Capítulo 22: Dos sombras
Cuando el sol cayó y la oscuridad de la noche llenó el cementerio, Jane y Thaddeus estaban dormidos sobre la tumba y ella recostaba su cabeza en el hombro de él. Después de hablar sobre todas las cosas que los molestaban empezaron a sentirse débiles y cansados, ni siquiera se dieron cuenta cuando cayeron en el profundo sueño que los estaba dominando.
Pero mientras ellos perdían fuerza, Kit la recuperaba, y las palabras de Thaddeus fueron las de un profeta que nunca se equivoca, y con la noche vino su energía. Abrió los ojos lentamente y estiró las piernas y brazos, que crujieron un poco pero lejos de causarle dolor lo hicieron soltar sonidos de alivio.
Comenzó a escanear el lugar y a recordar lo que había sucedido, hasta que sus ojos se toparon con la escena y casi gritó de horror. El ruido que hizo terminó por despertarlos a los dos, que solo se alejaron un poco incómodos y pusieron su atención en él.
—¿Cómo te sientes?—. Jane bostezó—. ¿Estás bien?
—Estoy bien—. Asintió—. ¿Qué sucedió?
En el fondo la intensión de Kit era descubrir si entre ellos había sucedido algo romántico, jamás se imaginó la realidad y su cara de sorpresa cuando Jane empezó a relatarle la visita de las sombras en la universidad casi hace reír a Thaddeus. Cuando ella terminó de contar todo con lujo de detalles la seriedad cayó sobre él y solo pudo mirar a su hermano.
—¿Cómo es que han salido de día?
Thaddeus hizo una mueca, para eso no tenía respuesta.
—No lo sé.
—Chicos, estas sombras no eran como las del bosque—. Jane quería decirles lo que pensaba, aunque sus palabras lograron hacer que la preocupación en sus rostros aumentara, no quería quedarse sin decirlo—. Al menos no la sombra líder, esta parecía menos monstruosa que las demás, su voz sonaba bastante humana y...—. Pensó bien si debía decir lo siguiente, pero decidió que ya había empezado y debía terminar—. Creo que no quería hacerme daño.
—Jane—. Kit camino hacia ella y la tomó del brazo con delicadeza para hacer que se sentara de nuevo sobre la tumba—. ¿Sabes lo que son esas sombras?
Lo pensó bastante, creía tener una respuesta pero el sentimiento en su mirada la hizo temer a equivocarse, y terminó negando con la cabeza.
—Son las almas que se escaparon de los engendros anteriores, están tan corrompidas que ya ni siquiera tienen consciencia más allá de destruir y lastimar, debiste tener suerte.
Kit habló con tanta seriedad y firmeza que solo podía pensar que el tema estaba cerrado, pero ella no estaba dispuesta a dejar que la trataran como tonta, ella lo había vivido y solo ella podía dar testimonio de lo que sucedió.
—Tal vez las otras sombras sean eso, las que solo se arrastran por las paredes y bailan alrededor tuyo como si trataran de volverte loco—. Aceptó—. Pero el que puede hablar...
—Sigue siendo un alma corrupta que hizo el mal, eso no cambia al morir, no dejes que te engañe.
—Pero...
—Jane, no puedes cambiar la realidad por más que quieras.
Volteó a ver a Thaddeus. Gracias a él había entendido porque los engendros le tenían tanto miedo a los cambios y a las cosas diferentes, no querían terminar como sus antepasados que tanto habían sufrido. Pero ella no era un engendro, y si de algo estaba segura era de que si ahora era parte de ese mundo acabaría con las injusticias y el dolor no merecido que ellos tenían que cargar.
—Está bien tienes razón, son ideas mías, el miedo debió confundirme.
Pero para lograrlo debía actuar en secreto, porque ninguno de los engendros se arriesgaría a perder lo poco que tenían, pero ella no tenía nada que perder.
—Es mejor que te llevemos a casa—. Habló Thaddeus—. Es de noche y tu madre va a preocuparse, y no es como si el cementerio fuera un lugar agradable para dormir.
Jane asintió, su cruzó de brazos y comenzó a caminar. Thaddeus volvió a tomarla de la mano para ayudarla a avanzar, pero a medio camino Kit extendió sus alas y la levantó para volar con ella hasta la salida.
Estaba tan emocionada que incluso olvidó que estaba molesta con él, solo estaban arriba unos metros pero ella se sentía sobre las nubes, y comenzó a reír y a mover sus pies mientras Kit sonreía al verla.
La bajo en la entrada del cementerio, ahí se dieron cuenta que Thaddeus no los había seguido volando, a lo lejos podía verse su figura caminando con cuidado de no caerse.
—¿Por qué no voló?
—¿Podrías esperar en el auto?—. Pidió, Jane frunció el ceño pero él no le explicó nada—. Por favor.
Metió sus manos en los bolsillos de su pantalón y comenzó a caminar al auto, aún confundida y pensando en que no podía entrar porque tenía llave. Kit se quedó parado frente a la entrada hasta que Thaddeus llegó, entonces le puso la mano en el pecho para detener sus pasos.
—Hermano mayor—. Se miraron directo a los ojos, y por un instante la oscuridad de su naturaleza apareció—. No estarás enamorándote de Jane, ¿verdad?
Cuando el auto se detuvo frente a la casa Kit se adelantó a abrir la puerta de Jane.
—Esta noche me quedo yo—. Avisó, más para Thaddeus que para ella.
—Pero creí que...
No lo dejó decir nada, cerró la puerta del auto y los dos esperaron a que se fuera, por lo que no tuvo más remedio que arrancar y retirarse.
—Duerme adentro esta noche—. Señaló el cielo—. Parece que va a llover, mi mamá no te verá.
Miró un poco arriba de sus hombros y sonrió.
—No creo que se pueda, tienes visita.
Frunció el ceño y volteó a ver a la misma dirección que él, el auto de Brayden estaba estacionado frente a su casa pero sus amigos no estaban afuera, así que supuso que debían estar adentro con su madre.
—Aún así—. Regresó a mirarlo—. La ventana de mi habitación está abierta, entra y escóndete en el baño mientras estoy abajo, no voy a dejar que te mojes.
Iba a negarse de nuevo, pero Jane comenzó a caminar a su casa sin darle chance. Se encogió de hombros y extendió sus alas, voló hacia la ventana y la cerró bien, después fue al baño y también cerró la puerta.
Jane escuchó el ruido en su habitación y suspiró mientras pasaba por la sala, iba a ir directo a las escaleras cuando escuchó a su madre llamándola desde la cocina, así que no tuvo más remedio que ir.
—¿Acabas de llegar?—. Asintió—. Creí que estabas arriba, escuché ruidos.
—Debe ser el gato de la vecina, a veces se mete cuando olvido cerrar la ventana.
Su mirada cayó en los tres chicos sentados en la mesa con una bandeja de galletas en medio. Los tres parecían estar a punto de tener un ataque de pánico, nunca había visto a Alma tan nerviosa y callada.
—Los dejo para que hablen.
La señora Wood salió de la cocina, el ruido de la puerta cerrándose sonó más fuerte de lo normal en su cabeza, y la tensión descendió sobre el ambiente pesada e insoportable, al punto que se vio tentada a gritar con tal de que hablaran.
—Jane—. Brayden fue quien rompió el silencio—. Tenemos que hablar.
Ya las había perdonado, pero pensaba hacerse la difícil al menos un poco.
—¿Sobre qué?
Se acercó a la mesa y tomó asiento, después se metió una galleta de chispas de chocolate a la boca y la dejó ahí mientras buscaba su celular.
—Sobre lo que pasó en el salón cuando te quedaste sola.
La galleta se le cayó de la boca.
—¿Qué?
—Las sombras—. Alma susurró—. El tipo raro con alas...
Los papeles se invirtieron, de un momento a otro Jane pasó a ser el ratón acorralado por el gato.
—¿Cómo saben sobre eso?
—Regresamos a buscarte al salón para disculparnos—. Dijo Mirtha, con la mirada perdida en el platón de galletas—. ¿Puedes decirme por qué ese chico ha estado siguiéndome a todos lados? ¿Y por qué quiero verlo justo ahora?
Definitivamente estaba acorralada. Imaginaba que tarde ó temprano iba a tener que explicar esas cosas porque todo sale a la luz, pero no se sentía lista, no sabía que decir porque ya la había llamando loca una vez y no quería que volviera a ocurrir. Cerró los ojos con fuerza y sintió como las lagrimas comenzaron a acumularse.
—Ni se te ocurra llorar, no vas a escapar de esto.
—Alma...
—No, tenemos derecho a saber.
—Quiero que se vayan.
—¿Está aquí? Jane déjame verlo por favor, quiero saber que está pasando.
—¿Para qué, Mirtha? ¿Para que puedan llamarme loca de nuevo?—. Se encogieron en sus asientos—. Solo váyanse.
—Jane...
—¡Que se vayan!
Dieron un salto, se levantaron de las sillas y salieron corriendo fuera. Ella se quedó con las manos echas puños, ejerciendo una fuerza que casi la hizo herir sus palmas con sus uñas.
Se dio cuenta que realmente no los había perdonado, la habían lastimado tanto que la habían hecho perder toda la confianza que les tenía, estaba asustada de lo que ellos pensaban, tenía miedo de que la llamaran loca de nuevo.
Abrió la puerta de su habitación con sus manos temblando. Kit estaba sentado en su cama, con lagrimas bañando sus mejillas y mirando al piso. No hubo necesidad que se lo dijera, seguro ya lo sabía.
—Kit...
