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Capítulo 27

Observé la celda. Era una estancia completamente nívea y pulcra. No había absolutamente nada aparte de la puerta y un enorme espejo que había en la pared frente a ésta. Supuse que por ahí nos vigilaban.

Me quité aquellos malditos zapatos y me quedé sentada en el suelo, apoyada en la pared y preocupada. Suspiré sonoramente. Ahora sólo restaba esperar. Se había ocasionado un gran revuelo con aquellas imágenes. Todos los líderes de Alfa se habían movilizado para tratar de desmentir lo que se había mostrado.

—¿Crees que funcionará?

Styan se encogió de hombros, tras lo cual se sentó a mi lado.

—Yo no soy como Dareh, no tengo respuesta para todas las preguntas.

—Nadie es como Dareh...—fruncí el ceño, aunque no estaba segura de si estaba ofendida por la comparación o si estaba molesta conmigo misma por haber caído en la provocación.

—Le quieres ¿no es así?— de repente sentí cómo me ponía roja y traté de desviar la mirada. Styan sonrió—. Vale, no hace falta que respondas si no quieres.

—Styan...

—Es obvio que no puedo competir contra él, tan elegante, inteligente, perfecto... yo sólo soy un pirado idiota enamorado de su mejor amiga...

—¿Por qué me vienes con eso ahora? ¿Acaso no hay cosas más importantes en las que pensar?— me puse a la defensiva. Supongo que esta era la única manera que vi para salir del paso, sin embargo, luego no me pareció la más inteligente.

—Por supuesto que las hay, Ada, pero mira a tu alrededor. ¿Hay otra cosa que podamos hacer ahora mismo?

Como él me dijo, miré alrededor, y luego bufé exasperada. Odiaba cuando tenía razón.

—Lo siento— murmuré abrazándome las piernas.

—No lo sientas. Antes o después tenía que darme cuenta de lo idiota que estaba siendo al creer que podría competir con él.

—Simplemente es algo que no puedo evitar. Yo no elijo a quién amar...— admití sin levantar la mirada del suelo.

—Sí, eso mismo podría decir yo— se sentó a mi lado y me pasó el brazo por encima de los hombros.

Me sentí reconfortada. No estaba segura de que fuera correcto permitir aquella situación, pero lo necesitaba. Necesitaba el abrazo de mi amigo, porque parecía que todo estaba a punto de explotarnos en la cara.

—Por si acaso no llegamos a mañana...— suspiró antes de seguir hablando— déjame decirte que ha sido un placer quererte durante todo este tiempo.

No contesté.

—Al menos ahora sé de dónde viene mi devoción por ti.— Lo miré confundida y él se rió. —Venga ya, ¿no lo has deducido tú solita? Te creí más inteligente.

—¡No te pases!— protesté molesta provocando una risita burlona en mi amigo.

—Lo siento. Supongo que todavía estoy un poco dolido por el rechazo. A ver, Ada. Piénsalo. Yo aparecí de repente en Omega, sin memoria, nadie sabe de dónde llegué, sin pasado, sin chip... Lo cual es exactamente lo mismo que le ocurrió a Aarón, el hermanito de Tristan.

—¿Qué dices?— pregunté sorprendida mientras me incorporaba para mirarle a la cara y asegurarme de que no se burlaba de mí. Entonces lo pensé detenidamente y, ciertamente, tenía sentido.

—Llevo dándole vueltas a la cabeza desde que Dareh se llevó al enano cuando estábamos en el hospital. Demasiadas coincidencias... además, ¿Te has fijado en sus ojos? ¡Podría ser mi hermano!

—Lo que dices tiene sentido... es sólo que se me hace difícil de asimilar— dije todavía sorprendida por la revelación— pero ¿qué tiene que ver eso con tu devoción... por mí?— pregunté incómoda.

—¿Tampoco te habías dado cuenta de que el enano te adoraba?— Styan se rió esta vez mientras ponía su mano sobre mi cabeza para sacudirme el pelo.

—¿Tú crees?

—Por eso, mi mente ofuscada y sin memoria evocaba esos sentimientos de mi niñez y me enamoré de ti en el primer instante en que te vi...

Sus palabras me hicieron ruborizar. ¿Por qué tenía que decirlo tan abiertamente?

—Entonces eso significa que tienes familia...

—Tristan.

—Sí— sonreí feliz por mi amigo, sin embargo su sonrisa no llegaba a sus ojos. Me miraba con cierta nostalgia que me contagiaba.

—¿Crees que no he pensado en ello? Pero para él no soy más que Styan. ¿Qué crees que dirá si me planto delante de él y le digo que es mi hermano?— apoyó los codos en las rodillas y se sacudió el pelo nervioso.

—¿Qué va a decir? No seas tonto, Styan... o ¿debería llamarte Aarón?

—No, no... déjalo en Styan. Ya estoy acostumbrado. De todas formas, tampoco he conseguido probar mi teoría. No es más que eso, una teoría. Tal vez deba preguntar a Dareh cuando lo vea...

—Eso si logramos salir de aquí y le encontramos de nuevo... — señalé la puerta de la celda que estaba completamente cerrada.

De repente, ésta se abrió y apareció Esaú. Lo observé sorprendida y él sonrió.

—¿Perdiendo la esperanza, Ada?— sonrió.

Con dificultad me puse en pie y le abracé. Nunca me había alegrado tanto de ver a un profesor como en aquella ocasión.

—Vale, vale, pequeña. Tranquila— me acarició la cabeza y me separó de él para poder mirarme a los ojos. —Tenemos que salir corriendo de aquí.

Entonces me di cuenta de que tenía un arma colgada del hombro. Me fijé mejor y tenía algunas heridas en la mejilla y parecía estar sangrando por el brazo.

—¿Qué está pasando?— preguntó Styan.

—La revuelta ha comenzado— dijo serio, pero con el brillo de la adrenalina en sus ojos.

Nos empujó fuera de la celda y, con dificultad y pasos cortos comencé a correr, ahora sin zapatos, pues se habían quedado en la celda. Exasperado, Esaú cogió un enorme cuchillo que tenía en uno de los bolsillos de su pantalón y rasgó mi vestido a ambos lados. Sentí un enorme alivio, sin embargo, el rubor de las mejillas de Styan me confirmó que no era demasiado apropiado, pues las aberturas llegaban a mis caderas.

—Ahora corred.

Corrimos por los pasillos, extrañamente vacíos. Me pregunté qué había ocurrido, pero había algo que me inquietaba más todavía.

—Esaú— el aludido me miró— ¿Dónde está Dareh?

Frunció el ceño y continuó corriendo. Eso no me gustó.

—No lo sé, Ada. Después que conseguimos reproducir el video, se marchó y no he vuelto a saber de él.

Me entristecí, pero no tuve tiempo de seguir pensando, pues el ruido de disparos me obligó a prestar atención. Al llegar a un cruce, Esaú se pegó a la esquina y se asomó. De nuevo se pegó, obligándonos a imitarle.

—Escuchadme. Voy a cubriros las espaldas. Tenéis que correr como si no hubiera mañana hacia aquella puerta de allí— señaló hacia la derecha del cruce. De nuevo unos disparos nos sobresaltaron. —Encontraréis un elevador y bajaréis hasta el último nivel. Llegaréis al hangar y allí encontraréis ayuda. ¿Entendido?

—Pero no podemos irnos sin los demás— dije nerviosa. Realmente no quería irme sin Dareh.

—No te preocupes por nada, Ada. Sólo tienes que pensar en escapar. ¿De acuerdo?

No contesté. No podía promenter eso.

—Styan— esta vez se dirigió a él. —Prométeme que la sacarás de aquí con vida. Éste asintió.

—Lo prometo.

—No...

Quise protestar, pero Styan me tomó en brazos y me echó al hombro. Comenzó a correr en la dirección que había dicho Esaú y yo pataleé con todas mis fuerzas.

—¡No! Styan, no te atrevas... —miré hacia atrás y Esaú empezó a correr en dirección contraria y a disparar a todos los que aparecían por ahí. Se me hizo un nudo en el estómago al ver los cuerpos de los soldados caer inertes en el suelo.

Entramos en el ascensor y vi que uno de los disparos hacía a Esaú caer al suelo.

—¡NOOOO! —grité desesperada meintras me sacudía. Las puertas se cerraron y Styan me dejó en el suelo. Me abalancé contra las puertas, pero no se abrieron. Las golpeé y caí de rodillas al suelo sin poder dejar de llorar.

—¡Ada, tranquila!— Styan me tomó de los hombros, pero lo aparté furiosa.

—¡Déjame! Ha sido tu culpa. Teníamos que haberle ayudado.

—Ada, no seas idiota. No le habríamos ayudado. Nos habrían matado. Ni siquiera tenemos armas para defendernos. ¿Qué habríamos hecho? Sólo conseguir que se preocupase por protegernos y seguramente morir los tres— su voz sonaba más alta de lo que le había escuchado nunca. Parecía muy afectado, pero se esforzaba por no exteriorizarlo.

Cuando la puerta se abrió, un rostro familiar apareció frente a nosotros. Hurit. Me miró sorprendido y sonrió.

—¿Por qué será que siempre que nos encontramos lloras?

Me tomó de la mano y comenzamos a correr seguidos de Styan. Nos llevó hasta una pequeña nave Pandae y comenzamos a subir por la rampa.

—No pienso irme de aquí sin los demás— me zafé de la mano de Hurit que me miró sorprendido. Al escuchar mi voz, Tristan y Dana se asomaron hasta donde estábamos.

—¡Ada!— Tristan me abrazó y Dana sonrió. Hasta ella se sintió feliz por nuestro reencuentro.

Miré a Styan, que se esforzaba por no mirar a Tristan. Todo aquello era muy extraño. ¿Realmente Styan era su hermano pequeño?

—Vamos, subid a la nave— dijo Dana mientras miraba alrededor. Ella también tenía un arma entre las manos.

Me espanté ante la idea de abandonar la nave. No sabía si Dareh estaba vivo o muerto, pero no podría vivir el resto de mi vida sabiendo que le había abandonado aquí.

—No pienso irme sin Dareh.

Dana bufó exasperada.

—¿Qué te pasa, princesita?— gruñó molesta— ¿Acaso crees que eres la única que le echa de menos? ¡Esto es una maldita guerra y lo importante es sobrevivir! No te preocupes por él porque sabe cuidarse mejor que tú y que yo.

Dana se dio la vuelta, sacudiendo su lisa cabellera y se introdujo en la cabina de la nave. Las compuertas empezaron a cerrarse y yo traté de bajar antes de que se cerraran del todo, pero Styan me lo impidió.

—¿Estás loca?— exclamó furioso. —Me da igual si ese híbrido es la ilusión de tu vida, pero no pienso permitir que te suicides por él. ¿Me has entendido?

No contesté. Me limité a llorar de impotencia arrodillada en el suelo. Styan se fue a la cabina y se sentó junto a Dana para pilotar la pequeña nave, mientras que Hurit se sentó a mi lado y puso  una mano en mi hombro.

—Anímate, chica. Puede que ese tal Dareh sea medio humano, pero si tiene lo que hay que tener, como Naewat sabrá hacer trizas a todos esos soldaditos de juguete que tienen en Alfa.

Sonreí, pero no me sentí mejor. Hurit me tendió una mano y la tomé mientras me secaba las lágrimas. Me ayudó a ponerme en pie y nos sentamos en unos pequeños bancos que habían alrededor de una pequeña mesa sobre la que me apoyé.

—Está claro que Dareh te conoce bien— dijo Tristan sonriendo con tristeza. Levanté la cabeza instantáneamente al oír su nombre. —Nos pidió que no te contásemos la verdad hasta que estuvieras a salvo en la nave.

—¿Dónde está Dareh?— pregunté alarmada.

—Es quien se encargará de que esta nave pueda salir de aquí con nosotros. Abrirá las compuertas para que salgamos.

—¿Y cómo escapará él? —Tristan y Hurit se miraron y ninguno contestó. Golpeé la mesa furiosa. —¡He hecho una pregunta!

—No lo sé— respondió Hurit.

—Dijo que sabría cómo encontrarnos— dijo al fin Tristan.

