Capítulo 54:
Ingrid
Estaba muerta del pánico y como sabía que no me dejarían entrar. En un descuido de Gorka y el del otro señor, aproveché que la puerta estaba abierta y salí por patas. Cuando estos dos se dieron cuenta, salieron detrás de mí. Después de lo que había hecho ya, no me daba miedo con meterme en la boca del lobo con tal de salvarlo.
—¡Detente! —me gritó un policía.
—Ingrid, ni se te ocurra —me gritó ahora Gorka.
Me metí por una de las entradas de la mina —por suerte las conocía muy bien gracias a mi padrino—, cogí un casco y empecé a llamarlo. Tropezaba mil veces pero, mi propósito era encontrarlo sano y salvo. Detrás mí me seguían Gorka y un par de policías, uno de ellos se detuvo al ver la bomba que estaba a punto de estallar. Agitada noté como mi marido me cogía del codo pero le pegué fuerte que produje que se tambalease. Otros policías, buscaban como yo e iban peinando la zona.
—¡Padrino! Si me estas escuchando, grita o trata de hacer algún ruido —grité.
Los policías activaron un megáfono y empezaron a llamarlo para ver si obtenían respuesta. De golpe y porrazo, escuché como alguien me llamaba con la voz ahogada. Era consciente de que con la ayuda de Gorka y ellos me serían más fácil, provoqué que me perdieran la pista y me eché a correr hasta que llegué a él. Al verlo desvalido, me lancé hasta él y con la ayuda de mi cuerpo logré levantarlo, poco a poco empecé a andar junto a él.
—Me van a pagar todo lo que te han hecho, ¿estás bien? —él asintió cansado y yo comprendí que al menos las heridas que se le veían no eran de gravedad—. Ayuda —grité y sorprendentemente me alcanzó Gorka. Lo apoyó en él y lo sujetó con todas sus fuerzas.
—¡Necesitamos refuerzos! —avisó Gorka—. Estamos aquí.
—¡Corred! Allí va a explotar otra bomba oculta —rastreó con un detector especializado en este ámbito.
Un despliegue de sanitarios, tumbaron a mi familiar en la camilla y salimos por patas. La bomba estalló y nuestros plazos se aceleraron sin dar lugar a dar ningún traspié, gracias a la ayuda de mineros especializados logramos salir justo en el momento en el que la mina entera estalló. Nos subimos al helicóptero sanitario y le cogí la mano a mi padrino.
—¿Estará bien, verdad? —Gorka le preguntó a un sanitario.
—Eso esperamos —le respondió—, por lo pronto vamos al hospital —un enfermero le puso una vía en una vena y le tomó la tensión. Otro se encargó de curarle las heridas abiertas.
—Al hospital no, a mi mansión —ordenó Gorka.
—Pero allí no tenemos los aparatos adecuados.
—Los tendrá porque voy a pagar lo que haga falta —lo avisó.
—Es cierto, estará más protegidos con ellos y optará de más privilegios —intervino un policía—. Es una pieza clave en la investigación.
—Apoyo a mi marido —opiné—, debe de estar junto a mí.
Aunque no pude negar que me sorprendió la actitud de Gorka, sino hubiera sido por él no lo hubiésemos encontrado. En primer lugar, no hubiese dado con el lugar tan pronto y en segundo lugar no contaba con todos los medios que tenía él. Deslicé la mirada mi tío, cogí la mano e intenté hablar con mi Ángel, él me miró lentamente.
—Padrino, ¿cómo te encuentras? Te juro por mi vida que te pondrás bien.
—Bien —dijo con la voz entrecortada. Abrió los brazos y yo con cuidado lo abracé—, en qué líos te metes hija. Si lo supieran tus padres los matarías. Cuéntame todo ya.
Gorka se acercó y le tendió la mano.
—Me alegro de que estés bien —él se la ofreció—. Encantado de conocerte, soy el marido de Ingrid.
—El susodicho que me secuestró me lo contó todo y te aviso una cosa, como permitas que a ella le pase algo —me señaló—. Te mataré.
