Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 2

"Los mejores platos son muy simples"

―Auguste Escoffier



***

Desperté al día siguiente con un resfriado horrible.

Debí haber advertido que sucedería de esta forma. Era demasiado susceptible al frío y pescaba resfriados con situaciones tontas, como esa vez que jugué con mis hermanos pequeños a tirarnos agua helada: me enfermé después pero al menos había sido divertido.

Extrañada pero tranquila, hice un recuento de la noche anterior mientras apartaba las sábanas fuera de mi cuerpo. Por mi movimiento repentino y algo brusco, tuve un ligero mareo, lo que me hizo sostenerme con fuerza en las orillas de la cama, temiendo perder completamente el equilibrio.

―Deberías quedarte en cama...

Esa voz ronca y amable... abrí los ojos de sopetón al mirar a mi alrededor y recordar con cierta pereza lo ocurrido la noche anterior. Alcé la vista y me encontré con el rostro de Thomas observándome con evidente preocupación.

―Debo irme. Quedarme fue un error ―lo interrumpí.

Y sí, había sido un enorme error irreparable pero inevitable. ¿Cómo podía haberme quedarme en el apartamento de un desconocido? Debía estar muy loca y con la mente tan nublada como para haber aceptado siquiera su invitación.

―¿Error? ―espetó―. ¿Entonces debí haberte dejado en la calle?

―Iba de camino a mi casa.

Mentira. Caminaba sin rumbo alguno con la esperanza de que milagrosamente encontrara el camino de vuelta.

―Al paso que ibas nunca hubieras llegado ―comentó, tranquilo.

Aunque me costara aceptarlo, tenía razón.

―Eso no debería importarte ―le dije, soltando un resoplido―. No nos conocemos lo suficiente para debernos favores.

Busqué mi zapatilla cerca de la cama. Me agazapé en el suelo con la esperanza de encontrarla, pero lo único que hallé fue una pantufla negra sobre una alfombra al pie de la cama. Estornudé fuerte y, esta vez, sentí que mi calor corporal aumentaba y se hacía evidente. El ambiente comenzó a sentirse asfixiante.

No podía ser cierto. Me palpé la frente con el dorso de la mano y no fue necesario de un termómetro para saber que tenía elevada la temperatura. Debía ir a casa pronto. Me coloqué de pie y miré al hombre recargado sobre un mueble grande, quien me seguía observando sin expresión alguna en el rostro.

―¿Dónde está mi ropa? ―pregunté.

―Se está secado.

Arquee una ceja, cuestionando.

―¿Por qué estás haciendo esto? No me gusta deberle favores a la gente.

―Creo que lo comentaste ayer.

―Lo hice ―afirmé, con los vagos recuerdos de lo que ocurrió después de cenar―. No tenías por qué hacer nada por mí. De hecho, no debiste involucrarte en mis asuntos.

Thomas se mostró pensativo unos segundos antes de clavar sus ojos azules en los míos.

―Solo tenía la impresión de que si te dejaba sola ibas a cometer una tontería, eso es todo.

―¿Tontería? ¿Cómo qué? ―inquirí, curiosa―. Iba de camino a mi casa... ¿qué clase de tontería pude haber hecho? ¿Qué tan patética me mostré ayer para que pensaras eso de mí?

―El suicidio es muy común estos días; y parecías no querer ir a tu casa.

Esbocé una sonrisa incrédula. No podía volver a casa, pero eso no era el verdadero problema.

―¿Qué? Mi vida no es tan apestosa ―empecé a decir―, quiero decir, soy una persona horrible, de lo peor... pero tengo hermanos pequeños, ¿sabes? ¿Qué clase de ejemplo crees que le daría si cometiera algo absurdo?

―¿Entonces por qué?

No podía decirle que mi sentido de orientación era pésimo. Nadie podía saber que, si fuera posible, me perdería hasta en una habitación vacía y cuadrada; quizá exageraba la forma de verlo, pero por ahí rondaba el asunto de mi problema. Aprendí a las malas que las personas no eran confiables, ni mucho menos un desconocido.

―No tengo por qué decirte nada ―mascullé. Me coloqué de mala gana las pantuflas y antes de comenzar a caminar hacia la puerta de la habitación, le regalé una mirada desdeñosa a Thomas mientras agregué―: Agradezco tu hospitalidad, agradezco el café y la cena de ayer, te agradezco todo lo que hiciste por mí, pero mis asuntos son míos nada más.

Como si fuera mi casa, salí de la habitación dando pasos lánguidos y seguros. Acompañado de un estornudo fuerte que dejé salir, otro mareo me sorprendió, haciendo que tambaleara a los lados. Thomas apareció y me sostuvo por los hombros.

―Bueno, como quieras, fierecilla; pero primero vas a descansar y luego te ocupas de tus asuntos. ¿Te parece?

No objeté. Me sentía demasiado sofocada y mareada para decir algo. Me llevó de vuelta al dormitorio, me metió bajo las sábanas mientras registraba en los gabinetes de lo que parecía ser el armario. Con una expresión tranquila, él se acercó y me dio algunas indicaciones para calcularme la temperatura.

Horas después y gracias a la medicina que Thomas me ofreció, comencé a sentirme un poco mejor, aunque la tos y los estornudos se daban en intervalos pequeños. Cuando fue el momento del almuerzo, me trasladé al comedor despacio a pedido de Thomas. Frente a una mesa rectangular, me senté, incómoda y con la mirada fija en un tazón medio lleno de lo que parecía ser una sopa espesa bien elaborada. Aunque se veía tentadora, fui primero por la taza humeante con ansías. La garganta me picaba y esperaba que algo caliente pudiera calmar un poco el escozor.

El ambiente no era gélido ni mis manos frías, pero el líquido caliente que pasó por las paredes de mi garganta me dio la inexplicable sensación de descongelarme lentamente. Resultaba deliciosa de una manera cálida y reconfortante, casi como el de mamá.

―Realmente no sé por qué haces esto ―dije, viendo a Thomas de reojo: lo encontré mirándome también con disimulo.

Él apartó la vista.

―Lo habría hecho por cualquier persona.

―Mmm ―mascullé.

Así que en verdad existían personas como él. Realmente parecía una buena persona, poseía una mirada cálida aunque algo distante. Emanaba cierta aura de seguridad y tranquilidad, lo que permitía que fuese fácil confiar en él.

―Sé que es asunto tuyo, ¿pero puedo al menos saber por qué no quieres regresar a tu casa? ―preguntó mientras tomaba un sorbo del contenido de su taza―. No tienes que darme una razón concreta. Ayer parecías que solo querías caminar y caminar sin llegar a un lugar en particular. ¿Hay problemas en tu casa?

Solté una risa mitad incrédula mitad irónica.

―En absoluto ―respondí al instante. Incluso la pregunta dolía y me hacía odiarme aún más―. No existe problema como tal, más bien, yo soy el problema. ¿Eso responde a tu pregunta?

Él asintió.

Solté un suspiro profundo. Estornudé y me dio mucha vergüenza que mi nariz comenzara a gotear. Thomas me pasó una servilleta, con una sonrisa débil en el rostro.

―Últimamente me siento rara ―proseguí sin ninguna razón en particular luego de sonarme la nariz y limpiarme―. A menudo tengo la sensación de querer ir a una parte, distanciarme, alejarme de todos. Incluso los amigos que hice a comienzos del año en la universidad los fui alejando uno por uno. Me aburrí de ellos. Todo me resulta de ese modo, la carrera que creí amar ahora resulta tan tedioso que es insoportable.

Thomas escuchaba atentamente y, después de unos minutos en silencio, cuestionó:

―¿Cómo son tus calificaciones?

―¿Buenas? ―dije, dudando. ¿Qué tenía que ver mis punteos con mi estado de ánimo?―. O lo eran... ―aclaré, riendo―, dejó de importarme. Dejó de importarme muchas cosas... muchas cosas en realidad. Solo quiero estar sola.

―Ya veo.

El silencio se hizo presente en el ambiente, no era incomodo ni tampoco tranquilo, solo era un silencio de soledad. Lo único que se escuchaba era el leve soplo que Thomas le daba a su té para enfriarlo antes de llevarlo a su boca.

¿Qué estaba pasando? ¿Por qué tuve qué contarle a un desconocido cómo me sentía? ¿Por qué lo había hecho?

No sentí vergüenza en absoluto, solo me resultó bastante desagradable haber dicho en voz alta lo que me venía molestando. Aunque ahora me daba curiosidad lo que ahora pensaba Thomas. Parecía absorto en sus pensamientos, distraído. ¿Qué estaría meditando con sumo cuidado? ¿Creía tal vez que era tan patética?

Bueno, si lo pensaba de otra manera, nunca más lo iba a volver a ver. El sudadero blanco que me prestó y que todavía traía puesto, lo iba a dejar limpio antes de marcharme, así no habría forma de volver a verlo. No había de qué preocuparse.

―¿Por qué no haces un cambio de aire? ―habló entonces, luego de meditar bastante―. Creo que eso te sentará bien.

Arqueé una ceja.

―Lo habría hecho si tan solo pudiera.

Había ciertas cosas que no me podía permitir. Viajes o hacer cambios drásticos de sitio, sin lugar a dudas, estaba fuera de mi límite.

―Puedo darte trabajo en mi restaurante.

―¿Qué? ―Fue inevitable para mi contener las carcajadas. Era absurdo―. No puedo cocinar. Quemaría hasta el agua... y para tratar con gente, ¡já!, perderás cliente. No quiero.

―¿En serio? ―cuestionó, aunque no parecía sorprendido de algún modo. Más bien, le divirtió mi respuesta―. Creo que me lo intuía. Sin embargo, el trabajo que te quería ofrecer no tenía que ver con formar parte de mi personal.

―¿Entonces?

―Voy a pensar en una forma de decirlo ―hizo silencio para buscar las palabras correctas. Su semblante se tornó serio y pensativo. Me quedé esperando unos segundos―. Tengo un amigo que suele encargarse de estos asuntos, pero hay días ajetreados en que lo necesito en el restaurante y aquí conmigo al mismo tiempo.

Lo miré dubitativa.

―Edward suele organizarme la agenda. Recordarme mis actividades y venir temprano a... ―Se llevó la mano a la parte trasera de la cabeza, nervioso―, hacer ciertas cosas insignificantes.

―¿Quieres que sea tu secretaria?

―Como un asistente personal.

Aparté la mirada y por fin le presté atención al tazón de sopa sin probar. Me quedé viendo las verduras que flotaba en el caldo, como si fueran lo más interesante del mundo. A mamá no le agradaría la idea. Entre la universidad, un trabajo, estudiar y ocuparme de no perderme... todo al mismo tiempo, sin duda, sería pesado y difícil de concretar. Me costaría ajustarme a los horarios, porque adaptarme a las actividades era pan comido.

Sin embargo, un trabajo era una buena oportunidad para mantener mi mente ocupada en otras cosas ajenos a mi rutina. A lo mejor si aceptaba, mis pensamientos más desubicados fueran a alejarse y darme un instante de paz conmigo misma.

Miré a Thomas distraído con su desayuno. ¿Realmente personas como él existían?

Suspiré despacio. Pero temía que fuese descubierta mi secreto o que tratara a este hombre como el resto. Aunque la amabilidad de Thomas me parecía interesante y sorpresivo, estaba segura que más adelante me aburriría de él, lo alejaría y terminaríamos mal; como el resto, como todos. Entonces sería triste quedar en malos términos con alguien más, cada vez se volverá soportable y costumbre vivir de ese modo.

El problema conmigo era mi capacidad enorme de adaptarme a las situaciones. Si se volvía costumbre este tipo de cosas, simplemente llegará un momento en el que nada importará, los sentimientos ignorarían y viviría como si nada hubiera pasado, como si nadie hubiera entrado a mi vida.

―Aceptaré el trabajo si me prometes algo, Thomas... ―me atreví a hablar, reí ante mis propias palabras. Me estaban ofreciendo un trabajo y... ¿aún tenía el descaro de imponer condiciones?

"Bien, Margo, más desvergonzada no puedes ser"

Él ladeó la cabeza, claramente interesado.

―¿El qué?

―Si el trabajo o tú, lo que surja primero, me resulta aburrido, un día dejaré de venir.

Thomas rio.

―Entonces solo hay hacerlo divertido, ¿no?

Cuando lo decía de esa manera sonaba divertido, pero no importaba como lo viera, terminaría insípido y actuará igual que todos, tan monótono; al igual que la amiga que creía tan extrovertida y juguetona al principio, quien terminó odiándome por haberle dicho que ya no era interesante ser amiga suya. Los chistes que ella contaba dejaron de ser divertidos, y un día, salir con ella se volvió cansado.

Algún día la compañía será innecesaria y la soledad ineludible. Yo era un persona desvergonzada, insensata, ¿qué tan entretenido podía ser trabajar con alguien tan amable y gentil como Thomas? 


Gracias por leerme <3

Pd. Margo es una chica muy difícil, realmente difícil, pero les prometo que conforme pasen los capítulos, comprenderán mejor su actitud. Espero que puedan acompañarme en esta historia y veamos cómo evoluciona como persona <3

Estoy muy orgullosa de ella. 


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro