de su lado?!

-Por nada en especial.

-Como lo sospechaba. Piensas igual que ella. Sigh, nos vemos después Uruka.

-¿Vamos por un helado el sábado, Rizu?

-Lo pensaré...

(Para el fic me agarré la personalidad de mamoncita que tenia Rizu al principio del anime, de ahí que sea así)

No hubo más palabras. Uruka miró a su buen amigo con unos ojos que delataban mucha tristeza. No podían hacer nada, ya que en una parte Rizu tenía razón. Ella podía aprender por su cuenta, ya que a la escuela sólo se va a sacar un título, aprender se puede hacer en cualquier sitio.

Lo único malo era que, aunque ella no lo dijera, despreciaba la amistad que las dos chicas tenían que ofrecerle. Y de Nariyuki, ni hablar. A él no lo quería ver ni en pintura, al igual que la profesora Kirisu.

Era, quizá, la única manera para ella. Todo lo demás no le había funcionado, así que se radicalizó.

Ambas mujeres se sentaron en una de las bancas del patio, a la sombra de un árbol.

-¿Qué querías decirme, Furuhashi? ¿Es respecto a las tutorías?

-No exactamente. Quizá a usted no le importen los temas que no sean de la academia pero...considero que debo decírselo a usted. Hay un chico que me gusta, me da flores, algunas cartas. Es muy especial, quizá sea el chico más lindo que haya conocido alguna vez.

Todo lo que la muchacha decía era como si ella fuera Mafuyu. La interpretaba a ella como si fuera un personaje de una obra de teatro. De todos modos, ella ya sabía que era lo que la profesora sentía por Nariyuki.

-¿Y te pidió que fueras su novia?

-No. El problema es que no sé si me lo vaya a pedir, ya que nuestro amor es prohibido. Nuestras familias se conocen porque nuestros primos también fueron novios, pero su primo se portó mal con mi prima, la hizo sufrir mucho, y por eso es que nuestro amor es prohibido.

-Ya veo, ¿pero él es como su primo o es diferente?

-Como le dije, profesora, es el chico más lindo y especial que haya conocido nunca.

De forma incomprensible (para ella), esa historia le sonaba parecida a su amor por Nariyuki. Era un amor imposible y prohibido. Claro que no era casualidad en lo más absoluto, todo era orquestado por Fumino, quien hasta se inventó una historia.

-Te preguntaré una cosa, ¿estás dispuesta a arriesgarlo todo por ese chico tan especial?

-¿La verdad? No. –Fumino sabía que Mafuyu no estaba dispuesta a arriesgar todo por Nariyuki, por lo que contestaría como ella.

-Siendo así...es que sólo se vive una vez, lo que no hacemos se convierte en un lazo que amarramos al pasado que no nos permite avanzar el resto de nuestra vida por preguntarnos hasta la muerte, ¿Por qué me importó y no lo hice? Y es que no hay peor adicto que el adicto al pasado.

-Sé de personas que dan consejos y no los siguen. Espero que usted no sea de esas personas, profesora Kirisu.

-¿Hum? ¿A qué viene eso? –Ella se confundió un poco. De hablar del problema amoroso de Fumino, pasaron a hablar de la hipocresía de los consejos.

-A nada en especial. ¿Entonces lo que usted haría...es arriesgarlo todo por un amor imposible?

-Supongo que sí. Dicen que no importa el dinero, sino el amor. Claro que de amor no se come, pero al menos impulsa a resistir lo que pueda venir y salir adelante.

-Ya las cosas me quedaron más claras... ¡gracias, profesora Kirisu! –La chica se levantó de la banca, dando unos pasos largos lejos de ésta. -Le deseo suerte.

Y así fue como Fumino se marchó a la biblioteca con una cosa bien en clara: quizá Nariyuki tuviera una oportunidad de vencer a los amores imposibles. 

Llegando ella, el aura se notaba un poco lúgubre, aparte de que Rizu no estaba sentada con ellos. Algo no andaba bien, pero ella no lo sabía.

Saludó a sus dos amigos con bastante afecto, no dejando nunca de sonreír en todo lo que estuvo. Por otro lado, Uruka y Nariyuki se veían decaídos, sobre todo la chica.

Él, por lo menos, tenía la felicidad de haberle dado la rosa a Kirisu. De hecho, sentía una verdadera intriga al preguntarse, "¿cómo me dará las gracias?"

Regresando al triste presente, Fumino se dio cuenta rápidamente de los desánimos de sus condiscípulos, cuestionándose un poco que sucedió con ellos y con Rizu.

Se le explicó la situación de forma breve...ella estudiaría aparte, por sus muy razones personales, aunque sí quería "conservar" la amistad con ellas dos...pero no con el muchacho.

Eso le dolió un poco a la chica, pero ya no había nada que hacer para poder resanar la situación. Todo intento podría ser bloqueado por Rizu.

Acabando la sesión de estudio, que fue más corta al ya no contar con una de las integrantes, lo que dejó un sinsabor de boca. El punto es que, como Uruka tenía algo de prisa por ir a una de sus prácticas de natación, se retiró casi al instante. Quedaron solos Fumino y Nariyuki.

Ambos arreglaban sus cosas con total calma y recelo. Fumino revisó los pasillos y varias personas leían en los sillones de la biblioteca.

-Ven conmigo. –Pidió ella, tomando de la mano a su contrario para encaminarlo a una de las "salas de silencio".

-¿Eh?

La puerta era de vidrio transparente, pero afuera no se escuchaban pláticas algunas. Ella le entregó un libro al azar a Nariyuki, pidiendo que se sentara.

-Tengo que decirte algo muy importante, pero es un secreto tuyo.

-¿Mío?

-En efecto. Ya sé que te gusta la profesora Kirisu y tu "enamorada de las rosas" es ella.

El muchacho se congeló al instante, palideciendo para, inmediatamente después, ponerse rojo de la vergüenza.

-No le digas a nadie, seré tu esclavo, ¡pero no le digas a nadie!

Fumino soltó una pequeña risa, causada por la ternura que le daba su estimado, aparte de que, por sí solo, todo era una cosa para reírse, ¿un alumno que se enamora de su profesora?

-No le diré a nadie, Yuiga. Ya sabes como soy, por eso no me fue difícil descubrir dos cosas. La primera: tú estás enamorado de ella.

-¿Y la segunda?...

-Que, amigo mío, ella también está enamorada de ti. –Fumino sonrió mostrando los dientes, causando que al muchacho le brillara el rostro de la alegría y emoción que sentía.

Uno pensaría que es absurdo que Kirisu se enamorara por un ramo de rosas. No obstante, las cosas del amor son absurdas. Unos se enamoran por una mirada, una caricia, incluso por unas palabras, ¿Por qué no por unas rosas? El amor es un absurdo.

-Sonará como una locura, pero me confesó que arriesgaría todo por un amor imposible. Declárale tus sentimientos y te aseguro que ella los corresponderá.

-Gracias. Escuchar eso me hace muy feliz. –Nariyuki empezó a moquear un poco, asomándose unas lagrimitas en sus ojos.

-¿Estás llorando, Yuiga? –Fumino comenzó a reír.

-Se me metió algo al ojo, es todo. –El muchacho también rió, burlándose de sí mismo.

Ahora quedaba lo más difícil...la propia declaración. 
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Ustedes: hablan de fumino*

Sí, ella es un santo, no hay que dudarlo uwu aunque creo que me la mamé con lo de soldado de amor incondicional jajajajzjaa aunque bueno, también es lindo ver como mafuyu se sonrojan por culpa de las rosas de Nariyuki es tan tierno :3

Nos vemos en una semana.

Siempre tuyo:

-Arturo Reyes.

(Sí, nariyuki firma sus despedidas igual que yo, ya veremos luego de donde sale eso)

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