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Capítulo 20

Los ojos de Tristan estaban desorbitados. Parecía una persona completamente diferente y por un momento me asusté.

 —Tenía que haber sido yo el que hubiera estado con él. Ha sido mi culpa. Ahora ese Naewat descontrolado se lo ha llevado y a saber lo que habrá hecho con él— dijo furioso mientras golpeaba una pared con el puño. En seguida se agarró la mano y vi que salía sangre de sus nudillos.

—No puede ser. Dareh no es ningún Naewat descontrolado...— poco a poco, mis temores se fueron acrecentando. ¿Y si el virus le había afectado de forma inesperada al ser medio humano? ¿Y si, de algún modo, algún infectado había accedido a la habitación en la que estaban y los había matado?

Tristan golpeó con fuerza la pared y cayó de rodillas. Estaba furioso y preocupado. Me conmovió verlo así.

De repente, ante nuestros ojos, se materializó Dareh, rodeado de una extraña luz brillante, que lentamente se fue disipando. En su rostro había una expresión de tranquilidad que, entre aquel caos, quedaba completamente fuera de lugar. Se acercó a Tristan, que lo miraba con desesperación.

—¿Dónde está, maldito gato?— bramó Tristan mientras se abalanzaba sobre Dareh.

Con un grácil movimiento, Dareh se apartó, haciendo que Tristan perdiese el equilibrio y cayera al suelo ruidosamente al chocar con un carrito metálico lleno de bandejas vacías en su interior.

—Está en un lugar seguro— se limitó a decir con mucha calma.

—¿¡¡DÓNDE, BASTARDO!!?— Rugió desesperado.

—Lo he llevado al futuro, donde cuidarán de él y conseguirán que no se convierta en uno de esos demonios. ¿Es eso lo que hubieras querido?— Dareh entrecerró los ojos esperando la respuesta de Tristan, que mantenía la mirada, pero no decía nada.— Lo suponía...

—Estáis locos. ¡Devolvedme a Aarón! Él es todo lo que tengo en este mundo, no puedes llevártelo— Tristan empezó a llorar amargamente y me arrodillé a su lado para intentar consolarle, pero cuando sintió mi mano en su hombro, se apartó. Quizá necesitaba un tiempo para pensar en todo lo ocurrido.

Me aparté de él para darle espacio y fui hacia Dareh. Me llamó la atención observar que llevaba ropa distinta. ¿Cuánto tiempo habría pasado en el futuro antes de volver a por nosotros?

—Ada— dijo de repente sobresaltándome—, voy a descansar para recuperar las energías después del viaje que acabo de hacer. Nos marchamos.— hablaba con frialdad, sin embargo parecía triste.

—¿Cómo que marcharnos? ¿Y qué pasa con esta gente?— dije señalando a los heridos— ¡No podemos irnos sin más! ¡Tenemos que ayudarles! Nos necesitan para...

Dareh me tomó del brazo y me llevó donde nadie podría oír nuestra conversación, en una de las habitaciones que estaba vacía.

—Ada, ya basta. Sabes tan bien como yo la forma en que todo esto acaba, así que olvídalo, ¿de acuerdo? Toda esta gente tiene que morir aquí. En el futuro que tu conoces todos ellos murieron y tú lo has estudiado mil veces en Historia... ¿Sabes lo que supondría en la historia que todo esto cambiase? ¿Lo que supondría en el futuro? Tu familia está entre los supervivientes, y por eso existes. El resto no debe importarte.

Me quedé sin palabras.

—Maldita sea, parezco mi padre hablando— Dareh se pasó la mano por el pelo incómodo y andaba de un lado a otro de la habitación.

—Todo lo que has dicho es verdad, pero ahora que todo esto ha dejado de ser una historia, me siento obligada a hacer algo por ellos. ¿Sabes cuántas veces he imaginado que podía cambiar el pasado? Y ahora que se me brinda la oportunidad, no puedo rechazarla sin más.

—Ada, esto no es una oportunidad. ¿Es que no lo entiendes?

—Sí, pero tal vez si...

—Prepárate. Dentro de una hora nos iremos— sin dejarme seguir protestando, se marchó de la habitación, dejándome sola con mi impotencia y mi rabia.

—¡Maldita sea!— exclamé furiosa.

Algunos supervivientes avivaban el fuego, para mantenerse aislados de los infectados, que esperaban ansiosos, como tigres al acecho, la oportunidad de atacar de nuevo.

