Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 46: Tentaciones.

Ingrid

Entré a la cárcel donde dormía, cerré la puerta y me dirigí al armario. Ahora empezaba mi venganza y el inicio no podía ser nada sin fuerza. Al contrario, debía de empezarla con el pie derecho y pisando fuerte. Así que, que gane el mejor. «¿Tú querías enloquecer y jugar con fuego? Lo vas a tener, morenito».

Cogí un conjunto de lencería con unas medias —todo combinado en negro— y me lo puse, por suerte me quedaba como un guante. A continuación, me senté en el asiento del tocador y me retoqué tanto el pelo como el maquillaje. En ese preciso momento, la puerta del cuarto se abrió y Gorka pasó cerrándola con la ayuda de un pie.

—Qué rápido has venido —manifesté con una sonrisa.

—Sí, terminé rápido —se acercó a la cama y seguidamente se quitó la ropa para dejarla sobre una silla.

Cuando lo hizo, postró su mirada en mí y me recorrió hasta el último poro.

—Qué sexy, no me digas que... ¿te has puesto así para mí?

—¿Y qué pasaría si te digo que sí? —me levanté con sensualidad y muy despacito.

—Progresas adecuadamente, nena —se acercó a mí y yo lo ayudé para acortar la proximidad que existía entre ambos.

—Una hace lo que puede —apoyé mis manos en su pecho desnudo y lo empujé hasta que quedó sentado en el filo de la cama.

—Pues lo haces muy bien, aunque no sé si todo —se mordió el labio provocador.

Al ver su expresión, sentí algo por dentro muy extraño pero en ningún momento dudé en lo que estaba a punto de hacer. Yo podía y ahora menos que nunca iba a echarme para atrás. Me cogió de la cintura posesivo —yo quedé con una rodilla entre sus piernas y la otra sobre su otra pierna— y yo lo empujé con rudeza, en cero coma lo tenía tumbado. Al tenerlo así, me sentí con todo el control sobre mí.

—La nena quiere jugar —me empezó a acariciar el cuerpo.

—Y el nene, también —dejé caer una evidencia como un castillo.

—Siempre tengo ganas de hacerlo —empezó a deslizar las medias que protegían mis piernas, cuando logró quitarlas del todo las tiró al suelo—. Bonita ropa interior, pero te prefiero totalmente desnuda.

—Y yo te prefiero... —Calma Ingrid, calma. No le vayas a decir que lo prefieres ahorcado, ahogado o en cualquier situación que lo hiciese sufrir.

—¿Qué prefieres? —me miró a los ojos fijamente.

—Quitarte algo que te estorba —aproveché que estaba encima suya para arrebatarle bruscamente la ropa interior que llevaba. Luego, la tiré al mismo sitio donde estaban mis medias.

—Joder, joder como ha espabilado la niña —me dio un palmetazo en un cachete.

—Y más que puedo espabilar, si tú quieres —gemí ante el impacto de la palma de su mano.

—Para eso no me pidas permiso, actúa y ya —su erección empezó a asomar y yo intenté no mirar.

—Eso mismo pienso hacer —me metió mano y yo me estremecí bastante.

—Te sobra ropa y mucha —acercó sus manos sobre mi lencería y me arrebató cada prenda —también se deshizo de mis tacones—. Sin esperarlo, me vi totalmente desnuda de golpe y porrazo.

—Ahora si estamos en empate, princesa —sonrió pícaro.

Entreabrí los labios para quejarme pero aunque quisiera me contuve. Él empezó a besarme el cuello, a pesar de que yo estaba encima y de nuevo me acarició todo lo que le pillaba a mano.

—¿Qué has hecho de mí? —dio inicio a una retahíla de besos por el hombro derecho—. Siento dependencia de ti, de tu cuerpo, de tus besos y de todo tu ser.

—Nada —ahora fui yo quien le metió mano.

—Yo diría que mucho —intentó ponerme debajo pero no lo dejé.

—Las reglas las pongo yo —apoyé mis brazos a los dos lados de su cabeza, sobre la cama.

—Poséeme, muñeca —me mordió el labio dulcemente y yo le respondí con otro pero con rudeza.

Gorka gimió y me volvió a besar. Cogí fuerzas y tomé la iniciativa, empecé a besarle el cuerpo entero y él no aguantó más, cada vez gemía más fuerte.

—No pares, me encantas en esta faceta —capturé sus labios e introduje mi lengua en el interior de su cavidad.

No respondí, solo me limité a hacerlo enloquecer dejando a su paso un sinfín de caricias y hubo un momento que él atrapó mi cara con las manos.

—Quiero estar dentro de ti, ¿puedo? —eso si me pilló por sorpresa, ¿él pidiéndome permiso para algo?

Le revolví el pelo y pegué nuestras partes íntimas, él hizo un movimiento hasta que consiguió que quedara debajo de él.

—¿Tienes protección o tomas pastillas? —se aseguró antes de dar el paso de gloria.

—Tomo pastillas, pero... espera —miré la mesita—. Hazme un favor.

—Dime —miró a la mesita también, abrió el cajón y rebuscó entre un par de tabletas de pastillas—. ¿Es alguna de estás?

—Sí, saca una y dámela —le pedí.

Gorka sacó una pastilla, cerró el cajón y se la metió en la boca.

—Si la quieres, quítamela —me acarició los pechos con suavidad y volvió a mi cuello.

Le cogí la cara con las dos manos y lo besé tan apasionadamente que me tragué la pastilla sin masticarla.

—Con cuidado, pequeña —me volvió a besar—. Hasta con sabor a píldora me gustan tus besos.

—Haz el favor y cállate —le ordené, rodee su cintura con mis piernas y ambos notamos inmediatamente cuando nos fundimos en uno.

—A sus órdenes, mi generala —siguió manoseándome y dándome besos por todo el cuerpo, desde la cara a los pies hasta que volvió a adentrarse en mi interior.

Sin explicaciones, ni palabras hicimos el amor por primera vez juntos. La noche transcurrió mientras hacíamos el amor con intensidad y a la vez dulzura, aunque hubo momentos que me vi obligada a reprimir las lágrimas logré contenerme. Una sensación nueva apareció, la cual no podía controlar y mucho menos saber que carajos era.

A la mañana siguiente, me desperté y lo vi enredado a mí. Suspiré y me pregunté mil veces que cojones había hecho, en todas las respuestas salían las mismas palabras: por venganza. Tenía que hacerlo enloquecer y si ese era el precio que tenía que pagar. No podía dejarlo pasar.

Sin saberlo me vi tentada a tocarlo pero no, la reacción que tuve fue deshacerme de sus garras para poder levantarme de la cama. Una vez lo había hecho, me miré en el espejo y me cubrí con una batita corta de raso. Cerré los ojos y empecé a acariciarme el cuerpo sin saber si lo que sentía era repugnancia o a saber el que.

La sorpresa me la llevé cuando noté unas manos fuertes agarrándome la cintura, en segundo lugar sentí un cuerpo pegado al mío y en tercer lugar, me apartó el cabello a un lado para besarme el cuello y el hombro izquierdo. En ese instante me percaté que era Gorka cuando me centré en el espejo. Él también me miró a través del espejo cuando alzó su rostro de mi piel. Sin decir nada, me giró con un movimiento rápido y me miró mientras acariciaba mi cara.

—Buenos días, princesa —deslizó su mano para terminar metiéndome mano.

—Buenos días —le deseé de la manera más falsa.

—¿Cómo durmió mi pequeña? —rozó sus labios con los míos y yo tras el contacto apreté mis dientes.

—Bien, como siempre —le respondí sin más.

—¿Cómo siempre? —me pegó a él y nuestros rostros quedaron a escasos centímetros.

—Sí, supongo —insistí con un poco de indiferencia.

—Bueno —se rascó con una mano la nuca y luego la dirigió hasta mi cuerpo—. Anoche fue muy especial, por esa razón dormí como un bebe y más si estaba a tu lado.

—Una noche más, un polvo más —continué indiferente—. Además, llevas un tiempo durmiendo conmigo así que no tiene nada de especial.

—Pero todas esas noches no habíamos hecho el amor, anoche si —me besó la frente, los mofletes y por último la comisura.

—Ya —respondí con un monosílabo.

—Hagámoslo de nuevo, uno rapidito —me besó y aún seguía sin descifrar que era lo que me estaba ocurriendo.

—No.

—Porfa, si será rápido —volvió a insistir el muy pesado—. Ni te imaginas las veces que he soñado con ese momento y todos los sueños húmedos que he tenido contigo. —volvió a colocarme el cabello sobre el hombro—. Sentirte mía ha sido lo más maravilloso que me ha podido pasar, ahora solo necesito que pase una cosa y ya sería inmensamente feliz.

—He dicho que no, además tenemos mucha prisa —me separé de él sin decir nada sobre su comentario, miré una cosa en mi móvil y luego lo dejé en la mesita.

—Voy a ducharme, ¿vienes? —me propuso.

—Tengo hambre, voy a preparar el desayuno —cambié tema rápidamente para poder escaparme en la mayor brevedad posible. Cogí la ropa de anoche para llevarla al lavadero.

—Está bien —cogió ropa limpia y me arrebató nuestras prendas de ropa un poco decepcionado—. Ya las llevo yo—. En cuanto termine, voy.

Entró al servicio y yo me senté en la cama llorando abatida recordando lo que sucedió anoche. Segundos después, cogí las fuerzas necesarias y aproveché para hacer la cama —y arreglar el cuarto—, vestirme —esta vez elegí un pantalón largo y una camisa de tirantes, acompañado de unas sandalias doradas— e ir a la cocina. Una vez allí preparé dos sándwiches vegetales —pan integral, mayonesa, lechuga, pechuga de pavo y una fina capa de aguacate con una vinagreta— y café para dos. Lo serví todo en la mesa y me senté en mi sitio. Tras un rato de espera entró Gorka vestido con un traje gris —ya había llevado la ropa sucia porque no traía nada con él— y se acercó a la encimera. Cogió la cafetera —previamente la había lavado y colocado cuando serví el café de los dos— y sacó del armario café. Abrí los ojos y lo miré fijamente.

—¿Qué haces? —le pregunté confundida.

—Prepararme el desayuno, ¿tú qué crees? —me levanté de la mesa, le quité todo lo que tenía entre las manos y lo coloqué. Me apoyé en la encimera y me quedé mirándolo—. ¿Qué se supone que haces? ¿No me vas a dejar desayunar?

—Date la vuelta —le ordené.

—¿Para? —me cuestionó desconfiado.

—Por favor —insistí para que viese nuestro desayuno en la mesa.

Se dio la vuelta y vio que también había preparado desayuno para él. No sabía si lo hizo adrede o se le escapó pero, sonrió y aseguraría que era de felicidad.

—¿Hiciste desayuno para mí? —se volvió para mirarme y yo me escabullí hacia la mesa, me senté y me acerqué mi plato.

Él se sentó enfrente de mí y se acercó su plato mirándolo alucinado.

—Es un sándwich vegetal, ¿eh? —me reí—. Nada del espacio y todas esas chorradas raras. Bueno, y un café también.

—Estoy anonadado, muchas gracias —le dio un bocado y gimió de lo rico que le pareció—. Admito que no soy de este estilo de sándwich pero te ha quedado buenísimo.

—Me alegro de que te guste —empecé a comerme el mío—, ¿pero has probado alguno así?

—Si —asintió—, lo saqué de la máquina despendedora que hay en la Passione prohibita. Pero, nada que ver —se lo terminó en un periquete—, este le pega mil patadas. El otro era basura, aunque bueno la comida no es basura, rectifico lo dicho.

—Pero, porque esos llevan muchos conservantes y todas esas cosas —terminé el mío también y me bebí el café.

—Si —cogió la taza de café, se la bebió y la dejó en el mismo sitio que estaba—. ¿Puedo conversarte algo?

—Claro —me levanté, cogí nuestros platos y vasos, y los llevé al fregadero.

—Me encanta estar así contigo, desayunar tranquilos, sin discusiones, ni malentendidos —me confesó sincero.

—No está nada mal, la verdad —me guardé las ganas de decir que a mí me gustó también compartir la mesa con él, en un estado de paz y armonía pero no lo hice. No podía exponer mi lado débil ante él.

