Capítulo 7: Insoportable tentación.
Ingrid lo miró atónita y observó sus cuerpos semi desnudos.
—Oye, ya que me observas tanto y lo niegas. Te doy un permiso especial, puedes tocar todo lo que quieras. ¡Eres privilegiada! No a todas les digo esto, así que aprovecha la oportunidad —le guiñó un ojo.
La señorita tras escucharlo trató de no sonrojarse, evitando responderle para no desatar los demonios que tenía en su interior en ese instante estiró del edredón hasta cubrirse y dejarlo descubierto. En segundo lugar, se levantó de la cama y se puso a buscar por todo lo que alcanzaba su vista.
—¿Qué buscas? —preguntó el.
—Mi ropa —contestó sin dejar de buscar.
Gorka se levantó y se pegó por detrás a ella. Juntó sus cuerpos sin dejar que corriese la respiración y con la ayuda de su mano le rodeó el cuello sin apretar, esta cerró los ojos alterada y le cogió la mano sin apartarla. Rudamente dejó caer su otra mano hacía la cintura de la jovencita rebelde o del macho sin cencerro.
—Suéltame... —pronunció ella.
—No busques más tu ropa, no está aquí —le informó.
—¿Se puede saber que has hecho con ella? —preguntó respirando fuerte.
—La puse a lavar. No querrías usar la ropa sucia, ¿Verdad?
—¿Con qué derecho te crees tú para lavar mi ropa? —le reprochó.
—Con el derecho de que a partir del mismo día en que nos miramos, te has convertido de mi propiedad. Toda tu y todo lo que tengas me pertenece.
Ingrid empezó a reírse en su cara.
—¡Qué bueno! Ya hacía tiempo que no escuchaba una tontería tan absurda y tan grande.
—Ríete porque lo vas a comprobar con hechos y no con palabras —le desafió.
Gorka la soltó bruscamente, se giró y se puso delante de ella, Después, pegó su cuerpo al de ella y la miró con intención de intimidarla.
—Dame mi ropa, no pienso repetírtelo más —exigió ella.
—Te la daré cuando esté lista —dijo tranquilamente—. Está en el tendedero.
Ambos se miraron y a la vez inhalaron el mismo aire.
—Y cómo has insistido tanto, te lo voy a decir.
Gorka acercó su boca a la oreja derecha de ella sin despegarse lo más mínimo de su rival.
—No te atrevas —dijo con voz temblorosa.
—Anoche... sentiste mi respiración más cerca. Me pedías a gritos que siguiera, tus manos, tu boca y cada poro de tu piel me pedía cada vez más. Hubo mucho sexo, placer y lujuria. Noté como había sido la mejor noche de tu vida y nunca antes habías estado entre semejantes brazos, los míos.
Cada susurro dibujado en una mentira que decía, Gorka lo disfrutaba inmensamente por dentro. Amaba verla rabiar, no había mejor distracción para el que esa. Sinceramente, no lo cambiaba por nada.
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