Yo estaba recostada en un sillón que había en la habitación donde Dana estaba descansando. Dareh estaba recostado en la cama que había al lado, intentando recuperar sus fuerzas lo más rápido posible. Tristan estaba intentando ayudar a los heridos. Intentaba mantenerse ocupado para no pensar en su hermano. Sentí mucha pena por él.

Styan estaba sentado en una silla junto a la cama de Dana mientras jugueteaba con un mechón de su cabello. Me gustaba ver que Styan había conseguido derribar las barreras de prejuicio que había entre él y los Naewat.

—Es gracioso cómo toda la vida he odiado a estos seres...— susurró de repente llamando mi atención— ¿Cómo nos hemos dejado manipular de esta manera?

No contesté. Yo me había preguntado lo mismo una y otra vez desde que supe la verdad.

Tristan entró en la habitación, su frente perlada de sudor por todo el trabajo que estaba realizando, y se sentó junto a mí en el sofá de la habitación.

—¿Estás bien?— pregunté preocupada.

—Estoy mejor. Dareh tenía razón. Ha hecho lo mejor que podía hacer... pero... voy a echar de menos a mi hermano. No es como si se hubiese ido a otro país. Se ha ido a otro tiempo y no voy a volver a verle nunca más...

—¿Por qué no?— dijo Styan frunciendo el ceño— Siempre puedes venir con nosotros y que Dareh te deje en su época.

—¿Irme al futuro? ¡Eso es una locura!

—Pero no es imposible... ¿Prefieres quedarte aquí?— Styan señaló la ventana, dando a entender que una horda de zombies vivientes no era la mejor opción.

—No, por supuesto... Lo pensaré.

—¿Qué causa la bacteria en los Naewat?— pregunté mientras observaba a la pobre Dana que estaba viva por poco.

Tristan me miró un instante antes de bajar la mirada avergonzado por la aberración que había creado.

—La bacteria se instala en el cerebro. Va incapacitando al cuerpo poco a poco para que deje de hacer cosas tan vitales como respirar, o el latir del corazón... No hay síntomas preliminares, el cuerpo simplemente deja de funcionar para mantener al cuerpo con vida.

—¿Entonces Dana debería haber muerto?

—Posiblemente. Tal vez haya tenido suerte y no ha sido expuesta lo suficiente— se puso de pie y miró por la ventana. Su expresión era de amargura—. Ha sido mi culpa. Ellos me engañaron. Se supone que sólo querían ganar la guerra, no cometer una masacre.

—No te culpes— le puse una mano en el hombro—. Todos sabemos quiénes son los auténticos culpables. Tú no tenías opción si querías salvar a tu hermano.

—No sé si ha valido la pena... ¿De qué me sirve salvar a mi hermano si hago que el mundo se convierta en un lugar que acabará con su vida y la de todos los seres vivos?— me miró desesperado con los ojos cargados de lágrimas. No sabía qué hacer o decir para consolarle. La carga que tenía sobre sus hombros era demasiado grande para que cualquier cosa que le dijese sirviera de algo.

Bajé la mirada dispuesta a rendirme en mi cometido, cuando lo escuché sonreír.

—Pero después de todo sí tengo que agradecerte que no haya sido peor.

—¿Qué quieres decir?

—¿Recuerdas el día que nos conocimos?

—Sí.

—Aquél día había conseguido terminar mi trabajo para la Montreal. La maldita bacteria estaba terminada, con toda su letalidad al cien por cien. Estaba yendo a la sucursal para negociar el cambio del maldito veneno por mi hermano cuando escuché unos gritos en una calle. Me acerqué a mirar y vi a una chica con ropa extraña forcejear con una de las bandas más peligrosas de la ciudad.

Me sonrojé al escucharlo hablar.

—No sabía que eran hostiles...— murmuré al reconocerme en su relato.

—Por suerte para mí, fuiste capaz de desprenderte de ellos, así que decidí hacerme el héroe y ayudarte a escapar. Al hacerlo, la probeta con la bacteria se me rompió. Ésta bacteria, en contacto con el agua fría, tiene una esperanza de vida de una hora. Tampoco podía cogerla con mis manos y contaminarme, así que decidí salvarte, a riesgo de perder a mi hermano.

—Por suerte no fue así— sonreí.

—¿Estás segura?— la tristeza en sus ojos me encogió el corazón. —Frank y Fred vinieron a casa para ver por qué no había acudido a mi cita y se llevaron un prototipo. No podía decirles que la original se había destruido y que no pensaba volver a trabajar en ella nunca más. Me habrían matado ahí mismo.

—Vaya, no sabía nada...

—No tenías por qué saberlo. Fue algo completamente fortuito. Una mera casualidad.

Tenía razón, pero algo me empujaba a pensar que no fue casualidad. La casualidad no era tan precisa como para llevarme justo hasta él e impedir lo que estaba a punto de hacer. Miré a Dareh y una idea absurda pasó por mi cabeza.

—La casualidad no es, ni puede ser más que una causa ignorada de un efecto desconocido— cité uno de los autores que estudiábamos en clase de filosofía.

—Voltaire— Tristan sonrió—. No esperaba que lo conocieseis en el futuro.

—Te sorprendería saber la de cosas que la señorita sabelotodo sabe sobre la Tierra— intervino Styan riéndose.

—Tal vez ya no sepa tanto como creía saber...— respondí triste. Después de todo lo que habíamos descubierto, me planteé seriamente creer o no en todo lo que había estudiado. ¿Cuántas cosas podrían ser falsas?

Hubo un incómodo silencio.

—Será mejor que vayamos a mantener el fuego encendido. No quiero pensar lo que pasará si se apaga— dijo Styan mientras se ponía en pie y salía de la habitación. Tristan le siguió y yo me quedé con los dos Naewat durmientes.

Me eché en el pequeño sofá que había bajo la ventana, y traté de cerrar los ojos. Estaba extenuada, pero no conseguía dormir. Habían ocurrido muchas cosas y sentía que, en cualquier momento, los nervios me harían salir disparada por una ventana. Cada vez que conseguía cerrar los ojos, veía la imagen de June. Mi June. No soportaba lo que le había ocurrido, y tal vez, al igual que Tristan, me sentía culpable sin realmente serlo. Yo sabía que le iba a ocurrir y no fui capaz de cambiarlo.

Dareh se removió sobre la estrecha cama de hospital. Estaba profundamente dormido y le envidié por ello. Tomé la silla en la que había estado sentado Styan y la coloqué junto a la cama de Dareh para sentarme a su lado y observarlo de cerca. La escasa luz de la habitación no me permitía recrearme en las perfectas facciones de su cara, sin embargo, seguía siendo espectacular.

Apoyé el brazo en el respaldo de la silla y suspiré. ¿Qué era lo que sentía cuando estaba cerca de él? Un extraño cosquilleo en el estómago cada vez que él estaba cerca. La imperiosa voluntad de estar siempre con él, de preocuparme por su bien... de sentir que él se preocupa también por mí ¿Era esto, acaso, lo que llaman amor? Nunca lo había sentido antes, así que no podía confirmarlo. Tal vez no era más que una consecución de reacciones químicas en mi cuerpo causadas por las hormonas que me hacían sentir de esa manera. Todo era muy confuso.

Me lamenté por mi suerte. Él nunca sentiría lo mismo por mí. No lo haría. Yo no era lo bastante buena para despertar esa atracción en él y eso me atormentaba. Mucho más de lo que hubiera imaginado. Hasta el punto de hacerme pensar en ese tipo de frivolidades en un momento como aquél. Resoplé molesta conmigo misma, sin embargo, al volver a mirar a Dareh, mis ojos se detuvieron en sus labios. Estaban entreabiertos. Su respiración era lenta y acompasada y sus facciones estaban completamente relajadas. Nunca le había visto así.

Me armé de valor y pasé la punta de mis dedos por su mejilla. No se movió. Su piel era cálida y suave. Acaricié su pelo y mi corazón empezó a palpitar como loco. Sonreí para mí misma. Me gustaba esa sensación. "¿Qué pasaría si...? No..." Tenía el corazón a punto de estallar. Las manos me temblaban sólo con el pensamiento de lo que quería hacer. Negué con la cabeza. ¿En qué estaba pensando? No estaba bien aprovecharme de que dormía para besarle.

Me disponía a volver al incómodo sillón, cuando mis ojos se posaron en el bolsillo de su chaqueta, donde asomaba una punta del cuaderno que siempre tenía encima. ¿Y si echaba un vistazo indiscreto? Tal vez no le importaría, después de todo yo podía ver el futuro. Ese cuaderno no sería más que una pequeña ayudita.

Mi mano temblorosa se aproximó. Tomé aire y luego lo expulsé lentamente. Puse mis dedos sobre la esquina del cuaderno que asomaba y me sentí como si fuera la peor persona de la humanidad, peor que robar un beso a Dareh mientras dormía... Sin embargo, tenía que saber. Quería saber por encima de todas las cosas.

Lentamente lo saqué del bolsillo y fui hacia el sofá bajo la ventana otra vez. Mi corazón latía tan fuerte que estaba segura que lo había oído, sin embargo, seguía tan inmóvil como al principio.

Observé el pequeño cuaderno. Eran pocas las veces que había tenido la oportunidad de ver el papel. En la academia no había mucho. Estaba viejo y amarilleado. Parecía que Dareh lo había leído muchas veces.

Abrí la primera página. La letra del padre de Dareh era torpe y descuidada. Me reí, porque era lo contrario de lo que parecía ser Dareh.

ADVERTENCIA

Mi querido hijo, toda la información de este diario es confidencial. Nunca debes hablar de la existencia del diario con nadie, mucho menos compartir lo que hay entre sus páginas. Podría darte problemas.

Levanté la mirada unos instantes hacia Dareh. "Muy bien. Justo lo que has hecho" pensé recordando el día en que me habló del cuaderno.

Pasé la página y empecé a leer. La primera entrada estaba fechada en el verano de 2158. Dareh nunca me había hablado de cuándo venía. Simplemente dijo que me conoció en el futuro. Interesante.

Continué leyendo. De momento no parecía que hubiesen muchos secretos trascendentales. Más bien parecía una bonita carta de disculpas de un padre para su hijo.

En primer lugar quería hacerte saber lo importante que eres para mí. No te lo digo muy a menudo, no se me da bien decir esas cosas, pero tenerte en mi vida ha sido lo mejor, tanto para mí, como para tu madre. Nunca nos hemos arrepentido de tenerte. Eres el primer híbrido, y la demostración de que no somos tan incompatibles como nos intentaron hacer creer.

Sé que ahora estás enfadado conmigo por todo lo que hemos pasado, pero no había otra opción. Supongo que con el tiempo lo entenderás.

No puedo dejar que te marches sin darte una serie de pautas que debes seguir obedientemente, de lo contrario, tú nunca existirás— tragué saliva sorprendida. Que un padre dijera algo así a su hijo me parecía inconcebible— Aplícalas como un pequeño consejo de padre, una última voluntad por si no nos volvemos a ver, pero sobretodo, hazme caso, pues aunque sé que siempre te costó creer en lo que digo, que siempre me has considerado un lunático, pero esto es todo por tu bien.

"Muy bien, papá de Dareh. Di algo interesante por favor" Miré a Dareh por si se despertaba, pero seguía de la misma postura. Seguramente, si me descubría leyendo esto se pondría furioso. Avancé las páginas hasta que mi nombre escrito en el papel llamó mi atención.

...El día 23 de octubre de ese año, Ada saldrá de madrugada frente a la fuente que te he dicho. Esa noche habrá tenido un sueño diferente. No sé exactamente sobre qué, pero tu aparición en él la inquietará hasta el punto de desobedecer las normas y salir.

Me quedé petrificada. ¿Cómo podía saber aquello? Quizá tenía algún tipo de don para saber los pensamientos de la gente del pasado... no, eso era demasiado retorcido. ¿Por qué aquél hombre podía saber que salí en ese día concreto y cómo me sentía?

Conócela. Ese será el instante clave para conseguir tu objetivo de lograr que se enamore de ti...

El cuaderno se me cayó de las manos a causa del impacto que causaron sobre mí esas palabras. ¿Ese era el plan de Dareh? ¿Que me enamorase de él? Pues muy a mi pesar lo había conseguido.

Tomé el diario. Esta vez no me atrevía a seguir leyendo. Lo cerré y lo dejé sobre el pecho de Dareh. No me importaba si sabía que lo había leído. De hecho, pensaba hablar con él para saber por qué jugaba de esa manera conmigo. ¿Qué se habían creído él y su padre? ¿Que podían volverme loca?

Salí de la habitación con los ojos anegados de lágrimas y, sin querer, choqué con Styan, que volvía a la habitación.

—¡Ada! ¿Estás bien?— tomó mi cara entre sus manos para forzarme a mirarlo a los ojos.

—No... no estoy bien...

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