8. Félix al rescate
THEA
Erik me dejó en manos de Sophie para que me acompañara a la secretaría y luego a mi primera clase. Pensé que debía de ser una amiga en la que confiaba, pero no tardé mucho en darme cuenta de que él estaría feliz de librarse de mí con quien fuera.
—No te lo tomes personal. Erik es desagradable con todos. Odia a las personas.
Sophie se acomodó la coleta de cabello mientras avanzábamos por el pasillo hacia el salón de matemática. El suelo era oscuro y los pasillos largos, por lo que me sentí como si estuviéramos yendo a mi sentencia de muerte en su lugar. Por la cara de mi compañera, comenzaba a cuestionarme si eso no era cierto.
De vuelta, ahí estaba yo preguntándome qué tanto había cambiado mí Erik desde que me mudé y por qué otras personas parecían verlo completamente diferente a como yo lo recordaba.
—No creo que odie a la gente. Sólo es tímido y no sabe socializar.
Sophie se carcajeó y no hizo falta que discutiera mi punto de vista, porque esa risa bastó para hacerme ver lo que ella pensaba al respecto.
La profesora aún no estaba a la vista cuando llegamos al salón, lo que más tarde me explicó Sophie que era algo bueno, porque era del tipo de persona que no perdonaba las tardanzas. Ocupamos los asientos de adelante, que eran individuales, de esos que estaban soldados a su propia mesa de madera vieja y hierro. Junto a los ventanales en forma de arco y el pizarrón negro me sentí como si estuviera a punto de tener una clase con Harry Potter o la sociedad de los poetas muertos.
Desafortunadamente, sólo tuve matemáticas. Parecían estar viendo los mismos temas que Félix y yo en casa, pero la clase fue más intensa de lo que estaba acostumbrada. La profesora dejaba ejercicio tras ejercicio sin intervalos de descanso y se paseaba por las mesas para asegurarse de que todos estuvieran trabajando en silencio y al mismo ritmo.
Sophie y yo no compartimos la siguiente materia, pero aún así me acompañó hasta el salón en el piso de arriba.
—Yo también soy nueva —me explicó mientras subíamos las escaleras con prisa, esquivando estudiantes que bajaban—. Comencé a principio de año, así que sé lo que se siente. Los profesores insistirán en que estés al día con el temario, no te preocupes, puedo prestarte mis apuntes. —Se detuvo frente a la puerta del salón de geografía—. Y si alguien es grosero contigo, respóndele.
—¿Por qué alguien sería grosero conmigo? —me asusté.
Ella se tomó un momento para pensar qué responder.
–No, por nada. La gente aquí es grosera sólo porque es gratis.
Me dio una palmada en el hombro y se despidió. La vi marcharse y desaparecer hacia el piso de abajo, y vacilé. Ahora que no tenía quién me acompañara, estaba más nerviosa que durante la primera clase. Sophie se veía como el tipo de chica que sabría cómo responder si eran desagradables con ella —ya fuera con diálogo, o con un puñetazo—, pero yo no. Usualmente no me daba cuenta si alguien era grosero hasta que ya era demasiado tarde, o simplemente lo ignoraba.
Quería que Sophie volviera.
Ella tuvo razón, después de todo. Los profesores me exigieron que copiara los apuntes de todo el año y que los estudiara. También que realizara y entregara los proyectos para los que no estuve presente y no se mostraron comprensivos a la hora de recordar las fechas de los próximos exámenes.
Sólo tuve dos clases y ya quería echarme a dormir o hacerme un ovillo y llorar. Aún no decidía qué opción me apetecía más.
—¡Thea!
Sentí sus brazos alrededor de mí antes de poder verlo.
Estaba en medio de uno de los pasillos, en el receso que había entre el segundo y el tercer periodo, cuando Félix me abordó. Me estrujó y cerré los ojos contra su chaqueta mullida. Podía reconocer su fragancia a coco en cualquier lado.
Los estudiantes nos esquivaban y continuaban su camino.
Félix se quiso apartar, pero se lo impedí.
—No, no. Quédate así un rato más. Debo recargar energía.
Lo oí suspirar antes de sentir su mano en mi cabello.
—Las clases son agobiantes. ¿Verdad? No sé cómo sobreviviremos el resto del año.
