18 Confesiones
Un nuevo día comienza en la cabaña de Stella. Jamás se hubiera imaginado que algún día amaneceria junto al amor de su vida y a dos adolescentes de los cuales ambas se van a convertir en sus protectoras.
—Buenos días —se levanta Jasmine y la besa mientras busca una taza en la alacena—, te levantaste temprano, cuando toqué la cama no estabas.
—Sí, me desperté yendo a corroborar que todos estuvieramos en casa y fui a ver si Ender logró descansar un poco y está durmiendo bien, hasta ronca —ellas ríen—. El agua está caliente —le señala la tetera.
—¿Qué horneas? —la abraza besando su cuello, mientras la castaña se seca las manos—, eso huele rico, pero tú eres mi comida favorita.
—Siempre tan descarada —se separa un poco de ella y la besa. Entonces ve a Laura parada en el pasillo con la boca abierta— ¿Qué pasó Lau?
—Ustedes...
—Sí, nosotras.
—Lo sabía —hace una seña con su brazo de victoria y ellas ríen— ¿Hay algo para comer? Tengo hambre.
—Estoy horneando galletas —le sonríe Stella—, ve a lavarte los dientes y la cara así desayunamos —ella asiente bostezando. Se miran con Jasmine y sonríen.
—¿Te imaginas si fueran nuestros?
—Son nuestros, haré todo lo posible para que ellos no vuelvan a esa casa.
La abraza fuerte besando su cabeza, luego ponen la mesa para desayunar, cuatro tazas, las galletas recién horneadas, Bosco jugando con su pelota, Jasmine conversando con Laura mientras ríen y hablan de libros.
—Ve a despertar a tu hermano —le pide la castaña besando su cabeza y vuelve con Ender adormilado—. Buenos días, horrendo durmiente —el sonríe y le saca la lengua, siéntate así desayunamos.
Los hermanos abrazados se sienten lado a lado, Jasmine les sirve el agua caliente para el té, también les coloca jugo de naranja en un vaso y les pasa el azúcar, Stella toma asiento a su lado y comienzan a desayunar, pero ellos a pesar de que miran las galletas no las tocan.
—¿Qué pasa, no les gustan las galletas?
—En casa no nos dejan tocar la comida que es de ellos —dice Laura— a menos que nos den permiso —las mujeres se miran, ahora entienden porque la pequeña está tan delgada— ¿Podemos comer galletas? —Stella suspira cerrando los ojos despacio y la niña cree que la he enfadado, su hermano toma su mano.
—Niños, toda la comida que hay en esta casa también pueden comerla, no es necesario que pregunten —ellos la miran asintiendo y suspirando aliviados—, jamás les voy a negar nada. Solo avisenme cuando algo se acabe a mí o Jasmine. Ahora por favor coman.
Ellos toman cada uno una galleta y se miran, luego abren los ojos grandes al notar que están deliciosas, vuelven a mirarse y sonríen. Ambos parecen niños chiquitos y en cierta medida aún lo son aunque tengan 17 y 13 años. Se les negaron tantas cosas que no tuvieron una infancia normal. Jamás habían probado galletas caseras tan ricas como estás.
Laura se va con Jasmine a hacer unas compras al pueblo, ya que la casa de Stella queda a unos 25 minutos más o menos. Ella se sienta al lado del joven que ya tiene el lugar del golpe aún más morado y el ojo algo rojo, el labio parece un poco hinchado, le da la compresa congelada y lo mira. Necesita hablar con él algunas cosas.
—Ender hay cosas que necesito saber —él la mira y lo sabe— ¿No les daban de comer? —él traga, y juega nervioso deshilachando el hueco de su jean rasgado— ¿Por qué más los han hecho pasar?
—No teníamos permitido comer su comida, él traía el dinero a casa, no somos sus hijos para estar alimentandonos a cada rato, solo nos compartía de su almuerzo y en el desayuno era una taza de té y una rodaja de pan cada uno —suspira—, por eso comencé a trabajar, para poder darle comida a mi hermanita, Laura lloraba porque tenía hambre —agacha la mirada a las manos sobre su pierna— ¿Sabe lo doloroso que es que tu hermanita llore porque tiene hambre? —sus lágrimas ruedan y el las limpia inmediatamente, Stella frunce los labios y cierra los ojos con fuerza— el cura en la iglesia nos daba mucha de la ropa que donaban, yo se la pintaba para que no pasara vergüenza porque se ponía ropa usada, los niños pueden ser muy crueles a veces —suspira—. Unas vecinas nos donaban los útiles que sus hijos no usaban, también zapatillas también y abrigo. Ella tiene trece años y todavía no sabe andar en bicicleta —sonríe con tristeza viendo por la ventana—. El niño bonito está dañado profe.
—¿Bonito? Si estás horrendo —el ríe genuinamente y ella toma su mano—. Todos estamos un poco rotos, Ender —él la observa a los ojos con el mismo brillo que vió hace unos días— ¿Tu madre no hacía nada?
—Ella... al principio buscaba la manera de darnos de comer, pero él la amenazó un día y era perderlo a él o hacerle caso y matarnos de hambre —se encoje de hombros—. Muchas veces los denunciaron ¿Sabe cuántas veces hicieron algo? —él la observa y niega— No le importamos ni a mi madre, ni al estado, ni a nadie, eventualmente todos se acostumbran a la situación y dejan de vernos —se miran.
