Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 4


Al volver a clase, nos encontramos con la sorpresa de que el profesor Esaú me estaba esperando en la puerta con el ceño fruncido y las manos en los bolsillos. Parecía nervioso y al verme llegar su expresión se suavizó al instante.

—¡Ada! Por fin te encuentro.

—¿Ocurre algo, profesor? —pregunté mientras un desazón se imponía en mi estómago. ¿Acaso habían descubierto mi escapada de la noche?

—Eso debería preguntarlo yo. ¿Por qué no has aparecido esta mañana tampoco?

—Yo... me dormí. Lo lamento —contesté titubeante. 

June me hizo un gesto con la mano y se introdujo en el aula para dejar que el profesor y yo pudiéramos hablar con libertad. Al pasar a mi lado me lanzó una mirada de empatía. Probablemente pensó lo mismo que yo. Iba a tener problemas por mi escapada.

—¿Te dormiste? —Me observó unos instantes con curiosidad mientras yo sentía cómo una gota de sudor empezaba a formarse en mi sien. Estaba casi segura de que si no me había descubierto todavía, empezaba a sospechar. —Bien. Vayamos a mi despacho. Ya he hablado con tu profesor de música y prescindirás de asistir a esta clase. 

—Sí, señor.

Una vez en la tranquilidad del despacho, me senté en la silla que había frente a su mesa, como siempre. Él escrutó mi expresión y yo, nerviosa, bajé la mirada. No soportaba la sensación de culpa a la que no estaba acostumbrada. ¿Cómo lo hacía Styan para no volverse loco?

—¿Y bien? ¿Hay alguna novedad? —preguntó mientras desviaba la mirada hacia su tableta. Sentí un sudor frío cuando vi mi nombre en la pantalla con todos mis datos. 

—Yo... —ni siquiera sabía cómo iba a seguir la frase.

—Ada, es primordial que entiendas que debes ser totalmente sincera conmigo.

—Lo sé, profesor.

—Puedes confiar en mí. ¿Lo sabes también? —alzó las cejas esperando mi respuesta.

—Sí, profesor —respondí con timidez.

—Bien. Tu respuesta está bien, aunque tu lenguaje no verbal parece decir lo contrario. —Dio la vuelta a la tableta y me mostró mi historial. Efectivamente, en él aparecían todos los datos de la escapada de la noche anterior. —Apertura de puerta después del toque de queda, pulsaciones por encima de lo normal cuando deberías estar durmiendo... Ah, de hecho, aquí dice que estuviste despierta entre las dos y las cuatro de la madrugada y... vaya, qué interesante. Ahora mismo esto está marcando un aumento de tus pulsaciones.

—Por favor, no me denuncie, profesor —supliqué viéndome descubierta. Él me miró con el ceño fruncido.

—¿Por qué debería hacerlo? ¿No acabo de decirte que puedes confiar en mí?

El profesor escribió un código secreto y accedió al panel principal de mi perfil estudiantil. Entonces empezó a modificar todos los datos que podían ponerme en un aprieto. Después de los cambios, la noche anterior fue exactamente igual que cualquier otra. Sólo una noche más.

—¿Qué está haciendo?

—Demostrarte que puedes confiar en mí. Dime, Ada. —se apoyó sobre la mesa y me miró a los ojos. —Tú eres una estudiante que no suele dar problemas. ¿Qué pasó anoche para que abandonases tu departamento y te arriesgases a ser castigada? 

—Mi... mi sueño cambió. —Hice una breve pausa mientras colocaba mis pensamientos en orden.

—Continúa —me animó.

—Conseguí entender al Naewat y...

—¿Le viste?

Alcé la mirada sobresaltada para encontrarme con la expresión ansiosa de Esaú. ¿Por qué estaba tan interesado en que encontrase al Naewat?

—Sí.

—Y... —me dio pie para que siguiera hablando.

—No pasó nada. Sólo fue un encuentro decepcionantemente casual.

—¿Qué? —arrugó la frente desconcertado.

—Bueno, básicamente fue sólo eso. Lo vi... hablamos...— hice una pausa intentando sacar alguna información que pudiera resultar relevante para mi profesor— y ya está.

—¿Ya está? ¿No te dijo nada?

Negué con la cabeza encogiéndome de hombros.

—Ya veo.

Esaú tomó aire y pensó durante unos instantes.

—Bien, vamos a hacer lo siguiente. Si ese Naewat vuelve a contactar contigo, envíame un mensaje instantáneo y acudiré inmediatamente. Hay ciertas cosas que me gustaría hablar con vosotros.

El profesor me envió una burbuja de conversación desde donde podría contactarle en cualquier momento. Yo asentí, pero no podía imaginar qué tendría que decir el profesor al Naewat. Cierto que su mera existencia era toda una extravagancia, pero después de todo, había sido admitido en nuestra academia, por lo que supuse que no le causaría problemas hablar con un profesor.

—Se acercan tiempos difíciles, Ada. Tenemos que estar preparados, porque ya están más cerca de lo que creemos. —Me miró con vehemencia frunciendo el ceño, como si detrás de aquellas palabras hubiese un mensaje oculto que yo todavía no podía entender.

—Lo estaré, profesor —respondí haciendo una pequeña reverencia.

—Vuelve a clase por ahora. No queremos impedir que puedas desarrollar tus dotes musicales —sonrió sarcástico.

Aguanté una pequeña risita. La música no era mi fuerte y eso era algo que todos habían sufrido después de verme en clase probando todos los instrumentos de los que disponíamos en la academia, tratando de encontrar el que, según el profesor de música, transmitía lo que había en mi alma. Yo tenía otros talentos, pero no el de la música.

Esaú me dispensó y volví a clase de música. Al entrar, vi al profesor indicando torpemente cómo colocar la cabeza al tocar un violín. Tomé asiento y todos comenzaron a reír cuando el cabello del profesor se enredó con las cuerdas del instrumento. Yo aproveché el alboroto para mirar a June. Ella me lanzó una mirada de preocupación, creyendo que había sido reprendida por mi escapada nocturna, pero le hice un ademán con la cabeza indicándole que más tarde hablaría con ella.

Faltaban pocos minutos para concluir la clase, cuando un ruido estridente que nunca antes había escuchado nos obligó a todos a cubrirnos los oídos.

—Mantengan el sosiego, por favor— dijo el profesor  con una apatía que contrastaba con la exaltación que nos provocaba el irritante sonido. —Colóquense en fila delante de la puerta. Con calma. Sin correr por favor.

—¿Qué ocurre? —preguntó un compañero. 

—No es más que un simulacro. No os preocupéis —trató de calmarnos el profesor. —Odio que interrumpan mis clases para estas cosas —murmuró malhumorado.

Todos obedecimos y empezamos a caminar con orden. Nos detuvimos en una fila única junto a la puerta, preparados para la siguiente instrucción del profesor. Todo se torció en el momento en que escuchamos la voz por megafonía. 

"Código Ónix. Esto no es un simulacro. Por favor, diríjanse a la nave de evacuación más cercana".

La voz repetía una y otra vez aquel mensaje cada cierto tiempo, sin que el ruido infernal dejara de retumbar.

En nuestra ignorancia, pues no sabíamos lo que estaba ocurriendo, seguíamos esperando las indicaciones del profesor, quien, nervioso y agitado, empezó a andar de un lado para otro. 

—No... están locos —gimió sin dejar de mirar hacia la puerta y luego hacia nosotros una y otra vez, como si una idea estuviera pasando por su cabeza. —¡No voy a morir aquí! —exclamó con los ojos llenos de lágrimas justo antes de echar a correr y salir del aula, abandonándonos a nuestra suerte.

—¿Qué está pasando?— se escuchó preguntar a una compañera nerviosa.

Aquel ruido no ayudaba a mantener el sosiego y sin el profesor guiándonos, todos empezamos a hablar desorientados. Nadie se atrevía a salir de la sala y ser el primero en emprender con una idea. En ese momento no me di cuenta, pero nos habían convertido en un montón de ganado que sólo se movía cuando era pastoreado.

—Él ha dicho que no quería morir —agregó otro compañero inquieto. —Está ocurriendo algo muy malo.

—¿Qué es un código Ónix?— preguntó June tomándome de la mano asustada. —El profesor perdió el control tan pronto como escuchó eso. Lo sentí desmoronarse.

—No lo sé— admití. —Pero algo me dice que deberíamos seguir su ejemplo y buscar una nave de evacuación.

—Seguidme, chicas —dijo Styan tomando mi mano. —Tenemos que largarnos de aquí.

June y yo seguimos a Styan por el pasillo, iluminado por unas luces rojas de emergencia que parpadeaban. No miré si alguno de nuestros compañeros nos siguió, pero en ese momento no me preocupaba, pues las luces y el ruido disparaban mis niveles de adrenalina, llevándome a actuar por impulso.

Las que al principio eran filas ordenadas de alumnos con sus profesores, poco a poco se fueron convirtiendo en un caos de gente corriendo asustada de un lado a otro. Nadie sabía dónde tenía que ir. Nunca nos habían explicado dónde estaban las naves de evacuación.

—Tenemos que encontrar al profesor Esaú. Seguro que él  nos puede ayudar a salir de aquí— murmuré. 

—¿A Esaú? —Styan me miró confuso. —Seguro que también ha salido corriendo, como el profesor Dubois.

—Vamos a su despacho. Si no está allí, buscaremos una nave de evacuación por nosotros mismos —insistí.

—No sé por qué, pero tengo la sensación de que me arrepentiré de esto —gruñó Styan mientras me seguía en dirección contraria al resto de la gente.

Su despacho estaba cerca, pero para mi sorpresa no fue a él a quien encontré allí. El híbrido descarado estaba sentado sobre la mesa del profesor, con los brazos cruzados y mirándonos a los tres con detenimiento. Frunció el ceño ligeramente cuando vio a Styan a mi lado, pero luego sonrió, como si no estuviera ocurriendo nada. 

—¡Tú!— exclamé frunciendo el ceño.

—Tú— dijo con serenidad y entrecerrando los ojos mientras me observaba. —Empiezo a preguntarme si es así como se saluda en esta parte de la academia.

Quise entrar en el despacho para gritarle un par de improperios y de paso que me dijera dónde estaba el profesor, pero entonces vi que, junto a Dareh, había una bella Naewat que nos miraba con gesto airado. Nunca había visto a una en nuestra zona. ¿Quién sería ella y qué hacía allí?  Su cabello era lacio y blanco, y caía como la seda sobre su figura esbelta y atlética. Pero lo que más me intimidaba eran sus ojos. Los más fieros que había visto nunca.

—¿Qué hacen estos aquí? —gruñó Styan furioso. —Este no es lugar para vosotros.

—¿Tienes algún problema? —La voz grave de la Naewat lo hizo callar, no sin antes chasquear la lengua con disgusto.

—¿Sabes dónde está el profesor Esaú?— pregunté a Dareh algo amedrentada por la intensa mirada de la Naewat.

—Esaú...— el híbrido pensó unos instantes mientras se ponía la mano en la barbilla y se rio. —Creo que salió a buscaros, pero yo no sé cómo contactarlo. Si no me equivoco, tú puedes enviarle un mensaje instantáneo, ¿no es así?

—¡Claro! ¿Cómo no lo había pensado antes? —Levanté el antebrazo a la altura de mi pecho y se desplegó frente a mí una pantalla holográfica. Era el sistema de mensajería instantánea. Escribí el nombre del profesor y un apartado se abrió para que escribiese el mensaje dirigido a él.

"Profesor, estoy con el híbrido. Venga al despacho, por favor. Usted no nos abandone"

—¿Es él? —me susurró June al oído mientras no quitaba los ojos de la pareja de Naewat que no parecían estar en la misma situación de alarma que nosotros.

—Sí —asentí. 

—Ellos no tienen miedo... —se extrañó. —Tal vez ellos saben algo que nosotros ignoramos.

—Puede ser.

Unos segundos después, un jadeante Esaú entró en el despacho, con los ojos desorbitados por el pánico.

—¡Ada! ¿Estáis bien? Os he estado buscando por todas partes —dijo mientras me ponía las manos en los hombros y me miraba de arriba a abajo. 

—Estoy bien, profesor Esaú. ¿Qué está pasando? — me aparté de él con algo de esfuerzo, pues me estaba estrujando los hombros y él suspiró sonoramente.

—Debemos salir de aquí cuanto antes. No creí que nos quedaba tan poco tiempo. Pensé que al menos habría una semana más para poder prepararnos... —El profesor murmuraba cosas que no tenían sentido mientras recogía algunas de sus pertenencias y las introducía en una bolsa de tela. 

—¡¿Qué está pasando?! —exclamó Styan perdiendo los estribos. El profesor se tomó unos segundos antes de contestar. 

—El código Ónix significa que la estación espacial es el objetivo de un ataque de cualquier tipo desde la Tierra. En pocos minutos seremos alcanzados por el impacto. —Bajó la mirada y tras una breve pausa reflexiva, siguió metiendo sus cosas en la extraña bolsa.

—¿Desde la Tierra? ¿Cómo es posible?— inquirió Styan alarmado.

—Pero... ¿Dónde iremos?— lloró June asustada. —Si nos evacúan, ¿Qué va a ser de nosotros?

Esaú le dedicó una mirada de compasión.

—¿No te has dado cuenta todavía, June? —dijo Styan apretando el puño con rabia. —Los alumnos jamás fuimos instruidos sobre cómo actuar en situaciones así. Ni siquiera sabemos dónde están las naves de evacuación.

—Hay otra estación espacial —dijo el profesor con el ceño fruncido mientras cerraba su bolsa.— Pero sólo los que tienen acceso alfa pueden ir a ella, y me temo que vosotros no lo tenéis.

—¿Y qué pasa con los que no tenemos acceso alfa?

—Morirán.

—¿Qué?— me quedé estupefacta. ¿Por qué no había un plan de emergencia para los estudiantes?

—¿Qué podemos hacer?— preguntó June. —No quiero morir aquí... ¡No quiero! Todavía tengo muchas cosas que quiero hacer... tenemos que...

—¡June! —abracé a mi amiga mientras sentía cómo temblaba a causa de los sollozos.

Esaú miró al híbrido y asintió. Dareh le devolvió la señal. Con los ojos se habían dicho muchas cosas que se escapaban a mi conocimiento. ¿Acaso se conocían? 

—No os preocupéis, chicos —dijo el profesor con la voz temblorosa. —No os ocurrirá nada y Dareh se encargará de eso. —Colocó las manos en mi hombro y el de Styan. Por un instante me pareció ver lágrimas en sus ojos —Cuidaos mucho.

No sabía muy bien cómo responder al profesor, pero no tuvimos tiempo de decir nada. Él tomó su bolsa de tela, se la colgó de ambos hombros y salió del despacho.

—Pero qué... —empezó a decir Styan estupefacto. 

Dareh no nos dio tiempo para pensar en lo que estaba ocurriendo y en seguida se hizo cargo de la situación.

—Formad un círculo y tomaos de las manos —dijo mientras me extendía la suya para que yo la agarrase.

Por un instante, observé su mano. Era igual que en mi sueño, aunque el ambiente que nos rodeaba nada tuviera que ver. No dudé. La agarré y una sensación electrificante me recorrió la columna. No sabía qué íbamos a hacer, pero confiaba en él.

—¿Y por qué tenemos que obedecerte, gato? —protestó Styan.

—Quédate aquí si quieres, humano. Nadie te echará de menos —gruñó la Naewat, que ya había agarrado la otra mano de Dareh.

Styan, de nuevo intimidado por la mujer, guardó silencio, sin embargo, June no paraba de llorar asustada. Estaba muy afectada por todo el pánico que estaba sufriendo la gente que todavía corría y gritaba fuera del despacho.

—El profesor se ha ido... —musitó secándose las lágrimas. —Nos ha dejado también...

Tomé su mano y traté de infundirle toda la calma que fui capaz. Ella me miró y supe que había sentido mi esfuerzo por reconfortarla. Sonrió agradecida y tomó la mano de Styan, que seguía refunfuñando entre dientes.

Dareh tomó aire y frunció el ceño mientras se concentraba. No tenía ni idea de qué estaba haciendo. ¿Por qué no estábamos buscando una forma de escapar? ¿Por qué permanecíamos allí agarrados de la mano mientras todos se desvivían por escapar?

—Esto es una tontería —bufó Styan. —Tú sólo quieres matarnos a todos, maldito gato. Me voy de aquí.

Dareh no se inmutó por los comentarios hirientes de Styan. Se limitó a mirarlo sin mostrar ni un ápice de molestia o resentimiento. Styan soltó la mano de June dispuesto a marcharse, pero ella se aferró a él con más fuerza y negó con la cabeza.

—Tú no nos dejes, Styan...

—Pero...

—Si queréis vivir, haréis lo que yo os diga. —La voz de Dareh sonó grave y áspera. —Tomaos de las manos y, por favor, guardad silencio. Necesito concentración.

Styan resopló, pero no dijo nada más. Nos miró a June y a mí con el ceño fruncido y luego a Dareh, que de nuevo tenía los ojos cerrados y el ceño fruncido. Entonces sentimos un cosquilleo que iba desde las palmas de nuestras manos extendiéndose por el resto del cuerpo. June me miró y vi cómo el horror se dibujaba en su expresión.

—Ada... —musitó. —¿Qué está...?

Su voz se fue haciendo más sutil, al igual que el ruido de la alarma. El despacho que nos rodeaba se volvió más tenue y, cuando nos fuimos a dar cuenta, estábamos suspendidos en un estado de ingravidez, donde no había nada a nuestro alrededor. No podía sentir ninguna parte de mi cuerpo y tampoco a los que hacía pocos segundos habían estado a mi lado. Era como estar en un vacío absoluto. No podía respirar, pero tampoco necesitaba llenar mis pulmones. Quise mover mis manos para buscar mi rostro, pero no había nada. Era como una paz absoluta. 

Llegué a preguntarme si habíamos muerto, pero la forma en la que todo acabó de forma brusca me confirmó que no. Estábamos vivos. Lo primero que sentí fue el frío. Llené mis pulmones y se helaron, forzándome a toser. Tenía la vista nublada, así que palpé a mi alrededor, pero no había nadie. No tenía ninguna mano a la que aferrarme. Sólo frío y humedad. Volví a toser y me froté los brazos tratando de encontrar algo de calor, pero fue en vano.

Poco a poco mi visión se iba aclarando. Me froté los ojos mientras conseguía enfocar lo que había a mi alrededor. Se veía oscuro. Apenas había alguna luz que iluminaba un paisaje blanquecino. Miré a mis pies y fue entonces cuando me di cuenta de que ya no estábamos en la estación espacial. Caí de rodillas y mis manos palparon el frío más absoluto que jamás habían tocado.

—¡Nieve!— murmuré sorprendida.

Volví a ponerme en pie y eché otro vistazo a mi alrededor en busca de alguien más, pero no había nadie. Estaba sola. Completamente sola. 

Sentí un agudo dolor de cabeza y caminé hasta apoyarme en una pared. Me dolían todos los músculos, como si tuviera algún tipo de fiebre, pero según mi pulsera, mis constantes eran estables. 

Un olor desagradable me golpeó, forzándome a cubrir mi nariz y devolví la mirada a mis alrededores. Había edificaciones con apariencia algo desmejorada y sobre mí, el cielo se veía nublado y muy oscuro, únicamente iluminado por la escasa luz que reflejaban las farolas en la calle.

La calle.

Una calle, edificaciones, frío, nieve, nubes, farolas...

Una idea salvaje pasó por mi cabeza.

¿Estaba en la Tierra?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro