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25. Adiós. Parte 1


Holaaa. Perdón la tardanza. Recién vengo de trabajar. El capítulo será corto porque va a estar dividido en varias partes. Creo que dos, pero pueden ser tres.

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THEA

Tenía que admitir que ver cómo la bufonería en la cara de Jay cambiaba a terror mientras su mirada iba hacia Erik, parado detrás de mí, fue divertido. Y aún más divertido fue ver cómo se apresuraba a disimularlo con una sonrisa amigable y una risa nerviosa mientras levantaba el dedo pulgar.

—Hola, maestro.

Erik no se movió de detrás de mí. Podía imaginármelo a la perfección, con esa expresión seria, ligeramente molesta, y los brazos cruzados.

—Hola.

Jay agitó la mano con rapidez en mi dirección y se alejó a paso rápido.

—¡Adiós!

Lo vi caminar un par de metros hacia donde estaban sus amigos discutiendo con los nuestros y cómo se agarraba el pecho como si se hubiera estado aguantando la respiración.

—Casi lo matas —me rei.

—Hmmm...

Me di vuelta para ver a Erik, que seguía cruzado de brazos, pero ahora me miraba a mí. Su frente se arrugaba como si estuviera concentrado pensando en algo con demasiada fuerza.

—¿Estás intentando formar un pensamiento? Por favor, no te esfuerces tanto.

La comisura de su labio se tensó antes de subir ligeramente, pero la hizo volver a su sitio sin alterar la posición de sus cejas. Era más que evidente que se estaba aguantando la risa. Incluso sus ojos brillaban con diversión.

—Te crees tan gracio...

—¡Julie! —gritó Jay desde la distancia. El nombre me hizo reaccionar, porque si estaba hablandole a su hermana, Félix debía de estar cerca—. ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Están todos peleando y tú le coqueteas al enemigo!

Erik y yo miramos en su dirección. A tal vez unos veinte o treinta metros, Jay agarraba del brazo a su hermana y la arrastraba lejos de un Félix que le gritaba "¡llámame!" mientras Drake y Sophie seguían discutiendo con dos chicos del otro grupo. Macy grababa desde la distancia y hablaba, por lo que asumí que estaba haciendo una videollamada, quizá con su novia.

Hice una mueca mientras veía al otro grupo alejarse. Ojalá le hubiera podido dar más tiempo a Félix para hablar con ella. Me sentía en deuda con él después de todo lo que tuvo que soportar conmigo y con Erik, además de lo metido que estaba en hacer que nuestra relación funcione. Sentía que yo no le estaba retribuyéndoselo con el mismo entusiasmo.

—No vuelvas con él.

—¿Eh?

Levanté la cabeza y parte del cabello se me fue a la cara por culpa del viento nocturno. A él también se le iba a la frente y los ojos, pero no hacía nada al respecto, aparte de entrecerrar los ojos. Me acomodé el cabello detrás de la oreja y sentí cómo el césped crecido me hacía cosquillas en los talones por la fuerza con la que se movía.

Erik señaló hacia Félix.

—Ha estado todo el partido coqueteando con esa chica mientras no mirabas. Tú misma lo escuchaste pedirle su número.

—¿De dónde sacaste que voy a volver con él?

Erik se pasó una mano por el cabello, como si yo no estuviera comprendiendo su punto.

—Tengo ojos y me di cuenta. Ojalá me lo hubieras dicho en la cara, pero ya está. No sé qué pasa entre ustedes, si te está obligando a volver o si después de que te confesara mis sentimientos te arrepentiste tanto que acabaste de nuevo con él, pero por favor...

Tuve que repetir dos veces la segunda parte para procesarlo en mi cabeza.

—¿Cuándo confesaste tus sentimientos?

¿Por qué me miraba como si estuviera enfadado? Sabía que no lo estaba (creo) pero, ¿¡Por qué tenía que poner esa cara siempre!?

Las puntas de sus orejas comenzaron a tomar color.

—Tú sabes cuándo.

—No lo sé.

—¡Cuando te besé!

—Uh... No recuerdo que haya habido alguna parte en la que me confesaste tus sentimientos. Sí recuerdo otras cosas, como cuando no dejabas de pedirme más besos y luego...

—¡ARGH! —Erik se tapó la cara con las manos. El grito fue tan abrupto que me hizo dar un respingo. Ahora toda su cara estaba roja—. Eso es todo. ¡Me voy!

Antes de que pudiera detenerlo, Erik me dio la espalda y se alejó a paso rápido. Para ese entonces, nuestros amigos ya estaban regresando al hotel y se encontraban a una distancia considerable, por lo que ni siquiera estaban al tanto de nuestra discusión. Lo más probable es que se hayan ido por su cuenta para darnos un momento para hablar en cuanto nos vieron alejados.

—¡Erik! —Corrí los pocos metros que nos separaban y me colgué de su brazo mientras reía. Él no dejó de andar, por lo que fue difícil mantenerme a su lado. Sentí que estaba siendo casi arrastrada—. No lo dejes así. Estoy segura de que no me has dicho nada por el estilo, pero siento que me estoy perdiendo de algo. ¿Dijiste algo cuando nos besamos?

—¿Hacía falta que dijera algo? ¿No fue suficiente eso para dejarte en claro lo que siento?

—¡No! No esperes que sepa algo que nunca me has dicho.

Él dejó de caminar. Al fin.

Pero aún se veía molesto.

—¿Acaso crees que yo besaría a cualquier persona? Eres la primera chica... Incluso desde antes de que llegaras no paraba de pensar en ti. Ya sé que te lastimó que me alejara de ti y que no te recordara de la manera en la que esperabas, pero quiero que sepas que todo esto, todo lo que me generas y la manera en la que siempre estás presente en mi cabeza es por cómo eres ahora. Le guardo cariño a la Dorothea que conocí antes, pero de la que estoy enamorado es la que está aquí parada frente a mi. Pero siento que tú siempre intentas ver a través de mí a alguien que ya no soy. —Guardó un momento de silencio en el que miró hacia el cielo, como si estuviera buscando un momento para respirar antes de seguir hablando—. Eso es lo que quería decirte. Siempre sentí que estabas buscando algo diferente que yo ya no te podía dar. Y luego te escuché hablando por teléfono, sobre necesitar un tiempo porque estabas abrumada, así que lo intento hacer. Pero no tenía idea de que me iba a doler tanto esperar y no entender qué es lo que quieres. ¿Me quieres?

Por supuesto que lo quería, pero me daba miedo tenerlo. No quería abrirle mi corazón a alguien que viviera tan lejos de mí, porque sentía que para él sería tan fácil alejarme de vuelta o simplemente olvidarme.

Ni siquiera me atreví a mirarlo.

—No sé si solo basta con quererte, Erik.

El silencio que siguió fue devastador. Habría preferido que me preguntara a qué me refería o que se opusiera, pero ese silencio hablaba de una comprensión incómoda, que me hacía sentir vulnerable.

—Veo que me sigues viendo como a un niño de ocho años —dijo decepcionado.

Y me dejó.

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