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O5| Lavanda

LAVANDA

Signficado: Tu presencia alivia mis penas
━─────╮❃╭─────━

Lavandula es un género de plantas de la familia de las lamiáceas, que contiene unas sesenta especies y taxones infraespecíficos aceptados de los algo más de doscientos descritos; Su aroma relajante y su color morado suave simbolizan la paz y la tranquilidad, además de que también se asocia con la curación y el bienestar. Es como si te dijera "Tranquilo, todo va a estar bien".

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ENOLA se volteó sobresaltada y a punto de escupir el corazón por la boca.

Delante de ella, una mujer vestida con un camisón de dormir estrujado le otorgaba una expresión fúrica, casi enloquecida. Los ojos le brillaban como dos pepitas de oro, muy a pesar del enrojecimiento que los rodeaba, y el cual podría deberse a los rastros del llanto o tal vez por la falta de sueño. El pelo le caía en bastas ondas bronceadas sobre los hombros, como la hierba seca de otoño, con un tocado cuidadosamente hecho que ponía en evidencia su identidad.

La joven detective parpadeó:

-¿Es usted la esposa del duque? ¿Lady Euphrasie?

Lo fuera o no, el caso era que la señora no se encontraba en lo absoluto feliz con su presencia:

-Así es, y usted es una intrusa -acusó, usando tal tono que Enola no pudo evitar sentirse ofendida (a pesar de que estaba en lo cierto).

En respuesta se irguió, adoptando un porte más orgulloso.

-Mi nombre es Lucy Abernathy, hija del ilustre Lord Baldford Abernathy e ahijada de la condesa de Basilwether. Era amiga de Corina.

La duquesa la miró con detenimiento. Enola dedujo que debía estar reparando y muy probablemente analizando cada detalle de su vestimenta para probar si lo que decía ser era cierto o no, pues a esas alturas y luego de tener que lidiar con miembros de la alta sociedad en pleno siglo victoriano se podía decir que era bastante buena en diferenciar cuando alguien la miraba con ojo crítico u ojo criticón. Y aquella señora, siendo una experta en ese ámbito, no tardó en darse cuenta de que había algo sospechoso en ella.

-Sí, Rowan ya me contó. Lo que alimenta todavía más mi certeza de que es una mentirosa porque Corina no tenía ninguna amiga, y de haberla tenido, me lo habría contado.

-Con todo respeto, mi señora, estoy segura de que sus razones debió tener para no querer decirle.

-¿Insinúa algo?

-¿Lo hace usted? -atacó la castaña, clara y concisa, despertando el enojo de la duquesa todavía más.

-Por el amor de Dios, solo váyase -señaló el pasillo que daba al resto de las habitaciones- ¡Ahora!

Enola pasó por su lado con el mentón en alto y sin dirigirle la palabra. En su interior no se sentía atemorizada por la presencia de la mujer ni mucho menos molesta por su poco agradable recibimiento, después de todo, había sido ella quien se coló en una alcoba ajena sin permiso. Pero de igual forma, necesitaba meterse de lleno en el personaje que interpretaba, y Lucy Abernathy era una señorita superficial y orgullosa: La típica delicia de la sociedad londinense.

Así que echó a caminar como alma que lleva el diablo, y sólo cuando pasó junto a la mesita que había cerca de la puerta, sus ojos se quedaron prendidos del jarrón que adornaba la estancia.

Este se encontraba repleto de un montón de flores marchistas que rogaban por ser reemplazadas, pues a juzgar por su notorio estado de descomposición, debían de llevar semanas ahí dentro. Algunas eran más pequeñas y otras más grandes, como por ejemplo, los pequeños bultos descascarillados de las peonías, cuyo significado giraba alrededor de la belleza natural; las hortensias, alguna vez azules y representantes de la generosidad, estaban esparcidas por encima de la superficie de la mesa, junto con los jorobados tallos de las apasionantes rosas que de seguro debieron ser lo más llamativo de aquel trabajado obsequio.

Ahora, sin embargo, lucían como una exposición olvidada de naturaleza muerta y moscas.

-Curioso ramo de flores ¿Lo recogió usted? -cuestionó pensativa, a lo que la duquesa solo contestó con un resoplido.

-Es solo un montón de hierbas cortadas por algún tonto.

Enola volvió a mirar el ramo. No parecía ser un regalo hecho al azar. Claramente quien se había tomado el tiempo de escoger las flores se había fijado en el detalle de cada una, y si ponía su brillante cerebro a trabajar se daría cuenta de que, en efecto, las cualidades de cada una parecían muy afines a la apariencia de la protegida del duque.

-¿Tenía Corina algún pretendiente?

Lady Euphrasie la miró con una mezcla de confusión y furia:

-¿Que...¡No! ¡Márchese de mi casa! ¡Quiero que salga de aquí!

Quiso objetar al respecto, pero ya era demasiado tarde cuando la duquesa la arrastró fuera de la habitación para, seguidamente, cerrarle la puerta en las narices con tal estruendo que hizo que su cabello flotara en el aire y las mejillas se le colorearan.

Enola pestañeó en medio del silencio, todavía tratando de asimilar la rapidez con la que había sucedido todo.

Bueno, ya sé por qué no le permiten recibir a las visitas, pensó para sus adentros. Segura de que ya no le quedaba nada que hacer allí más que pulular por los alrededores a esperas de que la señora de la casa saliera de su confinamiento para darle unas merecidas disculpas... cosa que no esperaría.

Ahora solo faltaba encontrar a Tewkesbury y largarse a toda pastilla de aquella casa tan escalofriante. Ambos habían tenido suficiente aventura por un solo día.

Rápidamente, sacó un lápiz y su cuaderno de la bolsita que traía colgada a su muñeca, apresurándose en anotar todos los detalles que no deseaba pasar por alto mientras recorría los pasillos en busca del duque y su querido vizconde:

Punto número uno:
Lady Corina proviene de una familia de locos. Con un padre promiscuo, un hermano fanático y una cuñada extremadamente mal educada, no me extrañaría si decidiera escaparse por su cuenta porque, claramente, yo misma lo haría de encontrarme en sus zapatos.

Punto número dos:
La pintura en la alcoba. El solo pensar en ello me resulta confuso, y dado a que dudo mucho que el duque dedique parte de su tiempo libre a hacer algo más que leer la Biblia, puedo apostar que tanto esa como el resto de las acuarelas del salón han de pertenecer a Corina o la duquesa. Pero ¿Por qué habrían pintado algo tan... tan inusualmente torpe, por no decir feo a comparación con el resto de sus obras?

Punto número tres:
Hay un ramo de extraña procedencia en la mesa de la habitación, justo como el que encontré en la alcoba de Lady Ofelia hace unos días. A pesar de que las flores ya estaban marchitas, creo tener una idea de lo que significan... aunque no terminan de darme nada específico.

Tan ensimismada estaba en no perder ninguno de los datos que no se percató en lo que tenía delante cuando dobló una de las esquinas que llevaban a las escaleras del gran salón, por lo que terminó chocando necesariamente con otro cuerpo al que le masacró, sin piedad alguna, los lindos zapatos negros de diseñador.

Aunque perteneciendo a quien pertenecían, a la joven detective no pudo importarle menos.

-Hasta que al fin apareces -refunfuñó, sus labios apretados en una fina línea mientras veía al chico sobarse los dedos de los pies- ¿En dónde diablos estabas? Llevo horas buscándote por toda la casa. Tenemos que hablar.

Tewkesbury, aún adolorido, la miró como si acabara de abofetearle en lugar de hablarle:

-¿¡Disculpa!? He sido yo quien tuvo que permanecer de rodillas en un altar rezando por solo sabe Dios cuánto tiempo. Ya ni siquiera soy capaz de contarlo -dejó escapar un resoplido que, por ser él, había sonado demasiado formal- Supongo que con esto habré compensado mis ausencias a la iglesia durante los trece años.

Enola le dedicó una mirada incrédula.

-Creí que tu madre era quien te obligaba a ir.

-Pues aunque no lo creas, yo también tuve mi etapa rebelde. No siempre he sido tan políticamente correcto como me ves ahora -aclaró, aunque ya daba realmente igual, pues la menor de los hermanos Holmes no paraba de mirar hacia todos lados para asegurarse de que nadie más los estuviese escuchando.

-Tenemos que salir de aquí. El duque...

-Veo que ya se ha recuperado completamente, lady Abernathy. Se le ve mejor -los interrumpió el aludido, apareciendo como por arte de magia y provocando que tanto la chica como el joven Lord se crisparan del susto.

Enola tragó grueso, los nervios apoderándose de ella al punto de dejarla con la garganta seca.

-Ciertamente, milord. Tenía razón cuando dijo que una siesta me ayudaría a recuperar mis fuerzas ¡Ya puede ver! Fresca como un pepino... ¡Es decir una lechuga!

El duque de Doncaster curvó los labios al recibir tal noticia, ciertamente feliz de que el previo desfallecimiento de la dama no se debiera a algo más grave.

-No sabe cuánto me alegra escuchar eso. Aquí mi amigo el marqués y yo hemos tenido un magnífico momento en la capilla para renovar nuestra fe y expresar culto a las obras del altísimo -hizo un gesto hacia el cielo- Como dice mi pastor, ningún momento está de más para alabar, así que cada que tengo oportunidad canto una estrofa de algún himno ¿Les gustaría unírseme? ¡OH SUBLIME GRACIA...

-¡Y por mucho que nos complacería acompañarlo en coro... -interrumpió sin darle tiempo a continuar- Su excelencia, me temo que se nos va haciendo muy tarde a mi primo y a mí para regresar a la ciudad ¿Le importaría, si es posible, llamar al cochero?

Este se fijó fugazmente en el reloj de pie ubicado junto al ventanal del salón, el cual marcaba las tres en punto de la tarde. Un horario que, sin duda, se le complicaba para seguir atendiendo a sus invitados dado a que sus obligaciones en el estudio aguardaban por su llegada y, además, debía encargarse de otro asunto...

-Claro, por supuesto. Me había olvidado por completo de que debéis regresar a Londres -se aclaró la garganta, volteando la cabeza hacia ambos jóvenes que lo miraban con expresiones nerviosas- En fin, ha sido un inmenso placer el poderos recibir en mi residencia, aunque hubiese deseado que fuera en circunstancias distintas -suspiró tristemente, a la vez que tomaba la delicada mano de Enola entre las suyas- Lamento y comprendo su pesar, lady Abernathy, porque a grandes rasgos es el mismo mío. Pero le doy mi palabra de que será la primera en saber sobre los avances en la búsqueda de mi querida Corina. Dios mediante y pronto volverá a casa.

La castaña asintió educadamente:

-Amén por eso.

El duque entonces hizo una reverencia, más por cortesía que por etiqueta, y se despidió de su socio de la Cámara de Lores con un rápido estrechón de manos, que para Tewky, siendo tan pequeño y escuálido a su lado, se sintió como si le desprendieran el brazo con cada sacudida.

Quince minutos después, los dos se encontraban dentro de la diligencia que los llevaría de regreso a casa, atravesando los campos que rodeaban Doncaster Hall en completo silencio, como si temieran que los fantasmas de aquel sitio pudiesen escucharlos y delatar sus sospechas.

No fue hasta que estuvieron lo bastante alejados que Enola susurró con voz casca:

-Creo que el duque oculta un secreto.

Tewkesbury, quien parecía haber encontrado cierto entretenimiento en contar los botones de su chaleco, le dirigió una mirada muy obvia a la chica delante suyo.

-¿Tú crees? Porque a mí me parece que tiene un serio problema con la religión -resaltó, y a su cabeza vinieron imágenes de la espeluznante capilla personal llena de estatuillas de santos que le había mostrado, haciéndolo estremecer- ¿Sabes que tiene una estantería llena con diecisiete ediciones de la Biblia? ¡Diecisiete!

-A eso exactamente me refiero. Creo que lo usa como una tapadera para ocultar su verdadera persona.

-No estoy entendiendo cual es tu punto...

Ante su poca o escaza habilidad para encontrarle sentido a las cosas, la castaña levantó una mano para hacerlo callar.

-Conocí a su esposa cuando me colé en la habitación de Corina.

-¿¡Qué tu qué...

-Por fines meramente profesionales, Tewkesbury -lo tranquilizó, observándolo con una mirada severa para darle a entender que debía cerrar el pico y dejarla continuar- Desde un principio supe que no me dejarían entrar así porque sí, por eso fingí el desmayo y esperé a que Rowan se marchase para llevar a cabo mi plan. Pero entonces la esposa del duque me sorprendió y me echó fuera de la habitación casi a gritos.

Habiendo apaciguado su nerviosismo, el joven marqués trató de recordar las palabras que había usado el mayor para referirse a su señora esposa, las cuales en su momento no habían logrado transmitirle nada extraño puesto que eran las típicas características de cualquier ama de casa en su época. Pero ahora que lo pensaba mejor...

-El duque mencionó que Lady Euphrasie estaba indispuesta. Más bien débil... sí, esa fue la palabra. Cuando nos encontrábamos en la capilla, resaltó que no había querido comer nada desde la desaparición de su protegida. Al parecer, tiene un corazón de pollo.

-El caso es que la señora tenía el cuello y los brazos llenos de cardenales. Además, lucía bastante... perturbada -Enola frunció los labios con desconfianza- Tampoco pude alcanzar a verle mucho el rostro, pero juraría que vi un moretón detrás de la oreja izquierda.

-¿Sugieres que...

-No puedo sacar conclusiones precipitadas, pero se me permite pensar en la posibilidad de que la desaparición de Corina tal vez no se deba a un supuesto secuestro.

Tras escucharla, Tewky se mantuvo callado por unos segundos hasta que su cerebro pareció asimilar tal información:

-Tendría sentido si, de ser ciertas tus sospechas, decidiera separarse de un hogar tan hostil -dedujo, viéndola asentir en señal de que había captado la idea correcta.

-Ahora pensemos ¿Qué relación guardaría esto con el caso de Ofelia Dalton? ¿Acaso las dos se conocían? ¿Tenían objetivos comunes? ¿O solo nos estamos desviando del verdadero dilema que resulta ser aquello que creímos desde un inicio? -su tono de voz bajó considerablemente al formular la última pregunta del millón:- ¿Qué es lo que está sucediendo con las debutantes?

Después de repetirse las mismas cuestiones una y otra vez, Enola todavía continuaba sintiéndose perdida, y esta vez porque su agotado cerebro, aunque tenía curiosidad por las opiniones de lady Ofelia o sentía lástima por la situación de lady Corina, era incapaz de desentrañar nada práctico de ellas.

Pero entonces, Tewkesbury dijo algo que la hizo reconsiderar todas sus ideas de un tirón:

-Supongo que esos son secretos que oculta la Alta Sociedad.

Tras esto, Enola se quedó tan tieza que pareció ser víctima de una apoplejía, a medida que un millón de palabras iban y venían en su brillante cerebro como una avalancha de ideas:

Jóvenes..

Debutantes..

Sociedad..

Presentación..


Flores..

¡¡EUREKA!!

Un arranque súbito de euforia hizo que su acompañnte por poco atravesara el techo de la diligencia de un salto.

-¡Tienes razón! Todo gira en torno a la Alta Sociedad -exclamó alegre, con un brillo extraño en los ojos⁠ que logró perturbar por completo la tranquilidad del vizconde.

-Por Dios, Enola... No me gusta cuando reaccionas de esa forma.

-¿Qué forma?

-Como si acabaras de tener una idea que claramente nos meterá en problemas a los dos.

Decidida, la apellidada Holmes alzó la voz, alto y claro, como una general:

-Tewky, mañana mismo partiremos para Basilwether Hall. Necesito hablar con tu madre.

-Claro. Sin duda. Por supuesto ¿Ahora dime a qué se debe eso?

-¿No dijiste que los secretos de la alta sociedad se quedan en la Alta sociedad? -inquirió, haciendo que por un instante el castaño se arrepentiera de haber dicho lo que dijo.

-En realidad, no creo que yo...

-Da igual, está decidido -dijo con tono firme, apartando las prendas de su disfraz que ya empezaban a molestarle- Voy a convertirme en una debutante.

●●●

Luego de su primera visita (aquella ocasión en la que tenía a media policía de Londres pisándole los talones y la desaparición de una cerillera sin resolver) Enola no había vuelto a poner los pies en el apartamento de Tewkesbury hasta ese momento.

El carruaje del duque los había dejado en el centro de la ciudad ya avanzada la noche, y según el propio marqués, caminar hacia el Soho desde ahí y a esas horas sería un verdadero riesgo para cualquiera de los dos. Por tanto, lo más pertinente era que ella pasase la noche allí en su casa, sin ningún tipo de problema de por medio claro, pues él se encargaría de que se sintiese lo más cómoda y respetada posible. Muy a pesar de que a la joven detective le tenía sin cuidado cuales fueran las normas y costumbres en esos días.

Ninguno de los dos volvió a hablar sobre aquella idea loca de convertirse en debutante que se le había metido entre ceja y ceja, pues luego de haberle insistido más de una vez en que era un plan demasiado arriesgado, Tewkesbury se dio por vencido, y Enola dio gracias a eso porque, tal y como le había aclarado, necesitaba pensarlo más detenidamente.

━Debiste echar mucho de menos este sitio mientras estabas en Gales ━murmuró, sus ojos vagando curiosos por cada rincón del apartamento como si fuera la primera vez que lo pisaba. La verdad, es que no recordaba que hubiesen tantas plantas, o tal vez Tewkesbury había traído más de su jardín, o tal vez ella no había prestado tanta atención como había creído.

Mientras terminaba de regar un pequeño arbusto de mimosas, el castaño se secó las manos en los pantalones y le dedicó una sonrisa ladina:

━El alquiler donde me quedaba era bastante acogedor, pero nunca tan verde como me hubiese gustado. Aquí, en cambio, están mis plantas y mis cosas ━él echó un vistazo alrededor, familiarizándose con cada uno de los recuerdos que había echado tanto de menos━ Es un mundo pequeño. Pero es mi mundo.

►No había cómo negarlo, bastaba con solo notar la manera en la que sus ojos resplandecían con un brillo singular mientras estaba allí, rodeado de todo lo que más amaba. Enola incluida. Pues mientras su vista parecía querer absorber el paisaje por entero, de alguna forma se volvía más intensa cuando la miraba a ella. Tal y como si el mundo se hiciera pequeño a comparación con su presencia, tan sólo un detalle insignificante, apenas nada... y que ella le correspondiese con el mismo anhelo solo lo hizo estremecer.

━Iré a prepararte la habitación, ehm... para que te sientas más cómoda ━dijo, aclarándose la garganta para disimular el repentino estado de hipnosis en el que se había perdido━ Yo dormiré en el sofá.

A pesar de su decepción por haber roto lo lindo del momento, la apellidada Holmes se mostró molesta nada más escuchar su plan para esa noche:

━Ni hablar. Yo puedo dormir en el sofá.

━Insisto, Enola ━la expresión de Tewkesbury era suave y comprensiva; lo cual hacía las cosas aún más difíciles.

━Claro que no. Acabas de llegar de un viaje que te mantuvo casi dos meses lejos de casa. No puedo ser yo quien te prive de un merecido descanso para pasar la noche entre cojines.

━Estoy en casa, ya lo dijiste. Puede que no lo parezca, pero para mí es más que suficiente. Muy a pesar de que no imaginé que pasarías aquí la noche.

━¿Y eso te molesta?

━¿Bromeas? ¡Por supuesto que no! ━exclamó━ Digo, sería un escándalo si alguien se llegara a enterar y obviamente tu hermano Mycroft me estrangularía con su corbata, pero con todo y eso... nada me complace más que tu compañía.

Y ahí estaba esa sonrisa de nuevo. Aquella que le derretía los sesos y hacía que sus piernas se pusieran a temblar sin remedio

━Idiota ━maldijo en baja voz, al mismo tiempo que entornaba los ojos para evitar mirarlo directamente━ ¿Ya ves? Ahora me haz convencido.

Tewkesbury se echó a reír. Incluso tratando de poner sus sentimientos a raya aquella chica era adorable.

Acto seguido, se acercó para dejar un rápido beso en su mejilla con intención de ablandarla un poquito antes de desaparecer por la puerta del dormitorio y ponerse manos a la obra. La castaña, por su parte, se quedó estática, con el corazón latiendo a una velocidad desorbitante y las mejillas encendidas. Pensando en lo odioso que era estar enamorado, incluso cuando los grandes pensadores lo calificaban como el mayor sentimiento de todos.

Al encontrarse sola nuevamente, la quietud del pequeño saloncito la acogió con la refrescante humedad de las macetas y la luz tenue que desprendían las lámparas que colgaban de las paredes. Enola, tan a gusto como si se tratara de su propia casa, se dedicó a curiosear aquí y allá. Observando con detenimiento la decoración para asegurarse de que esta vez no se perdía de nada, y sin poder evitar una sonrisa bobalicona en su rostro cuando pensó, inevitablemente, que cada detalle llevaba impreso el nombre de Tewkesbury incluso de forma invisible.

Solo él podía convertir su propia estancia en un umbráculo para su gusto, así como también despreocuparse de tener documentos de gran importancia lo mismo en la mesita del té que en el escritorio de su estudio. No parecía muy perturbado por el desorden, aunque incluso cuando no era capaz de organizarse, las cosas lucían perfectamente pulcras, como si aún tratando de ser un desastre no lograra su cometido porque le resultaba imposible.

En medio de su revisión, la joven detective concentró su atención en una serie de objetos que habían sido olvidados encima la chimenea, algunos más viejos que otros, pero que desprendían cierta brillantez propia de las antigüedades.

Había una cadena ya oxidada, acompañada por varios dijes de composición transparente que en su interior guardaban, al igual que si fueran de hielo, un montón de pétalos pequeñitos. También habían bolsitas de semillas de distintos colores entre negras, rojas y verdes; así como un guardapelo circular, demasiado descuidado, pero que se esforzaba por mostrar lo que quedaba de su ya opacada plata.

La castaña no pudo dejar de preguntarse para qué Tewkesbury querría todas esas cosas.

━No sabía que te dedicaras a coleccionar baratijas ━dijo cuando lo vio entrar de nuevo, sosteniendo el viejo guardapelo en su mano. El joven marqués pareció sorprendido de ver su descubrimiento.

━¡Oh! Eso. No es nada en realidad. O bueno, sí que es algo ━él se acercó y tomó uno de los dijes de pétalos engarzados━ Verás, en Gales los artesanos tienen su propia manía de prensar flores con resina para crear bisutería que luego venden en el mercado para los extranjeros. Una curiosidad, pero es un detalle precioso. También suelen vender viejas piezas de relojes, baratijas de todo tipo, e incluso piedras preciosas que ya no tienen gran valor. Te sorprendería descubrir la cantidad de basura que esas personas logran convertir en oro.

Enola observó el rostro de Tewkesbury mientras le hablaba y esperó a que prosiguiera. De todas las conversaciones que habían mantenido, de todas las confianzas que habían compartido, tenía la sensación de que aquella era la más íntima de todas; allí, en su apartamento, con el sonido inconfundible de los coches en el exterior, Enola no lo habría interrumpido por nada del mundo.

Los ojos de Tewkesbury, brillantes y animados, se apagaron de repente mientra sostenía la cadena que ella había visto segundos antes.

━Me gusta pensar que las cosas viejas tienen su propia belleza.

━¿Y qué hay sobre las semillas?

Oh, mencionarlo fue como si le dieran un soplo de vida y calidez a su alma.

━No son cualquier tipo de semillas ━él no podía parar de sonreír mientras le enseñaba a diferenciar cada una, como si se trataran del tesoro más grande━ Son semillas de Acacia Mimosa, uno de los arbustos de flores más famosos de Australia. Llegan a tener tantas flores que los viajeros del desierto suelen confundirlas con oro. El jardinero que me las vendió dice que son una especie invasora, pues se reproducen con mucha rapidez ¡Una belleza sin duda! Así como otras especies que solo se pueden encontrar allá. Pienso viajar para conocerlas algún día, sería la aventura de mi vida. Tal vez hasta podamos hacerlo juntos...

Anodada por lo que acababa de decir, Enola elevó el semblante casi sin palabras.

━¿Juntos?

Al instante, su mudez hizo creer al joven Lord que tal vez estaba yendo demasiado rápido.

━Digo... si tu trabajo como detective te lo permite. No te quiero presionar en lo absoluto. Aunque igualmente creo que me estoy precipitando. Es solo un estúpido plan a largo plazo. ━él recogió las cosas cuidadosamente para dejarlas de vuelta en su lugar encima de la chimenea. Acto seguido, se volteó con las manos cruzadas tras su espalda━ Ya he hecho tu cama por si deseas ir a dormir temprano. No tengo ropa de mujer en el armario, pero creo que una de mis camisas tal vez te quede bien.

━Gracias, Tewkesbury ━Enola sintió como si las alas de una paloma aletearan en el interior de su pecho, probablemente deseando que él se acercara a darle un beso de buenas noches, pero sabiendo que eso era demasiado pedir tratándose del caballero más correcto de todo Londres.

Esa noche, Enola no pudo dormir tan tranquila como hubiese querido. Vencida por las interrogantes de su caso, aquel nuevo desafío que se iba tejiendo entre manos y la sensación de que no estaba siendo lo suficientemente justa consigo misma a la hora de darse un poco de paz y solaz en los momentos que no estaba estudiándolo. Su corazón, así como su cerebro, permanecían despiertos a la espera de algún milagro que pudiese guiarlos hacia el descanso temporal que tanto merecían.

Sin embargo, esto no sucedió.

Y ella se encontró tan frustrada como en días anteriores. Sin querer pensar en lo absoluto porque sabía que, de hacerlo, los tormentos de su reciente dilema volverían para no dejarla y los rostros de las jóvenes desaparecidas la perseguirían al igual que espectros.

Al final, luego de dar vueltas en la cama hasta darse cuenta que no le iba a servir de nada, terminó recurriendo a la única persona que, sabía, era capaz de calmarla en instantes como esos.

►━¿Enola? ━Tewkesbury se restregó los ojos somnolientos. Minutos atrás había estado durmiendo como un tronco, pero ante la molesta sensación de estar siendo observado entre sueños, sus sentidos se activaron tan solo para descubrir que no se encontraba solo dentro de aquellas paredes.

Enola había abandonado sus aposentos, vestida únicamente con una camisa suya, y ahora lo observaba dormir con la cabeza apoyada en el reposabrazos del sofá. Su mirada perdida parecía no poder alcanzar el mismo sueño que él había estado disfrutando, y por eso, le suplicaba que no la dejase sola.

━No puedo dormir. Así que... ━la escuchó suspirar. Un suspiro tan leve que podría haberse confundido con el trinar de la brisa nocturna━ Estaba pensando que, quizás, te gustaría hablarme un poco sobre ese viaje a Australia que quieres hacer.

Él no le pidió más explicaciones, aunque tampoco era como si las necesitara. Pues si ella le hubiese pedido que fuera hasta Japón en ese preciso instante, él habría obedecido a su mandato sin rechistar. Pero ese no era el caso.

Ella lo necesitaba, simple y llanamente, como se necesita el aire para respirar. Necesitaba de su compañía, de sus palabras... de esa habilidad suya para hacerla sentir segura. Que con su presencia le mostrara que estaba haciendo las cosas bien, y no necesariamente a través de ese tipo de la intimidad que hace perderse a los amantes. Sino con cosas tan sencillas como Tewkesbury yendo a buscar galletas a la cocina, dándole espacio en el sofá para que ella se sentara a su lado, y que ambos terminaran conversando sobre temas triviales por toda la noche. En un momento, con ella escondida en el abrigo de sus brazos y él contándole historias de sus viajes hasta que se hizo demasiado tarde.

━Tewky ━lo llamó en un instante, cuando las luces de las velas se extinguieron, y ambos estaban demasiado adormilados como para abandonar el sofá.

━¿Mm? ━respondió el marqués, sintiendo como el cansancio de un día tan largo lo iba venciendo por segunda vez consecutiva.

━Solo por curiosidad. En el Lenguaje de las Flores... ¿Hay algún tipo de significado para las margaritas marchitas?

Su respuesta no hizo que Enola se sintiese más aliviada que horas antes.

━Transmiten desesperación ━murmuró él━ Usualmente, cuando regalas margaritas marchitas a una persona, significa que estás pidiendo su ayuda a gritos.

Lo sé, lo sé... no me lo tenéis que decir.

Me desaparezco por meses y en su lugar les traigo un capítulo de mierda 😪 Pero es trabajo honesto, señores!!!! Y al que no le cuadre que me deje de leer ahora mismo 😎

Na mentiris jjj Prometo que el próximo será mejor y nos olvidaremos de que alguna vez escribí esto.

Also ¿Como habéis estado?

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