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18. Erik suelta el chisme

THEA

En esas películas que vi en mi preadolescencia, cuando la protagonista aventurera abandona su casa y escapa a una ciudad desconocida, ahí es cuando comienza la real aventura. A lo mejor conoce a un baterista de sonrisa coqueta en un bar con una trágica historia, a una extrovertida fanática del arte que la lleva a una galería donde es presentada a gente que se supone que es importante pero de la que jamás escuchó, o termina en la fiesta de una celebridad, donde él se enamora de ella y la invita a salir el día siguiente.

En la realidad, lo único que pude hacer fue buscar refugio en un café antes de que la tormenta se desatara. Allí, llamé a la única persona en la que podía confiar.

—Thea, amor mío, son las ocho de la mañana.

Félix atendió el teléfono después de cuatro tonos, con la voz somnolienta y ligeramente molesta.

—Es una emergencia —le aseguré—. ¿Puedes venir a verme?

Hubo un momento de silencio. Oí los chirridos de los resortes de la cama y luego la voz de él, esta vez más espabilada.

—¿Estás llorando?

—... ¿No?

Me toqué bajó los ojos para corroborar. Puede que la voz me hubiera temblado un poco, no sabía si por el frío o por el trauma de lo que acababa de suceder, pero bastó con el cambio de tono para hacer que Félix se tomara un taxi hasta aquí lo más rápido que pudo.

La cafetería se llamaba Café Koike. Era angosta y larga, de paredes blancas y asientos en colores pasteles. Con la lluvia, el ruido llegaba adentro y era más fácil tener una conversación sin ser escuchado por los empleados o las tres o cuatro personas que estaban sentadas alrededor.

Cuando Félix llegó, mi té y el suyo acababan de ser servidos. Él se sentó frente a mí, preocupado, con la respiración agitada. Llevaba el pantalón de satén negro que solía usar para dormir, zapatillas deportivas y un abrigo verde encima. Sus rizos sin peinar tenían algunas gotas atrapadas en las puntas.

Cuando me vio, sonrió y se sentó frente a mí.

—Hola, princesa.

Sólo bastaron esas dos palabras para hacerme derramar todo lo que estaba dentro de mí y le conté todo. Le conté sobre la visita a la casa, el abrazo con Erik, la revelación de nuestros padres y la horrible discusión que tuvimos. Aproveché y le conté sobre mis posibles sentimientos por Erik en el medio, para que no tuviera tiempo a reaccionar antes de que le tirara las otras bombas. Por la mirada que me echó, supe que no pensaba dejar morir ese tema tan fácil.

Luego de terminar nuestro té y de consolarme por más de una hora, me convenció para ir a la casa de Sophie, donde me aseguró que podíamos armar nuestro cuartel general a partir de ahora.

—Sophie es buena. Anoche estuvimos jugando Mario Kart hasta que Drake llegó y practicamente me echó. Y Erik le cae pésimo, así que no se atreverá a ir a buscarte ahí.

—Dudo que piense en venir a buscarme.

Después de la pelea que tuvimos, por mucho que insistiera en que no me quería lejos, ahora mismo debía de estar disfrutando de su tiempo a solas, o armando mi maleta para ahorrarme ese trabajo. Seguro estaba cantando en la ducha para celebrar. Un par de veces lo había escuchado cantar ABBA a las once de la noche.

Félix puso en aviso a la muchacha de que estábamos en camino. Durante el viaje me sentí como una invasora, porque no la conocía tanto como para refugiarme en su casa después de una pelea, pero cuando vi las tres tazas de té humeantes sobre la mesa de su cocina alrededor de un plato de budín de banana, cualquier preocupación desaparecio. De repente, ella era una más del equipo.

Comimos hasta hartarnos y tener el estómago lleno no sólo me levantó el humor, sino que me hizo sentir con más energía. Ella nos hizo resolver los ejercicios de matemática y luego nos permitió jugar al parchis como recompensa. Tener a Sophie de amiga era como tener a una hermana mayor a la que de vez en cuando se le escapaban palabrotas.

Alrededor de las cuatro de la tarde recibí un mensaje de texto de Erik.

Erik: No estoy enojado. Vuelve.

Erik: Tenemos que hablar.

No le respondí. Él ya debía de saber que estaba con Félix. Si no era por intuición, seguramente por Drake, que se habría dado cuenta de que Félix salió a las ocho de la mañana de su casa en pijama y con prisa. Así que no había razón para hacerle saber que estaba bien. Y aún no estaba lista para salir de mi burbuja y enfrentarme a la realidad.

—¿Thea?

Levanté la vista de mi teléfono. Félix estaba jugando en la nintendo, sentado en el sofá. Yo estaba a su lado y Sophie en la cocina, guardando sus apuntes dentro de su mochila. Fue ella quien me había llamado.

—Iré a guardar mis cosas a mi habitación. ¿Quieres venir?

—Claro.

La acompañé, emocionada. La casa de Sophie era preciosa. No por su tamaño, aunque era grande, sino por su decoración. El tapizado de flores, la madera verde, las cortinas a cuadros y las plantas que le daban un aspecto hogareño. La habitación de Sophie estaba en el ático, como la mía y la de Erik, pero la de ella era mucho más grande y mejor decorada. Tenia el mismo tapizado de flores que la cocina, una cama de dos plazas con colchas de lana y un escritorio antiguo ubicado justo debajo de una ventana que daba a la casa de enfrente.

—Parece el cuarto de una princesa —comenté mientras exploraba alrededor—. Nada que ver con el mío.

Mi habitación en la casa de mi papá tenía los posters de 5 Seconds Of Summer colgados en la pared desde mis trece años y la de la casa de mi mamá tenía unas paredes anaranjadas para nada acogedoras con muchas plantas de plástico que en su momento consideré lindas.

—Sí. ¿Verdad? —Sophie dejó su mochila sobre la silla que estaba frente al escritorio—. Todos se sorprenden cuando ven mi habitación.

—No encaja con tu apariencia. No es que no parezcas una princesa —me apresuré a aclarar enseñándole las palmas—. Ciertamente, con ese cabello, y tu corona de trenzas si te ves como una. Pero me habría esperado una decoración más... ¿Alternativa?

Me arqueó una ceja.

—¿Con lápidas y esqueletos colgando de la pared?

Me alcé de hombros.

—Y a lo mejor algunas telarañas en el rincón.

Ella se sentó en el borde de la cama.

—Bueno, yo no escogí esta decoración, aunque me gusta. La casa era de mis abuelos. Y antes, de mis bisabuelos. Le hicimos refacciones, pero yo que tú, no usaría los tomacorrientes con entrada circular.

Me senté a su lado. El colchón se hundió con el peso extra de mi cuerpo.

—Antes de mudarme yo vivía en una casa así —le confesé mientras examinaba a mi alrededor el hermoso tapizado de flores, los muebles oscuros, las decoraciones. El lugar desprendía la palabra "hogar"—. Se fue pasando de generación en generación, hasta que llegó a mi padre. Pero cuando nos fuimos, él la vendió, así que ya no la tenemos.

—¿Te gustaba esa casa?

Estrujé la tela de mi pantalón. Como no hice tiempo de cambiarme, llevaba uno de pijama. Afortunadamente, no era tan alocado como el que llevaba Sophie, de estampado de gatitos.

—Me siento como una niña caprichosa por quejarme cuando tengo las casas de mis padres. Es sólo que siento que sin ella perdí una parte importante de mí que estaba ligada a mi pasado.

Ella subió los pies al colchón y abrazó sus piernas. Estuvo un momento en silencio y no sabía si se estaba debatiendo entre si hablar o no, o simplemente no sabía qué decirme. Esperaba que de un momento a otro me dijera "qué pena. No sé cómo ayudarte", se alzara de hombros y me preguntara cuándo pensaba irme. Afortunadamente eso no fue lo que pasó.

—Yo también me sentí así cuando me mudé hace unos meses. Pero, ¿Sabes? Perder esa casa no cambiará tu pasado y quién eres ahora.

—Pero no sé quién soy, Sophie. Ese es el problema. Quiero pertenecer a algo y no tengo a qué.

No sabía por qué estaba buscando respuestas en ella. Apenas la conocía. Sophie no iba a solucionar mágicamente todos mis problemas.

—Hmm... ¿Por qué no te enfocas en tu futuro en lugar de tu pasado? No sé si es lo correcto, pero es lo que hago. A ver. ¿Qué harás luego de graduarte?

Se me escapó una risa.

—Te fuiste demasiado al futuro.

Ella me dio un golpecito en el brazo.

—Es en solo unos meses.

Tragué saliva. Claro.

No me ponía nerviosa eso, porque siempre supe lo que iba a estudiar, en dónde y lo que necesitaba para inscribirme en la carrera. Pese a que la idea de empezar una nueva aventura me emocionaba, el terminar esta, este intercambio, me entristecía. ¿Y si no los volvía a ver nunca más?

—Estudiaré ingeniería electrónica —respondí luego de un momento.

Lo había dicho tantas veces que ya tenía la respuesta automatizada. Esa había sido una decisión que tomé desde pequeña, cuando descubrí lo divertido que era soldar componentes electrónicos con estaño. Peligroso por la toxicidad del humo, pero increíblemente divertido. Y ni hablar del código binario, o de explotar capacitores.

Si escogía el camino de la mala vida, peleando con programas de diseño, explotando componentes e intoxicándome con humo de estaño, sería pura y llanamente por culpa de mis padres, dos ingenieros en electrónica que me dejaron jugar con soldadores y tésters cuando debería de haber estado paseando en bicicleta o pisando tortugas en el Mario Bros.

—¿En serio? Esperaba algo relacionado con la literatura, porque no paras de hablar de libros.

Me alcé de hombros. Los libros eran mi lugar de escape, así que no quería que se convirtieran en una obligación, porque sabía que entonces acabaría odiándolos como ahora odiaba la clase de Literatura en el colegio.

Esa pregunta me llevó a mí a hacerle la misma a ella, porque tenía una biblioteca grande y casi llena. No esperaba que su sueño fuera convertirse en doctora. Resultó ser que, al igual que Félix y yo, se había visto todas las temporadas de ER Emergencias cuando las repitieron en televisión. Ella por la medicina, nosotros por el drama.

Pasar la tarde con ella y con Félix me alivió más de lo que esperaba. Con él, porque era tan cercano como mi propia familia y tenerlo cerca siempre me haría bien. Y con ella, porque descubrí que teníamos más cosas en común de las que pensaba y pude hablarle de cosas que no me había animado a hablar con otros, como la experiencia de ser la nueva, tener padres divorciados o refugiarse en los libros para escapar unos momentos de la realidad.

Su padre nos compró una tarta para comer en la tarde y cuando comenzó a caer el sol y ella nos estaba advirtiendo que iba a ponerse a hacer la tarea otra vez, Erik vino a buscarme.

Al principio no había querido tenerlo cerca, porque necesitaba tiempo para estar lejos de él, pero después de una tarde descargándome con Sophie y con Félix, me sentía más preparada para enfrentarlo. Cuando llamaron al timbre, yo estaba terminando mi rebanada de tarta aún, así que quien se levantó a abrir fue Sophie, seguida por Félix. Yo pude escuchar desde la cocina sus voces.

—¿Qué haces aquí?

Ya sabía que Sophie y Erik no eran tan cercanos como Drake y él, pero no me esperaba ese tono tan frío de parte de ella. Me limpié los restos de migas de mis manos con la tela de mi pantalón y salí de la cocina, rumbo a la entrada.

—Buenos días, Sophie. Yo también me alegro de verte. Incluso aunque no hayas alcanzado esa etapa del aprendizaje donde te enseñan a saludar apropiadamente.

Cuando llegué a la sala de estar pude ver a Sophie de pie, con una mano en la puerta abierta. Detrás de ella estaba Félix, como si fuera su guardia, y adelante me pareció ver la cabellera oscura de Erik.

—Qué descaro tienes de pelearte con Thea y luego venir aquí a hablarme así.

Me tensé un momento, creyendo que se aproximaba otra pelea. Entonces, Erik suspiró, se llevó una mano a la nuca y bajó la cabeza.

—Tienes razón. Déjame comenzar de nuevo. —Se alejó de la puerta y desapareció de mi vista. Sophie y Félix se miraron, confundidos, hasta que Erik regresó unos segundos después, ahora con una expresión más afable.

—Hola, Sophie. ¿Cómo estás? Espero que bien. Me encantan tus pantalones. Qué innovadores. ¿De casualidad está Dorothea contigo? Vine a buscarla. ¡Ah, Félix! Qué agradable verte. Me enteré de la ruptura. Ánimo.

—¿Eso es lo más amable que me puedes decir? —se quejó Félix.

Erik sonrió con los dientes.

—¿Recupérate pronto?

Levantó el dedo pulgar a la altura de su cabeza. Nos desconcertó tanto que por unos segundos nos quedamos en silencio y quietos, hasta que avancé hacia ellos.

—Está bien, chicos. —Pasé junto al sofá y recogí mi mochila—. Ya me voy. Gracias por invitarme.

Me despedí de ambos y salí de la casa. Erik estaba esperándome en el porche de la entrada, con las manos en los bolsillos de su chaqueta de corderoy. Tenía el cabello ligeramente despeinado y, para sorpresa mía, no llevaba ningún suéter debajo, sino una camiseta. Era un cambio sutil, pero estaba tan acostumbrada a verlo bien peinado y bien vestido, que verlo con una apariencia más relajada me desconcertó y me gustó. Por más que estuvieran extrañas las cosas entre nosotros, eso no quitaba que me siguiera pareciendo lindo.

Yo, mientras tanto, seguía con el pijama. Pero no me importaba en absoluto que me viera así, porque ya lo había hecho mil veces por la mañana.

Afuera ya era de noche y hacía frío. Cerré mi abrigo y me crucé de brazos para abrazarme a mi misma.

—No tengo ganar de pelear —dije mientras caminábamos hacia la acera.

Él negó con la cabeza.

—Ni yo. ¿Por qué no volvemos a casa?

Asentí y los dos cruzamos el jardín delantero hasta donde estaba su auto estacionado. Me senté adelante, en el acompañante, pero dejé mi mochila detrás. Al final no había usado nada de ahí. Sólo la había armado por el drama del momento, porque el enojo y la confusión se me pasaron en un par de horas.

No fue hasta que terminé de ponerme el cinturón de seguridad que me di cuenta de que Erik no se lo había puesto, ni tampoco había encendido la radio como siempre, o siquiera el motor del auto. Él estaba sentado tras el volante, mirándome, a la espera de que yo también lo viera.

—¿Qué suce...?

—Lamento mucho lo que te dije esta mañana. —Bajé la mirada a mis manos. Recordé lo último que dijo Erik esa mañana. "No es mi culpa que tu familia sea una mierda"—. No lo creo de verdad. Sólo dije la primera cosa hiriente que se me ocurrió.

—Y yo.

Aún seguía mirando mis manos sobre mi regazo. El esmalte verde con brillos ya se estaba saliendo y con la ayuda de la uña de mi pulgar lo rasqué para que se saliera aún más. Entonces, su mano descansó sobre las mías y me vi obligada a levantar la cabeza. Cuando lo ví recordé lo que yo le dije, sobre su madre engañando a su padre, y se me llenaron los ojos de lágrimas, pero de la vergüenza. No me sentí bien después de decirlo. De hecho, me sentí peor, vil. No quería ser así.

—Lo siento.

—Ay, Thea.

Escuché un click y luego la presión del cinturón de seguridad desapareció. Erik lo había desabrochado y me había atraído en un abrazo. Me aferré a su chaqueta e inspiré su aroma. Era difícil captarlo desde que vivíamos juntos, pero a veces, como esta, él se echaba perfume antes de salir y dejaba una nube de fragancias a su paso.

—Hueles al desodorante de pino que usamos en la sala de estar.

Su pecho se sacudió con una risa.

—¿Y eso es malo?

—¿Te echaste el desodorante de ambiente?

—¡No! Es un desodorante corporal.

—Ahora hueles a sala de estar.

—Y tú hueles a tarta de manzana. —Se acercó y dejó un beso sobre mi cabeza—. Pero no me quejo.

Intenté no entrar en pánico por tenerlo de esa manera. Me dije que esto era normal. Absolutamente normal. Los amigos se daban besos en la cabeza, por supuesto. Nosotros teníamos una relación puramente amistosa y platónica.

Y hablando de amistades...

Me separé de él.

—Tu madre y mi padre...

Él volvió a suspirar.

—No sé lo que vi, Dorothea. Pudo haber sido cualquier cosa.

—¿Pero qué viste?

Él comenzó a negar con la cabeza. Lo vi ponerse el cinturón de seguridad, evitando mirarme en todo momento.

—Nada. Fue en esa época en la que tu padre venía siempre a casa por la noche para ver cómo estábamos. —Recordaba esa época. Fue después de que su padre muriera. Papá pasaba por la casa de Erik después del trabajo para ver cómo estaban y se quedaba un rato hablando. A veces mamá me llevaba y cenábamos todos juntos. Otras veces iba él sólo y me traía alguna carta o algún dibujo de Erik que yo respondía usando a papá de mensajero—. Estaban hablando en el estudio, pero a susurros, así que entré sin llamar y los vi separándose.

—¿Separándose de qué?

—Sí, no sé. A lo mejor se estaban abrazando. —Se alzó de hombros—. Fue raro. Siempre se iban al estudio a hablar y cerraban la puerta. Pero después de ese día que los vi, él no volvió a venir. Y luego ustedes se mudaron.

Me quedé de piedra. ¿Y si nos habíamos mudado por eso? ¿Porque papá temía que saliera a la luz lo de ellos? No, él no podría...

—¿Por qué nunca lo contaste?

—¿Para qué? ¿Para que tus padres peleen? Tú te fuiste y yo me quedé pensando que eso había sido un castigo por lo que vi. Ya nos había causado mucho mal a ambos. No quería que sufrieras más.

—¿Por qué ignoraste todas mis cartas si no querías lastimarme más?

—Porque sentía culpa y porque no quería saber nada más de tu padre o de cualquier cosa que tuviera que ver con él. ¿Entiendes? Yo también me estaba castigando. Quería sepultar toda esa parte de mi vida. Los recuerdos de papá, los tuyos, a tu padre, las cartas, los meses siguientes. No quería volver ahí. Lamento haberte lastimado tanto. No supe cómo lidiar con el dolor y elegí olvidar.

Creí que cuando escuchara sus razones verdaderas lo odiaría, le echaría en cara las malas decisiones que tomó, lo egoista que fue. Antes de viajar aquí, me imaginé varias veces increpándolo. Pero ahora ni siquiera se me pasó por la cabeza nada de eso.

—Lamento que hayas tenido que pasar por todo eso solo. —Me aclaré la garganta—. A lo mejor, si no te hubieras olvidado de tu mejor amiga, habrías tenido a alguien con quién hablar.