—Ella ya lo sabe... ella cree que soy un monstruo.
—No, ella no cree que eres un monstruo—. Negó con la cabeza, su voz salió quebrada y la garganta le dolía—. Ellos creen que yo lo soy.
La habitación se quedó en silencio, no se escuchaba nada más que la respiración agitada del llanto de los dos. La mente de Jane empezó a trabajar en un intento de hacer el dolor a un lado, como siempre hacía. Una idea se sembró en su cabeza, una que podría servirle para matar dos pájaros de un solo tiro si se decidía y la ejecutaba bien, y fue tanta su concentración que ni siquiera se dio cuenta cuando dejó de llorar.
—¿En qué piensas?
Miró a Kit. Su lindo rostro estaba lleno de tristeza y sus preciosos ojos azules estaban apagados, como si el Kit gracioso y juguetón hubiera muerto, y ella sabía como revivirlo.
—No te muevas.
Salió de la habitación corriendo y bajó las escaleras de dos en dos, con la esperanza en alto y el corazón latiendo a mil por hora, pensando en que no había escuchado el sonido del motor del auto de Brayden, seguro no se habían ido.
Abrió la puerta principal y ahí estaban, recostados sobre el auto y tratando de fingir que no se estaban volviendo locos. Suspiró, hizo el miedo a un lado y se preparó para tomar el control de la situación.
—Mirtha—. Levantó la vista de la acera y la fijó en ella—. ¿Estás segura de estar lista?
Ella sabía a que se refería, y Jane sabía perfectamente que aunque no estuviera lista la necesidad de ver a Kit le quemaba en el interior como a ella la de ver a Zander, así que no se sorprendió cuando ella asintió y caminó hacia ella.
—Está en mi habitación, que mamá no lo vea.
No esperó nada más y entró a la casa casi corriendo. Brayden y Alma se quedaron viéndola, ella se preparó para poner en marcha la segunda fase de su plan.
—De acuerdo, ¿quieren saber qué está sucediendo? Tienen que llevarme a un lugar.
El camino de piedra se hizo presente, mientras Jane contestaba lo mejor que podía todas las curiosas preguntas de Alma, que no había podido recordar la presencia de Dax porque este no se había presentado ante ella, a diferencia de los ojos de Mirtha que se abrieron cuando vio a Kit desmayado en el salón cuando las sombras lo hicieron cambiar.
—Entonces todos ellos son engendros de la muerte y tú eres el alma gemela del famoso Zander—. Asintió—. Esto es fascinante, parece novela para adolescentes.
—Créeme, vivirla no es tan fascinante.
—¿No la quieres? Cambio de lugar contigo.
—Pero claro que no, Zander es mío.
Se tapó la boca después de hablar, sintiendo como sus mejillas empezaban a arder por la vergüenza, mientras Alma y Brayden se morían de la risa.
—No sabía que tenías ese lado tóxico y posesivo—. Brayden se burló, haciéndola avergonzarse más—. Aunque supongo que es verdad, las almas gemelas se pertenecen el uno al otro.
Jane se deslizó sobre el asiento, viendo por la ventana como poco a poco se adentraban en el bosque. Apenas podía ver por la oscuridad que los rodeaba, el camino era iluminado por las luces del auto y la atmósfera se tornó peligrosa, algo que incluso sus amigos pudieron sentir.
—Jane—. Alma tragó saliva—. ¿Segura que debemos estar aquí?
No contestó, esperó a que el auto llegara hasta el final del camino y abrió la puerta, juntando el poco valor que le quedaba y consiente de lo mucho que se estaba arriesgando, pues ningún engendro vendría a salvarla con Kit distraído y los demás trabajando.
—No tendré mejor oportunidad para hacer esto—. Murmuró, volteó a ver a sus dos amigos que observaban pálidos la inmensidad de la oscuridad—. Espérenme aquí, si no vuelvo en quince minutos váyanse.
—¡¿Qué?! ¡Jane!
Salió del auto, ignorando los llamados de Alma y su acelerado corazón. Tomó una bocanada de aire y comenzó a caminar, buscaba el tronco de la promesa pero esta vez su objetivo no era Zander, sino las sombras que siempre la acechaban. Varias veces había tenido problemas por actuar sin pensar, pero estaba convencida de que los beneficios serían mayores si resultaba tener razón, y era esa esperanza la que la animaba a seguir caminando mientras todo su cuerpo temblaba de miedo.
Observó el tronco a lo lejos, y el ambiente se volvió tan pesado que ni siquiera tuvo que girarse para saber que había cumplido su objetivo.
—Esto es una verdadera sorpresa señorita Jane Wood—. Se erizó al escuchar la voz, y fue peor cuando se dio cuenta que no era la misma de la universidad, estaba con la sombra que la había atacado la última vez y eran dos diferentes, al menos en eso tenía razón—. Me ahorraste ir a buscarte, que considerada.
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