Im Running With The Wolves
—¿Por fin se quedó dormido? — pregunto Kise mientras entraba a la habitación, camino a la ventana, cerrando en su totalidad las cortinas, asegurándose de que no hubiera nada fuera de lo común en la calle.
—Ya no podemos seguir haciendole esto Ryota— respondió el pelinegro —Esta mal y lo sabes—
—Juramos protegerlo Yukio-cchi, no me pidas que siga impidiendo esto, que evite su dolor—
Kise acaricio los cabellos castaños de su amigo, viendo como dormía pacíficamente. Viendo como en el mundo de los sueños no pasaba dolor, temor, castigos.
No podía permitir que su salvador fuera lastimado nuevamente, no si estaba en medio para evitarlo. Pero también estaban los deseos de Kasamatsu, él quería que Kouki recordara, que se librara del dolor de su pasado, que; aunque no fuera ese ser de la antigüedad, su alma recordaba, su alma tenia esas cicatrices que dejaran todas sus pérdidas. Quería que viera en sus ojos quien había sido y lo que significaba, aunque eso significara que recordara también a quien su alma había amado y perdido de esa cruel manera.
—Recordar significa Yukio-cchi, recordarlo a él. Esperar por él, buscarlo y no sabemos lo que pasara cuando sepa que es una devastación en el infierno, no sabemos que tanto pesara en su alma toda esa muerte y destrucción—
—No lo sabemos Ryota, pero si no lo preparamos para su venida será peor, su sufrimiento será mayor, tenemos que estar ahí para ayudarlo, no para lastimarlo. Ambos sabemos que Akashi Seijuuro está más cerca que nunca ahora que lo ha descubierto—
Kise tenía razón, su alma y su cuerpo sentían la presencia de esa persona. Sentía su humor apegado a Kouki, así que era obvio que ya habían tenido una clase de contacto.
—Ayúdame a ayudarlo Ryota... — le dijo Kasamatsu al rubio, y este no pudo más que derramar lágrimas mientras era abrazado, sabiendo que lo haría porque se lo había pedido y porque quería que Kouki por fin, fuera realmente feliz.
Habían vivido una vida placentera y agradable juntos en la antigüedad, habían sido felices, estuvieron tristes, vivieron aventuras, corrían por las riberas, Kouki quitaba las espinas de las patas de Kasamatsu cuando este asustado por Kise se metía entre los matorrales espinudos, o cuando bañaba al lobo albino cuando en días de lluvia terminaba sucio.
Todos esos recuerdos eran preciados para ambos, pero sabían en sus corazones que hacerle recordar los días buenos, sin ninguna duda seria hacerle recordar a Akashi Seijuuro, y eso era algo que no querían.
Porque habían visto además de su tiempo de felicidad juntos, también su llanto y tristeza cuando se fue, habían visto su dolor cuando estuvo a las puertas de la muerte, sabiendo que dejaría solo al pelirrojo y, sobre todo, habían sentido su dolor cuando murieron.
Porque cuando sus almas aun no eran llevadas a su destino final, ambos; Kasamatsu y Kise, habían jurado con la luz de sus almas que volverían, que se reencontraría, que lo protegerían y que por sobre todas las cosas, no dejarían jamás que volviera a sufrir.
Quien iba a saber que todo ello se cumpliría, pero con ello traería la venida de nuevo, de lo más profundo del infierno, a Akashi Seijuuro.
—¿Qué estás haciendo Akashi? ¿De nuevo viendo a ese ser? —
Seijuuro no respondido, no tenía porque, de todos modos. Hacía poco que había vuelto de su última misión en la tierra, en ese momento pasaba por las nubes de visión, que era por donde los dioses vigilaban a los habitantes a quienes protegían.
No pudo evitar sonreír, haciendo que el dios a su lado se sobre saltara, cuando vio al joven feérico revolotear entre su par de mascotas, sobre volando el agua para poder lanzarla con la punta de sus pies en dirección del lobo, haciéndolo saltar en dos de sus patas en un intento de atraparlo, luego la lluvia comenzó a caer, así que utilizo su superior vista para verle más de cerca.
Lo vio aterrizar junto al lobo, cayendo sobre su espalda cuando este se le lanzo. A pesar de la lluvia nada los paraba, su felicidad se le contagiaba, corrían juntos aquí y allá, notándose en Seijuuro esa sonrisa nunca antes vista.
Seijuuro incluso noto que Kouki había hecho crecer unas enormes hojas que cuidaban de la lluvia al conejo cosa que hizo su corazón saltar por su bondad.
Así que no le dolió ni le molesto abandonar a los suyos. ¿Por qué iba a querer una vida inmortal vacía? Si podía vivir una vida mortal al lado de quien le hacía sentir tantas cosas.
La felicidad fue... la dulce miel que se vertía debido a la unión de sus corazones. Eso era, así lo podía describir y quizá se quedaba corto.
Entonces ¿Por qué? ¿Por qué tenia a su amado inerte entre sus brazos? ¿Por qué su tibia sangre alimentaba la tierra en la que estaba parado? ¿Por qué los cielos se regodeaban por su perdida? ¿Por qué a pesar de ser tan poderoso no podía traerlo de vuelta?
