PRÓLOGO
Para un niño el correr es libertad, mucho más divertido cuando sus papás no lo ven y puede tirarse al suelo para jugar ó solo quitarse los zapatos. Por esa razón la orden de quedarse cerca a veces es un poco difícil de obedecer, sobretodo para Jane que vive en la ciudad y va de campamento al bosque una vez al año.
Sin embargo, ella es una niña obediente, el alejarse fue de manera inconsciente. Solo estaba recogiendo flores y cantando la canción que su abuela le había enseñado para volver a casa si se perdía, pero en el momento olvidó dejar el rastro de pétalos. Cuando reaccionó todo lo que había a su alrededor eran árboles y el silencio acechante del bosque.
—¿Hola?—. Sus pequeñas piernas temblaban debajo de su pantalón deportivo—. ¿Mami?
—Yo no soy tu mami—. Dijo una voz.
Sonaba como un niño, pero el hecho de que hablara tan de repente la hizo dar un salto de miedo.
—¿Quién eres?
—¿Quién soy?—. Se quedó callado un momento—. No sé, no tengo un nombre.
—¿No tienes nombre?—. Puso expresión de sorpresa. Estaba empezando a perder el miedo a pesar de no ver a su acompañante.
—¿Engendro de la muerte cuenta?
—No lo creo—. Soltó una risita—. ¿Dónde estás? No te veo.
—Si me ves te asustarás.
—No te tengo miedo, no soy una niña.
—Tienes mariposas en el cabello.
—¿Eso qué? No hay edad para ponerse mariposas en el cabello.
Hubo otro silencio, como si el niño estuviera decidiendo si mostrarse ante ella valía la pena.
—Tienes que prometer que no te vas a asustar.
—Ya te dije que no voy a asustarme.
—Promételo.
—Bien—. Rodó sus enormes ojos cafés, había aprendido ese gesto de su mamá—. Lo prometo.
Se escuchó el crujir de las ramitas a su espalda y se dio la vuelta por instinto, regañandose por no haberse fijado atrás de ella.
Una pequeña silueta se acercaba a ella, parecía una sombra oscura que poco a poco fue tornándose clara hasta tomar la forma de un niño un poco más bajo que ella, extremadamente pálido y con el pelo más negro que había visto. Caminaba encorvado, como ella cuando su mochila pesaba mucho, pero no parecía tener una. Solo tenía puesto un pantalón negro e iba descalzo.
—No entiendo por que pensaste que te tendría miedo.
Entonces levantó la vista y Jane se fijó en sus ojos, negros y profundos como la noche en su totalidad, ni una pizca de blanco los manchaba. Después se fijó en la causa de su mala postura, dos alas negras colgando sin extender en su espalda le hacían el peso de varias mochilas. Le sonrió, sus dientes no eran normales, todos eran puntiagudos y más grandes de lo normal.
Entendió por que le dijo que estaría asustada y retrocedió varios pasos. La sonrisa desapareció del rostro del niño, dando paso a una mueca de tristeza que se veía peor con esos ojos.
—Sabía que te asustarías, yo soy un monstruo—. La voz se le quebró, de sus ojos fueron brotando gotas de un líquido rojo que la niña no supo identificar.
Se sintió mal al instante, había roto su promesa.
—No me asusté, solo me sorprendí un poco—. Dio unos pasos más cerca de él—. ¿Qué eres? No eres un niño como yo.
—Soy un hijo de la muerte.
—¿Cómo es eso?
—Pues la muerte es mi papá, mis tres hermanos mayores lo ayudan a recoger las almas del mundo.
—¿Porqué tú no?
—Aún soy muy pequeño.
—Si tú eres un hijo de la muerte, ¿significa que yo...?
—¡No!—. Se apresuró a contestar pues tuvo la impresión de que su acompañante se pondría a llorar—. No estás muerta, siento la sangre corriendo en tus venas. Pero todavía no entiendo por qué puedes verme.
—Seguro es por que soy especial, mi papá me lo dice todo el tiempo—. Giró sobre sus talones y se agachó a recoger sus flores.
—Ajá.
—¿Tus hermanos tampoco tienen nombre?
—Lo tienen, supongo que terminaron escogiendo uno ellos mismos.
—¿Porqué no escoges uno también?
—No sé cual escoger.
—Yo te puedo escoger uno si quieres.
Jane fracasó en su intento de disimular la emoción, él solo se encogió de hombros.
—Adelante.
—Zander.
—Zander—. Repitió, su expresión pensativa le causó desesperación a la niña—. Me gusta.
—Le puse nombre a un hijo de la muerte—. Dio saltitos.
—Engendro de la muerte—. Corrigió—. ¿Tú tienes nombre?
—Me llamo Jane.
—También me gusta ese nombre.
Agacho la cabeza, por alguna razón se sintió un poco avergonzada.
—¿Juegas mucho por aquí?
—No juego.
—¡¿No juegas?!
Esta vez fue Zander quien dio un paso atrás, la reacción de Jane lo tomó por sorpresa.
—No tengo con quien—. Explicó—. Nadie quiere jugar con alguien que da miedo, créeme ya lo intenté antes, todos los niños salieron corriendo sin hacerme caso.
—Creí que nadie podía verte.
—Oh... ahora lo entiendo.
—Tú no das miedo, solo eres diferente.
—¿Quieres jugar conmigo?
Jane miró hacia atrás y luego al cielo, parecía ser temprano, sus papás no se enojarían si no se enteraban. Además la idea de un niño que no jugaba le daba ganas de vomitar.
—Podemos jugar un rato—. Aceptó—. Tengo que volver con mis papás.
—¿Volverás después?
—En un año.
—Puedo esperar.
Los dos niños entraron más al bosque corriendo y buscando con que jugar, rieron y se divirtieron.
Al otro lado del bosque, todos los policías del pueblo la buscaban con perros en su tercer día desaparecida, su madre lloraba amargamente y su padre se desgarraba la garganta gritando su nombre, pero ella no podía escucharlo ni sentir el tiempo. En medio de un juego de escondidillas pasaron otros cinco días y la búsqueda paró, dejando a la espera el encontrar un cadáver. Fue entonces cuando Jane sintió que se hacía de noche y debía volver.
—Me tengo que ir, mis papás se van a enojar.
—¿Prometes volver en un año?
—Siempre volvemos—. Aseguró—. Tú no te preocupes por eso Zander.
—Te voy a esperar—. Prometió—. Si no vuelves en un año te buscaré y no pararé hasta encontrarte, eres mi única amiga.
—También eres mi amigo—. Le regaló una última sonrisa—. ¡Te veo en un año!—. Gritó como despedida.
Jane no supo como sus pies encontraron el camino de regreso, pero al llegar al que era el campamento se encontró las luces de las lámparas apagadas.
Entró a la tienda de acampar y a sus padres casi les da un infarto cuando la vieron, después se lanzaron a llenarla de besos y abrazos. Había estado ocho días fuera y ellos se habían rehusado a irse por si volvía.
Cuando les contó la historia creyeron que le había pasado algo traumático y la pusieron con el psicólogo dos años hasta que ella misma terminó creyendo que no había pasado y olvidándolo.
Todos los años en la misma fecha Zander se sentaba en el tronco cortado de un árbol a esperar a su amiga con sus alas extendidas, pero después de lo ocurrido los campamentos se acabaron. Después de cinco años esperando entendió que la promesa había sido rota y dejó de ir.
Diez años después regresó al mismo lugar movido por el sentimiento que le produjo recoger su primer alma, y recordó que le prometió buscarla si ella no volvía, y se dijo que él no rompía sus promesas.
Pero el trabajo de recoger almas era de todos los días y solo él, sus tres hermanos y su padre apenas alcanzaban a cubrir todo el mundo, además debían conducirlos al lugar que se habían ganado.
Le tomaría un tiempo, pero estaba decidido y no iba a rendirse hasta cumplir su promesa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro