Capítulo 48:
Ingrid
Sin darme cuenta, ya habían pasado como cuatro horas desde que habíamos llegado a la Passione prohibita —y para ser exactos, solo dos desde que empecé a conocer la empresa y la fábrica de perfumes en profundidad—. Nunca antes había sentido esa curiosidad por crear algo que cada ser humano consume cada día para su uso personal, me flipaba todo el proceso y todo lo que se utilizaba para crear algo tan maravilloso. En definitiva, todo lo que se escondía detrás de una fragancia. Conocer todo el proceso de fabricación me resultó extremadamente sencillo, gracias a la ayuda de Gema y de Bruno —el encargado principal de la producción de perfumes. El mismo que se unió nada más terminar la última tanda que lo tenía ocupado.
—Repasemos todo de nuevo —repuso Bruno al tener que marcharse Gema a su puesto de trabajo.
—Venga, estoy lista para tomar apuntes —saqué mi libretita de antes. La misma que me había obsequiado Gorka y con la que apunté todo lo que me había explicado anteriormente. Antes de salir del bufet, me encargué de cogerla para llevarla conmigo junto con mi bolso.
—Paso uno, destilación: Es un método sobre todo empleado con flores, plantas y hierbas. La destilación consiste en separar los componentes sólidos de los volátiles de la mezcla, por medio de la evaporación. Las raíces, hojas, flores, corteza, etc., es la parte que contiene la esencia.
»Esta se introduce en un alambique una vez machacada. Se le añade suficiente agua como para que todos los componentes que hemos introducido se queden cubiertos, y se mantiene macerando así durante unas horas.
Después comienza la destilación, cuando los elementos aromáticos son arrastrados mediante el vapor de agua hacia la columna de destilación, en la que se enfrían y se recogen en un vaso donde se separan con facilidad el agua de la esencia, y el agua se vuelve a introducir en el alambique para aprovechar la esencia que pueda quedarle de la disolución.
»Paso dos, expresión. Un proceso que se utiliza con la corteza de los frutos, de la que se exprimen las esencias, que lo consigue agujereándola y comprimiéndola de manera mecánica. El extracto que se obtiene se decanta y se filtra para separar las partes más acuosas de los aceites esenciales.
Es un tratamiento en frío que se utiliza sobre todo con cítricos como la naranja, limón, cidra, etc., los cuales tienen un aroma muy fresco que no puede resistir el calor que se produce con la destilación.
»Paso tres, extracción. Un proceso que también se conoce como enfleurage y que consiste en poner las plantas en contacto con disolventes que absorben los perfumes. Se utiliza sobre todo con las flores más delicadas.
Los disolventes se mezclan con alcohol, se calientan y después se enfrían para conseguir los compuestos vegetales y después evaporar el alcohol.
»Y por último nos encontramos con la maceración. Este es el método más antiguo aunque está en desuso. Es una técnica que se usaba con flores muy frágiles, como el jazmín o la flor de azahar, entre otras.
Se recogían los pétalos a mano y se iban colocando sobre una película de grasa animal sobre una plancha de vidrio, dejándolo así durante uno o dos días. Pasado ese tiempo, los pétalos se retiraban con mucho cuidado y se volvía a repetir hasta la saturación de las grasas, consiguiendo una pomada muy aromática que se lavaba con aguardiente y de la que se obtenían infusiones.
Eché un último vistazo a toda la maquinaria y terminé de apuntar todo el proceso de fabricación.
—Me ha quedado todo muy claro, nunca me imaginé lo interesante que podía llegar a ser el proceso de cada perfume —admití fascinada.
—Es muy interesante pero claro, es un trabajo muy laborioso que requiere de mucha concentración —me respondió Bruno—. Por suerte contamos con un gran equipo de profesionales que nos ayudan a diario.
—Se ve —de repente surgió de mi algo extraordinario que de momento, no pensaba desvelárselo a nadie.
Los empleados empezaron a salir ya que había llegado la hora del medio día y por lo tanto era la hora de la comida, para algunos que tenían la jornada partida —los trabajadores que estaban de jornada completa aún les quedaba un poco más—. Tuve la suerte de que no coincidieran con el ámbito de la producción, ese que acababa de entrar en mis planes. Ahora solo me tenía que deshacer de Bruno, aunque ciertamente no me molestaba pero si me entorpecía todo, sino quería que nadie se enterase de momento.
—Bueno, señorita —me miró con una sonrisa—. La acompaño al buffet de Gorka y me voy a comer, en breve tengo que volver de nuevo.
—Me quedo aquí, me gustaría recorrer todo detenidamente —añadí—. El perfume que saldrá en el lanzamiento, ¿está ya la muestra disponible?
—Pero... —tragó saliva incómodo—. Gorka ordenó que te lleváramos con él. No podemos dejarte sola.
—Sola no voy a estar —sonreí—, ¿no ves todas las maquinas que me acompañan, flores y otras mezclas?
—Sí, pero... —su pecho subía y bajaba agitado—. Esto... si ya tenemos disponibles las muestras.
—Pero nada, él no es el único que da las órdenes aquí —dije con seguridad—. Soy su mujer así que harás lo que yo diga, si te preocupa que te eche o algo puedes estar tranquilo porque no lo pienso permitir —di un paso hacia delante—, yo diré que te dije que te fueras, así que ahora me vas a decir donde están las muestras y te vas a ir a tu casa a comer.
—Está bien, pero no quiero que por defenderme tengas problemas con el jefe —contestó con la boca chica.
—No me voy a meter en problemas, ahora desembucha.
Bruno señaló un pequeño set o cuarto pequeñito, el cual estaba cerrado y un estor cubría las ventanas para evitar que se viera lo que en realidad se escondía en su interior.
—¿Ves esa especie de habitáculo?
—Lo veo, ¿qué hay allí? —me acerqué a pasos gigantescos e intenté abrirla pero me fue imposible porque estaba cerrada con llave.
—El corazón de todo esto —se acercó a mí hasta situarse a mi vera.
—¿Qué quieres decir con eso? —lo miré con curiosidad.
—Es el laboratorio donde se crean todas las fórmulas de cada perfume, así que una vez hecha y aprobada se les comunica la receta incompleta, hasta que el ingrediente secreto lo añade su creador sin la presencia de nadie —me explicó.
—Y supongo que Gorka es quien añade el ingrediente secreto, ¿verdad?
Bruno asintió, sacó una copia de la llave y me la puso en la palma de una mano.
—Toda tuya, como dueña tienes derecho a tenerla pero con suma confidencialidad —me imploró con la vista—. Lo que se crea ahí, ahí se queda.
—Puedes confiar en mí, además dándomela soy privilegiada y si no me la hubieses cedido tu hubiese sido Gorka —procedí a abrir el cuarto y Bruno se encargó de encender la luz.
—Confío en ti —me sonrió y yo le regalé un beso en la cara cuando se acercó a mí—. ¿Segura que te quieres quedar aquí sola?
—Muy segura —entré y lo volví a mirar—. Ve a comer, anda.
—Hasta otra, jefa —se despidió moviendo una mano y salió del lugar de producción.
—Manos a la obra —me dije a mi misma orgullosa—. Ay Gorkita, prepárate porque te vas a cagar.
Empecé a indagar entre todas las muestras, frascos de cristal y diferentes mezclas. Enseguida me apoderé de una especie de encimera y cogí un par de mezclas de flores, aromas y líquidos mágicos. Luego, cogí un mortero y empecé a hacer magia.
Una hora después, terminé una fragancia nueva y cuando me dispuse a olfatearla poniendo sobre un cartoncito —estilo probador de mercadora— una pulverización quedé encantada con su toque casi final. Ahora era el paso de añadirle el ingrediente secreto por eso mismo, me puse a cotillear en un cajón y fue cuando di con las muestras del nuevo perfume —este tenía de nombre Ill miracolo del amore— del que tanto alardeaba Gorka. Sin pensarlo, olí una pequeña muestra y quedé enamorada. Era increíblemente perfecto y ahora si podía darle la razón al señorito por estar tan orgulloso de su nuevo perfume. Lo que no me podía explicar es como alguien tan rudo y sin sentimientos podía crear algo tan perfecto. Después de meditar unos minutos, guardé la muestra y le añadí el ingrediente secreto al mío —aunque el de él fuese la pera el mío no se quedaba atrás—. Acto seguido, recogí todo y metí en mi bolso una muestra de mi creación junto a la receta. En ese instante escuché como una persona me llamaba, entraba al lugar donde yo me encontraba y además me miraba con los ojos abiertos.