—Hay una forma— escucho en el viento, como una voz que lo llamaba a su destino
Dame sus recuerdos, ellos no son tu destino.
No huiré.
Te miré a los ojos y vi las partes más oscuras y rotas que tienes por dentro y las cosas malvadas dentro de tu corazón.
No escuches la luz.
Los gritos de agonía del dios más poderoso que había existido en todos los reinos destrozaron las puertas del cielo. Cayeron como nubes que se borran por pobre soplo del viento.
Seijuuro arribo al cielo aun con el cadáver de su amado entre sus brazos, lo había cubierto con su gran capa roja para que nadie lo viera. De su poderoso cuerpo llamas salían descontroladas que quemaba todo lo que encontraba a su paso. Dioses inocentes y quienes intentaron calmarlo cayeron como cenizas con solo extender sus manos en su dirección. Seijuuro no quería ser ayudado, quería venganza, causar el dolor intenso que su corazón sentía, la herida inexistente de cuerpo pero que calaba como una daga en lo profundo de su alma.
Siguió caminando hasta llegar a donde se encontraba "El padre de todo" observando su destrucción sin mover un solo dedo. Levanto su pierna y; al bajar de golpe esta, con la planta de su pie hizo crecer una nube esponjosa, donde deposito a su Kouki. Pronto la nube se tiño de rojo, pero cubrió el cuerpo en una cúpula que fue enredada entre flores del infierno.
—Debiste dejarlo ir como se te pidió Sei-chan, el caos del amor y los sueños sin realizar seria incontrolable, deberías saberlo—
Pero Seijuuro no lo entendía, no le importaba. No quería nada que no fuera Kouki y su sonrisa, por él el mundo se podía morir y no importarle su Kouki estaba a su lado.
No espero a que "El padre de todo" dijera algo más y este de todos modos no pudo verlo o defenderse. No cuando la ira roja de Seijuuro se concentro en su poderosa espada.
Lo próximo que "El padre de todo" vio; y sintió, fue la espada enterrada en sus entrañas, quemándolo desde adentro y lo último que vio, fue el destello de sus ojos de dos colores heridos y hundidos ya en el infierno.
La destrucción fue terrible después de eso. Había pocos dioses capaces de detenerlo y la mitad estaba fuera debido a misiones. Algunos de ellos incluso de saber lo que se había hecho quizá y hasta estuvieran de acuerdo en sus acciones. Sabían que Seijuuro estaba a un paso de ser el próximo emperador de los cielos y no sabían por qué negarle uno solo de sus caprichos que ni siquiera era perjudicial para su poderío.
Por supuesto que aun así nadie o dijo.
Cayeron tantos dioses esa noche que los humanos y seres mágicos inferiores supieron que algo pasaba debido que las estrellas fueron aumentadas de un solo golpe.
El hogar de los dioses fue arrasado entre el fuego y la sangre, quedando solo despojos que aun en el futuro eran difíciles de borrar. Fue el mismo Seijuuro quien se encargó de eliminar sus estatuas, las pinturas con su rostro, toda imagen que mostrara misericordia y una pizca de amor. Seijuuro sin Kouki no era más que una cascara vacía sin vida, sin nada por lo que luchar. Si Seijuuro pudiera en ese mismo instante acabaría con toda la humanidad.
—Nadie merece vivir en un mundo donde no este Kouki— dijo momentos antes de precipitarse al vacío y caer.
Kouki necesitaba llegar con rapidez a la escuela. Se había quedado dormido como en muchas otras ocasiones, pero en esta, por alguna razón sentía que debida recordar su sueño. Así que a pesar de que paso mucho tiempo sentado viendo a la nada, no pudo recordarlo, para cuando vio la hora ya era demasiado tarde.
Envió un par de mensajes a quienes sabría pondrían el grito en el cielo y corrió.
Sin embargo, pronto supo que no era su día, cuando su trasero beso el piso cuando cayó por tropezar con alguien y segundos más tarde ser mojado con lo que supo era el café caliente de quien choco.
—¡Dios mido, lo siento tanto! Rápido, quítate la camisa—
Kouki obedeció, agradeciendo traer debajo una playera de tirantes, evitando una quemadura por el calor.
—Supongo que después de todo si perderé la primera clase— dijo más que nada para sí mismo, al ver la hora en su reloj.
—Si es así ¿Qué te parece si te invito el desayuno? Después de esto déjame ser un adulto responsable—
A pesar de la ligera vacilación por lo repentino del pedido, Kouki acepto avergonzado ya que; al haberse levantado tarde, perdió el desayuno, por lo que su estómago creyó propicio, hacer ruido en ese preciso momento, haciendo que su rostro enrojeciera de la vergüenza.
—Por favor, déjame hacerlo...— volvió a decirle el extraño
—Esta bien—
Ambos fueron caminando a una cafetería que el mismo sugirió, ya que estaba en medio de su departamento y la escuela, así no le sería difícil volver. El silencio no fue incomodo, fue... una sensación de una aventura un tanto trágica, quien había salido perjudicado al final había sido su uniforme y no era una gran pérdida.
—Entonces ¿Estas en la preparatoria? — pregunto el extraño de pelo negro
—Uhmm, s-si— respondido Kouki mientras esperaba su omelet
—La verdad es que te ves un poco más joven, pensé que eras de secundaria— volvió a decir el de cabellos negros después de bajar su taza de café —¿Cuál es tu nombre? —
—¡Es verdad! Que mal educado de mi parte, mi nombre es Furihata Kouki, un gusto conocerlo... —
Pero justo cuando el hombre estaba a punto de responder, Kouki y el extraño sintieron un aura pesada. Kouki no lo vio al instante, pero si vio el rostro del de cabellos negros.
Había horror, un miedo irrefrenable, respeto, pero sobre todo ese temor por haber hecho algo que indudablemente; a los ojos de quien había aparecido, era algo muy malo ¿Qué? No lo sabía, pero sí que había afectado al extraño.
Pronto, sintió un peso tibio sobre sus hombros, un aroma embriagador que no podía identificar, pero que podía comparar con el calor del fuego en la piel.
Era una cara gabardina en color negro.
Kouki intento no quedar con la boca abierta cuando el recién llegado paso a su visión, viendo un par de ojos de dos colores que le causaban una emoción no identificada.
—Este es mi jefe; Akashi Seijuuro, no es alguien malo o algún extraño ¿Verdad, Sei-chan?—
—Lamento si mi subordinado te causo algún problema Kouki, te aseguro; no volverá a suceder—
Kouki quería decir algo, pero no sabía el que. Su corazón latía irrefrenable en su pecho, el calor viajo a sus mejillas y fue incapaz de ver al hombre de nuevo a los ojos, pero de alguna manera aun así lo veía. Todo de él.
—Sempai ya se ha disculpado, no hay problema... —
—Ci-Cierto, Kouki-chan es una buena persona, por cierto; mi no...—
—Su nombre es Reo, y ya debe irse a hacer su trabajo, me hare cargo ahora—
Ese tal Reo no tardo ni un segundo en levantarse de la mesa, hacerles una reverencia a ambos y salir huyendo. Kouki no podía hacer nada, más que arrebujarse entre la gabardina, sintiendo más tibieza en su cuerpo, y el aroma embriagar sus sentidos.
—Y-Yo, creo que debo devolverle su...—
—No es necesario, la temperatura del ambiente puede mermar tu salud, quédatela como una disculpa por el incidente, toma tu desayuno—
Justo en esos momentos llegaba el empleado con el pedido de Kouki, agradeció en cuanto fue puesto frente a él, viendo un enorme batido de frutillas y fresas. Kouki sonrió, porque eran sus favoritas, tomándola por inercia, para solo detenerse en el primer trago, sabiendo que no la había pedido en primer lugar.
—¡Lo siento tanto! ¿Era suya? — dijo un tanto alarmado
—Para nada, la pedí para ti— le dijo, para luego esbozar una sonrisa
Sus mejillas enrojecieron un poco más si era posible, bajando la mirada por el escrutinio del pelirrojo. Pero pronto fueron remplazadas por el hecho de que casi salto en la mesa intentando no gritar.
—¡Akashi-san! ¡Tiene que comer también! Tiene que cuidar de si mismo—
—Tienes razón Kouki, perdón por no darme cuenta de ello—
Pronto el mesero estuvo a su lado y no tardo nada en volver por su pedido. Kouki sonrió por ver al pelirrojo comer, sintiéndose más tranquilo, comenzando con una amena platica que le hizo olvidar el tiempo, donde estaba y que tenía sobre sus hombros la gabardina de alguien que acaba de conocer. Justo entonces sonó su teléfono.
—Una disculpa, debo atender— dijo, por lo menos ya había acabado de comer
—¡¿Dónde demonios estas?! ¡Ya va a comenzar la segunda hora! —
La voz de su amigo casi le partió el tímpano, notando solo en ese momento el paso del tiempo, se disculpó efusivamente dándose cuenta de que no llegaría ni a mitad de la clase, siguió disculpándose y diciendo que pronto llegaría. Colgó sumamente avergonzado, sin querer ver al pelirrojo porque sabía que había escuchado la llamada.
—Si no es inconveniente y cofias en mí, puedo llevarte a tu hogar para que te cambies de uniforme y de ahí a tu instituto, me siento responsable por la torpeza de mi subordinado— escucho Kouki de Seijuuro
—Confió en Akashi-san pero, no podría pedirl... —
—Insisto, así no perderás más tiempo de escuela ¿Qué dices? —
Kouki levanto su rostro, viendo la solemne mirada del pelirrojo, pero también sentía una calidez, un mar de tranquilidad feroz en el color dispar de esta. Sentía que había algo más, algo que necesitaba con todas sus fuerzas. Un anhelo que comenzó desde el fondo de su alma hasta instalarse en su corazón, sin querer marcharse, sin querer que se marchara.
—Esta bien— dijo rendido ante la fuerza de la convicción del pelirrojo
—Sera un placer—
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