Capítulo 38
Nos quedamos mirando. Me pareció increíble, pero en seguida, encontraron una compuerta. ¿Cómo supieron dónde buscar exactamente? Con dificultad intentaron abrirla, pero estaba oxidada por los años que había pasado allí. Entre todos tiraron con fuerza y la válvula empezó a moverse. Al final consiguieron abrir la compuerta y todos se introdujeron, cerrándola después.
La suerte estaba echada.
—Ada, ¿Con tu don puedes saber si ellos estarán bien ahí dentro?— preguntó Dalila agarrándose de mi mano.
—No, cariño. Mi don no funciona así. En realidad...— Mi explicación se vio interrumpida por un violento movimiento de la nave. —¿Qué ocurre? —pregunté al soldado que pilotaba la nave.
—Las ondas producidas por la nave madre son muy fuertes y apenas puedo mantener la estabilidad de la nave. Este tipo de naves no están hechas para el fondo marino.
Nos aproximamos a las ventanillas para ver lo que ocurría en el exterior y vi que la nave madre seguía aproximándose.
—¡Vamos a chocar!— exclamé asustada.
—No, si yo puedo impedirlo.
El piloto, con una serie de hábiles movimientos, logró estabilizar la nave y que se posara sobre la nave madre, que avanzaba lentamente hacia la superficie. ¿Qué estarían haciendo ahí dentro?
Todo a nuestro alrededor comenzó a iluminarse, señal inequívoca de que estábamos saliendo del abismo. Sin embargo, la nave se detuvo y unos minutos más tarde escuché unos golpes en el exterior de la nave.
—¡Son ellos!— exclamé preocupada. El soldado abrió la compuerta de la cámara de descompresión y poco a poco se fue vaciando de agua. Miré por la peuqeña ventana, pero sólo Hurit estaba ahí. ¿Dónde estaban los demás?
En cuanto la cámara estuvo vacía, abríla puerta ansiosa y me abalancé sobre Hurit, que intentaba quitarse la máscara de oxígeno.
—¿Dónde están Dareh y Styan? —Le agarré de la ropa mojada y él se rió.
—Tranquila, están bien. La nave está en óptimas condiciones para su uso. Sin embargo, hemos considerado que será mejor que entréis por la misma compuerta que nosotros. La nave ha estado demasiado tiempo sumergida en el agua y el exterior se resiente un poco. No logramos abrir la entrada hacia el hangar.
Miré a Dalila preocupada por si era demasiado difícil para ella llegar hasta allí, sin embargo, contrario a lo que yo esperaba, sonrió.
—No te preocupes por mí, Ada. Los Naewat me ayudarán sin problemas— aseguró.
Todos los tripulantes que restábamos en la nave Naewat nos introdujimos en la cámara de descompresión.
La puerta se cerró y cuando empecé a sentir el agua fría subir por mis piernas empecé a ponerme nerviosa. El agua cada vez estaba más alta y yo estaba al borde del pánico cuando me llegó al cuello. Tomé todo el aire que pude y en seguida me cubrió completamente. No podía ver nada.
Sentí cómo Hurit tiraba de mi brazo y nos movimos por el agua a toda velocidad. Le agarré con fuerza. Estaba muerta de miedo. Entonces me introdujo por un agujero que me imaginé que era la compuerta que habíamos visto y allí me ayudó a subir unas escaleras.
Cuando sentí que estaba fuera del agua, tomé aire con tal desesperación que parecía que iba a acabarse en cualquier momento. Miré a mi alrededor y no había mucha luz, aparte de una pequeña luz de emergencia en una esquina del techo. En seguida fueron apareciendo los demás y una vez estuvimos todos allí comenzamos a caminar por un pasillo.
Todo a nuestro alrededor era bastante sencillo. Tratándose de una nave de los antiguos Naewat, yo esperaba algo más grandioso. Había un extraño olor, pero no resultaba del todo desagradable.
—Es increíble que hayamos encontrado este lugar, ¿no creéis?— dijo Hurit—. En esta nave encontraremos la información al completo sobre la vida de nuestros antepasados.
—¿Acaso crees que sea diferente de lo que ya conoces?— pregunté extrañada.
—No, sin embargo, creo que existen algunas lagunas de información. No está de más saber de primera mano toda la verdad.
Después de caminar durante un buen rato, llegamos a la cabina de mando donde estaban Styan y Dareh, quien observaba una pantalla con detenimiento. Al ver que llegábamos, Styan frunció el ceño.
—¿Ha ocurrido algo?— pregunté preocupada.
—Ese gato desgraciado ha hecho trampa y he perdido la apuesta.
—¿Qué?— pregunté algo desubicada. Por un momento había olvidado la estúpida apuesta. —Olvida eso. No pienso tomar parte.
—¿Qué pasa? ¿Es que el niñito de mamá se ha hecho pupa?— se burló Hurit.
—Te voy a dar una paliza, desgraciado... ¡lo has hecho a propósito!
—Un poco de respeto por un capitán— rió.
—¿Capitán? Ya quisieras tú. No eres más que un...
—¡Ya basta!— les grité. Estaba harta de escucharlos discutir.
—¿Habéis encontrado alguna pista que indique por qué la nave se elevó sola hasta donde estábamos nosotros?— preguntó Esaú interrumpiendo la discusión sin sentido.
—Según el diario de abordo la nave lleva siglos vacía— informó Dareh—, sin embargo, hay indicios de que alguien ha pilotado la nave hoy mismo.
—¿Quién habrá podido ser?— se preguntó Hurit extrañado.
—Mirad esto de aquí— señaló Dareh mientras exploraba los archivos de la nave desde una computadora. —He encontrado el inventario de todo lo que fue llevado desde el planeta de origen.
—¿Pero qué...?— murmuró Hurit.
—¿Qué ocurre?— pregunté con curiosidad mientras trataba de leer los extraños textos Naewat. Yo había estudiado su idioma un año, pero no era suficiente para poder comprender lo que ponía.
—Puede que los que llegaron a la Tierra en esta nave vinieran en son de paz, pero por las armas que aquí hay, podrían haber destruido la Tierra sin problemas si hubiesen querido. ¿Para qué las traerían si no pensaban usarlas? Tienen hasta un cañón de luz...
Al escuchar ese nombre, los Naewat se sorprendieron.
—Pensé que eso sólo existía en las leyendas— musitó Dana.
—¿Luz? ¿Qué clase de arma es esa? ¿Para usarla cuando se hace de noche?— dijo Styan mofándose.
—Si nunca has visto un cañón de luz en marcha, más te vale callarte, payaso.
—Ilumíname...— se rió Styan.
—El cañón de luz es un láser, ya sabes, energía canalizada...
—Sí. Sé lo que es un láser.
—Pues piensa en el láser más potente que puedas imaginar y ahora multiplica esa potencia por mil.
—Tonterías...
—Este cañón alcanza una temperatura capaz de carbonizar la superficie de la Tierra, como si de una tostada quemada se tratase.
—Pero ese cañón acabaría con más animales, aparte de las bestias— protesté preocupada. —Tiene que haber otra manera.
—No, el cañón de luz es en realidad un arma más sofisticada de lo que piensas. Es capaz de detectar los enemigos a los que debe disparar automáticamente, sólo con introducir los datos necesarios. Podemos hacer una selección, y lanzará una serie de rayos láseres que quemarán los objetivos señalados. Si orbitamos alrededor de la Tierra, en menos de 10 horas habremos acabado con todas las bestias... aunque los daños seguirían siendo bastante lamentables, por supuesto.
—¿No hay otro modo menos dañino?— pregunté sin estar demasiado convencida. Tenía que haber alguna forma de destruir a las bestias sin acabar con la Tierra en el intento.
—Mira eso...— dijo Dareh señalando a la pantalla—. ¿Qué es el artículo no catalogado? Hay muchísima cantidad — preguntó.
—No lo sé. Vayamos al depósito y descubrámoslo— contestó Hurit. —Further, te dejo al mando hasta que yo regrese. Cuida de la pequeña humana.
—Sí, señor.
Esaú también se quedó, junto a Dana y Styan para intentar hacer volar el artefacto.
Yo me encaminé junto a Hurit y Dareh hacia el lugar donde estaban todos los enseres de la nave.
—Según el plano de la nave, tiene que estar aquí— dijo Hurit, mientras investigaba el modo de abrir una pequeña puerta en la que ponía "Sólo personal autorizado" en el idioma Naewat. Me sentí satisfecha por haberlo entendido. Mis años de estudio de aquel idioma no habían sido en balde, después de todo.
Un golpe seco anunció que la puerta estaba abierta, y giró la manivela. Al abrir, un dulce olor salió de aquella sala.
—¿A qué huele?— pregunté hipnotizada por aquella fragancia.
Me abrí paso entre mis compañeros y fui la primera en entrar. Un sensor de movimiento se activó, encendiendo las luces automáticamente y un enorme habitáculo se abrió paso ante nosotros, dejándonos ver las diferentes cajas apiladas en columnas de no más de dos metros de altura. Habría, por lo menos, unos cuantos cientos de miles de cajas, todas del mismo tamaño.
—¿Qué es todo esto?— pregunté admirada. Hurit había perdido el habla. Estaba tan sorprendido como yo, o incluso más.
Dareh se aproximó a una de las cajas, abriéndola y examinando su interior. Extrajo un tubo de cristal con un contenido plateado que me resultaba familiar.
—Esto es...— dijo Dareh empezando a dibujar una sonrisa en su boca perfecta—. ¿Es el Engel?— preguntó incrédulo. Hurit asintió—. Cuánto tiempo lleva esto aquí escondido...
—Esta es la solución...— empezó diciendo Hurit en voz baja, y poco a poco fue alzando la voz hasta acabar con un grito de júbilo—. Disparamos el cañón de luz, hasta acabar con las bestias, para después salvar la Tierra con el Engel.
—Pero pensaba que el Engel sólo se aplicaba a seres vivos— dije extrañada.
—¿Acaso la Tierra no es un ser vivo en su totalidad?— preguntó Hurit—. Las plantas, los animales, las rocas, el agua... todo está formado por átomos, más condensados o menos, que en realidad son seres con una vida, que se deterioran con el paso de los años... El Engel es capaz de regenerarlos como a las células de cualquiera de los seres vivos a los que se aplica, y además, en estas cantidades tan inmensas, es capaz de convertir un desierto estéril en una selva amazónica.
—La materia no se crea ni se destruye, simplemente se transforma— musitó Dareh.
—¿De qué hablas?— pregunté extrañada.
—Esa era la última frase del cuaderno de mi padre. Él sabía que nos encontraríamos con este dilema.
—¡Chicos, venid aquí!— nos llamó Hurit desde el fondo del almacén.
Acudimos a la llamada y nos reunimos al rededor de lo que parecía un refrigerador cilíndrico. Hurit pulsó un pequeño botón en la tapadera, haciendo que ésta se elevara y, tras de sí, salieran una serie de tubos de ensayo, colocados cuidadosamente, llenos de un líquido amarillento y con algo en su interior. Agucé la vista para tratar de identificar lo que era.
—No me lo puedo creer. Contiene embriones congelados de todas las especies: elefantes, leones, osos, caballos... tiene dos de cada, macho y hembra. —murmuré atónita. —Es como un arca de Noé gigante.
—¿Un qué?— preguntó Hurit extrañado.
—Nada, olvídalo.
—Lo que no entiendo es qué demonios hace esto aquí si se trata de una nave Naewat— se extrañó Dareh. —Aquí hay alguien más. Alguien que nos facilita el camino desde las sombras...
—Vamos, no perdamos más tiempo. Si tenemos todo lo necesario aquí para volver a crear la vida en la Tierra, disparemos ya ese maldito cañón y acabemos con las bestias de una vez por todas— concluyó Hurit, cada vez más decidido.
—¿Y qué pasa con todos los habitantes que hay en la Tierra?— pregunté preocupada.
—Avisaremos a los aliados para que tomen sus naves y salgan. El resto morirá. Es un nuevo comienzo para el planeta, en el que nuestras razas convivirán y repoblarán la Tierra como una sola raza.
—Eso es una masacre...
—Las guerras son así, Ada. Siempre hay daños colaterales.
Volvimos al puente de mando. Hurit no tardó en dar las noticias a los demás, sin embargo, yo sabía que teníamos que esforzarnos un poco más por encontrar otra solución. No podíamos cometer semejante masacre. Muchos inocentes, ajenos a la lucha Naewat, perecerían. Eso nos convertiría en peores personas que aquellos a quienes habíamos combatido. Tenía que hacer algo. No podía quedarme de brazos cruzados.
Con algo de esfuerzo y trabajo de parte de Esaú y los Naewat, lograron poner a la nave en el aire, y ésta comenzó a elevarse poco a poco. Tenía poco tiempo. ¿Qué podía hacer?
Nos preparamos para salir de la Tierra. Con aquella inmensa nave, la fuerza de la atmósfera apenas se hizo sentir. Fue como si se nos hubiera abierto una brecha para dejarnos pasar. Me sentía frustrada. Mientras Hurit siguiera en el mando no me escucharía y no podría hacer nada por detener aquella locura.
Hurit preparó los controles del cañón de luz, que estaba colocado y listo para ser disparado. Mientras envió un mensaje a la base rebelde y a la Asociación para avisar de lo que había planeado. Para mi sorpresa nadie objetó nada y nos pidieron un plazo de una hora para efectuar una evacuación a gran escala.
—Por favor, Hurit, no lo hagas —supliqué.
—Es lo mejor. Ya lo verás.
Empecé a cavilar un plan estúpido para intentar detener a Hurit que implicaba intentar agredirle físicamente, cuando me percaté que del bolsillo de la chaqueta de Dareh salía una luz. Me aproximé y vi que se trataba del cuaderno de su padre.
—¿Qué es esto?— pregunté señalándolo. Él sacó el cuaderno del bolsillo extrañado.
—No lo sé. Parece un interruptor o... —Pasó el dedo y esto activó algo en la nave.
Frente a nosotros se materializó una imagen holográfica. Era un hombre anciano, con una prominente barba gris que le llegaba al pecho. Dareh palideció, pero él no pareció más sorprendido de lo que podíamos estar cualquiera de nosotros.
«Querido hijo, si has llegado hasta aquí es porque, según mis planes, has desobedecido la orden que te di de volver a tu tiempo y las pistas e investigaciones te han llevado hasta aquí. Buen chico. Sabía que lo harías.»
—¿Hijo?— pregunté mirando a Dareh sorprendida.
«Sin embargo, debo advertirte que debes dejar de confiar en tu instinto y escuchar a Ada. En sus sueños está la clave para salvar la Tierra y lograr que viváis sin miedo de ser aniquilados por las bestias.»
«Debes estar preguntándote qué diablos hago aquí. En realidad no es muy complicado. Cuando me marché, dejándoos a ti y a tu madre solos, no fue porque quise. Era algo que debía hacer. Gracias a las incesantes investigaciones de tu tío, logramos hallar el planeta de los Naewat. Sin embargo estaba demasiado lejos, así que, a pesar de las protestas de tu madre, usé mi don para alcanzar este planeta. Viajé, no sólo en el espacio, sino en el tiempo y fui al pasado, antes de que fuera desolado por las guerras. Cuando llegué allí supe cuál era mi destino: Salvar a los Naewat. Seleccioné a las familias que vendrían a la Tierra y los preparé para todo lo que necesitaban saber.
Cuando observé a Dareh, me sorprendió que tuviera los ojos anegados en lágrimas. Puse mi mano sobre su hombro y él no demoró en tomarla.
«Hijo mío, para lograr salvar a los Naewat se hicieron muchos sacrificios. No tomes el camino fácil. Salva la Tierra y todo lo que en ella hay. El Engel no será suficiente para restituir el daño causado. Hazme caso...
La transmisión se cortó repentinamente y todos nos miramos los unos a los otros. Nadie se atrevía a decir la primera palabra. Dareh se acercó a mí y me tendió la mano. Su sonrisa, serena y confiada, me reconfortó y no hubieron dudas en mi mente. Estreché su mano y cerré los ojos. Tenía que ver qué era lo que debíamos hacer. Ahora sabía cómo hacerlo y tenía que usar eso a mi favor.
Ante mis ojos se mostró el bosque de mariposas. Miré a mi alrededor y me encontraba rodeada de bestias, pero éstas no estaban en actitud de atacar, sólo miraban con curiosidad nuestra presencia. Del cielo llegó una luz plateada que comenzó a crecer, formando una mancha en el cielo. Todo se fue impregnando de esta esencia. El olor me resultaba familiar. Olía igual que el almacén de la nave. Era el Engel.
De nuevo miré a mi alrededor, y las bestias, poco a poco fueron desapareciendo, dando paso a unos confusos humanos que miraban en todas direcciones.
Abrí los ojos y miré a Dareh, que sonreía y asintió. Él había visto lo mismo que yo y había comprendido, igual que yo, que la materia no se destruye, sino que se transforma.
—No tenemos que usar el rayo de luz para destruir la Tierra— dije al fin. Hurit me miró con curiosidad—. Tenemos que usar el Engel como munición para el cañón de luz y salvar a todas las criaturas, incluidas las bestias, que no son más que personas prisioneras de un destino que no eligieron. No he podido salvar a June y lamento que no pueda estar aquí ahora, pero al menos, vale la pena intentarlo por las demás personas que no merecen morir.
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Bien, capítulo terminado... jejeje
Antes de nada, quiero disculparme si veis algún error. Esta historia no deja de ser un borrador que será releído y editado en cuanto acabe de actualizar.
Muchas gracias por seguir leyendo hasta aquí. Os aseguro que trabajo tanto como puedo por actualizar muy seguido, pero mi cerebro no da más de sí, así que entendedme. Yo también estoy ansiosa por que leáis lo que queda de historia y me deis vuestra opinión, pero si quiero escribir algo decente, necesito tiempo ^_^
Sé que lo he dicho muchas veces, pero el fin se acerca. Queda un último capítulo y el epílogo, así que id preparando los motores para el final :D
Cuando eso ocurra, podéis echar un vistazo a cualquiera de mis otras novelas. Prometo la misma intensidad de sentimientos que con Engel ;)
Un saludo y nos leemos <3
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