—Ingrid, ¿se puede saber que cojones haces aquí? —me preguntó molesto Fer—. ¿Cómo has conseguido la llave? Cómo se entere Gorka, te va a matar —asomó la cabeza por la puerta y me volvió a mirar—. ¡Dónde ostias se ha metido Bruno! —exclamó con furia.
—Eh, relaja la raja chaval —hice un gesto para que apaciguara su tonito—. Porque seas guapo no te da derecho a hablarme así.
Fernando me cogió del brazo, me sacó del cubículo —antes revisó que nada faltase ni que hubiese saboteado nada—, apagó las luces y cerró con llave.
—¿Te das cuenta en los problemas en los que te puedes meter? —me echó en cara enfurecido.
—No he hecho nada malo para empezar y segundo si te preocupa que haya echado a perder la fórmula de Gorka, te estás preocupando sin razón —lo enfrenté y lo encare—. Bruno me dio la llave porque lo amenacé —mentí para no desatar la furia de Fer y la del mismísimo dueño del emporio—, así que ni se os ocurra hacer nada en contra de él porque desde ya es mi protegido. ¿Entendido? —alcé la mirada para intimidarlo—. Y si quieres saber si lo olí, también lo hice y no me arrepiento de ello. ¿Piensas qué estoy en condiciones para hacer algo en contra de él? ¡Pues no, por el hecho de que me podría costar muy caro maldita sea! ¡No soy tan estúpida! —le golpeé el pecho con rabia y él aunque al principio se dejó, terminó parándome.
—¡Cálmate! —me cogió de las muñecas sin hacer fuerza—, y a mí no me grites —siguió desafiándome—. Solo te lo he dicho por tu bien.
Me solté de su agarre bruscamente y me miré las muñecas.
—Esto es inaudito, ¡si fuiste tú quien me atacó y me gritó sin hacer yo nada! —me defendí—. Si hubiese querido hacer algo en contra de él, te aseguro que con todos los químicos y productos corrosivos que esconde este lugar. Ya estaría la passione prohibita en llamas. Mi intención no es perjudicarlo. «Al menos no de esta forma y en este momento. Tengo un as bajo la manga que lo sacará de quicio mucho más».
En ese instante recordé cuando llegué a Francia en busca de nuevas oportunidades y lo que me encontré fue completamente distinta. Una ciudad en llamas y destrozada, miles de cadáveres y dos niños huérfanos que si yo no hubiese decidido hacerme cargo, hubiesen muerto o a saber que más cosas podían haberle sucedido. Una angustia me recorrió por el cuerpo e incluso hasta me maree.
Fer me agarró de la cintura para impedir que me desplomara como plumita.
—¿Estás bien? Lo siento pero, me dio pánico que se enfadase contigo por algo así y pagaras las consecuencias —me apretó contra su pecho y acarició mi espalda—. Eres su punto débil y físicamente no te haría daño —se quedó en silencio para incorporar nuevas palabras—, pero si se vengaría de otra forma.
—Sí, si lo estoy no sé qué pasó —me aferré más a su cuerpo. Al llegar a las últimas palabras, me puse en alerta—. ¿Se vengaría de mi familia?
—¿Te llevo al médico? —se preocupó de mi estado y a mí me pareció algo precioso—. A ellos no los tocaría ni les haría daño. Puedes estar tranquila, no sabrá que te pillé ahí dentro.
—No, estoy bien de verdad —asentí—. Pues dímelo, ya me di cuenta que Alex, su mujer y tú guardáis muchas cosas. No quiero que me ocultéis nada, porque tarde o temprano lo descubriré —alcé la vista, me acerqué a sus labios y lo miré a los ojos—. Necesito un aliado y ese vas a ser tú. En cuanto a lo otro, no te preocupes porque se lo pienso decir yo.
—No te lo aconsejo —se quedó boquiabierto ante la seguridad que le transmitía—, lo siento Ingrid pero no te lo puedo decir —su corazón empezó a latir con más velocidad—. ¿A qué te refieres con que yo sea tu aliado?
—Pues es sencillo, tú me ayudarás a hacerle la vida imposible al señorito —esbocé una sonrisa triunfal—. ¿A qué lo harás?
—Definitivamente no —exclamó con furia—, nunca le haría daño a mi amigo.
—Pero si es algo leve... —rocé mis labios contra los de él—. Además, con eso no le harías daño. A parte, si te pones exquisito entonces ya has traicionado su confianza.
—¡Ni leve, ni ostias Ingrid! —elevó la voz—. No hagas eso más, nos pueden ver por las cámaras —señaló varias de estas.
—¿Te preocupa eso? —miré al suelo—, ok habrá que cambiar de sitio.
Fer tuvo que recordar algún comentario porque pude ver como se le encendía la bombilla sobre su cabeza.
—¿A qué te refieres con que ya he faltado a su confianza? —cuestionó él—. Y si, si me preocupa. Por esa razón, no puedo hacerlo ni puedo aliarme contigo y menos en contra de Gorka.
—El otro día nos besamos, con eso ya lo estás traicionando.
—Pero yo no quería —se defendió y yo me reí ante su cinismo.
—Quien no quiere algo, hace algo por impedirlo —le solté con los ojos abiertos—. ¿Por qué no puedes, a ver?
—Me pilló desprevenido —siguió con su cantaleta barata—. Y no puedo porque...
Me cogió de los hombros y me llevó hacia un rincón. Me acorraló —entre sus brazos y la pared— y me besó apasionadamente.
—No puedo hacerlo porque me vuelves loco y no puedo permitirlo. Desde que apareciste no solo lo volviste loco a él, sino que también pusiste mi vida patas arriba —el nerviosismo se había apoderado de él—. Eres la mujer de Gorka, ¿estamos? Entre nosotros sea lo que sea está prohibido.
—Anda... si solo es diversión —ahora fui yo quien capturó sus labios—. Primero, no soy nada de él, solo por el hecho de que no nos une nada sentimental y para colmo todo es en contra de mi voluntad —le acaricié el mentón—. Lo nuestro puede darse y él no tiene por qué enterarse. Tu acabas de confesarme que te gusto, y tú a mí también. ¿Qué hay de malo?
—Tú y yo nunca vamos a estar juntos —me dijo firme.
Suspiré pero no resignada del todo y lo empujé hacia un sitio donde las cámaras no alcanzaban la visión.
—Tiempo al tiempo, las próximas veces no me dirás lo mismo —le guiñé un ojo seductora.
—Vas a cavar tu propia tumba, que lo sepas —me informó.
—No tengo miedo a morir, si es a tu lado —sonreí—. Además, tú también la cavaste porque me estás protegiendo desde el momento uno—. ¿O lo dices porqué tienes novia?
—Por favor, cállate. No tengo pareja pero tu si —empezó a sudar de nuevo y volvió a unir nuestros labios—. No te quiero escuchar, no más por hoy. Ya fue suficiente.
—Llévame con alguna escusa a algún lado, así podremos estar solos —le propuse—. Yo tampoco.
—No es una buena idea aparte de que no puede ser —miró el reloj pasando de mi insistencia—. En breve te buscará Gorka.
—Insisto, podemos hacerle creer que vamos a buscarle alguna sorpresa o algo.
—No, Ingrid —me mordió el labio y yo aproveché para magrearle el trasero—. ¿Tienes un cigarro?
—¿Para qué lo quieres? Gorka odia el tabaco —expresó.
«Y yo lo odio a él».
—¿Tienes o no? —volví a insistir.
—Sí, fumo de vez en cuando —se sacó la cajetilla y saqué uno de su interior. También le cogí prestado el mechero—. Lo tomo como préstamo —lo guardé en el bolso.
—No fumes delante de él, yo tampoco lo hago —me informó—. Puedes quedarte el mechero, tengo más.
—¿Fumas mucho? —me interesé.
Negó con la cabeza y se tragó un bostezo.
—Raramente, pero uno o dos al mes si —anuncié.
—Perfecto —se lo arrebaté del todo—. Me lo quedo.
—Oye... —intentó quitármelo pero le resultó fallido su plan porque cuando lo intentó. Ya lo tenía guardado.
Repentinamente se empezaron a escuchar cómo se abría una puerta y alguien se acercaba con paso firmes.
—¿Ingrid? ¿Fer? ¿Estáis aquí?
Al reconocer la voz de Gorka, aparté a Fer para hacerme ver y darle tiempo a que se limpiara los restos de pintalabios que le había dejado. Lástima que se lo tenía que quitar sino, ya tendría un recuerdo placentero.
—Aquí, estábamos a punto de apagar las luces para reunirnos contigo —mentí como una posesa pero me importaba una auténtica mierda.
Seguidamente, apareció Fer por detrás de mí y se acercó a Gorka.
—Escuchamos pasos y no la hemos apagado para no provocar un estropicio —se rascó la nuca un poco más tranquilo—, pero vamos —salió hacia el pasillo.
Gorka y yo nos miramos. A continuación, apagué las luces, salimos y cerré la puerta con llave.
—Bueno, me voy a comer —se despidió con la mano—. Hasta mañana, parejita —intensificó la última palabra y a mí me repateó profundamente.
—¿Vamos? —me cogió de la mano.
—Claro —esbocé una sonrisa falsa.
Al salir de la empresa, fuimos a comer a una cadena de fast food. Luego, fuimos a la joyería donde había encargado los anillos y para no darle el día me lo probé —pero la verdad fue que ya me lo dejé puesto por petición suya y él también se quedó con el suyo puesto—. Intenté mostrar ilusión y muchas ganas pero la verdad, sabía que no me hacía ninguna —siendo sincera, el anillo era bastante bonito y así podía restregárselo a la cara a la guarra de Bel. La noche fue cayendo y nos encontrábamos en casa, cenamos algo ligero y nos acomodamos en nuestra cama compartida.
—Ingrid, ¿aún quieres saber todo lo qué te acabo de contar? —se puso de lado y yo lo imité.
—Si —respondí con un monosílabo.
—Antes de empezar, te quiero confesar algo —apagó la luz de la mesita y solo nos alumbraba el reflejo de la avenida.
—Dime —y otro monosílabo más. Al final se convertirán en mis palabras favoritas.
—Alex y Patri lo saben todo —confesó.
Cerré el puño con intención de estampárselo en toda la jeta pero, por mi bien lo deshice.
—¿Qué estás diciendo? ¿Es una broma, no? —no pude evitar mostrar la irritabilidad que me producía que me hubiesen visto la cara de tonta—. Perfecto, el primer día que los conozco y ya se creen que soy la más idiota del planeta. Y Fer, igual —mencioné su nombre porque realmente me estaba empezando a importar.
—No seas tonta —me apartó un mechón de la cara.
—Sigue con el resto porque si no, no sé de qué sería capaz —frustrada le pedí.
—Hace años, mi padre trabajaba con mi abuelo y lo típico —tragó saliva—. Formaron una empresa, tuvieron éxito hasta que de un día para otro mi abuelo enfermó y mi padre tomó las riendas de la Passione Prohibita. El dinero empezó a desaparecer repentinamente y nadie sabía el porqué, empezamos a investigar y contratamos a Alex. Aunque yo a él ya lo conocía desde que era pequeño, total lo ayudamos a que hiciese prácticas con nosotros y desde ahí ha sido mi amigo y mi abogado, junto a su chica. Solo confío en ellos para esos asuntos.
—¿Descubristeis algo? —le pregunté confundida.
—Probamos que alguien lo estaba robando con un plan muy perfeccionado ya que no dejaba ni una pizca de rastro —cogió aire—. Conseguimos los nombres y cuando íbamos a actuar, mi padre recibió amenazas de muerte pero no solo a él sino a toda nuestra familia.
Un escalofrío me congeló la sangre y no fui capaz de abrazarlo para darle apoyo moral.
—Qué horror —me tapé la boca para que no me diesen arcadas.
—Al parecer mi padre hizo negocios con una empresa clandestina y lo engañaron como el mayor de los gilipollas. Cuando intentó deshacerse de esas malditas garras, ya fue muy tarde porque tenía que pagarles una deuda millonaria. Durante este transcurso, mi abuelo falleció y se reunió con mis otros tres abuelos en el cielo —carraspeó debido a que la garganta se le había quedado seca, pero no hizo ningún amago por beber agua.
