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Capítulo 12

Nos fuimos a dormir. Faltaba poco para amanecer, pero estábamos muy cansados. Había sido una noche muy larga. Me recosté en el sofá, y en el suelo, a mis pies, dormía Dareh. Lo miré absorta, pero aunque mis ojos estaban posados sobre él, mi mente estaba muy lejos. Sólo podía pensar en el momento en que June estaba siendo secuestrada. Tal vez podría haber intentado detener al secuestrador y rescatarla. Quizá podría haber luchado, reclamado o algo, pero me quedé paralizada. No dije nada. Lo observaba todo como si hubiera sido uno de mis sueños, en el que miraba sin poder hacer nada por evitarlo. No fui capaz de mover un músculo por mi amiga, en cambio, Tristan daría su vida por salvar a su hermano. Yo no tenía hermanos, al menos que yo supiera, y no sabía si esos lazos eran más fuertes que los de la amistad, pero June era para mí como una hermana. Una hermana a la que había fallado. No podía abandonarla ahora. Tenía que luchar. Por ella, por Styan, por Dareh, por todo el mundo. No sabía cómo, pero si era necesario, lucharía contra el destino para poder impedir la terrible fatalidad que esperaba a mi amiga.

—¿No duermes?— preguntó Dareh en voz baja, para no despertar a los demás.

—No puedo dormir. Estoy preocupada por June. Ojalá hubiese tenido valor para detener a ese hombre cuando pasó a mi lado.

—¿Y qué hubieras intentado hacer? Ese hombre era tres veces más grande que tú. Seguramente estarías muerta, o también te habrían llevado.

—Al menos no me sentiría como una cobarde.

—No eres una cobarde. Si no estuvieses aquí ahora, no podrías hacer nada por ella, y se la habrían llevado igualmente. Gracias a que fuiste prudente, y esperaste el momento adecuado, ahora tienes la oportunidad de rescatarla.

La imagen de la bestia de nuevo se materializó en mi mente y me llenó de preocupación.

—¿Y si llegamos tarde? ¿Y si...?

—Eso deberías saberlo tú. Eres la que puede ver el futuro.

—Ya... estoy harta de mi don. ¿De qué me sirve saber el futuro si no puedo hacer nada por cambiarlo?

—Esa es una buena pregunta— Dareh sonrió y me acarició el pelo. Sentí que todas mis terminaciones nerviosas se activaban a la vez, produciéndome un agradable escalofrío.

—¿Quieres venir a pasear conmigo y hablamos sobre ello?— me tendió la mano.

—¿No es peligroso salir?

—¿Quién dice que vamos a salir fuera?— Al final consiguió arrancarme una sonrisa. Uno de sus viajes era justo lo que necesitaba para olvidarme de todo un rato. Del secuestro de June, de nuestra impotencia por ser testigos de la mayor catástrofe a nivel mundial y no poder hacer nada más que mirar...

Cogí su mano y cerré los ojos.

El familiar cosquilleo se hizo presente, y cuando abrí los ojos, nos encontrábamos frente a un bonito lago rodeado por verdes árboles. El sol brillaba en lo alto, y los pájaros volaban de aquí para allá cantando sus alegres melodías. Era una estampa digna de una postal. Había patos que pescaban en el lago y una suave brisa nos refrescaba.

—Este lugar es precioso. ¿Dónde estamos?

—En el lago Windermere, al norte de Inglaterra, por el año mil ochocientos, antes de que este lugar se convierta en un remolino de turistas y visitantes— inspiró aire profundamente y lo echó—. Me gusta venir aquí a relajarme de vez en cuando.

Comenzamos a caminar en dirección al lago y sonreí. Me fascinaba Dareh. Toda la grandeza de los Naewat mezclada con la de los humanos. Era la combinación perfecta de ambas razas. ¿Cómo era posible? Él mismo me incitó a tener esos pensamientos la última vez que me llevó en un viaje inmaterial. ¿Cómo era posible? Si los Naewat vivían separados de los humanos, ¿Quién había podido concebir a este ser maravilloso? Entonces caí en la cuenta.

—Tú no vivías en la estación espacial, ¿verdad?

—Verdad.—Me miró alzando una ceja y sonrió.

—¿De dónde vienes, Dareh?

Bajó la mirada preocupado y no dijo nada, sólo se agachó junto al lago y metió una mano en el agua. Sacó una piedra blanca erosionada, completamente lisa y redonda. Yo me agaché a su lado y toqué el agua con mis manos. Fue una sensación increíble. El agua era clara, como un cristal, y estaba bastante fría. Si miraba un poco más hacia delante, podía ver pequeños pececillos nadando de un lado a otro.

—Nunca había conocido un híbrido. Los humanos están demasiado resentidos con los Naewat para plantearse una relación de ese tipo. ¿De dónde vienes, Dareh?— volví a insistir.

—Yo vengo de la Tierra.

Guardé silencio para escuchar lo que tenía que decir, pero parecía reacio a seguir hablando.

—Continúa.

—Quiero que me escuches con atención. Quisiera poder contarte todo lo que sé, pero hay cosas que no debes saber por encima de todo.

—De acuerdo— empecé a sentir mi corazón palpitar con fuerza. Estaba a punto de conocer algunos de los secretos de Dareh, sin embargo había cosas que yo no podía saber. No pude evitar preguntarme qué clase de cosas serían.

—Ada, yo vengo de una época más avanzada todavía que la tuya. Vengo de tu futuro. Unos veinte años más, aproximadamente, y vine a tu época para que la historia siguiera su curso, aunque para eso tenga que hacer cosas de las que no me siento orgulloso.

—¿A qué te refieres?

—Es complicado, no sé si lo entenderías— se rió. Lanzó la piedra lo más lejos que pudo y la perdí de vista antes de que cayera al agua.

—¡Ponme a prueba! Te prometo que si no la entiendo, no insistiré más— Dareh se rió de nuevo, y al final se sentó en la orilla. Yo le imité.

—Es todo cosa de mi padre— Dareh sacó un viejo cuaderno de un bolsillo y me lo mostró—. Escribió un diario en el que habla de muchas de las cosas que deben ocurrir para que la vida siga su curso predeterminado.

—Eso es...

—¿Extraño? Sí, es una historia un poco peculiar.

—No, es fascinante. ¿Entonces tienes que manipular el pasado para que el futuro, como tú lo conoces, tenga lugar?

—Más que manipular, yo lo llamaría "aparecer y dejarlo ocurrir". Mi padre me confesó que él, de joven, estaba enamorado de otra persona y que gracias a mi aparición, cambió de opinión y se enamoró de mi madre... 

—¿Quieres decir que has conocido a tus padres de jóvenes? Vaya, me habría gustado conocer a los míos.

—Quién sabe, tal vez, un día te lleve a conocerlos y ver su historia en primera persona.

—Sí, un día... sería divertido— me reí.

—Lo que quiero decir es que...— Agarró otra piedra y la lanzó hacia el agua. De nuevo la perdí de vista— sin mi presencia aquí, yo no existiría.

—Vaya, eso son palabras muy fuertes.

—Sí, eso pensé yo— se quedó pensando unos instantes, midiendo bien sus palabras antes de hablar.

—¿Y qué pasó con la otra persona? ¿Por qué tu padre se olvidó de ella tan fácilmente después de conocerte? ¿Acaso la chica se enamoró de ti? Seguro que la sedujiste con esos ojos que pones cuando te concentras— bromeé poniendo ojitos románticos, pero la mirada de pánico de Dareh me dijo que mi broma no había sido demasiado adecuada.

—¿Qué? ¿Qué dices?— preguntó nervioso—. No... yo no debo enamorar a nadie, y mucho menos enamorarme. Cuando todo termine tengo que volver a mi época.

—¿Volver? Pero...

—Yo no pertenezco a tu época, Ada.

—Pero podrías pertenecer, como lo has hecho hasta ahora.

—¿Un híbrido? ¿En tu época? Es una locura.

—¿Y qué pasaría si, simplemente no vuelves a tu época?

Su mirada se ensombreció con tristeza.

—Mi padre me advirtió que debía volver. No importaba lo apegado que me sintiera a tu época, que ese no era mi lugar.

Me sentí triste por sus palabras, pero tal vez tenía razón. Yo no podía ofrecerle lo que él merecía. No podía habitar entre simples humanos.

—Entiendo— contesté resignada.

—Yo te conozco en el futuro, ¿sabes?

—¿En serio?— contesté levantando la cabeza como un resorte. Me pareció bastante curioso.— ¿Por eso me preguntaste por el destino?

Él se rió a la vez que negaba con la cabeza.

—No. Vine a encontrarte.

—¿A mí? ¿Y qué tengo yo que ver con que el futuro ocurra como debe ocurrir?

—Mucho más de lo que crees...

Nos quedamos en silencio. A pesar de que estaba compartiendo conmigo toda aquella información, parecía reacio a hablar sobre algunos temas en concreto.

—¿Y cómo soy en el futuro?— sentí curiosidad.

—No deberías saber demasiado sobre el futuro. Sólo puedo decirte que no cambiarás mucho— se limitó a decir.

—Ah...— contesté desilusionada por la falta de información.

—Será mejor que deje de hablar. Si mi padre supiera que me estoy yendo de la lengua, me la cortaría— trató de sonreír, pero su sonrisa fue tan débil, que acabó torciéndose en una mueca de dolor.

—¿Por qué?

—Me lo hizo prometer. Dijo que si hablaba más de la cuenta, sólo me traería problemas, y en eso coincido con él.

—Dime algo más. Tu padre es de mi época ¿Lo conozco?— el aludido me miró sorprendido, tras lo cual negó con la cabeza. Sabía que mentía y que estaba deseoso de contármelo todo, pero no lo hacía. Era fiel a la promesa que hizo a su padre de guardar silencio.

—Todo a su debido tiempo, Ada.

—¡Espera! Tengo otra pregunta más.

—Adelante, una más que menos no hará daño— sonrió—. Si puedo, te responderé.

—Dana está enamorada de ti, ¿verdad? Por eso está tan enfadada con el mundo.

—Perspicaz, como siempre— se rió. —Cuando llegué a vuestra época, fui directo a la zona delimitada para los Naewat hasta que se determinara el ADN humano que había en mí. Allí conocí a Dana, que fue una de las pocas que aceptó mi parte humana sin prejuicios.

—¿Por qué te acompañaba cuando estabas en el despacho de Esaú?— No quería admitirlo, pero estaba celosa. Dana siempre había estado pegada a él y siempre la trataba bien. Tenían su perfección en común... ella era perfecta para él.

—No podía dejarla morir. Ella es muy importante para mí.

—Entiendo.

Estaba enamorado de ella. Esa era la explicación. Me sentí tonta por haber imaginado, siquiera, que podría aspirar a él. Era lógico que él se fijase en alguien como Dana.

—Tenemos que volver— dijo.

Asentí.

Cerré los ojos y cuando los volví a abrir estaba en el pequeño salón de Tristan, acostada en el incómodo sofá y agarrada de la mano de Dareh, quien dormía apaciblemente en el suelo, como si de un confortable colchón se tratara.

La desilusión había destruido cualquier empeño que pudiera haber tenido. Miraba el techo mientras un extraño ardor en mi pecho me escocía por dentro como si una horrible bola de fuego estuviera destruyendo todo a su paso. ¿Por qué tenía esos sentimientos tan horribles? ¿Por qué no podía seguir viviendo como hasta ahora sin Dareh? Él llevaba poco tiempo en mi vida, sin embargo había calado hondo. Demasiado hondo. Ahora ¿cómo podía hacer para despojar todos esos horribles sentimientos de decepción y dolor?

A ese sufrimiento se le sumaba la preocupación por la pérdida de June. No sabía si sería capaz de salvarla, de hecho, todo apuntaba a que no lo conseguiría y eso también me causaba dolor. No estaba acostumbrada a sentir tan intensamente las emociones y estaba bastante abrumada.

Pero dentro de mi ser existía la esperanza, sin la cual no sería capaz de seguir respirando. Esperaba lograr encontrar a June. Que no fuera demasiado tarde para ella, y además, en el fondo no quería que el dolor por el rechazo de Dareh se marchara, pues era una muestra de que, a pesar de todo, él existía, y eso me hacía sentir feliz. Él estaba acostado a mi lado. Él sujetaba mi mano. Él, quien había acaparado casi todos los pensamientos de mi mente, se preocupaba por mí, aunque sólo fuera porque, de algún modo, existía una conexión entre nuestros talentos que expandía nuestro poder más allá de sus límites. Y eso sería suficiente para mí.

Un ruido llamó mi atención y cuidadosamente solté la mano de Dareh para no despertarlo. Me incorporé y vi a Styan que se preparaba algo para desayunar en la pequeña cocina de Tristan, lo cual me sorprendió. ¿Cuándo había aprendido a desenvolverse en una cocina?

—Buenos días— dije mientras me acercaba a él estirándome. Me dolía la espalda terriblemente.

—Buenos días— su voz sonó ronca. —¿Quieres tostadas?

—¿Va todo bien?

Él me miró alzando una ceja sorprendido.

—¿En serio me vas a hacer esa pregunta?— empezó a untar algo viscoso encima de un trozo de pan recalentado con cierta agresividad— De todas las preguntas que podrías hacerme, ¿esa es tu elección, si todo va bien?

—¿Qué te ocurre?

—Te voy a ser sincero, Ada. Estoy harto de esta situación. ¡Te entregué mi corazón!

—Ah, Styan, eso lo has hecho con todas las chicas de la academia...

—¡No! Tú eres diferente.

—De acuerdo. Eso también se lo habrás dicho a Loreen, Estel, Fabianne, Lilian, Sorah, Tina, Ever... ¿Sigo?

—Te equivocas. Todas ellas son intentos de llamar tu atención sin ningún éxito.— se pasó la mano por el pelo y bufó nervioso— Odio ver al gato agarrando tu mano cada vez que me doy la vuelta. ¿Por qué hacéis eso?

—No nos malinterpretes, Styan. En realidad no tiene nada que ver con los sentimientos.

—¿Y por qué te sonrojas cada vez que te mira?

—¿En serio, lo hago?— volví a sonrojarme.

—¿Lo ves? Si fuera un poco inteligente, intentaría ignorarte, pero no puedo. No sé por qué.

Frustrado, mordió el pan tostado y me extendió otro pedazo igual. Lo mordí y lo cierto era que tenía un sabor bastante agradable.

—Hmmm, está bueno. No te desenvuelves mal en la cocina.

Styan sonrió mientras sacudía la cabeza a ambos lados.

—Ojalá June estuviera aquí. Ella siempre me reprendía cuando te molestaba.

—Yo también la extraño. Pero no pierdas la esperanza. Vamos a salvarla cueste lo que cueste.

—¿De verdad lo crees? ¿Has soñado que lo hacíamos?

El recuerdo de la visión horrorosa que había tenido de June siendo devorada por la bestia volvió a mi mente y me espanté. Styan debió haber percibido mi expresión de pánico como respuesta porque siguió mordiendo el pan sin esperar a que hablase.

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