Capítulo 52:
Ingrid
Cayó la noche y estaba desesperada porque no conseguía sacarle ni una palabra. ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué me afectaba tanto lo que había ocurrido la noche anterior? Desde mi despacho vi cómo se levantaba y salía de la oficina. Rápidamente, cogí mi bolso y en vez de seguirlo —cerrando la puerta de Gorka corriendo con llave—, estaba dispuesta a impedir que me dejara una vez más. Subí por la escalera de emergencia hasta la buhardilla, cogí aire y saqué temblando del bolso el arma —la cual no sabía utilizar, ni me había dado las clases que teníamos pendientes—. Cuando lo localicé, me apunté con el arma pero mis planes cambiaron cuando vi a un hombre encapuchado que se le acercaba por detrás —en plena noche— por eso en vez de gritar para amenazarlo con tirarme al precipicio y pegarme un tiro, decidí salvarle la vida.
—¡Gorka, cuidado! —él se asustó y al girarse le dio una puñalada el individuo.
Cayó desplomado al suelo y me vio desde abajo. Esquivó rodando al tipo pero este lo apuntó con un Avtomat Kalashnikova modelo 1947 —o bien conocido como AK -47. Era un fusil de asalto soviético, de calibre 7,62 mm, diseñado por Mijaíl Kaláshnikov, combatiente soviético durante la Segunda Guerra Mundial. El sicario no se quedó atrás y empezó a luchar en contra de Gorka.
—¡Ingrid, escóndete! ¡Huye! —le grité sin pararme a verla. De nuevo se le puso encima el cabronazo del otro y me apuntó, el tiro falló tras desviar el arma a un lado.
—¡Nunca! —le grité.
El sicario me miró de reojo y cayó debajo de Gorka, mi marido empezó a asestarle puñaladas y patadas apartando el arma de su alcance.
—Después de matarte, pienso divertirme con tu mujercita —se rió y en ese momento reconocí la voz. Inmediatamente, le destapé el rostro y lancé la capucha lejos.
—Té, el primer hijo del asesino en serie —le siguió dando ostias—. A mi mujer no te atrevas ni a mirarla.
—Mataste a mi padre pero, el siguiente en perder la vida vas a ser tu —le escupió en toda la jeta.
En una décima de segundo, las tornas cambiaron y su enemigo se levantó del suelo pero Gorka también lo consiguió cogiéndolo por la ropa ensangrentada. Entre otro forcejeo alzaron el arma hasta el cielo hasta que el arma se disparó de nuevo, por suerte tuve grandes reflejos y lo esquivé. Ahí comprendí que era la hora de actuar, era ahora o nunca. Así que me asomé un poco y lo apunté, mi compañero de vida falsa me vio y contemplé el miedo que sentía al verme correr el peligro.
—¡Vete, maldita sea! —me gritó y puso al criminal de espaldas—. No lo hagas, no te manches las manos por alguien que no lo merece.
—Tu esposa tiene más agallas que tú, ¿no te das cuenta o es qué necesitas tener a una mujer al lado para protegerte?
—Por ti, por tus padres, por tu hermana y por toda mi familia —vociferé llena de ira—. La venganza tan solo empieza, así que vete despidiendo de este mundo. Te prometí que el asesinato de tu familia, no iba a quedar impune.
Cerré los ojos y lancé varios disparos que atravesaron al encapuchado —el que al parecer, Abrain había reconocido—. Un charco de sangre inundó todo el pavimento y Gorka se apartó del cuerpo, me miró —también cogió el arma y borró sus huellas. Después de esa acción, la dejó encima de su cuerpo para simular un suicido o un ajuste de cuentas— y pudo ver como entraba en pánico. Mis lágrimas empezaron a brotar y di un traspié hacia atrás sin soltar el arma, los ojos se me nublaron y ya no pude ver los siguientes movimientos que hizo él. La salida hubiese sido dejarlo morir porque todos mis problemas desaparecerían para siempre y podría volver con mi familia, pero algo extraño me ataba a él.
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