—Si necesitas parar, hazlo —le aconsejé—. No tienes por qué terminar de contarlo hoy, puedo esperar.
—Necesito hacerlo, es algo que desde que ocurrió me está matando por dentro —me hizo saber.
—Mi abuelo me dejó a mí la empresa, que en ese momento estaba anticuada y un poco antes empecé a trabajar ahí mientras combinaba los estudios que necesitaba para manejarla —apoyo su frente a la mía y cerró los ojos con fuerza—. Obviamente, la mitad era de mi hermana pero al ser menor de edad pasaría a sus manos cuando cumpliera los dieciocho años, cosa que ya no podrá ser porque me arrebataron a mi pequeña —Gorka empezó a llorar y me abrazó.
—Tranquilo —le acaricié el cabello con dudas ya que no sabía si todo lo que me contaba era una vil mentira o había pasado de verdad—, ¿qué le pasó?
—Como te comenté, mi padre les debía dinero y no teníamos forma de devolvérselo. Nos pusieron ultimátum, hasta que un día decidí llevar a mis padres a un lugar donde estaba seguro de que no los iban a encontrar, pero no fue así. El muy desgraciado los atacó por la espalda —relató cómo fueron sus muertes.
Se me saltaron las lágrimas. No entendía como la vida podía ser tan cruel y no solo con sus padres, sino con una niña pequeña que estaba empezando a vivir.
—¿Entiendes por qué no quiero que pongas fotos de tu familia en la oficina? —me cuestionó y yo qué horrorizada—. Porque no quiero que sepan nada de tu pasado, tu familia está protegida por policías y varios agentes privados, mis seres queridos no. Pensamos que no iría a más y mira, me enteré por la televisión y cuando llegué a socorrerlos era demasiado tarde. Me maldije muchas veces porque sentí que era mi culpa. No te imaginas lo que sentí al ver la escena.
—No pondré evidencias te lo prometo, pero... ¿y por qué no le pedisteis ayuda a la familia? —lo abracé y le besé la sien—. Tú no tienes la culpa, el destino es muy cruel.
—Por favor —me suplicó y me pegó más a él—, yo podría haber cambiado ese final me caguen en la puta. Yo los arrastré al precipicio —siguió llorando desconsoladamente—, no existe el destino ni la justicia divina, porque si dios hubiese existido no me los hubiese arrebatado y menos hubiera permitido que le arrebataran la vida a una niña tan pequeña.
—Gorka, la vida es muy injusta y a veces no podemos cambiarla por mucho que nos duela. El destino de cada uno está marcado y aunque los hayas llevado a China, si tenía que pasar iba a suceder de la misma manera —fui realista y le dije eso pero no para hacerle daño sino para que recapacitara.
—Puta vida, me quiero morir e irme con ellos. No hago nada en esta vida si encima tú me desprecias —le sequé las lágrimas.
—No digas eso nunca más, ¿de acuerdo? Muerto no vas a conseguir nada, en cambio vivo podrás lograr que se haga justicia —solté una bocanada de aire y le sonreí—. Te ayudaré a que paguen, y no me iré de tu lado.
—Tienes razón pero, aun sabiendo... ¿te quieres quedar? —me miró triste—. Soy un asesino, Ingrid. La noche en la que nos conocimos hubo una reyerta en el pueblo donde fuiste.
—Sí, no te dejaré solo y ahora sabiendo la historia —asentí sin saber por qué lo hacía—. ¿Qué clase de reyerta? —entorné los ojos un pelín—, pero mataste por defensa propia.
—Ellos averiguaron donde estaba pasando unos días para incriminar a los culpables de sus muertes y fueron a atacarme a mí también —las lágrimas florecieron con intensidad—, alguno de mis hombres fallecieron y no solo ellos, sino un millón de ser humanos que eran inocentes como mi familia. Fue muy duro ver miles de cadáveres tendidos en el suelo, prendieron fuego al pueblo entero para matarme a mí. Como dice el dicho, hierba mala nunca muerte porque sigo más vivo que nunca, gracias a ti —me acarició la cara—, gracias por seguir a mi lado a pesar de todo. Perdóname por tratarte así, no tengo justificación pero no podía dejarte ir con los niños porque estaba en peligro de que me denunciaras y era lo único que me faltaba. Aún tengo cuentas pendientes que resolver.
