Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 17



La recepcionista del hospital se acercó a mí con una humeante taza. La miré sorprendida, primero a la taza y luego a ella.

—Es chocolate caliente. Te vendrá bien— sonrió.

—Gracias.

—¿Queréis pasar aquí la noche? No parece que tengáis otro lugar donde ir.

—¿Por qué eres tan amable con nosotros? No nos conoces— dije extrañada.

—No, cielo, tienes razón, pero sé que sois buenas personas. Lo he visto en vuestros ojos.

Aquella no me parecía una respuesta lógica y la mujer pareció percibir la confusión en mi mirada.

—Este es un hospital donde no negamos atención a nadie. No importa de dónde se venga, ni el mal que se padezca, siempre atenderemos al desvalido. Eso nos ha llevado a que el mundo nos de la espalda, incluido el gobierno que nos mantenía antes de la guerra. Dicen que somos unos sucios traidores por cuidar de la escoria extraterrestre, pero yo, sinceramente, no veo la maldad en estas personas— señaló a una madre Naewat que abrazaba a su pequeño, mientras esperaban noticias de algún ser querido que estaba allí.

—¿De dónde viene este odio irracional hacia ellos?— pregunté.

—Oh, no. El odio es muy racional. Es puramente racional. Ellos saben muy bien por qué hacen lo que hacen— la mujer miró a izquierda y derecha, esperando no ser escuchada por nadie más, y continuó hablando en un susurro—. Es pura envidia. ¿Has visto alguna vez a un ser humano que pueda competir en belleza, inteligencia, bondad, fuerza o agilidad con un Naewat? No podemos soñar con llegarles a la suela de los zapatos, y eso, en un mundo como el nuestro, es inaceptable.

Miré a Dareh que había cerrado los ojos, como si estuviera durmiendo.

—Pero este Naewat que te acompaña es diferente...— observó la mujer extrañada—. Parece... medio humano. ¿Cómo es posible?

—Es híbrido— contesté.

—Es...— la mujer carraspeó nerviosa— bueno, jovencita, si yo tuviera treinta y cinco años menos, te aseguro que este ejemplar no se me escapaba— me guiñó un ojo.

Enrojecí avergonzada por el comentario, a sabiendas de que Dareh lo habría escuchado. Lo miré, y aunque sus ojos seguían cerrados, se había dibujado una sonrisa casi imperceptible en sus labios.

—Gracias por el aviso, señora— dije mientras la veía volver a su escritorio. Ojalá fuera tan fácil, pero Dareh no era fácil en sí. Él no se podía enamorar, y se me escaparía aunque yo no quisiera.

Tristan regresó con el pequeño, que comía un... ¿Cómo se llamaba? Ah, sí, bocadillo. Se sentó a mi lado y subió al pequeño en sus piernas, que mordía el trozo de pan con ansia. Me arrepentí de no haber pedido uno.

—Estoy preocupada por June.— Tristan me miró esperando a que siguiera hablando.— Hoy tuve un sueño en el que una bestia gigante y peluda devoraba a June y luego venía hacia mí para atacarme. No es la primera vez que sueño con eso... y lo peor es que June también ha visto a esa bestia en sueños. No sé si pensar que se trata de algo literal o no.

—No sé qué decirte. Se trata de un prototipo. No tengo ni idea de los efectos que tendrá sobre ella, aunque de momento no son muy positivos.

—¿No hay nada que podamos hacer por ella?— pregunté al borde de las lágrimas.

—No. Es irreversible— dijo negando con la cabeza—. Pero, Ada... la vida de June y la de los Naewat no es la única que está en peligro— dijo muy serio con la vista clavada en el suelo.

—Explícate.

—Oye, peque— dijo a su hermano—, ¿por qué no te sientas con Dareh en esta silla y me esperas? Vuelvo en seguida.

—Jo, siempre me pierdo la parte más interesante de las conversaciones...— Tristan besó a su hermano en la frente y éste obedeció y se sentó en una silla junto a Dareh, mirándolo con curiosidad.

—Ven, Ada. Quiero hablarte de algo. Salgamos fuera.

—Pero está diluviando... ¿Qué tienes que decir que no puedas decir aquí mismo?— a través de su mirada severa entendí que lo que me iba a decir no podía hacerlo allí, rodeado de toda aquella gente, así que le seguí al viejo porche de aquel hospital.

La lluvia caía a raudales y se habían formado enormes charcos por causa de la mala filtración de las alcantarillas. A aquel ritmo, posiblemente la calle se inundaría en seguida.

—¿Qué ocurre, Tristan?

El aludido miraba al exterior con las manos metidas en los bolsillos. Buscaba las palabras con sumo cuidado para empezar a hablarme.

—Tengo la sospecha de que la bestia que habéis visto es en lo que se va a convertir June. Es una máquina de matar, aunque, por suerte, no en todo su esplendor. Sigue siendo un prototipo.— Tristan suspiró. —Cuando la bacteria haya tomado el control de todo el cuerpo de June, acabará con todo, Naewat y cualquier ser vivo a su paso.

—¿Tú sabías esto?— pregunté espantada. Él asintió lentamente totalmente abatido.

Apretó el puño con fuerza impotente por el curso que estaban siguiendo las cosas. Agachó la cabeza y acabó por sentarse en el sucio y mojado suelo.

—Supongo que eso significa que ya está consumado. Esto es lo que me enseñaron a mí en los libros de historia: el Engel destruiría a todos los seres vivos del planeta, convirtiéndose en el antagonista de lo que era antes de ser adulterado...— dije de memoria.


*          *          *


Las palabras de Tristan resonaron una y otra vez en mi cabeza mientras observaba a June, que seguía con la mirada perdida en ese punto imaginario de la pared. Esperaba que, al menos, recuperase la conciencia una vez más para contarle lo que le estaba pasando y animarla a luchar y no dejarse vencer por ese monstruo. O en otro caso, poder despedirme de ella para siempre. Ahora entendía por qué ella sabía que había perdido su oportunidad de ser feliz junto a Styan.

Maldije la manera en que las cosas estaban sucediendo. ¿Qué habría pasado si nos hubiéramos quedado en Omega? Posiblemente estaríamos todos muertos, pero al menos no habríamos sufrido. Me enfadé conmigo misma por mi debilidad. ¿Cómo podía preferir la muerte? ¿A qué punto había llegado? No había esperanza para June. No la volvería a ver sonreír, no volvería a llamarme la atención. Se acabó.

Había estado llorando toda la noche. No había sido capaz de conciliar el sueño. Estuve recordando mi conversación del día anterior con Tristan.

"¿Cuánto tiempo tardará en extenderse por todo su cuerpo?" le había preguntado.

"No hay cómo saberlo. La bacteria que ella tiene en su cuerpo es inestable, puede que eclosione mañana mismo."

"¿No hay ninguna cura?"

"Todavía no. No es más que un prototipo."

"Es injusto que le pase esto a June." dije empezando a perder la calma.

"Lo sé. Lo siento mucho. No quería que ningún humano saliese dañado por causa mía, aunque supongo que era inevitable. Sabían cuál era mi punto débil."

"Deja de culparte. No eres tú el que pretende hacer el mal, esto no es tu culpa..." dije sentándome a su lado en el suelo mojado.

"¡Pero soy su creador!" La respiración de Tristan se aceleró. Percibí que estaba a punto de romper a llorar, pero no lo hizo. Pasé mi brazo sobre sus hombros intentando darle el consuelo que, seguramente, yo misma necesitaba tanto como él. "Tenía que haber sido más listo... pero me dejé llevar por el pánico, sólo pensaba en salvar a mi hermano".

La lluvia había empezado a calmarse. Estaba atardeciendo, pero por causa de las densas nubes, parecía que ya era casi noche cerrada. Las farolas se iluminaron sobre nosotros con una tenue luz, que, gradualmente, fue cogiendo fuerza.

"Sea como sea, ya está hecho. La Tierra está condenada y sólo nos queda luchar por sobrevivir" Tristan se puso en pie y comenzó a caminar hacia dentro. "Entra, a esta hora es peligroso estar fuera".

Me acerqué a la ventana del cuarto de June. Había empezado a amanecer y los rayos del sol, que tantas ganas tenía de disfrutar, ya no significaban nada para mí. Toda mi ilusión por estar en la Tierra había desaparecido. Una lágrima silenciosa rodó por mi mejilla al pensar en mi amiga, sin embargo, en aquel momento, hice una promesa, a ella y a mí misma. Sobreviviríamos. Y recuperaríamos la Tierra para que todo esto mereciese la pena.

Salí con determinación del cuarto y me paré frente a los demás, que dormían en las incómodas sillas del hospital. Dareh me miró y se puso en pie.

—Ha llegado la hora— dijo. Yo asentí.

—Vamos a darles donde más les duela— dije apretando el puño.

—Ada— dijo Aarón, que se acercaba con una taza de chocolate caliente entre las manos—, ¿dónde vas?

—Oh, Aarón, no te preocupes— dije mientras le abrazaba—. Estarás bien. Tú sólo quédate con tu hermano y...

—Yo también voy con vosotros. Siento que esto es tan culpa mía como de esos desgraciados— dijo Tristan mientras se acercaba a nosotros.

—Iremos todos— dijo Styan también acercándose.

—Pero... ¿y Aarón? ¿Quién cuidará de él?

—Que venga con nosotros. Estará bien— dijo Dareh con seguridad.

—Puede ser peligroso...

—Yo sé cuidarme solito, Ada. Tú espera y verás— dijo el pequeño tratando de enseñar el músculo de su delgado brazo.

—Está bien. Pongámonos en marcha— dije con una nueva carga de seguridad en mí misma.

El imponente edificio de cristales me impresionaba cada vez que lo veía. Con aquella ropa de enfermeros, habíamos conseguido pasar desapercibidos.

—¿Qué es exactamente lo que vamos a hacer?— dijo Dana.

—Ni idea— contesté un poco abrumada por la grandeza del edificio. El pequeño Aarón se agarró con fuerza a mi mano.

—Ada, quiero que tú esperes aquí fuera con Aarón— empezó diciendo Dareh—. Styan, tú deberías quedarte con ellos, por si acaso.

—¿Yo? Pero...— empezó a protestar, pero extrañamente, se rindió en seguida—. Está bien.

Observé a los Naewat entrar en el edificio como si se los tragara, seguidos de Tristan. ¿Tendría Dareh alguna idea que no había compartido con nosotros?

El ruido de unos disparos no muy lejos de allí nos asustó y nos escondimos en el portal de un viejo edificio abandonado, desde donde no nos vería nadie. Me fijé en Aarón y estaba llorando.

—¿Qué te pasa, pequeño?— dije mientras le abrazaba—. Todo va a ir bien, no tenes que preocuparte.

—Es que tengo miedo. ¿Y si mi hermano no sale nunca más de allí? ¿Y si los hombres malos nos encuentran? No quiero que te hagan daño, Ada.

—Eso no va a ocurrir, enano. Yo estoy aquí para protegeros a los dos— dijo Styan muy seguro de sí mismo.

—¿Y qué piensas hacer, señor protector?— bromeé.

—Pues...

—Ya puedo imaginarte— empecé a dramatizar como si fuera Styan—. Tú, rodeado por innumerables filas de soldados, y dándoles una lección que nunca olvidarán... ¡Styan, el salvador de la humanidad!— imité la voz de las masas ovacionando al "héroe" por su valor. Aarón se rió. Al menos mi actuación le tranquilizaba.

—No tiene gracia, listilla— dijo mientras me empujaba con el codo suavemente. Al sentir su contacto recordé el beso que me dio en la entrada de la cueva. Todo se había vuelto raro entre nosotros desde entonces.

—Yo también puedo imaginar— empezó a decir—, en las portadas de la prensa, la trágica paliza que le dan a Dada, la chica que podía ver el futuro, pero no vio venir la golpiza que le iba a dar su amigo Styan por tontaina...— empezó a reírse, y contagió a Aarón, que no paraba de reír por nuestras payasadas.

—Eres un bobo.

—Y tú una lela.

Agradecí la naturalidad con la que nos hablábamos en aquel momento, sin esa tensión que se había formado. No quería perderlo como amigo. Era muy importante para mí, y aunque no podía corresponder los sentimientos románticos, seguía siendo uno de mis mejores amigos. Estaba a punto de perder a June, no quería perderlo a él también.

—¿Hablaste con June?— pregunté de repente. La sonrisa de Styan se borró y se puso tenso. Eso debía significar que sí.

—¿Hay alguna parte en concreto por la que estés interesada?

—No me respondas con una pregunta— dije fingiendo estar disgustada. Él sonrió.

—Si te refieres a que me dijo una serie de delirios provocados por el maldito veneno que tiene en el cuerpo... sí, habló conmigo.

—Ya...— contesté extrañada por su respuesta.

—Me confesó que estaba enamorada de mí.

—No era ningún secreto Styan. 

—Pues nunca dijo nada hasta ahora.

—No me puedo creer que no te hubieses dado cuenta. Siempre creí que eras consciente de ello.

—Ah... no es eso. No me gustó escucharla hablar como si ya no fuera a ponerse bien. Más que una declaración parecía una despedida.

—Lo sé. A mí tampoco me gustó oírla.

—Pero entre todas sus palabras, hubo algo que le prometí... y que cumpliré.

—¿Qué es?

—Que cuide de ti...— clavó sus ojos azules en los míos. Me miraba con algo que nunca antes había visto en sus ojos. Dolor.

—¡Yo te ayudaré a cuidar de Ada, Styan!— dijo de repente Aarón, cortando nuestro contacto visual. Ambos empezamos a reír al escuchar al inocente niño.

—Oye, pequeñajo...— dijo Styan.

—No soy un pequeñajo— protestó enfadado.

—Lo que tú digas —contestó despreocupado mientras le pasaba la mano por la cabeza sacudiéndole el pelo y despeinándolo.

El pequeño intentó quitar la mano de Styan de su cabeza y gruñó molesto.

—¿Sabes? Tú y yo tenemos algo en común— el pequeño relajó la expresión y empezó a prestar atención a Styan. —No conocemos a nuestros padres.

—¿En serio?— dijo el niño sorprendido. —Mi hermano me ha dicho que mi padre era el mejor padre del mundo y me quería mucho.

—Yo ni siquiera los recuerdo.

—Ah, ¿no?

—Cuando tenía más o menos tu edad, me encontraron. En mi mente no guardo ningún recuerdo de antes de ese día. Es un fastidio porque no sé si tuve a alguien que me quiso tanto como tu padre o tu hermano que ha arriesgado su vida por salvarte.

—Seguro que tenías a alguien. Todos tenemos papás y mamás, aunque no los veamos. Y mi hermano me dijo que todas las mamás quieren a sus bebés. No importa lo que pase o lo que hagamos. Como yo, que maté a mi mamá, pero sé que ella me quería— el niño dijo aquellas palabras con naturalidad, como si las tuviera asumidas y se me rompió el corazón.

—No, Aarón. Tú no mataste a nadie— me apresuré a aclararlo—. Tu madre decidió dar su vida para que tú vivieses porque te quería. Sabía que tú tendrías algo importante que dar al mundo y por eso decidió darte la oportunidad de demostrar tu valor. No fue tu culpa. Fue decisión de tu madre.

—Lo sé— dijo el pequeño encogiéndose de hombros—. Mi hermano me ha dicho eso muchas veces, pero siempre pienso en que si yo no hubiera nacido, mi hermano podría tener una familia con un papá y una mamá.

—Estoy segura de que tu hermano es muy feliz contigo y que no te cambiaría por nada— abracé al pequeño, que, agradecido, me devolvió el abrazo.

—Algo no marcha bien— dijo Styan poniéndose tenso.

—¿Qué quieres decir?

—Mira. Hay varios soldados entrando al edificio.

—Tal vez sea porque les están dando una paliza tan grande, que necesiten refuerzos.

—No sé, Ada. Confía en mí. Voy a ver qué pasa— dijo poniéndose en pie.

—No te vayas, Styan— dijo Aarón asustado, poniendo palabras a mis propios pensamientos—. Pueden hacerte daño. Son muy malos.

—No te preocupes, sé lo que hago, pequeñajo— le guiñó un ojo y se escabulló en dirección al edificio.

—No podemos quedarnos aquí, Ada ¿Y si nos necesitan?— el pequeño me miró suplicante con sus grandes ojos azules.

—Pero puede ser peligroso...

—No te preocupes, yo te protejo— no pude evitar sonreír. Debía ser cosa de la testosterona, pues él y Styan actuaban exactamente igual.

—Pero se supone que yo soy la que te cuida.

—Por favooooor...

Al final asentí. Era peligroso, pero en aquél momento, cualquier sitio era peligroso para nosotros. Caminamos con sigilo y cuando vi que ya no entraban más soldados al edificio comenzamos a andar. Styan estaba a punto de entrar cuando salieron Dareh y Dana corriendo a toda velocidad, seguidos de Tristan. Styan los guió hacia donde estábamos nosotros.

—¡¡Corre Ada!!— gritó Dareh. Tomó al pequeño Aarón, que tenía los ojos muy abiertos por el pánico.

—¿Qué pasa?— pregunté asustada.

—Por tu vida, ¡corre!— exclamó Tristan, que tomó mi brazo y tiró de mí para que acelerase.

Miré hacia atrás y una horda de bestias gigantescas y peludas exactas a la que había visto devorar a June en sueños salían corriendo del edificio.

—¿Qué demonios es eso?— pregunté espantada.

—Es en lo que quedan los humanos inyectados con el Engel adulterado— dijo Tristan que seguía tirando de mí.

—¡June! Tenemos que volver al hospital...

—¡No! Es demasiado peligroso. Seguramente tu amiga ya no sea más que un monstruo también.

De repente Dana cayó al suelo y Styan la tomó en brazos a toda prisa.

—¿Qué le pasa?— preguntó sin dejar de correr.

—Esas bestias tienen unas glándulas bajo la lengua que expulsan un veneno letal para los Naewat. Este veneno segrega unos gases que hacen que pierdan las fuerzas. Están sentenciados.

Aceleré la velocidad y Tristan me soltó. Corrí a su lado hasta que me aseguré de que no notarían mi falta. Cambié de dirección y me fui hacia el hospital. No estaba muy lejos de allí, y aunque mi sentido de la orientación era un poco mediocre, acabé por encontrar el camino sin dificultad.

Llegué al demacrado edificio y corrí hacia la recepción. En el escritorio había una chica diferente de la que nos recibió anteriormente, pero se puso en pie tan pronto como me vio entrar.

—¿Se encuentra bien, señorita?— preguntó preocupada.

—Vengo a ver a June, la chica que...

—Ah, sí. Nos está dando algunos problemas y ahora está sedada. Duerme en la habitación...

No esperé a que terminase de hablar. Corrí hacia la habitación donde sabía que estaba.

—¡Puede que no te guste lo que encuentres!— gritó la recepcionista, pero hice caso omiso.

Entré en la habitación jadeante, esperando encontrar a la June que miraba a un punto fijo, pero me dio un vuelco el corazón al verla. Estaba acostada en la cama. Su pelo estaba enmarañado, igual que en el sueño que tuve. Tenía la mirada apagada, clavada en algún punto del techo y parecía que no había percibido que yo estaba allí. Me fijé y sus manos y sus pies estaban atados con fuertes cinturones y manchados de sangre. ¿Era suya?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro