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Boda y una revelación.


Saga tuvo que aceptar que Milo ya no sentía nada a su persona, los últimos meses experimentó sentimientos verdaderos hacia el joven de ojos celestes. Si no hubiese cometido esa tontería, de seguro sería él quién se casaba con Milo.

Casa de los Tavalas.

—¡ muévete! Camus odia la impuntualidad—apuraba Kaileena a su vástago.

A la velocidad del rayo Milo se vestía mientras su padre lo ayudaba con el lazo de su traje, eran los únicos que faltaban ya que Camus se encontraba junto con Dégel quién fue elegido como padrino de bodas en un local alquilado para la ocasión ubicado en una zona exclusiva de Atenas.

—¿ el auto está afuera?—preguntó Milo poniéndose una pequeña rosa en el bolsillo de su esmokin.

—si hijo.

Cuando terminó, los tres se dirigieron al auto cuyo chofer le abrió la puerta a la madre de Milo mientras los otros dos se acomodaban atrás. Emprendió la marcha hacia el lugar donder se casaría.

Mientras tanto con Camus y Dégel.

El lugar estaba bellamente decorado, con tonos blancos y azules, los invitados pululaban por aquí y por allá, entre esos Saga, Kanon y Sorrento a los que Milo invitó y Camus no objetó. Saga se acercó a Camus a saludarlo, cosa que sorprendió de sobremanera al futuro esposo de Milo.

—¡ felicidades!—dijo extendiendo su diestra.

—¡gracias!—devolvió el gesto.

Se fue por donde vino, repuesto de la sorpresa inicial Camus se dirigió a Dégel con el que no hablaba desde hace algunos días.

—papá está contento—señaló al sonriente y orgulloso hombre sentado en la primera banca.

—Albert es feliz si lo eres también.

—me gustaría que mamá estuviera aquí—comentó nostálgico.

—tu madre está aquí contigo, no fisicamente, pero lo está.

Se quedó sin palabras, después de cinco segundos emitió una corta sonrisa que traspasó el alma de su padre biológico. Este iba a replicar pero el alboroto de los invitados indicó que el otro novio había arribado.

—¿me veo bien?

—siempre—respondió.

Aguardó la llegada de Milo junto a su tío y el juez que estaba listo para casarlos,Milo estaba realmente hermoso con ese traje que resaltaba sus ojos turquesas.

" Es bello" pensó Camus.

Los invitados en silencio siguieron el paso de Milo que sonreía radiante, el trecho fue corto, se detuvo a lado de Camus al que se le notaba la alegría desbordante.

El juez tenía listo los documentos para firmar, los testigos o padrinos y los novios. La ceremonia inició con el juez nombrando la fecha, hora y el nombre del funcionario que celebraría la ceremonia.

—estamos aquí para celebrar el matrimonio de Camus Valls y de Milo Tavalas.

—nuestro bebé—murmuró Kaileena al borde de las lágrimas—ayer era un niño ahora se nos casa.

—ya Kaileena, calma—pidió Alejandro.

—Milo Alejandro Tavalas Niarchos, aceptas a Camus Jules Valls Grosvenor como tu legítimo esposo.

—acepto.

Ahora se dirigió a Camus.

—Camus Jules Valls Grosvenor, aceptas a Milo Alejandro Tavalas Niarchos como tu legítimo esposo.

—si, acepto.

Cada uno colocó la alianza en el dedo anular correspondiente, el anillo era símbolo de su unión.

Dégel tuvo que contenerse mucho para no largarse a llorar ahí mismo, más el fuerte amarre de Albert le dio fuerzas para continuar inexorable.

—entonces, los declaro legalmente casados.

Los aplausos retumbaron por todo el salón, Camus y Milo se dispusieron a firmar el acta de matrimonio, los padrinos plasmaron su rúbrica como constancia de que fueron testigos de la boda. Los nuevos esposos sellaron su compromiso con un beso tierno y casto.

—ahora sí....—un emocionado Alejandro atrajo la atención de los invitados—¡ disfruten de la fiesta!

La música comenzó a sonar a todo volumen, Aioria era el DJ quién se sacó su saco y corbata para ejercer su trabajo, Death coqueteaba con un chico de cabellera celeste conocido de Camus cuyo nombre era Afrodita, Aldebarán felicitaba a los recién casados y el resto de los amigos de los esposos repartidos por todas las mesas simplemente charlaban de cosas triviales. Saga desde un rincón bebía whisky, se sentía feliz pero a la vez melancólico.

Las horas pasaron, la fiesta estaba más que encendida y algunos de los invitados ya se hallaban pasados de copas como por ejemplo Dégel, pero el hombre sabía como disimular su estado, aparentemente.

—Albert.... tienes más whisky.

—¿finges sobriedad o es que el alcohol te inundó el cerebro?

—estoy bien...... sólo estoy contento....

—tan contento que ahora te bebes mi cerveza—señaló hacia la botella vacía—vas a tener una espantosa resaca mañana.

—me importa, nuestro hijo se casó con el amor de su vida.

—cierra la boca Dégel—le dio un codazo.

—¿ qué? si tú sabes que Camus es mi hijo, y-yo te lo di esa tarde lluviosa.

—D-Dégelllllll

—Camus es mío, lo tuve a mis 18 años y no me vengas a decir que lo has olvidado.

Albert desesperado trataba en vano callar a Dégel que continuaba soltando mil y una revelaciones, las cuales llegaron a oídos de Camus quién detuvo el baile ante un anodadado Milo que no comprendía las razones del repentino abandono de su esposo en la pista. Minutos después al ver que Camus, Albert y Dégel salir sin ser notados comprendió con pánico que el secreto de la paternidad de su esposo salió a flote.

En la entrada al salón.

—¿estás contento?—atacó Albert a Dégel.

—tú sabes por qué lo hice.

—nadie te mandó a hacerlo.

—no quería que me lo quitarán—dijo hastiado.

Camus los miraba con el ceño fruncido, odiaba que se refirieran a él en tercera persona estando presente, ahora entendía el excesivo cariño de Dégel para con él, las veces en que lo llevaba a su casa campestre por semanas, los obsequios y las noches en que sin que lo viera, lo veía llorar abrazado a un peluche de oso polar bebé.

—¡ CALLÉNSE!—se frotó las sienes—aclaren la barbaridad que acabo de oír.

Albert buscó apoyo en su hermano, más este tenía la mirada en el suelo, por primera y única vez Dégel no se sentía capaz de enfrentarse a la inquisidora mirada de su hijo. Quería hacer un hueco en la tierra y perderse ahí o que se lo trague, literalmente.

—encárame, dime por qué lo hiciste.

—si no lo hubiera hecho, no estarías aquí, estarías en un orfanato.

—pero si tuviste el valor de hacerme ¿ verdad?. No tuviste reparos en saciar tus....—una sonora bofetada lo calló.

Albert furioso aún sostenía su mano que como látigo se preparaba para dar otra más, no toleraba aquella falta de respeto hacia el hombre que si bien no estuvo a su lado en su niñez por motivos de fuerza mayor, no era razón para ofenderlo ni hablarle así.

—retráctate Camus.

—nada hará que lo perdone, sabes que no será igual de ahora en adelante que nunca podré llamarlo " papá"—la furia se transformó en un dolor latente—es mejor que te vayas....

—no quería perderte para siempre....

—lo hiciste y no hay nada que pueda retrocederlo, no sé quién fue la mujer que me trajo, tú solamante piensas en ti.... Yo te admiraba y ahora me dices que eres.... mi ¿ padre?

—Camus....

—padre es el que cría, tú sólo eres de palabra, aquí la sangre no importa y si yo lloré cuando te fuiste lejos de mi, fue por que no comprendía tus intenciones y era un bebé.

—lo siento....

—no lo sientas, no quiero saber más por que el sólo verte me lastima, te llamaré Dégel ni siquiera tío.

—necesito que me escuches....

—déjame, yo no soy ese hijo, ese niño murió para ti el día que me dejaste—su visión se nublaba a medida que el silencioso llanto los opacaba—yo volveré a la fiesta, ya es hora de que Milo y yo nos retiremos.

—Camus, vuelve aquí—exigió demandante Albert.

—¡ déjalo! tiene razón, yo tomé una decisión y la estoy pagando.

—haré lo posible para que te acepte—prometió acercándose y darle un abrazo—como dijiste es nuestro hijo.

—y lo has criado muy bien.

—entremos.

Luego de esa confesión, Camus quedó vulnerable así se podía definir a su estado, Dégel siempre fue su modelo a seguir incluso fue el primero en saber sobre su amor secreto profesado a Milo. Se detuvo en un gran pasillo pues no quería regresar por el momento a la fiesta con la cara mojada por las lágrimas y los ojos rojos, se dejó caer en una silla.

—amor.... Camus ¿ qué haces aquí?—un sorprendido Kanon quien buscaba a Sorrento se tropezó con este—Milo está esperandote para el brindis.

—estoy un poco mareado, ya sabes el alcohol—inventó aquello para que el hermano de Saga no sospechara—¿ buscas a tu novio?

—si, me dijo que iba a buscar al chef que preparó la comida, dice que es perfecto para cuando nos casemos—respondió balanceándose un poco.

—ah, ya regresa.

Al poco tiempo el joven regresó con una tarjeta de presentación del dichoso chef, Camus ya más aliviado los siguió.

El brindis fue emotivo, los padres de Milo casi ocasionan un llanto colectivo al mencionar lo que sentían sus corazones por separarse momentáneamente de su vástago entre otras cosas más. Luego de eso, los nuevos esposos se despidieron de sus familiares y amigos y partieron a su destino.

                                                                               **************************

—tenemos un mes para hacer lo que queramos—murmuró Milo luego de su noche de bodas—¿ qué quieres que hagamos?

—podemos ir a esos antros que te gusta visitar.

—¡ oye! son lugares de diversión donde bailas y bebes—espetó fingiendo indignación.

—yo diría de donde te sacan ebrio y sin un centavo—se sentó sobre sus caderas para robarle un beso—o me dirás que no, mi lindo esposo.

—amargado.

—pero me aceptaste como tu legítimo esposo.

—si, por que con tu amor me salvaste, creí que nunca más volvería a querer—enredó su índice en los lacios cabellos de Camus—y por eso te amo.

—nunca te fallaré.

—tengo certeza de eso—lo atrajo nuevamente a su boca para confirmarlo.

Tenían todo un mes para disfrutarlo, en tanto se dedicarían a conocerse más el uno con el otro, el uno era el bálsamo para el otro y juntos saldrían adelante.


 




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