Capítulo 36
—Estás loco...— murmuré sin apartar mi mirada de aquél hombre de ropas extravagantes que se marchaba dejándonos solos con todos aquellos groods y los soldados esperando una señal para abalanzarse sobre nosotros y destruirnos. Entonces cometió un error. El error del orgullo. Ese que pierde a los seres humanos y es capaz de convertir en monstruos a los más sumisos corderitos. Se giró para mirarme y rebatir mi afirmación.
—La línea entre un genio y un loco es muy estrecha, querida. —Sonrió con rabia contenida. —Con un disparo de mi cañón acabaré con casi todos los Naewat que se han movilizado contra mí, a excepción de los débiles de mente que se niegan a luchar y se someten a nuestra voluntad libremente. Pan comido.
Piqué alzó la mano y levantó los dedos índice y pulgar, simulando que tenía una pistola. Señaló hacia la ciudad orbital, cerró uno de sus ojos y fingió que apuntaba para disparar.
—¡Pum! y adiós a todos. Esta guerra está ganada gracias al ingenio de mi estrategia. ¿Loco? No me hagas reír.
—¡No te saldrás con la tuya! —exclamó Hurit furioso. El hombre lo miró incrédulo como si no pudiera concebir que en esas circunstancias tan favorables para él todavía se atreviese a hacer semejante afirmación.
—No creo que estés en posición de decirme eso. —En cuanto terminó la frase, las bestias comenzaron a rugir y gruñir y los soldados cargaron sus armas, listos para disparar en el instante en que su señor les diese la señal.
¿Por qué no admitirlo? Me sentí amedrentada. Aterrorizada. Vulnerable. Sin embargo la rabia y la impotencia de no poder evitar que más muertes se sucedieran me impedía demostrarlo.
—¿Y todos tus amigos y aliados que todavía deben estar allí? ¿Vas a matarlos a ellos también?— pregunté con la esperanza de que tal vez podríamos ganar algo de tiempo. No podía concebir la idea de que existiese alguien tan malvado que no se preocupase por la vida de su gente.
—No creo que quede ninguno de sus amigos con vida a estas alturas— susurró Hurit.
—Yo no tengo amigos. Tampoco los necesito. Controlo a las personas a mi antojo. Todos esos malditos codiciosos que querían la eterna juventud fueron inyectados con la variante del Engel que me permite poder controlarlos tras decir ciertas palabras.
Sentí que Dareh me agarraba la mano y le miré. Pude percibir que tenía un plan y me pedía que tuviese cuidado. Discretamente asentí y con disimulo, continué con la conversación.
—Entonces ni siquiera te obedecen por respeto. Eres patético...— le provocó Styan. Piqué se rió de nuevo, frustrando más a Styan.
—Puede que tengas razón. No soy más que un marginado social que nunca fue aceptado por los demás por ser diferente. Pero, ¿sabes qué? Hoy y ahora eso me da igual, porque yo controlo a toda esa gente vanidosa que se creía mejor que yo y que deseaba ser joven para siempre. Eliminados los Naewat, todo el Engel será mío, lo que me convertirá en el presidente del mundo, el juez de todos, el castigador, el que decide quién vive o muere... yo soy el dios de este mundo. —Piqué alzó ambas manos con grandeza.
—Creo que se te está subiendo un poco a la cabeza— dijo Dareh justo antes de desintegrarse frente a nuestros ojos e instantes después se materializó frente a Piqué, que gritó como una niña al verlo aparecer frente a él con un arma apuntándolo directamente en la frente.
—Ah, Dareh, mi querido Dareh... — Piqué ya no parecía tan risueño. Tartamudeaba al hablar y sus movimientos eran torpes y nerviosos. —Por favor, ten compasión de este pobre infeliz que lo único que quería era llamar la atención... —Se puso de rodillas en el suelo hasta poner su frente sobre éste. Por un instante sentí pena por él y deseé que Dareh no lo matase a sangre fría.
—Las bestias.
Piqué levantó la cabeza y mirando directamente al cañón del arma que empuñaba el híbrido, hizo unas torpes señales con su temblorosa mano izquierda. En seguida las bestias cesaron de parecer amenazadoras y se recostaron sobre el suelo como si se tratase de dulces gatitos.
—Si me matas no podrás controlarlas— advirtió Piqué. —Sólo me obedecen a mí.
—Es un riesgo que pretendo correr. —En cuanto hubo pronunciado esas palabras, apretó el gatillo de su arma, dando un tiro certero en el centro de la frente de Piqué, quien cayó a un lado sin vida.
Horrorizada, miré en otra dirección. A pesar de todo el mal que había hecho al mundo, no podía evitar lamentar incluso esa muerte.
En cuanto Piqué cayó al suelo, tanto los soldados como los groods cayeron de rodillas al suelo, desorientados y condolidos por la repentina muerte de su controlador. En ese caos, Hurit y sus hombres no perdieron ni un segundo y comenzaron a segar vidas sin compasión disparando a quemarropa. Sin embargo los groods eran inmunes a ese tipo de munición y, aunque estaban aturdidos, pronto volverían a ser peligrosos.
—Si hubiera sido listo, se habría ido cuando dijo que se iba la primera vez— se rió Styan. Lo miré mal, pero no me atreví a contestar. Por dentro parecía tener un conflicto de emociones y no tenía claro cuál ganaba: la tristeza por la muerte o la alegría por la victoria.
—Maldición— dijo Hurit nervioso. —El dispositivo que tenía Piqué para detener el arma definitiva funciona sólo con su huella dactilar.
—¿No puedes volver a conectarlo?— preguntó Dareh. Parecía estar cansado por lo que acababa de ocurrir. Viajar de esa manera en el tiempo, como acababa de hacer, le resentía mucho físicamente y quedaba agotado.
—Maldita sea, no. Tenemos que volver y hacerlo manualmente, sin embargo no garantizo que...— el grito de uno de los soldados de Hurit siendo atacado por una bestia le interrumpió. —¡No! ¡Further! —Intentando salvar a su compañero, comenzó a disparar al grood con rabia. Sin embargo, lo único que consiguió fue gastar munición.
—¡Vámonos de aquí!— exclamó Dana agitada.
—¡Stilker! Venid a por nosotros, ¡rápido!— Hurit dio la orden.
Comenzamos a correr hasta que escuchamos el estruendo de los motores de la nave que nos había traído hasta allí. Aprovechando la breve ventaja que nos proporcionaba el aturdimiento que tenían los groods, conseguimos subir en la nave.
—¡De prisa! Dispara a esa abominación— ordenó Hurit señalando al cañón. —Planean disparar a Alfa con todo nuestro personal dentro.
El soldado, tras ponerse a una distancia prudente lanzó un disparo que aparentemente era pequeño, sin embargo, cuando impactó con aquella enorme fortificación, la explosión arrasó varios kilómetros a la redonda, sumiendo al bosque en un horrible incendio.
—¿De qué demonios está hecho eso?— preguntó Styan alarmado.
—¿Qué hacemos ahora? Sin Piqué no podremos controlar a las bestias— observé.
—Hay una solución muy remota... puede que no nos lleve a nada, pero cuando no hay otra opción, vale la pena intentar cualquier cosa, ¿no crees?— dijo Hurit con la mano en el mentón pensativo.
—¿Qué tienes en mente?— preguntó Dareh.
—Existen leyendas sobre el paradero de la nave madre que nos trajo hasta aquí. Fue escondida por nuestros antiguos padres, pero yo tengo una teoría. He estado investigando sobre todo lo que sabemos de aquel fatídico día en el que nuestros antepasados llegaron a la Tierra. —Hurit sacó un desgastado cuaderno del bolsillo de su uniforme y lo abrió. Estaba lleno de letras y garabatos.
—¿Qué ocurre con esa nave madre?— preguntó Styan empezando a ponerse nervioso.
Hurit le miró con media sonrisa y mantuvo silencio para aumentar la emoción.
—Según textos secretos que ningún humano conoce sobre nuestra especie, en esa nave existe un cargamento inmenso de Engel, además de las armas que dejaron allí escondidas para intentar mantener la paz que los egoístas humanos rechazaron. Si encontramos esa nave, lograremos acabar con los groods definitivamente y, además, con el Engel, lograr enmendar todo el mal que el ser humano ha causado a la Tierra.
—¿Dónde dices que está la nave?— inquirió Styan.
—No lo sé.
—¿Qué?
—He dicho que no lo...
—¡Te he oído! Lo que quiero decir es que si no lo sabes ¿para qué nos das esperanzas? ¡Es absurdo pensar que algo así pueda existir! Deja de fantasear— Styan comenzó a alzar la voz nervioso llamando la atención de todos.
—¡Tranquilo, niñato!— Hurit se enfrentó a Styan molesto y éste le empujó haciendo que chocase con la pared y casi cayera al suelo.
—¿A quién llamas niñato, gato?
Hurit, furioso, fue a por Styan para golpearle con toda su fuerza, sin embargo, Dareh se interpuso y le agarró el puño alzado, listo para estamparse contra la cara de Styan, que, al ver el momento de distracción, trató de arremeter contra él de nuevo.
—¿De verdad vais a empezar con eso ahora?— Dana agarró a Styan de los brazos y lo alzó en peso, provocando las risas de los Naewat que había alrededor. Styan, completamente humillado, se sacudió hasta que logró zafarse de los fuertes brazos de Dana.
—¡No tiene gracia! Estamos todos condenados a morir. ¡Estoy harto de luchar y que cada vez que parece que vamos a lograrlo, todo se va al garete!
—¡Ya es suficiente, Styan!— Dana alzó la voz y él la miró con expresión de resignación. —Estás lloriqueando como un bebé y yo no quiero un hombre así en mi vida.
Cuando Dana dijo eso todas las miradas se centraron en ellos.
—Espera, ¿qué has dicho?— pregunté incrédula. Styan se ruborizó y clavó la mirada en el suelo mientras se rascaba la nuca nervioso. —¿Qué me he perdido?
—Bueno... han pasado muchas cosas y desde que me resigné a aceptar que nunca podrías quererme de la manera que yo te quiero...— Dana se aclaró la garganta molesta. —Es decir, te quería. Abrí los ojos y me di cuenta de que había otras posibilidades de llegar a ser feliz.
—Vaya, esto es embarazoso— sonreí tan ruborizada como podía estarlo Styan que se aproximó a Dana y la tomó de la mano.
—Tengo miedo de que todos los planes que tengo de ser feliz a su lado se esfumen por no ser capaces de lograr salir con vida— admitió triste.
—Ah, pequeño Styan— se rió Hurit. —Eres un pilluelo. Lo teníais muy callado.
Aunque me sentí feliz por Styan, la sorpresa de la noticia y las circunstancias me hicieron sentir abrumada. ¿Iba a perder a mi amigo? Él era lo único que quedaba de mi vida antes de que toda aquella locura comenzase y Dana me odiaba lo suficiente como para llevárselo lejos de mí.
—Podrías disimular un poco— susurró Esaú en mi oído.
—¿A qué te refieres?— pregunté sorprendida.
—Pareces decepcionada por la noticia. ¿No era eso lo que tú querías? ¿Que mi hermano fuera feliz?
—Sí, por supuesto. Estoy feliz por ellos. No sé por qué crees que estoy decepcionada. —Traté de ponerme a la defensiva, pero sólo logré hacer reír a Esaú.
—Está bien. —Pasó el brazo sobre mis hombros y observó a Styan y Dana que conversaban animadamente. Era extraño ver a mi amigo confraternizar de aquella manera con un Naewat. Era como si ya no le conociese.
Sonreí a Esaú y él me devolvió una tierna sonrisa paternal. Desde que ingresé en la academia, él había velado por mí. Era lo más parecido a un padre para mí. Le abracé con fuerza y él me rodeó con sus brazos.
—Gracias por todo, Esaú.
—Gracias a ti por haber aparecido en mi vida, Ada. Si no hubieras caído del cielo aquel día de invierno, todo habría sido muy diferente. La mínima esperanza que tenemos ahora de salvar la Tierra no existiría.
Un rato más tarde, Dareh y Hurit conversaban en base a los apuntes de los cuadernos que ambos tenían. Había mucha información que intercambiar. Trataban de descifrar unas coordenadas incompletas que había en el cuaderno de Hurit, que, según él, era donde se encontraba la nave madre. Era todavía peor que buscar una aguja en un pajar.
—Pero no es imposible— insistió Dareh por enésima vez. —Las coordenadas que tenemos coinciden y el triángulo de las bermudas siempre ha sido un punto en la Tierra con cierto misterio, a causa de las muchas desapariciones que han ocurrido ahí. ¿No crees que puede ser?
—Hemos buscado ahí miles de veces sin éxito— contestó Hurit comenzando a estar exasperado. —¿Por qué ahora iba a ser diferente?
—Creo que no habéis buscado de la manera adecuada.
Esas palabras hicieron que Hurit se enfadase y golpeó la mesa sobre la que estaban ambos cuadernos, haciendo que el de Dareh cayese al suelo.
—Estoy empezando a estar harto de la falta de respeto. ¿Por qué todos habéis decidido que tenéis autoridad para decirme lo que tengo que hacer y cómo lo tengo que hacer?
Dareh no contestó, pero cuando se agachó para tomar su cuaderno, se dio cuenta de que uno de los numerales que marcaban la página estaba rodeado con bolígrafo. Casualmente rodeaba el número once, una de las cifras que tenía Hurit marcada como coordenada. Al observar la página, vio que en esa misma página había una letra ene también rodeada con bolígrafo y en la fecha, veintiuno de Marzo, era el número del día el que estaba rodeado.
—Hurit, ¿Cuál es la segunda cifra de las coordenadas que tienes?— preguntó comenzando a sentir que la adrenalina por descubrir un secreto recorría su cuerpo.
—El catorce, pero no sé si es este u oeste. Ni siquiera sé si se trata del catorce o ciento cuarenta y algo...
Dareh abrió la página catorce, pero no estaba marcada, así que comenzó buscando en la página ciento cuarenta. No avanzó demasiado, cuando encontró la página ciento cuarenta y dos rodeada con la misma marca que la anterior. Hizo un escaner rápido con la mirada de toda la página y encontró dos marcas más: una letra e y el doce de octubre.
—Manda a tus hombres buscar estas coordenadas: 11º21'N 142º12'E.
Dareh tomó una tableta e introdujo las cifras en ésta. Cuando vio la respuesta se pasó la mano por el pelo abrumado.
—Maldita sea...— masculló Hurit.
—¿Qué pasa? ¿Dónde es?— inquirí nerviosa.
—La fosa de las Marianas— respondió Dareh.
—¿Y qué ocurre con esa fosa?— inquirí confusa. No entendía el por qué de tanto dramatismo.
—Es una fosa que tiene 11Km de profundidad y llegar allí es casi imposible.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro