Mierda.

Me duele la cabeza, mucho. Es un dolor punzante que no me permite pensar con claridad. Por suerte, la habitación dejó de girar hace un rato.

—¡Ay! —intento incorporarme, pero el dolor me atraviesa, todo me duele—. Mierda. ¿Estoy muerto?

—No —tengo qué girar la cabeza para ver a Grace en su silla junto a mi cama—. Pero lo estarás tan pronto como Keren se entere que estás despierto.

—Oh, mierda.

Me recuesto de nuevo en la cama, decidiendo si vale la pena pelear o debería dejar que el dolor me mate, pero no me arrepiento de salir ayer.

Contrario a lo que parezca, Joel es alguien divertido para pasar el rato, aunque nos pasamos de copas. Bastante.

—¿Dónde está ella ahora?

—Abajo, —Grace tiene la amabilidad de no reírse de mí—. Haciendo sufrir a Ramos un poco.

—Carajo.

Levanta de nuevo el libro en sus manos para poner un marcador, lo apoya sobre sus piernas y toma las ruedas de su silla.

—Ahora Daniel, sé valiente y enfrenta las consecuencias.

—Mierda Grace, ¿De qué lado estás? —me quejo, pero guardo silencio cuando la veo maniobrar con la silla frente a la puerta y luego salir de mi habitación.

Si ella puede lidiar con eso todos los días, yo puedo sobrevivir a una resaca.

—Del tuyo, por supuesto. Eso no significa que puedas vencer a Keren. —se detiene al pie de las escaleras y me mira—. Y yo te acompañaré, ¿Podrías echarme una mano?

Hace una seña con la cabeza hacia las escaleras porque obviamente no puede bajar sola, y seguramente Ramos no está en condiciones de venir a ayudarla.

Estiro mis brazos y la levanto de la silla, sintiendo que incluso levantarla hace que me duela la cabeza.

—¿Seguro que puedes hacer esto? Estás sudando. —se aferra con más fuerza a mi cuello.

—Puedo hacerlo, Grace. Las muñequitas como tú son ligeras en los brazos adecuados.

Guiño un ojo para que sepa que estoy bien y el rubor se extiende por sus mejillas y el cuello. Carajo, ¿Cuánto falta para su próxima ovulación?

En lugar de dejarla sobre la silla de ruedas al pie de la escalera, la llevo hasta su silla en la mesa del comedor y me siento junto a ella. Puedo escuchar a Keren moviéndose ruidosamente en la cocina.

Mierda.

Finge que todo está bien.

La rubia empuja las puertas de madera con fuerza y me mira con los brazos cruzados.

—¿Se divirtieron mucho anoche?

—Si, gracias. —evito el guiño porque no va a resultar como con Grace.

—¡Es que no puedo creerlo, Daniel! ¡Te lo advertí! —me acusa—. ¡Dije que...!

—... Nada peligroso —la interrumpo—. Y no lo hicimos, en todo caso, es tu hombre el que tiene poca tolerancia al alcohol.

Sonrío para que vea que estoy bien a pesar de lo mucho que bebimos, no es como que estoy desesperado ahora por un trago. Puedo esperar a que Grace tenga una botella en su habitación.

—Hablaremos más tarde —me advierte, sabiendo que ella ha ocultado información a su sobrina—. Primero toma tu almuerzo.

La rubia va a la cocina y regresa con dos platos que coloca frente a nosotros, acompañados de agua fría y limonada.

—No creo que pueda atenderte más tarde, querida Keren. Sabes que Grace y yo tenemos actividades planeadas que no pueden esperar.

Las mejillas de Grace se llenan de color otra vez, que disimula bebiendo un trago de su limonada mientras la rubia solo me mira.

—Qué conveniente.

Sale de la habitación, dándonos la privacidad que necesitamos.

—¿Actividades planeadas? —pregunta con la ceja arqueada y el rubor en la cara.

—Claro que si, ese bebé no se hará solo. Cómo ya dije, soy un experto en el tema y creo que deberíamos comenzar a practicar en serio.

Finge que no me escucha y sigue cortando las tiras de pollo de su ensalada, tan concentrada que no se da cuenta que la sigo mirando.

—Si tuviera una cuerda más larga y algún arnés, podría atarte del techo.

Eso en definitiva provoca una reacción de cejas arqueadas y ojos curiosos.

—¿Y se supone que eso me ayude a concebir?

—No estoy seguro, pero ayuda bastante a mi estimulación visual y eso es bueno para ti.

—Oh.

Su gesto cae inmediatamente. Evita mirarme, concentrándose en su comida y en masticar tan rápido que incluso con el dolor de cabeza puedo darme cuenta de la tensión.

—¿Grace? ¿Estás bien? —pregunto, pero no responde. Asiente una vez—. ¿Segura?

Asiente de nuevo y ahora tengo la sensación de que hice algo mal. Carajo, ¿Qué dije? ¿Por qué las chicas son tan complicadas?

—¿Nena? —apoyo mi mano sobre la suya, pero la retira para tomar la servilleta de tela—. Muñequita, si no me dices qué ocurre, no puedo solucionarlo.

Tengo qué sujetar su barbilla para obligarla a qué me mire. No hace falta preguntar ahora porque puedo ver la decepción en su gesto.

—¿Es eso lo que te excita? ¿Atar a las chicas y colgarlas con cuerdas?

Me toma un momento darme cuenta que no es un reclamo, es curiosidad y algo más.

—Grace...

—¿Ese es el tipo de sexo que prefieres? —me interrumpe con otra pregunta—. ¿Lo que hacemos te resulta aburrido?

¿Qué?

—No, no, espera.

Aparto mi silla y tiro de la suya para que quede frente a mí, nuestras piernas tocándose.

—Yo jamás dije eso, ¿Está bien? Dije que me gustaría atarte porque mi mente enferma ha imaginado un montón de cosas que me gustaría hacerte y que no tienen nada que ver con la razón por la que estoy aquí —se sonroja y agacha la cabeza, haciendo que yo levante de nuevo su barbilla—. Eres una chica preciosa, muñequita. ¡Por supuesto que me gusta tener sexo contigo!

—No tengo experiencia... —agrega bajito, aunque estamos solos.

—Y eso es perfecto para mí, porque soy un idiota muy feliz de ser el primero. —deslizo la mano hacia su mejilla para acariciarla—. Significa que puedo enseñarte muchas cosas.

Espero a que las palabras y mi sonrisa se asienten en su mente antes de dejarla ir lo más rápido que puedo. No es solo el hecho de que fuera virgen, ella es noble de mente y de corazón porque no ha visto la maldad... eso es lo que me tiene fascinado.

Las personas jodidas como yo no merecen personas puras como ella.