Capítulo 9: No te lo crees ni tu.
Ingrid se quedó mirándole expectativa. A su vez, Gorka se hacía el interesante de una manera muy discreta.
—No me digas señora de Arizmendi ¡Me repugna! —le dijo con aires de prohibición.
—¿De dónde eres? Si me lo contestas, sigo con más información nena.
La señorita moñona nuevamente empezó a sulfurarse y a recriminar todo en su oscuro subconsciente.
"¿Por qué me tiene que decir nena? ¡Yo no soy una nena pajuato No lo soporto!"
—Huelva, ¿Y tú? —contestó ella tranquila.
Gorka sonrió y empezó a aplaudir.
—Soy afortunado, te has preocupado por mí, aunque sea una vez —añadió—. Vamos avanzando.
—¿Hasta una cosa tan simple te cuesta responder? —insistió.
—Ya, ya, no muestres tantas ansias, tu siempre serás mi mejor fan, pero... ¿De poster, fan de flan de huevo o de esas acosadoras? —bromeó—. Da igual el tipo, siempre serás la primera.
El subconsciente de Ingrid volvió a la acción sin dejarlo de mirar.
"¡No aguanto más! ¡Ni que fuera Brad Pit para tenerlas a todas locas estúpido creído de su puñetera madre! ¿Yo? ¿La primera de qué?"
—Dilo —dijo pasando del tema.
—Madrid capital —contestó—. ¿Sabes? Me vuelven loco las andaluzas y las de Huelva ya ni te cuento...
—¿Sabes? A mí me dan asco los hombres de Madrid. Prepotentes, creídos, subnormales, se creen los dueños del mundo y encima son unos chulos del carajo —añadió Ingrid—. La humildad se la dejaron cuando al nacer se cayeron de la cuna y se golpearon lo que tienen por cerebro.
Esta vez el subconsciente de Gorka empezó a aparecer muy despacio.
"Mucho bla bla bla pero... ya caerás, no te imaginas el infierno que te espera conmigo. Me vas a conocer. Ya veremos si eres tan gallita luego"
—Terminaste ya o... ¿Tienes algo más que decir?
—Ya te describí, así que si quieres puedo continuar —le advirtió.
—Pues, escúchame atentamente ahora.
—Lo estoy haciendo —le comunicó.
Gorka le puso a su alcance el móvil para que lo cogiera, esta reaccionó y lo agarró.
—¿Qué se dice?
—Gracias... —dijo con desgana.
—Vas a llamar a tu madre y le vas a decir que ya has llegado.
—¿Para eso tanto darle vueltas? —le hizo una pregunta.
—Cállate y escúchame atentamente.
Ingrid mantuvo el silencio esperando su respuesta a la vez que el alzaba la persiana.
—Le dirás que estás muy bien...
Antes de que continuara Ingrid lo interrumpió.
—Y... —añadió la conjunción interrumpiéndolo.
—Que al final no estarás donde acordaste y que vivirás en otra parte. Te agradecería que no me interrumpieras más.
Ella se quedó mirándolo boquiabierta sin entender absolutamente nada.
—Le omitirás que vivirás conmigo y le comunicaras que la vas a llamar cada vez que puedas para comunicarte con ellos —prosiguió él.
Ingrid se empezó a reír.
—¿Yo? ¿Vivir contigo? Ni harta de vino... —dijo riéndose—. Cuanta tontería junta...
—Vas a acatar mis órdenes te guste o no —le informó.
En este momento a la muchacha se le cambió el semblante del rostro tras escuchar el supuesto veredicto.
—¿Y si no lo hago qué? —le contestó arrogante.
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