—Amo a su ahijada por encima de todas las cosas —dijo sincero—. Estando conmigo nadie la tocará.
—Más te vale —sentenció mi padrino y yo dejé de achucharlo—. Joder Gorka, casi en el mismo día te hemos amenazado dos de la misma familia —dije para relajar el ambiente.
—Me ha caído la negra —se rascó la nuca mi maridito divertido—. Te aviso que de ahora en adelante vivirás con nosotros.
—Y tanto —añadí—, no aceptamos un no por respuesta.
—Pero tengo que trabajar —se calló un momento—. ¿De verdad tenéis hijos? ¿Todo lo que ese tío dijo era verdad?
El helicóptero aterrizó frente a la mansión, con la ayuda de Gorka le habilitaron una habitación enorme y le asignaron una enfermera. Además, les siguió otra unidad móvil que traía equipos muy costosos provenientes de Nueva York. En la habitación.
—Estando aquí no tendrá que hacerlo. Cómo vas a estar una temporada larga aquí solo podrás hacerlo en el orfanato por seguridad —le informó.
—Sí, estamos en proceso de adopción —le confirmé—. En cuanto mejores los conocerás.
—Cómo has crecido hija mía, en nada eras una chica soñadora con ganas de volar y ahora casada y con hijos —miró a Gorka—, no quiero molestar. Gracias a ti estoy con ella así que no puedo pedirte más.
—Hasta que me cortaron las alas —dije bajito y Gorka carraspeó. Le contó toda la verdad.
—La próxima vez que hable con tus padres, te pondrás en video llamada —miré a Gorka.
—Yo también, ¿eh? —rió el señorito—. Ahora cariño, ve a descansar.
—Claro —respondió Ángel—, hazle caso.
—Pero sino tengo sueño, son las dos del mediodía —dije entre dientes—. En cuanto lo otro, encantada de hablar con ellos.
—Debéis de comer —insistió Gorka.
En ese momento entró la enfermera con una bandeja de comida.
—A comer —nos abrimos paso y se sentó en una silla junto a él.
—¡Esto sí que no es una comida de hospital! —enseguida empezó a comer y Gorka y yo nos reímos—. ¿De verdad te trata como dice? —me acercó con una mano a él.
—Ha cambiado mucho, ya te contaré —le besé la frente.
—Si necesitas algo, pídelo y que aproveche —le ofreció Gorka amablemente.
Gorka y yo salimos de la habitación —después de dejarlo con su nueva cuidadora, una mujer de unos cuarenta años y amiga de la segunda mami— cerrando detrás de nosotros la puerta
—Gracias —me lancé en sus brazos.
Él me abrazó y apoyó su barbilla en mi hombro.
—¿Gracias, por qué? —me preguntó.
—Por hacer esto por él —me empecé a separar de él lentamente—, sin tu ayuda él no estaría vivo.
—Ya te dije que os cuidaría, a ti y a tu familia —me acarició el cabello.
—No lo había creído hasta ahora —él me sonrió y me llevó hasta la cocina—. Pero, me preocupa el hermano —le hice saber mi otro temor.
Gorka coció un poco de arroz y le añadió unas verduritas rehogadas.
—No te preocupes, la enfermera va y viene pero la casa está rodeada —sirvió dos platos en la mesa y nos sentamos—. Además, ya le pusimos un sistema que si tiene alguna crisis lo detecta y nos avisa de inmediato.
Empezamos a comer y tardamos más de la cuenta por estar charlando de todo.
—Ya, pero no puedo evitar de preocuparme —terminé de comer y cuando él lo hizo también, fregué y coloqué—. Acompáñame al cuarto, así guardo el móvil antiguo y me quedo con el nuevo.
—Lo mismo que protegimos el tuyo, el de él también —me informó y yo asentí.
Subimos las escaleras, nos asomamos a la habitación de Ángel y vimos que estaba divertido hablando con la enfermera. Nos miramos tranquilos y entramos en nuestro cuarto, una vez dentro guardé todo bien.
