Presente
Debería empezar por el principio, era mi secreto y ahora ella lo sabe.
Otro día de rutina, yo no salgo al recreo. Estaba solo en el salón sumido en mis pensamientos cuando noté su presencia, me miraba con una expresión indescifrable. Yo estaba hablando solo.
Simplemente apareció y es como si siempre hubiese estado ahí. Y en realidad lo estaba, pero yo nunca la noté, no como ahora. Siempre tuve la sensación de que al mundo lo habitan sombras, cuerpos sin cara, ni nombre
Cómo no notar esa sonrisa.
-¿Qué hacés? -me preguntó.
Yo me quedé mirándola con cara de idiota. Es hermosa.
- N-na-nada, estaba pensando -mis palabras tropezaron torpemente.
-¿Qué pensabas? -preguntó con mayor curiosidad.
- Nada.
- ¿Nada?
- Sí, nada. Cosas mías. -Lo dije sin pensar. Estaba nervioso.
- Ah bueno. -soltó desviando la mirada. Seguido de un silencio frío que se hizo eterno.
Yo, solo la miraba.
-¿No me vas a contar? -Preguntó mirándome de una forma que nunca voy a olvidar.
- Recién hablabas solo y ahora te quedaste mudo.
Eso me hizo reír. Tenía razón, y es más bonita cuando se enoja.
- Bueno, vamos progresando. -dijo sonriendo de nuevo.
- Vas a decir que estoy loco -Miraba al suelo cuando lo dije.
- Contame, dale.
- Me gusta crear historias que protagonizo personificando los personajes que invento.
- ¿Historias?
- Sí, como cuando escalé el Everest y batí un record mundial. Es mi historia favorita, todavía si me concentro en ese recuerdo puedo sentir el frio en mi piel. Sé que nada de eso pasó, pero es como si todo a mi alrededor se transformara o yo me transportara a otro lugar. A veces no puedo evitar moverme o hablar, trato de contenerme, pero mis historias cada vez son mas reales...
- Me voy a sentar con vos -me interrumpió. Ese día nos volvimos inseparables.
La mayoría de mis compañeros me eran indiferentes, aunque yo no me esforzaba demasiado por hacerme notar. Siempre pensando historias. Siempre en otro lugar. No era raro que no escuchara mi nombre al pasar lista, absorto en mis pensamientos, solo volvia a la realidad cuando ella me obligaba de un codazo en las costillas. Y aunque siempre me decía que la próxima vez no me avisaría, la rutina le causaba gracia, igual que al resto de mis compañeros que por un instante volteaban a mirarme, aunque solo sea para reírse de mí.
- Presente. -digo al fin.
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