Erik puso los ojos en blanco.

—Tenía ocho años. Déjame en paz.

Jamás. Incluso aunque no lo odiara, se lo iba a echar en cara por el resto de mi vida.

Estaba pensando un plan de acción malvado para torturarlo psicológicamente durante los siguientes meses por todas sus malas decisiones cuando él interrumpió mis delirios vengativos.

—Además, no estaba solo. —Tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos antes de alzarla y enseñarme nuestro agarre—. Te tenía a ti. Y a tus cartas.

Eso me hizo sentir verdaderamente orgullosa.

Cuando regresamos a casa, ya habíamos hecho las pases. Sus padres y Oliver estaban en la sala de estar viendo una película. Creí que ver a la señora Nolan de vuelta sería difícil para mí, que la vería y pensaría en mi padre, me preguntaría qué fue lo que tuvieron. Pero cuando la vi en el sofá, con Oliver sobre sus piernas, y me preguntó qué tal me había ido con Sophie, lo único en lo que pensé fue en lo cálida y bienvenida que me hacía sentir.

Eso nunca pasó, me dije, Erik sólo lo malinterpretó.

Por mi bien, pensaba convencerme de eso.

El gusanito de la duda se quedó en mi pecho, mascando agujeros, y no me dejó dormir esa noche ni las siguientes. Debí de haber hecho mucho ruido durante todos esos días, porque en una de mis rutinas habituales de cincuenta vueltas alrededor de la alfombra circular de mi cuarto, acabaron llamando a mi puerta.

Eran las dos de la mañana, hacia tiempo que todos se habían ido a dormir y al día siguiente tenía clases. Cuando abrí, encontré a Erik en la puerta con una de sus camisetas viejas de pijama y descalzo. Tenía ojeras bajo los ojos, una cara de cansancio y apoyaba el brazo contra el marco de la puerta.

—¿Qué pasa? —susurré, a sabiendas de que seguro venía a gritarme por no dejarlo descansar.

Sin embargo, lo que dijo no fue eso.

—¿Tampoco puedes dormir?

—No.

Bostezó y luego señaló su habitación con la cabeza.

—Ven conmigo. Si vamos a estar con insomnio, al menos hagámoslo juntos.

.-.-.-.-

LEAN LO SIGUIENTE, ES IMPORTANTE:

Holaa. ¿Cómo estan? Tanto tiemp oksksjq

Para los que no saben, porque no me siguen en redes o no están en mi canal de difusión, este mes estuve desaparecida porque me chocó un camión. Ya estoy bien, pero necesito descansar, así que les agradecería que no me presionaran/preguntaran por actualizaciones de enredos del corazón.

ACTUALIZO CADA 3 SEMANAS (lo pongo en mayuscula para que lo vean los que pasan de largo las notas de ajtor). Si me tardo por alguna razón, lo anuncio en el canal de difusión. La próxima actualización será a comienzos de mayo, porque con la feria del libro voy a estar saturada.

Y de eso les quería hablar!!!
VOY A ESTAR EN LA FERIA DEL LIBRO. Si son de Buenos Aires y piensan ir a la feria del libro en la rural, voy a estar presente el Sábado 27 de abril a las 15.30 en la sala de orgullo y prejuicio (pabellón ocre) dando una charla sobre la representación bisexual en las novelas. Y después, a las 17pm, habrá una FIRMA DE LIBROS (perdonen las mayusculas, es para llamar la atención). En el pabellón azul, stand 436, de Editorial Vanadis.

Vengan tengan el libro o no!! No importa. Podemos intercambiar friendships bracalets y hablar. Con suerte llevo algunos stickers para regalar 💜 si quieren traer algun dibujo o lo que quieran, es mas que bienvenido!! Y si no leyeron "Ella sabe que la odio" ¿A QUE ESPERAN? Abajo les dejo info de la historia y de los eventos.

Bai bai mis amores lindos. Los quiero mucho.



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