—Yo no voy a acostumbrarme a esto, Ender, no les daré la espalda.
—Tengo un plan, solo tengo que lograr que ella firme ante un juez, así Laura y yo seremos libres de ellos —sonríe—. Voy a emanciparnos, él no podrá hacer nada y no podrá acercarse a mi hermanita. Profe yo he visto como mira a Laura y no me gusta, no me gusta para nada, cuándo voy a trabajar ella me espera sentada en una mesa mientras hace los deberes, no quiero que se quede en casa sin mí, no sé si mi madre haría algo para detenerlo y si él la toca, yo lo mato, lo mato, profe, se lo juro que lo hago.
—Ender, no va a correr ese riesgo, porque aquí ya tienen un lugar seguro —acaricia su mano—. Quédense aquí, pueden vivir con nosotras, no les va a faltar nada.
—¿En serio podemos quedarnos?
—Para siempre, si quieren —acaricia su mejilla—. Yo tampoco quiero que cometas una locura o les pase algo.
Ender se va a trabajar esa tarde, Laura por primera vez se queda en casa sin tener que ir a algún lugar, se pone a hacer la tarea con ayuda de ambas a su lado, mientras merienda a gusto. Al volver de las comprás, Jasmine le había comprado zapatillas nuevas, por primera vez en años, ella estrenó zapatillas nuevas y las limpia a cada rato, también compró un par para su hermano y ropa nueva para ambos, no de tiendas de segunda mano o de donaciones. Ender con una gran sonrisa y algo de vergüenza recibe sus regalos y se mete a la ducha dónde se permitió llorar un momento y disfrutar de esta felicidad luego de tantos años de amargura.
Con ambas profesoras ayudándole con la tarea, Laura piensa en voz alta y solo cuando sale nota que lo dijo por lo que se ruboriza e intenta seguir con la tarea.
—Que lindo sería tener una madre como ustedes —ambas mujeres se miran—. Yo lo siento, pensé en voz alta.
—Tambien sería lindo tener una hija como tú —Jasmine besa su cabeza mientras se levanta. Si su hijo viviera le encantaría que fuera igual de amable, inteligente y amoroso como Laura o fuerte, protector y lean como Ender.
—Ya vengo cariño, sigue con el punto cinco —acaricia su mano y sale trás la pelirroja— ¿Estás bien?
—Sí, solo que pienso en mi hijo, en como sería si estuviera aquí conmigo. Creo que nunca te conté cómo fue.
—No y sinó quieres hacerlo, porque es difícil hablar sobre eso, lo entiendo.
—Quiero hacerlo, quiero y necesito que sepas —se observan frente a frente y se sientan luego lado a lado en el escalón del pórtico—. Había comenzado con dolores un martes, fuimos a la guardia y estaba todo bien me hicieron una ecografía de control, él estaba bien, inquieto pero bien, faltaba un mes para que naciera —muerde su labio inferior—. Me mandaron a hacer reposo e hice todo al pie de la letra, pase dos semanas en cama, un día me levanté para ir al baño y él no se movía, pero no solo eso, al destaparme estaba cubierta de sangre —se limpia las lágrimas y Stella la trae hacía ella—, fue horrible, comencé a gritar, un vecino me cargó y me subió al auto para llevarme al hospital. Mi bebé estaba muerto y yo moría en el quirófano por una hemorragia. Perdí tanta sangre que entré en paro 2 veces, estoy segura que ví a mi hijo del otro lado, hablé con él, se despidió de mí y volví. Cuando desperté yo sabía que él ya no estaba, al llegar a casa... —las lágrimas son más fuertes—. Una cuna vacía, juguetes de un hijo que jamás podría usar, ropa sin estrenar, y un vacío, no solo de la muerte de mi hijo, sinó de saber que jamás podría volver a ser madre, jamás llevaría de nuevo vida dentro de mí.
Stella la abraza fuerte, la acaricia y la envuelve en sus brazos. Reacciona y se da cuenta de que el amor de su vida murió dos veces, que la podría haber perdido definitivamente y ella enojada aún con ella por marcharse, quizás si se hubiera quedado del otro lado, jamás la podría haber vuelto a ver.
—Casate conmigo —sale de ella sin pensarlo mucho.
—¿Qué?
—Nada.
—No, dilo —se saca las lágrimas—, repite lo que dijiste.
—Que te cases conmigo. Te perdí dos veces, moriste dos veces y yo aquí enojada —suspira y toma sus manos dónde desde hace días ya no lleva la alianza—. No es necesario un anillo en tu dedo para que sepas que me perteneces y te pertenezco, pero si para ti es importante, cásate conmigo, se mi esposa y... —Jasmine la besa y susurra repetidamente un sí, hasta que se hace cada vez más fuerte.
—Sí, sí y mil veces sí, Stella, quiero ser tu esposa. No me importa una propuesta romántica, solo quiero estar contigo.
Sonríen y se abrazan, están comprometidas. Stella cae en la cuenta de esto y de que acaba de hacer realidad uno de sus sueños, el amor de su vida, será su esposa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro