
Capítulo 3
La pantera caminaba con su mochila hacia el terminal de autobuses. Pensaba en lo que se venia. Tal vez ver a su familia de nuevo, que se den cuenta que está por irse y ataquen el autobús, o que al llegar la reciban con un disparo o algo peor. Obviamente como todos pensaba en lo malo, pero tenia que acabar con esto. No dejaría que le hicieran más daño a las personas que ama. La familia de conejos fue muy amable por ayudarla, y si ella estaba allí podrían hacerles daño. Pero ¿hay alguna forma de acabar con esto? No lo sabia, pero quería averiguarlo. Samanta no se rendiría sin pelear antes, quería arreglar todo de una vez y hacer que todo volviera a la normalidad.
Subió al autobús que la llevaría a la ciudad. Se sentó y sacó su celular mirando los mensajes que tenia. Varias personas le habían mandado mensajes de despedida. Pero eso traería un problema, los que la buscan sabrían que va a la ciudad. Suspiro bajo y entra a sus redes sociales. Miraba las fotos que tenia, todas con una sonrisa junto a amigos que había hecho en el pueblo. La felina pasaba las fotos recordando cuando le habían enseñado a cosechar, manejar, e incluso a no perderse en las ferias y fiestas que hacían allí.
La primera foto que había subido era una selfi de ella sonriendo con la granja detrás de ella, vestida con una blusa rosa y con solo unos 18 años. Suspiró con nostalgia y algunas lágrimas se contenían en sus ojos. Cerro la aplicación pero el ver su fondo de pantalla colmo la última gota del vaso. Una lágrima caía sobre la pantalla del celular, justo donde estaba una de las gemelas sonriendo. El fondo de pantalla era una foto familiar, la primera que ella se tomo junto a la familia de conejos.
—¿Se encuentra bien, señorita? —preguntó una pequeña cierva en el asiento del algo de la felina
—¿Uh? —miró a la cierva y suspiró —. Aveces siento como si todo lo malo viniera hacia mí.
—Mi mamá dice que después de la tormenta viene el arcoiris —dijo amable y tierna, lo que hizo conmover a la pantera.
—Eso espero —murmura esta y miro la ventana viendo como arrancaba el autobús.
Había pasado una hora, y la pantera miraba por la ventana los campos de trigo y verduras que los pueblerinos sembraban. El gran cartel de "saliendo de Harvestown" se veían desde el lado contrario al que estaba Samanta. La cierva jugaba con una muñeca, peinándola. La pantera miraba como jugaba la pequeña ciervita. Su inocencia y ternura era muy linda. Sonrió recordando su pasado, donde solo se preocupaba por estudiar y pasarla bien.
El autobús se detuvo en medio de la carretera. El chofer se bajó de este, y la pantera empezaba a sospechar. Miró a la cierva que dormía en su hombro como si de un conocido se tratase. La separó un poco pero esta despertó lentamente y se tallaba los ojos con sus patitas.
—¿Qué sucede? — preguntó—. ¿Ya llegamos?
—Aún no pequeña —dijo y se levantó de su asiento.
Caminó hasta donde se suponía que estaba el conductor pero por la ventana vio como dos jaguares lo agarraban mientras una cebra lo golpeaba en el estómago. La felina salió del autobús y fue con la cebra dándole un fuerte golpe en la cara lanzándolo al suelo. Los jaguares soltaron al conductor, un cerdo, y fueron contra la pantera. La felina se puso en posición de pelea esperando al ataque de los jaguares.
—Tienen que irse ¡ahora! —ordenó Samanta y dio unos pasos atrás. El cerdo se subió al autobús—. Que empiece el baile —susurró mientras sonreía para demostrar dominio, aunque por dentro se encontraba algo asustada.
Una patada proveniente de su derecha, lanzada por uno de los jaguares fue detenida con ambas patas de la felina. Se agachó para esquivar el puñetazo del otro felino y le dio un codazo en su estomago soltando la pierna de su contrario. Se separo de ambos, el jaguar que era de ojos verdes trataba de recuperar la respiración por el golpe en su estomago. Mientras el otro, este de ojos rojos, solo volvía a su posición de pelea. La felina miraba a ambos tigres pero no dejaba de ver de reojo a la cebra que aun estaba en el suelo. Al parecer tenia más fuerza de la que creía, el cargar sacos de estiércol, empujar el tractor, y además de otros trabajos de granja, le habían ayudado a mejorar en todos aspectos, sin mencionar su hermosa figura.
El autobús arrancaba de nuevo, dejando a la felina junto a sus contrincantes. Ambos de la misma especie se lanzaron al mismo tiempo contra la pantera. Esta reaccionó a tiempo poniendo ambos brazos justo frente a su cara bloqueando ambos golpes, pero la fuerza hizo que diera unos pasos hacia atrás perdiendo un poco el equilibrio. El ojiverde aprovechó eso y le dio otro golpe, este desde su costado tirándola hacia el suelo.
La pantera se levanta lentamente y ve como la cebra sacaba una glock 43 de su bolsillo. Tenia rota la nariz, y se notaba demasiado molesto mirando a la felina. Esta al ver eso también saca su arma, apuntando a los 3 contrarios.
—Señorita Samanta —habló la cebra —. Veo que no sabe contra quienes se enfrenta.
—¿Cómo saben mi nombre? —preguntó esta
—Eso no debería importarle ahora —apuntó a la felina con su arma.
Ambos jaguares se alejaron y volvieron a la espalda de la cebra, la cual parecía ser su jefe.
Sola, contra tres enemigos, la felina no tuvo más remedio que bajar el arma. Se arrodillo y puso sus manos en la cabeza mirando a los contrarios, nunca bajo la cabeza.
Varias sirenas de policía se oían, venían hacia la ubicación de Samanta. La cebra gruñó bajo y miró a los lados revisando de donde provenían. La felina aprovechó ese pequeño lapso de tiempo para tomar de nuevo su arma y disparar contra el jaguar ojiverde, dándole en su brazo derecho. El felino ojirojo miro rápidamente la herida de su compañero para ponerse frente a él y protegerlo. Eran hermanos o muy buenos amigos, ya que él uno podía sacrificarse por el bien del otro. Con que eso no le importó a la pantera, que aprovechando la confusión de la cebra al ver a ambos felinos y se metió a los campos de trigo que habían por la zona.
Había corrido por unos minutos, tratando de escapar de sus enemigos, y lo logró. Se detuvo un momento y calmó su respiración. Al estar más tranquila cerró los ojos concentrándose en el ruido, tratando de escuchar pisadas o algo que le diera a entender que estaban cerca. Nada, no escuchó nada.
Al salir del campo de trigo, se encontró de nuevo con la carretera. Se sentó junto a esta y de su mochila sacó una botella de agua. Bebió un poco y la deja en un bolsillo externo de la mochila.
Pasó un cuarto de hora y las nubes cubrían el cielo. La felina caminaba tranquila dirigiéndose a la ciudad. Por la carretera pasaban muy pocos autos, casi todos camiones o autos grandes de carga. Justo en la nariz de la pantera caía una gota de lluvia, esta al notarla estiró su palma sintiendo como pocas y pequeñas gotas de agua caían en ella. La llovía se aproximaba, y probablemente seria fuerte. La pantera contrajo las orejas y buscó con la mirada donde podía esperar a que calmara la lluvia, pero nada. Ya sin esperanza y dispuesta a mojarse, siguió caminando. Unos segundos después el agua empezó a caer, como podía se tapaba con sus brazos la cara para que las gotas no le fastidiaban.
Mientras caminaba sintió el sonido de un motor, era ruidoso así que debía tratarse de un camión o algo parecido. Al voltear vio como se aproximaba un camión Furworth w900 de color rojo con una carga de un contenedor muy largo. La felina con sus últimas esperanzas alzó el pulgar e hizo la típica señal para pedir un aventón. El camión se detuvo junto al lado de ella y abrió la puerta.
Al subirse la pantera vio que el camión era conducido por una tigresa, ojos cafés oscuros de contextura gruesa y algo musculosa. Esta le pasó una toalla a la de pelaje negro y sonrió.
