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Capítulo 53:

Gorka

Agitado salí corriendo hasta llegar a las escaleras de emergencia. Subí los escalones a mucha velocidad —no tuve tiempo ni a contar todos los que mis pies subían de golpe—, llegué a la buhardilla y la vi echa un ovillo de pie llorando. Con cuidado me acerqué a ella y la apreté contra mí.

—¿Qué has hecho pequeña? ¿No te diste cuenta qué te pudo atacar? —le pregunté dándole un beso en la frente.

—Lo maté, ahora iré a la cárcel y no podré estar junto a los pequeños, ni a mi familia —siguió gimoteando temblando. Me dolió que no me incluyera entre sus personas esenciales. No era momento de derrumbarme ahora no, ella se arriesgó y me salvó. Ahora me tocaba a mí, estaba decidido a hacerlo y se lo comunicaría a Fer en cuanto tuviese oportunidad.

—No vas a ir a la cárcel, me inculparé de su muerte —le informé—. Escúchame —la hice mirarme—, ante todo el mundo y la policía fui yo quien lo mató en defensa propia. ¿Vale? Tu solo serás mi testigo.

—¡Pero es que eso no es verdad! —me chilló—. No puedo culparte de eso.

—Las cosas se harán como yo te diga así que, dame el arma —se la arrebaté, le quité sus huellas y dejé las mías—. Vámonos a casa, aquí no podemos estar más porque tanto tu como yo corremos peligro —guardé el arma y la saqué de allí con mi coche.

Un rato después, llegamos a nuestra casa e hice que se diese una ducha fría —luego quemé toda su ropa y la mía del escenario del crimen—. Cuando logré que se durmiera gracias a un calmante, me duché y me puse el pijama confundido, acto seguido me fui al comedor para que no me escuchara hablar con Alex y su esposa. Durante la llamada en curso avisé de todo lo sucedido con lujo de detalles.

—¿Estás loco? —me preguntó—. ¿Sabes que si te descubren vas a ir a la cárcel por doble crimen?

—Ella no va a ir a la cárcel, iré yo en su lugar y no me importará pagar por ella o que me condenen por la muerte del desgraciado —dije y no había vuelta atrás.

—Pero te condenaran toda tu vida —me comunicó.

—No si declaramos que ambos crímenes fueron en defensa propia, si se comprueba la condena sería más corta —alegó Patri vía manos libres.

—Eso nos puede servir —reflexionó Alex.

—Encargaros de que a ella no la investiguen, ahora necesito otro favor —les pedí.

—Pero Gorka, te van a inculpar por cosas que no hiciste —insistió mi amigo.

—Ella se jugó la vida por mí y sino le hubiese disparado yo estaría muerto. ¿O es qué no lo veis?

—Puta mierda de situación —se quejó Patri—. Dinos el otro favor.

—Si me llega a pasar algo, antes quiero que firmemos unos papeles y todo quede a su nombre —les susurré nervioso.

—Pero... lo perderías todo —agregó él.

—Estando casado con ella no, en cambio sino lo hago sí.

—Acuérdate que aún queda el otro hermano y en cuanto se entere de que su hermano murió va a ir a por ti —me informó.

—Yo me haré cargo de ese papel —se ofreció—. Mañana sin falta lo firmáis.

—¿Te crees qué no lo sé? En cuanto cuelgue voy a llamar a Fer, si se da el caso que muero él será quien deba de casarse con Ingrid —anuncié decidido—. Gracias Patri, hazte amiga y no la abandones, porfa. Ahora está en trance.

—Puedes quedarte tranquilo y no hables así porque entre todos te vamos a proteger —me contestó ella.

—Lo de Fer... no lo veo pero si es cierto que estaría protegida —pensó—. Mañana ni aparezcáis por la Passione Prohibita.

Mi teléfono empezó a comunicar y decidí despedirme ya al ver que se trataba de Fer.

—Me está llamando, voy a colgar y hablo con él —les dije—. No pienso ir, tranquilo. Mañana me traes el papel, porfa.

—Chao y cuídate —me deseó mi amiga—. Todo se arreglará y podréis estar juntos

—Intenta dormir cuando termines de hablar con Fer, buenas noches.

—Buenas noches, estaremos preparados cuando se descubra el cuerpo —colgué la llamada y respondí la de Fer.

—Gorka, ¿has visto lo qué pasó en la empresa? —me preguntó alarmado—. El hijo de ese inepto murió.

—Escúchame atentamente, si me llega a pasar algo o acabo en la cárcel... prométeme que te casarás con Ingrid y cuidaras de los niños —dije sin andarme con rodeos.

—No me asustes, ¿por qué me estás pidiendo eso? ¿En qué lio te has metido ahora? —me cuestionó asustado.

Le relaté todo lo sucedido y se lo volví a pedir por favor.

—Esta pesadilla no se acabará ya, ¿o qué? —se quejó abatido—. Cuenta conmigo para lo que sea.

—Gracias, mañana necesito que vengas a nuestra casa con el resto de vigilantes y hagáis relevos —le pedí.

—Así será, trata de descansar. Buenas noches hermano —nos despedimos y colgamos.

Al día siguiente —antes de que se despertara Ingrid— recibí a mis abogados, firmé los papeles y falsificamos la firma de mi mujer ya que en su sano juicio no lo iba a hacer. Con la ayuda de ellos reforzamos la seguridad del orfanato y de mi casa, más tarde ellos se fueron y yo me fui a mi pequeño despacho —el que tenía dentro de la mansión—. Me senté en la silla y me puse a ojear todo cuando de repente apareció un nuevo correo electrónico en la carpeta de spam. Me quedé de piedra cuando vi al otro hermano del clan reteniendo a un hombre. Inmediatamente, el teléfono empezó a sonar y con prisa respondí la llamada.

—¿Reconoces a este hombre? —me preguntó el individuo nada más descolgar—. Obviamente, no lo sabrás —se burló—. Es el padrino de Ingrid, el muy pobrecillo vino a darle una sorpresita a su sobrinita del alma.

—Eso es mentira, nadie sabe de nuestro paradero —afirmé.

—No hizo falta que lo sepa, ¿sabes por qué? —siguió haciéndose el sarcástico.

—Habla y si es cierto que es su padrino te prohíbo que le toques un puto pelo —lo amenacé.

—Empezó a explorar el lugar donde fue su sobrina a estudiar y yo fui tan ágil que di con él. Así que solo tuve que engañarlo —se carcajeó—. El pobre iluso es minero y compró una mina vieja para restaurarla, lástima que todos sus planes no se harán realidad porque lo mataré a sangre fría.

—Cómo lo toques te juro que acabarás como tu puto hermano —vociferé.

—Ese es otro de los asuntitos que también quiero aclarar —hizo una pausa—. Cuando logre apoderarme de todas tus empresas, mataré a todos los niños incluidos tus supuestos hijos y a tu mujercita —otra mini pausa más—, seguidos de Fer, tus abogaditos de pacotilla y tu segunda madre.

—¡No te atrevas! Sé hombre y enfréntate conmigo, dame la cara —lo reté—. Dime fecha, hora y lugar que soy capaz de ir solo a enfrentarte.

—Todos sabemos que tú no asesinaste a mi hermano, pero tu mujer sí. Así que no intentes encubrirla porque esos criajos de mierda se van a quedar de nuevo sin padres —volvió a reírse—, ¿qué pena, no? —activó la video llamada y salió el padrino de Ingrid ensangrentado corriendo por la mina—. ¿Lo ves? Acabo de activar una bomba masiva, así que en cuestión de horas no quedarán ni sus cenizas esparcidas por su adorable mina.

Empecé a perder los nervios, las venas del cuello se me hincharon y cerré los puños.

—No tienes límites escoria humana, maldito engendro —le insulté y ni siquiera me di cuenta de que tenía a Ingrid detrás. Aún tenía el video abierto desde el ordenador y además, tenía visible la video llamada.

—¡Padrino! —giré la cabeza y un escalofrío me entró por todo el cuerpo cuando la vi. No joder, estoy no podía estar pasando, ella no tenía por qué ver esto.

De repente ella me arrebató el móvil y el engendro se enfocó a ella.

—Encantado de conocerte guapa, no te imaginas donde te has metido —le guiñó el ojo.

Cogí del brazo a Ingrid e intenté arrebatarle el aparato.

—¿Quién cojones eres tú? No te atrevas a tocarlo porque si no...

—¿Me matarás como a mi hermano? Me rio ante la cara del peligro —el malnacido se burló de ella.

—No le hables así, ni le dirijas la palabra —lo volví a amenazar—. Deberías de besar el suelo que pisamos.

—Tu padrinito vino en tu búsqueda y se hizo cargo de una mina que estaba en pedazos —sonrió malévolamente—. Tuvo tanta suerte que lo secuestré en su propia mina y... ya firmó su sentencia de muerte. La bomba que está activada hará saltar la mina junto a él en su interior. Ya se acercan sus últimas horas de vida... tic tac.

—Te exijo que me digas dónde está, ¡quiero la ubicación ya!

—Espera otra llamada mía —la ignoró—, vas a pagar muy caro haber matado a mi hermano —Ingrid se quedó pálida al darse cuenta que ese ser despreciable estaba al tanto de la verdad—, hasta la próxima.

Mientras Ingrid estaba discutiendo con él, me comuniqué vía email con mis amigos y algunos policías —los que estaban rastreando a tiempo real la ubicación de la mina y la del pavo—. Organicé un vuelo urgente y en la mayor brevedad.

—Todo esto es por tu culpa —se abalanzó sobre mí y empezó a golpearme—. Todo esto está pasando por tu pasado y ellos no tienen la culpa de nada.

La cogí por los hombros y la hice mirarme. En ese instante escuchamos policías y como aterrizaba un avión delante de la finca.

—Escúchame, sé dónde están así que vamos —la cogí de la mano, apagué el ordenador, cogimos su bolso, un revolver y salimos volando cerrando antes todo. Nos subimos al avión que estaba escoltado por policías y nos dirigimos hacia esa zona.

—Más te vale que esté con vida porque si fui capaz de salvarte la vida, igual te la puedo quitar —me miró atentamente.

—Todo irá bien señorita —nos interrumpió uno de los policías—. Puede estar tranquila.

—¿Qué puedo estar tranquila? Como se nota que usted no es el familiar de ese hombre —escupió dolida.

—Ingrid, él no tiene culpa —miró al agente—. Discúlpala, estamos muy nerviosos. El agente hizo un gesto y me acercó una peluca morena. Del mismo corte y color que el antiguo aspecto de Ingrid. Se la ofrecí y ella la acepto—. Póntela, con esto no te reconocerá.

—Y cómo sabes tú que no ha visto la antigua sesión —me echó en cara.

—No tiene acceso, así que hazme caso —Ingrid calló y se la puso sin rechistar.

Unas horas más tarde, llegamos a un pueblo abandonado de Madrid y el avión se desvió a una zona fúnebre y sin rastro de árboles, el paisaje era demasiado seco debido al clima que lo azotaba.

—Ahí está la mina —nos señaló otro policía a la misma vez que un despliegue de policías rodeaban la zona y uno de ellos se adentró en la zona.

—¿Qué paso sigue? Necesitamos localizar la bomba para que no se detone antes de tiempo —espeté preocupado.

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