—Menudos hijos de puta —suspiré con los ojos llenos de diminutas lágrimas—. Si puedo hacer algo por ti, ¿me lo dirás, verdad?
—Eres un rayito de luz en esta inmensa oscuridad, aunque tengamos nuestras diferencias, eres mi oportunidad para cambiar y ser mejor persona —me confesó aunque eso no me pillaba de sorpresa.
No supe qué decir puesto a que todo esto era nuevo para mí. Por primera vez, sentí pena por él y tuve la sensación de querer ayudarle pero ahora más que nunca me preocupaban los míos, pero él también. A pesar de todo eso, yo no tenía la culpa de que me raptara como lo hizo, era una víctima más de su alborotada vida.
—Entiendo que no quieras contestar —intervino—, yo no lo soy para ti y aunque me duela, lo debo de aceptar. Ingrid, estoy enamorado de ti.
Sin palabras, me acababa de quedar sin palabras pero una parte de mí —aun sabiendo casi toda la verdad— no confiaba en él.
—Y... y, entiendo que ese esté muerto pero ahora, ¿qué? —cambié de tema para no tener que responderle. Unas palabras así debía de meditarlas bien—. ¿Sigues corriendo peligro?
—Sus dos hijos, son del mismo clan y si me tienen en el acecho —asintió—. La guerra aún no ha terminado pero, te aseguro que esta no la voy a perder ya sea lo último que haga. O mueren ellos o los fundo en la cárcel.
—Ahora más que nunca me tienes que enseñar a usar la pistola, ¿te parece que sea lo antes posible? —le pedí—. Igualmente no podemos bajar la guardia y tenemos que estar en alerta los dos.
—Eso está hecho —me respondió—, en cuanto tengamos un hueco libre nos ponemos manos a la obra.
—Gracias —le agradecí.
—Bueno, más o menos ya sabes la historia pero aún me queda algo por decirte.
—¿El qué? —lo miré abriendo los ojos tratando de procesar cada detalle.
—Uno de los papeles que firmaste era... —dejó en suspenso la frase.
—¿Era...? —lo imité.
—Una acta de matrimonio, oficialmente estamos casados —me reconoció.
Mi cerebro se acababa de convertir en una olla express. Le golpeé el pecho y él no hizo nada para detenerme, seguí hasta que mis fuerzas se agotaron.
—Cómo pudiste, señor gran hijo de puta —le insulté con rabia—, más te vale que sea una broma.
—En tu sano juicio no lo hubieses permitido, tenía que hacerlo si quería conseguir la custodia de los peques lo antes posible —se excusó—, anda no te enfades. Sé que todas imagináis vuestra boda de ensueño y aunque la civil no haya sido así, ya tendremos oportunidad de hacer la romántica con nuestros seres queridos.
Ni muerta, pensé
Quise gritarle en su cara cuanto lo odiaba, pero la verdad es que mi punto de vista había cambiado, pero no del todo. Me di la vuelta y cerré los ojos dándole la espalda.
—Hasta mañana —ya tuve suficiente, mi ego debe de continuar el mismo antes, ahora y siempre.
—Puedes hablar y soltar tu opinión —me comunicó.
—Gorka, he dicho que buenas noches y si vuelves a insistir soy capaz de dispararte sin importarme nada lo que hayas hecho en el pasado —lo amenacé.
—Esa es mi pequeña —se pegó por detrás a mí y aunque no lo veía. Estaba sonriendo radiantemente.
Me acerqué al bordillo, puse distancia entre los dos y cerré los ojos. Él me tapó con la sábana y se pegó media vuelta.
—Buenas noches, mi rabiosa —me deseó el caradura—. Por cierto, ya que estamos casados lo mínimo que me merezco es una noche de bodas como dios manda.
—Vete a una tienda erótica y cómprate una muñeca hinchable o sino, mejor... vete de putas o llama a una línea de esas de tías en pelotas y calenturientas.
—Mil veces, te prefiero a ti.
Y sin mi respuesta, la noche dio comienzo a un sueño profundo y al paso de un día ajetreado.
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