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Hace mil años: parte 1


  Caminaba por la calle en dirección a mi puesto de trabajo, como de costumbre, cuando algo llamó mi atención en el firmamento. Un fuerte destello, compitiendo en luminosidad con el propio sol, me cegó momentáneamente. Me cubrí los ojos e, inmediatamente, como si nada hubiese ocurrido, el fulgor desapareció.

—¿Qué demonios ha sido eso?— me pregunté exaltada.

No tenía muy claro de qué se podía tratar, aunque tenía varias hipótesis, sin embargo sabía con certeza que no era bueno. Miré alrededor y todos posaban sus ojos en lo alto, esperando una respuesta a esa misma pregunta.

Instintivamente miré mi reloj y me alarmé al ver que era demasiado tarde y que no podía perder ni un segundo de mi tiempo. Corrí por la concurrida calle llena de transeúntes sorprendidos y me adentré en un altísimo edificio acristalado.

—Buenos días, Cassie— dijo el recepcionista del edificio en el que trabajaba.

—Buenos días, Besnik. ¿No has visto eso?— pregunté con curiosidad.

— ¿El qué?— el joven sentado detrás de la mesa me observaba confuso.

Volví a mirar mi reloj. No había tiempo para explicaciones y abriendo los ojos espantada me despidí del joven que, a lo lejos, me recordaba que a mediodía habíamos quedado para tomar algo. Hice caso omiso. Aquel era un día muy importante en mi carrera y no podía pensar en otra cosa que no fuese la presentación del proyecto. Había estado trabajando durante años en la identificación de las ondas artificiales recibidas del exterior y estaba segura de poder demostrar que habían sido enviadas por seres inteligentes. Si todo iba bien y conseguía convencer al consejo de que merecía la pena investigarlo más a fondo, me darían el presupuesto necesario para financiar la investigación.

Me paré frente a una puerta acristalada, vi a los del consejo conversando entre ellos animadamente y tomé aire antes de empujar la puerta para entrar.

— Bienvenida, Cassiopea— dijo uno de los doce que componía el consejo de ejecutivos propietarios de la empresa.

— Gracias, padre— respondí haciendo una leve reverencia. Ser hija de uno de los hombres más ricos del planeta no era fácil, como tampoco lo era trabajar para él.

— Hemos escuchado que tienes una interesante teoría que presentar— agregó Liula, una mujer sentada junto a mi padre.

— Así es. —Traté de mostrarme segura. Había practicado esa presentación mil veces.

—Bien, estamos ansiosos de escucharte. —La mirada de Liula parecía severa.

Miré a mi padre preocupada y por alguna razón había algo que no me gustaba. Él no sonreía. Sin embargo no podía echarme atrás. Había llegado muy lejos para conseguir esa audiencia y ellos iban a escuchar lo que tenía que decir.

—Como saben, hace varias décadas que recibimos unas ondas artificiales que, hasta ahora, se habían resistido a ser identificadas. Os voy a revelar el mayor misterio que ha conocido nuestro planeta... — comencé a hablar muy segura de mí misma. Nada podía salir mal. Tenía todo estudiado al milímetro.

—¿Estás diciendo que has descifrado estas ondas?— preguntó Santrex, otro de los hombres, miembro del consejo.

—Si me permiten...— Saqué una carpeta y, mientras me aproximaba a las diferentes mesas, extendí una lámina multifuncional a cada uno de los consejeros. —Se trata de un tipo de radiación electromagnética con longitudes de onda en el espectro electromagnético más largas que la luz infrarroja. A través de la inducción electromagnética y ampliándolas, las envié a un electroimán, convirtiendo estas ondas en sonido y, ¿adivináis?

Observé las caras intrigadas del consejo y antes de seguir hablando miré a mi padre de soslayo, quien tenía una sonrisa de orgullo. Él fue quien me había aconsejado presentar aquel proyecto y, sin duda, había sido la mejor idea que podía haber tenido.

Tomé un reproductor y al conectarlo, comenzó a emanar música. Sin embargo era una música completamente desconocida, en un idioma extraño.

— ¿Música? — preguntó Liula.

— No es sólo música. Son miles y miles de reproducciones y grabaciones de todo tipo: canciones, conversaciones, monólogos... incluso algunas en las que los gritos de júbilo son indescriptibles. Sin duda deben tratarse de algún tipo de retransmisión deportiva...

— ¿Habéis descifrado su mensaje?— preguntó Santrex intrigado.

— Trabajamos en ello sin descanso. Disponemos de algunos buenos lingüistas especializados en lenguas antiguas, sin embargo, hasta ahora, nos ha sido imposible. No es un idioma que hayamos conocido antes.

— ¿Qué estás sugiriendo Cassiopea?— La mirada inquisitiva de Liula me hizo titubear unos instantes, antes de tomar aire y comenzar a hablar.

— Sé que nos han dicho que es imposible, pero esta es la prueba de que hay seres inteligentes ahí afuera intentando comunicarse con nosotros— señalé el receptor de ondas con énfasis.

El silencio no me gustó. Las miradas entre ellos y los comentarios en voz baja me ponían nerviosa. ¿Cómo podían dudar después de semejante prueba?

— ¿Y cómo podemos saber que son verdaderas y que no las has manipulado tú misma?

— ¿Qué? ¿Cómo voy a...?

—No sería descabellado. Tienes una semana para demostrarlo.

— ¿Una semana?— miré a mi padre desesperada, pero él desvió la mirada.

— Es todo lo que podemos darte, Cassiopea. Que seas hija de Veron no puede darte ventaja sobre otros que ya han intentado esto antes que tú.

— Pero...

— Lo siento hija— mi padre trató de sonreír para calmarme, sin embargo, la frustración hizo que esa sonrisa me enfureciese.

— Sabía que no podía contar contigo— murmuré entre dientes a la vez que me giraba para salir de la estancia. Cerré la puerta con todas mis fuerzas y corrí en dirección a la salida. No me fijaba por dónde iba y, sin querer, choqué de bruces con Besnik, que me sostuvo de los hombros preocupado.

— Cassie, ¿estás bien?— inquirió examinánome con precaución. Nunca me había permitido a mí misma llorar delante de nadie, pero la impotencia me había llevado a ese extremo.

— Sí. No es nada... — me sequé una lágrima con rabia mientras intentaba restar importancia, pero Besnik suspiró preocupado y me abrazó.

— Ánimo. Todo irá bien.

— ¡No! No creen que las reproducciones sean auténticas y quieren que demuestre su autenticidad en una semana. ¿Cómo puedo hacerlo?

—Ya se nos ocurrirá algo.

—No es necesario que te involucres, Besnik. Esto no tiene solución.

—De momento, salgamos de aquí. Si quieres te invito a tomar algo —ofreció tratando de calmarme, pero ¿Cómo iba a lograr calmarme? En ese momento quería patear el trasero de esa déspota de Liula. Sabía que tenía a todo el consejo bajo su control, pero, al igual que mi presentación, era algo que no podía demostrar.

—Gracias. — Miré por una ventana que había cerca y tomé aire. Necesitaba aclarar mis ideas. Empezar de cero mis razonamientos y encontrar una solución. ¿Cómo? No lo sabía, pero tenía que encontrar la solución. No aceptaría un no por respuesta.

***

Fui hacia el lugar donde siempre me gustaba ir a meditar. Un parque solitario lleno de vegetación que me recordaba el perfecto y delicado equilibrio necesario para el desarrollo de la vida. No era justo. ¿Por qué se negaban a creer lo evidente? ¿Acaso había otros intereses que pretendían esconder? No era lógico, ¿Qué interés podría tener yo para falsificar las transmisiones?

Un brillo en el cielo llamó mi atención. ¿Otra vez? Sin embargo esta vez se trataba de algo diferente. Una roca caída del cielo bajó envuelta en fuego a través de la atmósfera y cayó con un gran estruendo cerca de donde yo estaba. Corrí lo más rápida posible para resguardarme de la onda expansiva que tardó poco tiempo en llegar. En cuanto fue seguro, miré a mi alrededor. Tenía que darme prisa si quería ser la primera en descubrir de qué se trataba.

Seguí la dirección del impacto a toda velocidad. Había tenido suerte de estar cerca. Al abrirme paso entre la frondosa vegetación encontré un enorme cráter de varias decenas de metros de diámetro y en el fondo de éste un artefacto que echaba humo. Parecía artificial, sin duda. ¿Un satélite? Me aproximé a investigar un poco y con dificultad llegué al fondo del cráter. Tenía que darme prisa.

Observé unos símbolos extraños en el artefacto. Parecía algún tipo de escritura desconocida. ¿Tendría que ver con las extrañas reproducciones? Me dio un vuelco el corazón. Tal vez esta era la solución a mis problemas.

Estaba demasiado caliente para tocarlo, sin embargo empezó a soltar vapor. ¡Se estaba abriendo! Me escondí en el lado contrario de donde había comenzado a abrirse una compuerta. Esperé un tiempo prudente y al ver que nada más ocurría, me asomé. Había dos seres en su interior sentados en un asiento extraño con un cinturón fuertemente atado a sus hombros y cintura. Tenían puesto un casco con un cristal que les ocultaba el rostro y únicamente podía ver mi reflejo, así que no pude averiguar detalles sobre su morfología. Parecían similares a nosotros, a pesar de todo, con cabeza, brazos y piernas que salían de un tronco. Mi intuición me decía que ellos eran mi salvación. Me apresuré a introducirme en lo que deduje debía ser una nave y retiré los cinturones de sus cuerpos. No tenían consciencia. Esperaba que no hubiesen muerto en el impacto. Intenté retirar la escafandra de uno de ellos y al hacerlo, el extraño ser agarró mi mano violentamente.

— ¡Lo siento!— exclamé alarmada. Comenzó a decir una serie de cosas en un idioma extraño para mí, pero no me era del todo desconocido. Ya lo había escuchado antes.

Se puso en pie y, aunque un poco aturdido, fue a cerciorarse de que su compañero se encontraba bien. Al tomar el brazo de éste, se iluminó una pantalla y comenzó a pulsar unos botones. Respiró aliviado cuando supuse que averiguó que se encontraba bien.

Trató de tomar en brazos al compañero, pero estaba demasiado débil y no lo consiguió. Traté de ayudarle, pero dijo algo en su idioma y me lo impidió.

—Tenemos que apresurarnos. Hay que salir de aquí— dije asomándome por el hueco de salida.

Estaba claro que no podía entenderme porque seguía tecleando tranquilamente en el brazo de su compañero. No debía de faltar mucho tiempo para que aquel lugar se convirtiese en un laboratorio de investigación o algo peor, en el caso de que quisieran ocultar la existencia de vida inteligente fuera de nuestro planeta.

—Vamos, no podéis quedaros a esperar— le apresuré. El ser me miró y comenzó a fijarse un poco más en mí. Lo único que yo podía ver era mi propia imagen reflejada en el cristal de su escafandra. Me preguntaba qué podía encontrar detrás de aquel cristal.

Como si hubiese escuchado mis pensamientos, retiró una primera capa protectora de la escafandra, y aunque seguía estando protegido por un cristal, esta vez el cristal era transparente y pude ver sus rasgos faciales. Me asombró la similitud que tenía con nosotros, hasta el punto de decepcionarme un poco. ¿Cómo iba a demostrar que provenían de fuera de nuestro planeta?

Siguió hablándome, pero no entendía nada. Parecía un varón, por la voz grave y el cabello facial. Le hice señas para que entendiera que era importante salir de allí y, por fin, pareció entenderme. Trató de mover a su compañero, pero el traje era demasiado pesado. Hice el amago de ayudarle cuando unos ruidos en el exterior llamaron nuestra atención. No podíamos perder ni un segundo más. Teníamos que salir de allí.

— Vámonos. Después intentaremos encontrarle. — Le tomé del brazo y él me miró unos instantes. Vi la súplica en sus ojos, pero negué con la cabeza.

Salimos del lugar y con dificultad logramos salir del enorme cráter. Escondidos detrás de los árboles, observamos cómo un grupo de personas, al parecer soldados, sacaban con mucha dificultad a su compañero de la nave. Él murmuró algo en su idioma.

Tenía que llevármelo de allí, pero ¿cómo podía hacerlo? Aquella ropa era demasiado llamativa y no pasaría desapercibido.

— Tienes que quitarte esa ropa— le apremié acompañado del idioma gestual, al parecer universal. Me observó inseguro y tras comprobar algo en el pequeño dispositivo que tenía en su brazo, al final cedió y comenzó a quitarse la escafandra.

Respiró profundamente y sonrió sorprendido. El aire era respirable para él también. Sus rasgos eran muy similares a los nuestros, pero había algo en él que lo hacía exóticamente interesante; diferente.

Se quitó el resto del traje y vi que usaba un uniforme anatómico y azul oscuro, con bastantes bolsillos y un pequeño teclado con una pantalla en el antebrazo. Interesante uniforme.

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