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Kill Everything Parte 1: Pandemonium

Midorima no estaba muy de acuerdo con transgredir las leyes de los dioses, pero él; en conjunto con un par de dioses antiguos eran de los pocos sobrevivientes y que consideraban el pasado como una injusticia, había cambiado de parecer, es por eso que en cuanto vio a su antiguo compañero Seijuuro, lleno de sangre y a un paso de enloquecer, le ayudo.





En la ciudad de los dioses, el cielo como usualmente los mortales lo llamaban aún no había autoridad real a la que obedecer, todo era por un conjunto de reglas impuestas por escrito que cada dios acataba al pie de la letra.



Pero como se repetía a si mismo mientras atendía al castaño con mas cuidado que a cualquier paciente, sabiendo que Seijuuro podría matar lo que se le atravesara en el camino si cometía, aunque fuera el mínimo error.

Todo lo que hacía, sus convicciones de ayudar a su amigo, eso era lo correcto. Siempre seria lo correcto.





—Investigue la zona antes de que nadie más llegara, encontré un lleve rastro, pero no te va a gustar Shin-chan—





El dios de la fortuna; Midorima, volteo sin inmutarse al ver al pequeño demonio pulular a su alrededor sin ser visto por nadie más que el en la sala de operaciones. No iba a admitir que adoraba la forma que solía adoptar cuando no quería que nadie mas que Midorima lo viera. Se trataba de un pequeño Kazunari, con dos pares de alas iridiscentes en varios tonos de naranja y verde, este se paro en su hombro, aferrándose de su uniforme medico para no caer.





—De que se trata Kazunari, mira en que estado lo dejaron, el accidente no fue casualidad—





—Eso es claro Shin-chan, había rastros de aura demoniaca, pero estaba cubierta por una capa... no invisible, pero si de algún tipo que la ocultaba para criaturas como yo, aun así, creo que su majestad será capaz de saber de que se trata—





—Le diré, ahora márchate... te veré por la noche en nuestro departamento—





Midorima sabía que Seijuuro seria perfectamente capaz de encontrar a los culpables, y solo la divinidad; o lo demoniaco en este caso sabia, que era lo que iba a suceder.












Habían pasado apenas un par de horas desde que Kouki había salido del quirófano. Ryota no había querido despegarse de su lado, por mas que su manager le llamo o Yukio se lo pidió.

Kise sentía que era su culpa, puesto que no había cuidado de su amigo como era debido, permitiendo que Seijuuro entrara en su vida nuevamente.





—Es mi culpa...— dijo mientras tomaba la mano del castaño.



—No lo es... no puede serlo ni lo será y; estoy seguro de que si Kouki te escucha decir eso te pateará o bien puedo hacerlo yo en su lugar—



—¡Yukio-cchi! Tu solo quieres una excusa para hacerlo— se quejó el rubio







Ryota se levantó de la incómoda silla en la que se encontraba, acercándose con los brazos hacia el frente al pelinegro para recibir el abrazo que tanto había deseado. De no haber sido por ese hecho, hubiese recibido más heridas de las que recibió.



Ambos fueron lanzados a la pared con fuerza, Yukio siendo protegido por el cuerpo del rubio, vidrios volando en todas direcciones sin caer al suelo, un aire frio con aroma a una frescura melancólica y la horrible visión de una cama vacía.

En cuanto ambos se dieron cuenta de que Kouki no estaba más en la cama, Ryota grito. La ira, el dolor, una sensación de cruda venganza llenando su sangre hirviente.



Fue por poco, pero Yukio logro contener su poder que fluctuaba como la electricidad en el edificio. Ni Ryota ni Yukio veían necesidad de usar sus poderes, pero habían llegado al colmo de su paciencia. Para cuando Midorima llego y vio la cama vacía, supo que; si no encontraban a Kouki, el mundo podría experimentar de la más sádica extinción.















—Quiero explicaciones antes de que sus sangres no sean más que mierda que limpiar en el asfalto—






Seijuuro tenia todo su poder a la vista y ni Kuroko, Kagami o Aomine iban a negar que se veía terrorífico y peligroso.





—Sabíamos de un probable ataque del inframundo a la ciudad de los dioses, así que pensamos que un ataque directo en tu contra seria... factible— hablo Kuroko sin apartar la mirada del pelirrojo



—Entonces recibimos la información de que tu amado había renacido, que estaba mas cerca de ti y creímos que entonces tomarían otro camino— procedió a decir Kagami algo molesto, pues odiaba cuando usaban a inocentes para fines nada buenos



—Daiki... tu eres el rastreador ¿Qué ves aquí? —



—No hay nada— le respondió el moreno



—Exacto...— dijo Seijuuro sin voltear a mirarlos — pero se perfectamente de que se trata todo esto y no pienso permitir que la historia se repita de nuevo, antes acabare con todos—



Seijuuro levanto el vuelo sin decir nada más, el emperador del infierno, del inframundo y alguno ves de los cielos no era alguien que daba explicaciones a nadie, salvo quizá a Kouki.





Así que el trio se decidió a seguirlo.



No fue demasiado el trayecto, porque Seijuuro abrió un portal que los llevo a un páramo blanco.

Los tres dioses de la ciudad celestial cayeron a la arena como sacos sin fuerzas, sintiendo un ahogo que no era mortal.



—Estamos cerca de las puertas del inframundo, a unas horas de caminata de la cuidad infernal, la que domino. Es por eso que sienten sus poderes menguar. Menos tu Daiki ¿Cierto? —



Aomine no negó ni acepto nada, ya que eran pocos los que sabían que en su sangre corría sangre mixta. Humana, demoniaca y de dios.

Así que sentía sus fuerzas como siempre. Además de sentir seguridad de que el pelirrojo no diría nada.



—¿Y porque tenemos que caminar? ¡Simplemente aparezcámonos ahí y ya! — grito Kagami



—No es tan fácil Bakagami, este lugar nos restrin... espera ¿Por qué si eres su gobernante, no simplemente hacemos eso? ¡Bakagami tiene razón! — se quejó el moreno



—Eso es porque abandone la silla en cuanto supe que Kouki había vuelto, por supuesto nadie es superior a mí, pero no hay quien gobierne sus débiles formas—



Kuroko y Kagami sentían que el oxigeno era escaso en la forma que tenían, por lo que cada quien adopto su poder, haciendo que a Kuroko le brotaran un par de alas en forma de escarcha, su habitual kimono celeste con nubes y a Kagami sus ropas ceremoniales de dios Tengu en conjunto con unas alas rojas como su cabello. Y con ello, a pesar de que su poder era repelido por el lugar en donde estaban, podían pelear con el como si de un enemigo se tratase y caminar con más ligereza.





—Atentos...— fue todo lo que dijo Seijuuro, quizá Kouki no los conocía, pero de saber que no los había protegido en la búsqueda de su venganza, se enfadaría.





Se enfadaría también por la venganza, pero en menor medida que poner a un inocente en peligro.



Las enormes puertas de la cuidad demoniaca se abrieron paso ante sus ojos, desdichados cadáveres postergados para eternidad en cada una de las dos enormes planchas de madera, estas se abrieron con la sola presencia de Seijuuro parado en frente, dejándoles el paso para ver el lio de demonios, semi humanos y demás variedad de criaturas que ahí pululaban, el trio que acompañaba al emperador podía escuchar el cuchicheo, otros corrían aterrorizados, pero la gran mayoría bajaba la cabeza hasta el suelo.

Entonces un rayo amarillo ilumino el paisaje en tonos sepia, mostrándoles a un joven con exceso de energía.





—¡Hey Akashi! Volviste— dijo el joven —Ven, ven, que hace rato te estamos esperando—



Seijuuro no dijo nada, encaminándose a donde se encontraba el tipo.



—No vas a armar una escena aquí ¿O sí? Mi señor— dijo otro



Kuroko solo afilo su mirada, mientras que Aomine y Kagami saltaron del susto. Conocía bien quien era esta segunda persona, ya que había nacido como una contraparte de espejo, solo que malvada y menos poderosa.



—Tetsuya, un gusto volver a verte...—



—No digo lo mismo Mayuzumi-san—



El par se vio por un par de segundos, antes de ser transportados a una gran galería, un lugar de techo abovedado donde se hallaba al fondo, un gran trono dorado y a su alrededor y más abajo, varias sillas donde se encontraban dos hombres.

Uno a cada lado trono, y dos mas al lado de estos.

Kagami se trago la sensación vomitiva del viaje tan repentino, intentando poner atención de lo que pasaba sin bajar la guardia.



—Nash, Makoto. Veo que están muy cómodos en sus puestos— dijo Seijuuro



Nash, como lo ha nombrado Seijuuro se lanzó sin mediar palabras en contra de este. Ninguno es capaz de moverse de su lugar porque tienen un adversario que los detienen, además de que no podrían hacer nada en contra del par que luchan; por lo que supone es el control de la cuidad demoniaca. O al menos eso era lo mas factible. ¿Qué otra cosa podía ser?



—¡Kagami-kun! — grito Kuroko, sorteando por poco la delgada espada de Mayuzumi



Kagami estaba sobre una de sus rodillas, con una parte de sus plumas quemadas debido a la fuerte descarga de electricidad que le dio el rubio. Kuroko había pateado con ganas al peligris, dejándolo fuera de combate por lo menos unos minutos, por lo que corrió en ayuda de su amigo. De los tres; además de Seijuuro, era el menos indicado para estar en ese lugar. Kuroko al tener su contra parte espejo y Aomine al tener sangre mixta, sobrellevaban bien la sensación apabullante del lugar. Pero Kagami no, el era 100% nacido como un dios tengu de luz.



Aomine estaba cómodamente sentado arriba de un noqueado Makoto, así que ayudo también al pelirrojo.

Seijuuro por su lado tenia a Nash cada vez mas acorralado, sabiendo que no podía ganarle.





—Te faltan 100 años para llegar a donde estoy y aun si llegas no te será fácil derrotarme— le dijo Seijuuro mientras apuntaba al cuello del de ojos verdes





—Es por eso que envié a atacar a tu puta— la sonrisa ensangrentada que le mostro Nash al emperador fue lo que hizo a Seijuuro enloquecer.

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