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Capítulo 55:

Gorka

Tres semanas después, me encontraba en mi despacho con Ángel. En este breve periodo de tiempo se había ganado mi confianza y había resultado ser un gran empleado en el área de las finanzas. En él, no solo veía a un compañero sino a un padre también. Junto a mi segunda madre, él era otro pilar necesario en mi vida.

—Bueno, ¿cómo ves los resultados de las últimas ventas del último trimestre? —me señaló con la punta de un bolígrafo un balance.

—Han incrementado las ventas desde el evento y gracias al perfume de Ingrid, así que no podemos estar más contentos —sonreí como un tonto al pensar en ella.

—Céntrate muchacho, no olvides que aún espero la boda por la iglesia y el nieto tan deseado. Aunque bueno, si es nieta no me importa —me guiñó un ojo—, se te nota a leguas que te trae loco —miró ahora el balance—. Si todo continúa así, en unos meses podrás duplicar las ganancias.

—Nunca antes me había enamorado de esta forma —uní mis manos con las de él—. Yo también ansío lo mismo que tu pero sabes que eso depende de ella.

—Eres un hombre paciente, con ella hay que tener mucho tacto y saber llevarla por el camino adecuado —poco a poco nos soltamos las manos.

—Lo sé —asentí—. En cuanto a lo otro, calculo que el próximo perfume saldrá en menos de un año.

—¿Te dijo si empezó a hacer pruebas?

—Si, en el laboratorio de casa pero no me dejó olerlas —me estiré—. Prueba tú a ver si lo consigues.

—Probaré y seguro será otro éxito mundial —guardó algunos papeles.

La puerta se abrió, la cerró y abrazó a su padrino por detrás.

—¿Qué tanto hablan los hombres de mi vida? —alargué la mano para que se acercara. Una vez que podía sentir su aroma, la senté en mis piernas.

—¿Ya me estabais poniendo verde? —nos sacó la lengua—, mirad que no me molesta. Solo producís que mi ego crezca.

Ángel y yo nos reímos.

—Hablábamos de la situación de la empresa y de tu nuevo lanzamiento, ¿alrededor de nueve meses se podrá lanzar? ¿O es demasiado pronto? —le acaricié el cabello ondulado que llevaba.

—Sí, entre nueve meses o un año —me hizo saber que estaba en lo cierto

—¿Todo bien en producción? —miré a Ángel y le guiñé un ojo—. Tu padrino le gustaría oler las primeras muestras.

—En cuanto podamos, se las enseñaré —asintió—. Todo perfecto.

Abrí los ojos ofendido pero en plan broma.

—¿Y a mí no?

—No, tu tendrás que esperar —esbozó una sonrisa.

Ángel hizo un gesto de victoria y se rió.

—Muy bonito... la familia compinchada —refunfuñé divertido y le acaricié la barriga. Me sorprendí al notar que el vientre no estaba tan plano como de costumbre—. ¿Estás embarazada? Tienes la barriga un pelín más como hinchada.

—No, está a punto de venirme y siempre me hincho —comentó.

—Qué pena pero, no se me olvida que estáis compinchados con eso —chasquee la lengua—. Tú roba algo para que lo vea

—Pesado y de eso nada.

—Ojalá pronto —dijo mi segundo padre mientras se levantaba y cogía los papeles—. Bueno, voy a seguir. Luego te aviso para irnos, pequeña.

—Yo hoy iré más tarde, recordarlo —les avisé y Ingrid se levantó también.

—Bueno, vuelvo a producción —me dio un beso en la frente.

—Salgo, así os dejo un minuto de intimidad —salió sin darnos opción a despedirnos.

—¿Te encuentras mal? —le pregunté directamente.

—No, ¿por? —me preguntó confundida

—Durante este tiempo hemos hecho más veces el amor pero jamás tuviste la barriga así, ¿quieres que vayamos al doctor?

—Es el periodo, no te preocupes —se dirigió a la puerta—. No llegues muy tarde, voy a buscar a Fer para que me ayude con unas cosas —me lanzó un beso, salió y a mí me entró una angustia de repente al escuchar el nombre de mi amigo.

Otra vez me vino una sensación amarga. Desde la noche en la que llegó a la mansión Ángel, la relación con Fer no fue la misma. Sorprendente, no se quedó a cenar y tampoco quiso darme razones. Lo único que me dijo era que no me rallara, que estaba pasando por un problema familiar —cosa que no me creía porque siempre que algo le carcomía me lo contaba—. También negó algún malentendido con Ingrid pero en mi interior sabía que algo había cambiado porque la relación de ellos también había cambiado. Ellos no se dieron cuenta el cruce de miradas que había captado entre ellos o alguna situación incómoda dónde estábamos los tres. Yo solo intentaba —o quería creer—, que uno de mis mejores amigos no estaba enamorado de Ingrid ni que hubiesen tenido un lio. De ella no me sorprendería, pero él sería incapaz de hacerme tanto daño. Toda mi atención se desvió al sonar el pitido del email, por si era importante lo abrí y me esperaba el siguiente mensaje.

¿Creías qué me había olvidado de ti? Si tienes cojones, te espero en dos horas en esta dirección. Sino apareces en este plazo de tiempo, me meteré en tu mansión con una metralleta. Así que tu veras lo que eliges.

Me adjuntó un archivo con la ubicación y lo estudié bien. Estaba situado en una finca abandonada de Vallecas —un barrio de Madrid—. Si salía en menos de cinco minutos estaría pronto por la zona así que sin pensarlo, le envié un WhatsApp a mi mujer avisándole que iba a una reunión —obviamente, le mentí porque si supiera donde iba a ir me lo hubiese impedido y menos sin escolta. Se la debía, me la debía. Estaba dispuesto a terminar con esta pesadilla, cogí de una caja fuerte una navaja y un revolver— y me puse rumbo a la zona con mi coche. En último momento decidí no contarles nada ni a Fer, Alex y Patri para evitar que se involucraran.

Dos horas después, llegué a mi destino. Estacioné el coche, guardé las llaves sin cerrarlo y vi como dentro de la casa había una luz, por si las moscas dejé la puerta abierta del copiloto por si me hacía falta huir rápido. Me fui acercando poco a poco cuando una luz procedente desde atrás iluminaba el paisaje. Debía ser él.

—Camina —me apuntó con una pistola por la espalda y me la clavó para que empezase a andar.

—No tengo armas —mentí—, así que lo más justo será que te deshagas de ella.

Me mostré tranquilo para no levantar sospechas.

—Cuando estemos dentro, camina —me empujó y yo aceleré el paso.

Entramos y quedamos uno frente al otro.

—Tira el arma, ¿o es qué tienes miedo a enfrentarte a mí con los puños como un hombre? —le reté disimuladamente.

—Tú no llegas ni a eso —tiró el arma al suelo y lo ojeé por si le veía algo sospechoso—. Tu Ingrid tiene más agallas que tú, matado. Ella si es una hembra para follarsela día y noche. Eso lo verás desde el infierno.

—No te atrevas a mencionar de nuevo su nombre —cerré un puño y evité perder el control para no dar un paso en falso.

Un nudo se apoderó de mí ser al ver todo el lugar lleno de fotos de mis amigos, mi familia e Ingrid —y la Passione Prohibita, por suerte me alivió no ver el orfanato. Eso quería decir que desconocía su existencia.

.

—¿Ves todo esto? —fue señalando cada foto—. Cuando tú mueras, todo será mío incluida la fiera. Que por cierto... ¿salió un poco zorrita, eh? —se mofó en mi cara.

Ahora sí que no, a mi mujer no le iba a faltar más el respeto. Lo enganché por el cuello de la camiseta asquerosa con la V de Vendetta —David Lloyd es famoso por haber dibujado 'V' de Vendetta, una de las grandes obras de Alan Moore. Este cómic habla sobre un terrorista anarquista, que lucha contra un gobierno fascina. La máscara del protagonista se ha convertido en un símbolo de protesta, libertad y lucha por la dignidad.

—No me digas que no te has enterado —me sonrió maquiavélicamente.

—¿De qué me tengo que enterar? Digas lo que me digas en contra de ella, no te lo pienso creer —lo avisé sin soltarlo.

—Fer, ¿es tu amigo del alma, cierto? ¿Ha cambiado desde la llegada del padrino de Ingrid?

Me quedé a cuadros tras escuchar sus palabras. ¿Cómo coño sabía toda esa información?

—Antes de que preguntes nada, tengo mis contactos y me entero de todo —me guiñó el ojo.

—Sin rodeos, ve al grano que no quiero desperdiciar mi valioso tiempo contigo —le metí prisa como coartada—. Prefiero hacerle el amor a mi preciosura antes que estar aquí contigo.

—Fer está enamorado de ella —me informó—. ¿Te acuerdas del día que fueron a comprarle ropa a su padrino? Sí, es cierto que fueron pero al terminar fueron al apartamento de él. Sí, me refiero a tu amigo del alma.

—Irían a por algo que se le había olvidado —lo excusé para no hacer evidente que algo sospechaba aunque me negaba a creer que su versión de los hechos fuese la correcta.

—Follaron en su piso y luego como si nada se presentaron en tu casa.

—Deja de decir estupideces —le ordené sin darle explicaciones.

—Pobre iluso, tiene los cuernos más grandes que China y aún no se da cuenta —se carcajeó el demonio.

—Y si tan seguro estás, ¿por qué no me enseñas las pruebas? —me encaré a él y ahora fue cuando lo solté.

—No las tengo y ni me hacen falta —me reí y sacudí los brazos.

—Lo dicho, me largo y la próxima vez no me hagas salir de mi trabajo por esto —pegué media vuelta y anduve en dirección a la puerta.

—No habrá una próxima vez —me giré para mirarlo—. Tienes dos minutos para grabarte todas esas fotos en tu mente porque nunca más verás la luz. ¿Recuerdas la última vez que viste cara a cara a esa que haces llamar a tu mujer?

—El que no verá la luz, eres tú —le pegué un puñetazo y él me lo devolvió.

Sin darme cuenta del tiempo que estuvimos luchando, él sacó un mechero del bolsillo y fue cuando sentí el olor a gasolina.

—Este es tu fin, don Gorka —encendió el mechero y lo lanzó. Esta acción provocó que las llamas apareciesen y se avivaran con más intensidad.

—Sobre mi cadáver —le grité.

—Saltaré, que no quepa duda... a no, ¿sobre tus huesos más bien?

Volvimos a luchar y en nada estábamos rodeados, me empujó y caí al lado de una zona en llamas. Con la ayuda de los dedos, le lancé cenizas a los ojos —rugió al sentir el contacto en esa parte del cuerpo— y salí escopeteado pero antes de alcanzar la puerta de salida se subió encima de mí. Intentó ahogarme pero mi fuerza fue mayor, me di la vuelta y lo cogí de los hombros.

—¿Quieres decir tus últimas palabras antes de reunirte con la escoria de tu familia? Hubieras dado la vida por tener a la mía porque toda la tuya, es lo peor de esta vida —forcejeó con sus brazos mientras lo sostenía y daba patadas voladoras.

—Dilas tú que te harán más falta, de mi familia no hables más.

—Se me está acabando la paciencia... tic tac, ¿últimas palabras? —le di otra oportunidad.

—¿Y si no las digo, qué me harás? —seguía luchando contra mí.

—Púdrete en los infiernos, saludos a tu padre y a tu hermano —lo elevé y lo lancé a la gran llamarada que había montada.

Ante mis ojos empezó a arder y vi cómo se le achicharraba cada espacio de su piel. Cerré la puerta, me alejé y cuando estaba dentro de mi coche. Una fuerte explosión destrozó lo poco que quedaba, sin mirar atrás y salí a toda mecha con mi coche. Mientras me alejaba, lancé un beso al cielo y sonreí.

—Ahora podéis descansar en paz, la justicia tarde o temprano llega.

Empecé a derramar lágrimas durante todo el trayecto. Ahora no solo tenía la pena del asesinato de mi familia, sino la duda de la supuesta infidelidad. Dieron las dos de la madrugada —previamente avisé de mi llegada a los vigilantes—, me deshice de mi ropa quemándola en una vieja papelera y fui a la cocina. Todas las luces estaban apagadas cuando entré por eso mismo, encendí la del último lugar en el que entré y me vi una nota junto a una ensalada de pasta y un plato de fruta.

Como no sabía si habías cenado, te dejé esto preparado. Buenas noches.

Me aferré a su nota entre lágrimas, cené —fregué y coloqué— y en otro aseo me di una tórrida ducha. Después de esto, me puse un pijama que había en el lavadero, apagué las luces y fui a cerciorarme que Ángel estaba bien. Por último, comprobé las alarmas entré a mi cuarto —luego cerré la puerta y me tumbé. Estaba dormidita como un angelito y por una vez desee que así fuera. De este modo, no tenía la oportunidad de verme en este estado. La noche transcurrió y otra entre miles, no pude dormir.

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