—Estoy tan cansado —me dijo mientras se tumbaba.
—Yo también —suspiré.
—¿Te importa qué encienda la televisión?
—Enciéndela, no me importa —me senté en la cama y me quedé sumida en mis pensamientos.
De golpe vi como Gorka se incorporaba y me señalaba la noticia. La Passione Prohibita estaba en directo y un corresponsal contando lo ocurrido.
—Mierda —me tapé la cara con las manos—, ¿cuándo se va a acabar esta pesadilla?
—Pronto —vi como posó de nuevo los ojos en el informativo.
La puerta se abrió y entraron nuestros tres amigos preocupados —Fer, Alexander y Patri—. Al vernos nos abrazaron como si no hubiera un mañana.
—Gracias a dios que estáis bien, la noticia ha salido ya en todos los medios —dijo Alex.
—Lo sé, estábamos viéndolo —les señaló la tele.
Me levanté de la cama y me dirigí a la puerta inquieta.
—Voy a por café, ¿queréis? —les ofrecí.
—Si hacéis para vosotros vale —respondió Patri.
—Sí, haré para todos —sonreí con el alma destruida.
—Vamos a mi despacho, allí estaremos todos más cómodos —Gorka se levantó.
—Voy al coche un segundo y me reúno en nada —vi como salía Fer después de mirarme preocupado.
—¿Te ayudo? —me preguntó Patri.
—No es necesario, gracias.
—Estaremos allí —se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla. Seguidamente, apagó la televisión.
Salí del cuarto con ellos detrás, yo me encaminé hasta la cocina y ellos hasta el despacho. Una vez llegué, encendí la cafetera y la rellené, el nudo que tenía en la garganta me hizo explotar en llanto. En ese instante, Fer apareció, me dio la vuelta y me besó después de cerrar la puerta.
—¿Estás bien? —me miró a los ojos—. No te imaginas el miedo que sentí al ver que te perdía. Si te llega a pasar algo... Yo...
Entreabrí la boca a cuadros.
—Creo... que te has drogado o algo. Fer en situaciones normales jamás Aceptaría eso. Si yo muero, pues una menos —lo miré a los ojos—. Soy una asesina.
—No lo eres y tampoco estoy drogado. No eres una menos, te necesitamos en este mundo. Te necesito en el mío —me abrazó más—. Necesito que estemos a solas —me cogió la barbilla.
—Si ya lo estamos —dije confundida.
—Lejos de aquí, ¿no tienes ninguna excusa para poder acompañarte?
—Me urge comprarle ropa a mi padrino —reconocí—, pero no sé si habrá caído en la cuenta.
Me secó las lágrimas y sirvió el café en tacitas —acompañado de unos minis cupcakes que vi en la nevera—. Yo lo ayudé a colocarlas y abrí la puerta de la cocina.
—Te llevo —me volvió a besar y él sostuvo la bandeja.
—Pero no puedo dejar solo a mi padrino —agregué.
—Todos estarán aquí así que arreando —salió con la bandeja y yo lo seguí.
Media hora todos terminamos nuestros cafés después Fer se levantó y Patri y yo volvimos de la cocina.
—Amor, voy a salir con Fer —le informé.
—¿Para qué? —enarcó una ceja.
—Ángel necesita ropa nueva, no tiene por qué lo perdió todo, además necesita cosas del aseo personal —solté una excusa como un templo.
—Podemos comprarlo por Amazon o te llevo yo —intentó hacerme cambiar de opinión.
—Después de lo de anoche, no es prudente —comunicó Gorka.
—Tiene razón —se unió Alex.
—No tardaremos mucho —intervino Fer—, la llevaré a unas tiendas que no están en la periferia. Allí no corremos peligro.
—A la hora de cenar, os quiero aquí —miró la hora y nos dio dos pistolas, una fue a mi bolso y otra al cinturón de Fer.
—Gracias —me despedí con un beso en la mejilla a nuestros amigos, otro en el moflete a Gorka y salí del despacho con Fer.
Fer y yo fuimos a unos grandes almacenes, con su ayuda pude comprarle todo lo que necesitaba mi padrino. Tiempo después nos dirigimos al coche, metimos las compras y él me acorraló con el maletero abierto —chico listo, así nadie nos veía.
—Tenemos dos horas antes de volver.
—Ajá... ¿volvemos ya? —le interrogué.
Él negó con la cabeza.
—¿No tienes una sugerencia? Porque yo sí —me volvió a besar.
Le cogí la cara con las manos y le di un beso apasionado.
—Dila.
—Déjate llevar y no preguntes —cerró el maletero y nos subimos en el coche.
Veinte minutos más tarde llegamos a un edificio, subimos en el ascensor y luego entramos a su estudio.
—Bienvenida a mi hogar —Fer cerró la puerta.
—Un pisito así quería yo para mí —detallé todo al milímetro—, ¿vives solo?
—Si —se acercó a mí y pegó nuestras caderas.
—Y... ¿puedo saber para qué me has traído a tu casa? —rodeé su cuello con mis brazos.
Él se río y rozó nuestros labios.
—Parece mentira que ahora estés tan modosita después de la guerra que diste estos días atrás.
—¿Intentas provocarme? —lo enfrenté mordiéndole el labio.
—Directamente, te digo que sí.
—¿Y qué te ha hecho cambiar de opinión? ¿Verme al borde de la muerte? ¿Las ganas que tienes por hacerme tuya o cuál es la razón? ¿Serás mi aliado? —me interesé coqueta.
—Una mezcla de todas —respondió sin especificar nada en concreto.
—Entonces tu plan es venir aquí para jugar al parchís —intenté picarlo.
—Al parchís no, pero al kamasutra puede ser —se quitó la corbata, lo siguió la chaqueta y por último la camisa.
—Joder, joder con el Fernando el de los huevos colgando —le arrebaté el pantalón y él a mi roda la ropa que llevaba puesta.
—¿Cómo me has llamado? —empezó a morderme el cuello.
—Fernando el de los huevos, COLGANDO —me reí entre dientes. Lo empujé al sofá dejando que cayera mi cuerpo sobre él.
—¿Dónde los ves tu colgando? —me guiñó el ojo.
—La verdad es que te tapo, así que ver no veo nada —le vacilé descaradamente.
Fer se incorporó y me dejó sentada en sus piernas.
—Eres un picado —le acaricié el pecho lentamente.
—¿Tú crees? —me mordió el labio.
—Sí, lo creo —asentí—. Y lo que sí creo también es que tienes un cuerpo de infarto y una cara que te hace más varonil que los galanes de las telenovelas turcas.
—¿Lo quieres explorar? —me susurró al oído.
—Me encantaría —después de escucharme me levantó en volandas y me llevó hasta su cuarto.
Me tumbó en la cama y me hizo suya, era tan distinto a la primera vez que estuve con Gorka pero me encantó la experiencia. No podía sacármelo de la cabeza, su nombre me estuvo taladrando hasta que finalizamos el coito.
—Eres preciosa, ¿lo sabes? —se quitó de encima de mí y se tumbó al lado.
—¿Solo se te ocurre decir eso después de un rato de pasión? —le di un golpe en el brazo.
—No, y lo sabes —negó con la cabeza—. Por mi repetiría ahora mismo.
—Otro como... —me callé de golpe.
—¿Otro con lo mismo? Ahora entiendo porque Gorka está tan loco por ti —me acarició la cara—. Yo opino lo mismo. «Si supieras que con él solo he estado una vez como contigo...»
—¿Opinas? ¿Querías probar lo mismo que él para comprobar lo buena que soy en la cama? —me levanté y me tapé con una sábana.
—No quería probar nada, solo quería sentirte cerca un rato y ver cómo sería poder compartir unas horas contigo —se levantó también e hizo la cama.
—Qué romántico —fui al salón a por mi ropa y me vestí.
—Si tuviera la oportunidad, lo sería el resto de días de tu vida —me cogió de la cintura y me atrajo junto a él—. ¿Repetirías? ¿Pondrías otra excusa con tal de estar conmigo?
—Si todo fuese tan fácil... —le di su ropa y él se vistió—. En respuesta a tu pregunta, si lo haría de nuevo contigo —miré la hora en un reloj del salón—. Ahora vamos así no llegamos tarde, por el camino cogeremos algo de cenar —cogí mi bolso y saqué mi móvil. Por suerte no tenía ninguna llamada. Le envié un mensaje a Gorka con el siguiente texto.
Míster Abrain, ahora mismo vamos.
Sin cerrar su conversación, lo vi en línea y en nada recibí su contestación.
¿Ya terminasteis, amor?
Si, ¿cómo está mi padrino? ¿Siguen allí aún?
Está todo bien. Se acaba de ir la cuidadora y nos vinimos un rato al cuarto con él.
¿Quienes?
La parejita feliz.
¿Habéis cenado?
No, íbamos ahora a ver que hacíamos. Patri se ofreció a hacer la cena.
No hagáis nada, ¿os apetece pizza? ¿Comida china? ¿Mexicana?
Me envió un guiño y una carita relamiéndose.
Lo que traigas estará bien.
Pero ayúdame, no sé qué comen ellos
Adjunté el mensaje con cara de preocupación.
La comida china les fascina, pero lo que os pille de camino
Perfecto, pues así quedamos. Hasta dentro de un rato.
Te echo de menos, no veo la hora en la que te tenga a mi vera.
Vi como continuaba escribiendo y agregó otro nuevo mensaje.
—Te amo.
En ese momento me sentí la mujer más sucia del mundo y no entendía la razón. No nos unía nada sentimental, todo era forzado. De repente noté como Fer me rozaba el hombro y adiviné que lo leyó todo porque el rostro se le descompuso. Cerré la conversación y guardé el móvil.
—¿Te arrepientes? —cogió las llaves y se dirigió hasta la puerta.
—No —él apagó las luces y salimos del piso cerrando la puerta con llave.
—Sé sincera —dijo de repente.
Entramos en el coche y empezó a conducir serio.
—¿En qué sentido? —lo miré abiertamente.
—Estás enamorada de él —tragó saliva. Algo le ocurría e intuía el qué, no le hizo gracia leer todo eso después de hacer el amor.
En el fondo, se sentía igual de mal que yo porque son amigos de toda la vida y eso suponía una gran traición por parte de los dos.
—No, no lo amo —medio mentí porque no sabía que era lo que me pasaba últimamente con él. Un día lo odiaba a muerte y otro cambiaba mi perspectiva, ese hombre estaba cambiando y me lo demostró haciendo eso por Ángel.
—Sé que lo amas y que yo no tengo oportunidad contigo —afirmó con mucha seguridad.
—Que no, además tengo prohibido que pase eso —suspiré—. ¿Me entiendes? Estoy con él obligada. No voy a enamorarme de mi secuestrador, además si sigo con él es para proteger a mi familia y a los peques.
—Pero reconoce que ha cambiado y te está demostrando cosas que jamás pensarías —un rato después, aparcó delante de un bar de comida china y salió del coche.
—Lo reconozco pero eso puede cambiar en cualquier momento —salí también y el cerró el coche.
—Tu forma de mirarlo cambió, antes lo hacías con odio ahora ya no.
—¿Lees ahora la expresión de los ojos? ¿Y qué dicen cuando te miran a ti? —me paré en seco en la acera antes de entrar.
—Amor cuando lo ves a él —me reí sarcástica.
—No hay amor, entiéndelo —me abrió la puerta del chino y entramos—. Dime, ¿qué quieren decir cuando te miro a ti? ¿Tendría que preocuparme por si nos descubre?
—Que te gusto y estás bien conmigo, encuentras la paz cerca de mí —cerró la puerta y nos dirigimos en la cola para pedir comida para llevar.
—Me encanta estar contigo, Fernando —me apoyé en una zona de la barra—. Siento paz como tú dices y puedo ser yo.
—Y estando con él, ¿eres tú? —me preguntó apoyándose también en la misma zona que yo.
—No, estando con él me sale la vena mala. La odiosa, la puñetera... —me tapó con la yema de un dedo los labios.
—¿Y la buena?
—Solo ve mi mejor versión estando con los niños —cogí una carta y empecé a cotillearle de lado a lado y de punta a punta.
—¿Y estando solos? ¿En plan pareja? —siguió con el interrogatorio.
—No —la campana me salvó de seguir con la conversación cuando el chinlú chinagua y chingá me avisó que era nuestro turno. Pedí un par de platillos y miré a Fer—. ¿Qué te apetece que pida más?
—¿A mí?
—Claro, no va a ser al buenorro que hay allí —señalé a un rubio con tableta de chocolate al que me comería sino tuviese amante, bueno y con amante también. Sería un 2x1 carrefour, el modelito y Fer, con él ya sería el pack de 3x1. «Ingrid, contrólate. No la líes más».
—Tienes prohibido mirar a otros, ¿está claro? —se puso celoso y autoritario como su amigo, si es que no hacía falta decir que no eran amigos.
—Entonces, vale —asentí—. A ti tampoco te miraré —bromeé—. ¿Me vas a decir que quieres? Al chinito lo tienes aburrido de tanto esperarte.
—Nada —contestó frio.
—¿Comes del resto de los platos entonces?
—No me voy a quedar a cenar —me informó y yo lo miré confundida.
—¿Por qué? —terminé de pedir, le pagué la cuenta y salimos con las bolsas.
—Simplemente porque no puedo mirarlo a la cara —me arrebató las bolsas para meterlas en el coche.
Nos volvimos a subir y nos dirigimos a mi nueva casa.
—Pero... si solo es cenar y ya pues te vas —intenté convencerlo.
—No insistas, por favor.
—¿Y qué excusa le vas a poner, eh? —me apoyé en el asiento.
—La excusa te la inventas tú, con una convincente me vale —de nuevo, me sentí culpable y lo odiaba.
—Fer, por favor —mi vena cabezona volvió a florecer.
Llegamos al interior del palacete —cabe decir que no cerró la puerta para salir del recinto—, me abrió la puerta para que saliera, sacó mis bolsas y yo sostuve la comida. Una vez fuera, cerró el coche y me lo acercó todo a la entrada.
—Nos vemos, Ingrid —se pegó la vuelta sin mirarme a la cara.
—Fer... —quise pararlo pero me di cuenta que todo estaba rodeado de cámaras. Él sin mirar atrás, salió y cerró la puerta de la corredera.
Súbitamente, la puerta se abrió y Gorka me abrazó.
—Por fin —me sonrió y me besó en los labios. Miró a los lados y no encontró a Fer junto a mí—. ¿Y Fer? Hace nada lo vi por la camarita.
—Esto... se tuvo que ir —me cogió las bolsas y entró detrás que yo. Cerré la puerta y él me volvió a mirar.
—¿A dónde? ¿No lo has invitado? —subimos las escaleras con pasos lentos hasta llegar al rellano.
—Claro, es que lo llamó un familiar. Bueno, más bien ya había quedado y por eso no podía quedarse más —mentiraza como una caza.
—Qué raro, no me dijo nada —enarcó una ceja.
—Es que le surgió de repente —seguí con la mentira preocupada.
—Voy a escribirle un mensaje para darle las gracias —sacó su móvil del bolsillo, se lo envió y volvió a su lugar.
—Vale —escuché voces en el cuarto de mi padrino y sin preguntarle, entré con las bolsas de comida. No podía creerlo, estaban todos acomodados en una especie de mesa portátil y Ángel sentado en la cama—. Pero bueno, la que tenéis montada aquí.
Detrás de mi entró Gorka y le dejó a Ángel al lado las bolsas. Yo con la ayuda de Patri serví todo en la mesa aunque ya habían preparado aperitivos y las bebidas bien frías en una cubitera.
—Tienes un marido y unos amigos chapo, ¿eh? —sonrió—. Qué bien huele.
—Cualquiera diría, estás como nuevo —le besé el moflete y me senté al lado.
—No lo digas más que me lo voy a creer —se carcajeó y nuestros amigos también.
—Si me tienen como rey, como voy a estar —asomó la nariz a la comida—. Tengo más hambre que un elefante.
—Tienes un padrino cojonudo —sonrió Alex—. ¿Y Fer?
Gorka se sentó al lado de ellos y me miró.
—Tuvo un imprevisto, le envié un mensaje a ver qué me dice.
—Así fue, ¿cenamos? —miré a Ángel—. Y tú no te pases, a ver si te vamos a tener que mover con una grúa.
—Grrr, pues la contratáis y listo —señaló a Gorka—. Me consta que está forrado —luego, miró las bolsas—. ¿Y todo eso?
—Ropa y cosas de higiene para ti —le informé.
—¿Me estás llamando guarro?
Todos nos quedamos mirándolo y estallamos entre risas —aunque dentro de mí habitaba mucha tensión.
—No, no en un rato lo vas a ver —sonreí—. Bueno, que aproveche.
—Bueno, pues que aproveche —nos deseó Patri.
La velada siguió en curso, unas horas después se fueron y yo acomodé a mi padrino con la ayuda de Gorka una vez habíamos limpiado todo, había colocado y enseñado sus nuevas pertenencias.
—Buenas noches, bonito —le besé la mejilla—. Si necesitas algo, toca en ese aparatito —le señalé un mandito pequeño impuesto por urgencias.
—Buenas noches, hija —me sonrió—. Descansa.
Gorka entró y le dio la mano, yo aproveché para taparlo mejor y apagar la luz de la mesita.
—Buenas noches —chocó su puño con el de mi padrino.
—Buenas noches, hijo —le sonrió a él también—. Daros prisa, quiero un nieto antes de irme para el otro barrio.
—Oye, ¿ya con exigencias? —apoyé mis brazos en la cintura.
—Yo siempre estoy dispuesto, así que la jefe manda —esbozó una sonrisa y yo le pisé el pie.
—Au, qué carácter —se quejó Gorka—. ¿Siempre ha sido así?
—Y peor —se carcajeó Ángel.
—Eso, tu véndeme bien —refunfuñé divertida. Tenerlo cerca, era la mejor decisión que había podido tomar.
—No hace falta que te venda, yo ya te conozco bien —me guiñó un ojo—. Lo dicho, hasta mañana. «No, si hasta me has comprado».
Me volví a despedir, apagué el resto de las luces y salimos cerrándole la puerta. Entramos en nuestra habitación y nos pusimos el pijama.
—¿Qué tal si le hacemos realidad el deseo al ángel qué se incorporó en nuestras vidas? —me besó un hombro al aire y nos tumbamos uno al lado del otro, nos tapamos y apagamos la luz.
—En otro momento, las compras me agotaron —le expliqué donde fuimos menos que estuvimos en casa de Fer.
—¿Tendrías un hijo biológico conmigo? —dijo inesperadamente.
—Ya tenemos hijos, Gorka —le recordé.
—Pero no propios, ¿no te hace ilusión tener aunque sea uno biológico? —me acarició la cintura.
—En un futuro —respondí por decir algo—. Voy a dormir, mañana quiero levantarme pronto para atenderlo. No quiero que solo se haga cargo la enfermera.
Gorka miró su móvil pero no tuvo respuesta de Fer.
—¿Te ha respondido? —alcé la vista para ver si veía algo.
—No, supongo que estará ocupado —dejó el móvil en la mesita y se acurrucó a mí. Pobre idiota, se lo tragó todo.
—Sí, buenas noches —cerré los ojos.
—No me respondiste que me amabas —cerró los ojos él también.
Fingí que me había dormido para no responderle, él me miró durante un rato hasta que el sueño le venció también. Sin moverme mucho le envié un mensaje de texto a Fer, y al ver que pasaron horas y no tenía respuesta. Me dormí, yo también preocupada.
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