Le di unas palmadas en la espalda sin soltarlo, en un intento por animarlo y motivarme.
—¡Yo sé que podemos! Eres capaz. Ánimo.
Cuando levanté la cabeza, él me estaba entrecerrando los ojos, con su mano aún en mi cabeza, apartándome el cabello del rostro.
—Las cosas que hago por ti. Espero que todo esto valga la pena y te cases con ese tal Erik. Es lo mínimo que pido. Que se casen, compren una casa, adopten un perro y tengan dos punto cinco hijos. El primer varón se llamará Félix. Si es mujer, Felicia.
—Ya hablamos de esto. —Di un paso hacia atrás, para deshacer el abrazo, pero con mis manos aún aferrándose a sus antebrazos—. Su amistad es más importante para mí.
Soltó otro suspiro, este más dramático, y me miró entre apenado y conmovido.
—Vas a terminar sola.
Me reí, incómoda, como siempre que alguien hablaba o preguntaba por mi vida amorosa.
—No me importa.
Los dos fuimos juntos a la siguiente clase, literatura, y aprovechamos todo el tiempo que tuvimos juntos para ponernos al día. Al parecer la familia Harrison, con la que él se estaba quedando, tenía cuatro miembros: la madre, el padre y dos hijos. La hija mayor, que no vivía con ellos, enseñaba sociología aquí. Y el hijo menor, con quien Félix ya se había ganado una rivalidad, era estudiante de último año.
Le habría criticado por haber hecho un enemigo desde su primer día, pero eso sería hipócrita de mi parte. Fue lo mismo que me sucedió con Erik.
—¿Y a ti por qué te odia?
—No me odia. Está celoso —me dejó en claro—. Le molesta que sus padres me estén consintiendo por ser un invitado.
—Ay, no...
—Y hace bien. —Félix me sonrió antes de señalarse el pecho—. Si debe haber un príncipe en la casa, ese seré yo. Nadie más.
Me habría reído si no supiera que hablaba en serio. Félix podía ser un miedoso, pero era muy bueno haciendo enemigos. No sabía si el causante era su gran ego, su estupidez o la adrenalina que le generaban los enfrentamientos, pero él nunca rechazaba una enemistad.
Me despedí de él con preocupación después de Literatura, con el deseo de que pudiera llegar vivo hasta la última clase. Ahora que no me tenía a su lado todo el tiempo para esconderse detrás de mí, temía que se cruzara con la persona equivocada y acabara con un ojo morado.
—Ven a visitarme luego de clases. —Me pidió mientras se alejaba—. Las tardes son aburridas.
—No puedo, tengo una reunión con el club de historia. Y tú tienes que estudiar.
—¿Desde cuándo te gusta la historia?
Félix me alzó una ceja. El timbre que anunciaba el final del receso sonó y poco a poco todos comenzaron a entrar a los salones. Yo también debía ponerme en camino.
—Mañana visitarán la tumba de Robinson.
—¿El del musical? —Asentí—. Ponme en el club. Amo "Robinson".
Se alejó tarareando una de las canciones. Yo sabía que él tenía tanto interés por la historia como yo, y que probablemente se bajara del club después de esa excursión. Pero los amigos no juzgan, apoyan. Así que, cuando llegué al aula de Química y vi a Sophie sentada adelante, lo primero que hice fue preguntarle si necesitaban más miembros.
Me senté a su lado, porque creí que sería la única persona en la clase a la que conocería, pero entonces apareció en la puerta Drake, el amigo de Erik que nos había llevado a la librería. Con el uniforme azul puesto se veía menos como un malvado motoquero y más como un chico adinerado y bien portado. Pasó frente a nosotras y me asintió con la cabeza en un saludo sin detenerse.
—Starr —dijo. Ese era mi apellido. Miró de reojo a Sophie—. Parker.
Sophie, quien estaba buscando otro permiso para la excursión entre su carpeta de fotocopias, ni siquiera levantó la vista. Pero debió de reconocer su voz.
—Harrison.
Ese apellido.
¿Acaso no era el mismo de la familia con la que Félix se hospedaba? ¿Eso quería decir que Drake era el chico con el que mi amigo se estaba llevando mal? ¿Y por qué nos estábamos saludando por el apellido? Debía de ser algo de este colegio, porque donde yo estudiaba siempre nos hablamos por el nombre de pila.
El profesor llegó unos segundos después y la clase comenzó. Creí que con Sophie en ella, todo iría sin problemas, pero al parecer no conté con el factor Drake.
Estuvo toda la clase intentando conseguir su atención. Se sentó detrás de nosotras y, cada vez que ella comenzaba a leer o resolver un ejercicio, él tocaba su hombro para preguntarle algo. Al principio, sobre su fin de semana, luego, fingía no entender lo que había que hacer, pero era obvio que sí lo hacía, porque respondía las preguntas del profesor sin siquiera pensarlas demasiado. Cada vez que Sophie intentaba participar en clases, él hablaba más fuerte que ella para molestarla, así que ella comenzó a hacer lo mismo con él.
No debía de ser algo habitual, porque incluso el profesor comenzó a irritarse y amenazó con amonestarlos si volvían a responder una pregunta sin permiso. Era la primera vez que veía a alguien meterse en problemas por participar en clases y saber las respuestas de los problemas.
Sophie y Drake bajaron la intensidad a partir de ese momento, pero no duró demasiado. Faltando unos minutos para el final de la clase, el profesor escribió el último problema de la página en la que estábamos trabajando en el pizarrón y dijo.
—Voy a darle medio punto al primero que venga al pizarrón y resuelva...
—¡Yo lo sé!
—¡Yo puedo!
Sophie y Drake se levantaron al mismo tiempo. La hebilla del abrigo de Sophie se enganchó con su banco, pero no pudo quitarla porque Drake, quien venía de atrás, chocó con ella. Los dos cayeron al suelo: Sophie primero, Drake sobre ella y luego la silla. Todos comenzaron a reír mientras los dos volvían a discutir. El profesor repetía una y otra vez "cuidado, cuidado" y parecía querer ayudarlos a levantarse, pero estaban demasiado metidos en su pelea para dejarse.
—¡Déjame salir! Me estás aplastando.
—¡No puedo! Tu hebilla se enganchó con mi calcetín.
—¡Claro que no!
Sophie, debajo de Drake, tiró de su pie para salir de debajo. La hebilla de su zapatilla, que estaba enredada en el calcetín de él, rasgó la tela. Drake se quejó, ella comenzó a disculparse. Él intentó desenganchar el cierre de la chaqueta de ella de la silla y la golpeó accidentalmente en la cabeza con el respaldo.
A esta altura, todos estaban riendo menos el profesor, quien les pedía que pararan antes de que se mataran.
Tomó el resto de la clase conseguir separarlos. Para cuando el timbre sonó, ellos estaban otra vez de pie, agitados, con el uniforme alborotado mientras eran regañados. No solo perdieron el punto extra que el profesor iba a darles, sino que fueron amonestados.
—¿Qué pasa con ustedes? —seguía regañandolos mientras el resto iba abandonando la clase—. Peleando toda la hora. Creí que se llevaban bien. No pueden matarse por medio punto.
Drake, quien tenía las manos detrás de su espalda mientras recibía la reprimenda, sonrió. Se veía como si estuviera disfrutando todo eso. Sophie no dejaba de fulminarlo con la mirada.
—No nos de ideas, profesor.
—Siempre puedo terminar mis estudios desde la cárcel.
El profesor los dejó ir con una advertencia y la orden de que enfriaran sus cabezas antes de la próxima clase. Los dos asintieron y, al menos, fingieron estar avergonzados.
Esperé a Sophie fuera del salón mientras veía a la mayoría de los estudiantes ir hacia el comedor para el almuerzo. Cuando finalmente salió, soltó un gran suspiro, como si hubiera quedado exhausta. Su coleta alta con trenzas ahora estaba medio deshecha.
—Eso fue intenso —solté—. ¿Ustedes dos están compitiendo por una nota, o sólo se están molestando porque se gustan?
Cuando estás en la escuela, sólo eres así de insoportable con la persona que te gusta. Tal vez con amigos cercanos, pero el saludo que se dieron al inicio de la clase, nombrándose sólo por el apellido, gritaba enemies to lovers por todas partes. Había leído suficientes novelas románticas para entender lo que estaba sucediendo.
—Ambas. —Drake salió del salón en ese momento y se paró detrás de Sophie, con una mano sobre su hombro—. Thea, te presento a mi novia, aunque supongo que ya la conoces. También es la persona que me quitó del cuadro de honor. Puedes llamarla "usurpadora".
Sophie movió el hombro, como si quisiera apartarlo, pero acabó dándose por vencida y cruzándose de brazos.
—No es cierto. No habrías quedado afuera si hubieras tenido un promedio más alto.
Ahora que no estábamos en clase, la tensión que había surgido por culpa de su competitividad había desaparecido. Incluso aunque se estuvieran acusando de cosas, la manera en la que él apoyaba su mano, o en la que ella se echaba ligeramente hacia atrás, contra su pecho, mostraba una confianza que delataba la naturaleza de su relación.
—¿Cómo está tu cabeza? Lamento lo de la silla.
Drake apartó el cabello de Sophie con suavidad y examinó su frente. Ella dijo que no le dolía, pero él aún así dejó un beso donde la había golpeado por accidente. El gesto me dio ternura y también envidia. Sabía que hacía tan solo una hora le había dicho a Félix que no me importaba quedarme sola, pero a veces me gustaría, aunque sólo fuera una vez, experimentar algo así.
—¿Puedes llevarme a casa en tu motocicleta hoy?
Drake se apoyó contra los casilleros como si se estuviera desinflando.
—No puedo. —Estiró el labio y me apuntó con su dedo pulgar—. Tengo que llevar a su amigo a casa.
Así que, después de todo, Félix sí se estaba quedando con Drake.
Elevé el mentón.
—¿Cómo sabes que es mi amigo?
—Porque los dos vienen de la misma escuela, el mismo año... —Levantó un dedo—. Y él no deja de hablar de ti. —Levantó el otro—. Pero tengo entendido que ustedes dos son más que amigos.
Enarcó una ceja con curiosidad.
—¿Quién te dijo eso? ¿Erik o Félix?
Él sonrió.
—Jamás revelaré mis fuentes.
Esa reacción hizo que me preguntara si acaso los dos amigos hablaban o hablaron de mí. ¿Qué tipo de cosas le habría contado Erik?
—Él puede tomar el autobús. No entiendo por qué tendrías que llevar y traerlo —Opinó Sophie y me salvó de tener que continuar esta conversación sobre mi novio ficticio—. Sin ofender a Félix. Pero yo llegué antes que él.
El rubio se rascó la cabeza.
—Al parecer, no sabe cómo usar el autobús. Dijo que de dónde ellos vienen, no hay transporte público. Algo sobre ser una ciudad demasiado pequeña para eso.
Eso era mentira. Teníamos transporte público y nuestra ciudad no era para nada pequeña. Pero no iba a ser yo quien delatara a mi mejor amigo. Menos después del favor que me estaba haciendo al permitirme mantener la farsa de ser novios.
—Es cierto. Vamos a la escuela en bicicletas —mentí—. Sólo sé usar el transporte porque viví aquí de pequeña, pero obligar a Félix a usarlo sería un gran choque cultural. Podría entrar en shook.
Sophie me miró de soslayo, pero no dijo nada. Drake suspiró.
—¿Ves? —Se alejó de los casilleros—. No importa. Te veo en la tarde.
—Adiós.
—Adiós, Drake.
Lo saludé con la mano y él se marchó rumbo al comedor, o a su siguiente clase. Sophie no se movió de donde estaba, pero aún seguía dirigiéndome la misma mirada de lado, cruzada de brazos. Esperé a que él desapareciera de vista antes de volverme hacia ella.
—¿Estás molesta?
Estaba lista para defenderme de lo que fuera a recriminarme. No era mi culpa, era de Félix, y además, yo se la debía. Ella pudo haberle dicho la verdad a Drake de haber querido. ¿Por qué dejó que la responsabilidad de hacerle saber del fraude cayera sobre mí?
Pero ella sonrió.
—No. Quiero ver cuánto tarda Drake en darse cuenta de la mentira.
—Es demasiado obvia. No le tomará más de una semana.
—¿Quieres apostar?
Acabamos apostando una buena cantidad de dinero. Primero, en cuánto tiempo demoraría Drake en descubrir la mentira. Luego, en cómo lo haría. Una amiga de Sophie con la que nos sentamos en el comedor quiso meter dinero a la apuesta y pronto todo su equipo de fútbol se sumó.
Me prohibieron contarle a Félix al respecto y también le prohibieron a Sophie hacer lo mismo con Drake. Algo me dijo que esta no sería la primera apuesta que haríamos sobre nuestros novios.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Al día siguiente Erik volvió a despertarme varias horas antes de salir. Se bañó y vistió antes de bajar a preparar el desayuno, pero aún así se veía mal. Tenía ojeras otra vez y estaba inusualmente callado. Me pregunté si acaso él no estaba teniendo malas noches de sueño y sólo me despertaba para que alguien más sufriera con él.
Baltasar se sentó sobre mi regazo, al igual que el día anterior, y le di medio panqueque a escondidas. Eso lo motivó a intentar robarme más y tuve que bajarlo porque el forcejeo se volvió violento.
Erik terminó de lavar los platos y finalmente se sentó frente a mí a desayunar. A través de las cortinas se podía ver que aún era de noche y sólo habíamos encendido una de las lámparas de la cocina, porque encender todas se sentía demasiado cuando el resto de la familia aún dormía.
Lo vi mezclar una cucharada enorme de miel dentro de su té, revolver y luego cerrar los ojos con placer cuando finalmente la bebió. Hizo una expresión similar a la hora de comer sus panqueques, también con miel y mucha mantequilla. Era como si la comida dulce fuera su consuelo después de una mala noche.
—¿Dormiste mal? —me aventuré a preguntar.
Baltasar se subió sobre las piernas de Erik esta vez. El muchacho bajó una mano para acariciarlo y el gato lo mordió. Debía de estar acostumbrado a esos tratos, porque ni siquiera pestañeó. Descansó la mano sobre el estómago del animal y dejó que este jugara con la manga de su suéter.
—No quería ser tan obvio. Supongo que es difícil disimularlo.
Unté un trozo de panqueque con la miel que se volcaba sobre el plato.
—¿Siempre tienes estos problemas, o sólo ahora?
Me pareció oírlo gruñir.
—No te hagas ilusiones, Starr. No es por ti.
Cortó un bocado de su panqueque y comenzó a comer para no tener que seguir hablando, todo esto mientras mantenía la frente arrugada. No quería atribuirme el origen de todos sus problemas, pero si no estaba pudiendo dormir a causa del estrés, probablemente yo tuviera algo que ver.
Pero si él iba a negarlo, yo también. ¿Qué me importa?
El viaje en el auto fue un poco más largo que el del día anterior, porque no teníamos que ir al instituto, sino a la entrada del cementerio. Salimos más tarde, por lo que ya era de día y aproveché el viaje pare mirar el paisaje con la radio encendida y a un volumen bajo.
Cuando llegamos a la entrada ya había personas esperando afuera. El cementerio estaba rodeado por murallas grandes, blancas, con decoraciones en amarillo y una entrada en forma de arco, por lo que no podías ver que había dentro a menos de que te dejaran pasar. La acera era angosta y la calle era de adoquines, como la zona donde Erik vivía. Afuera había un cartel con las tarifas y horarios de las visitas guiadas en varios idiomas.
Aún no había nadie que reconociera. La tarde anterior, al ser mi primer día de clases, Sophie insistió en que no era necesario que asistiera a la reunión del club. Sin embargo, Erik sí lo hizo, por lo que me tocó volver sola en autobús mientras lo maldecía. Qué suerte tenía Félix, que había engañado a Drake para que se convirtiera en su chofer.
Por esa misma razón, ahora no sabía quienes conformaban el club. Sophie era una, Erik, otro. Pero no desconocía al resto de los estudiantes.
Erik apagó la radio y el motor. Yo desabroché mi cinturón, pero antes de que pudiera abrir la puerta, él habló.
—¿Qué harás luego de hoy? —preguntó—. Sé que sólo te anotaste al club por el tipo del musical, pero tenemos reuniones todos los días, además de un proyecto en el que estamos trabajando durante el año.
Dejé la mano apoyada en la manija de la puerta, sin abrirla. Erik me miraba desde su asiento y sabía que decía esto para asustarme, porque me inscribí al club sin pensarlo.
No tenía idea de qué pensaba hacer luego de hoy. No sabía que debíamos reunirnos todos los días. No estaba dispuesta a ese tipo de compromiso, pero tampoco quería darle la razón y quedar superficial.
—Para que sepas, la historia sí me interesa.
—Ayer dijiste que no.
—Lo dije porque estaba nerviosa.
—Claro. ¿Cómo pude olvidarlo? —fingió golpearse la frente, como si acabara de recordar algo—. La historia siempre ha sido tu pasión. De hecho, recuerdo que una vez de pequeños dijiste "Cuando sea grande quiero ser historiadora y unirme al club de historia del instituto. Ojalá algún día pueda ir de excursión a un cementerio".
Me volví hacia él.
—Apenas puedes recordar mi nombre. ¿Cómo vas a saber qué cosas me gustaban?
—La historia seguro que no —se burló.
—¿Si quiera hay algo bueno que recuerdes sobre mí, o elegiste quedarte sólo con las cosas malas?
Erik dejó de sonreír, levantó sus manos y las dejó caer.
—¡Ahí estás otra vez! Culpándome por algo que no controlo. Desde que llegaste te has estado portando como si mi falta de memoria fuera un ataque deliberado hacia ti.
—Bueno. ¡¿Y no lo es?! —Sacudí la cabeza—. Cortaste todo contacto en el segundo que me fui. Jamás respondiste mis llamadas, ni mis cartas. Estaba sola, no conocía a nadie, mis padres se estaban separando y la única persona con la que podía hablar de repente me odiaba. Esperé diez años para volver a verte. ¿Y resulta que tan solo me habías olvidado? ¡Es tan gracioso que voy a llorar!
Me alcé de hombros y sentí los ojos vidriosos. Algo que me dolía tanto, convertido en un chiste.
Erik apartó la mirada.
—No puedo controlar lo que recuerdo o no. No es como si lo hiciera porque te odio.
—¡Ojalá lo hicieras! —Sentí un nudo en la garganta—. Ojalá me odiaras, porque al menos significaría que fui importante para ti.
Alguien golpeó en la ventana.
Me limpié el rostro con la manga de mi chaqueta y cuando levanté la cabeza vi a Félix afuera, agachado, con una mano apoyada en el techo del auto y la otra cerrada, con los nudillos aún contra el cristal. Llevaba unos lentes de sol sobre la cabeza, enterrados entre sus rizos de bronce, y sus cejas casi se unían en preocupación.
Bajé la ventana varios centímetros y de repente dejamos de ser sólo Erik y yo. Volví a escuchar el sonido de la ciudad, las conversaciones en la acera, el canto de los pájaros, los bocinazos de la avenida. Respiré el aire fresco y frío que entraba desde la abertura.
—Acabo de llegar y los he visto —explicó Félix. Su mirada fue de Erik a mí y recordé que seguramente esta era la primera vez que ambos se veían cara a cara. Qué maravillosa primera impresión—. ¿Qué está pasando aquí?
-.-.-.-.-
Se prendió esta mierdaaaa
Holaa ¿Cómo están? ¡Pude actualizar! YAAY
Dejemos acá un rezo para Erik, porque Félix está a punto de matarlo.
Y otra oración para la pobrecita de Thea, que su vida parece un chiste.
Levanten la mano los que se sienten identificados con ella y creen que van a quedarse solos para siempre *emoji llorando*
Levanten la mano los que se sienten identificados con Erik y valen verga en todo.
Levanten la mano los que se sienten identificados con Baltasar y quieren lastimar a Erik.
Y los que se sienten identificados con Drake y están enamorados de Sophie.
Ay, hablando de Drake, y Sophie. Aparecieron los novios juntooos. Compitiendo, pero noviando. Me pregunto quién conseguirá su lugar en el cuadro de honor este semestre.
Y al parecer a Drake no le cae bien Félix, porque Félix se cree un príncipe y además se aprovecha de él. ¿Que team somos? ¿Drake o Félix? ¿Ustedes también se aprovecharían de la ingenuidad de Drake para que les haga de chofer? Yo sí.
Bueno, me despido! Nos vemos la proxima semana.
Bai bai
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