—¿Esto será así siempre o será solo algo puntual? —se levantó y me ayudó con toda la faena. Fregamos y después lo colocamos todo.

—Podría ser diario —convine y lo miré de reojo.

—Me encantaría —me susurró cerquita—. Ve a por tu bolso y vamos a la empresa, ¿te falta mucho? Yo solo tengo que coger la cartera.

—Solo maquilarme y coger el bolso —le informé.

—¿Puedes cogerme la cartera y él móvil? —me pidió de favor.

—Si —asentí—, por supuesto.

—Gracias, te espero en el coche —se dirigió hacia la puerta y una vez fuera, se volvió para mirarme—. Cierra todo bien, yo pondré las alarmas nada más salga. Por cierto, te sienta muy bien la ropa —me sonrió—, muy guapa.

Salió de la cocina y escuché la puerta de la salida. Cuando escuché como se cerraba la puerta, revisé que todo estuviera en orden y subí a la habitación. Me senté enfrente del tocador, me ondulé el pelo y me maquillé con un toque natural. Una vez que estaba perfecta, me levanté, cogí mi bolso y las cosas que me pidió. Por un instante me vi tentada a robarle los documentos y usar su teléfono a mi antojo, pero me contuve y decidí salir para reunirme con él. Unos escasos minutos después, cerré la puerta con llave como él me dijo y fui hasta el coche. Él me debió de mirar porque se bajó, me abrió la puerta y se volvió a subir —una vez estaba ya sentada y con el cinturón puesto.

—No te olvides de poner la alarma —vi cómo se ajustaba el cinturón y daba marcha atrás—. ¿Dónde dejo tus cosas?

—Ahí encima —me señaló un cajoncito que tenía y así lo hice—. ¿Ves el móvil qué hay al lado?

—Si —avalé.

—Ese teléfono lo usarás a partir de ahora, tiene una tarifa ilimitada así que el otro lo puedes usar igualmente pero, más de forma privada —puso la alarma a través de un mando y sacó el coche de las inmediaciones de nuestra casa. Después cerró la puerta de fuera, incluida.

—Entendido —lo cogí y lo guardé junto al otro.

—Vi que el tuyo es de tarjeta así que cuando necesites recargarlo me lo dices, ya me hice con todos los datos y facturas —me hizo saber.

—Perfecto.

—Ah, podrás llamar a tu familia cuando quieras —seguía conduciendo—, podrás hacerlo siempre que me lo digas y yo esté presente.

Me puse de lado sorprendida y lo miré.

—¿Lo dices enserio? —el corazón se me llenó de felicidad tras saber la noticia—, ¿de verdad podré tener contacto con ellos a partir de ahora?

—Así es, pero siempre teniendo presente la condición que te dije, si la incumples te quitaré ese privilegio —dijo firme—. De nuestra ubicación exacta y de todo lo que hacemos, nada a nadie. ¿Entendido?

—Muchas gracias, de verdad —me estiré para darle un beso en el moflete y volver a sentarme correctamente. Por fin podía ver la luz, por fin.

—De nada, tú eliges si llevas los dos a la vez o uno lo dejas en casa —me dio a elegir—. También podrás verlos por video llamadas y en cuanto se pueda, te llevaré a verlos en un tiempo no muy lejano

Asentí recopilando la nueva información. Todo el trayecto lo pasamos sin decir ni una sola palabra, mi subconsciente empezó a maquinar y a pensar algunas cosas. Esta situación podría cambiar las cosas pero, no me podía dejar embaucar tan pronto. Debía mantenerme en alerta por si esto se trataba de una trampa para que cayera en su juego. «¿Ha cambiado tanto desde que habló con Alex y Patri? ¿Qué lo ha hecho cambiar de repente? Y si... es sincero conmigo, ¿de verdad está buscando conseguir todo por las buenas? Ingrid por favor, reacciona. Ni se te ocurra por un instante que tú podrías aceptar todo lo que él quiera. Eso nunca sucederá». Lo mire por el retrovisor y el resto del trayecto me lo pasé mirando por la ventanilla.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro