Capítulo 33
Neena se puso en pie con dificultad. Me sorprendió que siguiera con vida, pues el golpe había sido terrible, sin embargo me asombró más aún ver que sus heridas empezaron a sanar a una velocidad increíble. Debía ser el efecto del Engel, tal y como me ocurrió a mí.
—Malditos seais, no os lo voy a poner tan fácil— murmuró mientras se acercaba, todavía cojeando, hacia donde estaba Esaú.
—¿Tan fácil, dices?— Esaú se rió con ironía mientras ella se abalanzaba sobre él con escasas fuerzas. Él la tomó de los brazos y Neena, débil, pues no estaba del todo recuperada, se dejó caer.
—Eres un miserable...— me pareció ver que Neena tenía lágrimas en los ojos. No podía creerlo. ¡Neena, la mujer de hielo estaba llorando!
—Vamos, Neena, todavía estás a tiempo. Deja todo esto y ven conmigo...— la apremió Esaú.
—¡No! Es tarde para mí— escondió su rostro entre los brazos de Esaú que la abrazó, apretándola contra su pecho. —Yo soy tan culpable de todo esto como lo puede ser Olofson y estoy segura de que los gatos no me perdonarán por todo lo que he hecho.
Un rugido llamó nuestra atención y me alarmé al ver que June estaba siendo vencida por la otra bestia.
—¡No, June!— exclamé intentando ir a socorrerla.
—¡Ada! ¡No te muevas de ahí!— advirtió Esaú, pero le ignoré por completo y lancé una silla a la bestia que tenía a June al borde de la muerte.
—Maldito monstruo, no te atrevas a herir a June...
Logré llamar su atención, sin embargo no fue la idea más inteligente que pude haber tenido, pues sus ojos inyectados en sangre ahora me observaban a mí, convirtiéndome en su nueva presa.
—Niña tonta...— la voz de Dareh sonó como música para mis oídos. —¿Cómo logras siempre estar al borde de la muerte?
Disparó al monstruo directamente a la cabeza, haciendo que se desplomase inmediatamente. Sin perder ni un segundo, abracé a Dareh, pero él se encogió de dolor.
—¿Estás bien?— pregunté preocupada al ver que estaba herido en un hombro.
—Sí, esto no es nada. —Movió el brazo para demostrarme la veracidad de sus palabras, sin embargo dibujó una mueca de dolor en su rostro. —Los Naewat han entrado en Alfa y están acabando con todos los que no están a favor de la revuelta.
—¿Te refieres a que los están asesinando?— pregunté alarmada. —¿Acaso no hay otra manera?
Dareh miró a Esaú y luego devolvió sus ojos verdes a los míos que reclamaban una respuesta. Una respuesta silenciosa que no me agradaba.
—Entonces no sois mejores que ellos.
Me aparté de él y caminé hasta donde estaba June. Me arrodillé a su lado. Su rostro estaba completamente desfigurado. Sus dientes habían crecido, al igual que sus garras. Ahora su cabello, siempre tan rubio y hermoso, no era más que una maraña de pelo manchada de sangre. Estaba sufriendo. Moribunda por causa de las heridas producidas por el combate contra la otra bestia.
—Ada...— escuché su voz apagada.
—¡June! June, oh, mi June... estás ahí...
—Ada, yo... —Gimió condolida.
—Vamos, tú también puedes curarte, ¿no es así? ¡Como Neena! Vamos, June, no puedes dejarme. ¡NO PUEDES! —Me derrumbé sobre ella y lloré desesperada. La situación comenzaba a sobrepasarme.
—Déjame ayudaros...— susurró débil.
—¿Qué?— me limpié las lágrimas con el reverso de la manga.
—Mi sangre... —Tomó aire con dificultad. —Mi sangre puede salvar a Dalila y no tendrá que morir.
Dareh se arrodilló a mi lado y tomó a June por la cabeza para que no perdiese la consciencia.
—¡June! ¿Estás segura de lo que dices? —inquirió.
—Tomad el Engel que hay en mí y salvadla... antes de que... exhale su último... aliento.
—Pero el Engel que hay en tu interior está adulterado. Podría acabar convirtiéndose en monstruo.
—No lo hará... Esaú sabe qué hacer...— hizo una mueca de dolor mientras profería un gruñido lastimero.
—Esto te costará la vida, June— dijo Esaú aproximándose a nosotros.
—Para mí ya es tarde... Déjame morir haciendo algo bueno... mis manos están demasiado manchadas de sangre...
—En ese caso, será mejor que procedamos con la devolución de los recuerdos. Encargaos de eso —nos señaló a Dareh y a mí. —, yo voy a preparar un suero con... la sangre de June. —Esto último lo dijo con el dolor grabado en su semblante.
Acaricié el rostro ensangrentado de June y ella me miró a los ojos. Me pareció ver que sonreía, pero si con eso pretendía dejarme más tranquila, no lo consiguió. No podía ver cómo le quitaban la vida a mi amiga.
Me acerqué al panel de control. No era demasiado complicado, había visto alguno similar en clase y no tuve dificultad para conectar la máquina que devolvería todos los recuerdos. Antes de pulsar el último botón, miré a Dalila, que estaba sentada, abrazándose las rodillas y sus mejillas, ennegrecidas, surcadas por las lágrimas. Me faltaba el valor para ocasionarle tanto dolor. No podía hacerlo.
Dareh puso su mano sobre la mía y me miró asintiendo con la cabeza. Juntos pulsamos el botón y el casco de los cables comenzó a descender sobre la cabeza de Dalila. Ella se sobresaltó y alzó la mirada para ver cómo se aproximaba lo que ella pensaba que era su muerte. Cerró los ojos y con resignación aceptó lo que se le venía encima.
—¿Funcionará?— pregunté a Dareh. Él sonrió y asintió, sin embargo sus ojos no sonreían.
Una luz empezó a emanar del casco. A pesar de todo, ella parecía serena. No había podido escuchar nuestra conversación, por lo tanto no sabía que podría sobrevivir.
—Ánimo, pequeña— murmuré. Dareh pasó el brazo sobre mis hombros y me atrajo hacia él, mientras no apartábamos la mirada de la dulce y tímida niña que resultó ser tan valiente.
El ruido de los materiales que Esaú estaba juntando para comenzar el trabajo llamó nuestra atención. Dispuso una serie de instrumentos extraños desconocidos para mí y preparó dos mesas, una junto a otra, que serviría de camilla para recostar el enorme cuerpo de June.
—Esto te va a doler un poquito— le dijo. June cerró los ojos y Esaú clavó una aguja bastante grande en su brazo—. Voy a extraer toda la sangre de tu cuerpo. Empezarás a sentir frío y poco a poco irás durmiéndote, hasta que tu vida se apague. ¿Estás segura de que quieres seguir con esto?
—Nunca en mi vida he tenido algo tan claro. Si puedo irme de esta miserable vida haciendo algún bien, me iré en paz— susurró.
No podía mirar. Mi amiga iba a dar la vida para salvar a Dalila. Comencé a llorar sobre el pecho de Dareh, que me envolvió con sus brazos para tratar de consolarme, sin embargo, el dolor y la culpa que sentía por no haber podido hacer nada para prevenir todo esto eran inconsolables.
—Ada...— murmuró June.
Me acerqué a su lado y puse mi mano sobre su enorme zarpa.
—June, estoy aquí.
—Quiero que le digas a Styan...— su voz se iba apagando poco a poco— que pensar en él fue lo que me mantuvo cuerda y que no cediera a la bestia que soy.
—Se lo diré.
—Y a ti...— hizo una mueca de dolor— nunca olvidé todos los momentos que hemos vivido juntas. Para mí eras mucho más que una amiga.
—Tú para mí también, June.
—Buena suerte, amiga...— murmuró antes de desmayarse.
—Buen viaje, hermana...— recosté mi cabeza sobre ella y la acaricié. Lloré, pero mis lágrimas no eran de amargura. Echaría de menos a mi amiga, pero entendí que había cumplido con su cometido y había llegado su momento. No podía hacer nada por cambiarlo y era preferible esto a que viviera una vida desgraciada siendo un monstruo asesino.
—Ahora, toda la sangre de June que está en esta máquina, será filtrada y desglosada. Extraeremos el Engel, ya limpio de la bacteria y lo usaremos para salvar a Dalila, una vez haya concluido con la devolución de recuerdos.
Observé cómo Esaú miraba las cifras que marcaban los monitores de aquellas máquinas y tecleaba algún que otro comando. No parecía la primera vez que hacía aquello.
—¿Habías hecho esto antes?— pregunté. Él me miró con el ceño fruncido.
—¿A qué viene esa pregunta?
—June dijo que tú sabías qué hacer. Contéstame. ¿Lo habías hecho antes?
Esaú se aclaró la garganta incómodo, sin embargo respondió a mi pregunta sin recelo.
—Es uno de los oficios de Alfa. Existen cazadores de groods que los cazan y los traen aquí. —Mientras hablaba seguía monitoreando el estado del suero. —Cuando llegan a esta fase de deformación es irreversible y nunca más volverán a ser humanos, así que no podemos permitir que sigan con vida o matarán sin cesar.
—¿Y el Engel que extraes de ellos? ¿Qué haces con él?
—Normalmente se lo llevan a...— Esaú bufó hastiado al darse cuenta de hacia dónde quería ir y dejó de hacer lo que estaba haciendo para centrar toda su atención en mí. —Mira, Ada, no estoy orgulloso del rumbo que ha tomado mi vida desde que llegué aquí, ¿de acuerdo? He tenido que adaptarme para sobrevivir y hacer muchas cosas de las que no me he sentido orgulloso.
—Como asesinar —repliqué recordando la sangre fría que tuvo al matar a los guardias. Tardó unos segundos en contestarme mientras medía sus palabras.
—No pretendo justificar mis actos, pues muchas de las cosas que he hecho a lo largo de mi vida no son justificables, pero te puedo asegurar que mataría una y mil veces por el bien mayor, que es lograr la libertad del pueblo Naewat y acabar con los malditos experimentos genéticos de Omega. Por favor, olvídate de ese incidente, pues en el momento en que tú tengas que hacerlo también entenderás que se trata de matar o morir. Por desgracia no hay otra manera.
Cuando dejó de hablar me dio la espalda para dedicarse al cien por cien a lo que estaba haciendo, dándome a entender que nuestra conversación se daba por zanjada. Yo tampoco añadí nada, sin embargo, le demostraría que había otra manera. Que no era necesario convertirnos en lo que combatíamos: asesinos.
Mientras Esaú preparaba el suero, caminé hasta el cristal que separaba a Dalila de nosotros. Estaba gritando, sin embargo no podía oír nada. No podía mirarla sufrir de esa manera y me arrodillé, apoyando la cabeza en el cristal.
—Su acción es admirable— dijo Dareh. —Ella sabe perfectamente lo que le va a ocurrir cuando haya terminado, sin embargo, ella misma ha sido la que os ha guiado hasta aquí.
—Es muy valiente— afirmé. —¿Crees que sobrevivirá?
—No lo sé...
Le miré extrañada. Eso era nuevo. Que Dareh no supiera algo era impensable. Pareció percibir mi asombro y sonrió sin ganas.
—En realidad, según el cuaderno de mi padre ya debería haber vuelto a casa para no meterme de lleno en la guerra. Ya he cumplido con mi cometido y no es necesario que siga aquí... pero no podía irme sin más... —miró en otra dirección. —A partir de ahora no sé lo que ocurrirá.
Lo observé sorprendida y agradecida, aunque esperaba que no le ocurriese nada. Si su padre quería que volviese debía ser por alguna razón. Puse mi mano sobre la suya y él me miró sorprendido, tras lo cual sonrió agradecido por mi leve muestra de apoyo.
El casco de Dalila dejó de brillar y ella se relajó. Su cabeza cayó hacia un lado y yo abrí la puerta tan rápida como pude para tomarla en mis brazos. Todavía respiraba, pero muy débilmente.
—Recostadla en esta mesa de aquí— dijo Esaú mientras empujaba una mesa vacía junto al material que había preparado.
Se empezaron a escuchar ruidos en los pasillos y un griterío se aproximaba.
—Están a punto de llegar— dijo Dareh nervioso—. Esaú, ¿queda mucho?
—¡No! Ya lo tengo. Sólo tengo que inyectarlo en Dalila y listo.
Esaú preparó la aguja con dos mililitros de un líquido plateado. ¿Eso era el Engel?
—Parece que hay poco, ¿no? —observé cómo clavaba la aguja en el delgado brazo de la jovencita.
—No he podido sacar más, pero creo que habrá suficiente. —Extrajo la aguja y se quedó observando a la pequeña con detenimiento. Tomó el pulso y palideció.
—No... no, no, no... vamos, pequeña. Fuerza.
Empezó a sacudir y masajear el brazo para que el suero se extendiese por su torrente sanguíneo lo más rápido posible.
—¿Qué ocurre?— pregunté preocupada.
—No puedo sentir apenas su corazón. No lo va a conseguir— puso la oreja en su pecho—. Vamos, se fuerte, no te detengas.
Esaú puso las manos sobre el pecho de Dalila y empezó a hacer un masaje cardio-vascular. Luego trató de hacerle la respiración asistida.
—Vamos, Dalila... no te rindas.
La pequeña comenzó a toser de repente y se sentó mientras tomaba aire como si llevara demasiado tiempo conteniendo la respiración.
—¡Dalila! —Inmediatamente la abracé. El sacrificio de June no había sido en vano.
—Estoy... viva...— Volvió a recostarse un poco aturdida para luego mirarme preocupada. —¿Lo hemos conseguido?
Miré a Dareh, que observó la pantalla del panel de control, tras lo cual nos sonrió. Lo habíamos conseguido. Habíamos logrado devolver los recuerdos a las personas sin cobrarnos también la vida de Dalila.
Los gritos del pasillo se escuchaban cada vez más fuertes, hasta que la puerta se abrió y entraron algunos Naewat armados.
—¡Dareh!— gritó uno de ellos—. Vamos, necesitamos ayuda.
—Sí. Ada, llévate a Dalila a cubierto hasta que se recupere del todo. —Me pasó la mano por la mejilla preocupado. Me dio la sensación de que me miraba por última vez y no me gustó nada. —Enviaré a alguien para que os proteja. Te veré luego...
Otro Naewat lanzó un arma a Dareh, que la cogió al vuelo y otra a Esaú. Ambos corrieron hacia fuera, disparando hacia sus objetivos.
Dalila y yo nos quedamos unos segundos en silencio, esperando a que todo pasara, cuando percibí que Neena seguía allí, sentada en una silla con la mirada perdida. Me acerqué a ella y me miró entrecerrando sus fríos ojos.
—Tanto tiempo esforzándonos para terminar así... —murmuró triste.
—¿Terminar? ¿A qué te refieres?
Soltó una risa sarcástica y negó con la cabeza.
—Está claro que en cuanto todo esto termine seré ejecutada. He sido una de las principales cómplices y una cruel castigadora. No tendrán compasión de mí.
La observé unos segundos en los que logré ponerme en su lugar y sentir su miedo.
—¿Y si hubiera una manera de que eso no ocurra? —pregunté mientras una pequeña bombilla comenzó a encenderse en mi cerebro.
—No la hay. Todos esos Naewat me odian. Yo...
—¿Y si dejaras de ser la misma persona?
—¿Qué?— Neena me miró extrañada a la vez que preocupada. Una idea había comenzado a tomar cuerpo en mi cerebro y tenía que intentar desarrollarla lo suficiente para volverla factible.
—Neena, voy a hacer lo posible por proteger tu vida. Ven conmigo— la apremié. Ella estaba confusa pero en aquél momento yo era su únia opción de supervivencia.
Tomé a Dalila en brazos y, tras asegurarme de que el peligro había pasado, salimos de aquella sala, no sin antes lanzar una última mirada al cuerpo inerte de June. Mi corazón rebosó de gratitud por ella a la vez que la tristeza por su pérdida definitiva me embargó. Por lo menos había muerto siendo ella misma.
Corrimos por los pasillos, sorteando cadáveres de humanos y Naewat. Me dolía el corazón al ver la horrible masacre. La guerra debería terminar ahora que todos sabían quiénes eran los malos realmente, sin embargo, todavía podía escuchar los disparos... ¿Por qué no se habían detenido?
Se escucharon unos disparos y unos gritos en un pasillo contiguo al nuestro y me dejé caer en el suelo, junto a los cadáveres que ya decoraban toda la longitud del lugar. Con mi cuerpo intenté cubrir a la pequeña, que me miraba asustada y Neena nos imitó.
—Silencio. fingiremos que estamos muertas— susurré. Ambas asintieron asustadas.
Miré a mi lado y los cadáveres mutilados casi me hicieron gritar. Cubrí mi boca para asegurarme de no hacer ningún ruido.
Frente a nosotras empezaron a correr soldados humanos que caían como moscas cuando los Naewat les atacaban con sus propias manos. Eran tan rápidos y tan ágiles, que los humanos no tenían nada que hacer contra ellos. Con toda la fuerza que tenían, ¿por qué habían esperado tantos años para rebelarse en contra de los tiranos que los tenían discriminados?
Asustada agaché la cabeza para esconderla bajo mis brazos, lo cual fue un error, pues un Naewat percibió mi movimiento y se acercó a mí. Los otros dos que le seguían, se detuvieron.
De una patada me dio la vuelta y me miró desafiante, apuntándome con su arma.
—¿No te han rematado? Tranquila, acabaré con tu sufrimiento— dijo.
—¡¡No!!— gritó otro Naewat. Reconocí su voz.
—¡Hurit!— exclamé aliviada de ver una cara conocida.
—Ah, pequeña Ada, qué suerte has tenido de no estar muerta. ¿Dónde están los demás?
—Han salido para luchar... no sé dónde han ido— admití.
—¿Y vosotras? ¿Hacia dónde vais?— preguntó. —Tal vez podemos escoltaros.
De repente guardó silencio al ver a Neena y alzó su arma para apuntar hacia ella.
—¡Espera! No la mates. —Me puse frente a Hurit, en la trayectoria hacia donde apuntaba con su arma. Alcé las manos para que viera que estaba indefensa y traté de explicarle mi idea. —Escúchame, por favor, no podemos asesinar sin más porque ellos tengan una mentalidad diferente. Todos tienen derecho a un juicio justo y si están arrepentidos de sus actos, merecen una segunda oportunidad.
—¿De qué hablas?
—Quien no esté dispuesto a cambiar, que muera, pero si hay quien desea vivir en paz con una vida nueva, tal vez merezca una oportunidad. Teniendo a una persona que puede hacer un borrado selectivo de la memoria, puede borrar todo lo malo que hay en ella y que se convierta en una buena persona...
Hurit me miró entrecerrando los ojos y empecé a estar preocupada por si no estaba de acuerdo y nos mataba a todas.
—Está bien— dijo al fin. —Hablemos con los de la Asociación y veamos lo que opinan. Llevaremos a Neena como prueba. Si están de acuerdo, se le juzgará y castigará de acuerdo con sus crímenes, si no... morirá allí mismo.
Miré a Neena que no se atrevió a levantar la vista.
—Que así sea— sentencié.
Hurit sonrió y se acercó un comunicador a la boca para dar la orden al resto de su unidad.
—A todos los operativos del comando HF369, acudan al hangar inferior. Repito. Acudan al hangar inferior. —Cuando terminó de hablar observó a Neena que le sostuvo la mirada durante unos instantes hasta que se sintió amedrentada y miró hacia otro lado. —¿Quién lo iba a decir? ¿no es así, Neena? La mujer de hielo cuya vida depende de la decisión que tomen los seres a los que más desprecia en la vida... Buena suerte, querida.
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Ada pretende cambiar el mundo. Si no es capaz de cambiar el pasado ni el futuro... ¿Por qué no cambiar el presente?
Gracias por leerme y por disfrutar de la aventura de Ada y sus amigos a mi lado.
Nos leemos pronto!!
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