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The end of the world

Seijuuro camino lo que parecieron mundos enteros, por mucho tiempo, tanto, tanto, tiempo que las sandalias de sus pies desaparecieron. Entre sus brazos, envuelto con una sábana de la más fina seda, estaba el cadáver de su amado.

Ya no era un dios, tampoco era un mortal, no era un demonio, ni el regidor del infierno. Era una devastación que; al caminar, dejaba muerte y armagedón a su paso.

O que llevaba entre sus brazos era casi un vacío, polvo de hueso que ondeaba con cada paso, pero se negaba a soltarlo. Pararía en cuando no le quedara nada, en cuando hubiese pisado cada rincón del mundo que una vez le hubiese descrito a su amado.

No le era de importancia que el fin del mundo como lo conocía se acercada con cada paso que avanzaba. Si pudiera terminar con su vida lo habría hecho en cuanto la luz en los ojos de Kouki dejo sus pupilas apagadas y desapareciera todo rastro de vida.



Nos encontraremos y amaremos otra vez, prometió.



Pero no pudo hacerlo. Se había apuñalo, se había dejado apuñalar. Había bebido veneno, había dejado de comer, de beber agua.

Pero no era más que una locura que se abría paso en su alma, en su sangre bendita. No era su momento y quizá nunca llegaría como castigo por sus pecados.



Quería llorar, pero más lagrimas no salían de sus ojos, estaba seco de toda sensación, sus pulmones ardían en cada calada de oxígeno, su sangre espesa le provocaba dolor, su piel picaba, pero sus uñas no podían arrancarla. De toda chispa de viva a pesar de que aun respiraba. A pesar de que en su corazón aun latía vida.



Entonces la sabana voló de entre sus brazos conducida por el viento a un árbol de cerezo que dejaba ir sus pétalos al infinito. Seijuuro se paró frente a este y se preguntó si Kouki aun a pesar de todo elegiría estar con él, ¿Podría hacerle feliz? ¿A pesar de tanta sangre que escurría entre sus manos?

Si; Kouki lo haría y Seijuuro elegiría estar a su lado ya sea para cuidarlo, para amaro, para hacer cada uno de sus sueños una realidad.

Seijuuro ya había visto el fin del mundo. Porque ese fin, era una inmortalidad sin estar al lado de su Kouki.











—Muchas gracias por traerme Akashi-san. Lamento las molestias que le llegue a causar—



Kouki había abierto la puerta del lujoso auto, sentía el nerviosismo en cada poro de su cuerpo debido a ese imponente hombre. Sonrió; no por educación o por la máscara que se había obligado a usar por tanto tiempo, sino porque su corazón se lo indico y así lo hizo.



—No me llames por mi apellido, no es necesario—





—Es que no podría llamarle de otro modo, seria irrespetuoso— le respondió

—No hay problema, que te parece; ya que no nos conocemos bien, tener otra cita para arreglarlo, de esa forma me tendrás más confianza—



Kouki no entendía la lógica del hombre. Pero no podía mentir por el hecho de que le entusiasmaba la idea. Akashi Seijuuro era un hombre misterioso, pero también encantador. Kouki no podía apartar la mirada de el por más que lo intentaba. Había una especie de conexión que no lo dejaba respirar, que lo empujaba a su lado como un imán.





Y Kouki no quería negarse a eso.



—Pero soy muy aburrido ¿Qué hay de eso? — le dijo en un intento de disuadirlo





—Estoy seguro de que Kouki es todo menos alguien aburrido ¿Qué dices? —





Así como todo tenía un final, también había un comienzo. Y Kouki sentía que ese paso era el comienzo de algo que había estado esperando por mucho tiempo. Algo que no sabía que buscaba pero que podía hacerle feliz. Así que asintió en aceptación.

Para cuando bajo del auto y se encamino a su tercera clase, ya tenía el número de contacto de Seijuuro en sus contactos, una próxima cita ya concertada, su corazón feliz y una enorme sonrisa en el rostro.





—Envíame mensaje cuando desees, para lo que desees. Yo estaré ahí...—










—¡Te dije que no te le acercaras! — el grito era perfectamente escuchado por todo el personal cercano a la oficina del CEO





Así que las secretarias y personal no indispensable huyo por si bienestar mental. No sabían que había pasado, pero en cuanto vieron llegar a su jefe con un aura que indicaba muerte y destrucción a su paso, no dudaron en abandonar el barco. O en este caso a Reo Mibuchi, quien se encontraba como si no temiera por su vida en su oficina.





—Se que me lo pediste, pero poco te faltaba ya para que fueras llamado por la policía por acosador. Te facilite las cosas— respondió el nombrado sin dejar de limarse las uñas —Además no soy yo tu mayor obstáculo—





Reo era si acaso el único que podía decirle semejantes palabras tan descaradas al pelirrojo, después de todo era un descendiente directo de aquel hombre que había acabado con la primera vida del castaño. Era lógico que Seijuuro estuviera siempre alerta. Si bien su acción era por ayudarlo, en el fondo era para expiar, aunque fuera un poco esa sangre antigua que aun a veces lo atormentaba.





—Niégame a la cara que Kouki-chan te dio un sí a tu cita—





—No vuelvas a entrometerte— respondió Seijuuro antes de dar la vuelta y marcharse







—¡Eso creí! —





Seijuuro sabia de su mayor problema. Era consciente de ese par de guardias con los que contaba el castaño. Pero si la muerte no lo había detenido antes, ese par no iba a comenzar ahora.

No por nada había reclamado hacía mucho tiempo, el cielo, después surgió como una devastación en el infierno, reinando trono por trono hasta hacerse con todo y; en esos momentos, tenía su poderío empresarial como el más poderoso entre los humanos. 












—Ha hecho su primer movimiento, este es el principio. Pronto nos comenzaremos a mover también—



—Lo sé ¿Cuándo iremos a... —



—Pronto, después de todo; él está en la lista de espera—



—¿No crees que nuestras acciones tengan consecuencias? —



—No hay acción que venga sin consecuencia; pero recuerda bien esto, hacemos lo que debemos hacer—

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