De nuevo me apoyé sobre la mesa y me esforcé por ignorar las palabras de ánimo que Hurit y Tristan se esforzaban por brindarme. Me daba igual lo que dijeran. Yo me había ido. Había abandonado a Dareh.

La tristeza dio paso al sueño y sin darme cuenta, los ojos se me cerraron y perdí la consciencia. No me había dado cuenta de lo agotada que estaba.

Mi mente comenzó a evocar un sueño. Uno que yo conocía porque ya lo había visto antes. Me vi caminando por la oscura y tétrica ciudad de Tristan. De nuevo todo estaba en ruinas y completamente abandonado. No había nadie alrededor. Solo se escuchaba el sonido del viento aullando entre los recovecos. Reconocí este sueño y busqué a June por todas partes.

Como esperaba, la vi. Me observaba a una distancia considerable, pero no decía nada. Tenía aquella familiar expresión de infectada, pero sonreía. Aquella sonrisa me ponía los pelos de punta.

—¡June!— dije sin moverme. Ella reaccionó a mi voz y dio un paso hacia mí. Lentamente se acercó y yo, instintivamente, retrocedí un par de pasos.

—¡June! ¿Eres tú?— pregunté.

Ella no contestó. Solo se acercaba despacio, hasta que se detuvo a un par de metros de mí. Me fijé en que estaba a punto de romper a llorar. ¿Cómo era posible? ¿Acaso los infectados tenían sentimientos?

—Perdóname, Ada— dijo al fin.

—¿Que te perdone? ¡Perdóname tú a mí! Yo he sido la que te ha fallado. Tenía que protegerte, pero me equivoqué. Lo siento mucho. Lo...

—Ada, perdóname por ser débil y dejarme vencer por este monstruo que habita en mí. Líbrame de él, por favor. Hazme este último favor.

—¿Cómo puedo librarte de él?— pregunté esperanzada. Parecía que sí existía un modo de salvarla.

—Líbrame, Ada.

Una enorme bestia apareció de la nada y abrió su enorme boca, tragándose a June. Me miró y rugió. Entonces desapareció de repente y con ella todo lo demás a mi alrededor.

—¡No, June!— corrí por la nada hasta caer de rodillas al suelo.

El hospital surgió ante mí, y la lluvia empezó a caer con fuerza. Todo era igual que en el aquel sueño, así que decidí que no perdería tiempo. Entré en el edificio y fui directa a las escaleras. Quería saber qué iba a encontrar arriba.

Mientras subía, escuché el grito, y aceleré el paso. ¿Era posible que fuese June? Al final de las escaleras encontré la vieja puerta. Recordé el intenso dolor que sentí la última vez que me había encontrado con aquella puerta y me lo pensé dos veces antes de acercarme, pero, de nuevo, escuché el grito desgarrador. No cabía duda de que aquella era la voz de June. Me armé de valor y me planté frente a la puerta. Era tan vieja que estaba llena de estrías, desde donde podía sentir el viento penetrar. Puse la mano en el pomo y de nuevo, un terrible dolor me sacudió todo el cuerpo. Quería soltar la puerta, pero tenía que lograr abrirla. Tenía que ayudar a June. Logré girar el pomo, pero una fuerza desconocida me empujó y caí escaleras abajo, igual que en el otro sueño.

Me desperté sobresaltada por las turbulencias que causaba la atmósfera en nuestra pequeña nave. Tenía el corazón acelerado. ¿Qué me estaba diciendo este sueño? ¿Tenía que salvar a June antes de que la devorase aquel monstruo? ¿De dónde salía? Empecé a sentirme ansiosa. Me puse en pie y me asomé a una de las ventanillas de la nave. Alfa había quedado tan atrás que era un punto entre todas las estrellas. Allí estaba Dareh. Luego, mis ojos se posaron sobre la Tierra. ¿Qué iba a encontrar allí? Nada era como siempre había creído. ¿Acaso era posible que June estuviera ahí después de tanto tiempo? ¿Acaso era posible que la pudiera salvar? En medio de todo mi dolor, encontré un rayo de esperanza. Si todo aquello había servido para salvar a June, ya habría valido la pena.

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