—Llevas un tiempo bajo la lluvia, ¿no? —le dijo.
—Si, pero ese no es mi único problema —respondió cabizbaja secándose la cara y patas con la toalla de la tigresa.
—¿Cómo te llamas? —preguntó la tigresa.
—Samanta, pero me dicen Sam.
—Soy Cloe, un placer.
—Igualmente, y gracias por recogerme.
—No podía dejarte ahí tirada en medio de la lluvia —ríe leve y sonríe.
El viaje siguió tranquilo para ambas chicas, contando algunas historias y chistes para alegrar el ambiente.
El clima había calmado un poco, y la tigresa se detuvo en un restaurante. Invitó a la pantera a comer, esta se había negado al principio pero la tigresa le insistió, así que no pudo hacerlo más. Ambas entraron al lugar y tomaron asientos junto a una ventana. Las pocas gotas de lluvia caían en la ventana mostrando que pronto calmaría por completo el clima.
La comida había llegado a la mesa, huevo revuelto, tocino, dos tostadas y café para cada una. La tigresa comía tranquila, mientras la pantera apenas tocaba su plato. Sus pensamientos sobre lo que le vendría encima no la dejaban tranquila, y menos con lo que pasó hace un rato. «Espero estén todos bien.» pensaba
—Pero miren a quien tenemos aquí —interrumpió una voz masculina los pensamientos de Sam —. Cloe, cuanto tiempo —al voltear para ver de donde venia la voz, vio a un tigre, ojos color amarillos, musculoso y mantenía una sonrisa pícara mientras hablaba.
—Vete, Oliver — respondió de manera fría la tigresa.
—¿Que no recuerdas esas noches cuando gritabas mi nombre? —preguntó con ironía—. Porque yo sí.
—Oliver... — hizo una pausa de un segundo —. Eres un hijo de puta —el tigre rió ante el comentario.
—Lo sé, pero tu eres más pu
—–Señor — interrumpió Samanta — , ¿podría retirarse? La situación me esta poniendo incómoda.
—¿Tú quien eres para interrumpir así nuestra conversación? —el tigre miro a la de pelaje negro con algo de molestia.
—Pues nadie —su voz era seria —. Pero no me quedare de brazos cruzados mirando como lastimas mentalmente a una amiga —le dijo levantándose de su asiento y mirando al tigre a los ojos.
La situación se había puesto tensa, todos los comensales miraban a los felinos. La diferencia de altura se notaba, la pantera tenia que mirar hacia arriba para ver los ojos del tigre. Sus cuerpos muy juntos y ninguno de los dos mostraba miedo.
La tigresa tomo el brazo de su amiga y la hizo separar de él.
—No le hagas caso a ese insolente —dijo e hizo que se sentara de nuevo—. Él es mio —sonrió con malicia y le dio un fuerte puñetazo en la nariz. El tigre cayó al suelo y tomaba su cara tratando de calmar el dolor del golpe. La tigresa sacó su billetera y pagó la cuenta, terminó su café y salió del lugar. La pantera terminó igual y la siguió entrando al camión de nuevo.
Al pasar unos segundos conduciendo la tigresa se empezó a reír, la pantera la mira algo confundida.
—Te veías muy pequeña frente a Oliver —dijo tratando de aguantar la risa.
—No por ser pequeña dejare que lastimen a mis amigos —dijo la de pelaje negro —. Me han enseñado que debo aprovechar todas mis habilidades, entre ellas la agilidad e inteligencia —complemento.
—¿Entrenado? —dijo confundida la rayada.
—Aprendí a pelear cuerpo a cuerpo desde los 10 años, a los 12 manejaba perfectamente armas de ese tipo.
—Vaya —dijo sorprendida la tigresa.
El silencio se apodero del sitio por unos segundos, pero fue interrumpido por el sonido del claxon de un camión detrás de ellas. La tigresa miro por uno de los retrovisores y vio que en en camión de atrás venia Oliver.
—Esta vez es mio —dijo Samanta sin mirar a la que estaba en el puesto del piloto.
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